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Channel: LECTURAS PORCINAS
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"LA ISLA" de ALDOUS HUXLEY

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Aldous Huxley escribió un libro que llegó a ser muy famoso y que se llamaba "Un Mundo Feliz". El título no hacía honor a la historia que se contaba en el libro, era más bien todo lo contrario, un mundo de un determinismo absoluto, donde tu papel en la sociedad estaba fijado desde el momento en que naces. Se "fabricaban" hombres con una clase social y unas habilidades determinadas, para que pudieran ejercer sus funciones sin "averias". Era un supuesto mundo perfecto, donde la felicidad también estaba rígidamente programada, y cualquier ilusión por volver a un estilo de vida natural, con sus riesgos e incertidumbres, era absolutamente descabellado. Los salvajes vivían apartados en una esquina del planeta y solo uno de ellos fue llevado al mundo "civilizado".


Pues bien, este libro es la replica al anterior. Un viajante llega a una isla que resulta ser la prueba de "otro mundo es posible". El libro narra como este estranjero es seducido poco a poco por los planteamientos religiosos, culinarios, culturales, medicos, sociales, políticos, sexuales etc... Él venía con intenciones de tantear el terreno para una petrolera (el libro está escrito cuando esta materia prima se está imponiendo a principios de siglo) pero conforme se va adentrando en su cultura no violenta y de educación en valores, se va dando cuenta de que el papel que le han asignado es nefasto. Y las propias tentaciones importadas del extranjero al sistema político, que no es socialismo ni capitalismo, como por ejemplo la pasión por los coches del futuro Jefe de Estado, hacen que la supervivencia de esta isla, geografica e intelectual, sea cada vez más improbable.

"LA FALSA MEDIDA DEL HOMBRE" de STEPHEN JAY GOULD

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Desde la medición de los cráneos hasta el uso y abuso de los test de inteligencia, el libro es un alegato a favor del igualitarismo y en contra del determinismo biológico que pretende mantener y justificar el estatus dominante del mundo por ciertos sectores (razas, sexo, naciones, clases sociales…). En algunas ocasiones suele adentrarse en detalles que hoy en día nadie cuestiona (incluso disecciona los cálculos que en su momento pudieron hacer los craneometristas, lo cual resulta casi tan pesado como la explicación del análisis factorial), pero que el autor justifica no solo por interés histórico, sino porque tarde o temprano el mismo tipo de argumentación se repite cuando hay un retroceso en las libertades políticas. Por culpa de las constantes intentonas pseudocientíficas el libro permanece actualizado, y se lee a la luz de un marcado activismo y compromiso moral que compensa sus momentos más técnicos.

La introducción revisada del libro a los quince años de su primera publicación es una advertencia triple. Por una parte avisa reiteradamente al lector de que no se trata de un libro que aspira a refutar todas las falsedades que “defienden la base genética de las desigualdades sociales” sino que se centra en tan solo una de ellas; la de una teoría de la inteligencia innata, unitaria y linealmente clasificable (algo así como que el que es tonto siempre lo será, y que se puede determinar su tontura incluso en una escala numérica que cuantifica de manera milagrosa la inteligencia humana).


De otra parte avisa del contexto político-conservador en el que se publicó el libro, cuando el trabajo de La Curva de Bell ofrecía al público conclusiones científicas que justificaran recortar gastos sociales en perjuicio de los más necesitados que no tenían solución en nuestra sociedad.

Por último se defiende la idea de que el científico sin ningún interés socio-político en su objeto de estudio no existe, y que de existir no sería bueno para la ciencia porque ese interés es el motor que a menudo salva muchos obstáculos en la carrera de la investigación científica.


CAPÍTULO PRIMERO. INTRODUCCIÓN A LA EDICIÓN REVISADA Y AMPLIADA: REFLEXIONES A LOS QUINCE AÑOS.

Introduce el determinismo biológico moderno que consiste en la idea de inteligencias innatas en razas, sexos o clases. Pero la mejor introducción es un valioso y orientativo resumen por capítulos. También contiene una presentación particularmente brillante de la ciencia, como una hija de su tiempo, llena de influencias culturales, como cualquier actividad humana.

CAPÍTULO SEGUNDO. LA POLIGENIA Y CRANEOMATRÍAS NORTEMARICANAS ANTES DE DARWIN

Tras algunas oportunas citas de ilustres intelectuales de los siglos XVIII y XIX, se contextualiza la opinión generalizada a favor de las jerarquías sociales y raciales en una época en donde la igualdad no estaba en el horizonte intelectual ni mucho menos en el político. Pero Gould sí que diferencia entre núcleos duros y blandos. Por ejemplo, los que defendían la esclavitud y los que no; aunque todos partieran del común punto de vista de que los negros eran inferiores, la diferencia era que algunos pensaban que podían elevarse de su condición de primitivos o que el nivel de inteligencia no determinaba el derecho a la libertad de las personas, y otros que no pensaban lo mismo.

Las jerarquías raciales se justificaban con el monogenismo y el poligenismo, que venían a coincidir con esos núcleos blandos y duros respectivamente. El monogenismo sería la unidad de todos los pueblos porque venimos de Adán y Eva, lo que sucede es que habríamos ido degenerando y alejándonos de esa unidad e igualdad generación tras generación. El poligenismo sería más impopular en la época, porque no recurría a la Biblia y establecía una mayor diferencia entre las razas ya que no habrían estado hermanadas en ningún momento anterior, por tanto, cualquier discriminación estaría justificada al pertenecer a naturalezas completamente distintas. Aunque los esclavistas no necesitaban de argumentos innovadores ni de nuevos datos empíricos sobre las diferencias entre las razas para justificar la imposición de los unos sobre los otros: la religión siempre había sido suficiente. Pero una vez que Darwin hizo acto de aparición, las justificaciones de las jerarquías necesitaron más que nunca presentar sus justificaciones como científicas.

CAPÍTULO TERCERO. LA MEDICIÓN DE LAS CABEZAS: PAUL BROCA Y EL APOGEO DE LA CRANEOLOGÍA.


Comienza con otra amplía muestra de citas “inolvidables” de los grandes de la época, para reiterar el contexto en el que se desarrollaban esas teorías. Eran tiempos en los que se idolatraban los números y muchos científicos se dejaban llevar por cuantificaciones compulsivas pero sin apenas método científico que las respaldase, más bien con una carencia absoluta de autocrítica, cuando no dejándose arrastrar hasta el fraude científico.

Por eso cuando se encontraban casos que contradecían la corriente mayoritaria de la craneometría, o bien se eludían directamente o bien se falseaban (por ejemplo el cerebro grande de los alemanes, los hombres eminentes con cerebro pequeño, los criminales con cerebros grandes, los cerebros femeninos “incómodos”….).

CAPÍTULO CUARTO: LA MEDICIÓN DE LOS CUERPOS (DOS ESTUDIOS SOBRE EL CARÁCTER SIMIESCO DE LOS INDESEABLES)

El primero de ellos es la recapitulación: el cuerpo, conforme se va formando, adopta diferentes formas y fases que representan una recapitulación del pasado evolutivo del ser humano. Si antes de humano el hombre fue pez y reptil, esos estadios se reflejarían en los fetos humanos ese mismo orden.

El segundo es la antropología criminal: los criminales tienen rasgos atávicos y criminales que resultan identificables, y por tanto predecibles, y que brotan con más fuerza que en otros individuos normales (que también los tienen) y que producen las conductas criminales. El máximo exponente de esta teoría fue Lombroso, a quien Gould acusa de plegarse en una retirada engañosa cuando la gran controversia que causó su teoría fue paulatinamente refutada. No obstante Gould no duda en manifestar el origen progresista de Lombroso y de sus seguidores:


“Los antropólogos criminalistas lombrosianos no eran abyectos sádicos, ni protofascistas, y ni siquiera simpatizaban con ideologías políticas conservadoras. Eran más bien partidarios de una política liberal e incluso socialista, y se consideraban personas modernas, ilustradas por la ciencia.”


CAPÍTULO QUINTO. LA TEORÍA HEREDITARISTA DEL COEFICIENTE DE INTELIGENCIA: UN INVENTO NORTEAMERICANO.


Un Stephen Jay Gould indignado nos cuenta la tergiversación de que ha sido objeto Alfred Binet, inventor del coeficiente de inteligencia. Cuando Alfred Binet recibió el encargo del Ministerio de Educación para tratar a niños con problemas de aprendizaje, ya intentó poner freno a las malinterpretaciones que se pudieran sacar de sus teorías, pero dichas cautelas no fueron suficientes. Para desarrollar este encargo ideó el coeficiente de inteligencia como una herramienta para detectar a tales niños y que pudieran recibir una educación especial. Sin embargo los test que se desarrollaron posteriormente tergiversaron esta intención original y sirvieron para estigmatizar y limitar a determinados niños, no para brindarles ayuda.

Binet advirtió, desde el principio, del peligro de creer que la inteligencia es medible de manera lineal, como la altura, y de que su escala se sacara fuera de contexto. Para ello estableció tres principios, que paso a enumerar de manera literal tal y como los describe Gould, junto con un resumen de los tres autores que tergiversaron a Binet:


“1º) Las puntuaciones constituyen un recurso práctico; no apuntalan ninguna teoría del intelecto. No definen nada innato o permanente. No podemos decir que midan la ‘inteligencia’ ni ninguna otra entidad cosificada.
2º) La escala es una guía aproximada y empírica para la identificación de niños ligeramente retrasados y con problemas de aprendizaje, que necesitan una asistencia especial. No es un recurso para el establecimiento de jerarquía alguna entre niños normales.
3º) Cualquiera que sea la causa de las dificultades que padecen los niños, el énfasis debe recaer en la posibilidad de lograr mejorar sus resultados a través de una educación especial. Los bajos resultados no deben usarse para colgarles el rótulo de la incapacidad innata.
[…]
En el presente capítulo se analizan las principales obras de tres precursores del hereditarismo en Norteamérica: H. H. Goddard, que introdujo en Norteamérica la escala de Binet, y cosificó los resultados que ésta permite obtener asignándoles el valor de una inteligencia innata; L. M. Terman, que elaboró la escala de Stanford-Binet, y soñó con una sociedad racional donde la profesión de cada persona se decidiera sobre la base de su CI; y R. M. Yerkes, que convenció al ejército para que sometiera a 1.750.000 hombres a un test de inteligencia en la primera guerra mundial, justificando así la supuesta objetividad de unos datos que confirmaban las tesis hereditaristas, base de la Inmigration Restriction Act promulgada en 1924, por la que se restringía el acceso de aquellas personas procedentes de regiones genéticamente desfavorecidas.
La teoría hereditarista del CI es un producto puramente Norteamericano. Si esto parece paradójico tratándose de un país de tradiciones igualitaristas, recordemos también el nacionalismo jingoísta de la primera guerra mundial, el miedo de los norteamericanos afincados desde hacía mucho tiempo frente a la marea de mano de obra barata (y a veces políticamente radicalizada) que inmigraba de la Europa del sur y del este, y, sobre todo, nuestro persistente, y autóctono, racismo.”


CAPITULO 6. EL VERDADERO ERROR DE CYRIL BURT. EL ANÁLISIS FACTORIAL Y LA COSIFICACIÓN DE LA INTELIGENCIA.

Este capítulo no me lo leí por su aparente complejidad, pero me parecía llamativo que en su título se hable de error y no de fraude al referirse a Cyril Burt. En realidad Gould conoce los fraudes de Burt, pero no le interesan demasiado. Se concentra en el error de usar el análisis factorial para cosificar la inteligencia.

Para una visión en contra de Gould puede verse este erudito artículo. De todos modos, en mi opinión, el artículo de Roberto Colom despacha la segunda edición del libro de Gould (la que contiene una respuesta a Jensen y a todos sus detractores) con demasiada ligereza en una pequeña nota a pie de página.

CAPÍTULO 7. UNA CONCLUSIÓN POSITIVA

Las sociedades humanas cambian por evolución cultural, y no como resultado de alteraciones biológicas. Desde hace unos 50.000 años el cerebro del Homo Sapiens no ha sufrido ninguna transformación, todos los logros tecnológicos que el hombre ha desarrollado desde entonces se deben a la evolución cultural.


“La evolución biológica (darwiniana) continua en nuestra especie; pero su ritmo, comparado con el de la evolución cultural, es tan desmesuradamente lento que su influencia sobre la historia del Homo Sapiens ha sido muy pequeña. En el tiempo en el que el gen de la anemia falciforme ha disminuido de frecuencia entre los negros norteamericanos, hemos inventado el ferrocarril, el automóvil, la radio, la televisión, la bomba atómica, el ordenador, el avión y la nave espacial.”


En este capítulo Gould también aborda una famosa dicotomía bizantina entre biología o cultura. ¿Quién es la responsable de que el ser humano sea tan especial de entre todos los animales, la que explica la existencia de algo así como una “cultura general humana” construida por conductas adaptativas específicas? Gould opta por limitar el papel preponderante que la biología se ha venido atribuyendo en dicha tarea, sobre todo de la sociobiología. Su crítica de la sociobiología coincide con las dudas que me han surgido al leer libros como “¿Por qué amamos?” de Sarah Fischer, psicóloga evolucionista. Los sociobiologos, y por lo visto los psicólogos evolucionistas, tienden a coger una ventaja adaptativa que explica que un animal haya llegado hasta el presente como una suerte de opción que sus antepasados eligieron para perpetuar sus genes, seguramente de manera inconsciente. Por ejemplo, las mujeres tienen mayores habilidades linguísticas porque se quedaban con sus niños mientras los hombres salían de caza, y les contaban historias a sus niños. Cuando esos niños crecían se hacían líderes porque podían comunicar mejor, y elegían como compañeras a mujeres comunicativas y afectivas para que cuidasen de sus hijos, de esa manera los genes de aquellas mujeres se han ido perpetuando hasta nuestros días, donde la mayoría de las mujeres comparte esas habilidades como así lo demuestran los estudios que se han hecho. Esto es un argumento circular, sin base probatoria ninguna. Cualquiera podría imaginar otro parecido o incluso contradictorio con el único límite de la imaginación y cierta coherencia interna. Gould lo explica mejor:

“La sociobiología comienza con una moderna lectura de la selección natural: el éxito reproductivo diferencial de los individuos. Según el imperativo darwiniano, los individuos son seleccionados para maximizar la contribución de sus propios genes a las futuras generaciones; esto es todo. […] Los sociobiologos examinan luego nuestra conducta aplicando ese criterio. Cuando identifican una conducta que parece adaptativa porque favorece la transmisión de los genes de un individuo, explican su origen por la selección naturla que habría actuado sobre la variación genética influyendo sobre el acto específico mismo. (Estas reconstrucciones rara vez tienen el respaldo de otra prueba que no sea la mera inferencia basada en la adaptación)”.


No obstante Gould no opta por la tabula rasa de los empiristas del s. XVIII, sino por una posición intermedia y honesta en una dicotomía tan compleja, aunque como biólogo evolutivo sitúe formalmente la pugna dentro del terreno de la biología… al menos dentro de una definición de biología amplia que engloba las capacidades humanas para modificar conductas y construir culturas, en contraposición a una biología determinista y genética que quiere encontrar un gen para cada conducta humana.


“ ’Nada más que’ un animal es una afirmación tan falaz ‘como creado a imagen y semejanza de Dios’. […] En cierto sentido la polémica entre los sociobiólogos y sus críticos es una polémica acerca de la amplitud de la gama de variación posible”.


Citando a E. O. Wilson que cree que la agresividad de los seres humanos es innata, como se deduce de las guerras de la historia, y del hecho de que “las tribus más pacíficas de hoy han sido a menudo las más destructoras de ayer, y probablemente volverán a producir soldados y asesinos en el futuro”, Gould contra argumenta lo siguiente:


“Pero si algunos pueblos son ahora pacíficos, entonces la agresividad misma no puede estar codificada en sus genes: solo puede estarlo su potencialidad. Si innato solo significa posible, o incluso probable en determinadas circunstancias, entonces todo lo que hacemos es innato y la palabra carece de sentido”.


EPÍLOGO. CRÍTICA DE “THE BELL CURVE” Y PERSPECTIVAS DE TRES SIGLOS SOBRE LA RAZA Y EL RACISMO.

The Bell Curve fue un libro que tuvo mucha atención en el mundo académico e incluso entre el público general. Muy resumidamente venía a certificar la idea de que las clases inferiores y algunas razas tenían menor inteligencia y que por ello resultaba inútil gastar en programas que pretendieran equipar a esos sectores de la población con el resto. El autor dedica la primera parte del epilogo a la crítica concienzuda y concienciada de esta obra que considera “una obra maestra de retórica cientificista y de esa especial ansiedad y ofuscación que imponen los números a los comentaristas no profesionales.”

El libro objeto de la ira de Stephen Jay Gould lanza ideas peligrosas disfrazadas de verdad sesuda y científica bajo el manto de innumerables cifras. Sus autores, Herrnstein y Murray, no se cansan de advertir de que el hecho de que un grupo tenga una media de inteligencia menor que otro, no significa que no pueda haber individuos que destaquen de esas medias, y que el derecho a la individualidad y a no ser juzgados por la mera pertenencia al grupo está por encima de cualquier teoría.

Pero Gould acierta al subrayar que esto solo es una excusa del tipo “algunos de mis mejores amigos son del grupo x”. La curva de Bell es un manifiesto de ideología conservadora, sin apoyo científico ni novedad argumental que justifique su éxito. Lanza la piedra y esconde la mano, pues el esfuerzo intelectual del libro tiene como objetivo segregar y abrir la puerta a políticas que marginen a los que supuestamente no pueden ser de otra forma (inteligencia hereditaria e inmutable), no a unir y ayudar a los más necesitados. Convierten “un caso complejo, que solo puede dar pie a agnosticismo, en un compendio tendencioso a favor de las diferencias permanentes y hereditarias”.

Con esa intencionalidad Gould demuestra que los autores tergiversan los datos y las cifras para poder presentar el grueso de sus tesis conservadoras y racistas, como un grito académico que proclama la verdad a contra corriente de una corrección política dominante que va a empujar al país a una situación insostenible, donde las ciudades de EEUU necesitarán de instituciones especiales para separar a los ineptos de los inteligentes, porque todos estarán mezclados creyéndose todos aptos por igual, y colapsando el progreso por haber confiado en la ingenua igualdad de todos.

Este apocalipsis resultaría humorístico si no fuera por la repercusión de La Curva de Bell, y por la preocupante similitud que encuentra el autor entre los razonamientos de Murray y Herrnstein, y los de Gobineau, prominente racista académico del siglo XIX que tuvo una influencia considerable en las teorías de la pureza de la raza que terminaron en manos de los nazis. Los escritos de Gobineau tenían un gran potencial político, al igual que La Curva de Bell, y aunque no se aborda directamente la responsabilidad (o irresponsabilidad, o incluso el fraude científico) del intelectual por avivar el fuego en determinado contexto histórico-político, algunas afirmaciones se parecen tanto que Gould cree que se trata de la teoría del péndulo histórico; de cuando en cuando, sobre todo en épocas de crisis, salen teorías que toman como chivos expiatorios a sectores de la sociedad, y con el tiempo, según se van cayendo, estas teorías van siendo sustituidas por otras similares o bajo formatos diferentes. De esta manera Gould cree que las máximas que se suelen escuchar todavía, como por ejemplo, que los judíos o los negros huelen mal, que los negros están más capacitados para el deporte, que los irlandeses beben, que las mujeres adoran el visón, que los africanos no piensan etc… deben ser desterradas, entre otras razones porque no es posible conforme un grupo uniforme dentro de esas categorías, y mucho menos en la raza africana, pues si hay una raza “original” esa es la negra, ya que el hombre ha estado durante mucho más tiempo en África que en ningún otro lugar del planeta:


“En otra palabras, puede que toda la diversidad racial no africana –blancos, amarillos, cobrizos, todo el mundo desde los hopi hasta los noruegos y los fijianos- no tenga más antigüedad que un centenar de miles de años. Por el contrario, Homo Sapiens ha vivido en África más tiempo. En consecuencia, puesto que la diversidad genética viene a estar correlacionada aproximadamente con el tiempo de que se ha dispuesto para los cambios evolutivos, la variedad genética exclusiva de los africanos ¡supera la suma total de diversidad genética que existe en todo el resto del mundo junto! Por lo tanto, ¿cómo podemos englobar a todos los ‘negros africanos’ en un único grupo?”


Las dos últimas partes del epílogo son valoraciones, desde la óptica del presente, de dos asuntos que se suelen admitir sin cuestionarse y que el autor desea puntualizar.

El primero ya se ha mencionado anteriormente. Se trata de la común asunción de que las ideas viven en una torre de marfil, y que no se les debe prestar atención a menos que formen parte de un plan concreto de acción. Gould toma como ejemplo el origen de la clasificación racial de Blumenbach que actualmente se sigue usando a nivel popular (caucásico, indio americano, malayo, oriental, africano, siendo el criterio original de clasificación la belleza física que tiene como máximo exponente a los caucásicos) y que nos ha traído tantos problemas y crueldades a la humanidad, porque hemos pensado que tan solo era una metáfora que no traería mayores consecuencias (probablemente en contra del sentir del propio Blumenbach):


“Los estudiosos suponen a menudo que las ideas académicas deben perdurar, en el peor de los casos, por ser inofensivas y, en el mejor, por ser más bien divertidas e incluso instructivas. Pero las ideas no habitan en la torre de marfil de nuestras consabidas metáforas sobre la irrelevancia académica. Las personas como dijo Pascal, son cañas que piensan, y las ideas motivan la historia humana. ¿Qué habría sido de Hitler sin el racismo, de Jefferson sin la libertad? Blumenbach vivió toda su vida como profesor enclaustrado, pero sus ideas reverberan a lo largo de nuestras guerras, nuestras conquistas, nuestros sufrimientos y nuestras esperanzas.”


Gould se declara partidario la libertad de expresión de manera casi absoluta, así que más que una censura, lo que se deduce de su preocupación por ese mundo de ideas peligrosas que luego son usadas para discriminar, matar o hacer sufrir al prójimo, es la falsa ingenuidad de sus autores, y en todo caso la conveniencia de sacarlas a la luz pública para que puedan ser debatidas y derrotadas, para que no se perpetúen en la historia de la misma manera que se ha perpetuado la clasificación racial de Blumenbach.

El segundo consiste en desmentir la creencia popular de que Darwin era un ejemplo de igualitarista, creencia basada en algunas citas que demuestran su simpatía con algunos pueblos que eran despreciados normalmente por los europeos. Sin embargo, se suele olvidar a menudo que hay otras tantas citas que desvelan a un Darwin al que le dan asco otras razas, y muy seguro de la superioridad racial europea frente a otros pueblos. Pero el juicio al que Gould somete a Darwin es más global y justo, y pese a criticar esa costumbre de citar selectivamente para buscar la conclusión prefabricada, reconoce y elogia a Darwin al ubicar su crítica en el contexto de la época, donde el igualitarismo no estaba dentro del horizonte político ni filosófico. En aquella época donde todos partían de la inferioridad de algunas razas, estaban los que aprovechaban para esclavizar y someter, y los que pensaban que de tal inferioridad no se podía inferir una ausencia de derechos. Darwin se situaba entre los segundos, dando muestras en numerosas textos del fuerte compromiso moral que tenía para la época en la que vivió:


“Aquellos que sienten simpatía por el amo y frialdad de corazón por el esclavo no parecen ponerse nunca en el lugar de este último: ¡qué sombrías perspectivas, sin la menor esperanza de cambio! Imagínese a usted mismo ante la posibilidad, siempre planeando sobre su cabeza, de que su mujer y sus hijos (aquellos objetos que la naturaleza empuja a llamar propios incluso a un esclavo) sean arrancados de su lado y vendidos al mejor postor como si fueran ganado. ¡Y tales actos son perpetrados y justificados por hombres que profesan amor al prójimo tanto como a sí mismos, hombres que creen en Dios y que rezan para que se haga su Voluntad sobre la Tierra! Le enciende a uno la sangre, pero también le encoge el corazón, pensar que los ingleses y nuestros descendientes americanos, con su orgulloso grito de libertad, hemos sido y somos tan culpables.”

Pepe Crespo.
Enero de 2009
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EL LIBRO DE LOS CONDENADOS de CHARLES FORT

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A partir de un archivo de noticias y recortes de periódicos coleccionados con verdadera devoción, Charles Fort confecciona este libro como una suerte de odisea frente a la ciencia ortodoxa. El libro es una sucesión de hechos inexplicables aderezado con ironía que tiene como función acusar a los científicos de monopolizar el conocimiento y haber condenado a personas, que como Fort, se han dedicado de manera autodidacta a investigar los hechos que suceden en la naturaleza. Hechos a los que la ciencia no ha dado explicación, bien porque han sido ignorados, bien porque han sido ocultados. De esta manera Charles Fort analiza hechos misteriosos (a menudo muchas leyendas urbanas), con la esperanza de arrojar alguna luz o incluso dejar los datos recopilados para futuras generaciones. Lo cierto es que hay continuas referencias a periódicos y anuarios, con fechas exactas que mencionan esta o aquella crónica. Los temas son variopintos, y si bien algunas veces te asalta la duda sobre la idoneidad de profundizar en un hecho determinado, las elucubraciones que el propio Fort expone le quitan al hecho misterioso todo su potencial y verosimilitud que pudiera tener en la mente del lector.

Los hechos misteriosos son: lluvia de ranas y peces, lluvia de sangre, oscurecimiento de la luna, luces y objetos luminosos en el cielo, meteoritos viscosos y demás sustancias extrañas que caen o aparecen en lugares insospechados, utensilios de hombres diminutos o incluso hadas, etc…


Algunas veces Fort propone como explicación que hay otros mundos, animales que están suspendidos del aire, incluso un comentario de Darwin sobre unos hilos invisibles, como telas de araña, que vio en uno de sus viajes es puesto como ejemplo de que incluso los más nobles científicos han tenido contacto con este tipo de sucesos, aunque sus estrechas mentes dogmáticas no les han dejado seguir el curso de la razón. Fort, en cambio, es libre para elucubrar explicaciones tales como que hay otro mundo colgando sobre el nuestro, o un mar por encima de las nubes (el Supermar de los Sargazos). Sin ningún tipo de complejos, y con cierta arrogancia elabora su propio vocabulario que hace al lector perderse en guerras de términos como intermediario frente a ortodoxo, real y universal, positivo y negativo, etc…

Fort escribe con una racionalidad irregular. A veces da muestras de una auténtica curiosidad científica al cuestionar hechos que han sucedido, o que al menos los documentos sugieren que han sucedido de la manera en que se han narrado, y para los que la ciencia simplemente no tiene explicación. Constatar esto no es anti-científico, y en esa línea Fort dice:

“No me opongo a lo científico, sino a lo insuficiente” [..] He aquí por qué hoy día existe una revolución contra la Ciencia; porque las proposiciones formuladas a las que la última generación tomaba por verdades absolutas se revelan insuficientes.”

Con humildad investigadora, o cuestionadora, asume las limitaciones de su propio método:

“Este libro es una mezcla de ciencia y mala ficción. Y toda ficción es mala, mezquina o rudimentaria, desde el momento en que sea apoya demasiado en la coincidencia”(pag.100). […] Quiero ver alzarse ahora un verdadero clamor de silencio. Si solo un caso aislado de un fenómeno cualquiera hubiera sido desdeñado por el Sistema, la cosa me parecería sin importancia, ya que un solo caso es de mínimo peso. De acuerdo: mi método personal basado en la acumulación de casos tampoco es un verdadero método, pero, en la continuidad, todas las cosas deben parecerse a todas la demás cosas, de modo que no concibo un tema que pueda ser reducido a la penuria de un único caso. Es asombroso u omisible leer la lista que va a seguir, de todo lo que se ha visto en el cielo, y pensar que todos estos casos han sido sistemáticamente despreciados. Mi opinión es que ya no es posible o es muy difícil desdeñarlos, ahora que se hallan reunidos en compacto tropel. Pero reconozco que si antes hubiera intentado tal reunión la Antigua Dominante hubiera pulverizado mi máquina de escribir. De hecho, la letra e me hace de las suyas, y la s es muy temperamental.” (P.255)

Sin embargo en otras ocasiones sus proposiciones son tan atrevidas que rayan en el absurdo, y quizás por eso hace uso constante de la ironía y de la inversión del vocabulario. Construye su propio léxico para denominar a los científicos, a los que los cuestionan, a los procedimientos de exclusión de algunos hechos, etc… El lector tiene la sensación de estar ante un verdadero puzle que no puede descifrar porque el autor así se lo ha propuesto:

“Siendo yo mismo positivo-negativo, siento la atracción del polo positivo de mi estado intermediarista e intenta relacionar estos tres datos con un solo objeto” […] Un rompecabezas: si sostengo que el Positivo Absoluto se engendra y se mantiene a sí mismo a partir del Negativo Absoluto, pasando por un tercer estado, llamado cuasi-estado, se comprenderá que intente concebir la universalidad fabricándose a sí misma a partir de la Nada.”

La arrogancia se mezcla con el sarcasmo al tratar de igualarse con el lenguaje científico creando su propio código, es por tanto una especia de revancha del condenado que obliga a la científico-lector a adentrarse por la mente y el vocabulario ininteligible que Fort crea para la ocasión, de la misma manera que los científicos han creado lenguajes solo entendibles por ellos mismos.

Queda a opción del lector si esto es un brillante ejercicio de ironía o una manera camuflada de hacer el ridículo, porque a veces, más que un linchamiento de los dogmas, parece una disparatada creación de un mundo paralelo que necesita de la ironía para presentarse como algo más serio y profundo. Según el propio autor:

“No creo hacer un fetiche de lo absurdo. Pienso que, en los primeros tanteos, no hay medio de saber lo que más tarde será aceptable […]”

Pero Fort no es un iluso, él parece aceptar con paciencia y honestidad el papel de condenado:

“Estoy persuadido de que, recorriendo este libro, ustedes ha debido sentirese tentados –al ver la expresión de mis demenciales teorías- a expresar su indiganción y su empacho”

Pero cuando Charles Fort vibra más, es cuando se burla directamente del científico (p.113):

“Mi seudo-conclusión es que hemos sido condenados por gigantes hundidos en el sueño y por grandes principios o abstracciones incapaces de realizarse: cuántas putillas nos han hecho participes de sus caprichos; cuántos payasos armados de cubos de agua y desempeñando el papel de sacar de ellos millares de enormes peces, nos han maldecido por haberles faltado al respeto, ya que, incluso para el menor de los payasos, la bufonería subyacente responde a un deseo de ser tomado en serio. Cuántos pálidos ignorantes, sentando cátedra desde sus microscopios bajo los que no pueden distinguir el nostoc de la carne, la freza de pez de la freza de ranas, nos han impuesto sus solemnidades sin brillo. Hemos sido condenados por cadáveres, esqueletos y momias que se sobresaltan y titubean con una pseudo-vida tomada a las conveniencias. Todo no es más que hipnosis. Los malditos son aquellos que admiten ser malditos. Si estuviéramos más próximos a lo real, seriamos razones traducidas frente a un jurado de fantasmas.”

Pepe Crespo, marzo de 2009.
Comentario en Paralibros

ENSAYOS (1952-2001) de GORE VIDAL

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El libro editado por Edhasa recopila en casi mil páginas buena parte de los artículos que Gore Vidal ha escrito en prensa durante el periodo que señala el propio título. La primera parte del libro es una recopilación de ensayos de crítica literaria, mientras que la segunda parte versa sobre política.


Tan solo he leído la segunda parte del libro. A continuación paso a comentar algunos de los temas con los que Vidal hace gala de su famosa y elegante acidez contra la parte más reaccionaria de la sociedad norteamericana.


Hay una tendencia conocida como moralismo legal que consiste en legislar sobre la vida privada de los ciudadanos, hacer sábanas de las páginas de la constitución, desde la ley seca, hasta la actual guerra contra las drogas pasando por supuesto por la penalización de la homosexualidad.




La homosexualidad es analizada en varios contextos históricos; el Levítico, la Grecia clásica, el psicoanálisis freudiano… Ya en la antigüedad, gracias a Justiniano que adujo que era la causa de los terremotos, la homosexualidad se convirtió en delito. Pero Vidal arremete contra las leyes que siguen vigentes en EEUU y que condenan muchas prácticas sexuales, no solo la homosexualidad. Es cierto que reconoce que son letra muerta, es decir, que no se usan. Pero siguen vigentes para poder hacer uso de ellas cuando algún juez o fiscal retrógrado quiera.


Vidal hace una lectura política de las diferentes posturas sexuales de cada época; el sexo es política.Él cree que el hecho de denostar a un homosexual, a una mujer o a una práctica sexual tiene como origen una voluntad política de seguir manteniendo un estatus quo que se vería en peligro si se permitiera que la sociedad se organizara de manera diferente. Si el sistema capitalista consigue amedrentar al trabajador es porque éste está casado y dedicado a traer ingresos a su familia. Si el matrimonio no estuviese tan universalizado no sería una institución útil como herramienta de presión. Los homosexuales se constituyen en un tipo de trabajadores no amenazables en ese sentido. Vidal supedita el sexo a una última motivación más allá de la mera censura del placer ajeno; “Las actitudes sexuales de una sociedad determinada son el resultado de decisiones políticas”. Incluso la religión sería una herramienta más que le debe cuentas a intereses superiores; “Las religiones se manipulan con objeto de servir a aquellos que rigen la sociedad, y no al contrario”.


Gore Vidal toma algunas posturas atípicas en un autor de izquierdas. Piensa que EEUU no puede asimilar tanta inmigración, pues no hay trabajo para todos, y todo tiene un límite. Incluso va un poco más allá y propone una unión occidental frente al gigante asiático. No tiene miedo de ser considerado racista, pues el temor ante una invasión de Asia no es racial, sino económica y legítima por ambas partes. Así mismo considera que hay un problema de superpoblación al que aporta curiosas perspectivas:


“Si la humanidad ha de sobrevivir, la población tendrá que reducirse drásticamente, si no por medio de la guerra atómica, entonces por ley, una perspectiva poco halagüeña para los derechos civiles, aunque desde luego preferible a morir de hambre”. […] Quienes querrían prohibir el aborto, los anticonceptivos y la homosexualidad, al tiempo que ensalzan la familia y la reproducción son en sí mismos agentes activos de la destrucción de nuestra especie. Estaría más furioso si tuviera en mayor estima a la especie, pero no es el caso, de modo que considero serenamente al Papa y al Ayatolá como los agentes pre-programados de nuestra extinción, el destino de toda especie. Corretean por ahí unas hordas de fanáticos, y no hay nadie para pararles los pies, sobre todo si utilizan la Biblia como arma arrojadiza.”


Los defensores ultra-cristianos de las familias con valores cristianos son objeto de muchas ironías y críticas por parte de Vidal. La obsesión que esta gente tiene con el sexo solo es comparable a la que antaño se tenía con el comunismo, y la que ahora también se tiene con el terrorismo. La religión y la mujer es otro tema recurrente en sus ensayos. Considera la religión cristiana, junto con otros monoteísmos, ideologías peligrosas que propugnan el odio y el miedo hacia la mujer. La ultra-cristianos son los que ahora lideran la lucha contra la igualdad de la mujer enarbolando la bandera de la familia. Analiza varias obras de feministas a las que parece reconocer su capacidad intelectual para irrumpir y molestar al reino literario y académico de carácter patriarcal en EEUU.


Vidal piensa que en su origen la religión no estaba tan presente en EEUU y que sus padres fundadores ”no eran entusiastas del Dios celestial”. Describe al cristianismo, al judaísmo y al islamismo como religiones inhumanas y describe como incesantes las intentonas de los religiosos por hacerse un sitio dentro de las instituciones invadiendo la original separación de Iglesia y estado. El Opus Dei hace acto de aparición en un inesperado momento hacia final del libro.


Otros temas colindantes al sexo y la religión que aborda en sus ensayos son la pornografía, (de la que se declara partidario cuando el tema estaba de moda en los años 60 y 70 y del que hace un repaso de las decisiones judiciales más importantes al respecto) y la prostitución de la que opina que es necesaria; “Las mejores [prostitutas] son una suerte de curanderas naturistas y, en contra de la superstición tribal, disfrutan con su trabajo”.


Gore Vidal disfruta atacando a los mitos estadounidenses como Linconl y Kennedy. Ha escrito bastante sobre Lincoln, a quien admira como hombre de letras y orador, pero al que considera el primer tirano de la república. No soporta que los historiadores de su país oculten la postura de Lincoln sobre un tema tan fundamental como la abolición de la esclavitud. Según Vidal, y los discursos que usa de Lincoln, el motivo fundamental de la Guerra de Secesión no era la abolición de la esclavitud sino el mantenimiento de la Unión.


“Lincoln adoptó la postura de que el sur no podía dejar la Unión. Cuando los estados sureños dijeron que tenían todo el derecho a abandonarla, Lincoln potenció su discurso hasta un nivel místico: la Unión era absoluta y había que mantenerla a toda costa. En cuanto a la esclavitud: 'Si la esclavitud no está mal, entonces nada está mal', manifestó. Aunque también:'Si puedo salvar la Unión sin liberar a ningún esclavo, lo haré. Si puedo salvar la Unión liberando a unos y dejando a otros como están, lo haré.' […] ¿Liberarlos y darles la igualdad política y social? Nuestros propios sentimientos no lo admitirían y, aunque los míos lo hicieran, sabemos que no sería el caso de la gran masa de blancos”.

[edito mensaje el 07/03/10---> ver estracto del documental "El Mito de Abraham Lincoln" que habla sobre esta polémica de un Lincoln que manipuló la liberación de los esclavos para sus intereses políticos. El documental, no obstante, se muestra menos tajante que Vidal porque contrapone a varias tendencias académicas que tratan de exculpar a Lincoln.]

[edito 31/01/2014: ver minuto 58 del documental desde youtube, ya que Megaupload hace años que pasó a mejor vida, también se puede leer la carta original en la que supedita el destino de la esclavitud, al éxito de la Unión]

Con respecto a Kennedy, a quien conocía personalmente y con quien comentaba libros que se prestaban, ya en 1961 opinaba que:


“Prácticamente la mitad del electorado estaba predispuesta a encontrarse con que Kennedy y su régimen eran de corte 'intelectual', pecaban de irresponsabilidad fiscal y tenían ramalazos socialistas. […] Ahora, en cambio, tras haber comprobado cómo funciona su administración, incluso a los más recelosos de la Derecha Radical les resulta evidente que Kennedy no intenta emprender una arriesgada reforma del Estado”.



Y finaliza su artículo sobre el presidente asesinado:

“Seguí profesando cariño a Kennedy hasta el final, pero su mandato presidencial dejó de gustarme desde el día en que invadió Cuba hasta el último mes de su vida, cuando caldeó la Guerra Fría en Vietnam.”


La pasión por desmitificar de Vidal no se contenta con los intocables de EEUU, también llega a los denostados como Pat Buchanan a quien no deja de considerar un paleto fanático religioso, pero termina por reconocerle que se enfrente al sistema dando ejemplo de inconformismo. Con respecto a Nixon escribe:


“Nos ocultan que desde Franklin Roosevelt no hemos tenido ningún presidente capaz ni serio, y nos repitan sin cesar que Nixon fue en ocasiones corrupto, y siempre complejo y tortuoso; de este modo, Nixon parece vulgar, y el resto de nosotros estupendos. Sin embargo, Nixon no es en absoluto un caso atípico, Su predecesor, Lyndon Johnson, sin duda lo superó con creces en cuanto a mendacidad y corrupción, pero el mito nacional exige, cada tanto, un chivo expiatorio, y a Nixon le ha tocado el turno. […] Kennedy era un autentico partidario de la guerra, cosa que no se puede decir de Nixon”.


Vidal participó en la Segunda Guerra Mundial, y comenta que la diferencia que existe entre sus compañeros y los soldados de la Primera Guerra Mundial que iban a luchar ilusionados por alguna causa justa. Sobre Pearl Harbor dice que “la idea de que aquel ataque no fue provocado forma parte del mito nacional. En realidad, llevábamos granjeándonos una guerra con Japón desde comienzos de siglo.” Era la posesión del Pacífico y el miedo a que le bloqueasen a Japón el acceso al petróleo del sudeste asiático lo que provocó el ataque. En cambio no se pronuncia sobre la polémica teoría de que los americanos dejaron que sucediera delante de sus narices. De las bombas atómicasque se arrojaron sobre Japón tiene una visión igualmente singular, ya que dice que no se usaron para conseguir la rendición de Japón que ya estaba en las últimas, sino para enseñarle los colmillos al nuevo enemigo Stalin.


Con respecto a la demonización del enemigo comenta: “sentíamos auténtico odio por el enemigo. Estábamos convencidos de que los japos eran infrahumanos, y las atrocidades que cometíamos contra ellos estaban más o menos a la altura de las que cometían contra nosotros.”


Dentro del esquema anticapitalista de que las grandes corporaciones nos gobiernan, hay un artículo dedicado al derrocamiento de un gobierno democrático en Guatemala instigado por los intereses de la United Fruit Company. Gore Vidal defienda la idea de que las grandes corporaciones son los dueños del estado, gracias al sistema de financiación de los partidos políticos y a las presiones de poder que son capaces de ejercer en el sistema electoral (que solo permite el baile de dos grandes y torpes partidos políticos, aunque en realidad él dice que el segundo partido es el que no vota, haciendo referencia a la gran abstención de su país, siendo el primer partido un grupo de ingenuos que sigue votando una y otra vez esperando obtener algo bueno u honesto de ello… para Vidal no hay solución al problema de la corrupción de los principios democráticos, tan solo una nueva convención constitucional que dejase atrás las cuotas de poder y los engaños que medran en el sistema actual).


“Cada cuatro año, a la ingenua mitad que vota se le insta a creer que si podemos elegir a un buen hombre o mujer como presidente, todo irá bien. Nada de eso. Cualquier individuo que sea capaz de recaudar 25 millones de dólares para que se le considere candidato presidencial no va a ser de mucha ayuda para el pueblo llano. Representará al petróleo, o a la industria aeroespacial, o a la banca, o a cualquier entidad económica que le financie, pero, desde luego, nunca representará a las gentes del país, y ellas lo saben.”


Gore Vidal parece ser un ilustre cortacabezas político y académico que no se arroga ningún privilegio aristocrático, ninguna exquisitez altiva, muy al contrario reconoce su suerte como ciudadano y alza una voz nada paternalista por lo más débiles.


“Los historiadores oficiales de EEUU ocultan dos hechos a la población: el sistema de clases norteamericano (no hay tal cosa, se nos dice terminantemente) y la naturaleza del Imperio estadounidense (tampoco existe tal cosa). […] Nuestro pueblo tiende hacia el aislacionismo y hace falta mucha manipulación corporativa, así como triquiñuelas presidenciales, para meterlo en guerras extranjeras.”


Está en contra de las explicaciones simples y maniqueas que representan a los enemigos de EEUU (a menudo verdaderos monstruos cuyo temor no es su monstruosidad sino las razones internas que tenían para convertirse en monstruos) como entidades maléficas absolutas exentas de toda motivación. Uno de los ejemplos a los que aplica este principio es Timothy Mcveigh con el que compartió correspondencia antes de su ejecución y sobre el que ha hecho sus propias investigaciones; una maraña de preguntas y respuestas que, para el lego en la materia, se asemeja a esas mismas teorías de la conspiración que él critica en algunas partes del libro, y a las que dedica un capítulo.


“Las teorías sobre conspiraciones medran en los bosques como casos de demencia precoz de floración nocturna, y quienes caen en sus garras son objeto de mofa por parte de …. Los auténticos conspiradores.”


Joel Dyer escribió un libro en el que analiza un ejemplo más de ese monopolio de las grandes corporaciones. Vidal da crédito a Dyer en varios párrafos:


“Dyer ha sacado a la luz una auténtica conspiración que afecta a todos los ciudadanos de EEUU. En la actualidad un puñado de conglomerados agrícolas se afanan en expulsar de sus tierras a los pocos pequeños granjeros que quedan. […] El comité hizo que el gobierno enviará a los hijos de los agricultores a la universidad. Como era de prever, la mayoría no regresaron. […] De modo que se había puesto en marcha una conspiración para sustituir el ideal de nación acuñado por Jefferson, cuya espina dorsal era la familia agrícola independiente, por un panorama de monopolios agrícolas en que, según Dyer, 'entre cinco y ocho empresas multinacionales han comprado, sin contar prácticamente con nadie más, no solo el abastecimiento de cereales norteamericano, sino el del todo el mundo.'”



Ahora mismo EEUU está en una época de su historia que no se configura ni en federación ni en república que tenga como objetivo defender al ciudadano y asegurarle sus derechos… no, se halla en un Estado para la Seguridad Nacional permanente:

“Prácticamente todo gobierno tiene como objetivo tradicional controlar a todo el mundo en todo momento. Mientras que, en otros tiempos, eso no era más que el sueño del tirano, ahora es técnicamente posible.”


Considera que Clinton a pesar de ser un político inteligente y brillante, fue el que empezó a poner en el papel las bases para un estado constantemente policial con la aprobación de la ley anti-terrorista.


La brutalidad policial es narrada en primera persona, al menos como testigo de una paliza que se le pegó a un ciudadano anónimo por parte del FBI. Vidal nos cuenta como intentó denunciarlo sin éxito ninguno cuando todavía era un ingenuo.


Definitivamente Gore Vidal es un crítico político que tiene demasiado que aportar a su país… “demasiado” porque su país no está dispuesto a aceptar los retos que le plantea con tanta fiel animadversión.


De sus aforismos me quedo con estos dos últimos:


“Estados Unidos fue la creación de unos hombres convencidos de que cada uno tiene derecho a hacer lo que le venga en gana con su propia vida, siempre y cuando no interfiera con la búsqueda de la felicidad de su vecino. (El que la idea que tenga el vecino de la felicidad consista en perseguir a los demás complica un poco el asunto).”


“Describir las cosas como son equivale a ser un mierda, y ya sabemos lo que les ocurre a los mierdas: se tira de la cadena y desaparecen. Por desgracia, para culminar esta desbocada metáfora, las aguas de la República están hechas una porquería de tanto tirar de la cadena, y nos envenenamos al beber.”



Pepe Crespo.

Madrid, Febrero de 2009

"EL ESPEJISMO DE DIOS" de Richard Dawkins

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Cogí este libro con muchas ganas y no me ha defraudado. Lo compré pensando que era una cosa, y resultó ser una versión mejorada de lo que mi imaginación esperaba. Richard Dawkins es un científico que lleva años en el activismo ateo, en la divulgación científica y en la defensa de la teoría de Darwin frente a los nuevos ataques de religiosos creacionistas, que ahora se camuflan bajo la etiqueta del diseño inteligente. En su libro “El espejismo de dios” no solo aborda las razones para no creer en Dios, sino para condenar la religión y la forma de pensar que se deriva de la misma. Sus reflexiones son brillantes, honestas y vigorosas y te hacen comprender lo esencial de la teoría de la evolución.
-->En esta exposición resumiré los capítulos y señalaré lo que a mi juicio es mejorable.
Como ateo activista ha dedicado el prefacio a dignificar y movilizar a la comunidad atea. El ateo es el homosexual de hace unos décadas. Ahora el homosexual puede aspirar a un cargo público, sin embargo el ateísmo es denostado como intrínsecamente malvado. A lo largo del libro, se usan las luchas por los derechos de las mujeres y los homosexuales para comparar la tarea que el ateísmo tiene por delante. El “Orgullo Ateo” se presenta como hermano del “Orgullo Gay”, y el proceso de salir del armario es igualmente traumático para homosexuales como para ateos. Y no son los únicos referentes que a nivel político Dawkins comenta en su libro. Tal y como el profesor Herrero Brasas (intelectual español muy lejano del ateísmo científico que defiende Dawkins) ha resaltado, la sensibilidad por los derechos de los animales está presente en numerosos razonamientos del libro, aunque no sean objeto del mismo.

“Las encuestas americanas sugieren que los ateos y los agnósticos superan en número, con mucho, a los judíos, e incluso superan a la mayoría de otros grupos religiosos. […] los ateos y los agnósticos no están organizados y, por lo tanto, ejercen una influencia casi nula.”
CAPÍTULO 1. UN NO-CREYENTE PROFUNDAMENTE RELIGIOSO
Mucha gente habla de religión cuando se refiere al sobrecogimiento por la magnitud del Universo, por las leyes físicas que lo gobiernan, por la belleza de la naturaleza… Dawkins desaconseja el uso de la palabra religión en estos casos, pues puede llevar a equívocos como por ejemplo, defender que Einstein creía en Dios. Ese tipo de religión einsteniana es solo religión en sentido metafórico, o dicho de un modo más técnico, es panteísta:
“Un teísta cree en una inteligencia sobrenatural que, además de su principal ocupación de crear el Universo en primer lugar, se mantiene cerca para supervisar e influir en el destino posterior de su creación inicial. […] Un deísta también cree en una inteligencia sobrenatural, pero cuyas actividades están reducidas en primera instancia a establecer las leyes que gobiernan el Universo. El Dios deísta nunca interviene a posteriori, y por cierto, no tiene interés alguno en los asuntos humanos. Los panteístas no creen en absoluto en un Dios sobrenatural, mas utilizan la palabra Dios como sinónimo no sobrenatural de la Naturaleza, del Universo o del conjunto de leyes que rigen el modo en el que ambos funcionan.”
Para entrar en detalle en el tema de Einstein, consulta mi otra entrada.
[Edito: ver nueva entrada posterior sobre el tema de Einstein, un poco más crítica con Dawkins]
Otro tema que plantea Dawkins, como cuestión de principio, es no otorgarle a la religión una defensa extraordinaria por encima de otras libertades. Cuando se trata de hablar de religión, parece que no se pueden emitir juicios negativos por temor a herir las sensibilidades de los creyentes. Este exceso de susceptibilidad impide progresar honestamente en el debate. Esto se puede ver en la insistencia en camuflar los conflictos religiosos con argumentos exclusivamente políticos (salvo cuando se pretende un determinado sesgo; suele suceder que se usa el término islamista y se omite el término católico en un conflicto bélico) y también en el exagerado respeto que se ganó la religión en el conflicto de las viñetas de Mahoma.
“No estoy a favor de ofender a nadie porque sí. Pero sí estoy fascinado y perplejo por los desproporcionados privilegios que tiene la religión en nuestras, por los demás, laicas sociedades. Se pueden publicar irrespetuosas caricaturas de las caras de todos los políticos sin que nadie se amotine en su defensa. ¿Qué tiene de especial la religión para que le otorguemos ese privilegiado respecto? Tal como dijo H. L. Mencken, “Debemos respetar la religión del otro, pero solo en el mismo sentido y de la misma extensión en que respetamos su teoría de que su mujer es la más guapa y sus niños los más listos”. […] A la luz de esta incomparable presunción de respeto por la religión, he escrito el descargo de responsabilidad de este libro. No voy a cambiar mi modo normal de actuar ofendiendo a nadie, pero tampoco voy a usar guante blanco para tratar la religión con más cuidado del que tengo cuando trato cualquier otra cosa.”

CAPÍTULO 2: LA HIPOTESIS DE DIOS
Define la hipótesis de dios como la existencia de “una inteligencia sobrenatural y sobrehumana que, deliberadamente, diseñó y creó el Universo y todo lo que contiene, incluyéndonos a nosotros” y huye de las viajas representaciones de Dios como un viejo con barba que está en el cielo y que no supone ningún reto, pues casi nadie cree en simplezas así. Su pretensión es la clave de buena parte del libro:
“Este libro defenderá un punto de vista alternativo: cualquier inteligencia creativa, con suficiente complejidad como para diseñar algo, solo existe como producto final de un prolongado proceso de evolución gradual. Las inteligencias creativas, tal cual han evolucionado, llegan necesariamente tarde al Universo, y por lo tanto, no pueden ser las responsables de su diseño.”

El autor nos hace algunas reflexiones sobre politeísmo y monoteísmo para desembarcar en su tradición de ateo, tradición occidental que ha bebido de las fuentes de los principales monoteísmos y a menudo carga las tintas contra ellos:
El Dios del Antiguo Testamento es posiblemente el personaje más molesto de toda la ficción: celoso y orgulloso de serlo; un mezquino, injusto e implacable monstruo; un ser vengativo, sediento de sangre y limpiador étnico; un misógino, homófobo, racista, infanticida, genocida, filicida, pestilente, megalómano, sadomasoquista; un matón caprichosamente malévolo.”
Con el Islam no es menos condescendiente, al que acusa de vivir todavía en la Edad Media y de ser defendido por snobs que no tienen ni idea de hasta dónde puede llegar su crueldad.
EEUU tiene varias apariciones estelares a lo largo del libro, justificadas por el hecho de que lo que en el resto del mundo occidental se interpretaría como peligroso radicalismo, en EEUU es una corriente principal. Sin embargo resulta una paradoja que EEUU, fundado sobre el laicismo haya alcanzado tal dosis de religiosidad y que Reino Unido, con la Reina de Inglaterra como cabeza religiosa independiente del Papa, no sea demasiado religioso. De hecho, es habitual creer que los padres de la constitución estadounidense fueron religiosos. Esto es, según Dawkins, un mito. El ateísmo es lo que parece desprenderse de los textos que nos dejaron tan ilustres personajes históricos, y desde luego, de lo que no cabe duda es que el laicismo era un pilar fundamental en su constitución.
Llamarlo hipótesis ya demuestra de donde parte Dawkins. Dios es objeto de investigación científica. Lo novedoso del planteamiento de Richard Dawkins sobre Dios nace de esta premisa, tan provocadora como racional, y que conlleva a saltarse esas fronteras que tradicionalmente le habían servido a la religión para refugiarse de toda crítica. Antes la religión no era cosa de la ciencia, o incluso se hablaba de un entendimiento por parte de ambas disciplinas, siempre y cuando no se abordasen los temas intocables o sacralizados por el dogma. Dawkins rompe con todo eso y pone la hipótesis de Dios en manos de la razón científica y en particular de la probabilidad.
“La existencia de Dios es una hipótesis científica como cualquier otra.[…] La existencia o inexistencia de Dios es un hecho científico sobre el Universo, descubrible por principio cuando no por práctica.[…] El hecho de que no podamos ni probar ni refutar la existencia de algo no hace que la existencia o inexistencia estén en equilibrio estable.”
Por todo ello Dawkins arremete contra los pusilánimes agnósticos y habla de “la miseria del agnosticismo”. Lo que en principio me molestó, e incluso parece arrogante, Dawkins lo razona de la siguiente manera. En cualquier aspecto de la vida es razonable el agnosticismo siempre que no existan evidencias en un sentido u otro. Sin embargo la existencia de Dios ha dejado de ser un asunto absolutamente incognoscible para la ciencia. Donde antes solo había presunciones, ideas, propuestas, escuelas teológicas y filosóficas… ahora también hay probabilidades. El asunto ya no es exclusivo de la fe o la teología, sino que la ciencia puede pronunciarse, y en tanto en cuanto tengamos elementos racionales y científicos para decantarnos hacia un lado ya no se puede uno encoger de hombros. Tenemos elementos de juicio, son elementos de juicio racionales y científicos, y apuntan hacia un lado de la balanza y no hacia el otro… apuntan hacia la inexistencia de Dios.
Decir que la ciencia no tiene nada que decir sobre la religión, y que se tratan de Magisterios No Solapados (MANS) tal y como defendía Stephen Jay Gould, es equivalente a defender que científicamente no se puede decir nada acertado sobre la probabilidad de la existencia de Dios. Quizás no sean conclusiones definitivas, quizás se pueda debatir la metodología, … pero eso nunca ha impedido que la ciencia aborde un tema y que arroje luz con criterios científicos. Ha llegado la hora según Dawkins de que la ciencia se meta en el fango de la religión, o más concretamente en el espinoso asunto, históricamente reservado a filósofos y teólogos, de la existencia de Dios.
A mi modo de ver, quizás por el apego que le tengo a Stephen Jay Gould después de leer su libro “La Falsa Medida del Hombre” (mira mis comentarios a su libro), creo que Dawkins despacha muy ligeramente las opiniones de Gould. Y lo hace además de la misma forma que en el anterior capítulo critica que otros lo hicieron con Einstein. Cuando dice que no cree que fuera la intención de Gould decir muchas de las cosas que escribió en “Roca de la Eternidad”, y proclama que Gould escribió aquellas cosas para complacer a otros, creo que lo está reinterpretando sin autorización. Sería interesante conocer si Gould le respondió. En cualquier caso el razonamiento de Dawkins no encuentra obstáculo en lo que Gould escribió, tan solo le duele que un “Santo” de la ciencia como Gould, o incluso Carl Sagan, se resistieran a la etiqueta del ateísmo y se declarasen agnósticos.
De hecho el propio Dawkins no se sitúa en el extremo del ateísmo cuando tiene ocasión de hacerlo al excluirse de la categoría número 7 en su particular escala de creencia/descreencia. Quizás lo que le diferencia de los grandes agnósticos de nuestro tiempo es que los demás no han encontrado en el razonamiento darwinista, en la “mejora de la conciencia darwinista”, un elemento de suficiente peso como para alejarse del encogimiento de hombros y asimilarse a la negación de la divinidad. Yo reconozco en este libro un logro, y es hacerme ver que no se está al 50% de probabilidades, como se podría deducir de una clásica declaración de agnosticismo. El saber cómo pueden existir muchos organismos gracias a la teoría de la evolución, me hace que piense en que siempre puede haber otras posibilidades más plausibles que las de inventarse una solución fácil, como la de Dios. Pero también le reconozco un fracaso. La solución del poco a poco, lo que yo llamo el progreso progresivo, no es suficiente para negar la existencia de Dios, y eso es el ateísmo. Después de leer los capítulos anteriores al número 4, esperaba ingenuamente, una demostración más positiva, más tipo de informe o investigación tipo Unwin.
Aunque formalmente Dawkins deja algunas escasas posibilidades a la existencia de Dios, termina acusando al agnosticismo de miserable. La única defensa que le veo a Dawkins es su oportuna distinción de agnosticismo temporal (todavía no hay pruebas) y agnosticismo permanente (no puede haber pruebas). La acusación de Dawkins se refiere al primer tipo. Pero me parece que hacer esa acusación, sigue siendo un despropósito, pues en definitiva se está acusando de miserables a aquellos agnósticos que no han valorado tan positivamente la mejora de la conciencia darwinista. Es casi como decir: si no has caído en mi argumento o lo has ignorado adrede, eres un miserable. El argumento del Boing 747 definitivo de Dawkins, no es tan definitivo. Ciertamente lo es para ridiculizar la anécdota de Alfred Hoyle y el argumento del diseño inteligente, pero no lo es tanto como para anunciar a lo largo de tres capítulos la negación de Dios, que es en realidad lo que implícitamente hace al anunciar a bombo y platillo que se distancia tanto del agnosticismo.
En definitiva podría decir algo que ya es muy viejo, y es que la teoría de la evolución no niega a Dios, tan solo es capaz de explicar el mundo sin necesidad de Dios. Dawkins estaría de acuerdo conmigo, pero se sentiría irremediablemente inclinado a añadir: “Y también lo hace más improbable”. Y quizás tenga razón. Pero más improbable ¿partiendo de qué porcentaje? ¿Del 50% como se podría deducir de los miserables agnósticos? ¿Del 75%, si damos valor al argumento del diseño? Quizás el esfuerzo de Unwin (más adelante hablo de él) fuera “quijotesco”, pero hablar de probabilidad y no hablar de porcentajes me decepciona un poco. El argumento definitivo de Dawkins no es fruto de una investigación científica, sino de una manera de pensar científica. Yo hubiese preferido un titular que anunciase lo primero, aunque lo segundo todavía es mucho mejor que la opción de Dios.
Más acertadamente Dawkins señala que esta tradicional separación de magisterios, esta frontera que pone a salvo a la religión de las incomodas preguntas y respuestas de la ciencia, sería rápidamente tirada por la borda por los propios creyentes si existiera alguna vez una prueba científica que inclinase la balanza de su lado. Efectivamente, cuando la ciencia apoya un dogma religioso es publicitada a bombo y platillo, porque el resultado interesa. Pero cuando se da el caso contrario, entonces apela al popular “zapatero a tus zapatos” y no te metas en mi terreno (MANS, los Magisterios No Solapados).
¿Cuál es entonces el argumento central para decir que es probable la inexistencia de Dios? La respuesta me resulta convincente, pero me defraudó en el sentido de que me esperaba alguna investigación de matemáticos que conjugasen múltiples factores para llegar a una probabilidad o improbabilidad. Esperaba algo del tipo Unwin. Sin embargo Dawkins me enseñó que el argumento es mucho más simple y mucho más intuitivo que un incomprensible y subjetivo estudio de probabilidad estadística. Se trata de la evolución, tal y como lo explica en su capítulo 4. Yo también lo desarrollo allí: la lenta evolución como proceso más creíble y demostrable que la rápida creación por parte de Dios.

CAPÍTULO 3. ARGUMENTOS A FAVOR DE LA EXISTENCIA DE DIOS.
El principal reto de Dawkins está en el anterior capítulo. Sin embargo, para que el libro quede más redondo es necesario abordar las razones filosóficas a lo largo de la historia para la existencia de Dios. Es comprensible que en un capítulo de un libro de corte científico, los argumentos filosóficos solo se discutan a modo de exposición, resumen y breve réplica, pero quizás sea suficiente para lectores como yo, a los que nos interesa lo que tenga que decir la ciencia sobre todo esto. Dawkins minimiza los tres primeros argumentos de Tomás de Aquino, que aluden a un regresión infinita hacia el origen, hacia la primera causa… según Dawkins el problema de estos argumentos es que presuponen que Dios (esa primera causa) es inmune a la regresión, cosa que el autor no comparte. Si asumimos que tiene que existir una primera causa, deberíamos también aplicárselo a Dios… sencillamente estas regresiones infinitas no ayudan a arrojar ninguna luz, salvo que forcemos el argumento para pararlo convenientemente donde nosotros queramos.
El argumento del grado (muy parecido en su manera de razonar, casi silopsista, al ontológico) muestra puerilmente que el hecho de poder imaginar una escala de perfección en las cosas o las personas, supone que el grado máximo de esa escala tiene que existir en algún sitio.
En cambio el argumento del diseño merece mayor atención. Charles Darwin se quedó fascinado de joven cuando William Paley comentaba que si nos encontramos un reloj en el campo, lo lógico sería concluir que alguien lo había diseñado. Esa era la única solución. Pero cuando pasaron los años Darwin sepultó tan lógico argumento con la teoría de la evolución por selección natural, que aporta un simulacro de diseño que no lleva consigo la idea de un creador o diseñador. Este argumento es analizado en profundidad en el capítulo 4.
Otros argumentos clásicos a favor de la existencia de Dios son la experiencia personal, que comprende las alucinaciones y la capacidad que tiene la mente para interpretar la realidad física del exterior, y también el argumento de la belleza que viene a decir “me sobrecojo luego Dios existe”.
El argumento de las Escrituras está desarrollado brevemente y no podía faltar. No se trata de un libro sobre las mentiras de la Iglesia Católica (como es el de Pepe Rodriguez), y aún así el ejercicio de síntesis y sugerencias de literatura especializada es suficiente.

“Eruditamente, a partir del siglo XXI, los teólogos han trabajado sobre el aplastante caso de que los Evangelios no son registros fiables de lo que sucedió en la Historia del mundo real. […] Robert Gillooly muestra como todas las características esenciales de la leyenda de Jesús, incluyendo la estrella de Oriente, el nacimiento virginal, la veneración del niño por los Reyes Magos, los milagros, la ejecución, la resurrección y la ascensión, están tomadas -cada una de ellas- de otras religiones ya existentes en la región mediterránea y del Oriente Próximo. […] Los Evangelios que no forman parte del canon fueron omitidos por esos eclesiásticos tal vez porque contenían historias que eran incluso más vergonzosamente inverosímiles que aquellas de los cuatro Evangelios canónicos. […] Pero no hay ni más ni menos razones para creer en los cuatro Evangelios canónicos. Todos tienen el estatus de leyenda, tan objetivamente dudosas como las historias del rey Arturo y sus Caballeros de la Mesa Redonda.”
Proclamar la condición de creyente de eminentes científicos, incluso cuando tal proclamación es falsa (Darwin y su famosa conversión de última hora o el caso ya comentado de Einstein), es práctica habitual cuando fallan los argumentos de la razón. Se trata del argumento de los admirados científicos religiosos. Dawkins pasa al contra-ataque y sugiere que de los pocos estudios existentes sobre la correlación entre religiosidad e inteligencia, la primera no sale muy bien parada. La comunidad científica de Reino Unido con la Royal Society (frente a la interesada Fundación Templeton que es objeto de números ataques en todo el libro) y la de EEUU con su Academia Nacional de Ciencias arrojan unos resultados que harían pensar dos veces a los creyentes antes de recurrir a este argumento.
“La probabilidad de Dios” es un libro de Stephen Unwin que tuve en mis manos no hace mucho, y me pareció interesante por el “quijotesco intento de Unwin” de asignar un número a dicha probabilidad. Afortunadamente Dawkins me ha ahorrado el trabajo de leer dicho libro, porque por ejemplo, uno de los factores negativos que usa Unwin para conjugar la existencia de Dios son las catástrofes naturales y otras desgracias. Pero eso, en realidad no es correcto aunque me beneficie en una posible conclusión pro-atea… lo cierto es que no es acertado, porque en todo caso presupone que Dios es bueno, y eso es una hipótesis prejuiciosa como cualquier otra. Y el teorema de Bayes, herramienta matemática usada por Unwin, puede ser útil siempre y cuando las premisas y graduaciones que se establezcan para sus cálculos sean objetivas y lo más acertadas posibles. ¿Quién dice que el factor de la experiencia religiosa de las personas tenga un valor inicial de 5 y no de 6? Evidentemente el poner un número a tus propios juicios para después llegar a un número final, contamina ese resultado y es altamente subjetivo.
CAPÍTULO 4. ¿POR QUÉ ES CASI SEGURO QUE NO HAY DIOS?
Por fin el libro me muestra el meollo de la cuestión. Al igual que Unwin trató de explicar la probabilidad de Dios a través del teorema de Bayes, Dawkins trata de hacerlo con la enseñanza principal que se puede sacar, y yo ciertamente la he sacado, de la selección natural. Cuando se nos dice que debe haber un diseñador a la vista de tanta complejidad o belleza, cuando se nos dice que la complejidad biológica existente no ha podido surgir por casualidad, la respuesta de Dawkins es la siguiente:
“Un conocimiento profundo del Darwinismo nos enseña a ser prudentes con respecto a la asunción de que el diseño es la única alternativa a la causalidad y nos enseña a buscar escalas graduadas de complejidad incrementadas poco a poco. […] Pero las candidatas a soluciones del acertijo de la improbabilidad no son, como falsamente está implícito, el diseño y la casualidad. Hay diseño y selección natural. La casualidad no es una solución, dados los altos niveles de improbabilidad que vemos en los organismos vivos, y no hay un biólogo en su sano juicio que haya sugerido nunca que lo sea.[…] El diseño no es la única alternativa a la casualidad. La selección natural es una alternativa mejor. Efectivamente, el diseño no es una alternativa real para todo, porque origina un problema aún mayor que el que resuelve: ¿quién diseñó al diseñador?”
Ese progresivo progreso que hemos aprendido con Darwin, es el Boing 747 definitivo, haciendo alusión a la anécdota de Alfred Hoyle que decía que la posibilidad de que un Boing 747 totalmente desarmado se ensamblase perfectamente por acción de un torbellino, era tanta como la que la vida compleja se hubiese formado en ausencia de un diseñador.
Debo citar textualmente el artículo de Jesús Zamora Bonilla, "La cruzada de las librerias", publicado en el nº 28 de "El Escéptico", por la sencilla razón de que lo explica mejor que el propio Dawkins la falacia del argumento del diseño:
"Imaginemos que encontramos un reloj de cuerda en una playa (como en el viejo cuento de William Paley); puesto que es un objeto muy complicado, su existencia exige la de alguien lo suficientemente inteligente para haberlo creado [...] De aquí se sigue que, si, como quiere Paley, inferimos a partir de la existencia del universo (que es más complejo que el reloj) la existencia de un diseñador del universo, puesto que el cosmos es muchísimo más complejo que el Gran Telescopio de Canarias, el responsable de la creación del universo debe ser muchísimo más complicado que el responsable de la creación del GTC (es decir, nuestra sociedad).
"¿Y qué?", dirán muchos teístas, "al fin y al cabo, Dios es grande". Pero el problema viene porque hemos llegado a la existencia de Dios a partir de la premisa de que un reloj, o el universo, eran tan complicados que necesitaban una explicación. Por lo tanto, si Dios es muy complejo, eso implica que Dios también requiere de una explicación; de hecho, implica que la existencia de Dios requiere de una explicación en mayor medida que la existencia del universo. Además, esto también implica que Él no puede ser su propia explicación, pues si pudiera serlo, entonces también el universo, que es menos complicado, se podría autoexplicar"

Si algo he sacado en claro con este libro es lo que Dawkins llama la mejora de la conciencia por selección natural. Ya sabía que había mutaciones al azar en la teoría de la evolución. Debido a ese elemento azaroso, era fácil sucumbir a la ecuación de evolución=casualidad. Sin embargo eso es solo retórica creacionista. El que exista originalmente un factor azaroso no implica que el proceso de la evolución sea azaroso, y mucho menos azaroso e instantáneo.
Cuando salgo a la calle me puedo encontrar con un ladrón que me asalta. El éxito del ladrón al reducirme dependerá (entre otros muchos factores) de mi fuerza física, de mi inteligencia para lidiar con la situación, de mi velocidad para salir corriendo, ... aunque efectivamente, si hubiese salido un minuto más tarde quizás no me hubiese tropezado con él. No podemos concluir que el éxito de los ladrones cuando atacan a ancianos sea mera casualidad. Cuanto más preparado se esté para la adversidad más probabilidades hay de superarla. No es casualidad el triunfo del más apto, aunque las circunstancias y el momento que nos ponen en un escenario de competición sean azarosas. Esto tan obvio es necesario aclararlo porque algunos partidarios del diseño inteligente insisten en subrayar que el azar es lo que ha producido toda la complejidad de la vida. Hay quien piensa que si originalmente en la selección natural, las mutaciones genéticas son azarosas, toda la teoría de la evolución lo es. Por reducción al absurdo, este razonamiento se cae por su propio peso. La selección natural debe enseñarnos, al menos, a pensar en términos de progresión progresiva. Cuando ves a una persona en la cumbre de una montaña, no piensas que haya llegado allí de un solo salto. La teoría de la evolución por selección natural debe dejarnos al menos “la mejora de la conciencia” de que otros logros de la naturaleza son igualmente explicables de la misma manera: poco a poco. Quizás no sea tan evidente en el caso de la evolución, debido al tiempo necesario para subir esa montaña de millones de años y millones de peldaños… pero cuando menos, tenemos que admitir que es una explicación más racional que la de haber subido a la cumbre de la montaña (o de la creación) de un solo salto.
Si un organismo va evolucionando es gracias a pequeñas variaciones, no a una repentina casualidad que de repente lo convierte en un ser aclimatado al hábitat. Lo mismo pasa con la famosa objeción de las complejidades irreductibles, aquellos órganos que no se podían reducir, que no eran susceptibles de haber evolucionado progresivamente, que solo podían explicarse en un solo paso. El ojo sería uno de ellos. Darwin lo cito para después desmentirlo, aunque todavía muchos usan esa cita como prueba de que el propio Darwin creía que había casos de complejidades irreductibles. Tanto Darwin como Dawkins hablan del ojo y del ala, esos Santos Griales de los creacionistas. Dawkins incluso remite a su libro “Escalando el Monte Improbable” pero al menos anuncia que incluso media ala o medio ojo es mejor que la usencia de ala u ojo. Toda ventaja, por poca que sea, supone una diferencia que lejos de suponer el cese completo del individuo que la conlleva, significa precisamente eso, una ventaja frente a otro individuo que no ve nada o que no puede ni siquiera planear.
Por último (y pasando por alto la tediosa parada que hace para aplicar esa mejora de la conciencia a otros campos de la ciencia como la cosmología) otra de las objeciones que se le hace a la teoría de la evolución es no disponer de un registro fósil completo, casi cinematográfico. Dawkins alega:
“Fácilmente podríamos no haber tenido fósiles en absoluto y aun así la evidencia de la evolución gracias a otras fuentes, tales como la genética molecular y la distribución geográfica, sería aplastantemente fuerte. Por otro lado, la evolución hace un fuerte predicción en el sentido de que si un único fósil se coloca en el estrato geológico erróneo, la teoría sería una completa sorpresa. J. B. S. Haldane, cuando un celoso popperiano le desafió a que dijera como la evolución podría haber sido falsificada, gruñó: “conejos fósiles en el Precámbrico”. No se han encontrado en realidad esos anacronismos fósiles, a pesar de las desacreditadas leyendas creacionistas de cráneos humanos en el Carbonífero superior y huellas humanas entremezcladas con las de los dinosaurios.”
Cuando los creacionistas se agarran al hierro ardiendo de la insuficiencia de registro fósil, están mostrando su desesperación a la par que su ignorancia, pues no solo el registro fósil apoya la evolución.
Además, por si fuera poco, Dawkins nos remite a algunos de sus otros trabajos para comprobar que “los órganos evolucionados, tan elegantes y eficientes como son tan a menudo, también demuestran defectos reveladores–exactamente como se esperaría si tuvieran una historia evolutiva, y al igual que no se esperaría si estuvieran diseñados.” Se refiere al nervio laríngeo, prolapsos uterinos, la vulnerabilidad a las infecciones de los senos… todo por haberse torcido en algún momento de la evolución, porque no se diseñó para eso. Resulta paradójica la conclusión de insistir en que un dios diseñó algo imperfecto, ya que sería un dios falible. Algo atípico en casi todas las religiones.
CAPÍTULO 5: LAS RAICES DE LA RELIGIÓN
Desde un punto de vista evolutivo la religión tiene que tener, o tiene que haber tenido, una ventaja evolutiva, algo que justifique que haya pervivido de manera tan constante en tantas sociedades. Al igual que la cola del pavo real, la religión supone un malgasto de energía (construcciones religiosas, guerras santas, ritos variopintos etc…) y eleva innecesariamente los riesgos del individuo al someterse a una disciplina artificial ajena al mundo natural. Y aun así debe tener una repercusión global positiva, porque de lo contrario no habría llegado hasta nuestros días. En el caso del pavo real puede ser el triunfo en la selección sexual. En el caso de la religión Dawkins rechaza sucesivamente explicaciones como: el consuelo, la reducción del stress, las ventajas en los grupos en forma de lealtad y amor fraterno entre los componentes del grupo, las explicaciones políticas que presentan a la religión como una herramienta de opresión de los victoriosos… todo esto puede ser cierto, de hecho es probable que sea cierto, pero no constituye la explicación evolutiva de porque la religión ha triunfado tanto.
La explicación preferida de Dawkins es que la religión es un subproducto evolutivo de otro producto principal que tuvo su sentido evolutivo. Por ejemplo: las mariposas no se suicidan dirigiéndose a una bombilla, el suicidio nunca es una ventaja evolutiva. La ventaja era la orientación de los rayos solares sobre sus ojos que les servían como brújula y para trazar trayectorias rectilíneas. Ahora, con las bombillas, lo interpretamos como suicidio pero no es así. La sugerencia de Dawkins para la religión es la obediencia de los niños. Su tendencia a creer de manera acrítica lo que les digan sus padres les ayuda a no cuestionar los peligros que, sus padres saben mejor que ellos, que les pueden causar la muerte. Si el padre te enseña a alejarte del león, el niño no lo cuestiona y gracias a ello el niño sobrevive. Esto como digo es una sugerencia, una hipótesis de trabajo como lo destaca el propio Dawkins. Yo diría incluso más: creo que esta manera de proponer alternativas es altamente especulativa. Al igual que la propuesta de la psicóloga evolutiva Helen Fisher en su libro ¿Por qué amamos?, y que Dawkins avala citándola en el suyo a modo de religión como subproducto del amor. Creo que la psicología evolutiva es en buena parte una gran paja mental. Hace tiempo que leí el libro de Helen Fisher y me pareció muy interesante, algunas partes eran rigurosas, como la de las sustancias que segregaba el cuerpo y los escáneres cerebrales de los enamorados. En cambio otras eran más psicología que evolución. Algunos de sus razonamientos pueden ser fácilmente reinterpretados para alcanzar la conclusión contraria, tan solo hay que ser imaginativo y alcanzar conclusiones lógicas y coherentes en un hipotético pasado evolutivo. Pero ello no es suficiente como para publicitar una gran idea como un descubrimiento científico. No estoy hablando de exigirle un registro fósil en fotogramas a la psicología evolutiva, tan solo le pido que no imagine el resto de la película para poder confirmar el último minuto.
Hay otros psicólogos evolutivos que se pegan más a los hechos que a las especulaciones y en ese sentido comparto más la opinión que Dawkins menciona en su libro de Paul Bloom que se podría sintetizar en que estamos psicológicamente preparados para la religión. Hay un tendencia en los niños a atribuir propósitos (creer en diseñadores como primera explicación), a distinguir realidades físicas y no físicas (mentes dualistas), a atribuir intenciones (por eso golpeamos las máquinas cuando no nos obedecen). De esta forma seríamos creacionistas intuitivos. No es que el mundo nos enseñe que el diseño es la explicación definitiva, es que resulta práctico creerlo así porque ahorramos tiempo y energía.
Me parece muy adecuado e interesantísimo finalizar el capítulo con la referencia a los Cultos Cargo de la Melanesia del Pacífico y Nueva Guinea. Cultos que se generaron en pleno siglo XX.
“A diferencia del culto a Jesús, cuyos orígenes no están fiablemente atestiguados, podemos ver el curso completo de eventos expuesto frente a nuestros ojos (e incluso aquí, como veremos, se han perdido algunos detalles). […] Los isleños notaron que las personas blancas que disfrutaban de esas maravillas nunca las habían hecho por sí mismos. Cuando tenían cosas que necesitaban reparar, las desechaban y otras nuevas llegaban como “carga” en barcos o, más tarde, en aviones.”
Los isleños imitaban los gestos y operativa que se usaba en los aterrizajes de aviones, incluso con cascos de madera, en pistas de aterrizaje abandonadas después de la guerra. Incluso se mitificó a un mesías que prometió volver, un tal John Frum al que se veneraba. Resulta fascinante poder investigar todo esto sin necesidad de acudir a libros arcaicos y leyendas interesadas, sino con archivos relativamente recientes. Sería quizás igualmente interesante hacerlo con otros cultos modernos como los testigos de Jehová, la Cienciología, los mormones… etc.
CAPÍTULO 6. LAS RAÍCES DE LA MORALIDAD: ¿POR QUÉ SOMOS BUENOS?
¿Se puede ser bueno sin religión? Por supuesto que sí. Quien todavía lo duda es porque identifica sus valores morales con su religión. De ahí tanta virulencia cuando se cuestiona a Dios, porque hay personas que ven amenazados sus valores morales, ya que estos nacen de la religión. Si la religión es falsa, resulta que su concepto de la bondad y la maldad también puede serlo.
La moralidad no solo puede pervivir fuera de la religión, sino que existe y posiblemente se originó al margen de la misma. Dawkins examina su concepto del gen egoísta para concluir que hay explicaciones que permiten presentar a la moral como una ventaja evolutiva (parentesco genético, reciprocidad, reputación de confiable o incluso de superior que alimenta a inferiores y se permite derroche de recursos). Pero al margen de explicaciones evolutivas de grupo (la prole o la tribu) poco satisfactorias, hoy día todavía nos queda ese subproducto, ese “fallo”, bendito fallo según el propio Dawkins, que nos permite ser buenos con un extraño y adoptar un niño con genes ajenos de la misma manera que deseamos sexualmente a quien puede no ser fértil.
Y tan interesante como los “cultos cargo” me parece este apartado sobre unos estudios del biólog de  Harvard, Marc Hauser, que pretenden revelar algunas verdades morales universales, sin distinción de fronteras ni creencias. Consiste en situar a la gente ante dilemas morales en los que tiene que salvar a "A" sacrificando a "B": ¿Podemos explicar nuestras acciones salvadoras como una mera contabilidad de salvar al mayor número de personas o hay algo más? El típico ejemplo es el de un vagón a la deriva que va a atropellar a cinco personas, a menos que nosotros, que no podemos detener el vagón, cambiemos las vías hacia una vía muerta donde desgraciadamente hay un solo hombre. Casi todo el mundo aprobaría esa acción que salvaría cinco vidas y sacrificaría solo una. Sin embargo cuando el ejemplo varía ligeramente, y nos ofrece la posibilidad de detener el vagón empujando a las vías a un hombre que pasa por un puente, la mayoría de las personas se abstendrían de salvar esas mismas cinco vidas. La gente no acierta a explicarlo, pero casi todos coinciden en sus conclusiones. Y para lo que nos interesa:

No hay diferencias estadísticamente significativas entre los ateos y los creyentes religiosos al realizar esos juicios […] la mayoría de la gente toma las mismas decisiones cuando se enfrentan a esos dilemas, y su acuerdo sobre sus decisiones es más fuerte que su capacidad para aducir sus razones.”
Por si acaso no hubiera sido suficiente con las investigaciones de Hausser, al terminar el capítulo Dawkins rebate la premisa de que sin una moral religiosa caeríamos en una moral arbitraria que permitiría aceptar que Hitler fue moral según sus propios valores. Y lo hace recordándonos a Kant y a los filósofos morales consecuencialistas frente a los absolutistas, aunque el tema de Hitler se toca más en profundidad en el siguiente capítulo.
CAPÍTULO 7. EL “BUEN” LIBRO Y EL CAMBIANTE “ZEITGEIST” MORAL
Dawkins vuelve a la carga contra la Biblia, pero esta vez no lo hace para comentar la poca fiabilidad que tiene como documento histórico, sino para demostrar la poca fiabilidad que tiene como documento moral. Tanto en uno como en otro caso, recomendaría que todo creyente cristiano con inquietudes intelectuales se leyera ambas partes del libro. Es difícil seguir defendiendo el ejemplo de las escrituras después de hacerlo, aunque con una buena dosis de fe, se pueden mover las montañas de irracionalidad y credulidad.
Hay numerosos ejemplos de maldades que el antiguo testamento presenta como ejemplos a imitar o como males innecesarios (si Dios es omnipotente), tales como la matanza universal del diluvio universal, el castigo de Sodoma y Gomorra y el premio de Lot por ofrecer a sus hijas para que las violaran, el sacrificio de Abraham con su hijo, las ordenes genocidas de Moisés que incluían a niños, la pena de muerte para homosexuales, adúlteros, trabajar en el día sagrado…etc.
Todas estas maldades no pueden ser la fuente de la moral que tantos creyentes bondadosos ejercen (excluyendo a algunos fundamentalistas), salvo que se opte por una religión a la carta que oportunamente seleccione lo que es literal y lo que es metáfora. Pero esa selección implica que los creyentes deben tener su propia moralidad. Por lo tanto tiene que venir de otro sitio que no son las Escrituras.
Richard Dawkins ciertamente da un respiro a Jesucristo, a quien atribuye lecciones de edificante moralidad y considera admirable en algunos aspectos. Sin embargo hay otros aspectos del Nuevo Testamento (y por extensión a Jesucristo) que considera crueles e irracionales; se refiere al pecado capital por el que se condena a todo niño. Resulta más que paradójico que la Iglesia nos cuente que lo de Adán y Eva es algo que no se debe tomar de manera literal y al mismo tiempo defienda el pecado original… se está condenando al infierno eterno a unos seres inocentes, por no hablar de las discriminaciones y matanzas de los judíos al convertirse en los asesinos de Jesucristo, quien a su vez se dejó asesinar precisamente para perdonarnos nuestros pecados, incluido el original y todos los futuros que pudieran imaginar. ¿Y todo eso en nombre de una metáfora? ¿Todo eso por culpa de un hombre y una mujer que nunca existieron?
La famosa máxima de “ama a tu prójimo como a ti mismo” es minimizada a través de la mención al trabajo de John Hartung, que propone que la mención a “no matarás” se circunscribe únicamente a los judíos. Lamentablemente, Dawkins no profundiza demasiado en las razones de Hartung, tan solo en sus conclusiones y en algunas expresiones de Moisés Maimónides, que por vivir en el s. XII no puede ser fuente bíblica directa.
Pero una vez demostrado que la moralidad no nace de las Escrituras, ¿sería posible que cierta maldad naciera de la Biblia? Esta vez sí dedica mayor atención al experimento que George Tamarin (citado por Hartung) hace con niños en torno a las enseñanzas de la Batalla de Jericó. Tamarin les preguntó a un grupo de niños israelitas si la matanza de Josué estaba justificada y casi todos contestaron afirmativamente con justificaciones religiosas. Cuando cambió el contexto y personajes de la historia de Jericó por una civilización lejana, desvinculada del judaísmo, y se la presentó a un grupo de control de niños israelíes resulto que los resultados fueron los opuestos; casi nadie justificó la matanza.
Tras una profunda y filosófica reflexión sobre cómo cambia la moral según los tiempos, y de cómo se avanza positivamente en esa transformación, pone a prueba al ateísmo al igual que hizo con la religión. De acuerdo que la religión es una fuerza divisiva, pero ¿puede serlo también el ateísmo? A menudo se citan los ejemplos de ateos crueles como Hitler y Stalin. Al respecto Dawkins señala que no es cierto que Hitler fuera ateo, y en el caso de Stalin que sí lo era, no es cierto que sus crueldades hubiesen sido motivadas por su ateísmo. Las razones por las que Stalin y Hitler cometieron sus fechorías, salvo prueba en contra, eran respectivamente el marxismo y la eugenesia.
“Las guerras religiosas se hacen realmente en nombre de la religión, y han sido terriblemente frecuentes en la historia. No puedo pensar en ninguna guerra que haya sido realizada en nombre del ateísmo.”
CAPÍTULO 8. ¿QUÉ HAY DE EQUIVOCADO EN LA RELIGIÓN? ¿POR QUÉ SER TAN HOSTILES?
Aquí Dawkins se plantea si es realmente necesario desmentir la religión. ¿Los ataques (intelectuales) contra la religión son necesarios? ¿Por qué no dejar a cada cual que viva su mentira y sean felices?
El fundamentalismo, tanto musulmán como cristiano, es peligroso y hay numerosas y convincentes citas y ejemplos de política reciente que me llevan a echarme las manos a la cabeza, especialmente cuando suceden en unas sociedades supuestamente civilizadas y cercanas a la mía. En este sentido, aborto y homosexualidad son tratados en detalle.
“El fundamentalismo religioso está firmemente determinado a arruinar la educación científica de incontables miles de mentes jóvenes inocentes, bienintencionadas y ansiosas de aprender. La religión sensata, no fundamentalista, puede no estar haciendo eso. Pero está haciendo que el mundo sea un lugar seguro para el fundamentalismo al enseñar a los niños, desde su más tierna infancia, que esa fe incondicional es una virtud.”
Quizás éste sea el punto más polémico de su libro. Creo que está al borde de la censura o la prohibición cuando sin atribuirle dolo a la religión moderada, la acusa de allanar el camino para los fundamentalismos. No es el extremismo lo que enciende la mecha, sino la enseñanza a los más jóvenes de que deben acatar la autoridad y no ser críticos, y eso se hace desde la religión moderada. Estoy de acuerdo, pero advierto el peligro de la censura y no infiero la misma necesidad de igualar a unos y a otros. Puedo compartir cierto activismo ateo o anti-religioso por bien de la Ilustración y la racionalidad. Es el derecho al proselitismo que otras religiones ejercen y los ateos pueden ejercerla igualmente Pero no puedo compartir esa especie de argumento de la pendiente resbaladiza según la cual una cosa lleva a la otra. La sociedad debe saber pagar el precio de no luchar contra la religión moderada aún cuando siente las bases que después serán usadas por los extremistas. Del mismo modo que sabemos pagar el precio de no luchar contra la ciencia a pesar de que algunos científicos la usen con fines malvados. Como era de esperar, Dawkins aborda esta objeción de las perversas malinterpretaciones de la religión:
“[…] salen a explicar que ese extremismo es una perversión de la fe “verdadera”. Pero ¿cómo puede haber una perversión de la fe, si la fe, careciendo de justificación objetiva, no tiene ningún estándar demostrable que pervertir?”
Efectivamente, pero tampoco lo tienen las numerosas y subjetivas ideologías o preferencias sexuales de las personas y sin embargo se prohíben los extremismos que consideramos perniciosos para la sociedad. Y lo que no resulta extremo, se tolera. Todavía no tenemos la necesidad de un Estado de Sitio moral en el que tengamos que prohibirlo todo para que no terminemos cayendo por esa pendiente resbaladiza. Todavía podemos pagar el precio de los peligros potenciales, de no declarar guerras preventivas y salvar la libertad de la mayoría. Libertad religiosa en este caso. La misma que lamentablemente se aduce para asesinar, declarar guerras, discriminar… etc.
Esto último podría no ser cierto, y por tanto que Dawkins tuviera razón, en los lugares donde el extremismo domina el espectro político. Los talibanes, e incluso EEUU tal y como expone en el siguiente capítulo, pero ¿qué opción nos queda salvo educar para pensar críticamente? ¿Qué tipo de acción podría sugerir Dawkins que se desprendiera de su exposición de ideas contra los extremismos? Si efectivamente se da el caso de que sean mayoritarios ¿deberíamos apoyar golpes de estado como se hizo en el pasado, con trágicos resultados, contra mayorías de fundamentalistas?
Hubiese sido interesante que Dawkins aclarara esas opciones políticas en un asunto precisamente tan político como el que él aborda. ¿En qué consiste la hostilidad que él defiende? ¿Es solo activismo académico o justificaría otro tipo de medidas legales?
CAPÍTULO 9. INFANCIA, ABUSO Y LA FUGA DE LA RELIGIÓN.
De aquí nace la mayor indignación de Dawkins, de asumir que los niños deben heredar la religión de sus padres, de empezar a tratarlos y clasificarlos como niños católicos o musulmanes cuando todavía no tienen edad para decidir, de empezar a adoctrinarlos en contra del pensamiento científico… y de cómo todo esto condiciona severamente su futuro. Nadie respetaría clasificar a niños como del PP, del PSOE, comunistas, capitalistas… y enseñarles los correspondientes dogmas y fidelidades debidas en su más tierna infancia. Sería un adoctrinamiento prematuro intolerable, sin embargo, una vez más a la religión se le permiten demasiados privilegios… en este caso, abusos.
La comparación con los abusos sexuales es recurrente pero el autor piensa que es todavía peor el abuso psicológico de amenazar con castigos infernales si se violentan esos dogmas y fidelidades religosas. Castigos que a menudo se representan en pequeños teatros para niños de 12 años donde los pecadores arden en el fuego eterno. Los traumas resultantes pueden ser bastante reales y el miedo que se le mete al niño en cuerpo en un abuso psicológico que puede conformar una manera de pensar, de sentir y de juzgar en el futuro.
A mi juicio Dawkins vuelve a tener razón, pero le falta afinar en temas más complejos como el del multiculturalismo y el derecho de los padres a educar a sus hijos en la religión que ellos elijan. Son temas complejos sobre los que se ha escrito mucho, especialmente a nivel jurídico, y que merecen más que ser simplemente acusados de relativismo y arbitrariedad.
El enriquecimiento por la existencia de diversas culturas y defender que sigan intocables tal y como están (aunque sean precarias en muchos sentidos, como los amish) no solo se hace en beneficio de una diversidad que nosotros valoramos desde nuestra arrogante visión occidental. A veces también se piensa por su propio beneficio, ya que quizás sus estilos de vida tengan ventajas que no sabemos valorar desde nuestra perspectiva, y sobre todo por el respeto a su libertad. Si Dawkins ni siquiera contempla esta posibilidad me hace pensar que quizás el esté absolutamente seguro de la superioridad de su cultura. Puedo admitir que somos superiores en medicina, industria e incluso riqueza cultural… pero ¿quién me asegura que el precio del progreso les va a resultar aceptable a esas culturas ancestrales que todavía conviven con nosotros? ¿Es mi estilo de vida realmente mejor que el suyo? ¿Es mejor la ciudad o el campo? ¿La cocina tradicional y las tapas de mi Almería o la comida rápida y el stress de una gran ciudad?
En cuanto al derecho a educar a los niños en una religión, creo que Dawkins debería haberlo desarrollado más. Es un punto fuerte en su libro y en sus debates con el que estoy de acuerdo, pero hay mucho escrito desde que esto se planteara por primera vez en las sociedades modernas. Cuando estudiaba derecho procurábamos encontrar justificación a este tipo de máximas que se incluían en las constituciones. Y echo en falta una justificación histórica de por qué esto fue así y por qué ya no es necesario (además de perjudicial).
CAPÍTULO 10. ¿UN VACIO MUY NECESARIO?
Por último la religión se plantea como un valor de consuelo, el cual no se niega, pero esa utilidad no dice nada de la veracidad de sus premisas. La eutanasia, el limbo y la falacia lógica que se usa para defender la existencia del purgatorio son extrañamente incluidos en este capítulo en el que termina con una bella reflexión de filosofía de la ciencia; nuestros prejuicios no vienen solo de nuestra cultura sino del mundo físico en el que vivimos, de nuestra psicología como seres humanos, de cómo ordenamos el mundo según los modelos que construimos del mismo. Son modelos construidos para nuestros sentidos y a nuestra medida, y es posible que algunos presenten paradojas o premisas demasiado descabelladas (como la mecánica cuántica), pero lo importante es que funcionan para describir, comprender o predecir el Universo.



ENLACES INTERESANTES

DIOS NO ES BUENO de Christopher Hitchens

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He leído este libro justo después del de Richard Dawkins, y por tanto la comparación es inevitable. Christopher Hitchens es un ateo de perfil más político que científico. Hitchens ha vivido en muchos países y ha tenido la ocasión de conocer de primera mano culturas y religiones de varias partes del mundo. Sus argumentos son por tanto históricos y políticos, más que filosóficos o científicos. Es menos conciso y más caótico, no obstante siguen siendo buenos argumentos, a veces complementarios, y a veces idénticos a los que Dawkins expone en “El Espejismo de Dios”.

1. DICHO SEA SUAVAMENTE

Aquí el autor nos presenta una declaración de principios, o quizás, una defensa preventiva ante quienes pretenden acusar a los ateos como él de ser unos dogmáticos, unos creyentes en la no creencia. La ciencia y la razón son elementos necesarios, pero no son dogmas excluidos de la crítica y la revisión. Debemos desconfiar por principio de todo aquello que atente contra la razón y la ciencia.

Una de las constantes a lo largo de todo el libro es que la religión es una creación humana y eso se nota en todos sus defectos y virtudes. Y no siempre la infelicidad viene de la religión, pues el ser humano en sí mismo tiene algo de irracional y por supuesto de imperfecto.


Con respecto a la virtud consoladora que puede ejercer la religión, Hitchens opina que si es falso no es un consuelo honesto. Y con respecto a la libertad religiosa opina que si pudiera, no la prohibiría porque la fe está en el origen de todas las disputas sobre ciencia, filosofía, historia… evoluciona con el propio ser humano ante su incapacidad para luchar contra sus miedos. Yo tampoco la prohibiría si pudiera, pero no por esas razones. Hitchens en cambio se pregunta si harían lo mismo los religiosos con el ateísmo. Se conformaría con que la religión dejase en paz a los ateos:


“Pero en última instancia, la religión es incapaz de hacerlo. Mientras escribo estas palabras, y mientras usted las lee, las personas de fe planean cada una a su modo destruirnos a usted y a mí y destruir todas las magníficas realizaciones humanas que he mencionado y que han costado tanto esfuerzo. La religión lo emponzoña todo.”

2. LA RELIGIÓN MATA

Efectivamente, este es un título para un capítulo en el que Christopher Hinchen narra sus experiencias en ciudades que curiosamente empiezan por la letra B (Belfast, Beirut, Bombay, Belgrado, Belén, y Bagdad) ) y que parecen concluir que “la religión lo emponzoña todo” (por cierto, este es el verdadero subtitulo del libro) y produce la muerte de muchos ciudadanos, genera odios irreconciliables, guerras interminables, Parlamentos que se reclaman para una sola religión en conflicto con la contrincante (Belfast), facciones que se autodenominan Partido de Dios (Hezbollá en Beirut), matanzas callejeras en nombre de un nacionalismo cualquiera (Bal Thackeray en el Bombay de 1990), hordas de fanáticos religiosos a las órdenes del psicópata-psicólogo Milosevic que ejecutan una limpieza étnica (Belgrado), musulmanes de Hamás que pretenden que todos los habitantes de Palestina respeten la ley musulmana (Belén) y por último el dictador Sadam Hussein que había conseguido disfrazar su régimen como laico cuando en realidad usaba la guerra santa para ganarse el favor del pueblo para sus propias causas bélicas (Bagdad).
En todos estos casos que he mencionado había quienes protestaban en nombre de la religión y quienes trataban de superar la creciente oleada de fanatismo y culto a al muerte. Se me ocurren unos cuantos sacerdotes, obispos, rabinos e imanes que han colocado el humanismo por delante de sus propias sectas o credos. La historia nos proporciona otros muchos ejemplos similares, que pasaré a analizar más adelante. Pero esto solo es un piropo para el humanismo, no para la religión.”

Una prueba más de que la religión lo emponzoña todo es el caso de “Los versos satánicos”. Un jefe de estado teocrático puso precio a la cabeza de un escritor de ficción por haber puesto en cuestión ciertos dogmas religiosos.
No solo el autor del libro se vio inmiscuido en tan kafkiana y peligrosa condena, también los editores y todos los que colaboraron. Los traductores al italiano y al japonés, junto con el editor noruego fueron atacados. Los líderes religiosos de la civilización occidental no tuvieron reparos en demostrar sus simpatías hacia el ayatolá. Muchos musulmanes, también en occidente, quemaban el libro públicamente. El propio Christopher Hitchens, junto con su familia, fue amenazado.


El radicalismo religioso alcanza a nuestras instituciones más cercanas, no se trata solo de tribus lejanas en tierras inhóspitas. El fiscal general de EEUU (algo así como el Ministro de Justicia en España) John Ashcroft decía que EEUU no reconocía más rey que Jesús. El expresidente Bush hablaba con Dios y le decía que tenía que ir a la guerra. Los reverendos Pat Robertson, Jerry Falwell y Bill Graham, verdaderos agitadores de la intolerancia cristiana aseguraban que el 11-S era el justo castigo que se merecía EEUU por haberse convertido en una sociedad laica que toleraba la homosexualidad y el aborto.


“Cualquier versión de cualquiera de los dos anima y desencadena la otra. […] Los cristianos y los judíos comen carne de cerdo profanada y beben el ponzoñoso alcohol. Los budistas y musulmanes de Sri Lanka echaron la culpa a las celebraciones de Navidad de 2004, bañadas en vino, del tsunami que se produjo a continuación. Los católicos son sucios y tienen demasiados hijos. Los musulmanes se alimentan como conejos y se limpian el culo con la mano que no es. Los judíos tienen piojos en la barba y buscan la sangre de los niños cristianos para dar aroma y sabor al pan ázimo de su pascua judía. Y así sucesivamente.”

3. BREVE DISGRESIÓN SOBRE EL CERDO, O POR QUÉ EL CIELO DETESTA EL JAMÓN

Qué mejor capítulo para un chiro ilustrado que un capítulo dedicado a mis compañeros los cerdos. Es habitual que las religiones estipulen algunas restricciones a la dieta alimenticia pero lo del cerdo se puede calificar de miedo y es originalmente judío, aunque quien lo ha llevado hasta sus límites más ridículos son los musulmanes. Son musulmanes los que prohibieron la lectura de “Rebelión en la granja” porque en la novela de Orwell los cerdos dominaban al resto de la granja. Una estupidez por partida doble, pues en la novela los cerdos son los malos de la historia.

Pero el cerdo es un animal muy inteligente, limpio si se le da la opción, sociales y comparte gran parte de nuestro ADN. Esta fobia porcina se suele explicar por las enfermedades propias del animal que habrían producido un rechazo entre las poblaciones antiguas, y que después la religión habría sacralizado estas prácticas saludables de evitar la triquinosis en países cálidos (cuando es más frecuente en climas fríos). Hitchens apuesta por una especie de amor-odio al cerdo:

“La atracción y repulsión simultaneas procedían de una raíz antropomórfica: el aspecto del cerdo, su sabor, sus chillidos agónicos y su evidente inteligencia recordaban demasiado desagradablemente al ser humano. La porcofobia y la porcofilia se originaron tal vez en la noche de los tiempos de los sacrificios humanos e incluso del canibalismo, del que los textos “sagrados” suelen hacer algo más que insinuación. Nada que sea optativo, desde la homosexualidad hasta el adulterio, se castiga jamás a menos que quienes lo prohíben (y exigen castigos furibundos) sientan un deseo reprimido de participar.”



4. UN COMENTARIO SOBRE LA SALUD , PARA LA CUAL PUEDE SER PELIGROSA LA RELIGIÓN

Islamistas de Nigeria pelearon contra la vacuna de la polio porque decían que se trataba de una conspiración de EEUU contra los musulmanes. El presidente del consejo Pontificio para la Familia del Vaticano advierte que los condones se fabrican con agujeros microscópicos para que pueda pasar el SIDA. Durante mucho tiempo se jugó con la idea de que la peste negra fue causa del pecado de la población londinense de 1665. El virus del papiloma humano se puede transmitir por vía sexual, y en EEUU hay quien se opone administrar su vacuna pues supondría ponérselo más fácil a las relaciones pre-matrimoniales. La circuncisión succionadora (amputar el prepucio succionando el pene de los bebés, y escupiéndolo con una mezcla de sangra y saliva) que se práctica todavía en ciertas partes del mundo, se emula en el mismísimo New York… ¡donde se permite en aras de la libertad religiosa! Todo esto me recuerda a los privilegios religiosos que denunciaba Dawkins en “El espejismo de dios”.

Los abusos psicológicos (al obligarles a participar en ceremonias que inculcan miedos irracionales) y sexuales sobre los niños, son una especialidad de la Iglesia, y a diferencia del psicópata, ésta alude a una justificación divina y organizativa para mantener a los abusadores lejos de la mano de la justicia. Por todo ello la religión es una delincuente más peligrosa que el más vulgar violador.

La relación entre creencia religiosa y disfunción sexual o trastorno mental ha sido constante en la historia, desde los que decían ver visiones y asesinar por orden directa de dios hasta todas la generaciones de reprimidos sexuales que han producido las prohibiciones, culpas y vergüenzas que se han predicado sobre el sexo, por no hablar de los estados carenciales de esperanza que han generado todas las creencias que esperan y ansían el fin del mundo como cumbre de un proceso purificador.

5. LAS ASEVERACIONES METAFÍSICAS DE LA RELIGIÓN SON FALSAS

La religión es hija de un tiempo donde el conocimiento científico era tan precario, que podríamos considerar al humano de entonces como a un bebé que llora buscando la teta de su madre en una habitación oscura, cuando abre los ojos por primera vez. “Hoy día el menos culto de mis hijos sabe mucho más sobre la naturaleza que cualquiera de los fundadores de la religión.”

La mayoría de los científicos que tuvieron que vivir épocas en las que la religión era sinónimo de poder, y disentir era sinónimo de ser quemado vivo, adoptaron una posición por defecto deísta (otros científicos fueron claramente teístas). Pero hubo un momento en el que la posición por defecto pasó a ser atea: la existencia de un necesario aunque desconocido creador, dejó paso a un necesario y cada vez mejor conocido sistema de evolución; lento y complejo.

Efectivamente, más que las radicales y espontáneas aseveraciones de Nietzsche sobre la muerte de dios, son los avances graduales de la ciencia y el conocimiento los que relegan a dios a ser tan solo una hipótesis más. La modernidad no ha pretendido la negación de dios, sino que ha supuesto de manera natural un lento pero firme paso desde el deísmo al ateísmo. Es Charles Darwin e incluso mucho antes, Laplace con su famosa cita de “Funciona bastante bien sin esa idea, alteza”, quienes han supuesto un punto de inflexión en la descreencia y la razón.

6. EL ARGUMENTO DEL DISEÑO

Resulta curioso que las religiones monoteístas transmitan un mensaje de sumisión, gratitud y temor ante un dios celoso y vengativo, y que menosprecien la vida terrenal, y que solo se preocupa de cosas trascendentes para el siguiente mundo. Luego en cambio, alimentan esa tendencia natural del ser humano al solipsismo haciéndoles creer que el creador ha dispuesto el vasto universo para una existencia secundaria y que se preocupa de los más mínimos pecados de cada uno de los habitantes de la Tierra.


“Parece que también es innata la idea del diseño, la idea de otorgar mérito a las cosas buenas calificándolas de milagrosas y de atribuir las malas a cualquier otra explicación parece ser universal.”

Una vez más la comparación es inevitable, y Dawkins es mucho más refinado en su argumentación pues aporta estudios que demuestran sus tesis, y explica mucho mejor la tendencia a golpear una máquina averiada atribuyéndole cierta intención inteligente (en nuestro caso la intención del diseño inteligente).

El argumento de Paley es muy convincente, pero no es aplicable a los seres vivos. Cuando nos encontramos con un reloj en el campo podemos concluir con bastante acierto que debe haber sido diseñado y creado por un ser superior. Cuando nos encontramos con un animal complejo podemos concluir de manera igualmente razonable y racional que ese tipo de animal es capaz de hacer copias de sí mismo, y que en ese proceso, y ayudado por la selección del natural del medio, las copias mejor adaptadas hayan preservado al animal que tenemos en frente. Sin embargo el reloj no es capaz de hacer copias de sí mismo.

Pero Hitchens no hace esta reflexión, se limita a señalar los fallos e incongruencias del supuesto diseñador que ha construido ojos al revés (pues la luz necesita atravesar la cornea antes de rebotar en los conos y bastones fotosensibles) o ha dejado una cadena de ADN “abarrotada de elementos inservibles que tiene mucho en común con otras criaturas muy inferiores”. Con respecto al ojo, el autor señala que hay peces (bathylychnops exilis) que han desarrollado un par de ojos adicionales que no son copias del par previo, es decir, que han desarrollado ojos de manera independiente, probando así que el ojo puede nacer sin necesidad de diseñador.

El diseñador de las Escrituras es a su vez diseñado por el hombre y eso se nota en que nunca mencionó a los dinosaurios, ni a los marsupiales, ni a los microorganismos tan necesarios y tan peligrosos.


“Ya no tenemos necesidad de que un dios explique lo que ha dejado de ser misterioso. Lo que los creyentes hagan, ahora que su fe es opcional, privada e irrelevante, es cosa suya. No debería importarnos, siempre que no vuelvan a intentar inculcar la religión mediante ninguna forma de coerción.”

Este vive y deja vivir a la fe religiosa, es menos activista o, si se prefiere, más tolerante, que la actitud de guerra necesaria contra la religión de Richard Dawkins.

7. REVELACIÓN: LA PESADILLA DEL “ANTIGUO” TESTAMENTO

La revelación es la prueba más contundente que la religión puede ofrecer, pero resulta que las revelaciones de los monoteísmos más pesados siempre se hacen a personas analfabetas o incluso de dudosa historicidad, que además, al estar tan relacionados unos con otros, resulta que se auto-excluyen, es decir, que no pueden ser ciertas todas las revelaciones de todas las religiones, si unas son ciertas son falsas las otras.

El respeto, temor y obediencia que requiere el dios de las Escrituras es propio de los emperadores de la antigüedad, y la prohibición de asesinato y otras similares son también mucho más antiguas que las tablas que dios entregó a Moisés. Estamos por tanto, de nuevo, ante reflejos humanos en la fabricación humana de la religión. Incluso en sus omisiones se nota la mano del ser humano de la época, ya que no se condena el genocidio (aunque sí se instiga) ni la esclavitud (que se le ordena regular a Moisés), ni la crueldad con el enemigo, ni los abusos infantiles. Todo esto ha sido un progreso relativamente reciente en la historia, y los que se inventaron las religiones bebían de las fuentes de la tradición y la moral de la época, no podían anticipar el “zeitgeist” moral que existiría milenios después… porque no eran dioses.

También se han intentado excavaciones para demostrar lo que nos cuentan las Escrituras, pero tanto los intentos israelíes como los cristianos han fracasado en confirmar sus diferentes mitos. Tampoco Thomas Payne ha sido refutado cuando dijo que los que escribieron sobre Moisés lo hicieron cientos de años después de su muerte.

Aunque por otra parte es deseable para los propios creyentes que todo esto no sea cierto, habida cuenta de las crueldades que se narran y se incitan en el Antiguo Testamento:


“Matad, pues, a todos los niños varones. Y a toda mujer que haya conocido varón, que haya dormido con varón, matadla también. Pero dejad con vida para vosotros a todas las muchachas que no hayan dormido con varón.”


El contexto es “claustrofóbicamente reducido y local” pues los personajes parecen no conocer el mundo más allá de sus lindes y rebaños. No debería importar si son paletos provincianos, pero a su dios (igualmente paleto y provinciano, a su imagen y semejanza) debería poder exigírsele un conocimiento y un respeto más profundo por los demás pueblos de la Tierra.

8. EL NUEVO TESTAMENTO SUPERA LA MALDAD DEL ANTIGUO

Es vergonzoso e ingenuo a partes iguales que el Nuevo Testamento reconozca que Jesús debía hacer ciertas cosas para encajar en las profecías previas, es decir, que no las hizo de manera natural y después se le clasificó como mesías, sino que tenía que hacerlas para ser reconocido como mesías. Entró en asno en Jerusalén con la intención de cumplir con la profecía, de la misma forma que yo mismo, o cualquier farsante, podría hacerlo para que se le reconociera como mesias por los judíos, quienes todavía esperan esa escena… y por mi van a seguir esperando.

Los añadidos, falsificaciones, invenciones y contradicciones del Nuevo Testamento superan con creces las del Antiguo. Esto se deduce de los trabajos de Paine y de Mencken que han sido confirmados por estudios posteriores que incluso se iniciaron con la intención de validar el Nuevo Testamento. Estas tergiversaciones, y en concreto la del censo que propiciara el nacimiento de Jesús en Belén y las contradicciones de su linaje real frente a las proclamas de humildad, son las que hacen cuestionarse a Hitchens la existencia de Jesús.


“Casi todas las religiones, desde el budismo hasta el Islam, presentan o bien un profeta humilde o un príncipe que acaba identificándose con los pobres; pero ¿qué otra cosa es esto sino populismo? Difícilmente puede pillarnos por sorpresa que las religiones opten por dirigirse primero a la mayoría, que es pobre, está desconcertada y no tiene educación.”

También existen contradicciones en los numerosos hermanos de Jesús, que dejan a María, su madre, con un difícil papel de virgen permanente que el catolicismo le exige antes, mientras y durante el nacimiento de Jesús. Para mantener a María virgen tras el nacimiento de Jesús se tuvo que inventar en 1854 que era una mortal especial “sin pecado concebida” (inmaculada concepción) y en 1950 se siguió la conclusión lógica (lo único lógico en toda esta telenovela absurda) de que si no tenía huella de pecado original ni de ningún otro, no pudo sucumbir al castigo de la muerte, y fue directamente al cielo en cuerpo y alma (asunción). Todas estas piruetas serían divertidas si no fuera porque su inobservancia se castiga severamente, al menos canónicamente. Este es el peligro de la religión. No son sus dogmas, que en sí mismos se pueden aceptar como se acepta pulpo como animal de compañía. Lo peligroso es que sean intocables y obligan posteriormente a hacer esas piruetas y cargarse toda la razón y todo lo que se tengan que llevar por delante para defender algo que se ha decidido que no es cuestionable.


Bart Ehrman descubrió que los episodios más famosos de Jesús fueron añadidos en forma de garabatos en el texto canónico original. Hitchens se refiere a él como Barton. Éste y otros fallos han sido resaltados por los críticos de Hitchens, pero incluso esos mismos críticos reconocen que no se tratan de fallos substanciales, sino de erratas que deberían haber sido detectadas por los correctores o exageraciones del tipo “los cuatro evangelios no coinciden en nada relevante”.

Realmente no encuentro donde está la maldad del NT que se anuncia en el título del capítulo, como no sean los modos que Jesús usa con su madre, la negación inicial de ayuda para un exorcismo por tratarse de una pagana no judía, o la mención al infierno y a la condena eterna que se sitúa en el capítulo 13, no en éste.

9. EL CORÁN SE NUTRE DE LOS MITOS JUDÍOS Y CRISTIANOS

El islam coge retazos interesados de sus predecesores, el judaísmo y el cristianismo. Sus textos no pueden contrastarse con otros y su tradición es oral y exclusivamente en árabe y su arrogancia les hace creer a sus fieles que es la versión definitiva de otras tradiciones religiosas con las que comparte las mismas carencias. Es cierto que tenemos más datos de Mahoma que de Jesús, pero en ninguno de los casos sus aventuras y desventuras han sido corroboradas por documento alguno, ni por los actuales criterios historiográficos que se exigen al resto de acontecimientos históricos. Por otra parte el Islam tiene el problema añadido de las irreconliables discrepancias por no tener una autoridad única, como en el caso del Papa para los católicos. Estas discrepancias se hacen todavía mayores si tenemos en cuenta que el Corán tiene vocablos arameos y sirios que llevan al error de traducir “uvas pasas blancas” como las famosas “vírgenes” que esperan a los mártires suicidas… anécdota divertida a la par que macabra.


A diferencia del cristianismo, que ha tolerado hasta cierto punto la discusión e investigación académica de sus dogmas, el islam sigue reprimiendo la investigación y reprime con energía e intolerancia toda cuestión potencialmente infiel. Personalmente no creo que sea mérito del cristianismo, sino de la civilización occidental que lentamente ha aprendido a convivir con el progreso científico y cultural a pesar del poder religioso cristiano, que siempre ha hecho lo que ha podido por frenarlo cuando podía arañar sus creencias. Tampoco creo que haya tan pocos estudios sobre el islam; se puede ver una muestra aquí.

El primer relato del profeta se recoge 120 años después de su muerte, gracias a Ibn Ishaq, pero este texto se perdió y tuvo que ser vuelto a redactar por Ibn Hisham, que murió 82 años después de la perdida.

“A estas habladurías y oscuridad se suma el hecho de que no hay ningún relato aceptado por todos de cómo los discípulos del profeta confeccionaron el Corán ni de cómo sus diferentes sentencias (algunas de ellas anotadas por secretarios) llegaron a codificarse. […] Las disputas sobre el liderazgo [de Mahoma] comenzaron casi tan pronto como murió, y así el Islam sufrió su primer cisma importante, entre suníes y chiíes, antes incluso de que se hubiera asentado como sistema general. […] La situación es aún menos firme y más deplorable cuando llegamos a los hadices, esa vasta literatura secundaria generada de forma oral que supuestamente transmite las sentencias y acciones de Mahoma, la historia de recopilación del Corán y las sentencias de los acompañantes del profeta. Para que se considere auténtico, cada hadiz debe estar a su vez apoyado por una isnad o cadena supuestamente fiable de testimonios. […] las seis recopilaciones de hadices, que acumulan rumor tras rumor desenrollando la larga bobina de isnad (A supo de ello por B, que se lo había escuchado a C, que se enteró de ello por D) fueron reunidas siglos después de los acontecimientos que pretenden describir.”


Todo esto coincide con la impresión que me he llevado las pocas veces que he discutido sobre religión con musulmanes. Exponen la autenticidad de las fuentes islámicas con una mezcla de arrogancia e ingenuidad especialmente insultante, ya que ellos hablan de “la ciencia de los hadices” para referirse a los procesos de validación de sus fuentes. Como si en épocas remotas la búsqueda de la verdad no estuviera minada por intereses políticos o religiosos, precisamente por políticos y religiosos que son los encargados de ese ingenuo proceso de validación. Al menos el cristianismo no intenta simular el método científico para validar sus fuentes, pero el islam presenta la memoria de cientos de sujetos, de generación en generación, y la validación objetiva de religiosos que no eran independientes, como si se tratara de una objetiva e inapelable grabación en vídeo.

10. LA ZAFIEDAD DE LOS MILAGROS Y LA DECADENCIA DEL INFIERNO

Hitchens adula a Hume para hablar de los milagros y declara que el milagro tiene que ser una violación favorable de las leyes de la naturaleza. Se centra en tres casos la resurrección, los ovnis (¡?) y la beatificación de la Madre Teresa de Calcuta.

Respecto a la resurrección dice que es sintomático que antes hubiese tantas resurrecciones y que ahora no haya ninguna… sería un tipo de milagro que podría comprobarse fácilmente. En el caso de la más famosa resurrección, la de Jesucristo, alega que fue añadida al Evangelio de Marcos muchos años después de su redacción.


“Y no ha habido ni antes ni después ningún culto ni religión, desde el de Osiris hasta el vampirismo o el vudú, que no se funde en algún tipo de creencia intrínseca en los muertos vivientes”

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El supuesto paso de los ovnis por la Tierra , a diferencia de las resurrecciones, si suceden con frecuencia, pero nunca están el tiempo suficiente para dejar las pruebas de sus visitas.

Hitchens participó en el proceso de beatificación de la Madre Teresa de Calcuta y nos cuenta como el uso de una nueva película Kodak hizo que los colores “milagrosos” de las fotos que le hicieron fueran un elemento que reforzara la beatificación. Hitchens a cusa a la Madre Teresa de Calcuta de ser una fanática y un fraude. Tiene un libro escrito sobre este tema, pero no está traducido al castellano. No obstante gracias a la traducción de alertareligion, podemos conocer más detalles al respecto.

Se cierra el capítulo con la curiosa confesión de haber sido un creyente en el marxismo, que ha tenido que luchar contra dogmas inamovibles de esa ideología hasta que se independizó intelectualmente:

“Así pues, querido lector, si ha llegado a este punto y ha visto menoscabada su fe (como confío en que haya sucedido), puedo decirle que hasta cierto punto sé por lo que está pasando. Hay días en que echo de menos mis antiguas convicciones como si se trataran de un miembro amputado. Pero, en términos generales, me siento mejor y no menos radical; y usted también se sentirá mejor, se lo garantizo, cuando abandone las doctrinas y permita que su mente, libre de cadenas, piense por sí misma.”


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11. EL SELLO INDELEBLE DE SU BAJO ORIGEN: LOS CORRUPTOS COMIENZOS DE LA RELIGIÓN

Las islas del pacífico, y los denominados “cultos de cargamento” ofrecen el sueño de todo científico social hecho realidad, pues se puede ver como nace una religión y cómo evoluciona según las necesidades. Dawkins lo explica mejor, y me remito al comentario de su libro en este mismo blog para profundizar en estos cultos.

Hitchens menciona también a Marjoe Gortner “prodigio infantil de la charlatanería evangélica” que a los 17 años escapó del laberinto de ceremonias y engaños para unirse a la contracultura de los años 60 y denunciar en un documental las estrategias que usaba para impactar y convencer a su crédula audiencia.

Joseph Smith (fundador del mormonismo) es analizado con mayor detalle para concluir que era un analfabeto que supo aprovecharse y mentir a sus seguidores, a pesar de haber confesado que estafó en la búsqueda de oro y en la proclamación de poderes sobrenaturales. Smith apoyaba la esclavitud y no admitieron negros entre sus filas hasta que la sociedad empezó a cambiar.

12. UNA CODA: CÓMO TERMINAN LAS RELIGIONES

Contemplar como termina una religión, como se hunde en el estanque del olvido produce un sentimiento de patetismo, mientras soportamos a “los demás sermoneadores, todos los cuales afirman que es su Mesías, y no el de ningún otro, al que hay que esperar con veneración y servilismo”.

13. ¿SIRVE LA RELIGIÓN PARA QUE LAS PERSONAS SE COMPORTEN MEJOR?

Christopher Hitchens se emociona al recordar las palabras y la historia de Martin Luther King, y no esconde que sus sermones eran religiosos, y pese a que se extrajeron de los libros de Moisés, eran:

“[…] por suerte para todos nosotros, metáforas y alegorías. Su predicación más imperiosa era la de no violencia. En su versión de la historia no había ningún castigo violento ni ningún derramamiento de sangre genocida.”

Todos los defectos humanos de King no desacreditan su grandeza (ni el que fuese mujeriego, ni bebedor, ni plagiador) con respecto a la ética que consiguió asentar con su perseverancia en la sociedad civil. Y sin embargo al contrario, la connivencia con la industria de la esclavitud hace que la religión se invalide como productora de bondad o justicia.

“Claro que me gustaría ayudar a las personas de color, pero la Biblia dice que no puedo” fue el triste comentario del senador Pat Robertson. Mientras el sur de EEUU se definía a si mismo como blanco y cristiano, el reverendo King hacía gala de sus contundentes aldabonazos a la conciencia del país, y lo hacía con unos argumentos llenos de humanismo que no obligaba a creer en ningún dios para estar de acuerdo con ellos. Nunca nadie pudo usar su nombre para defender la violencia o la explotación. De hecho la religión dificultó mucho la lucha de King. Y de hecho él estuvo acompañado de comunistas y socialistas laicos. Estas “vinculaciones ateas” fueron utilizadas continuamente contra King.


“Por consiguiente, cualquiera que utilice el legado de King para justificar el papel de la religión en la vida pública debe aceptar todos los corolarios que parece llevar consigo. Hasta un vistazo somero a todos los datos revelará, en primer lugar, que persona a persona, los librepensadores, agnósticos y ateos estadounidenses salen mejor parados. Las posibilidades de que una opinión secular o librepensadora impulsara a alguien a denunciar una injusticia absoluta eran muy altas. Las posibilidades de que la fe religiosa impulsara a alguien a adoptar una postura contra la esclavitud y el racismo eran bastante reducidas desde el punto de vista estadístico. Pero las posibilidades de que la creencia religiosa de alguien le llevara a defender la esclavitud y el racismo eran desde el punto de vista estadístico extremadamente altas, y este último hecho nos ayuda a comprender por qué la victoria de la simple justicia tardó tanto tiempo en producirse.”

Aquí Hitchens peca de sectario. Creo que aceptar “todos los corolarios” también debería implicar al menos mencionar que los que siguieron a King, en el país religioso que era y es EEUU, debían ser estadísticamente más creyentes que ateos. El hecho de que los ateos se pudieran sumar a su proyecto no oscurece el hecho de que sus sermones fuesen religiosos y apelasen a un ser supremo, independientemente de que algunos ateos se adhiriesen al mismo. Se puede asumir que tácitamente lo está aceptando al hablar del papel de la religión en la vida pública y de cómo se usa el legado de King, pero no lo menciona expresamente. En este sentido me parece más cuidadoso el tratamiento que hace Dawkins en el capítulo 6 y 7 de su libro “El Espejismo de Dios”.

El caso de Gandhi me resultó sorprendente. ¿se atrevería Hitchens con el icono de Gandhi? Pues sí. Hitchens opina que la permanencia del Imperio británico en la India tenía las horas contadas, que la insistencia de Gandhi en el aspecto religioso provocó la desunión de los musulmanes y posterior partición del país entre hindúes y musulmanes (además no fue Gandhi quien consiguió la independencia de su país, sino Nehru), que rechazaba la modernidad y que si todo el mundo le hubiese seguido habrían muerto millones de personas de hambre. Por último y más importante, dice que cuando los japoneses estaban cerca de la India, Gandhi aprovechó ese momento para presionar a los británicos aceptando la eventual agresión nipona como conveniente.


“Ya no era una cuestión de si se acababa, sino de cuándo. De no haber sido así, una campaña de desobediencia pacífica no habría tenido ninguna posibilidad de triunfar. […] No hay demérito en ello, pero son precisamente sus convicciones religiosas las que convierten su legado en algo dudoso en lugar de en algo santo. Planteemos la cuestión de manera sucinta: él pretendía que la India volviera a ser una sociedad espiritual primitiva y estructurada en torno a las aldeas, hizo mucho más difícil la posibilidad de compartir el poder con los musulmanes y estaba bastante dispuesto a ejercer hipócritamente la violencia cuando pensaba que podía beneficiarle.[...] Creyendo erróneamente que esto auguraba el fin del gobierno británico, Gandhi escogió este instante para boicotear a proceso político y proclamar su famoso llamamiento para que los británicos 'abandonasen la India'. Añadía que debían abandonarla 'a Dios o a la anarquía', lo cual, dadas la circunstancias, habría significado más o menos los mismo. Quienes atribuyen ingenuamente a Gandhi un pacifismo deliberado y coherente tal vez deseen preguntar si aquello no equivalía a dejar que los imperialistas japoneses entablaran la lucha en su lugar. "


Me falta la suficiente perspectiva y conocimiento histórico para situar las palabras de Hitchens en el contexto concreto, y no he encontrado casi nada al respecto en el Google que critique esta sorprendente acusación. Si el lector lo consigue, ruego lo deje en los comentarios.[edito 14/09/11: Nueva biografía criticando algunos aspectos de la figura de Gandhi]

Pero para responder a la pregunta de este capítulo, no solo se centra en estos dos grandes personajes de la historia, sino que recurre a los ejemplos de Darfur y Ruanda (musulmanes y cristianos respectivamente) para concluir que los religiosos estuvieron implicados hasta el cuello en las matanzas, incluso las ejecutaron y que, por tanto, es imposible sostener que la religión mejore la conducta moral de las personas.


"Como mínimo, esto impide sostener que la religión hace que las personas se comporten de forma más amable o civilizada. [...] Pero las posibilidades de que una persona que comete delitos lo haga 'apoyándose en una fe' eran casi del ciento por ciento, mientras que las posibilidades de que una persona de fe estuviera de lado de la humanidad y la honradez eran casi tantas como las de acertar al lanzar una moneda."


Estoy de acuerdo en parte. Teniendo en cuenta que el componente religioso de las guerras está casi siempre presente, puedo generalizar y decir que la religión es un argumento recurrente para la violencia, a veces catalizadora y a veces incluso origen del conflicto. En ese sentido la religión no mejoraría la conducta de las personas, sino que las empeoraría.

Pero hay algo confuso en ese párrafo y tiene que ver con planteamientos estadísticos. La mayoría de los ejecutores eran religiosos, en un país donde la mayoría era religiosa... me parece bastante obvio. ¿Qué quiere decir con esto? De ahí no podemos inferir que la religión empeora la moral de las personas. La mayoría de los delincuentes son varones, pero eso no significa que la mayoría de los hombres terminen delinquiendo, ni que la masculinidad incite a la violencia (¿o sí?), tan solo significa que hay más probabilidades que un varón delinca frente a una mujer (en un país donde ambos sexos están representados en casi idéntica proporción). De la misma forma, lo que dice Hitchens nos podría servir para establecer la probabilidad de que un creyente delinca más que un ateo, pero carecemos de los datos necesarios, a diferencia de los datos penitenciarios por sexos, que sí los tenemos. Y Hitchens quiere, desde mi punto de vista, establecer ese análisis paralelo, pero sin datos.

Hay factores que podrían afectar por igual a creyentes y no creyentes, si no se evalúan los efectos sobre los ateos, no podemos realmente generalizar ni valorar como afecta a los creyentes por el hecho de ser creyentes. Si el delito es exclusivamente de carácter religioso, evidentemente la religión sale muy mal parada, y los creyentes también. Pero si el delito tiene otras connotaciones, y tratamos de delimitar hasta que punto la religión puede ser utilizada y manipulada para cometer ese delito, frente a la descreencia que se mantendría impoluta... para ello nos faltan datos. Entre otros la proporción de ateos y creyentes, y la implicación de ambos sectores en las matanzas (o delitos comunes).

Lo que Hitchens sí podría haber afirmado irrefutablemente, es que la religión no es ninguna vacuna frente a la maldad, y la prueba está no solo Darfur o Ruanda, sino en toda la historia, que ha tenido en la religión la base y el desarrollo necesarios para conflictos interminables. En cualquier caso, el procedimiento general de juzgar las conductas de los creyentes, para condenar a la religión, no me parece que esté totalmente carente de sentido, pero me parece más acertado lo que dice al principio del capítulo 15:

"En realidad, hay aspectos en los que la religión no solo es amoral, sino positivamente inmoral.. Y estos delitos y faltas no deben buscarse en la conducta de sus fieles (que a veces puede ser ejemplar), sino en sus preceptos originales."

De hecho éste parece ser el único capítulo (el 13) en el que Hitchens duda, pues encuentra acciones honorables y bondadosas que provienen de creyentes por el hecho de ser creyentes, y no está muy seguro de "¿Con cuál de estas dos versiones de la fe es con la que debemos quedarnos?"

14. NO EXISTE LA SOLUCIÓN ORIENTAL

Para el iconoclasta Christopher Hitchens ni siquiera las religiones orientales, con ese componente de auténtica espiritualidad y escasas prohibiciones se salvan de la hoguera. En el caso del Tibet, se establece una estirpe parasitaria de monjes que siempre pretendió un sistema feudal en detrimento del resto de la población, es más, hoy día, su famoso líder el Dalai Lama es la cabeza de una monarquía elegida por el cielo.

El budismo japonés, tan aparentemente pacifista, ha apoyado incondicionalmente el fascismo y el asesinato masivo en tiempos del imperio nipón, y lo hizo no "porque fuera japonés, sino porque era budista." Al menos esa es su conclusión citando al estudiosos del tema Brian Victoria y su libro "Zen at War". De hecho "fueron los sacerdotes budistas y sintoístas quienes reclutaban y formaban a los fanáticos bombarderos suicidas o Kamikaze".

En Sri Lanka tanto budistas como hinduistas forman parte de violencia y represión mutua:

"Cabe la posibilidad de que algunos lectores de estas páginas queden estupefactos al conocer la existencia de asesinos y sádicos hindúes y budistas. ¿Acaso se imaginaba vagamente que los orientales dedicados a la contemplación, a seguir una dieta vegetariana y a ocuparse en rutinas meditativas son inmunes a este tipo de tentaciones?"

15. LA RELIGIÓN COMO PECADO ORIGINAL

Las religiones en sí mismas contienen entre sus preceptos algunos de las siguientes iniquidades: presentar falsificaciones para los crédulos, absurdos sacrificios de sangre, necesidad absurda de expiación de pecados que no se han cometido, castigos eternos con culpas perennes y leyes imposibles de obedecer (no pensar incorrectamente en otras mujeres o amar al prójimo como a ti mismo).

16. ¿ES LA RELIGIÓN UNA MODALIDAD DE ABUSO DE MENORES?

Hitchens reconoce que juzgar si la religión ha sido más positiva que negativa es una ardua tarea, pero en el lado del perjuicio causante está sin duda la capacidad que tiene la religión para meterle el miedo en el cuerpo a los niños. Las imágenes amenazantes de castigos, infierno y tortura han debido calar en la mente de muchos niños, y no solo en las mentes sino en los cuerpos de los adultos, pues la religión ha sido especialista en refinar los instrumentos de tortura.

En relación con los niños saca a relucir tres temas: el aborto, las mutilación genital femenina (y la masculina en su forma de circuncisión, ambas reflejo del sacrificio de sangre que acompaña a la religión desde la noche de los tiempos) y el tabú de la masturbación y las inseguridades que ha producido en tantas generaciones de adolescentes que creían estar jugando se el cielo o la ceguera.

Con respecto al aborto toma una postura que comparto bastante. No concreta ni profundiza demasiado, pero al menos establece unos límites de bastante sentido común. No se puede ignorar que el no nacido tiene ciertos derechos y una mujer embarazada de X meses tiene un valor humano añadido al suyo propio, pero por otro lado parece absurdo pensar que desde el mismo momento (o incluso antes) de la concepción, ese feto deba ser considerado como una persona.



17. ADELANTARSE A UNA OBJECIÓN: EL ATAQUE DESESPERADO CONTRA EL LAICISMO

La objeción más común entre los religiosos es plantear la tiranía de los estados laicos totalitarios, del tipo Stalin y Hitler, que fueron peores que las que se cometían en nombre de Dios. Hitchens responde que

"Si analizamos las monarquías orientales de China, la India o Persia, los imperios aztecas o los incas, o las cortes medievales de España, Rusia o Francia, encontramos casi de manera invariable que aquellos dictadores eran también dioses o jefes de las respectivas iglesias."

A todo esto habría que sumar el emperador Hiro-hito, al que se le tenía por un verdadero Dios al que no se le podía mirar a los ojos, y que fue la otra parte de la Segunda Guerra Mundial.

Y tras un breve análisis de los refrendos, apoyos, esperanzas, connivencias y acuerdos que la Iglesia tuvo con el nazismo y con el fascismo, en los cuales no voy a entrar, Hitchens concluye:

"Por consiguientes, quienes invocan la tiranía 'laica' en contraposición a la religión confían en que olvidamos dos cosas: la relación entre las iglesias cristianas y el fascismo y la capitulación de las iglesias ante el nacionalsocialismo. No solo lo digo yo: ha sido reconocido por las propias autoridades religiosas."

En cuanto al estalinismo soviético y chino, su reflexión es que no trata de disculpar a estos estados que desprecian los derechos humanos, pero surgieron como reaccióna un poder con vínculos con la religión, y por consiguiente era de esperar una fase anticlerical. De todas formas, el nuevo absolutismo revolucionario que se instauró en esos países no es sino otra forma de religión y de culto al líder.

"Todo lo que los totalitarismos han demostrado es que cuando se reprime el impulso religioso, la necesidad de rendir culto a algo puede adoptar formas más monstruosas incluso. Esto no necesariamente es un piropo para nuestra tendencia a rendir culto."

Por último hace mención del Apartheid en Sudáfrica, del régimen de Corea del Norte y del antisemitismo y de como el Vaticano predicaba las responsabilidad de los judíos en el deicidio de Jesucristo. Pero:

"La alternativa a estos grotescos fenómenos no es la quimera de la dictadura laica, sino la defensa del pluralismo laico y del derecho a no creer y a no ser obligado a creer."

18. UNA TRADICIÓN SUPERIOR: LA RESISTENCIA DE LA RAZÓN.

Siempre ha habido un ejército de resistencia con la razón como bandera, no necesariamente ateos, pero sí desafiantes ante el poder religioso porque precisamente ponían en cuestión dogmas religiosos. Repasando a Sócrates (aunque no existiera, pues tenemos apenas unas fuentes más que la s de Jesucristo o Mahoma), Newton (aunque fuera creyente y crédulo, pero incluyó De Rerum Natura, poema presocrático y ateo), Epicúreo, Demócrito, el atomismo, etc... nos damos cuenta de otra triste realidad. Y es que el hecho de ser una resistencia implica que siempre estuvieron del lado de los perdedores, del lado de los torturados, del lado de los oprimidos. Por esta razón se lamenta Hitchens, no podemos saber cuántos ateos realmente existieron, ni cuantos creyentes afirmaban serlo para salvar el pellejo. Desde Voltaire hasta Descartes, pasando por la mayoría de los padres fundadores de la constitución norteamericana, no podemos estar seguros de sus creencias, porque en sus textos hayamos concesiones a la presión religiosa externa, pero igualmente hayamos en sus escritos ironías o contenidos de talante ateísta.

Sin embargo, no se atreve a ir tan lejos como Dawkins (que reaccionaba con estudios y datos frente a la clásica acusación bíblica de que los ateos son tontos), y niega alguna relación entre ateismo e inteligencia. Menciona asimismo a Darwin y Hume, como supuestos ejemplos de agnosticismo y ateismo respectivamente, pero yo destacaría el panteísmo de Spinoza, que no deja de ser un tipo de ateismo y la condena tan enérgica que propició:


"Por la decisión de los ángeles, y el juicio de los santos, excomulgamos, expulsamos, execramos y maldecimos a Baruch de Spinoza [...] El señor borrará su nombre bajo los cielos y lo expulsará de todas las tribus de Israel abandonándolo al Maligno con todas las maldiciones del cielo escritas en el Libro de la Ley."

19. EN CONCLUSIÓN: LA NECESIDAD DE UNA NUEVA ILUSTRACIÓN

Hay una amenaza muy actual tanto en los países donde la religión todavía es sinónimo de poder, como en los gobernados por seglares, que a menudo ceden ante los beneficios que obtienen las religiones (un ejemplo fue el caso de las viñetas de Mahoma, donde la libertad de expresión se tuvo que ver recortada en nombre del respeto a la religión).


ENLACES INTERESANTES

Blog de Daniel Gascon con múltiples entradas sobre Hitchens
En contra de la opinión de Hitchens sobre la esencia humanista, no religiosa, de M.L. King

LAS MENTIRAS DE LA CIENCIA

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Federico di Trocchio nos regala un resumen bastante completo de la historia de la mentira científica. El libro atiende de manera certera y amena cada caso, contextualizando cada mentira antes de juzgarla ligeramente.

Si hubiese que sacar alguna conclusión de todos los casos podría decir que los científicos siempre han mentido, o mejor dicho, que siempre ha habido científicos que han mentido sin importar su talento o prestigio. Antes se solía mentir por un ideal o por una idea, ahora se miente más por dinero, debido al sistema de financiación norteamericano que compromete la supervivencia del investigador.

CAPÍTULO I. LOS NOBEL TAMBIÉN HACEN TRAMPA.


Tolomeo, el gran astrónomo de la antigüedad que nos dejó un legado de estrellas bien catalogadas, parece ser que no hizo los cálculos necesarios por sí mismo, sino que los copió de su predecesor Hiparco de Nicea.

Galileo, famoso por su experimento de las esferas de diferente peso en la Torre de Pisa, y también por otros menos conocidos como el del mástil del barco o el del plano inclinado que tanto hemos dibujado los estudiantes de ciencias, resulta que no hizo ninguno de los mencionados experimentos.



Incluso Newton, según muchos el más grande científico de todos los tiempos, tenía una tendencia a "trucar" sus experimentos para que coincidiesen con la teoría que había creado, la cual era bastante exacta aunque no hubiese exactitud en aparatos de medición que se usaban en la práctica. Pero es que incluso su Ley de la Gravitación Universal, por la que se hizo archiconocido, parece haber sido plagiada de Robert Hooke, al menos la idea general, porque la verdad es que fue Newton quien la tradujo a lenguaje matemático.

La carga del electrón, descubierta por Robert Millikan, fue producto de una selección interesada de 58 gotas de aceite. Millikan "aceleró" sus resultados para contrarrestar las investigaciones de Felix Ehrenhaft que empezaban a calar entre la comunidad científica abriendo el debate de cargas menores que la del electrón. Sin embargo, nuevamente, el descubrimiento del supuesto fraude no ha supuesto ninguna revisión, pues se sigue admitiendo como válido el valor original aportado por Millikan. Es de suponer entonces, que las intentonas de Ehrenhaft fueron incorrectas, mientras que la de Millikan eran correcta desde un principio a pesar de eliminar las gotas de aceite que no cuadraban con lo que él esperaba.

Emilio Segré descubrió el anti-protón, motivo por el cual se le concedió el premio Nobel de Física en 1959. Pero fue Oreste Piccioni quien ideo el experimento y se lo comentó a Segré. Cuando en repetidas ocasiones, después del premio Nobel, aquel le reclamó compartir la gloria lo único que obtuvo fueron promesas de puestos mejores si guardaba silencio. Estas promesas no se plasmaron en nada durante décadas, y cuando Piccioni recurrió a los tribunales, era demasiado tarde y el caso había prescrito.

RELATIVIDAD

Ciertamente Trocchio parece un irredento de la ciencia, ya que aparte de registrar la historia del fraude científico, a menudo parece verter su propia opinión iconoclasta contra grandes vacas sagradas de la ciencia. Es el caso de la relatividad de Einstein en la que me detendré un poco más que en los otros casos. El autor ataca a la relatividad por dos flancos:

1) Las paradojas del reloj o de los hermanos gemelos. Estas paradojas están muy debatidas desde hace décadas, y hay quienes las han resuelto y quienes todavía las consideran parte de una teoría sobrevalorada e incluso falsa.

Intentaré resumirlo. Si un gemelo viaja a casi la velocidad de la luz hacia una estrella, y el otro gemelo lo espera en la Tierra, cuando aquel vuelva estará más joven que su hermano, porque el tiempo a tan alta velocidad pasa más lentamente. Eso lo dice la relatividad especial y aunque nos resulte paradójico, no se trata de la paradoja que intenta cuestionar la relatividad. La paradoja consiste en darle otra vuelta de tuerca más al ejemplo, y retorcerlo demasiado para mi gusto: se asume que el que viaja puede percibir al que se queda como alejándose a velocidad uniforme (sistema inercial), y creería por tanto que no es él el que está viajando a casi la velocidad de la luz, sino su hermano montado encima de un planeta Tierra (junto con el resto del Universo) que se alejan casi a la velocidad de luz, mientras él permanece en reposo absoluto. La paradoja, aparte del silopsismo del gemelo viajero, es que si aceptamos que el gemelo que espera en la Tierra puede estar moviéndose con respecto al gemelo viajero, entonces al regresar a la nave (supuestamente inmóvil) montado en la Tierra, el gemelo de la Tierra sería más joven que el de la nave, porque habría estado viajando a una velocidad próxima a la de la luz. Y eso es imposible. Es una paradoja; o es más joven uno o el otro, pero no los dos a la vez.

Teóricamente el planteamiento no es descabellado, porque una persona que se mueve sin fuerzas que actúan sobre ella (sin aceleración ni desaceleración), es incapaz de distinguir si se mueve ella o su entorno. Esto me suele pasar cuando el tren está arrancando muy despacio, a veces me parece que son las farolas y los bancos del andén las que se mueven. También me ha pasado cuando estoy en un semáforo, con el coche quieto y el freno pisado; sin darme cuenta he dejado de pisar el freno y el coche se mueve muy lentamente, y entonces la sensación es que son los demás coches los que están moviéndose... afortunadamente la ilusión es muy fugaz y vuelvo a pisar el freno inmediatamente.

Pues bien, estoy de acuerdo en que estas situaciones, junto con la del gemelo viajero, pueden dar la sensación de quietud, pero solo es eso, una sensación. Tanto el tren, como el coche, como la nave espacial se están moviendo, independientemente de la sensación que tengan sus ocupantes. Y a pesar de esa incapacidad para distinguir el reposo del movimiento constante, tal y como la física reconoce debido a que todo movimiento es relativo según el sistema de referencia desde el que midamos (no existiendo en último término sistemas inerciales libres de fuerzas), el hecho es que uno se estará moviendo y el otro estará quieto. Sobre uno habrá actuado la capacidad ralentizadora de la velocidad de la luz, mientras que sobre el otro gemelo no.

No obstante, los relativistas justifican el diferente paso del tiempo porque existe una asimetría entre un gemelo (o reloj) y el otro. El que se fue de viaje sufre aceleraciones (positivas y negativas, de salida y de llegada) y el que se queda en la Tierra no, o al menos son despreciables. Esas aceleraciones serían el motivo de que el tiempo pase más despacio dentro de la nave. Si esto es así, que no me queda muy claro, podríamos fácilmente idear otro experimento mental que eliminase esas aceleraciones del ejemplo, y preguntarnos si es realmente el movimiento próximo a la velocidad de la luz o las aceleraciones necesarias para conseguirlo, lo que provocó una perturbación del ritmo del tiempo. Y podríamos también volver a dar la misma vuelta de tuerca y provocar la misma paradoja a la que, esta vez, los relativistas no podrían contestar con las aceleraciones de ida y vuelta. Ese ejemplo podría ser el gemelo 1 que viaja desde A hasta C, pasando por B (todo ello en línea) donde está el gemelo 2. Cuando 1 llegue a C, ¿qué edad tendrá 2?.

El autor del libro no profundiza tanto, se limita a constatar que existe una paradoja porque solo uno de ellos puede ser más joven que el otro. Pero me parece que desde hace tiempo estas paradojas parecen haberse resuelto sin mayores discrepancias. Para comprobaciones más complejas y matemáticas pincha aquí.


2) El experimento de Michelson y Morley, destinado originalmente a confirmar la existencia del éter y que posteriormente sirvió para todo lo contrario, se menciona frecuentemente como el hecho desde el que partió Einstein para su teoría de la relatividad, cuando en realidad Einstein apenas lo tuvo en cuenta. En ciencia, se pueden realizar descubrimientos a partir de hechos observables sobre los que se construyen teorías que los expliquen (inducción), o se puede hacer a la inversa; partir de principios y construir teorías que posteriormente sean confirmadas con hechos (deducción). Parece que el fraude, según el autor del libro, sería que los partidarios de la relatividad habrían consagrado la idea, en los libros de texto, de que Einstein se apoyó en un hecho, la invariabilidad de la velocidad de la luz, acreditado por el experimento de Michelson, para así dotar a la teoría de la relatividad de una mayor credibilidad.

Pero buena parte de la culpa la tiene el propio Einstein, quien en se manifestó de manera contradictoria en numerosas ocasiones, tal y como ilustra Walter Isaacson en su libro "Einstein, su vida y su universo" (p.146). A veces decía que llegó a conocer el experimento antes de 1905, y otras veces dijo lo contrario. Isaacson parece concluir, después de una profunda investigación, que Einstein hablaba de memoria muchos años después, pero la verdad parece ser que apunta a que Einstein sí llegó a conocer el resultado del experimento en cuestión, aunque algunos defienden lo contrario Einstein no lo conocía. Fuera como fuese, hoy en día existe consenso en que apenas hay conexión entre ambos descubrimientos y no tuvo mayor relevancia a la hora de construir la teoría de la relatividad especial, puesto que Einstein ya daba por sentado que no existía ningún eter, entre otras cosas porque ya eran muchos los que habían fracasado en descubrir la sustancia "eterea".

Entonces, ¿la acusación de fraude de Federico di Trocchio es razonable? A mi modo de ver es muy debil, por que no está meridianamente clara la intencionalidad de quienes, según él, pretenden vender la teoría de la relatividad como fundamentada en hechos. Más bien al contrario, el propio Einstein dijo que el experimento era "crucial", pero también llegó a decir que no tuvo mayor importancia. No parece que sea ésta una mentira que se haya pretendido sostener invariablemente en el tiempo. Según una carta de Gerald Horton (ver nota número 20, del capítulo Relatividad Especial, del libro de Walter Isaacson),  es cierto que durante décadas se habían asociado ambos sucesos, sin embargo:

"Todo esto cambió cuando se hizo posible examinar con detalle los propios documentos de Einstein sobre la materia... incluso los no historiadores han renunciado desde hace tiempo a la idea de que existiera una conexión fundamental entre ese experimento concreto y el trabajo de Einstein."

Al autor no parece gustarle la relatividad, y no parece ser el único. Louis Essen, quien inventó los precisos relojes atómicos que paradojicamente sirvieron después para apoyar la teoría de Einstein (experimento de los aviones con relojes atómicos de Hafele y R. Keating), fue uno de los detractores relativistas. Pero tanto con las paradojas como con el experimento Morley-Michelson, no parece demostrar ninguna falsedad en lo que a la teoría se refiere. Aún así Federico di Trocchio concluye:

"La relatividad no debería considerarse como un capítulo de fe sino como una elegante propuesta teórica que nació y se desarrolló principalmente en el nivel matemático pero que aún resulta difícil de aceptar debido a las paradojas a las que conduce."



CAPÍTULO II. CRÍMENES Y CASTIGOS.

El norteamericano Robert Gallo trató de colgarse la medalla de descubridor del virus del SIDA, sin embargo, y tras las oportunas batallas en ambas partes del Atlántico, tuvo que reconocer que los franceses habían sido los verdaderos descubridores. Todo ello sin admitir culpa alguna... se habían mezclado los cultivos de Montagnier en su laboratorio "por error".

El caso del fraude del Nobel David Baltimore, que se llevó por delante la carrera profesional de una secretaria que lo denunció, es denominado como el Watergate de la ciencia americana, pero lo mas interesante es la intervención de unos tipos muy peculiares. Son Ned Feder y Walter Stewart, conocidos como "cazadores de fraudes". Estos científicos con vocación de detectives fueron presionados cuando metieron sus narices en el asunto Baltimore, pues fue casi toda la comunidad científica de EEUU la que se vio involucrada. Les retiraron su financiación y se tuvieron que trasladar a un sótano. Estos caza-fraudes sí que protagonizan una verdadera colección de novelas policíacas.

CAPÍTULO III. ¿LA CIENCIA CON MAYÚSCULAS O EL EMBUSTE CON MAYÚSCULAS?


En este apartado se profundiza en algunas conclusiones de la cientometría (disciplina poco conocida que es una especie de sociología de la ciencia para saber cómo va a nivel general el progreso científico).

El famoso científico James Watson que descubrió la doble hélice del ADN en 1953, publicó dos años antes otro libro no tan famoso en el que cuenta cómo la profesión científica se ha denigrado al someterse al mercado, a la política y sobre todo a la vanidad personal. Él mismo se retrata como capaz de espionaje de colegas usando a sus hijos, y otras mezquindades. La competitividad hace que el mito del investigador se transforme en un mercenario de la ciencia que busca prestigio y financiación. El dinero que mueve las investigaciones solo se otorga para unos intereses comerciales muy concretos. Cualquier descubrimiento que no esté previamente programado y del que no existe beneficio económico no tendrá éxito, y al investigador no le merecerá la pena aventurarse a que no se le reconozca ni se le financie su trabajo.

En buena parte, el responsable es el sistema de financiación norteamericano, que hasta los años 60 se centraba en investigación militar y que a partir de entonces se centró en la medicina y la biología. Este sistema ha producido el mayor número de premios Nobel gracias al control de los colegas en los comités, pero al mismo tiempo dificulta la labor de los nuevos científicos, premia a los ya establecidos y defiende corporativamente a los culpables de fraude. Sin embargo el sistema europeo no es del todo mejor. Según di Trocchio, en Europa es más difícil el fraude porque no existe tanta competencia, pero una vez cometido, es más fácil desenmascararlo en EEUU que en Europa, donde se pueden poner mil trabas burocráticas que entorpezcan la investigación.

Hacia 1945 el informe de Vannever Bush "Ciencia, la frontera infinita" exponía el futuro de la ciencia como siempre creciente. Nos esperaba un futuro utópico de bienestar donde el progreso de la ciencia seria constante. De ahí quizás esos maravillosos anuncios de los años 50 en los que las ingenuas amas de casa presentaban sus electrodomésticos como la solución final a sus problemas. Pero ese mito murió con el informe de Leon Lederman en 1991:

"La conclusión es que, a medida que la ciencia crece, aumenta el número de científicos poco creativos y mediocres respecto del de los genios. En otros términos, a medida que la población científica crece, disminuye su potencial creativo. Cuanto más crece el número de científicos, más cuesta llevar a cabo los descubrimientos. [...] Las consecuencias paradójicas de un eventual crecimiento exponencial continuado de la ciencia demuestran con bastante claridad, que este fenómeno como todos los del mundo real, no podía continuar creciendo hasta el infinito."


Este futuro no debería sorprendernos, habida cuenta de que el dominio tecnológico de occidente tan solo se remonta a 300 años atrás. Previamente habían sido los egipcios, los griegos, los turcos, los italianos, los chinos, los árabes... etc, quienes lideraban el mundo y lo hacían progresar. No estamos, por tanto, del lado del progreso de manera automática, sino que nos lo tenemos que ganar.

CAPÍTULO IV. DESCUBRIMIENTOS Y REDESCUBRIMIENTOS DEL AGUA.

Resulta muy interesante cómo narra el autor el nacimiento de la fraudulenta "memoria del agua". ¿Es posible que el agua se impregne de propiedades de sustancias con las que ya no está en contacto? ¿Es posible que una sustancia diluida hasta la saciedad en litros y litros de agua conserve sus supuestas propiedades curativas incluso cuando ya no queda ni rastro de la sustancia? Será el agua capaz de recordar su pasado? Esta es la base de la homeopatía.

Todo surgió en 1988 cuando se publicó un artículo en la revista Nature, a la que se la han dado con queso en varias ocasiones, en el que se aseguraba que el agua tenía memoria. El laboratorio francés del que salió el artículo acepta la condición de Nature de que debía someterse a las pruebas de control que establecerían los tres "inquisidores de la homeopatía": el propio editor de Nature, Maddox, y los caza-fraudes Stewart y James Randy. El resultado tras repetir los experimentos con doble ciego, es que no había efecto homeopático. No se pudo determinar a ciencia cierta si existió fraude o error, pero hay fundadas sospechas de que se intentaron retocar los datos y las muestras. Lamentablemente, años después el responsable del laboratorio, Philippe Lazar, presionado por la vergüenza de tener a Davenas y Benveniste (autores del experimento) entre sus trabajadores, encargó una nueva investigación que no tenía la independencia de las anteriores, y que terminó con un ligero éxito homeopático al concluir que el fenómeno existía aunque los datos estadísticos eran extraños. Lo extraño parecía ser que allí donde se usaba el doble ciego, el agua sufría de desmemoria profunda, pero donde no existía tal control, los datos eran demasiado positivos. A estos resultados se agarran los homeópatas para justificar que su disciplina tiene rigor científico, a pesar de que todos los meta-análisis (análisis de análisis) que se han hecho posteriormente han sido un rotundo fracaso. Más allá de la casualidad o el efecto placebo, no existe efecto terapéutico en la homeopatía.



CAPÍTULO V. DELITOS DE BATA BLANCA

El ginecólogo William Mcbride protagonizó un escándalo en Australia. Quizás se atrevió a falsear la dosis administrada a sus ratones precisamente porque tenía la medalla de haber descubierto los perjuicios de usar talidomida en bebés. Me recuerda bastante al ginecólogo que descubrió la utilidad de la amiocentesis, el cual posteriormente se vio envuelto en un escándalo peor al dejar preñadas a muchas de sus pacientes con su propio esperma. El argumento era que él era un buen ciudadano, sano y religioso, y consideraba que él mismo era la mejor opción para la reproducción de sus pacientes. Fue llevado a juicio y el escándalo fue monumental. Esto lo vi en un documental cuyo título incluía la palabra "inseminador" pero no recuerdo más datos.

El libro se extiende en más casos relacionados con transplantes, oncología y pruebas para autorizar medicamentos.

CAPÍTULO VI. FALSIFICACIONES AFORTUNADAS Y DESAFORTUNADAS


La más famosa es la del Hombre de Piltdown, que parece sacada de una novela de Sherlock Holmes hasta el punto de que se baraja como posible autor el creador del insigne detective, Sir Arthur Conan Doyle. Pero el Hombre de Piltdown se deja para un capítulo especial dedicado a los fósiles.

Frank Moewus falsificó sus experimentos y engañó a su maestro para intentar demostrar que la idea de una sexualidad diferenciada en machos y hembras era la regla universal de la vida, cuando se sabe que algunas especies se reproducen por escisión y otras simplemente no tienen género, como las algas. Después de varios años de éxito entre la comunidad científica, Moewus fue desenmascarado en mitad de una conferencia.

Más dramático fue el caso de Paul Kammerer y sus sapos parteros. Este zoólogo austriaco defendía la idea lamarckiana de que lo aprendido en vida se hereda a la siguiente generación. Si lo aceptamos, llegaríamos a la conclusión de que una jirafa que se haya esforzado por estirar su cuello toda su vida, le transmitiría a sus crías el carácter adquirido "cuello más largo". Esta idea de evolución es la que se aceptaba antes de que Darwin la explicase por selección natural. Kammerer se quedó en el pasado y fabricó las pruebas para demostrar la vigencia de las ideas de Lamarck.

Mientras que la mayoría de los sapos se reproducen en el agua y necesitan desarrollar unos enganches especiales para aferrarse a la resbaladiza piel de las hembras, los sapos parteros se reproducen en tierra y carecen de esos "guantes nupciales". Su fraude consistió en forzar a los sapos parteros a reproducirse en agua y "probar" que les nacían esos "guantes nupciales". Así, "la necesidad crea al órgano" o dicho de otra forma, la herencia de los caracteres adquiridos.

Días después de descubrirse que lo que les estaba naciendo a sus sapos parteros eran residuos de tinta negra que alguien les había inyectado, se suicidó. Nunca reconoció el fraude, sino que se creía víctima de una conspiración, y todavía hoy hay quien le quiere resucitar como padre de la epigenética, una especie de nuevo lamarckismo. La epigenética no parece ser un nuevo intento de nostálgicos perdedores, como se podría decir del diseño inteligente con respecto al creacionismo, pero lo cierto es que todavía está dando sus primeros pasos. Kammerer, además de ir en contra de la idea dominante del darwinismo, también es conocido por intentar encontrar una ley de las casualidades (Ley de la Serialidad), lo que junto con todo lo dicho anteriormente lo llevarían a la categoría de "condenado" según el libro que en su día comenté de Charles Fort.

Incluso mi querido, Stephen Jay Gould, ha barajado la posibilidad de explicar a la luz del darwinismo los resultados de Kammerer, librándole así de toda culpa.

Como podrá comprobar el lector, no siempre se puede estar seguro de la intencionalidad o de la autoría de las mentiras de la ciencia, o mejor dicho, de las mentiras de los científicos, como más acertadamente hubiese resultado titular el libro. La ciencia intenta evitar tanto el error como el fraude. pero los científicos son humanos y la mentira reside dentro del comportamiento humano.

Si hablamos del padre de la genética, Mendel y sus famosos guisantes, todo parece indicar que sus resultados fueron demasiado exactos para la época. Los terminó según lo que cabía esperar de sus leyes, que a posteriori resultaron ser básicamente correctas. Aún así, la cuestión no parece ser pacífica entre los expertos, y mientras algunos opinan que fue un fraude, otros se limitan a acusarlo de ser demasiado afortunado en la elección que hizo para sus ensayos.

El psicoanálisis nunca ha terminado de gustarme, siempre lo he visto como una gran paja mental. Pero con lo que ahora he aprendido con este libro, resulta que es una paja mental falsificadora. Sigmund Freud nunca se autopsicoanalizó, aunque dijo haberlo hecho y deducido su complejo de Edipo. Este complejo pasó a ser uno de los más famosos del psicoanálisis, pero no salió de la experiencia personal de Freud sino del mito griego directamente. Algo parecido sucedió con el pequeño Hans, cuyo padre era discípulo de Freud y éste nunca llegó a examinarlo personalmente. Con el presidente Schreber y con el "hombre de las ratas" omitió datos y presentó como conclusión el comportamiento que los pacientes le contaron desde el principio. Pero lo más escandaloso fue la supuesta recuperación de Sergej Pankejeff, el hombre lobo, que se nos dijo que se había recuperado hasta que una periodista austriaca dejo al descubierto que la autobiografía que había hecho, narrando su mejoría gracias al psicoanaáisis, estaba financiada por las élites de psicoanalistas que le otorgaron un sueldo de por vida a cambio de su silencio. ¿A quién le pilla por sorpresa conocer que el psicoanálisis se inventa casi todo?

La interesada herencia de la inteligencia ya la comenté en el post del libro de Gould. Aquí Federico di Trocchio nos habla de las más de 20 cartas que Burt había escrito con nombres falsos, de los datos demasiado perfectos que obtenía, de la apropiación de los logros de su maestro (Spearman), de lo raro que era encontrar gemelos univitelinos criados por separado y de que nunca existieron esos autores que citaba porque probablemente eran él mismo que escribía artículos que más tarde citaría con su verdadero nombre. La biografía que su hermana encargó, resultó ser tan objetiva que puso en evidencia la obra de su hermano. No obstante, Federico di Trocchio tiene en cuenta dos libros que se han escrito en las últimas décadas a favor de Ciryl Burt, y declara que quizás se traté, junto al hombre de Piltdown, de un delito perfecto en la historia de la ciencia, por lo que deberíamos concederle el beneficio de la duda. A mi no me convence demasiado esto último, y estoy seguro que tampoco al difunto Gould que no menciona ninguno de esos dos libros en la obra maestra "La "Falsa Medida del Hombre", a pesar de que su segunda edición es posterior a la publicación de esos libros.


CAPÍTULO VII. UN JUDAS EN EL LABORATORIO.

Los supuestos fraudes de Jaques Deprat, las células de pollo que no envejecieron durante 30 años de Alexis Carrel y los falsos "Rayos N", en 1903, de René Blondot que resistieron 3 años y 300 artículos antes de reconocerse su falsedad, constituyen este corto capítulo.


CAPÍTULO VIII. FÓSILES FALSOS Y ESLABONES PERDIDOS

Ernst Haeckel protagonizó "la guerra de los monos", haciendo pasar embriones de perro como si fueran de hombre y de mono, para poder probar que descendemos directamente del mono actual. Esto es diferente del famoso "juicio del mono", que tuvo lugar en EEUU a mitad del siglo pasado con motivo de la enseñanza de la evolución en las escuelas. Pero hay otro suceso de mayor entidad al que lógicamente el autor le dedica muchas páginas; el hombre de Piltdown. Se trata probablemente de la mayor falsificación científica de toda la historia. Y lo peor es que estuvo mucho tiempo sin ser descubierta, lo cual no es de extrañar si detrás hay toda una comunidad de científicos nacionalistas que no querían soltar uno de los trofeos más perseguidos de todos los tiempos, el eslabón perdido. Al final resultó ser un eslabón construido con mezcla de huesos humanos y animales. Aunque la mayoría de las sospechas recaen todavía sobre Dawson, lo cierto es que no puede concluirse un veredicto final para este caso. Remito a la Wikipedia para conocer los detalles.


CAPÍTULO IX. EL CIENTÍFICO COMO IMPOSTOR

En términos generales Federico di Trocchio finaliza su libro con una profunda e inteligente reflexión sobre filosofía de la ciencia. No se conforma con decir que los científicos mienten porque son humanos, sino que intenta concretar las razones especiales en el ámbito científico. Y para no errar, elimina a quienes no considera realmente científicos en toda regla, dejando una selecta lista que apenas incluye a Tolomeo, Galileo, Newton, Einstein y Freud. No comprendo como en su momento exculpó a Einstein (en todo caso culpaba a los libros de texto que presentaban la teoría de la relatividad como fundamentada en un experimento cuando en realidad Einstein no lo tuvo en cuenta), y ahora lo incluye en su lista, pero en cualquier caso se pregunta:

"¿Por qué han engañado? En este punto la respuesta comienza a intuirse: si los verdaderos estafadores son los científicos más grandes que tuvo la humanidad, quiere decir que ellos engañan porque no pueden evitarlo. Es decir, porque no tienen otra forma de convencer al mundo acerca de la verdad de sus teorías y descubrimientos."


Según Karl Poper no se puede demostrar que algo sea verdad, tan solo se puede demostrar que algo sea falso. De ahí, di Trocchio llega a la conclusión de que los científicos mienten para probar sus verdades porque no se puede diferenciar la verdad de la falsedad. No estoy de acuerdo. Si aceptamos movernos en la filosofía de la ciencia, deberíamos dar por verdadero todas aquellas investigaciones que no pueden probarse que sean falsas, de manera similar a como en el terreno jurídico se pone en libertad a los "no-culpables" en vez de a los "inocentes".

El famoso método científico no es garantía anti-fraude porque inventos como el de la rueda se hicieron sin método científico, y además, tampoco existe una formulación aceptada del método ya que el de Galileo difiere bastante del de Descartes y Newton.

Di Trocchio acepta las ideas de René Thom que dice que lo verdadero surge de lo que anteriormente era considerado falso, y así hasta cerrar un círculo interminable, y de ahí concluye que los genios de la humanidad han debido ser necesariamente estafadores y que la ciencia es una gran estafa. Todo esto dentro de un contexto de filosofía, ya que el autor reconoce que mientras planea la falsedad sobre una teoría, la humanidad se aprovecha de su efectividad y de los inventos que genera. En ese sentido práctico, es una teoría verdadera.

Pero al menos el criterio de repetibilidad de los experimentos, gracias a la uniformidad de la naturaleza del universo en circunstancias similares, parece obtener un acuerdo igualmente universal. Bueno, al menos en el nivel macroscópico que tradicionalmente ha sido el objeto de la ciencia. Si tuviéramos que tener en cuenta la inestabilidad del efecto mariposa descubierto por el meteorólogo Edward Lorenz, donde un mínimo cambio puede tener terribles repercusiones, tendríamos que concluir que no existe la repetibilidad. Nos cargaríamos así el mayor pilar la ciencia. Y a efectos prácticos, podemos seguir confiando en la tecnología sin necesidad de tener en cuenta el aleteo de una mariposa al otro lado del mundo.



ENLACES RELACIONADOS

Hay varios sitios webs que hacen resúmenes mejores que el mio. Profundizan en otras materias o inciden en otros aspectos.

Me gustó particularmente el del Instituto de Tecnologías Educativas, y el extenso trabajo de Schulz y Katime. Éste de un portal de ciencia-ficción, también está bien.

Esta serie de referencias sobre Einstein del instituo astrofísico de Canarias es de lo más completo que hay sobre el tema.



LA VIDA ETERNA (Fernando Savater)

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Para dar la bienvenida a un longevo nuevo año, que por mucho que me empeñé vivirá lo mismo que el anterior, comento un libro sobre la religión de Fernando Savater, un Savater más comprensivo con la espiritualidad, menos visceral, menos anticlerical. No quiero decir que se haya vuelto creyente o afín de alguna forma a ningún tipo de religión. Pero hay una parte del ser humano que se pregunta por el sentido de la vida y de la muerte, y ahí tiene cabida cierta “religiosidad”, un sentimiento “sagrado” entendido como muy importante para establecer normas de convivencia y de moral, aunque no tenga que ver necesariamente con lo sobrenatural. Su posición me recuerda ligeramente a la famosa cita de Einstein: “la ciencia sin religión está coja; la religión sin ciencia está ciega”.

Este aprecio a lo espiritual, o más bien diría yo, al respeto de la vida interior es algo con lo que yo siempre he estado de acuerdo. Pero lo que aquí escribe el mordaz filósofo resulta un pelín ambiguo o confuso. Recuerdo los libros que dedico a su hijo, Ética y Política para Amador, y los recuerdo como de una lectura muy amena y claridad expositiva. Sin embargo ahora parece que Savater escribe mucho más enrevesadamente, o al menos, eso me lo parece a mí, porque incluso el complejo asunto de Nietzsche me pareció más o menos descrito con acierto en su “Idea de Nietzsche”. Pareciera que su intelecto estuviera harto de verse en la necesidad de desmarañar tantos asuntos y afinidades entremezcladas: sus posiciones con respecto al País Vasco, los GAL, su proximidad al PSOE y su posterior ruptura… es como si se hubiera sentido molesto de haber estado cerca de quien ha estado, como si lo hubieran intentado reclamar para sí mismo durante demasiado tiempo, y ahora escribe con una artificial independencia que parece querer marcar más las distancias con todo el mundo, que establecer con claridad suficiente su posición sobre los temas de los que trata concretamente.

¿CAMBIOS DE OPINIÓN SAVATERIANOS?

Savater apoyó al centro izquierda y ahora parece hacerle guiños al centro derecha. ¿Es un chaquetero? ¿O quizás fue el PSOE quien se cambio de chaqueta al flirtear con los nacionalismos? ¿Acaso no flirteó la derecha con el PNV? ¿O simplemente Savater se hace más conservador como ha reconocido en alguna ocasión? El cambiar de opinión es algo legítimo, pero parece que necesita cierta dosis de racionalidad. Comparto la preocupación de sus seguidores, cuando ven a un filósofo de altura que les cautivó y que ahora vira hacia la derecha. Pero no dejo de preguntarme si no fue la izquierda progre de los años 80 la que escuchaba a un filósofo ilustrado, mordaz y aplasta-mitos conservadores, y no el filósofo a esa izquierda. Cuando Savater criticaba a todo tipo de nacionalismo, parece que aquella izquierda solo se quedaba con la crítica del nacionalismo español, y apartaba a un lado el resto, incluso sus distancias de los dogmatismos marxistas y de partido. Y ahora, cuando el filósofo le da caña a esa izquierda, ésta le acusa de no haber sido nunca de izquierdas… ¿Entonces quién es el que cambia de opinión?

Para ilustrar un poco más estos cambios pego lo encontrado en la wikipedia.

En los setenta se le consideró durante mucho tiempo discípulo de Agustín García Calvo, pero a partir de 1981 sus caminos se separan ostensiblemente. Como escribe en su autobiografía Mira por dónde, «fue fundamental en mi devenir intelectual y moral encontrarle, no menos que luego despegarme de él».[2] [...] Su filosofía política ha evolucionado desde el pensamiento negativo libertario, antiprogresista, que mantuvo en los setenta al individualismo democrático, socialdemócrata, liberal y universalista de su etapa posterior. El punto de inflexión del Savater joven al maduro puede situarse en La tarea del héroe (1981), donde escribe: "He sido un revolucionario sin ira; espero ser un conservador sin vileza" [...] En el terreno de los hechos, se opone a aquellos partidos que hacen de la exaltación patriótica su seña principal de identidad. Su evolución ideológica quedó de manifiesto en la polémica que mantuvo con el también filósofo vasco Javier Sádaba, con quien escribió en los ochenta el libro titulado Euskadi: pensar el conflicto (Edic Libertarias, 1987), a la vez que apoyaba con su firma la legalización de Herri Batasuna. Su evolución ideológica y filosófica le ha llevado después a posturas claramente antinacionalistas, que lo han convertido en uno de los referentes para los ciudadanos del País Vasco que se sienten oprimidos por el nacionalismo vasco. Savater considera la política del PNV y EA excluyente, decimonónica y complaciente con el terrorismo etarra. Sin renunciar a su condición de vasco, se considera antinacionalista y rechaza el vasquismo, postura que califica de "amable tontería".[4] Es, asimismo, un activo colaborador de la asociación Ciudadanos de Cataluña. Savater, defensor de la Constitución Española, del estatuto de Guernica y de la unidad del Estado (no como dogmas indiscutibles sino como opciones mejores que las que proponen sus adversarios), ha expresado en numerosas ocasiones su oposición a todo tipo de nacionalismos y su deseo de superarlos en beneficio de un ideal de humanidad universal compartida, traducido en un organismo gubernamental con autoridad mundial sobre los gobiernos de los estados nacionales, que sirviese para resolver las disputas y realizar las labores administrativas de utilidad común.

¿SAVATER BATASUNO?

Pero hay otros cambios demasiado radicales, quizás solo rumores sabiendo de quien vienen, que necesitarían ser explicados. Recuerdo cuando Arzalluz hizo algún comentario sobre el supuesto pasado batasuno de Savater, incluso Ibarra hizo lo mismo en unas declaraciones a la Cadena Ser (el audio aquí), y el fachilla César Alonso de los Ríos también. En una noticia del País (16-10-1981) que no he podido contrastar se dice que Savater acudió a unas conferencias de presos etarras (“Los presos de ETA organizan un ciclo de conferencias en la prisión de Nanclares”). No conozco la reacción de Savater a todas estas acusaciones y sería bueno leerlas (si algún navegante las conoce que las diga). De todo esto se han hecho eco algunos foros. Por ejemplo en éste se acusa a Savater de que escribía en EGIN y de que era prácticamente nacionalista o simpatizante del nacionalismo vasco. Sobre lo primero no hay referencias, tan solo un supuesto artículo de Iñaki Anasagasti (Diario 16, 2001-05-9) que no contiene referencias ni fechas por ningún sitio, y en el que se cita algunos párrafos de Fernando Savater (no obstante lo relevante es lo que dice y no donde lo dice):

"... nunca dudé del derecho de los vascos al pleno reconocimiento de su lengua, sus costumbres, sus peculiaridades y su autodeterminación política plural y democrática. Sigo, desde luego, pensando exactamente lo mismo".

"... lo que no llega a aceptarse es que el nacionalismo vasco no es el capricho absurdo de unos pocos ni una autonomía de esas postizas que ahora gustan tanto a los nuevos jacobinos, sino una decisión irreversible y mayoritaria, con auténticas raíces y abonada por años de marginación y que nada sacará la democracia intentando cocear contra él explícita o disimuladamente... ".

De ser cierto, habría que corroborar el año en que publicaba esto, porque no es lo mismo ahora que con el franquismo. Cuando tu pellejo peligraba por culpa de la dictadura, todos los disidentes y sus causas guardaban cierta cuarentena de legitimidad, no solo estratégica, sino intelectual, porque primero estaba quitarse de en medio la opresión y luego habría tiempo de saber si era mejor estar en un partido u otro, ser comunista o socialista, ser patriota o anarquista.

En el mismo foro, otro supuesto artículo de Josu Erkoreka del cual ni siquiera se da referencia, cita el libro “Contra las patrias” de 1984 porque parece que allí, el filósofo vasco era comprensivo con los orígenes y la aceptación social de ETA en aquellos tiempos… algo que todo el mundo puede comprender, tanto si lo legitima como si simplemente constata que era un hecho social, aunque no lo comparta. En el caso de Savater, la cita del foro no deja más pistas, pero si uno mira el texto del libro se dará cuenta de queotras partes han sido convenientemente silenciadas (ver también entradas 2, 16, 19 y 30 para otros temas, como el del idioma) para que imaginemos a un Savater batasuno que se pasa a la causa anti-nacionalista de manera caprichosa:

Deploro el nacionalismo como una de las peores enfermedades políticas de nuestro siglo, sin cuya curación o alivio es difícil imaginar cualquier profundización del proceso democrático. Admito -como todo el mundo, por lo visto- el derecho a la autodeterminación de los pueblos, pero tengo mis reservas en cuanto a lo inequívoco de las palabras "derecho", "autodeterminación" y "pueblo". Por otro lado, creo que no es necesario compartir la pasión nacionalista para apoyar el derecho a su más libre expresión, lo mismo que no es preciso ser creyente para reivindicar la libertad religiosa. En el caso concreto de España, prefiero un sistema democrático, con libertades garantizadas y aspiración efectiva a la justicia social, sea cual fuera su simbología nacional o la articulación de sus partes, que cualquier concepto místico de la nación que me pueda obligar a vivir en una sucursal de Chile o de Albania. El fenómeno nacionalista sólo me preocupa en cuanto pueda facilitar o impedir la efectiva libertad política del Estado en que vivo y nada más que por eso.”
Además, resulta que tengo en casa el libro de Savater "Las razones del antimilitarismo y otras razones", también de 1984, y en él, en el capítulo "Reivindicación de una España invertebrada" (ironizando sobre la idea de considerar el ejército como elemento vertebrador del Estado, según Felipe González en un artículo de El País en 1982) dice lo siguiente:

"En modo alguno pienso unirme al coro farisaico (o simplemente bobalicón) de los que se rasgan las vestiduras 'de izquierda de toda la vida' al ver a Felipe González oyendo misa en la División Acorazada o depositando flores a los caídos: si a tanto zopenco post- cristianoide y neo-estaliniano no le gustaran demasiado los aquelarres de ETA (y de eso sí que debería avergonzarse en cuanto hombre de izquierdas), [...]"

Con todo esto parece claro que los reproches de quien acusan a Savater de haber justificado alguna vez el terrorismo o el nacionalismo, son rotundamente falsos. Si existieran citas más comprometidas, justificadoras aunque fuera del atentado contra Carrero Blanco, ya se las habrían sacado, digo yo. Pero quizás sea cierto que de aquí a una parte, Savater haya sido especialmente virulento con el nacionalismo vasco (y que antes fuera más tolerante)… pero teniendo en cuenta la virulencia de algunos nacionalistas vascos con él, cabe preguntarse si no es humanamente comprensible que quieras linchar intelectualmente a quienes te quieren matar físicamente. Yo, si me pongo exquisito, habría esperado de Savater una mayor amplitud de miras, una perspectiva más filosófica que política o personal… pero claro soy yo, que nadie me amenaza de muerte cada dos por tres.

No es lo único en lo que yo he percibido que ha cambiado. Ahora, por ejemplo, no pone obstáculos al matrimonio homosexual, pero cuando se discutía la ley antes de su aprobación, él manifestó que la polémica capacidad de adoptar debía ser un recurso al que poder echar mano solo cuando no fuera posible que adoptaran un hombre o una mujer.

El caso de la Guerra de Irak también se puede mencionar, como vinculado a la losa de ETA. La amenaza y el miedo etarra que se cierne sobre todo anti-nacionalista como él, parece que le ha tocado su capacidad para razonar, porque todo parece interpretarlo en esa clave. El que es nacionalista ya pierde legitimidad al apoyar alguna causa justa… simplemente porque es nacionalista. Está claro que la ETA es un grupo de asesinos e intolerantes que para colmo se creen salvapatrias, pero hay un mundo más allá del nacionalismo y del anti-nacionalismo. Y hacer depender el acierto o legitimidad de los actores cuando se oponían a la guerra de Irak (Savater también) de sus previas críticas a ETA era algo totalmente fuera de lugar. La fuerza de su protesta anti-bélica (la de Savater, no la de los actores) se vio minimizada por su necesidad de desvincularse de todo aquel con el que puntualmente coincide en algo, refirmando su autonomía con el resto de asuntos y manteniéndose inmaculado sin posibilidad de contagio de ningún otro gremio. Creo sinceramente, que está demasiado obsesionado con el tema de ETA, y a una persona normal se le perdonaría, pero a un intelectual tan brillante como él, se le exige un poco más.

PERO VOLVAMOS A LA RELIGIÓN…

La religión en su acepción más ortodoxa, e incluso radical, está ganando terreno. Lo mismo se puede decir de diversos esoterismos. Me pregunto si se debe a esa función que tradicionalmente se le atribuía a la religión, y que según el autor todavía no ha sido resuelta. La religión trataba de dar explicación a la pregunta de dónde venimos, adónde vamos y los valores morales mientras estemos donde estamos. Pues bien, la segunda, es decir la muerte, es la que está prácticamente en el mismo sitio que desde el principio. Fernando Savater reflexiona con brillantez sobre el tema de la muerte, en el segundo y el quinto capítulo de su libro.

“Por triste que resulte, nuestros semejantes más queridos no son incompatibles con la muerte. Todo lo contrario. Por eso les amamos porque son irrepetibles y fatalmente vulnerables; el amor es la inquietud por lo que podemos perder, el ciego deseo incondicional de que siga existiendo lo que puede dejar de existir. […] el amor es […] deseo de inmortalidad: pero ante todo deseo de inmortalidad de quien amamos, afán que hace olvidar la muerte propia a quien ama. Es psicológicamente imposible amar lo indestructible, lo imperecedero, lo eterno. Podemos necesitar a dios (o necesitar que dios nos ame y nos rescate) pero no podemos estrictamente amarle, del mismo modo que no podemos amar el Universo. De ahí la genialidad de la idea cristiana de promover un dios o una persona divina que se hizo hombre, mortal y torturado, a fin de que nos pudiésemos enamorar de él.”


En el tercer capítulo hace un repaso de los más ilustres filósofos que han tratado el tema de dios, y en concreto al problema del mal; ¿Si existe dios por qué permite el mal? Algunos dicen que una vez creado el Universos, Dios nos deja libertad para elegir y se abstiene de intervenir. ¿Entonces por qué rompe su promesa e interviene con sus milagros? Y no basta con darles castigo a los malvados, debería impedir el sufrimiento antes de que sucediese. La respuesta suele ser que los caminos del señor son inescrutables que no tenemos suficiente cerebro para conocer la voluntad divina. Esta explicación no solo es una humilde confesión de ignorancia, sino una abdicación del conocimiento que entrega el poder a quien más cerca esté de ese supuesto Dios que permite el mal.

Algunas creencias más o menos retorcidas (como creer en la creencia de dios, idea desarrollada por Dennett, y que viene a ser algo así como tener fe en que creer en dios es positivo de alguna forma, incluso cuando uno ya no cree en dios) y la idea evolutiva de atribuir intencionalidad a diversos peligros naturales como origen de las divinidades (explicada mucho mejor por Dawkins en “El espejismo de dios”, autor del que apenas menciona algo*, siendo uno de los bastiones del nuevo ateísmo científico) son algunas de las ideas que recoge de recientes filósofos. Pero el que realmente se lleva el premio en cuanto reflexiones sobre la religión es David Hume de quien dice refiriéndose a su obra “Diálogos sobre la religión natural”:

“Demuestra que no hay razones para creer que el Universo es un reloj que precisa de un relojero, ni para fabricarlo ni para ponerlo en hora […] una obra tan excelentemente argumentada y trabada que consigue descartar definitivamente del mapa intelectual las tesis que combate.”
Curiosamente Hume no fue abiertamente ateo, y publicó esta obra póstumamente. Y por cierto el ateísmo, reflexiona Savater, es hijo del cristianismo. Porque fue precisamente el cristianismo quien enarbolo la bandera de la verdad frente a la simple felicidad de los griegos, y frente a la obediencia a la religión oficial del imperio romano. Una verdad excluyente que se debía investigar a toda costa, una verdad que debía tener su propio campo ausente de toda presión (darle al César lo que es del César, y la posterior separación de Iglesia-Estado). El problema es que el cristianismo pervirtió todo eso y se hizo religión estatal y se volvió sanguinario e intolerante. Y al eliminar toda posible convivencia con otros cultos religiosos (porque los cristianos tenían la única verdad posible y tolerable) fueron aniquilando todas las demás, hasta que al no quedar ninguna, surgió el ateísmo como consecuencia de querer seguir investigando la verdad. Por todo esto, cuando algunos apoyan que se introduzca alguna referencia a las raíces cristianas en la futura constitución europea, caen en la paradoja de querer promover justamente lo que detestan. Las verdaderas raíces cristianas conllevan el ateísmo y el laicismo en su seno (laicismo es sinónimo de laicidad y de aconfesionalidad, aunque algunos interesados quieran hacer al sufijo –ismo un poco más virulento).

“La política de los profetas” es el título del capítulo sexto y presenta a la religión como causa de guerra en numerosas ocasiones. Pero no son los textos sagrados de los monoteísmos de masas los causantes directos, sino más bien las circunstancias históricas y los profetas del momento, que han usado todo la crueldad que rezuman sus libros sagrados para imponer por la fuerza sus creencias. Pero Savater puntualiza que todos esos textos también tienen párrafos llenos de bondad y ejemplaridad con el prójimo. Me pregunto si en vez de religión estuviésemos hablando de ideología nacionalista, dejaría pasar tan inocentemente a los textos nacionalistas por sus páginas.

Incluso el islam, que no ha sido tan nocivo en el pasado como ahora, tiene una mayoría de adeptos pacíficos. El problema parece ser, según Savater, político y no religioso. Por tanto el islam sería compatible con cierta forma de democracia. Algunas reacciones frente al islamismo radical son analizadas en clave de derecha e izquierda, y muestra como las tradicionales posiciones de valores han cambiado en uno y otro bando, consiguiendo a veces lo contrario de lo que se pretende.

En cuanto a los símbolos religiosos, él no es partidario de apartarlos todos de la vida civil, aunque si dejar claro que están supeditados a ella, es decir, la gente puede hacer ostentación de sus creencias en la sociedad, pero debe saber que la sociedad laica está por encima de sus creencias en caso de conflicto entre unos y otros. Así por ejemplo, el derecho de los padres a criar a sus hijos en la religión que ellos quieran, no debería pasar por una asignatura evaluable gestionada por el obispado y a cargo del erario público. Y en todo caso, el estado debería impedir que esos niños estuvieran blindados a otras concepciones religiosas o morales. De hecho apoya la idea de Dawkins de que no se debe asumir que el niño es cristiano porque sus padres sean cristianos. Pienso que esto es un poco contradictorio, porque no creo que Dawkins apoye el derecho de los padres a educar a sus hijos en su fe, ya que incluso piensa que es un peligro adoctrinarles en religión aunque no sean fanáticos. Éste es uno de esos ejemplos en los que veo que Savater pierde claridad. De la misma manera parece declararse partidario de los magisterios no solapados, algo que impediría criticar la religión con argumentos científicos. Dawkins fue muy claro al respecto, y me deja insatisfecho que Savater que no profundice en ello (quizás su libro se publicó antes que "El Espejismo de Dios"), tan solo se limita a comentar que la ciencia no aporta tanto consuelo como la religión, ni sirve para cuestiones sociales o existenciales.


Sí coincide con Dawkins en que la religión no es fuente de moral, sino a la inversa. Toda religión medianamente inteligente acude a la moral para poder seguir existiendo. Y es más bien la obediencia, más que la ética autónoma lo que se busca en la religión. Desde esa concepción básicamente anti-autoritaria, Savater se burla de aquellos no-religiosos que dicen lamentarse de su falta de fe, como si fuera deseable un "déspota sobrenatural" o un "Universo así". Hombre... si realmente existiera y nos tuviera guardado un trocito de cielo, esos detalles sin importancia como las guerras, el hambre, la injusticia y las enfermedades se le podrían perdonar a ese dictador divino. Esta crítica no es muy fina, porque además se centra en un Dios intervencionista, pero deja de lado la posibilidad de un dios simplemente creador del Universo.

Al final del libro se recogen algunos artículos del tema que le ocupa, sobre laicismo, educación religiosa y la famosa educación para la ciudadanía, la mención cristiana en la constitución europea etc... Entre todos ellos cabe destacar el de "Fanáticos sin Fronteras" sobre las caricaturas de Mahoma. Savater se define del lado de la libertad de expresión y de la libertad religiosa (porque en último término los musulmanes intolerantes persiguen en convertirnos a todos a su creencia religiosa) y en contra de quienes condenan las caricaturas, ya sea por convicción religiosa fanática que les impide respetar la libertad de expresión, o por miedo a represalias. La religión puede expresarse públicamente, pero en cuanto entre en el terreno de lo público está sometida a crítica, por muy irreverente que ésta sea. Lo de ofenderse constantemente por las críticas no es democrático, porque los ateos también podrían sentirse ofendidos y su fe anti-religiosa también es digna de protección. Ambas posiciones deben coexistir en democracia, y ninguna puede tomarse la justicia por su mano, ni gozar de mayor protección jurídica que las demás.


EDITO: El estudio que cita Savater sobre las creencias religiosas de los científicos (recogido a su vez de un libro de Humberto Veronesi) está equivocado tanto en fechas como en nombres. No se trata de William, sino de Witham, y no es de 1998, sino de 1996.

 * En un artículo posterior Savater se distancia del nuevo ateísmo científico, ver aquí

EINSTEIN: SU VIDA Y SU UNIVERSO (Walter Isaacson, 2007)

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El libro de Walter Isaacson me ha aportado un conocimiento perfectamente contextualizado de la situación histórico-política en la que vivió Albert Einstein, pero además me ha dado unas pistas sencillas y claras sobre la relatividad. La evolución de su sentimiento pacifista y de su anti-nacionalismo resulta muy interesante. Otras partes del libro que abordaban la vida personal del genio de la física no me interesaban tanto y las he ignorado directamente.


TEORÍA DE LA RELATIVIDAD ESPECIAL Y TEORÍA DE LA RELATIVIDAD GENERAL

La relatividad, a secas, afirma que “las leyes fundamentales de la física son las mismas cualquiera que sea nuestro estado de movimiento”. Entonces llegó Einstein y expuso su teoría de la relatividad especial, en 1905, que está ideada para explicar un caso especial, el de un sistema en que los observadores se mueven a velocidad constante uno respecto del otro. A esto se le llama un sistema inercial, es decir carente de fuerzas y por tanto de aceleraciones. Cuando estudiábamos física nos hablaban de la famosa fórmula F=m.a Pues bien todo cuadra en ese sentido, si la aceleración es igual a cero, la fuerza también lo será, y de existir movimiento tendrá que ser forzosamente uniforme, constante, ideal… de los que no existen, vamos. Porque lo más normal es que haya rozamientos, giros, cambios de velocidad…y todo ello conlleva aceleraciones.

Entonces Einstein se esforzó durante la siguiente década para encontrar una teoría que subsanase dos defectos de su relatividad especial. El primero es que quería que dejase de ser “especial”, o restringida como también se la denominaba, y pasase a ser general. Es decir, quería que se pudiera aplicar a movimientos acelerados, sistemas no inerciales, que son los sistemas que abundan en la naturaleza. Y en segundo lugar quería salvar la contradicción que su teoría de la relatividad especial conllevaba, ya que nada se podía transmitir con mayor velocidad que la luz, y la fuerza gravitatoria de Newton parecía que era instantánea independientemente de la distancia de los cuerpos entre sí. Así nació la teoría de la relatividad general, aunque hay opiniones que dicen que esta asociación (sistemas inerciales únicamente para la relatividad especial, no tiene que ser necesariamente así).

Otra interesante polémica en el contexto de la historia de la ciencia fue tratada anteriormente en otro post, en torno a si Einstein llegó a conocer el experimento de Michelson, y si en todo caso tuvo alguna influencia en su teoría de la relatividad especial.

Algunos han aprovechado el nombre de su teoría para acusarle de propugnar una indiferencia política o moral, algo que él rechazaría haciendo notar la diferencia entre relatividad y relativismo. Como veremos enseguida tuvo posiciones comprometidas mucho más de lo que se podría esperar de un personaje científico de la época. Además en su momento el físico pensó en bautizarla como teoría de la invariancia, debido a que presupone que las leyes de la física eran “invariantes antes que relativas”.

PRIMERA GUERRA MUNDIAL

Albert Einstein empezó a ser un comprometido pacifista a partir de la I Guerra Mundial, y sería todavía más comprometido con la causa del internacionalismo, abogando por una unión de pueblos que impidiese las guerras. Consideraba que el científico tenía el deber moral de hacerse oír en una Europa amenazada por los nacionalismos, y en concreto contraatacó con el manifiesto a los europeos (del que no se consiguieron apenas adhesiones, y no se llegó a publicar) frente al “Manifiesto de los 93” en alusión a los 93 intelectuales alemanes que defendieron la política de agresión de su país. Parece que aquí se cumple aquella máxima de Noam Chomsky que dice que los intelectuales siempre han justificado las guerras de agresión del poder.

En “Mi opinión sobre la guerra” culpaba al patriotismo y apostaba a que había algún componente netamente masculino en los orígenes de los conflictos bélicos. Interesante hipotesis que merecería un post aparte.

“La idea de que la guerra tuviera una base biológica en la agresión masculina sería un tema que Einstein exploraría también en una carta a su amigo de Zurich, Heinrich Zangger. “¿Qué impulsaba a la gente a matarse y mutilarse tan salvajemente? – se preguntaba -. Creo que es el carácter sexual del macho el que lleva a tan salvajes explosiones.”

EL SOCIALDEMÓCRATA

Su ideario político lo resume muy bien el autor:

“Durante el reto de su vida, Einstein suscribiría un socialismo democrático con una base liberal y antiautoritaria. Defendería la igualdad, la justicia social y la constricción del capitalismo. Ería un fiero defensor de los más débiles. Pero en la medida que hubiera revolucionarios que se sintieran tentados por el deseo bolchevique de imponer un control centralizado, o en la medida que un régimen como el de Rusia le conmocionara por su autoritarismo, el amor instintivo de Einstein por la libertad individual normalmente provocaría en él una reacción de desdén.”

El socialismo (con las cautelas anteriormente expresadas) dentro de su escala de valores, estaba por detrás del pacifismo:

“Deberíamos trabajar, primero por el pacifismo, y solo después por el socialismo.”

En otra ocasión le exigieron que no se quedara a mitad de camino y fuera totalmente comprometido, que se decantara por el socialismo como culminación del pacifismo. Pero Einstein respondió tajantemente diciendo que eso era una tontería:

“No estoy convencido de que quienes obtuvieran el poder por medio de acciones revolucionarias actuaran de acuerdo con mis ideales”

MATIZANDO SU ANTI-NACIONALISMO

Su invectiva contra todo nacionalismo se vio modificada por el creciente y virulento antisemitismo alemán, que le empujó a declararse sionista, es decir, partidario de “los asentamientos judíos en Palestina, de una identidad nacional entre los judíos de todas partes y del rechazo de los deseos asimilacionistas.” Estamos ante la actitud cambiante, o mejor dicho, ante la evolución de un pensador frente a los cambios de la sociedad. Einstein, genio de la física, aprendía y evolucionaba según pasaba el siglo XX. Yo lo relaciono con los cambios savaterianos de mi anterior post: Fernando Savater, antiguo fustigador de todo tipo de nacionalismos, pasó a ser defensor de uno de ellos (el español) frente a otro mucho más agresivo e intolerante (el vasco). Cada uno a su manera optó por plantar cara a quienes querían quitarlos de en medio por no compartir sus ideas internacionalistas, y ello los “empujó” a decantarse por uno de esos nacionalismos que tanto criticaban. En ambos casos, esta violación de sus principios suponía ponerse de parte de los débiles y no conllevaría la adhesión ciega a ningún líder de ningún movimiento emancipador. Y ambos se negaron a dedicarse profesionalmente a la política (Einstein rechazó ser presidente de Israel, y Savater no ha estado en ninguna lista electoral que yo sepa) a pesar de haber dado su firme apoyo a sus respectivas causas. Al respecto Einstein diría:

“Como ser humano estoy en contra del nacionalismo. Pero como judío, soy desde hoy partidario del esfuerzo sionista. […] Se puede ser internacionalista sin ser indiferente a los miembros de la propia tribu […]”

Algunas posiciones antirrelativistas, como las de Philipp Lenard, Wayland y Gehrcke, eran más antisemitas que otra cosa. Y ese fue el motivo de que Einstein les respondiera con cierta ironía y contundencia. Al principio Lenard y Einstein se llevaban bien, pero el nacionalismo del primero y el sionismo del segundo, terminaron separándoles. Al final Lenard se convirtió en un furibundo defensor de la Alemania nazi. Merece la pena leer como fue toda esa polémica en la que política y ciencia se mezclaban sin cesar.

Sea como fuere, su defensa del sionismo fue política o humanitaria, pero en ningún caso religiosa como veremos más tarde. Ni tampoco fue indiferente a los árabes:

“Si no somos capaces de encontrar una forma de cooperación honesta con los árabes y unos pactos honestos con los árabes, no habremos aprendido absolutamente nada en dos mil años de sufrimiento”

EN CONTRA DE LA MECÁNICA CUÁNTICA

Las investigaciones einstenianas revolucionaron la mecánica clásica newtoniana, así lo anunciaban a bombo y platillo los periódicos de la época. Sin embargo unas décadas más tarde, el principio de incertidumbre de Heisenberg, haría que Einstein se convirtiera, en cierto modo, en defensor de lo que había conseguido derribar: el espacio y el tiempo absoluto. Y todo ello porque ciertamente la mecánica cuántica presentaba una realidad caprichosa ante la que Einstein se revelaba.

Resulta que según esa famosa incertidumbre, es imposible observar algo, sin que el hecho de observarlo afecte a ese algo. Hasta aquí lo podemos asumir. ..

“Pero la teoría de Heisenberg iba más allá. Un electrón -decía- no tiene una posición o trayectoria definidas hasta que lo observamos. Se trata de una característica de nuestro Universo, no simplemente de un defecto de nuestra capacidad de observación o de medición. […] Afirma que no hay realidad objetiva –ni siquiera posición objetiva de una partícula- fuera de nuestras observaciones. Además, el principio de Heisenberg y otros aspectos de la mecánica cuántica socavan la noción de que el universo obedece a leyes causales estrictas. El azar, la indeterminación y la probabilidad pasaban a ocupar el lugar de la certeza. […] Einstein jamás se dejaría convencer a pesar de que hubo repetidos experimentos que demostraron la validez de la mecánica cuántica. Seguiría siendo un realista, cuyo credo se basaría en la creencia en una realidad objetiva, arraigada en la certeza, que existía independientemente de que nosotros pudiésemos observarla o no.”

Debo confesar que me encuentro, de nuevo, del lado de Einstein. Si pones una bola en una de las dos cajas que tienes sobre la mesa, la probabilidad de acertar puede ser del 50%, pero la existencia de la bola dentro de una de las cajas es cierta al 100%. Según la mecánica cuántica no. La certeza, tal como la conocíamos ha muerto. Ahora todo son probabilidades e incertidumbres, pero no como manifestación de nuestra ignorancia, sino como realidad física describible con ecuaciones de mecánica cuántica. Esto es lo que en mi pueblo dirían que es una “gran paja mental”. Sin embargo es lo que sostiene la mecánica cuántica, cuya valía está fuera de toda duda a nivel práctico. De hecho en los famosos Congresos de Solvay, probablemente la mayor concentración de genios científicos de la historia por metro cuadrado, se expusieron muchos “experimentos mentales” a los que los físicos teóricos son muy aficionados, y en concreto los de Einstein tenían la intención de dinamitar la mecánica cuántica. Pero el experimento mental más famoso contra la teoría cuántica, vino de la mano de Schrödinger y su famoso gato:

“Pueden incluso plantearse casos bastante absurdos. Un gato está encerrado en una cámara de acero, junto con el siguiente dispositivo (que debe ser protegido frente a una posible interferencia directa por parte del gato): en un contador Geiger hay una minúscula cantidad de una sustancia radioactiva, tan pequeña que tal vez, en el transcurso de una hora, uno de los átomos se desintegre, pero también, con igual probabilidad, ninguno lo haga; si sucede, el tubo del contador Geiger se descarga y, a través de un relé, libera un martillo que rompe un pequeño frasco de acido cianhídrico. Si se deja este sistema aislado durante una hora, podríamos decir entonces que el gato seguirá vivo si ningún átomo se ha desintegrado. La función de onda de este sistema expresaría esto incluyendo el gato vivo y el gato muerto (perdón por la expresión) mezclados o esparcidos a partes iguales.”

Otro de los problemas teóricos de la física cuántica era la afirmación de que existe un “entrelazamiento cuántico” entre dos partículas, aunque estén muy alejadas la una de la otra. Einstein lo llamó una “acción fantasmagórica a distancia”, porque si medías las propiedades de una de las partículas, tal medición afectaba a la otra de manera instantánea, a una velocidad incluso mayor que la de la luz, y eso violaba el pilar de la teoría de la relatividad que establece que nada puede viajar a mayor velocidad que la de la luz. Pero por lo visto, el entrelazamiento cuántico se podido demostrar experimentalmente.

Einstein trabajó hasta el final de sus días, en una teoría que pudiera unificar la gravedad y el electromagnetismo, y confiaba que esa teoría explicara las inconsistencias y paradojas de la mecánica cuántica. Nunca llegó a terminar esa teoría del campo unificado.

UNA RELIGIÓN MUY ATEA

De esa posición de resistencia frente a la mecánica cuántica saldría su famosa frase de “Dios no juega a los dados”. Algunos la interpretaron como una constatación de su creencia en un Dios creador, cuando en realidad se refería a su creencia en unas leyes físicas que funcionaban, independientemente de si nosotros éramos capaces de observarlas o no. El contexto de la frase es una pugna científica en donde Einstein defendía el determinismo de las leyes del Universo frente a la caótica mecánica cuántica. La frase completa es la siguiente:

“La mecánica cuántica sin duda resulta imponente. Pero una voz interior me dice que eso no es todavía lo real. La teoría dice mucho, pero en realidad no nos acerca en absoluto a los secretos del Viejo. Sea como fuere, yo estoy convencido de que Dios no juega a los dados.”

El tema de si Einstein era creyente o no ya lo traté en otro post. La exposición de Dawkins me convenció, y por tanto pienso que Einstein solo era religioso en un sentido metafórico que corroboró cuando identificó su inquietud existencial con la de Spinoza (paradigma del panteísmo, que muchos consideran que es un tipo de ateísmo). Además, las cartas que dejó en sus últimos años de vida dejan muy claro que no era religioso en el sentido que todos solemos entender. No creía en un Dios que supiera de la existencia de los seres humanos ni tampoco en la inmortalidad, tan solo en la belleza matemática del Universo, la cual le fascinaba tanto que se atrevía a llamarla dios. No obstante, ahora, después de leer el erudito capítulo de Walter Isaacson sobre el tema, me parece que el libro de Dawkins está incompleto, porque aunque la última palabra de Einstein sobre el tema fue para distanciarse de la religión, no rectificó nada sobre la antipatía que sentía por los ateos profesionales, que equiparaba con los positivistas en su arrogancia de pretender saberlo todo sin necesidad de ningún misterio. Einstein apreciaba ese misterio (al que llegó a denominar fuerza e incluso espíritu), que parece gobernar las leyes del universo, y solo en ese sentido se consideraba religioso. Sin embargo Dawkins no incluye citas como ésta, que podrían suponer una aprobación del diseño inteligente:

“No soy ateo. El problema que ello entraña es demasiado vasto para nuestras mentes limitadas. Estamos en la situación de un niño pequeño que entra en una enorme biblioteca llena de libros en muchas lenguas. El niño sabe que alguien debe haber escrito esos libros. No sabe cómo. No entiende los idiomas en que están escritos. El niño tenuemente sospecha que hay un orden misterioso en la ordenación de los libros pero no sabe cuál será. Esta es, me parece, la actitud de incluso el humano más inteligente hacia Dios. Vemos el universo maravillosamente ordenado y obedeciendo ciertas leyes, pero sólo tenuemente entendemos estas leyes.”
La cita a veces aparece en otra versión ligeramente extendida, en la que también rechaza ser panteísta (el propio Isaacson en su capítulo publicado en The Times cita esta versión… no entiendo que no la incluya en su libro, quizás sea un error de traducción):

"I'm not an atheist. I don't think I can call myself a pantheist. The problem involved is too vast for our limited minds. We are in the position of a little child entering a huge library [...]"

Es cierto que la cita no es la última palabra de Einstein sobre sus creencias, pues data de 1929, y que el entrevistador no era muy de fiar (Viereck es cuestionado en esta completa web sobre el tema de Einstein y la religión, y la primera vez que publicó la entrevista no incluyó tan relevante cita), pero existe y se debería conocer para que cada cual juzgara. Dawkins tampoco menciona que Einstein declaró que creía en la existencia histórica de Jesucristo, que aceptaba que le pudieran llamar agnóstico y que despreciaba a los ateos profesionales o ateos fanáticos que no eran capaces de percibir el misterio del universo. En una ocasión, cuando comparó la creencia en dios con una analogía infantil, le pidieron permiso para usar su cita contra algunos marinos religiosos, pero Einstein pidió hacerlo sin reduccionismos, es más, se distanció de quienes podían dedicarse a ridiculizar ese sentimiento religioso:

“Puede llamarme agnóstico, pero yo no comparto el espíritu de cruzada del ateo profesional cuyo fervor se debe principalmente a un doloroso acto de liberación de los grilletes del adoctrinamiento religioso recibido en su juventud.”

Por si esto no fuera poco, en una carta fechada el 1 de enero de 1951, le dice a su amigo Solovine:
"Puedo entender tu aversión a usar la palabra "religión" cuando uno trata de referirse a una actitud emocional o filosófica, aunque con Spinoza es lo más indicado. No tengo mejor expresión que "religiosa" para definir esta confianza en la naturaleza racional de la realidad y en el hecho de que ésta sea accesible, en cierta medida, a la razón humana. Cuando falta este sentimiento, la ciencia degenera en un empirismo falto de inspiración. Por lo que a mi respecta, los curas pueden sacarle partido a esto. De todas formas, nada se puede hacer al respecto." [Mi traducción, tras consultar una vista preliminar del libro que contiene las correspondencia de Einstein con Solovine]

La anterior cita suele obviar las dos últimas frases, como sucede en el libro de Isaacson, y tampoco se  suele citar la carta del año siguiente al mismo amigo, en la cual remata:
“Y aquí está el punto débil de los positivistas y de los ateos profesionales, que se sienten felices porque creen que no sólo se han apropiado del mundo de lo divino, sino también del de lo milagroso. Curiosamente, tenemos que resignarnos a reconocer el "milagro", sin poseer ningún modo legítimo de ir más lejos. Tengo que añadir el último punto explícitamente, por si piensas que, debilitado por la edad, he caído en manos de los sacerdotes”. [Traducción de José Luís Viviente.]

Dawkins debería haber sido más honesto y debería haber dicho que Einstein no sentía simpatía alguna por el movimiento ateísta de aquel entonces, y Dawkins pertenece sin duda a un movimiento ateo en la actualidad. Pero su aversión era por la falta de sensación misteriosa de la que se supone que carecen los ateos, no por el convencimiento de que no existe ni ha existido ningún dios creador. En defensa de Dawkins, a pesar de haber silenciado estas citas, tengo que decir que su concepto de la ética, el humanitarismo y el respeto que siente frente a la espiritualidad de los creyentes, no está reñido con el debate intelectual de altura en el que a veces, se tienen que exponer argumentos que pueden sentar mal al creyente, pero que no deben callarse nunca con la excusa de no ofender. El movimiento ateo de Dawkins está lejos de buscar la ofensa gratuita, ni tiene que ver tampoco con esa malinterpretación de un egoísmo natural y genético como forma ideal de organización humana. Sus libros y documentales están plagados de referencias al compromiso social y al humanitarismo.

Pero lo cortés no quita lo valiente. No se justifica que citas, como la siguiente, se omitan en el libro de Dawkins o en el "Dios no existe" de Hitchens. Carta a un banquero en Colorado en 1927 (Calaprice, ibid., 204 / To a banker in Colorado, 1927. Einstein Archive 48-380; also quoted in Dukas and Hoffmann, Albert Einstein, the Human Side, 66, and in the New York Times obituary, April 19, 1955):
"Mi religiosidad consiste en una humilde admiración por el espíritu infinitamente superior que se revela en lo poco que podemos comprender del mundo cognoscible. Esta convicción profundamente emocional de la presencia de una potencia racional superior, que se revela en el incomprehensible universo, constituye mi idea de Dios."

Pero volviendo a Isaacson, es contradictorio, pues al principio dice que su concepción de dios era deísta y páginas después dice que era atea. Las citas poéticas de Einstein tampoco ayudan demasiado, pero en mi opinión el asunto se podría resumir de la siguiente manera.

Einstein pasó de una juventud judía a una madurez panteísta con cierto componente deísta. ¿Significa eso que era ateo? Hay dos formas de intentar contestar a esta pregunta. Intentando profundizar en su particular concepto de religión o intentando encasillarlo en un concepto de religión más al uso.

Si profundizamos nos daremos cuenta de que Einstein no se quería vincular al grupo de creyentes ni al de ateos. No compartía con los creyentes su idea de un dios que nos vigila, premia o castiga. Tampoco compartía con los “ateos profesionales” su falta de misterio y fascinación por la harmonía del Universo, ni creía necesario una cruzada atea para quitarle esa espiritualidad mística a los que la tuvieran (aunque fueran religiosos). Él tenía su propia religión sui generis que no incluía a ningún dios, su religiosidad solo era un sentimiento de veneración frente a la belleza de las leyes que gobiernan el Universo. ¿Incluía eso al menos a un dios creador, al estilo deísta? Sus numerosas referencias a dios así podrían sugerirlo, sobre todo cuando hablaba de ciencia para referirse a la perfección del Universo. Pero cuando Einstein quiso tratar específicamente el tema de dios, y fue en muchas ocasiones, no dijo nada de un dios creador. Por ello pienso que esas referencias eran panteístas, y que él era un ateo místico, que simplemente estaba fascinado con la belleza del Universo.

Pero llegaríamos a la misma conclusión si dejamos atrás todas las disquisiciones einstenianas sobre la religión, ya que él mismo se encargó de aclararlo con ocasión de una falsa acusación de haberse convertido al cristianismo gracias a un jesuita. Normalmente se negaba a responder a reduccionismos que no le permitieran explicar bien sus posiciones religiosas (esto también vale para sus negativas a explicar la relatividad en pocas palabras), pero en esta ocasión bajó al barro:

“Desde el punto de vista de un sacerdote jesuita soy, por supuesto, y siempre he sido un ateo.”

Si a eso le sumamos una de sus últimas citas (o quizás la última) sobre el tema, parece más o menos claro que no tenía nada de creyente, dudosamente algo de deísta, ciertamente algo de ateo y finalmente bastante de panteísta:
"Por supuesto que es mentira todo lo que ustedes han leído acerca de mis convicciones religiosas, una mentira que se repite sistemáticamente. No creo en un Dios personal y no lo he negado nunca, sino que lo he expresado muy claramente. Si hay algo en mí que pueda llamarse religioso es la ilimitada admiración por la estructura del mundo, hasta donde nuestra ciencia puede revelarla."
La cita anterior es de una carta, fechada el 22 de marzo de 1954, de un ateo que le preguntaba por un artículo en el que había leído algo sobre las supuestas creencias religiosas de Einstein. La respuesta llegó dos días más tarde. La única fuente de esta cita es un libro de 1979 (por lo que Isaacson también cae en ocultar las citas que le son incomodas, al igual que Dawkins), editado por Helen Dukas y Banesh Hoffman que se puede consultar en google books, pero en la vista preliminar no he podido consultar la fuente de la carta ni donde está archivada. No se si es porque las referencias están en alemán al final del libro, o porque simplemente no se dan referencias en el libro. No sería la primera vez que se trata de sesgar parte de una cita de Einstein que tenga que ver con la religión. Precisamente en otro libro anterior de los mismos autores, se omitió la frase de Einstein en la que se identificaba con un ateo, frente a un creyente normal y corriente como sería un jesuita.  Michael R. Gilmore sospecha que fue su secretaria, Helen Dukas, la que habría mediado para ocultar ese dato. En este caso, si no exisitera la carta del 24 de marzo de 1954, Dukas estaría inventando una cita que  paradójicamente apoyaría al Einstein ateo que antes trató de ocultar.

MATIZANDO SU PACIFISMO EN LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL

A partir de los cincuenta Einstein se fue jubilando de la física activa, y se pasó a un pacifismo militante que promulgaba el desarme general y la oposición a la guerra. Son numerosas las declaraciones, las conferencias, y los artículos que escribió contra el servicio militar obligatorio y los ejércitos en general.

Cuando Hitler se hacía fuerte en Alemania, a pesar de criticar su antisemitismo, infravaloró su amenaza para Europa y siguió manteniendo sus posiciones antimilitaristas. Pero a partir de 1933 su postura evolucionaría hacia un reforzamiento de entidades supranacionales que se arrogaran el legítimo uso de la fuerza. Esto encontró su oposición en las asociaciones de objetores de conciencia, que lo veían como derrota pues suponía que la fuerza podía ser un factor legítimo. Pero Einstein se mantuvo firme y estableció una nueva excepción que confirmaría la regla (la otra era su matización de sionista dentro de su pensamiento anti-nacionalista), y era que mientras que Hitler se estuviera armando y preparando para la guerra, no se encontraba con fuerzas de animar a la objeción de conciencia.

“Debo decírselo francamente: en las actuales circunstancias, si yo fuera belga, no rechazaría el servicio militar, sino que lo aceptaría de buen grado con la conciencia de servir a la civilización europea. Eso no significa que renuncie al principio que he estado defendiendo hasta ahora. No tengo otra esperanza mayor que la de que en no mucho tiempo el rechazo al servicio militar vuelva a ser de nuevo un método eficaz de servir a la causa del progreso humano”
A su colega Lord Ponsonby, famoso por su libro en el que denunciaba las mentiras de propaganda de la Primera Guerra Mundial, le escribía:

“¿Es posible que no sea usted consciente del hecho de que Alemania está rearmándose febrilmente, y de que se está adoctrinando a toda la población con el nacionalismo y adoctrinándola para la guerra? … ¿Qué protección sugeriría usted a parte de la fuerza organizada?”
En otra carta a un rabino insistía en su nueva posición:

“Soy el mismo ardiente pacifista que era antes. Pero creo que solo podemos defender el rechazo al servicio militar cuando la amenaza militar de dictaduras agresivas hacia los países democráticos haya dejado de existir”.
Pero el pacifismo de Einstein iba a sufrir un fuerte revés debido a su participación en proceso de idear una bomba atómica. Su amigo, Szilárd, le había comunicado dicha posibilidad, y alarmados ambos por las intenciones de los alemanes de comprar plutonio en el Congo Belga, decidieron comunicárselo a las autoridades belgas. Pero finalmente esperaron a que un amigo del presidente norteamericano Roosevelt le hiciese llegar la noticia a través de varias cartas que firmaría en solitario Albert Einstein, debido a su fama internacional. El presidente movió ficha y creó el proyecto que investigaría la fisión en cadena y la inevitable bomba atómica. Conforme se iba avanzando en el proyecto Manhattan, hacia finales de 1944, Otto Stern le comunicaba a Einstein sus más temibles secretos: la bomba estaba a punto de ser una realidad, y supondría un cambio en la forma de entender la guerra, sería un peligro incontrolable. Einstein escribiría a su colega de trifulcas cuánticas, Niels Bohr, y le diría que ahora más que nunca era necesario crear una sociedad de naciones realmente efectiva que limitase el uso de las nuevas armas atómicas. Además, al acercarse el final de la guerra, parecía claro que los alemanes no tenían bomba atómica alguna, e intentó parar el proceso con una nueva carta, pero ya era demasiado tarde. El nuevo Presidente Truman tomó la decisión de tirar la bomba atómica y Einstein se vería atormentado el resto de sus días, no solo por las dos explosiones sobre Japón, sino por haber colaborado a destapar la caja atómica de Pandora.

Se pueden hacer hipótesis de si se hubiese podido construir la bomba atómica a tiempo, o no, o de cómo habría sido el mundo sin esas explosiones. No creo que la fisión atómica hubiese tardado mucho más, pero el caso es que el pacifista Einstein empujó el proyecto aunque fuese por miedo a los alemanes. ¿Es eso suficiente para poner en duda su pacifismo? Yo más bien diría que fue un terrible error, porque aunque nunca volvió al pacifismo más o menos radical de antaño, el resto de su vida se dedicó a predicar contra el rearme mundial y a favor de una federación internacional de potencias armadas.

Aunque muchos biógrafos consideran su postura en la Segunda Guerra Mundial como algo transitorio, Isaacson defiende acertadamente que Einstein no volvió a ser nunca más un pacifista puro. Algunos izquierdistas trataron de recuperarlo para la causa pacifista, pero no se posicionó oficialmente frente a la bomba de hidrógeno lo cual no quiere decir que estuviera a favor, más bien al contrario. En un programa de TV habló de “aniquilación” refiriéndose a la carrera armamentística, pero su confianza en sí mismo se había visto tocada por cómo terminó lo de la bomba atómica. No quería firmar manifiestos que implicasen solo posiciones unilaterales, y se agarraba a la necesidad de que el desarme fuese internacional porque de lo contrario no tendría sentido.

“Cada paso aparece como la consecuencia inevitable del que ha venido antes. Y al final, acechando cada vez más claramente, aguarda la aniquilación generalizada.”
Ya en plena Guerra Fría, cuando los de la Liga de Objetores a la Guerra le echaron en cara alguna declaración suya de antaño, con la intención de que volviera a ser miembro de la organización, dijo:

“Esa declaración expresa acertadamente mis opiniones sobre la objeción a la guerra en el periodo que va de 1918 hasta comienzos de la década de 1930. Ahora, sin embargo, considero que esa postura, que implica la negativa individual a participar en actividades militares, resulta demasiado primitiva. […] Las actividades antimilitaristas, pasando por el rechazo al servicio militar, solo son prudentes si resultan viables en todos los rincones del mundo. El antimilitarismo individual resulta imposible en Rusia."
GUERRA FRÍA, NI CON EEUU NI CON RUSIA

Einstein se convirtió en un emigrante en EEUU en 1933, a los cincuenta y cuatro años de edad, y en 1940 adquiriría la nacionalidad estadounidense. Estaba fascinado por el amor que los ciudadanos americanos sentían por la libertad de expresión. Era tan común expresar opiniones diferentes y políticamente comprometidas sin temor a represalias algunas, que eso mismo fue el detonante para que Einstein saltara a la palestra cuando se rebeló contra la obsesión anti-comunista y la caza de brujas de McCarthy, que llegó a calificar de fascismo y compararla con la Alemania nazi. El FBI, con Hoover a la cabeza, no le tenía muchas simpatías, y siempre lo vieron como una amenaza comunista que había logrado introducirse en EEUU. Pero tal y como observa Isaacson, Einstein nunca perdió su trabajo ni se vio directamente amenazado por el estado, como le habría sucedido en una dictadura de verdad. La democracia estadounidense, según Isaccson, se rectificó a sí misma y castigo a McCarthy. Pero hasta ese momento, Einstein intentaba bajarle los humos a los caza brujas:

“Mi objeción con respecto a su artículo es que en él no solo no se opone al temor histérico y generalizado que existe en nuestro país a una agresión rusa, sino que de hecho lo fomenta. Todos nosotros debemos preguntarnos cuál de los dos países está objetivamente más justificado para temer las intenciones agresivas del otro.”
Pero tampoco estuvo a favor del capitalismo desbocado de EEUU… ¿Lo convirtió eso en partidario de la URSS? Aunque compartía ciertos ideales socialistas y reconoció ciertos logros de la Unión Soviética, de ningún modo era pro soviético. Condenó la “completa supresión de la libertad individual y la libertad de expresión” que allí existía, y no dudo en seguir condenando la falta de voluntad de los soviéticos a la hora del desarme generalizado.

“No debemos cometer el error de culpar al capitalismo de todos los males sociales y políticos existentes, ni de suponer que la mera implantación del socialismo sería suficiente para curar los males sociales y políticos de la humanidad.”
El libro termina con la truculenta historia de lo que sucedió con el cerebro de Einstein después de su muerte. Pero ese tema ya lo traté en el otro post, y consideró más afortunado despedir este largo comentario de un libro tan interesante, con el siguiente párrafo referente a un discurso del genio de la física de 1931:

“Su sermón, basado en su visión humanista, versaba acerca de cómo la ciencia todavía no se había empleado en hacer más bien que mal. Durante la guerra, esta proporcionaba a las personas “los medios para envenenarse y mutilarse unas a otras”, y en tiempos de paz “ha vuelto nuestras vidas apresuradas e inciertas”. En lugar de constituir una fuerza liberadora, “ha hecho a los hombres esclavos de las máquinas, obligándoles a dedicar “largas y pesadas horas, casi siempre sin alegría, a su trabajo”. La preocupación por hacer mejor la vida de las personas normales y corrientes debería ser el principal objetivo de la ciencia. “Nunca olviden esto cuando reflexionen sobre sus propios diagramas y ecuaciones.”


EL PODER DE LA CIENCIA (2007) José Manuel Sánchez Ron

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Se trata de un libro que se asemeja a una enciclopedia no solo por su peso (más de 1000 páginas contando con las ilustraciones) sino por la rigurosidad y profundidad microscópica con la que trata el tema sobre el que versa: La relación entre la ciencia y el poder político, o tal y como reza el subtítulo, “Historia social, política y económica de la ciencia (siglos XIX y XX)”.

Al ser tan extenso y abordar tantísimos capítulos de la historia, algunos me han interesado más y otros menos, y muchos otros redundaban en unos detalles de verdadera investigación que solo puede resultar útil a un lector medio si se usa como libro de consulta. No obstante comentaré brevemente los más interesantes, y omitiré el resto así como otros que han sido comentados en otros post con ocasión de otros libros.

El primer capítulo trata sobre Napoleón, y el autor, concluye que verdaderamente Napoleón amaba las ciencias, sobre todo las ciencias exactas, como probablemente ningún otro político en la historia.

Las universidades y el estudio de las ciencias, y más concretamente “la institucionalización de las ciencias físico-químicas” es el objeto del segundo capítulo. Como aporte a la segunda edición del libro, hay una ampliación de lo tocante a España que siempre estuvo en desventaja con respecto al resto del mundo, con la honrosa excepción de Ramón y Cajal. Por otra parte, Sánchez Ron, piensa que el adelanto de EEUU con respecto al mundo vino por la inversión privada de la que se nutrieron las mejores universidades norteamericanas. No era el libro el sitio desde donde desarrollar un contra argumento a favor de la enseñanza pública frente a la privada, pero seguramente se podría haber resaltado otras virtudes en el área de la ciencia de la enseñanza estatal... Tan solo por sacarle algún defecto, porque el esfuerzo aglutinador y analítico de Sánchez Ron está fuera de toda duda, con nada más que hojear los cientos de datos y fuentes que maneja, la visión global que tiene, los gráficos y tablas para demostrar sus tesis… etc.

Darwin merecía un capítulo especial en el que no me extenderé porque ya he hablado de la evolución suficientemente en otras reseñas, pero sí debería decir que el relato que nos ofrece Sánchez Ron es muy ameno y sintetiza perfectamente lo que pasaba por la mente de Darwin cuando iba descubriendo su propia teoría. Al principio muy temeroso, pero después cada vez más combativo ante la reacción que suscitó su selección natural, sobre todo por parte de contraargumentos religiosos, aunque también los hubo científicos. El impacto en España y el famoso “juicio del mono” son tratados independientemente dentro del capítulo.

Scopes, el profesor que fue acusado de enseñar la evolución en 1926, en un colegio de Tennessee, fue finalmente condenado por violar la ley Butler, y aunque su veredicto fue revocado por un tecnicismo, el Estado de Tennessee no lo recurrió. La mencionada ley estuvo vigente hasta 1967, cuando fue revocada por el Tribunal Supremo del Estado. Pero los creacionistas volverían a la carga con la Ley 590, que esta vez provocó que fueran los evolucionistas los que acudieran a los tribunales. El tribunal falló a favor de los demandantes y en contra de la ley de Arkansas que proponía un “trato equilibrado” entre dos opciones que ellos entendían igual de científicas: el creacionismo y el evolucionismo. El tribunal dijo que la primera era una manifestación cristiana y que no podía tener cabida en las aulas. A este juicio se le llamó el “Scopes II”, pero la saga continuaría en 1985, 1999 y 2005. En la última intentona de asaltar las escuelas, el creacionismo contó con el apoyo del inefable George W. Bush y usó una nueva denominación: “diseño inteligente”.

Sánchez Ron cita un par de párrafos fantásticos de mi querido Gould, que provienen de su ensayo “La evolución como hecho y como teoría” (se puede consultar íntegramente gracias de nuevo a la página de sindioses.org):

“En vernáculo norteamericano, “teoría” suele significar “dato imperfecto”: parte de una jerarquía de confianza que va, en sentido descendente, de los hechos a la teoría, y de ahí a las hipótesis, y de éstas a la suposición. Así los creacionistas pueden argumentar (y lo hacen): la evolución es “solo” una teoría, y hoy existen intensos debates en torno a multitud de aspectos de esa teoría. Si la evolución es algo menos que un hecho y los científicos ni siquiera son capaces de ponerse de acuerdo acerca de la teoría, entonces ¿cómo vamos a tener confianza en ella? De hecho el presidente Reagan se hizo eco de esta argumentación ante un grupo evangélico de Dallas cuando dijo (en lo que espero que solo fuera retórica de campaña): “Bueno, es una teoría. Es sólo una teoría científica y en los últimos años ha sido puesta en tela de juicio en el mundo de la ciencia; esto es, la comunidad científica no piensa que sea tan infalible como lo fue en tiempos pasados”.
Bueno, la evolución es una teoría. Es también un hecho. Y los hechos y las teorías son cosas diferentes, no escalones de una jerarquía de incertidumbre creciente. Los hechos son los datos del mundo. Las teorías son estructuras de ideas que explican e interpretan los hechos. Los hechos no se marchan mientras los científicos debaten teorías rivales para explicarlos. La teoría de gravitación de Einstein reemplazó a la de Newton, pero las manzanas no se quedaron colgando del aire pendientes de este resultado. Y los seres humanos evolucionaron, a partir de antepasados simiescos, ya fuera por medio del mecanismo propuesto por Darwin o por algún otro, aún por descubrir.”

La ciencia médica, la mujer en la ciencia, la física nuclear y la mecánica cuántica son los siguientes capítulos que se abordan con demasiado detalle científico e histórico como para ni siquiera comentarlos aquí.

Y si Darwin fue un capítulo obligado, también tenía que serlo Einstein, del que ya he escrito alguno recientemente en otro post. Lo novedoso que aporta Sánchez Ron, a mi modo de ver, es que idealizó el judaísmo como una religión laica, cuyos dioses y rituales se hacían por costumbre pero sin verdadero peso existencial. Me parece que esa forma de intentar defender su posición política era más un deseo que una observación mínimamente objetiva: a Einstein le hubiese gustado que el judaísmo hubiese sido así, porque eso le haría más fácil apoyar a los judíos en su causa, haciendo compatible el monoteísmo judaico con su pseudo-religión panteísta. Otro hecho no tan conocido es la cátedra que se le ofreció a Einstein en Madrid y que no pudo materializarse por culpa de la situación política previa a la guerra civil. Sánchez Ron analiza con brillantez las reacciones de los medios y la clase política española a todo aquel asunto.


LA CIENCIA AL SERVICIO DE LA GUERRA

El libro se pone más interesante cuando le llega la hora a la relación de la ciencia con la guerra. En el caso de la primera guerra mundial está claro, como indica el nombre del capítulo 8, que la ciencia se puso al servicio de la guerra. Muchos avances estaban siendo ignorados, pero con la guerra se decidió invertir en ellos apresuradamente para incorporar las posibles ventajas que pudieran suponer frente al enemigo (como la radio, que tan solo cuando EEUU entró en guerra el Presidente Wilson ordenó “que todas las emisoras de radio (telegrafía sin hilos) del país pasasen a depender de la Armada. Mención especial merece el caso de la química, y más en una guerra que se la conoció como “la guerra de la química” por la novedad de introducir gases tóxicos en el campo de batalla. Fueron los alemanes los primeros en usarlos, aunque según Sánchez Ron, “franceses y alemanes también estaban realizando intentos en la misma dirección.”

Los alemanes buscaron inicialmente gases irritantes no letales, porque así pensaban que no violarían las prohibiciones de usar gases tóxicos que estaban escritas en la Convenciones Internacionales de La Haya. Después los aliados contraatacaron desarrollando el mismo tipo de armamento, que se podría resumir en 4 categorías: 1) Gases nocivos cuando se respiran (cloro). 2) Gases venenosos que son venenosos únicamente en concentraciones muy elevadas, pero que irritan los ojos cuando se presentan en cantidades pequeñas. 3) “El tercer grupo, que se componía en su mayoría de arsénico, se desarrolló poco durante la guerra. Sin embargo su eficacia era mucho mayor”. 4) El gas mostaza: “En realidad se trata de un líquido, cuyo vapor, además de ser venenoso cuando se respira, produce ampollas en cualquier parte de la piel con la que entra en contacto. Su evaporación es tan lenta que los terrenos contaminados continúan siendo peligrosos durante una semana.”

Tras unas cuantas tablas que relacionan los usos de las armas químicas y sus efectos, en las cuales queda claro que todos echaron mano de ellas y no siempre fueron los alemanes los que más invirtieron en su desarrollo, Sánchez Ron aclara que su uso no fue un factor determinante en la guerra, entre otras cosas porque se usaron como forma de confundir, no como medio para decidir una batalla, y además pronto se idearon protecciones como las máscaras anti-gas.

Por cierto, España no fue una excepción en el uso de gases tóxicos. Concretamente en 1923 comenzaron a lanzar gas mostaza sobre el Rif (Marruecos), gas que venía de Francia y en mayor medida de la propia Alemania.

¿Pero qué consecuencias sociopolíticas y económicas tuvo la guerra en la comunidad científica internacional? Pues fue desastrosa, porque antes de la I Guerra Mundial dominaba un clima de internacionalismo, donde unos científicos colaboran abiertamente con otros de otras nacionalidades y culturas. La ciencia del momento parecía un oasis dentro de un clima donde los nacionalismos cobraban fuerza a pasos agigantados. El paradigma de este sentir sería la institución de los Premios Nobel, y en concreto el Premio Nobel de la Paz que debía otorgarse:
“A la persona que haya promovido más o mejor la fraternidad de las naciones y la abolición o disminución de los ejércitos permanentes y la formación y aumento de los Congresos de Paz.”
Ante estas palabras, me pregunto si tantos premiados con el mencionado galardón se lo merecían realmente, y pienso concretamente en el último, el presidente de EEUU Obama, que también es el Comandante en Jefe de las fuerzas armadas más grandes y agresivas del mundo. Creo que este premio a veces se otorga no por el pasado de sus candidatos, sino por el futuro que esperamos de ellos. Es una especie de premio para estimular la reinserción de los belicosos. Ya que no hay realmente gente de poder que se lo merezca, premias a los menos malos con la esperanza de que al verse ganadores del premio, se vean forzados a actuar para no tener que devolverlo. Lo que da pena de verdad es pensar que quizás esta estrategia sea la más pragmática.

El caso es que este clima de hermandad científica supranacional quedó quebrado con el advenimiento de la Gran Guerra, y en concreto por el manifiesto de los 93 donde los grandes científicos alemanes se unieron para imbuirse del creciente nacionalismo y defender la causa de su gobierno, exculpándolo del inicio de la guerra. Es cierto que se intentó un contra-manifiesto, el manifiesto a los europeos, pero con escasa aceptación entre los científicos, apenas tres entre los que se encontraba Einstein. Einstein y Bertrand Russell constituían básicamente en aquellos entonces la minoría no beligerante, y Russell tuvo que pagarlo con la cárcel.

Antes de la II Guerra Mundial el mundo académico alemán se tambaleaba por la ola de antisemitismo, y como consecuencia del mismo muchos tuvieron que emigrar. El autor analiza cómo fueron recibidos esos inmigrantes científicos en el resto del mundo, por ejemplo en EEUU, donde a pesar de suponer un respiro el antisemitismo no estaba ausente, es más, era según Sánchez Ron, “un sentimiento frecuente en el mundo académico americano anterior a la segunda guerra mundial”.

En este punto el autor entra a rebatir una interesante tesis de Samuel Goudsmit, científico norteamericano encargado de reclutar a científicos alemanes, antes de que lo hicieran los rusos. La tesis de Goudsmit sostiene que si los norteamericanos llegaron antes a la bomba atómica se debe a una relación positiva que existe entre ciencia y democracia, y por el contrario, a una relación negativa que existe entre ciencia y fascismo. Así, no solo el hecho de que las eminencias científicas judías como Einstein tuvieran que abandonar Alemania, terminando precisamente en su mayoría en EEUU, sino que además los pocos científicos que se quedaron estuvieron nazificados hasta el extremo de pensar que había un tipo de física aria (Deutsche Physik), en la que se debía invertir, y otro tipo de física no aria, que no merecía la pena y que era obra de judíos. Todo ello mermó las posibilidades de los científicos alemanes.

Sánchez Ron opina que no son ciertas las hipótesis ni la conclusión. No es cierto que hubo una desbandada total de científicos en Alemania; la elite mayoritariamente tuvo que emigrar, pero se quedaron también muchos de los grandes. Y tampoco es cierto que el éxito de la nazificación de la ciencia fuese tan grande; además conforme avanzaba la guerra las cuestiones sobre la influencia judía en la ciencia pasaron a segundo plano, primándose la producción de armamento. Con respecto a la bomba atómica, los alemanes tenían algunos proyectos que trataban específicamente tal posibilidad, pero lo veían como una carrera a largo plazo, algo que desarrollar en la post-guerra, porque ya estaban ganando en 1941, y no creían que la guerra pudiese durar mucho más. Para cuando hubiesen podido ponerse a trabajar en serio sobre la cuestión nuclear, ya estaban debilitados y con demasiados frente que atender. “Por el contrario, la gran maquinaria productiva estadounidense encontró en la contienda un aglutinante hacia el que dirigir sus imponentes posibilidades.” Si a ello le añadimos que los científicos alemanes actuaban con una autonomía que rayaba en la competencia de unos con otros, mientras que en EEUU reinaba un clima de colaboración interdisciplinar y gestionada más centralizadamente, tenemos la explicación al éxito norteamericano en el tema nuclear, sin necesidad de recurrir a platónicas relaciones entre democracia y ciencia.

Una de las conclusiones de Sánchez Ron es que la comunidad científica alemana no puso demasiada oposición al régimen del Tercer Reich cuando éste ascendió al poder. Nuevamente la tesis de Chomsky sobre el intelectual al servicio del poder, parece corroborarse, y que según Sánchez Ron existió cierta “ductilidad de los criterios éticos de la científicos”:

“Algunos podrían decir que esa ductilidad ética se ve favorecida por la presión introducida por un estado totalitario. Es posible, pero son demasiados ejemplos –anteriores y posteriores al Tercer Reich- de científicos de estados democráticos realizando investigaciones cuyos resultados no favorecen ciertamente el mito de la ciencia como una actividad éticamente independiente de la política, como para aceptar sin más esta fácil y agradable escapatoria.”
La conclusión del autor español sobre la toma de posiciones de los científicos, como colectivo, no considerados individualmente, es que han sido pocas las ocasiones en las que se han puesto de acuerdo: Las dos guerras mundiales y el socialismo científico que surgió en Inglaterra (ver pag. 782).

Sea como fuere, el caso es que los norteamericanos lanzaron las bombas atómicas y dos son los argumentos que se han esgrimido para ello. El primero era que salvaría medio millón de vidas americanas, aunque después de desclasificar algunos documentos se ha podido comprobar que la cifra que se barajaba era de 50.000. El segundo era que las bombas no eran precisas realmente para terminar, pero sí para lanzarle una advertencia a la URSS, de que EEUU era un enemigo serio a quien respetar. Aunque quizás un tercer argumento sea más esclarecedor, y es el de que no se puede contener a los perros de la guerra, una vez se les ha entrenado para morder. Tal y como decía Leslie Groves, alto mando para el Proyecto Manhattan, al principio no tenían intención de usar la bomba atómica hasta que el Proyecto Manhattan empezó a absorber tanto esfuerzo y presupuesto:

“Según pasaba el tiempo, al ir invirtiendo más y más dinero y esfuerzos en el proyecto, el gobierno se convenció cada vez más de que era necesario utilizar la bomba”.
Algunos de los científicos norteamericanos que participaron en el Proyecto Manhattan, intentaron avisar al Presidente Truman de la futura carrera armamentística que tendría lugar si decidía tirar la bomba atómica. Pero su aviso, a través del informe Franck, tendría el mismo efecto que la carta que escribió Einstein al Presidente Roosevelt conteniendo la misma advertencia: nunca llegó a su destino. Más tarde Oppenheimer, el padre de la bomba atómica, pasaría a formar parte de los científicos que se oponían a investigar la bomba de hidrógeno, y ello junto con sus amistades izquierdistas del pasado, le supuso estar en el punto de mira de la caza de brujas de McCarthy (de 5 millones de personas que fueron investigadas por el FBI, no existían historiales sospechosos en el 99,5%, según Sánchez Ron).

El peligro de la militarización de la ciencia fue advertido desde el principio. En EEUU algunos científicos pusieron el grito en el cielo, pero fueron solo los de mayor renombre, los jóvenes eran seducidos con plazas y trabajos bien pagados. Este peligro fue advertido nada más y nada menos que por el Presidente Eisenhower, militar en la II Guerra Mundial, que en su famoso discurso de despedida advertía sobre el peligro de la influencia que el complejo industrial-militar podía ejercer en los consejos de gobierno. Si estas palabras las hubiese dicho un intelectual antimilitarista, ya estaría siendo acusado de amante de las conspiraciones, pero lo cierto es que son palabras de una persona que estuvo al frente del mayor ejército del mundo:

“Esta conjunción de un inmenso instituto militar y de una gran industria bélica es nueva en la experiencia norteamericana. La influencia total –económica, política, espiritual incluso- se siente en cada ciudad. […] Nuestro trabajo, nuestros recursos y subsistencia están comprometidos; también lo está la estructura misma de nuestra sociedad.
En los consejos de gobierno debemos cuidarnos contra la adquisición de una influencia desproporcionada, buscada o no, por parte del complejo bélico-industrial. Existe y seguirá existiendo el potencial para el funesto ascenso del abuso del poder.
Nunca debemos permitir que el peso de esta combinación haga peligrar nuestras libertades y procesos democráticos.”
En cuanto a la Unión Soviética, el autor se centra en su esfuerzo nuclear y tan solo menciona los logros que supusieron poner a trabajar a todo el pueblo para mejorar la agricultura y la industria a través de la colectivización. Pero una vez que se consiguió todo aquello:

“los “especialistas burgueses”, esto es, los científicos e ingenieros que aunque habían colaborado con el régimen bolchevique no participaban de sus valores, comenzaron a ser apartados de sus trabajos y perseguidos, buscándose en su lugar especialistas “rojos” que apoyasen sinceramente la ideología y políticas comunistas.”
Caso por ejemplo del horticultor Lisenko, que dijo poseer el secreto para mejorar la producción de cereales para la URSS. Lisenko estaba en contra de la evolución darwinista, ya que era lamarckiano. Y como eso estaba más próximo al ideal comunista de Stalin (denominado no sin razón, el verdugo de los científicos) que prefería creer que la naturaleza no estaba determinada por los genes sino por el esfuerzo colectivo que podía cambiar la naturaleza, Lisenko tuvo carta blanca y se le puso frente a un instituto de genética, cuando en realidad estaba en contra de todo lo que se sabía sobre esa ciencia por aquellos entonces. Sus inventos fueron un fracaso detrás de otro, pero fueron publicitados como éxitos porque daba la imagen del científico descalzo del pueblo, lejos de la burguesía o academicismo alguno.

El libro termina hablando de la revolución del ADN, de la responsabilidad que tenemos con la preservación del medio ambiente, y de la campaña de EEUU para usar defoliantes en la guerra de Vietnam. En principio tiraron folletos desde el aire para tranquilizar a los pobres campesinos vietnamitas de que ellos y sus hijos no sufrirían daños. De nuevo Bertrand Russell estaría en contra de este tipo de agresiones, y de nuevo el poder se saldría con la suya dejando esta vez a generaciones enteras con malformaciones debidas al uso del Agente Naranja.



ENLACES INTERESANTES
Discusiones científicas

EL MONO QUE LLEVAMOS DENTRO (2007) Frans de Waal

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Últimamente pienso que tengo una suerte prodigiosa con los libros que elijo para leer. “El mono que llevamos dentro” es la culminación de esta afortunada temporada de lectura, y lo es no solo porque la naturaleza de los primates sea intrínsecamente interesante, sino porque además sirve como espejo en el que los seres humanos nos podemos contemplar. El libro está aderezado en casi la totalidad de las páginas con múltiples ejemplos de conductas de primates, observadas en cautividad o en estado salvaje, y son resumidas, analizadas y amenizadas con los nombres propios de los sujetos; que si el chimpancé X humilló a la hembra Y, y entonces A castigó a X, etc… los nombres propios de los chimpancés y bonobos vuelven a aparecer una y otra vez como los personajes de una novela, y de esa forma uno se va enterando de las aptitudes y actitudes de estos animales que tanto se parecen a nosotros.

La tesis básica del libro se podría resumir en que la frialdad, la crueldad, el egoísmo, la fuerza bruta que reside en nuestros genes, es tan innata como la bondad y la solidaridad. Los protagonistas que encarnan estos dos polos son los bonobos, una especie de primate poco estudiada hasta hace poco, que representa el “mono bueno”, y el chimpancé que representa el “mono malo”. A Frans de Waal se le nota que está cautivado por los bonobos, ya que han sido la mayor parte de su investigación.




CAPÍTULO 1. NUESTRA FAMILIA ANTROPOIDE.


Cuando alguien comete un crimen lo acusamos de animal, y cuando un animal desarrolla un comportamiento moral o bondadoso nos invade la sorpresa, como si fuera algo anti-natural. En realidad en ninguno de los dos casos hay nada anti-natural. Somos capaces de lo mejor y de lo peor, precisamente porque los animales, (los animales sociales) son igualmente capaces de lo mismo. La bondad (no interesada, sin interpretación darwinista) forma parte de nuestra naturaleza tanto como la maldad. Nada indica que nuestra herencia animal tenga que ser negativa. Esta unión ha sido reforzada por evolucionistas que piensan que la única forma de triunfar es aplastar al débil así como por el lenguaje engañoso que usan (“gen egoísta”), confundiendo proceso con resultado (el “error de Beethoven” que más tarde comentaré). También porque aunque hubo una época en que se pensaba que el chimpancé era una criatura angelical y pacífica, lo más parecida al ser humano, pero después de estudiar su comportamiento con rigurosidad se descubrió que era violento y capaz de crueldades gratuitas e irracionales como las del ser humano. En cambio el bonobo, es un antropoide que emplea el sexo como medio de dirimir conflictos, las agresiones son muchos menos serias, y los signos de bondad son más frecuentes que en los chimpancés. Este carácter sexual y reconciliador, donde las hembras dominan es una clave transversal a lo largo del libro para analizar las relaciones de género de estos primates y por extensión del ser humano.

“El primer signo de empatía–llorar en respuesta al llanto de otro bebé- es, de hecho, más típico de las niñas que de los niños, y más adelante la empatía sigue estando más desarrollada en el sexo femenino que en el masculino. Esto no quiere decir que los varones carezcan de empatía o no necesiten el contacto humano, pero lo buscan más en las mujeres que en otros varones. Una relación a largo plazo con una mujer, como el matrimonio, es la manera más efectiva de alargar la vida para un varón. La otra cara de la moneda es el autismo, un desorden de la empatía que dificultad la conexión con los otros, y que es cuatro veces más frecuente en los varones que en las mujeres.”


En los bonobos, el poder lo ejercen las hembras, y lo hacen por medio de la solidaridad y alianzas entre ellas excluyen a los machos, siendo estos los objetivos de las pocas agresiones que se dan en la especie, y que se resuelven por lo general con el sexo. Las hembras son las que emigran y abandonan su comunidad (normalmente son los machos del reino animal) quedándose los machos a expensas de lo que sus madres (hembras alfas a mayor edad) quieran protegerles y hacerles subir en la jerarquía del grupo.
Frans de Waal reivindica la bondad como nuestra herencia animal, y critica el contexto científico y filosófico en el que aquella naturaleza diabólica del animal se vendió como la base de la naturaleza humana. Después de las atrocidades de la II Guerra Mundial, parecía que los humanos nos habíamos quitado la careta de la civilización y habíamos dejado ver la cara animal que subyace debajo del barniz de la cultura. El armazón intelectual que se centraba en la violencia como algo innato en la naturaleza humana se componía, según el autor, de etólogos como Robert Ardrey y Konrad Lorenz, biólogos como Richard Dawkins, e incluso cineastas como Stanley Kubrick… Es curioso como denuncia el recurso de la violencia en “2001”, cuando el hueso-arma se transforma en una nave espacial (una inocente y débil metáfora de la violencia que bien podría referirse al uso de herramientas) y obvia “La naranja mecánica”, que hace de la maldad innata su argumento central. También me ha resultado raro que no haya mencionado a Freud, valedor por excelencia de la pulsión de muerte y destrucción de la humanidad.
En cuanto a Ardrey y Lorenz podría estar de acuerdo, siempre que ambos hubieran dicho que la violencia era toda la herencia animal que llevamos dentro, excluyendo otros instintos más pacíficos. Lo desconozco, pero parece que simbolizaron en su momento esa apuesta por la violencia como elemento estructural del humano. Habrían contado una parte de la verdad. La otra, la que reivindica de Waal, la de la bondad innata (pero sin excluir la maldad), todavía no se conocía porque los malos tiempos por los que atravesaba la humanidad nos había hecho resaltar lo negativo frente a lo positivo.

LA CRÍTICA A RICHARD DAWKINS Y OTRAS VIEJAS POLÉMICAS CON LA POLÍTICA COMO TRASFONDO

Lo de Richard Dawkins no está tan claro. Para empezar el propio Dawkins piensa que Ardrey y Lorentz “estaban total y absolutamente equivocados”. Además, según de Waal, Dawkins publica su libro de “El gen egoísta” introduciendo un término engañoso. Así, los genes no pueden ser egoístas porque no tienen conciencia, y Dawkins estaría confundiendo proceso y resultado en lo que él llama “el error de Beethoven”: Beethoven compuso sus obras maestras de la música en un entorno sucio, maloliente y desordenado, incluso se le detuvo pensando que era un vagabundo (cuando era delito serlo), y a la gente le choca porque confunden el proceso con el resultado. Cabría esperar una ilustre e impoluta habitación merecedora de la novena sinfonía, pero no fue así. A los evolucionistas (así los llama él, aunque él mismo es partidario de Darwin y la evolución) como Richard Dawkins, les sucede lo mismo con la selección natural y los sujetos que resultan de ella. La selección natural es algo que a nuestros ojos resulta bastante cruel, pero sería un error concluir que nosotros como producto de ella, tengamos que actuar también de manera cruel o seamos en el fondo crueles, y solamente crueles, por naturaleza. Aunque los evolucionistas no defienden una sociedad humana basada en la ley del más fuerte, relegan el altruismo y la moral a una excepcionalidad de la naturaleza humana, un barniz cultural al que se debe recurrir cuando la llamada de la naturaleza (egoísta) sale a flote. Una excepcionalidad que solo el homo sapiens ha podido construir artificialmente.

Así pues, la crítica a Richard Dawkins es doble. Por un lado se le acusa de usar un lenguaje engañoso que ha servido para que políticos ultraconservadores de aquella época, como Reagan y Thatcher, tuvieran una base biológica sobre la que aplicar sus políticas económicas y morales que despreciaban a los más desfavorecidos. Por otro lado se le acusa de engrosar su libro con el término egoísmo y tan solo al final (casi a modo de excusa) decir algunas líneas sobre lo trascendente de la moral humana que se sobrepone a la naturaleza cruel que llevamos dentro, negando la bondad natural al silenciar su presencia y centrarse tanto en el egoísmo.

La verdad es que no entiendo cómo puede desagradarle tanto las tesis y el lenguaje de Dawkins en este primer capítulo y aceptar tan tranquilamente la conveniencia de las jerarquías y la falsedad del igualitarismo genuino en el siguiente capítulo. He leído a Richard Dawkins y publiqué un post sobre su libro “El espejismo de dios”. También he visto sus documentales y puedo decir que esa crítica política que le hace Frans de Waal no es acertada. No he leído “El gen egoísta”, aunque sí las puntualizaciones posteriores de Dawkins a las críticas de su polémico concepto en “El espejismo de dios” y en algunos documentales. De hecho Frans de Waal es invitado en el documental “El quinto primate”, tercer episodio de la serie “El genio de Darwin” en donde podemos observar que la polémica no es más que las dos caras de una misma moneda. Dawkins habría subrayado una, y de Waal la otra, pero no hay razones ni científicas ni políticas para suponerle a “El gen egoísta” ni la maldad innata ni una ética despiadada.



LA DECLARACIÓN DE INTENCIONES DE DAWKINS













EL DEBATE ENTRE DAWKINS Y DE WAAL



En el único libro que he leído de Dawkins, “El espejismo de dios”, se vuelve aclarar por enésima vez algo obvio que se deduce de la semántica de las palabras. Deja bien claro que cuando habla de gen egoísta aplica el término egoísta… ¡a los genes y no a los seres humanos!Él mismo habla de metáfora. El término podría ser tan engañoso como la expresión “el mono que llevamos dentro”, que no deja de ser otra metáfora. Al principio pensé que quizás Dawkins hubiese guardado silencio sobre las manipulaciones del darwinismo social de la derecha, siendo así sospechoso de compartir o sustentar esa agenda política. Y como el libro “El espejismo de dios” se publica en 2006, un año después que “El mono que llevamos dentro”, las críticas de Frans de Waal podrían estar justificadas. Pero no es así. Dawkins inicia su documental de 1985 “Nice guys finish first”, respondiendo a las malinterpretaciones de su libro “El gen egoísta” y en particular a la derecha que lo ha usado para justificar el darwinismo social y su política económica de libre capitalismo y libre mercado. De hecho dos años más tarde, añade un capítulo al libro con el mismo título que este documental, y confiesa que votaba al partido socialista, y al menos en sus libros más recientes (ver capítulo 6 de “El espejismo de dios”) defiende la idea de una moral innata humana, además de otras cuestiones como el ateísmo, los derechos de los gays y también de los animales, que no son para nada ultraconservadoras. Aunque puedan contener algunas reflexiones políticas (sobre todo religiosas), los libros de Dawkins son de biología. Sus protagonistas son los genes y los procesos evolutivos, no las personas ni sus políticas económicas.


Creo que lo que le sucedió a Frans de Wall es que estaba harto de esa premisa académica, esa ola de pensamiento que hace varias décadas solo veía lo negativo de nuestra naturaleza animal, y ha querido ver en el término “gen egoísta” una contribución tanto al pensamiento político de la época, como al pensamiento científico que excluía la naturaleza bondadosa del reino animal. Pero ni lo uno ni lo otro es cierto. Dawkins publica en aquella época porque creció en ella, pero su ideología no tiene nada que ver con ella. Aquí es Frans de Waal quien incurre en el error de Beethoven, al colegir que quienes defienden que el egoísmo haya sido una fuerza de cambio evolutiva, apoyan las políticas egoístas de quienes casualmente gobernaban en aquel momento.


Aunque no los clasifica como tal, a estos efectos de Waal habla de dos clases de altruismo: el interesado y el desinteresado. El interesado es cuando habla de lo de prestar ayuda a un vecino para mover su armario (altruismo recíproco). El desinteresado es que cuando se ayuda a alguien en el que no existe ningún interés recíproco ni vinculación genética. De Waal se queja de que en el pasado la mayoría de los científicos siempre veían a un interesado escondido detrás, como si no existiera un autentico altruismo. Pero en realidad cuando se nos habla de conductas auténticamente altruistas, al menos yo no pienso que los animales sean taimadamente egoístas ni fríos calculadores con visión de futuro, que hacían algo esperando algo a cambio más tarde, lo que interpreto es que los genes que han logrado reproducirse han sido aquellos correspondientes a conductas beneficiosas para el individuo. Así que al final, todas esas conductas han resultado exitosas en términos evolutivos, todas han revertido en la especie o en el individuo, y por tanto todas pueden ser calificadas como de egoístas. Y todo ello sin necesidad de que ningún animal engañara conscientemente. Ni Richard Dawkins ni nadie que yo sepa, habría propuesto algo semejante.


VIEJAS POLÉMICAS CON LA SOCIOBIOLOGÍA


El problema de la polémica Frans de Waal-Richard Dawkins es que las acusaciones del primero son sobre décadas pasadas, periodos de tiempo muy largos en lo que existía un cambio científico sobre la percepción de nuestra naturaleza.

¿Por qué disculpar los errores de Desmond Morris porque “en aquellos días se sabía tan poco de los bonobos” (p. 94) y no disculpar los supuestos errores de Richard Dawkins? Creo que la respuesta está en las posiciones políticas que el autor le supone a Dawkins. No hay que olvidar que estas polémicas vienen de muy lejos, allá por la década de 1970, cuando se formaron dos grupos antagonistas, los partidarios de la sociobiología y los contrarios a ella. En el origen de la polémica estaba Edward O. Wilson, un estudioso de las hormigas que en un capítulo final de su libro sugirió la posibilidad de aplicar esta nueva ciencia al estudio del comportamiento humano. En realidad no era una nueva ciencia, sino una combinación de otras que ya existían. La sociobiología encontraba bases biológicas para algunos comportamientos animales, y según sus detractores pecaba de determinismo genético, y lo más peligroso; parecía sugerir que estábamos programados para el atropello del más débil. Muchos pensaron que si esto era así, los criminales y los poderosos podrían encontrar algún tipo de justificación, ya que estarían actuando conforme a su naturaleza, siendo lo anti-natural legislar para proteger a los más desfavorecidos. Algunos científicos de izquierdas como Stephen Jay Gould reaccionaron formando un grupo en contra de la sociobiología, en donde parece que se ubica también de Waal. Richard Dawkins se alineó con Wilson. De aquellos barros salieron estos lodos.

Y nos adentramos ya en terreno resbaladizo de las intenciones políticas. Se supone que los partidarios de la sociobiología eran de derechas y sus críticos de izquierdas, pero esto es relativo, pues Wilson se confesaba demócrata y Dawkins, como hemos visto antes, es más bien de izquierdas y se opuso vehementemente a la guerra de Vietnam cuando enseñaba en California. Desconozco si Wilson tenía una taimada intención política al escribir sus libros. Personalmente no me gusta un pelo lo de “biologizar la ética” y otras atrevidas expresiones políticas. Pero también es cierto que filosóficamente se enfrentaban a otros sectarios que aseguraban que cuando nacíamos éramos una tabla rasa, lista para ser moldeada. No incluyo a Gould dentro de estos últimos, pero tampoco a Dawkins. Podríamos decir que el libro “No está en los genes” es la respuesta oficial de los científicos de izquierdas, y allí, aparte de simplemente alguna expresión desafortunada o políticamente incorrecta, lo único que se puede encontrar cuando buscas los nombres de Dawkins y Wilson son manipulaciones de la extrema derecha y comparaciones con autores anteriores.

Pero hay un aspecto netamente científico que tampoco me gusta de la sociobiología, y es que su hija, la psicología evolutiva, siempre me ha parecido muy interesante pero altamente especulativa: aquello de que todo comportamiento tiene una razón evolutiva que le ha permitido subsistir, todavía puedo aceptarlo, pero que nosotros seamos capaces de averiguarlo lanzando hipótesis a diestro y siniestro sobre las que construimos nuestros castillos de arena sin pruebas fehacientes, eso nunca me ha resultado muy científico. Es creativo e interesante como teoría, pero está muy lejos de ser algo científico como lo es la teoría de la evolución gracias al registro fósil y a la genética. John Dupré también se muestra crítico con la psicología evolutiva. Si la sociobiología se basa en el mismo razonamiento pierde credibilidad, pero los críticos de la sociobiología se centran más en el aspecto político que en el metodológico.

El tiempo parece confirmar que Wilson no era ningún radical político, y que cuando se calmaron las aguas, la sociobiología se ha seguido desarrollando sin mayores problemas. No hubo consecuencias políticas y los temores iniciales de los científicos de izquierdas se han ido diluyendo. De hecho si Gould actuó tan enérgicamente contra Wilson, y quizás más justificadamente contra los autores de “La curva de Bell”, fue debido a sus propias convicciones políticas de que “el propósito de la ciencia crítica es promover el socialismo, que es la única forma justa de gobierno”. Wilson se vio inmerso en una contienda política que no se esperaba para nada.






LA VIOLENCIA DEL CHIMPANCÉ

Y en cuanto a la ocultación de la naturaleza bondadosa en el reino animal, sería una acusación que se le podría hacer al propio de Waal y a todos los científicos de la época, ya que en los tiempos posteriores a la II Guerra Mundial y ya dentro de la Guerra Fría, donde nadie contemplaba ni descubría otra cosa que la ley del más fuerte, donde existía unanimidad científica en torno al tema de la naturaleza cruel del hombre y del animal, ¿quién puede decirse que ocultaba información si todavía no estaba en el horizonte científico de la época? ¿Quién silenciaba la bondad en los chimpancés si se imponía la teoría del mono endemoniado (o mono asesino) en la primatología, para consternación de Jane Goodall?
Con el descubrimiento del lado oscuro del chimpancé y su expulsión del paraíso, Rousseau abandonó la escena y Hobbes entró por la puerta grande. La violencia antropoide seguramente significaba que estamos programados para ser implacables. Al combinar esta idea con la afirmación de los evolucionistas según la cual somos genéticamente egoístas, todo cuadraba. Ahora teníamos una visión coherente e irrefutable de la humanidad: contemplamos al chimpancé y veremos la clase de monstruo que en realidad somos.

Así pues, los chimpancés reforzaron la idea de una naturaleza humana malvada, a pesar también de que podrían haberla contradicho. Después de todo, la violencia chimpancé está lejos de ser un hecho cotidiano: a los científicos les llevó décadas observarla.”


Y continúa refutando la importancia de la violencia en la conducta del chimpancé:
Pero, a la hora de debatir cuán agresivos somos nosotros como especie, el comportamiento del chimpancé es solo una pieza del rompecabezas. La conducta de nuestros ancestros inmediatos sería más relevante. Por desgracia hay enormes lagunas en nuestro conocimiento de ellos, sobre todo si intentamos ir más de diez mil años atrás. No hay evidencias de que siempre hayamos sido tan violentos como en los últimos milenios. Desde una perspectiva evolutiva, unos cuantos miles de años no es nada.

Durante los millones de años previos, nuestros ancestros podrían haber llevado una existencia relajada en grupos pequeños de cazadores-recolectores que tenían pocos motivos de pelea, dada la escasa población del mundo por entonces. Esto no habría impedido en absoluto que conquistaran el globo. A menudo se piensa que la supervivencia del más apto implica la eliminación del menos adaptado. Pero uno también puede ganar la carrera evolutiva si posee un sistema inmunitario superior o es más eficiente a la hora de encontrar alimento.”


Además, esa idea de que la violencia del chimpancé formaba parte importante de nuestro pasado evolutivo podía haberse visto contrarrestada por los estudios sobre bonobos que representarían la otra cara del ser humano, la cara positiva, tierna y reconciliadora, aunque por varias cuestiones como el idioma de publicación así como el carácter hipersexual de los bonobos, impidieran que entraran a jugar un papel importante en el debate.

“El poder de la teoría del mono asesino solo comenzó a debilitarse con la aparición de nuestro otro primo. Los bonobos actúan como si nunca hubieran oído hablar del asunto. Entre los bonobos no se producen guerras a muerte, apenas cazan, los machos no dominan a las hembras, y hay mucho, mucho sexo. Si el chimpancé representa nuestra cara diabólica, el bonobo es nuestra cara angélica. Los bonobos hacen el amor, no la guerra. Son los hippies del mundo primate. Los científicos se sentían más incómodos con ellos que una familia de los años 60 del pasado siglo con la vuelta a casa de su oveja negra de largas greñas, equipado con su maceta de marihuana: apagaron las luces y se escondieron bajo la mesa con la esperanza de que el huésped no invitado se fuera.”


NO SE PUEDEN SACAR CONCLUSIONES… PERO LAS SACA.


Al final del capítulo Frans de Waal aclara dos importantes puntos a tener en cuenta para la lectura del resto del libro. El primero es que aunque usa experiencias propias para explicar, amenizar y teorizar sobre sus conductas, “existe todo un cuerpo de literatura académica” que respalda la mayoría de sus afirmaciones.

Lo segundo es que es prácticamente imposible asegurar que conducta es innata o aprendida y por tanto no pretende ilustrarnos sobre nuestros instintos partiendo de los de los primates, sino comparar las maneras en las que unos y otros “tratan problemas mediante una combinación de tendencias naturales, inteligencia y experiencia”. Esto, que pudiera parecer una prudente autolimitación a la hora de comparar conducta animal y conducta humana, en realidad no es tal. De Waal solo se autolimita a la hora de sacar conclusiones sobre la naturaleza intrínseca del animal y del humano, pero pasa con una facilidad pasmosa de una conducta a la otra. Al fin y al cabo en eso consiste su libro, tal y como dice en su nota de agradecimientos, es “un libro que compara directamente los comportamientos de seres humanos, chimpancés y bonobos”. El problema es que al comparar constantemente una trifulca entre chimpancés con la guerra de Irak, o una agresión de un macho a una hembra con la violencia de género, o las relaciones entre poder y sexo con el escándalo de Monica Lewinsky, o la eliminación de las crías con el infanticidio humano, lo quiera o no lo quiera, está sugiriendo lo que tenemos en común con esos animales, y más concretamente lo que tenemos en común con su naturaleza. Insiste en que no se puede afirmar nada sobre lo innato, pero ¿a qué otra conclusión se puede llegar con tales comparaciones? Al igual que acusaba a Dawkins de cubrirse las espaldas con algunas frases al final de su libro pero desarrollar tesis contrarias en el grueso del mismo, él hace algunas advertencias al principio del suyo que le dan patente de corso para cumplir con la finalidad de facto del mismo: comparar las naturalezas de primates y humanos. Lo dice con otras palabras, pero viene a ser lo mismo:


“Este libro explora los fascinantes e inquietantes
paralelismos entre el comportamiento primate y el nuestro, con igual
consideración para lo bueno, lo malo y lo desagradable.”
CAPÍTULO SEGUNDO: PODER- MAQUIAVELO EN NUESTRA SANGRE.

La sed de poder es fundamentalmente masculina, aunque ellas también compiten. Para los machos en general implica mayores acoplamientos. Para las hembras significa mayores recursos alimenticios. Para los machos se traduce en una competencia permanente, y el consecuente peligro de de ser permanentemente retados y destronados, por ello se suele dar el perfil de machos alfa nerviosos y paranoicos que “no aprecian la diferencia entre un desafío auténtico y una conducta neutra por la que no deberían inmutarse.”

Mientras que los machos buscan aparearse con muchas hembras, esta conducta no tiene sentido para las hembras que se limitan a buscar calidad frente a cantidad (en este punto Frans de Waal comete el desliz de olvidar la ventaja evolutiva de una paternidad compartida, al que atenderá más tarde en la página 119).

La jerarquía entre los machos chimpancés se impone por la fuerza y la conquista. Las hembras se clasifican por su edad y tan solo actúan como mediadoras o incluso ponen a raya los abusos de los machos si están en cautividad. En cambio en el caso de los bonobos las hembras, ya estén en cautividad o en libertad en la naturaleza, siempre se imponen a los machos por medio de sus alianzas. Aunque los bonobos sean una sociedad de poder femenina, según de Waal los machos bonobos se puede decir que son más felices, porque viven más y mejor que sus compañeros chimpancés, sin estrés y sin morir en numerosas peleas.
“Estas diferencias entre los sexos surgen pronto. En un estudio canadiense se invitó a niños y niñas de 9 y 10 años a practicar juegos que medían la competitividad. Las niñas eran reacias a quitarle juguetes a los otros a menos que fuera la única manera de ganar, mientras que los niños reclamaban juguetes para sí con independencia de cómo afectara esto al resultado del juego. Las niñas competían solo si era necesario, mientras que los niños parecían competir por competir.

Pero el poder tiene sus paradojas. Resulta que cuanto más clara es una jerarquía más estable resulta, y al final la fuerza es la debilidad, porque tarde o temprano el macho líder tendrá que enfrentarse a coaliciones contra su dominio. El autor lo compara nada menos que con EEUU, que a pesar de ser la potencia militar y económica, ello no le garantice su inclusión en coaliciones ganadoras. Esto se debe a la teoría de las coaliciones vencedoras mínimas: si alguien pretende ocupar el lugar de EEUU, formará coaliciones que no sean muy grandes para que no se diluya el poder entre todos, pero tampoco muy pequeñas para que puedan perder, porque la intención es ser el líder dentro de esa coalición. Termina el ejemplo con el reto diplomático de Francia, Alemania, Rusia y China en el consejo de Seguridad de la ONU con motivo del abandono del consenso por parte de EEUU.

Con todo eso, las jerarquías y la “voluntad de poder” es algo que siempre ha estado con nosotros, y lejos de querer desterrarla confiesa que no podríamos vivir sin ellas. Me pregunto por qué esta aceptación de lo peor de nuestra naturaleza es razonable, y la de Wilson y la sociobiología no. Supongo que el énfasis de Frans de Waal es que una vez conocida, se rehusó dar publicidad a la bondad animal.

“En aquellos días se suponía que los estudiantes debíamos ser antisistema, y mi melena hasta los hombros así lo denotaba. Considerábamos que el poder era diabólico y la ambición ridícula. Pero mis observaciones de los antropoides me obligaron a abrir mi mente para contemplar las relaciones de poder no como algo malo, sino como algo profundamente arraigado. Quizá la desigualdad no pudiera despacharse como un producto del capitalismo sin más. […] La gente creía que si lo deseábamos de veras, podríamos librarnos de tendencias arcaicas como los celos, los roles de género, la propiedad material y, sí, el deseo de dominar. Ajenos a este ideario revolucionario, mis chimpancés exhibían las mismas tendencias arcaicas […] Eran celosos, sexistas y posesivos, simple y llanamente.”


Y es que no deja de ser otra paradoja que para el autor el igualitarismo genuino no exista, ni siquiera en aquellos pueblos como los navajos, los hotentotes, los pigmeos mbuti, los kung san, los inuit y otros. Estos pueblos son la única prueba viviente (o reciente) de que quizás no siempre hubo una jerarquía. Pero el autor parece desecharlo con una facilidad pasmosa si tenemos en cuenta que se escandalizaba en el capítulo anterior por el adjetivo de egoísta en la conducta de los primates, así como su negativa a aceptar el altruismo como un engaño. Estas situaciones idílicas sin violencia, ni competencia ni jerarquía (como la un prado donde leones y corderos duermen juntos) son insostenibles desde una perspectiva biológica:

“En algún punto, el interés egoísta asomará su fea cabeza; los predadores querrán llenar sus estómagos vacios y la gente peleará por los recursos. El igualitarismo no se basa en el amor mutuo y menos aún en la pasividad. Es una condición mantenida activamente que reconoce el universal anhelo humano de controlar y dominar. Los igualitarios no niegan la voluntad de poder; por el contrario, la conocen muy bien. Tratan con ella a diario.”


Pero ciertamente la más creativa paradoja que propone Frans de Waal, es que la democracia nace de la lucha, de las jerarquías. Se suele pensar que los humanos vivían originalmente en estado de caos y violencia, y que solo gracias a nuestro intelecto conseguimos sobreponernos a nuestra naturaleza animal y crear leyes y jerarquías que mantuvieran el orden y la paz. Sin embargo el autor propone justo lo contrario. Las jerarquías siempre existieron desde un principio, nunca existió un estado natural de anarquía pacífica. Los estados naturales en los que viven los primates así lo probarían. A partir de esa estabilidad que proporcionan las jerarquías fuimos capaces de nivelar y equilibrar el poder hasta llegar a la democracia, pero ésta nunca se nos regaló desde un principio, ni se nos robó de nuestro paraíso, simplemente es algo que hemos tenido que construir a partir de la violencia, algo por lo que hemos tenido que luchar frente a los poderosos:

“La ironía es que nunca habríamos llegado a este punto, ni desarrollado la necesaria solidaridad de base, de no haber sido animales jerárquicos de entrada.”


CAPITULO TERCERO: SEXO - KAMA SUTRA PRIMATE


En este capítulo se reafirma el protoganismo del bonobo, porque para este primateel sexo es una herramienta cotidiana de cohesión social, no solo como fórmula para limar asperezas o peleas, sino como forma de socializar, de la misma forma que nosotros nos damos la mano ellos practican sexo: machos con machos, hembras con hembras, jóvenes con adultos… Sin embargo no se trata de una orgía, “lo que vemos es una vida social sazonada con fugaces episodios de intimidad sexual”.

Existe un verdadero goce sexual que no está relacionado con la reproducción. En contra de lo que afirmaba Desmond Morris, ni el orgasmo ni la posición del misionero son exclusivas del ser humano, ya que se han observado en el bonobo, incluso el beso con lengua, la felación o el frotamiento o masaje genital.

En cuanto a la homosexualidad, Frans de Waal opina que en realidad no existe ningún animal que se pueda definir como exclusivamente homosexual, es decir, que practique únicamente el sexo con individuos de su propio género. Aunque entre ellos no se han visto eyaculaciones entre machos, ni penetraciones, los bonobos son muy promiscuos y mantienen relaciones homosexuales continuamente (sobre todo lésbicas), pero eso no les impide reproducirse con los individuos de su sexo contrario, son por tanto bisexuales si se les quiere aplicar el término. No profundiza en la explicación evolutiva de cómo ha podido sobrevivir la homosexualidad, pero afirma que los genes gays todavía no se han encontrado, y que los homosexuales se reproducen y han formado familias de toda la vida.

La única relación sexual excluida de la sociedad bonobo es el incesto. Aunque las crías piden frotamientos su madre, ésta en muy rara ocasión se los otorga, y cuando ya van siendo adultos se les niega categóricamente. Entonces los buscan con otras hembras jóvenes que nunca llegarán a ser sus hermanas, porque éstas, al hacerse adultas ya se habrán ido a otras comunidades porque son las hembras, y no los machos, las que abandonan la familia en la sociedad bonobo.

El infanticio tampoco existe en los bonobos, no así en muchas otras especies incluida la chimpancé. Los científicos tardaron una década en aceptarlo como estrategia para aumentar el éxito reproductivo masculino: cuando un nuevo macho toma posesión de un harem mata a las crías del antiguo macho, para así hacer que las hembras entren de nuevo en celo y poder procrear con ellas y dejar la descendencia de sus genes. “Los animales no piensan en términos de procreación, pero actúan de maneras que contribuyen a la propagación de sus genes”. Esto se aplicaría incluso a los varones humanos:

“Está bien establecido, por ejemplo, que los niños tienen más riesgo de maltrato por parte de padrastros que de sus padres biológicos, lo que, al parecer, conecta con la reproducción masculina. […] El registro antropológico muestra que después de las guerras es bastante frecuente que los hijos de las mujeres capturadas sean asesinados. Así pues, hay buenas razones para incluir a nuestra propia especie en las discusiones sobre el infanticidio masculino.”


Y aunque es difícil atribuir hay ciertas comportamientos innatos al ser humano (tienen que ser universales y que se manifiesten tempranamente, como la risa y el llanto), sobre la sexualidad humana afirma que hubo un momento en el que la evolución tiró por otro camino, diferenciándose del resto de los primates, porque la estrategia reproductiva y de crianza necesitaba de ambos sexos para tener éxito. Lo que vale para ellos no vale para nosotros. Es cierto que algunas sociedades humanas han sido muy hedonistas y liberales en cuanto a la práctica del sexo…



“Pero ni siquiera las culturas sexualmente más tolerantes están libres de los celos y la violencia en respuesta a la infidelidad. En todas partes el acto sexual se efectúa en privado, y se tiende a ocultar la región genital. […] En la mayoría de las sociedades, el número de parejas sexuales es muy limitado. Aunque se acepte la poligamia, en realidad la gran mayoría de las familias está formada por un varón y una mujer. La familia nuclear es la piedra angular de la evolución social humana. […] No es accidental que en todas partes la gente se enamore, tenga celos, conozca alguna forma de pudor, busque la privacidad sexual, persiga una figura paterna además de la materna y valore los emparejamientos estables. La relación íntima entre macho y hembra que implica todo esto, que los zoólogos llaman vínculo de pareja, está implantada en nuestros huesos.”


Si fuésemos maliciosos podríamos darle a Frans de Waal con su propia medicina y preguntarnos qué intencionalidad política oculta tiene con estas afirmaciones… ¿estará en contra de la adopción por parte de gays y lesbianas? Simplemente se dedica a su trabajo de observación, y sería injusto y precipitado sacar conclusiones políticas, de la misma forma que yo creo que fue injusto y precipitado sacar conclusiones políticas de “El gen egoísta”.



CAPÍTULO CUARTO: VIOLENCIA – DE LA GUERRA A LA PAZ


Xenofobia y asesinato parecen unos términos ajenos a la conducta animal, y en concreto de los chimpancés, y sin embargo eso es lo que dice el autor. Los chimpancés montan cacerías y asesinan con especial saña y retorcimiento a sus congéneres de comunidades cercanas. Los tratan peor que a sus presas, no tienen ninguna empatía cuando se trata de una guerra. Esto se parece mucho a la dualidad nosotros-ellos que se establece en las guerras humanas, esa tendencia a deshumanizar al enemigo para que sea más fácil la agresión y su exterminación. En las guerras civiles, hermanos luchan contra hermanos, los que antes pertenecían a una misma comunidad y habían jugado desde pequeños ahora se aniquilan. Esto también sucede en comunidades de chimpancés. Según el autor parece que todo se debe a unos resortes que se activan en ambas especies cuando sale a flote la dicotomía entre intereses compartidos y intereses discrepantes, como por ejemplo el territorio.


En cuanto a la xenofobia, y adelantándome al último capítulo del libro, dice lo siguiente:

[...] ningún antropoide puede permitirse sentir lástima de todos los seres vivos todo el tiempo. Ello vale también para los seres humanos. Nuestro diseño evolutivo dificultad la identificación con los foráneos. Hemos sido diseñados para aborrecer a nuestros enemigos, ignorar las necesidades de la gente que apenas conocemos y desconfiar de cualquiera que tenga in aspecto distinto del nuestro. Aunque dentro de nuestras comunidades podemos ser altamente cooperativos, casi nos convertimos en otro animal cuando se trata de extraños.


¿Está la guerra en nuestro ADN? Está pregunta ya ha sido aclarada en parte cuando minimizaba la importancia de la conducta violenta del chimpancé, así que no repetiré los argumentos. Tan solo diré que Frans de Waal afirma que los indicios bélicos del ser humano que podemos encontrar en el registro fósil son muy recientes, que no tenemos pruebas de que nuestro ancestro común fuera tan violento como lo es al chimpancé, y que la guerra parece más una opción que un imperativo genético que debiéramos desarrollar permanentemente y con independencia del medio, para él la guerra surge cuando hay una razón, cuando hay intereses en conflicto.

Pero por encima de todo eso, lo que parece que está claro es que el humano hace algo que el chimpancé no puede, y es mantener la paz. La guerra es una excepción mientras que la paz es una constante social, tan usual como el comercio internacional, el matrimonio mixto o compartir agua potable, y esto lo hacemos con individuos de otras comunidades, algo que solo se ha podido observar en los bonobos. De Waal se pregunta si el hecho de que los bonobos hayan desterrado la xenofobia y la guerra se debe a que viven en un matriarcado. No es que vivan en una sociedad estrictamente igualitaria y pacifista, pues existen relaciones tensas entre vecinos por el territorio, pero dejan una puerta a la reconciliación. En los humanos esa ambivalencia también sucede, existe la guerra y las tensiones entre pueblos y naciones, pero también existen las alianzas, la mezcla de individuos y las relaciones pacíficas.


“Resulta que nuestro comportamiento intergrupal tiene similitudes tanto con los chimpancés como con el de los bonobos. […] Cuando se trata de relaciones intercomunitarias, superamos a nuestros parientes cercanos tanto el sentido positivo como en el negativo.”


Y una vez surgido el conflicto, cuando la paz ha fracasado, entre en juego lareconciliación y la resolución de conflictos. Esta habilidad parece que está más estudiada en primates que en humanos, y se les ha encontrado (a los primeros) la capacidad para pedir perdón, aventurándose el autor a decir que podría ser una capacidad innata de los animales sociales, que necesitan avanzar hacia el futuro dejando atrás el pasado. Un experimento con macacos de dos especies diferentes, una más violenta que la otra, le da pie a Frans de Waal para afirmar que la pacificación es una habilidad adquirida, algo cultural que se puede aprender y que no está limitada genéticamente, ya que el resultado de su experimento fue que los supuestamente más violentos y agresivos, aprendieron a reconciliarse y vivir en relativa armonía gracias a las “lecciones” que les dieron sus primos reconciliadores.

Analizándolo por sexos, parece que los machos son más guerreros. Pero esto tiene un pero, una vez surgido el conflicto los machos se reconcilian mucho más que las hembras, es decir, la actitud de las hembras es de prevención del conflicto, pero una vez surgido, el conflicto se resuelve por la actitud reconciliadora de los machos. Las hembras perdonan con más dificultad, e incluso simulan actitudes de reconciliación para vengarse, es decir, “hacen trampas” porque no ponen las cartas encima de la mesa. Esto nunca lo hacen los machos, si aparentan querer reconciliarse, es porque a continuación se reconcilian. La única habilidad reconciliadora que se les concede a las hembras es la mediación entre machos, pero no entre ellas. Esto referido a los chimpancés, porque con los bonobos ocurre justo lo contrario, los machos se reconcilian menos y las hembras más. En cuanto a los humanos, parece que Frans de Waal los asemeja más a los chimpancés, pero sin establecer ninguna conexión necesaria pues:



“La tendencia a reconciliarse es un cálculo político que varía con la especie, el género y la sociedad. Paradójicamente, la agresividad dice poco de la pacificación: el género más agresivo puede estar más dotado para hacer las paces que el género más pacífico.”


¿Cálculo político? Sí, porque la pacificación (la resolución de conflictos o la reconciliación) se busca solamente por el interés, por los fines compartidos.“Si se entierran las rencillas no es por amabilidad, sino para mantener la cooperación”. No puedo dejar de reiterar mi sorpresa ante lo que se me antoja como una incoherencia constante a lo largo del libro. No entiendo por qué la corriente científica que defendía el egoísmo, la división entre perdedores y ganadores, la inexistencia de un auténtico altruismo desinteresado, lo hacía mal, y de Waal que está diciendo justamente lo mismo, lo hace bien.

El proceso del chivo expiatorio consiste en encontrar algún culpable, y tiene que darse dos requisitos, la inocencia de la víctima y la liberación violenta de tensiones. En el hombre moderno consiste en difamar, demonizar, acusar y perseguir inapropiadamente. Y todo ello pesar de que en ocasiones nosotros somos los culpables, pero todo vale antes de asumir la culpa.



“Colóquense dos ratas en una rejilla de hierro a través de la cual se les da una descarga eléctrica, y en cuanto sientan el dolor se atacarán una a otra. Como la gente que se golpea el dedo con un martillo, las ratas no dudan en ‘culpar’ a algún otro.”


La relación entre superpoblación y agresividad se da muchas veces por sentada, pero de Waal, elaboró un estudio con macacos en donde pudo comprobar que la densidad no afecta en lo más mínimo a la agresividad masculina, no así en la femenina. En chimpancés, por lo general, la agresividad se reduce. En cuanto al ser humano, el autor menciona a Japón y a su propio país, Holanda, como ejemplos de países muy poblados y muy pacíficos. Y en sentido contrario, tanto Rusia como Colombia que poca densidad de población, padecen bastante violencia. La respuesta según él, está en la escasez de recursos, que añadida a la superpoblación sí que deriva en degradación miseria y violencia.

El despiadado pensamiento político de Malthus y el detestable darwinismo social que propició, obtiene lógicamente la condena del autor. Y tan solo con esa trasnochada preocupación en la cabeza tendría sentido que acusara de intenciones políticas a quienes, según él, son sospechosos de estar dentro de ese contexto de científicos inmorales que pertenece más al pasado que al presente. Comprendo el poder de la propaganda y la manipulación psicológica de las masas, cuando los políticos empezaron a usar el psicoanálisis para conocer los deseos escondidos de los ciudadanos, pero sinceramente… dudo que las conclusiones de una especialidad científica como la sociobiología lleguen y afecten a los ciudadanos. Los políticos no son tan torpes, ni los ciudadanos tan crédulos, como para aceptar que la biología sea la base sobre la que legislar. Aunque Rockefeller haya sido capaz de invocar la evolución para imponer su visión empresarial, hoy en día las políticas sociales que protegen a los más desfavorecidos son un derecho adquirido por la comunidad en su conjunto, que no veo como pueden verse afectadas por los estudios comparados sobre la conducta animal y humana. Frans de Waal, como otros científicos, no se atreve a inducir prácticamente nada sobre lo innato en los seres humanos partiendo del comportamiento animal, aunque le encanta compararlas constantemente, igualándonos de alguna manera con los primates.

Esa hipotética naturaleza de salvaje que llevamos dentro tendría que vencer a la organización cultural y política que hemos establecido, basándonos en principios morales que cualesquiera que sean sus orígenes, innatos o culturales, son los que tenemos y a los que respondemos. Mi respuesta ante la afirmación de que nuestros ancestros eran crueles, asesinos, violadores e insolidarios por naturaleza, y que algo de eso llevamos dentro, sería: “¿Y qué?”. Del mismo modo pienso que el descubrimiento más reciente de principios morales en los animales, no nos iba a hacer ser más morales con nuestros semejantes (a lo sumo con los animales). Pero Frans de Waal sí se preocupa más por el asunto:



“Dado el uso y abuso popular de la teoría de la evolución, apenas sorprende que el darwinismo y la selección natural se hayan convertido en sinónimos de la competencia desmedida. El propio Darwin, sin embargo, era todo lo contrario de un darwinista social. Creía que había un margen para la compasión tanto en la naturaleza humana como en el mundo natural. Necesitamos con urgencia de esta compasión, porque la cuestión que afronta una población mundial creciente no es tanto si somos o no capaces de gestionar la superpoblación como si seremos justos y ecuánimes en la distribución de los recursos.”


CAPÍTULO QUINTO: BENEVOLENCIA – CUERPOS CON SENTIMIENTOS MORALES


Ese margen para la compasión y la justicia parece que queda demostrado ya que no hay otra forma de explicar las motivaciones de la ayuda. Tradicionalmente en evolución, se explica bien por el beneficio para la especie que comparte los mismos genes o bien por el altruismo recíproco. Pero las motivaciones inmediatas de los individuos que se ayudan no son de esta índole, ellos no son conscientes de la teoría de la evolución ni actúan para ser fieles a la misma, tan solo siguen sus instintos (además de su inteligencia y su cultura). Las motivaciones son emocionales.

Hay muchos experimentos y observaciones que revelan que los primates tienen sentimientos asociados a la evitación del daño (el otro pilar de la moral, junto con la ayuda) como la empatía e incluso de justicia. Otros sentimientos como la vergüenza, la venganza, el castigo, la generosidad, la gratitud y el arrepentimiento son claramente observados tanto en libertad como en cautividad. Incluso la teoría de la mente (conocer las intenciones de otros), que pretendía ser el criterio diferenciador entre animales y humanos, tras el fracaso de su antecesor del uso de herramientas, se ha logrado observar en primates. Algunos procesos son tan “automáticos” (¿habrá querido decir innatos?) que son verdaderos “contagios emocionales”, en palabras del propio de Waal. Desde imitar la expresión de las fotos faciales que observamos hasta bostezar por imitación.

Creo que la mejor forma de ilustrar estas ideas es hacer como el autor, y dejar que tres experimentos hablen por sí mismos.

El primero, relacionado con evitación del daño ajeno y que bien podría considerarse el experimento opuesto al del chivo expiatorio que vimos más arriba, expone lo siguiente:



Ya en 1959 se publicó un artículo con el provocativo título de ‘Reacciones emocionales de las ratas al dolor ajeno’, donde se demostraba que las ratas dejan de apretar la palanca de su dispensador de comida si cada vez que la presionan la rata de al lado recibe una descarga eléctrica. ¿Por qué las ratas no se limitan a ignorar al animal que salta de dolor sobre una rejilla eléctrica y continúan procurándose comida? En un experimento clásico (que yo no repetiría por razones éticas) los monos mostraron una inhibición aún más fuerte. Un mono dejó de responder durante cinco días y otro durante doce días después de ver que un compañero recibía una descarga cada vez que tiraban de un asa para procurarse comida. Estos monos estaban literalmente pasando hambre para evitar infligir dolor a los otros.


En todos estos estudios, la probable explicación no es la preocupación por el bienestar del prójimo, sino el sufrimiento causado por el sufrimiento ajeno. Esta respuesta tiene un enorme valor de supervivencia. Si otros dan muestras de miedo y sufrimiento, puede que haya buenas razones para que uno también deba preocuparse.”

Aún a riesgo de ser reiterativo… ¿No sería esta explicación del mismo tipo que Frans de Waal tanto critica cuando se dice que si rascas la piel de un altruista verás sangrar a un egoísta?

El segundo, igualmente interesante, es el realizado con capuchinos y tiene que ver con la justicia. Consistía en darles guijarros y entonces ofrecerles rodajas de pepinos. Si devolvían el guijarro se les entregaba una rodaja de pepino. De esta manera el guijarro se convertía en una moneda de cambio cuyo valor era una rodaja de pepino. Una vez los capuchinos comprendieron la lógica del juego, los científicos introdujeron una injusticia; comenzaron a ofrecerle a uno de los capuchinos uvas (alimento que les gusta más que los pepinos). La reacción fue a los que se les seguía ofreciendo pepinos llegaban a arrojar los guijarros y los pepinos fuera de la jaula, negándose a seguir jugando a un juego injusto, a pesar de que racionalmente podrían haber seguido obteniendo sus rodajas de pepino. Es decir, se ofendieron por se les estaban ofreciendo las migajas y estaban trabajando por un salario menor, un salario injusto.

El último experimento que he elegido tiene que ver con la gratitud, y es una experiencia conmovedora que el propio Frans de Waal tuvo con una chimpancé que había perdido sus hijos por falta de lactancia. Consiguieron asociar el aprendizaje de usar un biberón con la posibilidad de criar a un bebé chimpancé huérfano. Cuando a la futura madre adoptiva por fin se le permitió coger entre sus brazos al bebé, consultaba, miraba y se mostraba cautelosa porque pensaba que el bebé era de los humanos que la habían estado enseñando a usar el biberón. Pero Frans de Waal la animó a coger sin remilgos al bebé. El experimento fue todo un éxito, y la madre adoptiva cuidó bien incluso a las futuras crías que consiguió sacar a adelante gracias al uso del biberón. De Waal concluye:



“Ambos habíamos tenido una relación bastante neutra antes, pero a partir de la adopción y ya han pasado casi tres décadas, Kuif me colma de afecto cada vez que asomo la cara. Ningún otro chimpancé del mundo reacciona ante mí como si fuera un familiar al que no ve desde hace tiempo, queriéndome tomar de las manos y gimoteando si hago además de irme.”


La racionalidad absoluta totalmente carente de emociones que se podría esperar en el mundo de Spock (Star Trek), no existe en la realidad. A veces la literatura científica trata de explicar todos los comportamientos por fríos cálculos mentales que maximicen las posibilidades de sobrevivir y dejan al margen la benevolencia y la moralidad. Esto es un error. Y lo es por dos razones. En primer lugar resulta evidente que muchas de nuestras decisiones morales se toman de manera emocional, y no racional, y es algo de lo que no nos arrepentimos. A menudo construimos la racionalidad después de haber tomado una decisión emocional. El autor está convencido de que “las emociones triunfan sobre las reglas” y pone como ejemplo el rechazo a matar a todo aquel que contraiga la gripe, aún sabiendo que haciéndolo así lograríamos salvar más vidas que si los dejamos vivir. Y en segundo lugar porque somos animales sociales que necesitamos cotidianamente de la cooperación.

“Una vez se instaura una tendencia, nada impide que vaya más allá de su origen.” Quizás esa es la idea que le permite al primatólogo holandés terminar este capítulo con una reflexión política sobre la oportunidad de ampliar los sujetos morales objeto de nuestras acciones morales, emocionales al fin y al cabo. Esto incluye no solo a los miembros de otras comunidades y a nuestros enemigos, cosa que ya hemos hecho con la Convención de Ginebra, sino incluso a los de otras especies animales. Esa ampliación es un reto de nuestro tiempo, algo que nos hace reflexivamente superiores y humanos, pero que tampoco está ausente en algunos animales que ayudan o incluso adoptan a miembros de otras especies. Negarles a otras especies, la ayuda básica que ellas hacen a su vez con otras, sin riesgo propio alguno, es en términos humanos, injusto, y todavía más si tenemos en cuenta que tenemos el intelecto suficiente para racionalizar la emoción que nos mueve a empatizar con los primates. Se va acorralando de tal forma, tanto en el terreno emocional como en el racional, la resistencia a tratar a los grandes primates con unos mínimos criterios éticos.



CAPÍTULO SEIS: EL MONO BIPOLAR – ALCANZAR UN EQUILIBRIO


Tras criticar por enésima vez el concepto hobbesiano de la naturaleza, el autor resalta que tenemos una naturaleza bipolar, y que tanto el odio como el amor forman parte de nuestro yo animal. Aquella frase de “el hombre es un lobo para el hombre” no hace justicia ni siquiera a la figura del lobo, que es un animal social que al igual que los primates, ejerce la solidaridad y la empatía con sus semejantes. Se ha llegado a observar como de macacos son trataban con mayor indulgencia y le permitían más infracciones a una hembra retarda mentalmente que al resto de la comunidad. “Ya está bien de tanta superviviencia del más apto”. De Waal admite que hay mucho de eso, pero que la vida social de estos animales está impregnada de las cualidades que ha reivindicado a lo largo de todo el libro.

La propia evolución tiene una lógica dialéctica en donde no existen estados puros, y nosotros somos igualmente bipolares. “El libro de la naturaleza ofrece páginas que complacerán tanto a los liberales como a los conservadores”.

En realidad este capítulo no cuenta nada nuevo, tan solo es una forma de cerrar el libro reiterando su mensaje principal: que llevamos dentro tanto un chimpancé como un bonobo.





ENLACES PARA AMPLIAR INFORMACIÓN










CONTRA LA VIOLENCIA COMO ALGO INNATO http://www.antimilitaristas.org/spip.php?article1920

LA GRAN GUERRA POR LA CIVILIZACIÓN de Robert Fisk (2005)

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LA GRAN GUERRA POR LA CIVILIZACIÓN. LA CONQUISTA DE ORIENTE PRÓXIMO.Robert Fisk

Todavía recuerdo un artículo de Robert Fisk, reportero de guerra especializado en temas de Oriente Medio, con el llamativo título de: “¿Sabrá Tony como son las moscas cuando devoran cadáveres?” Desde aquel momento lo he ido siguiendo como una de esas voces que informa de manera muy independiente y objetiva bajo el prisma de una persona de occidente pero con un compromiso por denunciar la injusticia que no tiene adscripción política ni cultural.

La lectura de un libro como éste, de cerca de 1500 páginas y con letra más bien pequeña, ha sido ardua. Me interesaba conocer la opinión, la narración y la valoración de los conflictos bélicos en los que se ha visto envuelto Oriente Medio, así como de la primera Guerra Mundial (a la que se refiere el título del libro) y de la segunda. Pero no contaba con el buceo tan minucioso en los archivos y cintas de Fisk, y las batallas concretas, a veces incluso de sus familiares, que sirven de hilo conductor para mostrar la primera cara de muchas guerras, y que luego terminaban al fin en esa valoración general, realista e impersonal que tanto buscaba al leer este libro. De manera que algunas historias de Fisk han engordado bastante el libro, obstaculizándome su lectura, pero por otra parte, ¿qué otra cosa cabría esperar de unas memorias de guerra?

El conocimiento enciclopédico y vivencial de Robert Fisk sobre todas las guerras a las que se refiere su libro, es tan gigante, que me da la ingenua impresión de que una persona que haya conocido el sufrimiento y la guerra de tantos pueblos no le queda más remedio que no decantarse incondicionalmente con ninguno y denunciar el abuso de poder y la violencia de todos. Por supuesto que estos asuntos tan candentes al final siempre generan enemigos, y los de Fisk suelen ser los imperios coloniales, los poderes imperantes, pero solo porque son esos poderes los que, en proporción y con mayor traición a la civilización que dicen defender, más asesinan, más ocupan, más masacran, etc…

BIN LADEN

Quizás por estar en el candelero mediático en el año de publicación, 2005, el libro comienza con las entrevistas de Bin Laden, un evento inusual para un periodista occidental que no estuvo exento de tensos preparativos al estilo James Bond, hasta que por fin se pudo sentar frente a un tipo de apariencia tímida que no sugería ninguna vileza y que negaba cualquier vinculación con campos de entrenamiento o actividades similares; él se dedicaba a hacer carreteras.

Cuando la URSS invadió Afganistán, la CIA quiso apoyar a algún príncipe saudí que se erigiera como defensor de las tierras santas del Corán, pero como nadie se atrevió, Bin Laden, avergonzado por la cobardía de sus compatriotas intentó ocupar ese lugar de héroe y emprendió su yihad personal apoyando a los muyahidines. Cuando por fin consiguieron echar a los soviéticos, y comprobó que los afganos seguían matándose entre sí, se fue con su ascetismo de vuelta a Arabia Saudí. Pero en ningún momento de las entrevistas (previas al 11-S), Bin Laden asume que fue ayudado por EEUU contra la URSS, es más, lo niega cínicamente.

Cuando Arabia Saudí permitió que EEUU entrase en su país para castigar a Sadam Hussein por invadir Kuwait, en la primera guerra del golfo, Bin Laden tampoco pudo soportar la presencia de infieles americanos en tierra santa, y entró en polémicas con la familia real saudí hasta que terminó exiliándose en Sudán, y finalmente en Afganistán.

Mucho antes de que Bin Laden se refugiara en Afganistán y entablara lazos de unión con los talibanes, el país había sido una sucesión de duros gobiernos marxistas que habían doblegado a una población campesina y tribal, y que según el propio Fisk fueron los propios afganos (Amin) los que solicitaron la invasión soviética. En una nota a pie de página, remite al libro de John C. Griffiths, "Afganistán: una historia de conflicto" para referirse a las pruebas de tan sorprendente dato. Tras las luchas intestinas de unos musulmanes contra otros, al final terminaron los talibanes en el poder, los mismos que dieron refugio a Osama Bin Laden.

El resto es historia, como se suele decir. A pesar de distanciarse del régimen de Sadam Hussein (oficialmente laico), George W. Bush usó el fanatismo religioso de Bin Laden, lo mezclo con el régimen sanguinario de Sadam, y le añadió buenas dosis de miedo, terrorismo, manipulación mediática y armas de destrucción masiva para obtener una aprobación generalizada en EEUU que le autorizase a cambiar el régimen de Irak e implementar el plan que tenían los halcones del PNAC para aquella zona.


IRÁN

Irán fue democrático en los primeros años del siglo XX, pero cuando Mossadeg nacionalizó el petróleo se planeó un golpe de estado por pate de EEUU y Reino Unido para devolver de nuevo el poder al Sha de Persia, que era amigo de occidente y propulsor de reformas sociales y políticas de estilo occidental que no encajaban muy bien entre la población iraní. El pueblo comprobaba como el Sha de Persia, un dictador en toda regla, facilitaba los intereses estadounidenses y por ello un joven Jomeini, autoridad religiosa del momento, lo denunciaba sin cesar y públicamente, adquiriendo así fuerza como voz disidente y opositora. Lógicamente Jomeini fue encarcelado y desterrado.

Pero la erosión y el daño del Sha ya estaba hecho, y la revolución islámica no se hizo de esperar. Sin  embargo, no fueron solo los radicales islamistas los que lo subieron al poder. Muchos periodistas liberales, comerciantes y la clase media de Irán, buena parte de ella educada en EEUU, se dejó seducir por Jomeini. No era muy extraño:

Una chica iraní que había estudiado Periodismo en Nueva York -que había disfrutado de, tal y como dijo ella, los frutos de la democracia estadounidense- quería saber por qué los estadounidenses apoyaban al régimen del sha cuando éste se había opuesto a la libertad individual y había disidido. "En estados unidos, lo aprendimos todo sobre la libertad y el derecho a decir lo que queríamos decir. Sin embargo, los Estados Unidos siguieron respaldando al sha y obligándolo a derrochar la riqueza de Irán en armas. ¿Por qué hicieron eso? ¿Por qué los Estados Unidos fueron una democracia en casa y un dictador fuera?"

Incluso la izquierda puso su confianza en esta revolución que no tardó en eliminar a todo grupo político que le pudiera hacer sombra, incluidos esos mismos comunistas y socialistas.

El capítulo se adentra en diversos conflictos, como la invasión de la embajada de EEUU en Teherán y el tibio papel que ejercía en aquella época un Jimmy Carter que quería extender los derechos humanos pero que prefería mantener en el poder al Sha.

Otro dato interesante es una organización secreta llamada Tridente y formada por los servicios secretos de Israel, Turquía e Irán con el propósito de desarrollar un política antiárabe... imagino que por el antagonismo que tenían con Irak y todos sus amigos. Irán al fin y al cabo era persa, los tejedores de alfombras como reza el título del capítulo, un pueblo cultural y linguísticamente diferenciado de los árabes, aunque me sorprende en el Irán postrevolucionario se tuviese alguna alianza con Israel. Esto sale en los documentos que se guardaban en la embajada de Teherán y a los que Robert Fisk tuvo acceso.




IRAK

Irak ha sido explotada durante toda su historia, desde su creación como Reino de Irak, los británicos han usado la misma retórica de libertad, la misma pretensión de civilizar, la misma resistencia del pueblo a sus colonizadores, las mismas promesas, los mismos gobiernos títere... todo se parece demasiado a lo que hemos vivido en los últimos años.

Primero en 1922, después en 1941 en plena Segunda Guerra Mundial, y por último en 1963 en un golpe de estado en el que ya estaba implicada la CIA, así fueron cambiando sucesivos regímenes. Una letanía histórica cuyo único elemento común era engañar a los iraquíes y permitir varias invasiones del país.

El acceso al poder de Sadam Hussein, después de algunas batallas que adquirieron el carácter de leyenda, está repleto de infinidad de conspiraciones y purgas internas dentro del partido Baas, con vocación laica y fundado por un cristiano, que terminaron con muchos asesinatos. La eliminación del adversario después de una cena, por mera envidia o temor a que le criticasen era la moneda de cambio que permitió a Sadam hacerse con el poder.

Durante aquellos años, años 70 y 80, occidente calló ante la dictadura de Sadam Hussein, era un dictador amigo al que alababan y le perdonaban cualquier exceso. Lo que antes eran excesos que se perdonaban a un tipo que convenía tenerlo en la región, ahora son violaciones de derechos humanos que justifican invasiones militares y sanciones que afectan  a cada uno de los ciudadanos que se pretende proteger. La hipocresía de occidente no parece tener límites.

Robert Fisk denunció en su tiempo a esa dictadura ante el silencio de los gobiernos occidentales, y solo cuando Sadam invadió Kuwait, Fisk y otros pasaron a ser retratados como cómplices del dictador por oponerse primero a la Guerra del Golfo, y después a la Guerra de Irak.

Mientras pudieron hacerlo EEUU le vendieron a Irak productos químicos y helicópteros, Francia le proporcionaba aviones, Alemania le daba gas y Gran Bretaña diferente maquinaria militar.

Los importantes proyectos para Iraq de alfabetización, sanidad pública, urbanismo y comunicaciones se presentaban como prueba de que el gobierno baazista era, en esencia, beneficioso, o al menos merecedor de cierto respeto. Una vez más, mis archivos contenían numerosos artículos de la prensa occidental que se centraban de forma casi exclusiva en los proyectos sociales de Iraq [...] Cuanto más se acercaba Sadam a una guerra contra Irán, mayor era el miedo que le tenía su propia población chií, y más lo ayudábamos nosotros. En el desfile de personajes odiados que han recibido la ayuda de gobiernos y periodistas occidentales  para entrar en la escena de Oriente Próximo -entre ellos, Naser, Gaddafi, Abu Nidal y, en un momento determinado, Yaser Arafat-, el ayatolá Jomeini era nuestro "hombre del saco" de principios de la década de 1980, el problemático clérigo que quería islamizar el mundo, cuya intención declarada era propagar su revolución. Sadam, lejos de ser un dictador, se convirtió entonces -en los teletipos de la Asociated Press, por ejemplo- en un "hombre fuerte". Era nuestro bastión -y el bastión del mundo árabe- contra el "extremismo" islámico. [...] A principios de la década de 1980, la opresión cubría como un manto Oriente Próximo, en Iraq, Irán y Afganistán. Y si Occidente era indiferente al sufrimiento de millones de musulmanes, lo mismo hacían de manera vergonzosa, la mayoría de los gobernantes árabes. Arafat jamás se atrevió a condenar a la Unión Soviética después de su invasión a Afganistán - Moscú seguía siendo el aliado más importante de la OLP- y los reyes, principes y presidentes del mundo árabe, que tenían mayor conocimiento de lo que estaba ocurriendo en Irak que sus homólogos occidentales, no se pronunciaron sobre las deportaciones, torturas, ejecuciones y matanzas genocidas perpetradas por Sadam. La mayoría de ellos castigaban  con variantes de las mismas técnicas a sus propias poblaciones.
 LA GUERRA IRÁN-IRAK

Fue bautizada como la Guerra Torbellino por la parte iraquí, en su creencia de que iban a fulminar al ejército iraní en abrir y cerrar de ojos. Fue Irak quien invadió Irán ante el silencio cómplice de la ONU que se limitó a exigir un alto el fuego sin retirada de las tropas invasoras, quizás fue ese el precio que tuvo que pagar Irán por convertirse en un estado paria al invadir la embajada de los EEUU poco tiempo antes de su invasión.

Fuera como fuese, el caso es que la soberbia militar de Irak, incluso la arrogancia de sentirse salvadores del resto de los musulmanes al frenar la revolución chiíta que triunfaba en Irán (siendo el resto de países musulmanes de mayoría suní) hacía que los medios de comunicación tuvieran un acceso inaudito a los informes de la guerra. Claro, esto solo duró hasta que se dieron cuenta de que la guerra la podía estar ganando Irán. Entonces se cambiaron las tornas y los medios de comunicación empezaron a ser ignorados en Irak y bienvenidos en Irán.

Aunque tanto en el capítulo de Irán como en éste, Fisk denuncia los asesinatos y las torturas de la teocracia iraní, a la hora de juzgar el papel de ambas dictaduras (inaguantables para sus respectivos pueblos) en la guerra, parece que se pone de parte de Irán. No solo porque Irak fue la que empezó la guerra, sino porque también Irak era la que usaba gases tóxicos. Pero sobre todo porque Irán era el objetivo de los medios de comunicación occidentales que solo apoyaban a Irak ocultando sus carnicerías, en incluso acusando a Irán cuando los responsables eran iraquíes. El caso más flagrante de ponerse de Irak fue el bombardeo del buque Star a manos de un piloto iraquí, en principio por error (aunque algunos dijeron que se trató de una trató de una fallida operación de bandera falsa que Irak ideó para involucrar a EEUU directamente contra Irán), y que terminó con el Presidente Ronald Reagan exculpando a Irak por un error sin importancia y acusando de ser responsable general de todo a Irán.

Jomeini prometió no invadir los países vecinos, tan solo querían echar a los iraquíes, castigarlos echando  a Sadam del poder, compensaciones económicas y retorno de los refugiados... nada más y nada menos. Con esos planes y la sorprendente reacción del ejército iraní la guerra duró 8 años, durante los cuales los estados árabes que apostaron por Sadam, temían que su hombre fuerte en la zona  pudiera perder la guerra y que otro estado chiíta se establecería en la Oriente Próximo. EEUU que compartía esa preocupación, tampoco deseaba que tras la guerra Irak fuese una gran potencia que terminase siendo incontrolable.

Por todo ello cuando Irak hizo uso de las armas químicas, y algunas fotos e informaciones llegaron a EEUU o a Reino Unido, fueron calificadas como propaganda iraní a pesar que algunos comunicados de guerra decían que "oleadas de insectos están atacando las puertas orientales de la Nación árabe, pero contamos con los pesticidas para exterminarlos".

Los gases procedían de Alemania, y EEUU lo sabía y apoyaba a Sadam en su ofensiva química. En 1983,  Sadam recibió la visita de Donald Rumsfeld para negocios de armas y petróleo. Sí ,el mismo Rumsfeld que se alarmaba por las armas de destrucción masiva que podía tener Sadam Hussein y que pensaba que era un peligro que debía ser derrocado.

Casi al final de la guerra, de la que parece no salió victorioso ningún bando, en 1988, los iraquíes se vengaron del supuesto apoyo de la minoría kurda (dentro de Irak) al régimen de Jomeini. Fue en el tristemente conocido pueblo de Halabya. El pueblo fue gaseado y murieron más de 5000 civiles:

"En Washington, la CIA -que todavía apoyaba a Sadam- envió un informe engañoso a las embajadas estadounidenses en Oriente Próximo en el que se afirmaba que el gas podría haber sido arrojado por los iraníes. [...] El departamento de Estado estadounidense incluso dio instrucciones a sus diplomáticos para que dijeran que Irán tenía parte de culpa."

Tan solo mucho más tarde, Halabya se convirtió en sinónimo de cruel matanza a los ojos de occidente, justo cuando nos interesó retratar a Sadam Hussein como un asesino que no nos convenía mantener en el poder y que había gaseado a "su propio pueblo". Ese plus de maldad al masacrar a los suyos

"sirvió para apartar y mitigar los anteriores  crímenes de guerra, idénticos aunque numéricamente mucho mayores, cometidos por Sadam contra los iraníes, que perdieron a muchos más compatriotas a causa de los mismos gases utilizados en Halabya. Además, puesto que nosotros, Occidente, estábamos al servicio de Sadam cuando se cometieron esos crímenes de guerra -y lo seguíamos estando cuando se cometió el de Halabya- el gaseado de los kurdos tenía que ser aislado como un ejemplo único de su bestialidad."

El papel de EEUU lo simboliza Fisk con la expresión de Reagan "la guerra contra la guerra". Así definía el Presidente de EEUU el papel pacificador que su país estaba representando en el Golfo Pérsico para impedir que ninguna de las partes consiguiera apropiarse en exclusiva de una zona de interés crucial para los intereses estadounidenses. Esto al menos en teoría. Porque en la práctica EEUU, al igual que el resto de países árabes ya habían decidido que la victoria de Irak era muy conveniente, y por eso no sorprende  que EEUU le vendiese armas a Irak violando su supuesta postura pacificadora. Lo que sí sorprendió es que EEUU le pudiese vender también armas a Irán, violando su papel pacificador y las prohibiciones del propio Senado estadounidense. La oportunidad de hacer negocios no respeta ni siquiera la guerra. Fue el llamado escándalo Irán-Contra, por el que a cambio de la liberación de algunos prisioneros estadounidenses que estaban en manos de Hezbolá, EEUU le vendía armamento pesado a Irán, y con el dinero de esa venta EEUU financiaba la Contra nicaragüense, un ejército financiado por la CIA para luchar contra el ejército oficial de los sandinistas en Nicaragua. Esta financiación ilegal de un ejército en territorio extranjero... es decir, lo que muchos llamarían hoy, simple y llanamente, grupos terroristas, sucedió incluso después de que los sandinistas consolidaran su revolución contra el dictador Somoza vía elecciones democráticas y se constituyeran en gobierno democrático de Nicaragua.

La vulneración de los derechos humanos, y el trato dado a los prisioneros de guerra sometiéndolos en muchas ocasiones a propaganda lava-cerebros, quizás con la intención -especula Fisk- de hacerles imposible volver a sus países o conseguir que una vez que volvieran llevaran la semilla de la disidencia, era algo habitual por ambas partes. Así como utilizar la excusa perfecta para torturar y tomar medidas de excepción; que el imperio yanki está detrás de todo. Y es que aunque las conspiraciones y las intromisiones secretas de la CIA en buena parte de los paises del mundo es un hecho histórica y académicamente aceptado, incluso por sus autores, lo cierto es que debido a esa ubicuidad, los dictadores recurren a ese argumento precisamente porque es muy creíble, incluso cuando es mentira y son ellos los únicos responsables de cómo les va en sus países. Esto es muy propio de Cuba, por ejemplo, donde debido a todas las intromisiones del imperio ven su mano en todo momento y en todos los asuntos.

El factor religión que tantas veces se repite a lo largo del libro toma aquí una vehemencia difícil de olvidar a la hora de plasmar como la sociedad iraní usaba la religión para convencer a niños soldados de corta edad de que morir en el frente era algo casi deseable, algo de lo que no había razón para echar unas lágrimas por ver morir a un hijo... ¡se lloraba incluso por no haber muerto en el frente!

Dijo que había llorado cuando las autoridades retrasaron su viaje al frente de guerra. Le pregunté si de verdad había llorado. ¿Un niño llora porque todavía no puede morir? ¿Es que ahora íbamos a tener guerras de bebés, no guerras que matan a bebés [...]? [...] Y a continuación me di cuenta de que esos niños soldados iraníes eran todos "capellanes"; eran todos sacerdotes, todos predicadores, todos creyentes, [...]

Y más adelante Rober Fisk continua con lo que yo llamo el factor religioso de estas guerras, pero sobre el que Fisk no llega a reflexionar particularmente, como lo haría Hitchens o Dawkins, tan solo narra episodios como éste:

El niño que había sostenido el Corán contra su pecho creía; creía de una forma en que muy pocos occidentales, y me incluyo, podían comprender ya. Ese niño sabía, con tanta certeza como que estaba vivo, que el cielo lo esperaba. Iría directo allí -en tren expreso, sin paradas, sin limbo, sin retrasos- si tenía la gran suerte de que lo mataran los iraquíes. [...] "Mi madre y mi padre saben que si muero como mártir seguiré con vida." Pero, ¿no le deseaban suerte sus padres?, ¿no le decían: "Cuídate", cuando se marchaba a la guerra? "No -explicó esbozando una ligera sonrisa ante ese sentimiento tan occidental-. Creen que, si muero, ese es el deseo de Dios." Pero ¿no llorarían sus padres si moría? Ali Jani lo pensó largo rato. "Sí, llorarían -repuso al fin-. Como también lo hizo el profeta Mahoma, que en gloria esté, cuando murió su pequeño Ibrahim. Sin embargo, eso no es signo de debilidad ni de falta de fe. Es humano."

Casi terminando la guerra, EEUU derribó un avión de pasajeros iraní, el vuelo IR655. Según la investigaciones del autor no fue intencionado sino producto de la incompetencia de las tropas norteamericanas en la zona. Sin embargo la primera intención no fue pedir perdón. Fueron inventando sucesivas y diferentes versiones a lo largo de los días posteriores, entre las cuales estaba la posibilidad de que el avión había sido estrellado por un piloto suicida o que incluso el suicida quería hundir el barco Vincennes y que por eso éste lo había derribado. Todas estas versiones terminaron siendo indefendibles por EEUU gracias a que la marina italiana y otro buque de EEUU contradijeron la versión oficial.

Cuando sucedió el famoso atentado de Lockerbie, meses después y teniendo en cuenta la amenazas de vengarse por parte de Irán, parecía lógico mirar a dicha república islámica como si fuera la responsable. De hecho, así se hizo al principio, hasta que Irak invadió Kuwait y Sadam pasó a llevar la bandera del terror. Entonces la cualidad de ser enemigos de Sadam, provocó que no se mirase a Irán como responsable del atentado, y se pasó a mirar a Libia. Fisk siempre ha creído que Irán estuvo detrás de este atentado.

El capítulo "Beber del cáliz envenenado", cuyo título hace referencia a la frase que dijo Jomeini al verse  económicamente obligado a aceptar el alto el fuego de la ONU, se complementa con una reflexión moral de la figura del periodista, el abandono de The Times por haberle censurado un artículo en el que acusaba a EEUU con pruebas en la mano, y su apuesta por el nuevo periódico, desde el que todavía hoy escribe; The Independient. Por la trascendencia del mismo, reproduzco el párrafo entero.

Es muy fácil que un periodista se sienta prepotente con respecto a su trabajo, que afirme que sólo él es el poseedor de la verdad y que los redactores jefe tienen que hacerse a un lado para que la brillante luz del genio del reportero ilumine a los lectores del diario. También es tentador dejar que los argumentos periodísticos de uno se antepongan a las tragedias funestas de las que se supone que informa. Debemos conservar un sentido de la proporción y ver nuestro trabajo con perspectiva. ¿Qué estoy haciendo? "¿Qué está haciendo Fisk —puedo oír ya a algún crítico hostil de este libro— escribiendo sobre la violenta muerte de 290 seres humanos inocentes y luego alargándose cinco páginas en explicar sus riñas con The Times." La respuesta es muy simple. Cuando los periodistas no logramos transmitir a los lectores la realidad de los hechos, no sólo hemos fracasado en nuestro trabajo, sino que también tomamos partido en los sangrientos acontecimientos de los que se supone que informamos. Si no podemos contar la verdad sobre cómo fue abatido un avión civil —porque eso perjudicará a "nuestro" bando en una guerra, o porque retratará a uno de los países que "odiamos" en el papel de víctima, o porque podría molestar al dueño del periódico—, estamos contribuyendo a esos mismos prejuicios que provocan guerras en primera instancia. Si no podemos denunciar a un buque de la marina que acribilla a civiles en el cielo, estamos convirtiendo futuros crímenes de la misma clase en algo tan "comprensible" como la señora Thatcher creyó que éste lo era. Si se borra el pánico y la incompetencia de los estadounidenses —cosas que quedaron desveladas durante los meses siguientes— y se insinúa que un piloto inocente es un fanático suicida, ya sólo es cuestión de tiempo que se derriben más aviones de pasajeros. El periodismo puede ser letal.

EL PADRE DE ROBERT FISK

En este capítulo es eminentemente personal. El autor reflexiona sobre la una figura paterna de fuerte carácter  autoritario que le marcó de por vida. El padre de Fisk, Bill Fisk, aparece en varias ocasiones en el libro como hilo conductor de lo que trata de contar en el correspondiente capítulo, pero aquí adquiere entidad propia. Por lo visto se negó a participar en un pelotón de fusilamiento, algo raro según su hijo, pero de lo que se sintió profundamente orgulloso. No obstante, seguir e investigar los episodios bélicos en los que se vio envuelto su padre, sirve aquí también al autor para decirnos que el legado que nos dejó la I Guerra Mundial lo podemos ver en casi cualquier conflicto contemporáneo: Palestina, Irlanda del Norte, Líbano, Siria, Irak, Yugoeslavia, ... todos países profundamente sectarios, a menudo divididos en tribus, y con recelos étnicos.

No, no se podía responsabilizar a Bill de las mentiras, las promesas rotas y la venalidad de los hombres de Versalles. Ahora bien, su mundo, moldeó el mío, los imperios de su época crearon nuestra catástrofe en Oriente Próximo. Las postales no fueron la única herencia que me legó mi padre.

EL HOLOCAUSTO ARMENIO

Robert Fisk narra indignado como el genocidio armenio perpetrado por los turcos, y que tantas similitudes e incluso consecuencias tuvo para con el genocidio judío de los nazis, es negado por buena parte de Occidente y sus medios de comunicación, o al menos lo silencian para no molestar a Turquía, ayudada en este caso por Israel.

El nazi Max Erwin von Scheubner-Richter, que llamaba a los armenios "judíos de Oriente" y que confraternizó con Hitler antes de su llegada al poder, presenció e informó de las tácticas criminales y estrategias de ocultación de los turcos a la hora de ejecutar su genocidio. Según Fisk la influencia de este hombre y el genocidio armenio sobre Hitler es evidente en esa famosa pregunta que formuló Hitler: "¿Quién sigue acordándose hoy de los crímenes cometidos contra los armenios?"

Aunque al principio se le dio bastante publicidad, actualmente los negacionistas son muy fuertes y ejercen presiones políticas llegando a silenciar a Bush, Blair, Clinton...

Fisk denuncia el empeño irracional que tiene Israel en el famoso debate por la unicidad del holocausto judío, según el cual no es posible hacer comparaciones con el holocausto judío, por muy fuertes que hayan sido los sufrimientos de las otras víctimas. La estrategia, o quizás podamos llamarlo miedo, que tiene Israel a la hora de alejarse de otros genocidios, negando la palabra holocausto o incluso negando la mayúscula inicial de la palabra a otros eventos, tan solo persigue mantener viva una excusa con la que  poder presentarse como víctimas únicas en la historia, y de esa unicidad hacer nacer una excusa para poder actuar como verdugos únicos en la historia. Dicho en román paladín: "si nadie ha sufrido tanto como  nosotros, nadie tiene derecho a juzgar nuestra rabia y nuestras medidas para defendernos de nuestros enemigos." Fisk no se adentra tanto en este debate académico, pero sí denuncia que Simon Peres dijo:

"rechazamos los intentos de crear una semejanza entre el Holocausto y las acusaciones armenias. No ha ocurrido nada similar al Holocausto. Lo que padecieron los armenios es una tragedia, pero no un genocidio"

Norman Finkelstein profundizó mucho más en la unicidad del holocausto judío y me remito a su libro "La industria del Holocausto" donde denuncia que todo ese debate lo que persigue es otorgar unos derechos especiales a las víctimas de un crimen especial. Todo crimen es único. Comparar unos y otros, en cuanto a lo que tengan en común (número de víctimas, intención genocida, sufrimiento de las víctimas, implicación de los sectores sociales, uso de tecnología...etc) es algo perfectamente lógico, y el tratar de impedirlo estableciendo un límite infranqueable de comparación, denota más el miedo a perder la exclusividad de toda una categoría que la honradez intelectual de valorar la historia bajo el análisis y la comparación.


PALESTINA

Por fin llegamos a la madre del cordero. Cuando hablamos del asunto de Israel y Palestina nos damos cuenta de que imposible obtener información veraz y objetiva, la historia está llena de propaganda por ambas partes, y de generaciones en generaciones.

La narración de los hechos —a través de ojos árabes así como israelíes y a través de la cobertura y los comentarios de los periodistas y los historiadores, a menudo parciales, desde 1948— forma ahora bibliotecas de información y desinformación a través del cual el lector puede vagar con incredulidad y agotamiento.

El Gran Muftí, Al Hach Mohamed Amin al Huseini, la figura más grande política y religiosa que haya podido  dar Palestina en el s. XX, fue el líder de los palestinos durante la primera mitad de dicho siglo. Fisk  afirma su inmoralidad, ya que probablemente conociera el genocidio en Polonia cuando pactó con Hitler, pero no es tan categórico como Israel al calificarlo de cómplice de Hitler. Fisk lo contextualiza dentro un pueblo engañado con falsas promesas por UK, Francia y EEUU, una situación que le dejó pocas opciones de alianza cuando Alemania provocó la II Guerra Mundial. El propio Churchill terminó pactando con Stalin, y el incipiente sionismo de principios del siglo XX pactó con el III Reich de Hitler el traslado de los judíos alemanes a Israel:

A los árabes les prometieron independencia a cambio de una alianza árabe contra los turcos. A los judíos, lord Balfour les prometió el apoyo británico a una nación judía en la Palestina de mayoría árabe. Debido a estas traiciones hach Amin se convirtió en un nacionalista árabe y en un opositor inflexible a la inmigración judía hacia Palestina. [...] Por aquel entonces hach Amin empezó a trabajar con entusiasmo para la maquinaria de propaganda nazi. Más tarde los árabes tendrían dificultades  y sufrirían el bochorno de explicar estas acciones. [...] argumentando que hach Amin tenía tanto derecho a colaborar para salvar su patria palestina de los británicos y los inmigrantes judíos, como los sionistas de colaborar con Alemania para salvar vidas judías. Los israelíes exageraron a veces esta colaboración para retratarlo como un criminal de guerra. Y se puede alegar que un hombre puede pactar con el diablo.
ORIGEN TERRORISTA DE ISRAEL, DOBLE RASERO Y ABUSO DE LA PALABRA TERRORISMO

Israel nació como una guerra de guerrillas, con un origen claramente terrorista y de inmigración ilegal que llegaba a Palestina con, más o menos la complicidad de Inglaterra, a quien pronto le salió el tiro por la culata al ayudar a los sionistas, ya que estos no tardaron en volverse contra los ingleses con actos terroristas que terminaron con la vida de lord Moyne, ministro residente británico en El Cairo. Esto le hizo darse cuenta a Churchill de que estaba tratando con asesinos y bandoleros dignos de los alemanes nazis. Cuando los asesinos de Moyne murieron en 1975, recibieron un funeral de estado y todavía son recordados como activistas en el mismo hotel en el que explotó la bomba.

Hay un doble rasero que se usa para defender la violencia israelí y para condenar la palestina. Y todo se hace con ayuda de la palabra terrorismo, con un uso selectivo de las palabras y con acusaciones de anti-semitismo o incluso de negadores del holocausto a todos aquello que se atreven a cuestionar al ejército israelí o de intentar encontrar una mínima comprensión, que no justificación, al terrorismo de los palestinos. Es como si estuviera prohibido cuestionar las razones del diablo, o mejor dicho, como si se pretendiera la demonización del enemigo para que no se le pueda cuestionar su maldad, para que nadie se pueda cuestionar si lo que hacemos con él es peor o igual que lo que él hace a los demás. Esta constante histórica se repite porque viene siendo muy efectiva.

Su ejército, que a menudo se comportaba con crueldad e indisciplina, fue considerado como una "pureza de armas" ejemplar y a aquellos de nosotros que fuimos testigos de las matanzas de civiles llevadas a cabo por israelíes nos insultaron por ser mentirosos, antisemitas o amigos del "terrorismo".
El hecho de informar sobre el empleo gratuito de violencia por parte de los palestinos —secuestro de aviones, ataques contra asentamientos judíos ilegales y luego, indefectiblemente, ataques suicidas contra inocentes, el o la verdugo con los explosivos atados a su cuerpo— se consideraba simple y llanamente "terrorismo", algo peligrosamente presente pero cómodamente alejado de la razón, las causas o la historia. Mientras los acusaran de crímenes que habían cometido porque odiaban a Israel u odiaban a los judíos o los habían educado en el antisemitismo (a pesar de que ellos mismos eran semitas), o les habían pagado para llevar a cabo "actos terroristas", o porque odiaban la "democracia" o representaban el "mal"—la mayoría de estas explicaciones las adoptaron luego los estadounidenses para referirse a sus enemigos árabes—, entonces los árabes se encontraban fuera de los límites de la razón. No se podía hablar ni negociar con ellos. Uno no puede "negociar con terroristas".

Terrorismo es una palabra que se ha convertido en una plaga de nuestro vocabulario, la excusa y la razón y el permiso moral para la violencia de Estado —nuestra violencia—, que ahora se usa en el inocente Oriente Próximo de un modo mucho más vergonzoso y promiscuo. Terrorismo, terrorismo, terrorismo. Se ha convertido en un punto, en un signo de puntuación, en una locución, en un discurso, en un sermón, la esencia de todo lo que debemos odiar para pasar por alto la injusticia y la ocupación y el asesinato a gran escala. Terror, terror, terror, terror. Es una sonata, una sinfonía, una orquesta que aparece en todas las televisiones y radios y comunicados de agencia de noticias, el culebrón del Diablo, servido en hora de máxima audiencia o destilado de forma tediosa y mendaz por los "comentaristas" de derechas de la Costa Este estadounidense o por The Jerusalem Post o por los intelectuales europeos. Golpe al terror. Victoria sobre el terror. Guerra contra el terror. Guerra eterna contra el terror. A lo largo de la historia, los soldados, los periodistas, los presidentes y los reyes pocas veces se han unido de un modo tan irreflexivo e incondicional. En agosto de 1914, los soldados creían que estarían de vuelta en casa por Navidad. Hoy estamos luchando para siempre. La guerra es eterna. El enemigo es eterno, su cara cambia en nuestras pantallas. Primero vivió en El Cairo y lucía un mostacho y nacionalizó el canal de Suez. Luego vivió en Trípoli y vestía un uniforme militar ridículo y ayudó al IRA y atentó contra bases estadounidenses de Berlín. Luego resultó que llevaba una túnica de imam musulmán y que comía yogur en Teherán y planeaba la revolución islámica. Luego vestía una túnica blanca y vivía en una cueva de Afganistán y luego lucía otro ridículo bigote y residía en una serie de palacios de Bagdad. Terror, terror, terror. Al final, llevaba un turbante kefia y un uniforme militar anticuado de estilo soviético, se llamaba Yasir Arafat y era el señor del terror mundial, luego pasó a ser un superestadista y luego, de nuevo, un señor del terror, vinculado por sus enemigos israelíes al Meister del terror de todos, aquel que vivía en una cueva de Afganistán.

YASER ARAFAT, LA DECADENCIA DEL QUE PREFIRIÓ ALGO A LA NADA.
La figura de Yaser Arafat es tratada con dureza y patetismo por parte de Robert Fisk. Ya en 1988 al aceptar la existencia del estado de Israel, aceptó la partición de Palestina, y aceptó por consiguiente que se les devolviera la tierra a los más de 750.000 palestinos que habían huido de sus casas. Esto ocurría cuando Arafat pensaba que presentarse como un ex-terrorista simpático que felicita el Nuevo Año Judío en hebreo le facilitaría las cosas. Pero después de su imprudencia al apoyar a Sadam Hussein en la guerra del golfo, ni siquiera estaban dispuestos a que formase parte de la conferencia de paz de Madrid en 1991; no se le invitó quedando Palestina, en principio, reducida a una parte dentro de la delegación jordana. Es como para reirse, por no llorar, que Palestina como tal no estuviese representada en una conferencia que trata sobre la paz en Oriente Próximo. La conferencia que empezó con la negativa de Bush de hablar de las resoluciones de 242 y 338 del consejo de seguridad de la ONU, terminó como el rosario de la aurora, básicamente porque tanto árabes como israelíes terminaron hablando de la guerra, de lo que se habían hecho los unos a los otros, más que de la paz. Fue más tarde cuando Israel llegó a un acuerdo con Arafat, el cual empezaba a temer a Hamás que se había convertido en la competencia de la OLP.

Si los delegados hubiesen tenido armas automáticas a mano, habría habido muchas carreras para llegar a la puerta. [...] Al cabo de pocos meses, se desveló que "firmar un acuerdo" es justamente lo que estaba haciendo Israel, pero con los palestinos en lugar de los sirios y los jordanos. Los delegados palestinos de las conversaciones de Washington se quedaron sorprendidos cuando descubrieron que Arafat había abierto sus propios canales secretos con los israelíes a sus espaldas, y que incluso estaba negociando un plan de paz por separado pero fatalmente similar. [...] No resultaba muy difícil de entender por qué tanto los israelíes como Arafat vieron una causa común en ese acuerdo secreto. La ocupación de Israel era cada vez más brutal y la fuerza creciente de las milicias religiosas palestinas, sobre todo de Hamás, asustaba a los israelíes y a la autoridad palestina. Durante años, los israelíes habían alentado a Hamás en la construcción de mezquitas y servicios sociales para hacer frente a su rival de la OLP "terrorista" y al liderazgo del "superterrorista" exiliado Arafat. Del mismo modo que los Estados Unidos ayudaron a crear a Osama bin Laden y a Sadam Husein, Israel alimentó a Hamás y a su clase dirigente formada por imames y guerreros farisaicos que ahora exigían Palestina —toda Palestina— para los palestinos.

El acuerdo secreto del que habla, que luego se plasmó en los Acuerdos de Oslo, contenía falsas promesas y dejaban en muy mal lugar a Palestina, pero cuestionarlo cuando el propio Arafat  e Isaac Rabin posaban dándose la mano, era poco menos que una herejía, una desconfianza peligrosa de periodistas cenizos, antipaz y pro-terroristas. Los Acuerdos de Oslo imposibilitaban las grandes promesas que Arafat le venía haciendo a su pueblo durante décadas, terminó transigiendo lo que él mismo decía que era inasumible, estrechaba la mano del primer ministro de un país que había jurado eliminar de la faz de la tierra, y lo que es realmente relevante, comprometía la identidad de la nación palestina, Jerusalén, el derecho de retorno, el fin de la ocupación dejando todas las cuestiones importantes para después, y dando como caramelo la Autoridad Nacional Palestina como forma de gobierno transitorio... un desastre que prácticamente todos los medios, de izquierdas y de derechas celebraban y que tan solo unos pocos criticaron. Unos pocos periodistas, porque lo que es el pueblo lo recibiría en lo sucesivo con carteles de traidor, entreguista y vendido a los israelíes.

Aquí estaban todas aquellas proclamaciones cansinas y desesperadas que escuchamos a lo largo de los años mientras el presidente de la OLP, sudando y gritando y a veces llorando de emoción, le dirigió a sus guerrillas de Al Fatah y a los desposeídos de los campamentos palestinos. “La tierra de Palestina es la patria de los palestinos, y la patria de la nación árabe desde el océano hasta el golfo —había declarado en 1989—... La OLP no ofrece la paz de los débiles, sino la paz de Saladino.” Ya no. “El alzamiento palestino no acabará hasta que se haya conseguido el reconocimiento de los derechos legítimos del pueblo palestino, incluido el derecho de regreso.” Ya no. “La única forma de conseguir la paz es mediante... el derecho de regreso, la autodeterminación y la instauración de un Estado palestino con capital en Jerusalén.” Ya no.

En los años 90 la figura de Yaser Arafat provocaba risa y lástima al mismo tiempo. Un líder que había recogido la semilla de la esperanza de su pueblo, se había convertido en casi una caricatura de sí mismo cuya única justificación para vender en secreto los sueños de su país es que había llegado a la conclusión derrotista de que algo era mejor que nada.

Ataviado con su kefia,  arreglada de un modo muy teatral, con su uniforme caqui y su ridícula pistola, Arafat parecía ahora un personaje anticuado, un revolucionario del pasado que dentro de poco tendría que dejar a un lado las cosas infantiles.[...] Se supone que los revolucionarios deben ser intelectuales. Robespierre, Lenin, Marx, Trotsky, Ataturk, Nasser, Castro, Guevara: todos escribieron libros o hablaron de elevados temas filosóficos durante su lucha. Arafat no. Casi nunca lo veían leyendo un libro, y menos aún escribiendo uno. Lo que tenía, sin embargo, era una gran determinación. 

Todo el desanimo que cundió tras los Acuerdos de Oslo provocaron que Arafat perdiera legitimidad, la poca que le quedaba después de negociar dichos acuerdos sin la autorización de su pueblo, y una rabia general que hizo subir como la espuma a Hamás hasta el punto de que innovaron una crueldad más; los ataques suicidas que antes no se daban.

Por su parte algunos radicales israelíes, fundamentalmente los colonos, consideraron a Rabin como su respectivo traidor por haberse acercado a Arafat, y lo asesinaron. No ha sido el único caso en que algunos israelíes se han tomado la justicia por su mano y han recurrido a las armas, incluso miembros del ejército disparando indiscriminadamente en una mezquita, pero sistemáticamente son calificados de tragedias, malentendidos, colonos locos, judíos desquiciados, etc... Compárese con la calificación de terrorista, la maldad por la maldad y sin posibilidad de racionalizarla ni curarla que se le aplica a los actos terroristas de los palestinos. La visión radical israelí propugna que los territorios ocupados deberían anexionarse de manera definitiva. Al estar solamente ocupados de facto, se le está dando esperanzas a los palestinos de que les sean devueltos. Al igual que los palestinos ya no reclaman, salvo excepciones, los territorios israelíes porque pertenecen al reconocido Estado de Israel, tampoco reclamarían los territorios que hoy en día ningún país le reconoce a Israel, después de seguir ocupándolos durante un cuarto de siglo.

Los asentamientos en los territorios ocupados por parte de los colonos sería a lo que se agarrarían los colonos como si de un derecho adquirido se tratase, para tachar a Rabin de terrorista cuando ofreció a Arafat territorios por paz (como si esas tierras les pertenecieran, cuando en realidad no solo eran de palestinos a los que habían echado de sus tierras, sino que además en muchos casos, esos palestinos tenían escrituras de propiedad desde la época de los británicos).

Cuando los israelíes no construían casas en suelo palestino, se dedicaban a demoler casas palestinas. Entre la firma del acuerdo de Oslo en 1993 y marzo de 1998, los bulldozers israelíes echaron abajo 629 casas palestinas, [...]

Cuando Robert Fisk le preguntó a Yaser Arafat si se arrepentía de haber firmado los Acuerdos de Oslo, éste respondíó:

“El acuerdo de paz que firmé era el acuerdo de los valientes”, respondió. “Firmé con mi compañero Isaac Rabin, que pago con su vida esta paz. Nuestro deber es seguir adelante con el justo intento que acordamos con el señor Rabin Peres.”  

Las negociaciones de Camp David en el año 2000 fue otro nuevo fracaso, y puso de manifiesto que Oslo también lo había sido. Desde los medios occidentales se vendió como la oportunidad de oro que Arafat dejó pasar al rechazar el 95 % de Palestina, "cuando en realidad quedaba un 64 por ciento del 22 por ciento de Palestina". Si Arafat hubiese aceptado hubiese sido además de un fracaso para los palestinos, una humillación inaguantable para que un líder que ya había tragado demasiado en Oslo.

Barak no renunciaría a Jerusalén ni abandonaría los asentamientos. Arafat no haría la “concesión” de ceder al control israelí sobre toda Jerusalén.[...] Ante el ofrecimiento de una soberanía aparente para garantizar una paz aparente, la autoridad palestina —corrupta, decadente y no democrática— prefería el fracaso a la humillación.
    Por lo tanto, Arafat regresó a Gaza, donde fue recibido como un héroe. Por una vez, aquel viejo dirigente no había ofrecido otra capitulación. Les había plantado cara a los Estados Unidos. Y a Israel.
ARIEL SHARON
Ese mismo año, Ariel Sharon, ese halcón derechista que es acusado en su propio país de ser un despiadado militar que pone en peligro las vidas de sus soldados (no dicen nada en cambio de su responsabilidad  por las matanzas de Sabra y Chatila), invadió los lugares musulmanes sagrados acompañado de mil policías israelíes. Así comenzó la segunda intifada. La primera terminó, más o menos, con los Acuerdos de Oslo.

La carrera de Sharon lo representa todo menos la paz. Votó contra el tratado de paz con Egipto en 1979, y en contra de la retirada del sur del Líbano en 1985. Se opuso a la participación de Israel en la conferencia de paz de Madrid de 1991 y a la votación plenaria de la Knesset sobre los acuerdos de Oslo de 1993. Se abstuvo de votar a favor de la firma de la paz con Jordania en 1994. Votó en contra del acuerdo de Hebrón en 1997. Criticó el modo en que Israel se retiró del Líbano en el año 2000. En el 2002, Sharon había construido 34 nuevas colonias judías en territorio palestino.
Cuando varios países europeos estaban barajando la posibilidad de modificar sus legislaciones para perseguir crímenes de guerra en cualquier parte del mundo, los israelíes, llegaron a  confeccionar una lista de países a los que no debían viajar. Uno de esos países era Bélgica, que estaba investigando las matanzas de Sabra y Chatla en 1982. Pero una vez más el Tío Sam salió en defensa de Israel. Donald Rumsfeld, conocido por todos los que hemos vivido la guerra de Irak, hizo un viaje a Bruselas para presionar a dicho país para que retirase los cargos y modificase su legislación. Según Fisk, el famoso Secretario de Defensa estadounidense amenazó con trasladar la sede de la OTAN lejos de Bélgica si no retiraban los cargos contra Sharon.

SUICIDAS PALESTINOS: ¿DESESPERANZA Y/O FANATISMO RELIGIOSO?
¿Pero qué hay detrás de esa mentalidad suicida? ¿Por qué los palestinos celebran la muerte en las calles de Ramala? Cuando Fisk presencia un atentado terrorista palestino, y así lo califica sin concesiones,  se pregunta por la mentalidad del suicida. Su conclusión es la desesperación a la que está sometida toda una sociedad hace que pierdan el miedo. Un odio enfermizo y terminal se estaba apoderando de una entifada que empezó con piedras y terminaba con bombas suicidas y palestinos asesinados regular y públicamente por colaboracionismo, la anarquía sanguinaria, el odio y la deshumanización del enemigo cuajó y se instaló en el centro del conflicto israelí-palestino. Hamás calificaba a los judíos como hijos de cerdos monos, y  algunos israelíes se refieren a los palestinos como cucarachas o alimañas. No se podía llegar a calificar de zona de guerra en permanente estado de sitio, porque hay muchos flujos que pasan la frontera todos los días, y hay un territorio que es compartido por ambas poblaciones que no termina de exterminar a la otra. Por mi parte estoy seguro que si no hubiera unas tierras santas de interés para ambas partes, se habrían usado armas química so nucleares desde hace tiempo. Y es que es precisamente ese factor religioso el que está en el corazón de todo esto. Fisk no se atreve a concluirlo, pero tampoco esconde testimonios ni hechos que apuntan a esa misma conclusión.

Esto es lo que respondía Hasan Nasralá, dirigente del movimiento libanés Hezbolá, cuando Robert Fisk le preguntaba por esa mentalidad suicida:

        "Nuestros guerreros tienen ciertas cualidades. El que conduce un camión con intención de irrumpir en la base militar del enemigo, hacer explosión y convertirse en mártir conduce con el corazón lleno de esperanza, sonriente y feliz porque sabe que va a otro lugar. La muerte, según nuestra fe, no es el olvido. No es el fin. Es el comienzo de una vida verdadera.
        La mejor metáfora para que un occidental intente comprender esta verdad es pensar en una persona que pasa mucho tiempo en una sauna. Tiene mucha sed, está cansado y tiene calor, sufre por los efectos de la alta temperatura. Entonces le dicen que, si abre la puerta, saldrá a una sala tranquila y acogedora, podrá tomarse un cóctel delicioso y escuchar música clásica. Abrirá la puerta y saldrá sin dudarlo un instante, a sabiendas de que lo que deja atrás no es un precio muy alto que pagar, pues lo que le espera es algo mucho más valioso. No se me ocurre ningún otro ejemplo para explicarle esta idea a un occidental."
A Nasralá le gustaban las metáforas, los símiles; igual que los carteles de “mártires” de Hezbolá, que a menudo retratan a los muertos en el paraíso, rodeados de ríos, tulipanes y sauces llorones. ¿Es allí adonde creen ir los terroristas suicidas? ¿A los ríos, la miel, los árboles y —sí, claro— las vírgenes? ¿O a una sala tranquila y acogedora, con un cóctel y música clásica?
 ¿Tienen algo en común estos suicidas con los kamikazes japoneses de la II Guerra Mundial? Según Fisk no, porque los japoneses "atacaban acorazados y portaaviones, no hospitales." Estoy seguro de que Christopher Hitchens sí encontraría una similitud más, ya que incluso el budismo había sido cómplice del fascismo japonés. Fisk abre uno de estos capítulos dedicados a Israel y Palestina con una cita bíblica (Números, 33, 50-55) que autoriza y ordena a los judíos a echar a las gentes que habiten la actual Palestina, destruyan los ídolos que adoren sus habitantes. Incluso les advierte que si no los echan, eso se volverá en su contra "como aguijones en vuestros ojos y por espinas en vuestros costados".

¿A alguien le puede quedar alguna duda, después de leer estas condenas ancestrales, ya sean mal o bien interpretadas, que en la raíz del odio está la semilla de la religión?  ¿Cómo puede nadie dudar de que sin las promesas celestiales que se aprovechan del sentimiento religioso y de la fatalidad del pueblo palestino, los suicidas prácticamente desaparecerían? ¿Acaso no es el carácter religioso de tierra santa la que hace que se maten unos a otros? Si solo fuera un conflicto territorial, ¿no habría alguna parte cedido ya algo? No pueden ceder porque se trata de algo que está por encima de la vida de sucesivas generaciones, se trata de la vida eterna y del respeto a quien te la da.

La excepción que confirma la regla puede ser el pueblo de Beit Jala, donde el 60% son cristianos y existe una convivencia pacífica entre los diferentes cultos.

Ghadir, la hija de Margot Zidan, chasqueó la lengua al mirar el retrato. “Vosotros protegéis a los israelíes y nos culpáis a nosotros por esto —dijo—. Decís que somos responsables de la muerte de nuestros propios hijos, pero no es verdad. Nosotros somos un pueblo unido. No hay diferencias entre cristianos y musulmanes.” Y esto seguramente era verdad. Pasando por cada casa de Beit Jala, las familias cristianas me llevaban a hogares musulmanes, niños musulmanes me llevaban a las casas de sus amigos cristianos, y sin previo aviso ni presentación. Pero ¿apoyaban los aldeanos a los palestinos que disparaban contra Gilo? Se encogían de hombros cuando les hacía esta pregunta. “Estos hombres tienen pistolas ridículas, y disparan entre nuestras casas —dijo uno—. ¿Qué podemos hacer? ¿Y cómo vamos a detener a los israelíes? Ellos saben que nosotros no somos quienes les disparan.”

AUTOCRÍTICA
No obstante, como decía anteriormente, parece que Fisk reconoce mayor capacidad de autocrítica en Israel que en Palestina. Es cierto que por lo general ninguna parte reconoce sus excesos. Israel ataca a civiles y toma represalias indiscriminadas, y algunos intelectuales como Alan Dershowitz justifican la tortura para obtener confesiones, al más puro estilo Jack Bauer, pero todo esto también lo hace Palestina.

Hamás cuenta con sus propios escuadrones de la muerte, que matan a soldados, pero también a mujeres, niños, ancianos y enfermos. “En lo que llevamos de estas dos intifadas, los israelíes han matado a más de 2.000 palestinos. Tras las matanzas de Nablús y Yenín, el número de niños asesinados supera los 350, lo cual demuestra que los israelíes cometen carnicerías intencionadas con los civiles.” La misma historia de siempre: en cuanto se le pide a un dirigente de Hamás que reconozca que matar a civiles mediante atentados suicidas es cruel, sale con estadísticas. ¿Y los niños de la pizzería? ¿Y los ancianos de la fiesta de la Pascua judía?

Las periodistas Amira Hass y Eva Stern son elogiadas por Fisk como dos luces en la oscuridad, sin embargo no menciona a nadie autocrítico del lado palestino. No creo que se trate de falta de libertad de expresión en Palestina, que seguro que no andan muy sobrados de ella, sino de que las voces con conciencia de las injusticias son difíciles de callar, sean del lado que sean.

Aunque Fisk sea unos de esos azotes de la política israelí, confiese que la honestidad intelectual de los historiadores israelitas es mucho mayor que la de sus homólogos árabes, estando los primeros mucho más dispuestos a confesar sus excesos que los segundos. Esto es cierto al menos como acto de disidencia, dentro de sus respectivos gremios académicos, porque según el historiador árabe George Antonious la propaganda sionista es mucho más fuerte y está mejor organizada que la árabe.

En 1938 el historiador árabe George Antonious dijo claramente que "la creación de un Estado judío en Palestina, o de un hogar nacional basado en la soberanía territorial, no se puede lograr sin desplazara  los árabes..." [...] "El tratamiento otorgado a los judíos de Alemania y otros países europeos es una vergüenza para sus autores y para la civilización moderna; pero la posteridad no exonerará a ningún país que no logre hacer frente a su parte de los sacrificios necesarios para aliviar el sufrimiento y la angustia judíos. Imponer la mayor parte de la carga a la Palestina árabe es una miserable forma de eludir unas responsabilidades que deberían recaer en todo el mundo civilizado. También es moralmente vergonzoso. Ningún código moral puede justificar la persecución de un pueblo en un intento de poner fin a la persecución de otro. El remedio para la expulsión de los judíos de Alemania no se debe buscar en la expulsión de los árabes de su patria; y tampoco se logrará el alivio de la angustia de los judíos a costa de provocar angustia a un pueblo inocente y pacífico."
¿FUTURO?
Todo este conflicto, está tan desequilibrado que es difícil decantarse por un análisis optimista. Especialmente para los palestinos, porque a los Israelíes parece que solo les hace falta aguantar un par de generaciones unas estadísticas de víctimas que van en su favor hasta acabar con todos los palestinos dispuestos a resistir. Pero quizás llegue algún momento en que nuevos líderes quieran negociar un acuerdo y que consigan convencer a sus respectivos pueblos, radicales incluidos, de que hay que respetarlo. Los que ahora son llamados terroristas, quizás algún día se sienten a hablar en nombre de sus pueblos y logren un acuerdo. Así sucedió con Arafat y con muchos líderes israelíes (aunque los israelíes no han sido calificados de terroristas, pero han participado en actos claramente terroristas).

Para conseguir una paz irlandesa que gozara del apoyo de la mayoría de británicos e irlandeses, se abandonó la vieja política thatcheriana de criminalizar a todos los delincuentes. Infanticidas, uxoricidas, asesinos de la mafia y sicarios —que debían permanecer en prisión—, así como asesinos “políticos”, criminales “políticos” y sicarios “políticos” volvían a casa. Nos guste o no, así es como concluyen la mayor parte de las guerras. Se produce una especie de borrado de pecados. Hombres a los que hemos catalogado como “terroristas” —Jomo Kenyatta, Menachem Begin, el arzobispo Makarios, Gerry Adams y, sí, Yasir Arafat— tienen la extraña costumbre de presentarse en conversaciones en Downing Street, ir a tomar el té con la reina Isabel o participar en charlas en la Casa Blanca.

La otra opción sería la de la revolución popular, algo que ya está sucediendo estos meses atrás en casi todo el mundo árabe. Ni siquiera Noam Chomsky podría haber sospechado este tsunami democrático en Oriente Próximo, cuando apostaba por una rebelión interna en Irak que hubiese hecho innecesario el derrocamiento de Sadam reduciendo el país a cenizas con la excusa de exportar la democracia.

A esta revolución popular desde dentro se refiere Fisk:

En la actualidad los árabes ya no tienen miedo. Los regímenes son tan huraños como siempre: aliados leales y supuestamente “moderados” que obedecen las órdenes de Washington y aceptan enormes subvenciones de los Estados Unidos, celebran sus elecciones absurdas y tiemblan de miedo por si su gente decide al fin que ya ha llegado el momento de un “cambio de régimen” (desde dentro de sus sociedades, no la versión occidental impuesta por invasión). Son los árabes como pueblo —brutalizados y aplastados durante décadas por dictadores corruptos— los que ya no huyen. Los libaneses de Beirut, sitiados por Israel, aprendieron a negarse a obedecer las órdenes del invasor. Hezbolá demostró que el poderoso ejército israelí podría ser humillado. Las dos intifadas palestinas probaron que Israel ya no podía imponer su voluntad en la tierra ocupada sin pagar un precio terrible. Los iraquíes se levantaron primero contra Sadam y después, tras la invasión angloestadounidense, contra los ejércitos de la ocupación. Los árabes ya no huían. La vieja política de Sharon que los neoconservadores estadounidenses apoyaron de una forma tan letal antes de la invasión de Iraq en el 2003 —apalear a los árabes hasta que se sometan, hasta que se “comporten” o hasta que surja un dirigente árabe “que controle a su propio pueblo”— está tan en quiebra como los regímenes que continúan trabajando para la única superpotencia mundial.

Me gustaría terminar esta sección, con lo que Gandhi dijo sobre el tema de Israel y Palestina en 1938. La cuestión en aquellos momentos no había tomado el cariz que tiene ahora, pero ya se podía compartir un punto de vista común con un mínimo de humanismo. Las simpatías de Gandhi estaban con los judíos por todas las persecuciones que habían sufrido, pero eso no justificaba que ahora se portasen así con los árabes. La cita completa se puede leer aquí:


"No defiendo los excesos árabes, deseo que hayan elegido el camino de no violencia en resistir lo que por derecho les pertenece como su indiscutible soberanía sobre su país. Pero según los cánones del bien y del mal, nada se puede decir en contra de la resistencia árabe contra la opresión."

ARGELIA

Francia invadió Argelia para civilizarla, para supuestamente traer la democracia, y creían que el pueblo argelino los recibiría con los brazos abiertos. Como EEUU esperaba que los iraquíes les recibieran con flores cuando invadieron su país. Pero no fue así. La resistencia colonial duró generaciones, pero solo después de la II Guerra Mundial se inició una guerra de guerrillas no solo salvaje para los invasores, sino que degeneró en polarizaciones dentro de la misma resistencia que se cobró la vida de media millón de argelinos, además del millón que se llevaron de por medio los franceses en una guerra de  independencia de 8 años que finalizó en 1962.

Hubo crueles torturas por ambas partes, tanto en el periodo colonial como en la Guerra de la Independencia, pero desde la perspectiva del que se considera más civilizado es más ofensivo que las torturas y las masacres provengan de ese plus de civilización que de los "salvajes". La Francia educada y occidental conocía las torturas de los soldados franceses, el mismo François Mitterrand lo sabía, incluso en París se continuó esta persecución.

La policía francesa atacó con brutalidad a los manifestantes y pueden haber muerto asesinados, nada más y nada menos, que 300 personas. Al día siguiente se arrojaron sus cadáveres al río Sena. Hasta el día de hoy, las autoridades no han abierto todos los archivos sobre esta matanza, aunque el prefecto de policía que ordenó la represión fue Maurice Papón, condenado en abril de 1998 por crímenes contra la humanidad durante la ocupación alemana.

Argelia ha tenido tres jefes de estado, pero Fisk los analiza bajo el prisma de aquellos argelinos que vieron  con indignación como libertadores, se dejaban manipular por influencias externas y se corrompían por el poder estableciendo dictaduras que nada tenían que envidiar a la antigua Francia colonial. El hilo conductor  de los tres jefes de estado que se sucedieron durante medio siglo en Argelia es el islamista Mustafá Buyali, que representan a ese sector del radicalismo islámico que se pasó a la resistencia tras la guerra de la Independencia.

Cuando el FLN (Frente de Liberación Nacional) llegó al poder trató a los islamistas disidentes con la misma brutalidad que antes Francia trataba al FLN. La corrupción y traición del que se había constituido en partido único provocó un golpe de estado por el que Ben Bella fue derrocado en 1965 por Bumedián. Buyali no apoyo este golpe de estado, a pesar de estar en contra de Ben Bella. En 1978, tras la muerte de Bumedián, Chalid Benyedid le sucedió en el poder. Un poder que ejerció con más dictadura y más corrupción que predecesor, lo cual provocó más resistencia. El gobierno no pudo evitar acceder a demandas populares como el multipartidismo y cuando la situación se hacía insostenible se convocaron elecciones en 1992 a las que se presentaron muchos de aquellos islamistas que no se sentían representados, y una vez más, quizás siguiendo el ejemplo de la Francia colonial, los comicios se amañaron.

En la primera vuelta se supo que ganaba el FIS (Frente islámico de Salvación, que aglutinaba a los más radicales islamistas que no podían permanecer en el FLN), y entonces el gobierno suspendió las elecciones y encarceló a miembros del FIS. Esta decisión de no permitir terminar unas elecciones democráticas, para impedir que los anti-demócratas ganaran las elecciones, a parte de la contradicción semántica, generó un gran debate en Europa. Todavía recuerdo a Fernando Savater condenar el tongo de las elecciones en Argelia dicendo que de aquellos barros, estos lodos, ya que la situación se volvió sanguinaria y salvaje dentro del país.

Los partidarios del FIS podían explicar su rabia con facilidad. Los habían animado a participar en esas elecciones. Occidente había repetido en diversas ocasiones que el poder debía llegar a través de las urnas más que a través de la revolución —islamista o de otra clase—, y el FIS había jugado, como tocaba, la baza democrática. El FIS acató las normas y cometió el error de ganar las elecciones. Eso no era lo que pretendía el pouvoir, o sus partidarios franceses. Francia se sentía feliz de evitar la pesadilla de una “catástrofe” islámica en la costa sur del Mediterráneo. Los estadounidenses no querían otra revolución islámica en las fronteras limítrofes con Irán. Ni hablar de democracia. [...] No querían democracia a menos que pudieran ser los ganadores.

Era una decisión difícil que nos situaba de nuevo en la vieja dicotomía de si el fin justifica los medios. Si somos demócratas deberíamos dejar que el FIS gobernara. Pero si los dejamos que gobiernen se cargarán la democracia. ¿Debemos dejar que un pueblo, voluntariamente, se corte la yugular de la libertad? ¿No fue elegido Hitler democráticamente (yo creo que no, no al menos por la mayoría de la población)? Pero por otra parte, incluso Hamás ha conseguido ganar unas elecciones y formar gobierno. ¿Debemos respetar el criterio democrático aún a riesgo de cargarnos la democracia? Supongo que sí, de lo contrario ¿quién va a decidir que elecciones son válidas o no, en función de quien puede resultar peligroso?

“A ustedes les gusta hablar de democracia —dice el anciano del FLN, que era estudiante al principio de la guerra de independencia—, pero esto no es una lección de filosofía para nosotros. Si el FIS llega al poder, estallará una guerra civil en Argelia. Se producirá un terrible baño de sangre. Tenemos que enfrentarnos a un problema real. ¡Qué maravilloso sería, pensarán ustedes, tener una república islámica en Argelia! ¡Qué democrático por su parte! Pero no podemos permitir que estalle una guerra civil. Tenemos una responsabilidad con nuestro país, con nuestro pueblo.”

Después de la suspensión de las elecciones de 1992, Budiaf, vieja gloria del FLN del que terminó separándose, llegó al poder desde el exilio para rescatar a Argelia de una guerra civil y proporcionar estabilidad. No tardaron en matarlo. Y es que esa decisión de no dejar gobernar al FIS trajo un baño de sangre de unos contra otros; FLN, FIS, GIA y el propio gobierno que al principio trataba de ocultar la violencia islamista pero que ahora se dedicaba a combatirlos e incluso a acusarlos de los propios excesos gubernamentales. Mientras tanto, los islamistas, a quienes les sobraban muestras de bestialidad, eran retratados por nosotros, los occidentales, como más bestias y sanguinarios todavía, incluso con su propia gente. Y nadie, ni la UE, ni la ONU, ni EEUU hicieron nada en tiempos recientes cuando estaba claro que las matanzas las cometía el gobierno, tan solo las ONG's denunciaron las mentiras.

Y de nuevo Fisk narra episodios en los que la religión cobra una fuerza motivadora difícil de ocultar, pero paradójicamente no la señala como "la raíz de todo mal".

Mientras tanto, la guerra se vuelve más atroz, cada vez resulta más duro informar sobre ella; no sólo por los peligros físicos, sino porque sus terroríficos detalles nos repelen incluso a aquellos que debemos informar de sus bestialidades. [...] ¿Qué energía primitiva alimenta un sadismo así? Aunque el precio fue terrible, los argelinos ganaron su guerra contra los franceses. Eran todos musulmanes, todos de la secta suní. [...] Se refería de forma constante a la necesidad de exterminar “con la ayuda de Dios” al gobierno argelino, con tal de establecer un estado islámico legítimo, y se justificaba citando el Corán en un estado cercano al éxtasis. [...] “El Corán nos promete la victoria o el martirio. Dice que los verdaderos mártires no sangran mucho. Cuando mueren, huelen a perfume de almizcle. Eso es cierto. Cuando un mártir muere, es recibido en el paraíso por setenta y dos hermosas mujeres.”

Por todos estos sinsentidos religiosos, me cuesta creer la estrecha relación, según Fisk, que guardan los islamistas del FIS con la ciencia. El sorprendente, párrafo que necesitaría de un análisis más profundo, dice lo siguiente:

Akli es biólogo y la fascinación por la ciencia es una característica de gran parte del pensamiento del FIS. Los partidarios con estudios del FIS eran, casi de forma invariable, preparados ingenieros o técnicos en comunicaciones. Sin excepción, todas las librerías de Argel tienen ahora una sección especial de literatura islámica. Junto a todas las secciones había una estantería con libros sobre ciencia. Los 22 candidatos del FIS en las elecciones parlamentarias de diciembre eran licenciados, 15 de ellos eran científicos. En una República Islámica Argelina había más probabilidades de que los dirigentes del gobierno fueran tecnócratas que no mulas. Los partidarios del grupo afirmaban que el islam y la ciencia no sólo eran compatibles, sino complementarios, que ambos conllevaban la verdad y el entendimiento absolutos.

¿Se debe esto a un verdadero amor por la ciencia por parte de los miembros del FIS, o se debe realmente a la conocida prepotencia del Islam para autoproclamarse la versión 3.0 de los otros dos grandes monoteísmos que son cronológicamente anteriores? Los testigos de Jehová también venden sus creencias manipulando la ciencia para sus propósitos. Quizás el párrafo anterior haya que conjugarlo junto a otro anterior, cuando Fisk contaba lo que Jomeini respondía a las acusaciones de que el Islam es una religión atrasada, tanto científica como políticamente.
En otras ocasiones sostienen que el islam es una religión reaccionaria que se opone a todas las ideas y manifestaciones de civilización nuevas y que, en la actualidad, nadie puede mantenerse al margen de la civilización mundial...  Con una jerga propagandística endemoniada y, a la vez, insensata, reivindican la santidad del islam y mantienen que las religiones divinas tienen la tarea más noble de purgar egos, de invitar a la gente al ascetismo, a la vida monástica... Esto no es más que una acusación estúpida... El Corán resalta con gran énfasis la ciencia y la industria... Estos individuos ignorantes deben percatarse de que el sagrado Corán y las tradiciones del Profeta del islam contienen más lecciones, decretos y órdenes sobre el gobierno y la política que sobre cualquier otro asunto...

LA GUERRA DEL GOLFO (1991)

Cuando Irak invadió Kuwait, nadie pensaba que EEUU se iba a inmiscuir en esos asuntos entre árabes. Pero Arabia Saudí, cuya presencia en este capítulo es permanente, acudió en ayuda de su eterno protector EEUU, y éste respondió liderando una coalición de países occidentales y de la misma Arabia Saudí. Esto levantó muchas polémicas entre la Liga Árabe que no veía con buenos ojos que tropas de infieles occidentales, tradicionales aliados de Israel, usaran la tierra de lugares santos del Corán para atacar a otros musulmanes. Pero nadie quería que Sadam se hiciera con todo el petróleo de Kuwait y se hiciese un hombre más fuerte en Oriente Próximo. Por su parte, EEUU, podía presentar esta intervención como una alianza con los musulmanes buenos contra el musulmán malo, y así que nadie cuestionara el movimiento de tropas.

La invasión no debió pillar de improvisto a nadie, pues la reivindicación de Kuwait que venía haciendo Sadam era ya aburrida por lo repetida que era. Si a eso le añadíamos que Sadam estaba pasándolas canutas para solventar el problema de la deuda externa que había generado su guerra contra Irán, que Kuwait estaba sacando petróleo de un yacimiento junto a la frontera con Irak y que eso Sadam lo denunciaba como un robo, y que Sadam era un megalómano capaz de todo... pues no debería haber sorprendido a nadie, y menos a oficinas de inteligencia que analizan estos calentones diplomáticos con lupa.

Sadam atacó a Israel para liarla más gorda todavía, y así provocar el debilitamiento de la coalición que incluía países árabes que se oponían al pillaje y violaciones, tanto de personas como del derecho internacional, que el ejército iraquí se apresuraba a cometer en Kuwait. Tan solo un lavado de cerebro ideológico puede explicar la quema de bibliotecas y disparar contra museos, además por supuesto, de llevarse la vida por delante de miles de kuwaitíes. Afortunadamente Israel no respondió.

El papel de Arabia Saudí, y su rey Fahd, recuerda al papel que tuvo que jugar EEUU en la posterior Guerra de Irak, la segunda parte de la Guerra del Golfo. De la misma manera que EEUU ha tenido que avergonzarse de su pasado por ayudar al dictador iraquí antes de que se convirtiera en el malo malísimo de la película (también lo era con anterioridad, pero les beneficiaba ayudarlo igualmente), Arabia Saudí debió  morderse la lengua para luchar contra un país al que había financiado en su guerra contra Irán. Los aliados se volvían enemigos, una vez más.

Se cuidó la corrección política de los soldados de EEUU en una tierra tan delicada, y se les prohibía discutir sobre temas relacionados con Israel. Se llegó a publicar un manual de comportamiento para la ocasión. Y no solo EEUU estaba interesado en controlar las imágenes de un ejército que no debía repetir las mismas imágenes que Vietnam. Tampoco Arabia Saudita estaba interesada en difundir imágenes de infieles aterrizando sobre la tierra del Islam y musulmanes carbonizados por los aliados de Israel.

Por eso contra quien realmente arremete Robert Fisk, es contra sus compañeros de profesión. La guerra había sido planeada para minimizar cualquier impacto sobre la población estadounidense, de manera que a los periodistas se les había dado la oportunidad de viajar con los militares para obtener información de primera mano. Información que por supuesto estaba sesgada y manipulada para hacer parecer que esta era una guerra limpia sin imágenes impactantes de muerte y sangre que pudiese poner a la opinión pública estadounidense en contra. Para Fisk, aquellos que se enrolaron en esos "pools" (años después se les llamaría "empotrados" a una versión más controlada)  traicionaron a sus lectores y a su profesión. Porque hacerlo implicaba asumir como propios los objetivos militares de los soldados, compartir su pasión por la tecnología militar olvidando otras implicaciones, además de sus inquietudes y sus miedos, perdiendo de esa manera la necesaria capacidad crítica que se debe tener en un conflicto militar donde la verdad es la primera víctima.


Y efectivamente así fue. La prensa británica y estadounidense llegaron a asumir como deseable la guerra después de todos los preparativos militares con los que convivieron con los soldados. Y llegaron a creer que sería coser y cantar, informando de una batalla de apenas 100 horas, cuando después se supo que ya existían planes que incluían una estancia mucho mayor en el país.

“olvidados fueron los cerca de 40 días y 40 noches durante los cuales los Estados Unidos hicieron llover sobre Iraq 80.000 toneladas de explosivos, un bombardeo mayor que el sufrido en Europa durante la segunda guerra mundial”. [...] Los periodistas fueron cómplices de esta guerra, la apoyaron y formaron parte de ella. La inmadurez, la inexperiencia, la preparación... Puede escogerse la excusa que se prefiera, pero inventaron una guerra sin muertos. Mintieron.

Fisk defiende que para contar la verdad, aparte de no ser sujeto de censura y de cuestionar al poder, es necesario difundir las imágenes más crueles de un conflicto, porque si no se está colaborando al plan preconcebido de hacer la guerra admisible, indolora y con una muerte presentable. Imágenes como las que dejó la carretera de la muerte de Basora, por la que huía el ejército iraquí, ya en retirada, y en la que los estadounidenses se cebaron innecesariamente con ellos.
A última hora de la tarde del 2 de marzo de 1991, mi viejo amigo Alex Thomson de ITV y yo nos dirigimos desde la “carretera de la muerte”, hacia el norte por la carretera de Safwan y más allá, hasta un lugar donde los muertos iraquíes yacían en gran número sobre el suelo del desierto. Manadas de perros habían llegado hasta ellos y les arrancaban las extremidades, y les desgarraban la ropa para roer sus estómagos y muslos. Los perros se peleaban entre ellos por ese festín de pesadilla. Algunos ya habían salido corriendo con partes mutiladas de los cuerpos. Un perro tenía un brazo en la boca y corría por la arena con los dedos de una mano muerta colgando entre la porquería. El equipo de Thomson filmó esa obscenidad. Alex, que iba a escribir uno de los estudios más críticos de los medios de comunicación en esa guerra, me miró con frialdad. “Esto no lo emitiremos, claro —dijo—. Es sólo para los archivos.”
    Así fue. Cuando los periodistas querían filmar la guerra, los irritaban las trabas que les ponían. Sin embargo, cuando la guerra se había acabado oficialmente y se habían levantado las restricciones y podían filmar lo que quisieran, no quisieron enseñar cómo era el conflicto. Me di cuenta de que los muertos iraquíes, los que habían tenido muertes limpias —los que habían muerto de una pieza y habían caído de forma pintoresca, tendidos como guerreros caídos junto al camino— aparecían en las pantallas de televisión, brevemente claro, para simbolizar el “coste humano” de la guerra. Sin embargo, al mundo no se le permitió ver lo que vimos nosotros, las almas quemadas, descuartizadas, las cabezas decapitadas, monstruosas, los animales hurgando entre ellas. De esa forma contribuimos a hacer que la guerra fuera aceptable. Actuamos en complicidad con la guerra, la respaldamos, nos convertimos en parte de ella.
Y más tarde, en el penúltimo capítulo, pero defendiendo la misma necesidad de eliminar la falsa pulcritud de la guerra con ocasión de la intervención en Irak en 2003, Fisk nos desvela en cruentas imágenes de la guerra:

En televisión todo parecía limpio. La noche del domingo anterior, la BBC había emitido imágenes de coches civiles ardiendo, su periodista —un viejo amigo y compañero mío, Gavin Hewitt, con el que había viajado por todo Afganistán durante casi un cuarto de siglo pero que esta vez estaba “empotrado” en las fuerzas estadounidenses— decía que había visto a algunos de los pasajeros muertos junto a los vehículos. Eso era todo. Ninguna imagen de los cuerpos carbonizados, ningún primer plano de los niños convertidos en ceniza. De modo que quizá debiera incluir aquí otra advertencia para quienes sean de temperamento “nervioso”: no sigan leyendo a menos que quieran saber lo que los Estados Unidos y Gran Bretaña hicieron con los inocentes de Bagdad.

LA POST-GUERRA DEL GOLFO PÉRSICO

EEUU tuvo que dar explicaciones posteriormente de por qué no siguió hasta Irak para derrocar al régimen de Sadam Hussein. Todo indica que EEUU todavía necesitaba que alguien con mano dura ejerciese el poder en Irak. Tan solo necesitaban que el país quedase totalmente derruido para que los iraquíes no tuvieran otra cosa en la mente que reconstruirlo, pero que quedasen limitados militarmente para no liarla de nuevo. Quizás la prueba más evidente de esto es el hecho de que se autorizó, después de ser derrotado el ejército iraquí, el uso de helicópteros militares. Estos helicópteros fueron usados para reprimir las rebeliones kurdas y chiíes que surgían al ver a un dictador debilitado.

[...] alegaban que la coalición debería haber llevado el combate hasta Bagdad para exigir la cabeza de Sadam. De hecho, en cuanto los soldados iraquíes perdieron de forma definitiva su capacidad de defenderse, muchos pilotos se mostraron reacios a seguir luchando... En primer lugar, la coalición limitó de forma explícita sus objetivos a lo indicado en las resoluciones de las Naciones Unidas, que estaba relacionado con la liberación de Kuwait. En segundo lugar, si hubiéramos ido a Bagdad nos habríamos visto obligados a escoger y a mantener un nuevo gobierno iraquí.

El autor dedica un capítulo entero a esta traición, así se llama el capítulo 16, que tanto Occidente como los países árabes de la coalición cometieron al dejar abandonados a la insurgencia y a los kurdos que antes de la guerra, habían alentados a rebelarse contra Sadam. Ahora que consideraban que Sadam les servía para seguir dando estabilidad frente a una posible revolución islámica chií, esos insurgentes se iban a encontrar a un Sadam con ganas de revancha.

Y con los kurdos algo parecido, pero todavía más inmoral. Porque, en parte, quienes se encargaban de protegerlos eran los turcos. Turquía era aliada de la OTAN, y junto a Irak, gobernaba la región a la que los kurdos aspiraban a tener un estado independiente; eran por tanto odiados a partes iguales.

Esos kurdos no estaban muriendo en las montañas porque Sadam hubiera decidido de pronto reiniciar su persecución, ahora que Kuwait estaba liberado. Su ejército se había vuelto con furia en contra del pueblo kurdo porque habían respondido a nuestras exigencias de levantarse contra el régimen baazista. El aprieto en el que estaban había sido el resultado —directo— de nuestro aliento, de nuestra política, de nuestros llamamientos. Nosotros, Occidente —y nuestros “amistosos” dictadores árabes del Golfo— teníamos la culpa de esa catástrofe, [...] Por supuesto, los turcos tenían mucho miedo al nacionalismo kurdo, porque los kurdos de Iraq exigían su propia nación y un millón y medio de ellos quería huir por la frontera turca a la parte turca de su “patria”. Puesto que Turquía era aliada de la OTAN y “amiga” de los Estados Unidos —de aquí la cobardía de los Estados Unidos a la hora de tratar el holocausto armenio—, Washington también estaba impaciente por mantener a los kurdos de Iraq dentro de este país. Ésa era una razón no expresada e importantísima para enviar a los soldados estadounidenses a proteger a los kurdos que estaban en Iraq, y convencerlos de que se alejaran de la frontera de la montaña y regresaran a sus hogares iraquíes.

Robert pudo comprobar todo eso cuando se introdujo, casi por error, en un helicóptero con hombres de la CIA, que debían frenar los abusos del ejército turco en los campamentos de los kurdos. Fisk no tardó en ser deportado por escribir esas verdades incómodas.

Esta traición e inmoralidad se hizo con toda la intención de debilitar a la resistencia que pudiese salir de la intervención militar de la coalición de aliados, ya que presumiblemente, podía ser de carácter islámico. Y los medios que se utilizaron fueron las exhortaciones a rebelarse a través de una radio clandestina de la CIA que transmitía desde Arabia Saudí, "The Voice of Free Iraq" (La Voz del Irak Libre).

Si en aquella ocasión, y no en 2003, se hubiese seguido hasta el final para derrocar a Sadam, quizás la disidencia iraquí hubiese recibido con los brazos abiertos a unos americanos que los liberaban. Evidentemente, después de haber sido abandonados y traicionados por quien les animaba a ser valientes y luchar contra el dictador, ya no tenían motivos para confiar ni recibir con flores a quienes habían sido responsables morales de todas las torturas y represiones que había sufrido el pueblo desde que el final de la I Guerra del Golfo.

Desde los años 80 hasta 2005, los soldados iraquíes, ironiza Fisk, han sufrido varias metamorfosis en los medios de comunicación occidentales. Empezaron siendo "soldados de primera" cuando atacaban a Irán, luego fueron "enemigos" cuando invadieron Kuwait, después se convirtieron en "rebeldes" cuando se sublevaron contra Sadam, y esos mismos soldados luego fueron "terroristas" cuando resistieron ante la invasión estadounidense.

Tras la guerra la venta de armas en la zona del golfo continuó, el abandono de los cadáveres en fosas nunca se investigó, nunca se pretendió hacer cumplir las instrucciones de la Convención de Ginebra en cuanto al recuento de muertos y su enterramiento, ni tampoco con respecto al trato de los prisioneros, aunque si se demandó cuando los prisioneros resultaron ser británicos o estadounidenses. Las dificultades para estimar el número de bajas eran cada vez mayores.

El único intento serio para realizar una estimación del total de víctimas fue efectuada por Beth Osborne Daponte, una especialista en demografía de la Oficina del Censo de los Estados Unidos encargada de la recopilación de estadísticas del número de iraquíes fallecidos durante la guerra. Sus cifras indicaban que habían muerto unos 86.000 hombres, 40.000 mujeres y 32.000 niños, cifras que incluían los muertos ocasionados por las fuerzas de la coalición encabezadas por los estadounidenses, las insurrecciones alentadas por los estadounidenses al terminar la guerra y por las privaciones de la inmediata posguerra. Daponte fue despedida. La Oficina del Censo reconsideró luego su despido, pero su informe se reescribió disminuyendo el total de víctimas y eliminando los fallecimientos de mujeres y niños. Un posterior informe oficial del Pentágono omitía un capítulo dedicado a las víctimas y no hacía mención de las bajas iraquíes.

Pero quizás el capítulo más negro de la post-guerra, quizás incluso más negro que el petróleo que Sadam dejó quemándose y contaminando la atmósfera en lo que fue probablemente el peor delito ecológico de la historia, lo constituían las sanciones que el Consejo de Seguridad de la ONU había impuesto a Irak. Estas sanciones tuvieron un efecto lento y mortal sobre la población civil y fueron contestadas por amplios sectores de occidente como profundamente inmorales, indecentes y casi genocidas.

Las sanciones se aprobaron para que Sadam se retirara y para desmantelar su régimen, pero no lo conseguían. Oficialmente las sanciones intentaban mantener a raya a Sadam, y los medios que utilizaban era diezmar a la población (medio millón de niños muertos en 1994), llevarlos hasta tal punto de desesperación que provocasen una sublevación del pueblo contra su dictador, pero como diría alguien "cuando no tienes dinero ni comida, no te preocupa la democracia ni quienes te gobiernan." Luego los motivos para mantener las sanciones se cambiaban y pasaban a ser un requísito para las inspecciones que buscaban armas de destrucción masiva. Varios mandatarios de la ONU que llevaban el programa de "Petróleo por Alimentos" para garantizar que las sanciones no impidiesen la entrada de material no militar, dimitieron y expusieron públicamente la inmoralidad de dichas sanciones. No se podía entrar en Irak con vacunas infantiles, lápices, sacapuntas, champú, cordones para los zapatos, materiales para mortajas, toallas sanitarias, gasas jeringas, guantes quirúrgicos, pasta de dientes, papel higiénico...etc.

El único argumento que falla en este análisis del autor, es el siguiente; ¿si deseaban dejar a Sadam vivo para que gobernase Irak, por qué entonces sancionaban al país para provocar una sublevación? La única conciliación que se me ocurre es que cambiaran de objetivo, justo después de la guerra. Efectivamente Fisk afirma que tan solo después de la guerra se dijo que las sanciones cesarían si Sadam se iba.

Sobre Irak, entre la guerra de 1991 y la de 2003, cayeron muchas bombas como consecuencia de "las crisis del golfo" que de vez en cuando brotaban entre tanto silencio de los medios, que no acertaban a explicar cómo podía un ejército derrotado provocar tales represalias por los aliados. Una de las veces fue como represalia por intentar asesinar a George Bush padre, cuando visitaba Kuwait. Pero en  general, Fisk no afirma ni desmiente categóricamente, tan solo baraja como una gran probabilidad que Clinton quisiera distraer a sus electores de los problemas internos que tenía. En esa época es cuando sucedieron los titánicos esfuerzos diplomáticos y las grandes mentiras sobre las armas de destrucción masiva.

Dos yernos de Sadam, ambos militares, desertaron a Jordania donde contaron que Irak ya no producía armas de destrucción masiva, pero esto no se divulgó hasta 2003. El gobierno de EEUU, como todo el que haya vivido la preparación de la invasión de Irak en 2003 podrá recordar, se afanaba en dar argumentos a diestro y siniestro a favor de la posesión de armas de destrucción masiva. Por su parte Sadam desafiaba a los inspectores poniéndoles trabas con la misma vehemencia. Fisk habla en varias partes del capítulo de una extraña coincidencia entre ambas actitudes. Como si Sadam quisiese explotar el sufrimiento de su pueblo para provocar la ruptura de la alianza árabe.

El caso es que no había ninguna política para después de un eventual derrocamiento de Sadam, y Scot Ritter, inspector de la ONU, que fue expulsado de Irak por ser acusado de dirigir un programa que encubría a espías norteamericanos terminó convirtiéndose en un acicate para la administración de EEUU, ya que insistía en que no había ni rastro de esas armas en 2002. Y por si no fuera poco, las acusaciones de espionaje dentro de la UNSCOM (la agencia de la ONU que investigaba el arsenal de Irak) que usó Sadam para expulsar a los inspectores de Irak, resultaron ser verdad.

No había política alguna, ninguna perspectiva ni el más mínimo atisbo sobre lo que ocurriría una vez que el bombardeo hubiera terminado. Sin el regreso de los inspectores a Iraq, ¿qué íbamos a hacer? ¿Declarar la guerra eterna al país? De hecho, era lo que ya veníamos haciendo en buena parte —y lo que haríamos en los siguientes tres años—, aunque no lo dijéramos en aquel tiempo. [...] Estábamos bombardeando, según parecía, las instalaciones de armas que los inspectores no podían descubrir. Sin embargo, ¿cómo lo lográbamos? Si los inspectores no podían descubrir las armas, ¿cómo sabíamos hacia donde disparar nuestros misiles?

La enésima desgracia que caería sobre la población iraquí sería la plaga del uranio empobrecido, esa material que usaron los aliados en sus bombardeos, y que produjo miles de malformaciones infantiles, cánceres, leucemias, etc... Las visitas de Robert Fisk a los hospitales infantiles son un mazazo más que este libro, lleno de sangre y carnicerías despiadadas por todo Oriente Próximo, hace caer sobre la debilitada sensibilidad del lector, que termina endureciéndose y leyendo dramas y muertes familiares como una sucesión de datos y nombres ajenos. Las investigaciones del autor sobre esta plaga (más tarde conocida como "síndrome del golfo pérsico", cuando los afectados fueron los propios soldados estadounidenses con más medios para denunciar el escándalo), intentaron ser desacreditadas por Reino Unido, y junto a EEUU se volvió a usar el uranio empobrecido. Con el tiempo se reconoció que la radiactividad era la causante de la mayor parte de las enfermedades.

¿Qué cabía deducir de todo eso en relación con nuestras pretensiones para el futuro, en relación con nuestras fantasiosas esperanzas de que el pueblo iraquí nos daría la bienvenida como liberadores si llegábamos a invadir Iraq y destruíamos el régimen de Sadam? Los iraquíes quizá podían recibir con satisfacción la caída de su dictador. Sin embargo, castigados por doce años de sanciones, bombardeados de manera repetida por la aviación aliada durante ese mismo período con el falaz argumento de que el respeto de las zonas de exclusión aérea era una medida que los protegía, contaminados dos veces en una sola década por el veneno de nuestras municiones con uranio empobrecido, ¿qué hacia pensar que vendrían a recibirnos y aplaudirnos, a nosotros, los nuevos ocupantes que los habíamos castigado, humillado y perseguido durante tantos años? 

TRÁFICO DE ARMAS

La indignación en el comercio de armas comienza con la asistencia a una feria de armamento en Abu Dubai en donde se dan encuentro todos los países que venden armas y los potenciales clientes. De igual manera que se fomenta el turismo en una feria de turismo, y con las mismas técnicas de marketing y persuasión, con chicas atractivas y folletos que evitan hablar de muerte, guerra y destrucción, pero que hablan de eficacia, rentabilidad y precisión. El panorama que Fisk nos muestra es tan sorprendente como vergonzoso, pero él trata de aprovechar la coyuntura para encontrar explicación a una vieja inquietud; ¿Cuáles son las justificaciones de los fabricantes cuando son conscientes de "el mal uso" de sus productos?

Entrevista al ruso Mijaíl Kaláshnikov, inventor del famoso AK-47 que se ha usado en tantas revoluciones, que termina justificando su creación como un modo humano de defender lo propio, la familia y la patria, y descargando toda responsabilidad por cualquier otro uso. Éste será el proceder de todos los que entrevista.

El capítulo es un buen resumen de muchas transacciones entre países que no se han conocido, o solo han aparecido en los titulares supercialmente. Fisk se encarga de exponer muchas de estas operaciones, desde las de Reino Unido para venderle a Sadam, hasta las del escándalo del Irangate, e incluso las de supuestos países pacíficos como Suiza y Suecia que también tenían su stand en la feria de Abu Dubai. A veces unas armas creadas en un país amigo caen en manos de uno enemigo, o directamente se venden sabiendo que se van a usar contra inocentes. Pero el negocio es el negocio, y todo se hace en secreto o con discretas o insondables reglamentaciones que impiden llegar a conectar ambos extremos de esta relación; la vinculación entre los armeros y sus víctimas finales.


El mercado de armas mundial, siendo como es inmoral, embustero y asesino, es también una bestia que reclama a gritos publicidad y secreto. Necesita tanto vender como ocultar, hacer sus miles de millones con los árabes evitando al mismo tiempo toda mención al resultado final de la sangre y los sesos esparcidos por la arena. [...] Era como si existiera un entendimiento en tales asuntos, un compromiso tácito por parte de todos de no husmear en los asuntos personales de los comerciantes de armas o sus compradores, ni en el imperio de las armas, que necesita secreto con el fin de crear demanda, guerra para estimular el crecimiento.

Encontrar un responsable último del sufrimiento que causan las armas, un ejecutivo detrás de su sillón que  contemple los efectos de su producto, un nexo de unión entre el fabricante y el sufrimiento que causa su arma, esa y no otra es la obsesión de Fisk con el tráfico de armas. Es ahí cuando el lector percibe de verdad como ha vivido Robert Fisk esa permanente interrogación sobre su cabeza cada vez que ha visto cuerpos desmembrados, sesos fuera de sus cabezas, y niños ensangrentados conteniendo con sus pequeñas manos sus órganos vitales... esa rabiosa pregunta que trata de encontrar un culpable, un responsable... Por ello se embarca en solitario en la epopeya de identificar los restos de un misil que Israel disparó contra una ambulancia en Líbano, y llevar esos restos ante los fabricantes del misil con el pretexto de estar redactando un artículo sobre armas. Los fabricantes lamentan, al parecer sinceramente, ese mal uso de su misil anti-tanque. Fisk no parece ser un pacifista, pues aunque condena sin ambages el comercio de armas, parece atrapado en esa lógica jurídica estadounidense de encontrar una responsabilidad en el fabricante basada en un uso diferente al ideado originalmente. Sea como fuere, los trabajadores parecen temer tanto criticar a su empresa como a la política de Israel.

El lobby judío aparece en varias partes del libro, y en este caso sería difícil no creerlo, porque Fisk detalla como el misil era originalmente de EEUU, que lo llevó para la Guerra del Golfo, y que después se lo regalaron, dentro de una partida de 150 misiles de la misma categoría, a Israel como obsequio por no haber entrado al trapo a las provocaciones de Sadam cuando tiró misiles sobre Israel. Y esto solo es un ejemplo de una constante ayuda militar Israel, por otra parte conocida por todos, que debe hacerse con discreción para no delatar el falso papel de intermediador que EEUU juega en el conflicto de Israel y Palestina.

Era la capacidad prácticamente incontestada de Israel de desvalijar las existencias militares estadounidenses lo que disgustaba a los oficiales en servicio y retirados que, en el curso de una investigación de dos semanas llevada a cabo por The Independent sobre la transferencia de armas a Israel, hablaron de su rabia al ver que miles de tanques y unidades blindadas eran sacados de los inventarios estadounidenses a lo largo de un período de veinte años y transferidos a Israel a pesar de todas las objeciones del Departamento de Defensa. [...] "Todo el mundo en el Capitolio sabe que poner en duda las transferencias a Israel no le va a ayudar a su carrera política —me comentó un antiguo oficial del ejército estadounidense—. El lobby israelí es poderosísimo. No permitirá críticas." [...] "a Israel se transfieren montones de proyectiles y nadie sabe un cuerno al respecto. Aquí el ejército está haciendo recortes y quiere sacarse de encima parte del armamento porque es viejo. Pero la misma cantidad de material bueno sale de nuestros almacenes en dirección a Israel sin pedir permiso. Sale por conductos legales, pero nadie lo notifica, nadie lo pone en cuestión, nadie pregunta dónde se utiliza ni cómo se utiliza. Y si mata a personas inocentes, ¿se cree que el gobierno de Clinton va a hacer una canción y se va a poner a bailarla? Dirán que criticar a Israel puede "perjudicar el proceso de paz". A Israel se le han dado todas las seguridades de que no se lo tocara.
JORDANIA, SIRIA Y LÍBANO

Robert Fisk considera Líbano como su propia casa porque ha vivido en dicho país desde 1976. A través de la narración de su propia vida, y la de sus padres, nos va adentrando en la compleja historia de estos países que tienen en común una realeza idolatrada, como la del Rey Hussein de Jordania. Este rey "permitió que los israelíes siguieran viviendo en las franjas de territorio jordano", pero luego descontentó a occidente cuando se puso de lado de Sadam Hussein en la Guerra del Golfo. Pese a todo parece que era un rey muy apreciado por EEUU y Europa, y se notó en su funeral adonde acudieron representantes de todas las dinastías y gobiernos, incluidos los de Israel y Palestina. Fue recordado por los medios como un visionario de la paz, como un buen hombre, pero Fisk matiza que tan solo era menos cruel que el resto de dictadores de la zona.

Algo parecido parece pensar de Siria a la que califica de una dictadura media.
Pero Siria era una dictadura “media”. Si llegabas en avión de Londres —o en coche desde Beirut—, Damasco era la capital de un Estado policial. Si llegabas de Bagdad, parecía una democracia liberal.

El funeral de Hafez Assad, por quien su pueblo sentía una gran devoción casi infantil, fue ligeramente menos seguido por occidente, ya que a diferencia del occidentalizado rey Hussein de Jordania, el presidente Assad había sido subido al poder por el partido Bazz y se había enfrentado a Israel. Había llegado al poder gracias a un sangriento golpe de estado y consiguió abrir el país a una liberalización política y económica, aunque se llevó por el camino a toda disidencia y aplastó a los radicales islamistas.

Tras la guerra de 1914-1918, la Liga de las Naciones le concedió a Francia el protectorado de Siria y, para cumplir con sus obligaciones, París decidió cercenar parte de la costa mediterránea de Siria —para crear el Líbano, dominado por los cristianos, que se derrumbó en una guerra civil cincuenta y cinco años más tarde— y destruir el ejército sirio que había creído en la promesa británica de independencia árabe a cambio de su ayuda contra los turcos. [...] según el cual Francia formaría su propia administración en Siria y el Líbano tras el final de la guerra, por mucho que los árabes exigieran la independencia. Como resultado directo de este acuerdo extranjero, los franceses separaron el Líbano de Siria y derrocaron al rey árabe Faisal en Damasco. 

Los rebeldes que se opusieron a esta treta de Francia fueron ejecutados, y entre ellos había tanto musulmanes como cristianos, hecho éste que fue explotado durante mucho tiempo por los libaneses como prueba de que ambas religiones podían luchar juntas por un objetivo común. Sin embargo Fisk pone en duda que hubiese un objetivo común. Es cierto que ambos se opusieron a la tiranía turca en Siria pero los cristianos libaneses esperaban contar con la tutela de Francia tras la guerra, y los musulmanes eran nacionalistas que buscaban una total independencia.

Un dato curioso, el presidente de Líbano tiene que ser cristiano, y el de Siria tiene que ser musulmán. Esto quizás diga algo sobre estos países que son más occidentales que los del resto de Oriente Próximo.

EL 11-S Y SUS CONSECUENCIAS; PROHIBIDO PREGUNTAR "POR QUÉ"

El renombrado reportero de guerra se hallaba a bordo de un avión comercial cuando se enteró de los atentados del 11-S. Él mismo reconoce haber sucumbido al miedo y haber mirado con desconfianza a todo el que parecía ser árabe, que se convertía en potencial terrorista suicida en menos que canta un gallo.

Fisk no duda en condenar estos crímenes y a sus autores. También a aquellos palestinos que celebraron los atentados por la calles de Ramala. Pero dejando al margen esas celebraciones vergonzosas, se hace la pregunta prohibida: "¿Por qué?" Chomsky también la plantea constantemente la misma pregunta. Lo hizo al día siguiente del 11-S, citando a Robert Fisk en un artículo llamado "Una reacción rápida" que aquí fue traducido por "Ahora EEUU hará lo mismo", y  lo volvió a recordar en el siguiente aniversario de la tragedia, así como en varias conferencias.

Pero Fisk, tiene más legitimidad que Chomsky si cabe, a la hora de poderse preguntar por las motivaciones y el contexto histórico de los terroristas, porque él sí ha sido víctima de varios ataques de árabes y musulmanes furiosos.Y lejos de condenarlos, se preguntó por sus motivaciones y los absolvió. Me refiero al episodio más grave al que tuvo que enfrentarse, una muchedumbre afgana que lo atacó, primero tirándole piedras, y luego directamente con piedras en las manos.

Lo siguiente que me impresionó fue cuando vi a un hombre que tenía una gran piedra en la mano derecha. Me la estampó en la frente con una fuerza brutal y algo caliente y líquido empezó a correrme por la cara, los labios y la barbilla. Me dieron patadas. En la espalda, en las espinillas y en el muslo derecho. Otro adolescente volvió a agarrarme la bolsa y me quedé aferrado a la correa, mirándolo, y me di cuenta de que debía de haber unos sesenta hombres ante mí, que no paraban de gritarme; entonces me percaté de que esbozaban una gran sonrisa lobuna. 

La narración del suceso continúa con la reacción de Fisk de defenderse pegándole a uno de sus atacantes y desconcertando así a la muchedumbre, y aprovechando la ocasión para huir corriendo y siendo asistido por otro musulmán que lo ayudó a esconderse.
Oí un ruido aspirante, pero entonces empecé a ver de nuevo y me di cuenta de que estaba llorando, y de que las lágrimas me estaban limpiando la sangre de los ojos. No dejaba de preguntarme qué había hecho. Había herido y pegado y atacado a los refugiados afganos, a la misma gente sobre la que había escrito durante tiempo, los desposeídos, las personas mutiladas a las que mi propio país —entre otros— estaba matando, junto con los talibanes, al otro lado de la frontera. Dios, perdóname, pensé. Creo que, de hecho, lo dije. Los hombres cuyas familias estaban matando nuestros bombarderos, también eran mis enemigos ahora. [...] los hombres y chicos afganos que me habían atacado, que jamás deberían haberlo hecho, pero cuya brutalidad era la consecuencia única y exclusiva de la acción de otros, de nosotros, que los habíamos armado para que lucharan contra los soviéticos y no hicimos caso de su dolor y nos reímos de su guerra civil y luego volvimos a armarlos y a pagarles para la guerra por la civilización que se estaba librando a unos cuantos kilómetros de distancia, y luego bombardeamos sus casas y destrozamos sus familias y los llamamos “daños colaterales”.
Robert Fisk escribió sobre todo ello en su momento y se le acusó de ser presa de su propio fanatismo de auto-odio. Algo de lo que estamos hartos oír hablar cuando critican que Chomsky es un judío que se odia a sí mismo, o cuando los estadounidenses hacen autocrítica y lo llaman auto-odio, o traición a  sí mismos. Algunos periódicos denunciaron la agresión y omitieron las justificaciones que el propio Fisk otorgaba a sus agresores. Lo acusaron de absolver, con esa lógica, a los terroristas del 11-S.... Lo cierto es que la integridad moral de Fisk aquí raya en el fanatismo, porque es difícil justificar a quien te agrede, sobre todo si tú reconoces no haber hecho nada malo, tan solo te han confundido con un enemigo solo por rasgos por los que aquí diríamos que son directamente unos racistas.

Omitieron toda referencia a mis repetidas afirmaciones de que la furia de los afganos estaba justificada, que no los culpaba de lo que habían hecho.

En cualquier caso, y en circunstancias normales si se me permite la expresión, se trata una pregunta polémica, una pregunta incómoda y según el momento, inoportuna. ¿Acaso no es inoportuno preguntarse por las motivaciones de las mentes de estos criminales? ¿No puede sonar a algún tipo de justificación intentar "comprender" sus motivos cuando todavía están los cadáveres frescos? En esos momentos toca ponerse del lado de las víctimas y no intentar comprender a los asesinos, porque eso puede colocarte del lado de los terroristas, puede hacerte parecer que estás promocionando sus demandas políticas (que es lo que un terrorista desea) o intentando justificar sus crímenes en el peor de los casos. Es una prudencia casi innata que nos sale de dentro, para apoyar al débil y al necesitado, al que sufre, y no prestar  atención a quien produce el dolor. Esta lógica que nos empuja a ser irracionales, en aras de solidarizarnos con las víctimas,  es usada por aquellos que quieren esconder las motivaciones de los terroristas y para ello no dudan en usar a esas mismas víctimas. Y no es una lógica que permita investigar el crimen, porque tan solo apela a los sentimientos. Un análisis de la situación política debe ser mucho más racional, más frío, y quizás por eso deba esperar en el tiempo, o por lo menos, distinguir los foros en los que se hace. No puede  ir uno  a preguntar a las víctimas sangrantes de un atentado si las reivindicaciones de sus asesinos están justificadas o no. Sería de mal gusto. Pero en algún momento, o en algún foro especializado, habrá que hacerse esa pregunta. Al menos tendrán legitimidad para hacerla, aquellos que no abogan por la violencia y que llevaban tiempo atrás antes del atentado denunciando pacíficamente lo que los terroristas han decidido defender con el asesinato. De lo contrario, estaríamos dándole el poder a los terroristas de silenciar nuestra opinión. Si opino que los palestinos están siendo oprimidos, y luego viene un terrorista y mata a gente inocente por la causa palestina ¿debería cambiar de opinión o dejar de denunciar la causa palestina por culpa de las acciones criminales de ese terrorista? De ninguna manera. Solo con el intelecto, y no con la violencia o la coacción deberíamos cambiar nuestras opiniones, lo contrario sería ir a rastras del terrorismo o dejar que "la guerra contra el terror" nos corte nuestra libertad de expresión.

Esta reflexión propia explica porque Fisk se vio envuelto en unas acusaciones de cómplice de los terroristas. El argumento de si no estás conmigo estás contra mí, denota poca fortaleza intelectual, y es usado tanto por Bush JR. como por Bin Laden. Fisk pagó el precio de intentar buscar una explicación al por qué de unos crímenes que no se cometen por casualidad ni porque "haya hombres malos a los que no les gusta la democracia". Pero intentar conectar la situación política de Oriente Próximo, el conflicto árabe-israelí, las sanciones de la ONU contra Irak que se cobraron medio millón de vidas de niños iraquíes, el pasado colonial, el apoyo de EEUU a Israel... todo esto era sinónimo de un "acto de maldad", una justificación del terrorismo. De repente, décadas de crítica política, argumentos pacíficos y académicos, y reivindicaciones justas de pueblos colonizados y oprimidos se habían convertido en sinónimo de terrorismo. Los terroristas ciertamente se estaban cargando este mundo, pero no actuaban solos. Tenían como inesperados cómplices, aunque con distintas motivaciones, a George W. Bush e Israel.

La idea simplista de George W. Bush, como tantas otras suyas que hacen su mandato una broma de mal gusto para el derecho internacional, de que "odian nuestra democracia" es el señuelo para intentar  impedir que se reflexione sobre la política que occidente ha tenido con Oriente Próximo, para evitar el fantasma de que de algún modo, EEUU, se hubiese buscado, aunque no merecido, una acción de muerte de inocentes tan brutal como el 11-S.

El autor se indigna con la aseveración de los medios de comunicación de que el 11-S había cambiado el mundo. No quiere otorgarle ese poder a Bush, ni yo tampoco, pero reconozco que a diferencia de un vulgar terrorista, EEUU tiene la capacidad para cambiar el curso de la historia con sus políticas, su ejército y su propaganda, independientemente de que haya otros crímenes peores que el 11-S y que no han supuesto ningún cambio mundial.

En Oriente Próximo se habían producido incontables masacres de dimensiones mucho mayores en las décadas anteriores, sin que nadie sugiriera que el mundo no volvería a ser el mismo. El millón y medio de muertos de la guerra entre Irán e Iraq —un baño de sangre puesto en marcha por Sadam con nuestro apoyo militar activo— no suscitó ninguna observación así de maniquea. [...] Sabra y Chatila. La tragedia siguió a la invasión del Líbano por parte de Israel —que tenía por fin expulsar a la OLP del país y contaba con el visto bueno del entonces secretario de Estado estadounidense, Alexander Haig—, que le costó la vida a 17.500 libaneses y palestinos, casi todos civiles. Era una cifra de bajas más de cinco veces superior a la de los atentados del 11 de septiembre del 2001. Aun así, no recordaba ninguna vigilia, acto conmemorativo o encendido de velas en los Estados Unidos u Occidente por los muertos inocentes del Líbano, ni conmovedores discursos sobre la democracia, la libertad o “el mal”. En realidad, los Estados Unidos se habían pasado la mayor parte de los sangrientos meses de julio y agosto de 1982 llamando a la “contención”. [...] Bush quería convencer al mundo de que había cambiado para siempre para poder emprender una guerra neoconservadora —camuflada con honorables aspiraciones de libertad y democracia— que sumiría Oriente Próximo aun más en el caos y la muerte. ¿Por qué debía permitir que diecinueve asesinos árabes cambiaran mi mundo?
Y la primera consecuencia de ese nuevo orden que nos traería el 11-S sería la invasión de un país devastado por el ejército ruso diez años antes, al que EEUU abandonó cuando los rusos por fin se fueron.

Los saudíes y los paquistaníes habían ayudado, por encargo de los Estados Unidos, a armar a las milicias de Afganistán contra la Unión Soviética, y después —asqueados por las rencillas entre los vencedores— habían apoyado al ejército de clérigos campesinos iluminados del mulá Ornar Wahabi, los talibanes. 

El wahabismo, corriente del islam practicada de manera oficial en Arabia Saudí era lo que se había exportado a otras partes de Oriente Próximo, como por ejemplo los talibanes. El wahabismo tenía una contradicción política, ya que por un lado instaba a la guerra contra otros musulmanes que no interpretasen el Corán como ellos pero por otro lado prohibía la rebelión contra los gobernantes.

 Su ortodoxia, en consecuencia, amenazaba a la actual Casa de Saud por su corrupción, pero a la vez garantizaba su futuro al prohibir cualquier revolución. La familia gobernante saudí abrazó por tanto la única fe capaz tanto de protegerla como de destruirla.
El periodismo objetivo también fue una víctima del 11-S, aunque no fuese mucho el que se prodigaba en Oriente Próximo desde las agencias occidentales. No se trataba de poner en equivalencia moral a los asesinos del 11-S y a las fuerzas británicas y estadounidenses que luchaban contra los talibanes, pero como bien suplica Fisk. "¿Por qué al menos no nos contaban cómo esos “terroristas expertos” habían llegado a ser tan expertos? ¿Y cuáles eran sus lazos con unos turbios servicios secretos?" El propio Robert Fisk protagonizó un documental del Discovery Channel títulado "Desde Bosnia a Beirut" que fue censurado tras su primera emisión debido a la campaña pro-israelí que había suscitado. El documental, de tres partes, todavía puede verse en Internet.

¿Y qué hay de necesaria reclamación de la autoría de los atentados? ¿Estaba detrás Bin Laden?... parece que daba igual para ambas partes (salvo para los afganos claro), porque Bin Laden parece que era admirado en todos los países musulmanes, pero no era según Fisk por sus atrocidades, los pueblos no se alegraban de las muertes de miles de inocentes, sino de que por una vez se demostraba que EEUU podía morder el polvo. Lo admiraban porque hablaba de las razones de la furia de Oriente Próximo, mientras los mandatarios árabes callaban sobre el doble rasero de occidente e Israel. La única preocupación de los gobernantes árabes era no ser identificados con Bin Laden, no atraer la bombas a sus países y perder el poder, por eso ellos tampoco se atrevían a contextualizar, a preguntar el por qué. Su reacción se limitaba a limpiar sus causas de la mancha terrorista, "la resistencia no es terrorismo". Fisk lo explica mucho mejor:

Al ver la última grabación de Bin Laden, las naciones occidentales se concentraban —si es que escuchaban algo— en sus comentarios sobre las atrocidades en Estados Unidos. Si expresaba su aprobación, aunque negara cualquier responsabilidad personal, ¿no significaba eso que en realidad estaba detrás de la masacre del 11 de septiembre? Los árabes escuchaban con otros oídos. Oían una voz que acusaba a Occidente de utilizar un doble rasero y de “arrogancia” hacia Oriente Próximo, una voz que abordaba el tema central de la vida de tantos árabes: el conflicto palestino-israelí y la continuidad de la ocupación. En ese momento, como me contó alguien que vivía en El Cairo desde hacía mucho tiempo, los árabes creían que los Estados Unidos estaban “intentando matar al único hombre dispuesto a decir la verdad”. [...] Sin embargo, la respuesta de los dirigentes árabes tanto a las atrocidades en los Estados Unidos como al bombardeo de Afganistán resultaron francamente patéticas. Al escuchar los discursos de los mandatarios musulmanes de la cumbre de la Organización de la Conferencia Islámica del 10 de octubre, se hacía en verdad posible creer que Bin Laden representaba a los árabes con mayor fidelidad que sus dictadores y reyes de pacotilla. Por favor, dennos más pruebas sobre el 11 de septiembre, rogó el emir de Qatar. Por favor, no se olviden de los palestinos, suplicaba Yasir Arafat. El Islam es inocente, insistía el ministro de Exteriores marroquí. Todos —pero todos— deseaban condenar las atrocidades del 11 de septiembre en los Estados Unidos. Nadie —nadie en absoluto— quiso explicar por qué diecinueve árabes habían decidido empotrar unos aviones cargados de gente inocente contra unos edificios llenos de civiles. El nombre mismo de “Bin Laden” no mancilló la sala de conferencias de Qatar. Ni una sola vez. Ni siquiera la palabra “talibanes”. De haber aterrizado un marciano en el Golfo —que no es muy distinto de Marte— podría haber concluido que el World Trade Center de Nueva York había sido destruido por un terremoto o un tifón.[...] Como los estadounidenses, los árabes no querían buscar causas. En verdad, la sala de conferencias era un lugar milagroso donde la introspección no conllevaba ni culpabilidad ni responsabilidad.
El propio Yasir Arafat fue invitado a Inglaterra donde apoyó de inmediato el bombardeo de Afganistán... el mismo Arafat que en el pasado apoyó la invasión soviética del mismo país.

Y no solo la descontextualización histórica es lo que pide EEUU al evitar preguntarse por sus políticas en Oriente Próximo, también exige respeto para sus víctimas. Un respeto debido y merecido, que ellos mismos no están dispuestos a dar a otras víctimas igualmente inocentes. El constante doble rasero de EEUU. Las muertes de los hijos de Mohamed Omar, Gadafi y Said Abbas Moussawi, en 2007, 1986 y 1992 respectivamente, también son muertes inocentes, y por ninguna de ellas se pidió disculpas. Este tipo de acciones militares contra objetivos militares que terminan asumiendo como daño colateral necesario (dolo eventual dirían los penalistas), la muerte de civiles inocentes, está prohibido por la Convención de Ginebra que obliga a proteger a los civiles incluso cuando están presencia de adversarios armados. Las muertes de todos los inocentes que se iban sumando a la invasión de Afganistán tampoco recibían ningún tipo de arrepentimiento.

La conexión talibanes-droga era otra mentira de EEUU. La cantidad de droga producida en Afganistán había bajado con los talibanes. La droga venía de nuestros aliados, la Alianza del Norte. Y Paquistán, que se sumó a la guerra contra el terror, consiguió de esta manera que se olvidará que habían sido ellos los que se habían enriquecido con las drogas después de haber apoyado a los talibanes así como el golpe de estado que el general Musharraf en 1999.

Otra víctima del 11-S fue el derecho internacional, que se vio afectado debido a la fuerza irrefrenable y al margen del derecho que la administración Bush promulgaba a bombo y platillo, para dejar claro que no estaban vinculados por la ONU. Pero fuimos muchos países, no solo EEUU, quienes apoyamos esa intervención, y quienes apoyamos la excepcionalidad que permitió interrogatorios con torturas, encarcelamientos secretos sin pruebas en países desconocidos... y después vamos dando lecciones a esos incivilizados bárbaros que no tienen democracia ni un estado de derecho. Puede que sea verdad, pero también es cierto que somos nosotros los que tenemos una mayor responsabilidad precisamente por gozar de esas libertades y una tradición jurídica garantista de los derechos humanos.

¿Qué había ocurrido con nuestra moral desde el 11 de septiembre? Temía saber la respuesta. Tras la primera y la segunda guerra mundial, nosotros —Occidente— plantamos un bosque de legislación para impedir más crímenes de guerra.[...] Durante los cincuenta años previos, nos encaramamos a nuestro pedestal moral e intentamos darles lecciones a los chinos y los soviéticos, a los árabes y los africanos, sobre derechos humanos. Nos pronunciamos sobre los crímenes contra los derechos humanos de bosnios, croatas y serbios. Sentamos a muchos de ellos en el banquillo de los acusados, del mismo modo que hicimos con los nazis en Nuremberg. Se redactaron miles de informes en los que se describían, con un nivel de detalles nauseabundo, los tribunales secretos y los escuadrones de la muerte y las torturas y las ejecuciones extrajudiciales llevadas a cabo por los Estados canalla y los dictadores patológicos. Y con toda la razón. Sin embargo, de repente, tras el 11 de septiembre abandonamos todo lo que habíamos reivindicado y defendido. [...] El presidente George Bush firmó una ley que aprobó la creación de una serie de tribunales militares secretos para juzgar, y luego eliminar, a todo aquel que fuera un “asesino terrorista” a ojos de los servicios de inteligencia abrumadoramente inútiles de los Estados Unidos. Fueron creados para que Osama Bin Laden y sus hombres, en caso de que los atraparan en lugar de matarlos, no tuvieran defensa pública; sólo un pseudo-juicio y un pelotón de fusilamiento. Estaba bastante claro lo que había ocurrido. Cuando gente con la piel amarilla, negra o mulata, con credenciales comunistas, islámicas o nacionalistas asesinan a sus prisioneros o bombardean pueblos hasta arrasarlos para matar a sus enemigos o crean tribunales de escuadrones de la muerte, deben ser condenados por los Estados Unidos, la Unión Europea, la ONU y el mundo “civilizado”. Nosotros éramos los expertos en derechos humanos, los liberales, los grandes y los buenos que podían sermonear a las masas empobrecidas. Pero cuando asesinan a nuestra gente —cuando destruyen nuestros deslumbrantes edificios—, entonces hacemos trizas toda la legislación sobre derechos humanos, enviamos los B-52 en la dirección de las masas empobrecidas y empezamos a asesinar a nuestros enemigos.

Con respecto a la teoría dela conspiración del 11-S, Robert Fisk marca distancias con respecto a los paranoicos de David Icke, y según este artículo también niega la implicación de la administración Bush, pero al mismo tiempo reconoce que la versión oficial no puede ser verdad. Es decir, no se atreve a acusar a nadie sin pruebas, pero sí cuestiona las pruebas que se le presentan. En este libro se limita a poner en duda que el perfil que tanto Mohamed Atta como Ziad Jarrad tienen de vividores laicos encaje con el que se le supone a unos musulmanes integristas, que habrían sido expulsados de un entorno de puristas coránicos. Las notas de Atta son en palabras de Fisk, "muy, pero que muy raras".

¿Y qué hay de ese famoso documento del Proyecto para el Nuevo Siglo Americano, el PNAC, según el cual habían planificado la invasión de Irak con anterioridad al 11-S, y esperaban un evento similar a Pear Harbour, para poder llevar a cabo esa invasión? Este documento está en el centro de la teoria de la conspiración. Fisk no lo menciona por su nombre, pero creo que se refiere  a ese proyecto en el siguiente párrafo.
Aunque el discurso de Powell mereció una primera plana, los medios de comunicación estadounidenses nunca le dedicaron la misma atención a los hombres que conducían a Bush a la guerra, la mayoría de los cuales eran miembros de grupos de presión proisraelíes, tanto retirados como aún en activo. Llevaban años abogando por la destrucción del país árabe más poderoso. Richard Perle, uno de los consejeros de Bush más influyentes, Douglas Feith, Paul Wolfowitz, John Bolton y Donald Rumsfeld ya hacían campaña por el derrocamiento del gobierno iraquí mucho antes de que George W. Bush fuera elegido presidente.

Reproduzco lo más interesante que cuenta en su libro sobre este tema en concreto, y señalo en negrita lo que considero que Fisk quiere sugerir y que no se atreve por el desprestigio que supondría ser asociado con los lunáticos de David Icke.

Estudié las notas que supuestamente dejó a su muerte Mohamed Atta, el cabecilla egipcio de los asesinos del 11 de septiembre. Eran horripilantes, grotescas, pero también muy, pero que muy raras. Si el documento manuscrito de cinco páginas que el FBI afirmó haber hallado en el equipaje de Atta es genuino, entonces los asesinos creían en una versión muy exclusiva del Islam... o presentaban un desconocimiento sorprendente de su religión. “Ha pasado la hora de la diversión y la disipación —escribió supuestamente Atta, o uno de sus asociados, en las notas—. Sed optimistas... Comprobad todos vuestros efectos: vuestra bolsa, vuestra ropa, vuestros cuchillos, vuestra voluntad, vuestros carnés, vuestro pasaporte... Por la mañana, intentad rezar la plegaria matutina con el corazón en la mano.”
    En parte teológico, en parte exposición de la misión, el documento suscitaba más preguntas de las que respondía. Bajo el encabezamiento de “Ultima noche” —es de suponer que la del 10 de septiembre— el escritor le dice a sus compañeros secuestradores: “recordad que esta noche afrontaréis muchos desafíos. Pero tenéis que afrontarlos y comprenderlo al 100 por cien... Obedeced a Dios, su mensajero, y no luchéis entre vosotros donde [sic] os debilitáis... Todo el mundo odia la muerte, teme la muerte...”. El documento empieza con las palabras: “En el nombre de Dios, el más misericordioso, el más compasivo... En el nombre de Dios, en el mío y en el de mi familia”.
    El problema estriba en que era improbable que ningún musulmán —por mal catequizado que estuviera— incluyese a su familia en una oración como ésa. Mencionaría al profeta Mahoma inmediatamente después de citar a Dios en la primera línea. Nunca se ha sabido de un suicida libanes o palestino que hablara de “la hora de la diversión y la disipación”, porque un musulmán no habría “disipado” su tiempo y consideraría el placer una recompensa del más allá.  Y ¿qué musulmán instaría a sus correligionarios a recitar su plegaria matutina, y después además citaría de ella? Un musulmán devoto no debería necesitar que le recordaran su deber de elevar la primera de las cinco oraciones del día, y desde luego no precisaría que le recordaran el texto. Sería como si un cristiano, al instar a sus fieles a recitar el padrenuestro, considerara necesario leer la oración entera por si no se acordaban.
    Sin embargo, el FBI no hizo público el texto original y completo en árabe. La traducción, tal y como era, sugería una visión casi cristiana de lo que podrían haber sentido los secuestradores: pedían perdón por sus pecados, explicaban que el miedo a la muerte es natural, que “un creyente siempre está agobiado por los problemas”. A los musulmanes se los anima a no temer la muerte —se trata, al fin y al cabo, del momento en el que comenzarán una nueva vida— y un creyente del mundo islámico es uno que está seguro de su camino, no “agobiado por los problemas”. No había referencias a ninguna de las exigencias de Osama Bin Laden —la retirada estadounidense del Golfo, el final de la ocupación israelí, el derrocamiento de los regímenes árabes pro estadounidenses— ni contexto narrativo alguno para las atrocidades a punto de cometerse. Si los hombres tenían alguna inspiración —y el documento está libre de sospechas—, el mensaje lo enviaron directo a su Dios.
    Quizá distribuyeran las oraciones/instrucciones a otros secuestradores antes de que se produjeran las masacres: The Washington Post informó de que el FBI había encontrado otra copia de “esencialmente el mismo documento” en los restos del avión que se estrelló en Pensilvania. No se hizo público ningún texto de ese documento. En ocasiones anteriores, los traductores de la CIA habían resultado ser cristianos maronitas libaneses cuya visión del Islam y sus plegarias quizá los indujera a graves errores textuales. ¿Podían deberse a eso las estrafalarias referencias de las notas halladas en el equipaje de Ata? ¿O existía algo más misterioso en la procedencia de quienes cometieron aquellos crímenes contra la humanidad? Los expertos norteamericanos ya habían planteado dudas sobre el empleo de “al 100 por cien” —que a duras penas puede considerarse un término teológico presente en una exhortación religiosa—, y el uso de la palabra “optimista” en referencia al Profeta era un concepto de todo punto moderno.

TAMBORES DE GUERRA DIPLOMÁTICOS PARA INVADIR IRAK (2003)

Cuando George W. Bush se presentó en la ONU el día 12 de septiembre de 2002 para preparar sus planes de guerra, Rober Fisk no tuvo más remedio que admitir que iba a haber guerra. Bush no mencionó ni una sola vez el nombre de Bin Laden pero sí mencionó en 15 ocasiones al régimen iraquí. Nos contó también que Sadam Hussein había incumplido repetidamente las resoluciones del Consejo de Seguridad, pero no dijo nada de otros países a los que apoyaba EEUU que incumplía también las resoluciones, con Israel a la cabeza. Y EEUU estaba dispuesto a ir a la guerra con o sin resolución. Bush estaba dejando ver el unilateralismo que dominaría el resto de su mandato. En menos de un año los estadounidenses, habían visto convertirse a Sadam Hussein en Osama Bin Laden, a los iraquíes en terroristas saudíes, y el régimen de Irak era sinónimo de Al Qaeda.

Recuerdo una noticia, que no puedo encontrar, en la que alguien de la administración Bush dijo que nunca habían afirmado vinculación alguna entre Bin Laden y Sadam Hussein. El análisis periodístico posterior demostraba que efectivamente la afirmación no se había hecho tal cual, pero sí se habían mencionado los nombres de Sadam e Irak cuando el gobierno  de EEUU hablaba del 11-S. Por lo visto Fisk sí  que encontró incluso esas afirmaciones.
Y, cuando el secretario Powell empezó a hablar de las “décadas” de contacto entre Sadam y Al Qaeda, las cosas empezaron a salirle mal al “general”. Al Qaeda no existió hasta el año 2000, ya que Bin Laden —hacía “décadas”— trabajaba contra los rusos para la CIA, cuyo actual director estaba sentado detrás del señor Powell con gravedad en el semblante. Eran los Estados Unidos los que contaban con al menos una “década” de contacto con Sadam.

De nada sirvieron los avisos de muchos especialistas que avisaban que Osama odiaba a Sadam, EEUU había decidido que el nuevo peligro era Irak y estaba dispuesto incluso a transformar su sistema judicial, famosos en el mundo entero por sus garantías judiciales, en un limbo jurídico con cárceles secretas y secuestros en terceros países. La libertad y la democracia debían ser sacrificadas para defender la libertad y la democracia, con ese sinsentido se planificaron y se ejecutaron tantas y tantas torturas y secuestros. Y al igual que en Vietnam y en otras guerras, al final las torturas se "externalizaron" y se dejaron en manos de los socios locales, los servicios secretos de la parte simpatizante.

Al igual que en el capítulo anterior, Fisk vuelve a denunciar que cuando llegaba el aniversario del 11-S, desaparecían como por arte de magia todas las referencias a Oriente Próximo, actos terroristas de los palestinos, acciones militares de Israel contra inocentes, asentamientos, etc... Se pretendía así, impedir que el pueblo pudiera unir ambas situaciones; injusticias en esa zona y acciones terroristas como las del 11-S en EEUU.

Cuando Bush le dio la última oportunidad a Sadam Hussein, en realidad la última oportunidad a la ONU porque Bush terminó luchando diplomáticamente contra la posibilidad de éxito de los inspectores, el dictador iraquí le tomó la palabra y recibió a los inspectores sin condiciones. Pero EEUU dejó claro que solo  con un cambio de régimen se levantarían las sanciones, pero la invasión ya estaba planeada.

Otra de las mentiras diplomáticas que más le dolieron a Fisk, por ser británico quizás, fue el informe Blair que le provocó vergüenza e indignación. Estaba lleno de mentiras destinadas a hacer creer que Irak había creado todo un sistema para esconder sus armas de destrucción masiva. El informe fue usado por Colin Powell en su famosa intervención en el consejo de seguridad, donde trataba de convencer al resto de miembros sacando un pequeño recipiente, como ejemplo de lo poco que se necesitaba para envenenar a la gente. De haber sido cierto lo que se defendía en dicho documento, las consecuencias para EEUU y Reino Unido serían todavía peores en el plano moral, ya que implicaría que ese medio millón de niños iraquíes que habían muerto víctimas de las crueles sanciones de la ONU que asfixiaban al país, habían muerto para nada, ya que las sanciones no sirvieron para nada.

La resolución 1441, esa última oportunidad, tenía sus trampas. Su lenguaje era lo suficientemente ambiguo como para dejar carta blanca a EEUU. "Permitía que el Consejo de Seguridad debatiera sobre la falta de acatamiento iraquí sin impedir que los Estados unidos atacasen Bagdad".

Nunca ninguna preparación bélica había sido tan mediatizada, tan discutida y tan desmentida. Una rápida búsqueda en Google de "las mentiras de la guerra de Irak" nos escupirá montones de resultados que resumen lo que se vivió con estupor mientras los belicistas no se avergonzaban de haber sido pillados en otra mentira más. El siguiente enlace tan solo es un ejemplo como otro cualquiera.

Cuando Bin Laden grabó una de sus primeras cintas, mencionó a "los hijos de Irak". Fisk analiza esa expresión, que fue usada por Bush para vincular a Irak con el 11-S:
Bin Laden siempre ha odiado a Sadam Husein. Detestaba el comportamiento no islámico del líder iraquí, su secularismo, su utilización de la religión para fomentar la lealtad al partido Baaz, uno de cuyos cofundadores había sido cristiano. El intento de los Estados Unidos de relacionar Al Qaeda con el régimen de Bagdad siempre ha sido una de las afirmaciones más absurdas de Washington. Bin Laden solía decirme lo mucho que odiaba a Sadam. Por eso resultan intrigantes sus dos referencias a “los hijos de Iraq”. No menciona al gobierno de Bagdad ni a Sadam. Sin embargo, a causa de las sanciones de la ONU que seguían matando a miles de niños —y cuando el país se enfrentaba a una probable invasión estadounidense—, le resulta imposible pasar por alto a Iraq. De modo que habla de “los hijos de Iraq” y de “nuestros hijos de Iraq”, refiriéndose a los musulmanes árabes que resultan ser de Iraq y no a los nacionalistas iraquíes. No se refiere a Sadam. No es difícil darse cuenta de que la administración estadounidense intentaría utilizar esas dos referencias para apuntar a otro falso vínculo entre Bagdad y Al Qaeda, pero Bin Laden —que es lo bastante inteligente para predecir algo así— sentía sin lugar a dudas que una expresión de compasión hacia los árabes de Iraq pesaba mucho más que cualquier mala interpretación que Washington pudiera hacer de sus frases. Esto debe clasificarse en la categoría de “especulación” (aunque “cuasi-certeza” podría acercarse más). Es evidente que Washington hace uso de esas frases para sostener su falso argumento de que existen vínculos entre Bin Laden y Sadam.
La campaña de desprestigio contra los inspectores es el momento en el que Fisk vaticinó la inminencia de la invasión. A esa campaña se sumó toda la tropa de la derecha ultracristiana que pulula por los medios estadounidenses y que gozaba criminalizando el Islam y hablando de la superioridad de EEUU para imponer sus intereses a los demás. Pero incluso la CNN impuso un filtro centralizado a los reporteros en la zona. También hubo una inmensidad de libros que se dedicaron a hacer negocio con el miedo, cuando no a meter miedo directamente como objetivo principal, ese miedo que era "la imprescindible droga" que necesitaba el pueblo de EEUU y Reino Unido para apoyar sumisamente una guerra muy dudosa para la opinión pública. Reino Unido parecía revivir aquellos viejos tiempos en los que engañó a su población en la crisis de Suez... ¿quién dijo que las conspiraciones no existen? Esa fue una conspiración en toda guerra, y por varios gobiernos, lo cual...

comportó la deshonra de los aliados cuando se descubrió que habían cometido crímenes de guerra. Todo se había fundamentado en una falacia: que las tropas británicas y francesas debían dirigirse a Egipto para “separar” al ejército egipcio del de Israel, aunque británicos y franceses habían hecho la vista gorda ante la invasión israelí. [...] Los egipcios no llaman a ese episodio la “crisis de Suez”, ni siquiera la “guerra de Suez”. Siempre se refieren a ello como a la “agresión tripartita”, para que sus compatriotas no olviden jamás que dos superpotencias europeas se confabularon con Israel para invadir la nueva república de Gamal Abdel Nasser. Suez fue una crisis compleja, pero su eje central fue la decisión de Nasser de nacionalizar el canal —en contra de los acuerdos internacionales— y hacerse con el control de la Compañía del Canal de Suez.[...] se organizó una reunión secreta en Sévres, cerca de París, en la que los israelíes, los británicos y los franceses acordaron que el ejército israelí invadiera Egipto, y que Gran Bretaña y Francia intervendrían después, darían instrucciones de retirarse a los ejércitos de Israel y de Egipto a uno y otro lado del canal y despues desplegarían en la zona del canal de Port Said una fuerza de intervención anglofrancesa.
Otra comparación menos afortunada, que llega a molestar a Fisk, es la equiparación de esta guerra con la II Guerra Mundial. Esta analogía la usaron ambas partes, Sadam Hussein y Bush. Pero Sadam no era Hitler, ni Bush era Rooselvelt. El New York Post, indignado por la oposición francesa a la guerra chantajeaba así:
¿Dónde están ahora los franceses, cuando los estadounidenses se disponen a enviar a sus soldados al frente para luchar contra el Hitler de hoy, Sadam Husein? [...] Uno de los principales países que “no hizo nada contra Hitler” habían sido los Estados Unidos, que disfrutaron de un provechoso período de neutralidad en 1939, 1940 y gran parte de 1941, hasta que fueron atacados por los japoneses en Pearl Harbor.
EL DETERIORO DE ORIENTE PRÓXIMO TRAS LA GUERRA DE IRAK

Los periodistas "empotrados" nos presentaban la intervención iraquí como una invasión breve y sin apenas obstáculos. Las tropas iraquíes se rendirían nada más entrar en el país y el pueblo de Irak recibiría con flores y guirnaldas a las fuerzas de liberación (por su parte los iraquíes también mentían hasta hacer el ridículo cuando afirmaban que estaban ganando a EEUU). Pocos hablaban del temor que tenían los iraquíes a los americanos. Un temor fundado en ocupaciones imperialistas de antaño por parte de los británicos quienes también prometieron toda clase de libertades al pueblo iraquí. Ahora, en teoría, estas promesas iban a salir muy baratas pero la imagen de los niños besando a los norteamericanos pronto sería una ilusión del marketing bélico. Basora no estaba tan asegurada como contaba la coalición de los aliados y los suicidas, nuevo fenómeno en Irak, no cesarían de cometer atentados una vez capturado Sadam. De hecho, algunos entrevistados afirmaban estar esperando que capturasen a Sadam para asegurarse de que no volvía al poder y poder inmolarse.

Y no era tan difícil prever que más temprano que tarde se levantaría una resistencia con una táctica de guerra de guerrillas que se lo pondría muy difícil a las fuerzas libertadoras... que pronto pasaron a ser fuerzas ocupantes.
Sin embargo, después la marea cambiará, puesto que el único empeño en que destacan los pueblos islámicos es en expulsar a las potencias imperialistas mediante el terror y las guerrillas. Echaron a los británicos de Palestina y Aden, a los franceses de Argelia, a los rusos de Afganistán, a los estadounidenses de Somalia y Beirut, a los israelíes del Líbano...
Esta falta de previsión se debió a que no se fue a la guerra con una motivación militar clara, sino por culpa de unos halcones derechistas pro-israelíes de Washington que estaban detrás de George W. Bush y que habían planeado mucho antes del 11-S la intervención militar en Irak, fundamentalmente para quedarse con el petróleo del país árabe. Conforme la opinión pública iba sospechando de los motivos esgrimidos para la guerra, ellos los iban cambiando. Quitar a Sadam de en medio y re-equilibrar la balanza en Oriente Próximo era el objetivo a medio plazo después del petróleo, pero ¿de qué serviría si no iba a ser posible estabilizar el país? En apenas un mes, para sorpresa del propio Fisk los iraquíes ya estaban luchando contra las tropas británicas y estadounidenses.
Para alimentar ese proyecto ideológico podía utilizarse cualquier clase de falsedad. El 11 de septiembre (que rara vez se mencionaba ya), los vínculos entre Sadam y Osama bin Laden (no demostrados), las armas de destrucción masiva (no encontradas), las violaciones de los derechos humanos (ante las cuales hacíamos la vista gorda cuando Sadam era amigo nuestro) y, por último, el proyecto más heroico de todos: la “liberación” del pueblo de Iraq. Nadie mencionaba el petróleo, aunque era el factor primordial y dominante de ese conflicto ilegítimo.
Los crímenes del Hotel Palestina fue parte de una campaña premeditada de escarmiento al periodismo independiente en la que varios periodistas resultaron heridos y dos murieron, entre ellos José Cousso, el único cuyo caso se está investigando y la única esperanza de hacer justicia a la intimidación del ejército de EEUU hacia los periodistas díscolos. Incluso Reporteros sin Fronteras acusó al ejército de EEUU de mentir al decir que se limitaban a haber respondido a disparos que procedían del Hotel Palestina. Y es una campaña porque el Hotel Palestina no fue el primer ataque de las tropas norteamericanas contra periodistas. Ese mismo día se habían atacado las oficinas de Al-Jazira en Kabul. ¿Casualidad? De ninguna manera, era un mensaje para que cundiera la uniformidad y la obediencia ciega entre las filas de "los que trabajaban tras las líneas enemigas", como el responsable de interior británico calificó a algunos periodistas. 
Sin embargo, era aún más preocupante el hecho de que la cadena qatarí —el más libre de los canales de televisión árabes, que no sólo había provocado la furia de los estadounidenses, sino también de Sadam, como habíamos visto, por su cobertura en directo de la guerra— le había dado al Pentágono las coordenadas de sus oficinas de Bagdad en el mes de febrero y había recibido garantías de que no serían atacados allí. El 6 de abril, el portavoz del Departamento de Estado había visitado las oficinas de Al Yazira en Doha y, según una fuente de la cadena de satélite, les había corroborado las garantías del Pentágono. Menos de veinticuatro horas después, los estadounidenses disparaban su misil contra las oficinas de Bagdad. [...] Por desgracia, Reporteros Sin Fronteras no investigó el ataque contra las oficinas de Al Yazira de ese mismo día.
Algunos defendían la invasión de Irak con el argumento de que el balance de muertos habría sido todavía mayor si Sadam hubiese seguido gobernando el país. Es decir, que con Sadam el pueblo habría estado peor que con la situación tras la guerra. Fisk ni siquiera se detiene a rebatir ese argumento detenidamente, quizás porque es muy fácil deducir que los muertos de la post-guerra, ya sean por atentados suicidas, ya sea por las acciones de los militares de la coalición, muertos que en definitiva no cesaban de aparecer a diario con una frecuencia pasmosa en las noticias, son abrumadoramente muchos más que los que Sadam Hussein ajusticiaba mientras dirigía su tiranía. 

Me pregunto que tendría que decir Fisk a ese mismo argumento aplicado a la situación actual de Libia, donde la OTAN está interviniendo, en teoría con un uso muy limitado de la fuerza para impedir los bombardeos sobre la población civil que Gadafi estaba llevando a cabo. La izquierda parlamentaria está dividida sobre esta cuestión; ¿soportaremos apoyar una intervención liderada por los imperialistas a cambio de garantizar que se paren las matanzas de Gadafi contra su indómita población civil que se suma a la revuelta árabe? Y si lo hacemos, ¿no deberíamos poder más cautelas ante un Consejo de Seguridad y un imperio que han demostrado actuar conjuntamente en muchas ocasiones, y que pueden terminar controlando a su conveniencia la era post-Gadafi, aún a costa de los civiles que dicen defender? ¿Cuánto tardarán los EEUU en cambiar su denominación de los insurgentes libios ávidos de democracia? ¿Cuándo pasarán de ser civiles inocentes a terroristas pro-Gadafi? No tener resolución de la ONU es un criterio formal para cumplir con la legalidad internacional pero no garantiza que teniéndola no se maten inocentes o no se planifique un nuevo gobierno títere. Es cierto que Irak no es Libia, pero inevitablemente la sombre alargada de Irak se proyecta sobre Libia. Y las mismas connivencias que se tuvieron con Sadam, se tuvieron también con Gadafi, si cabe todavía más como demuestran algunas imágenes.

En la televisión también pudimos ver la estatua de Sadam Hussein, que estaba en la plaza Fardus, y que fue tirada con cuerdas tras un pequeño "melodrama" en el que los iraquíes no pudieron derribarla, y entonces vinieron los marines para ayudar a derribar la estatua. Toda esa simbología hace sospechar a Fisk que no fue nada espontáneo, sino organizado. Lo que no menciona Fisk es un incidente que recuerdo haber visto en televisión; un marine cubre la cabeza de la estatua de Sadam con una bandera de EEUU, pero rápidamente,  no recuerdo si le llamaron la atención sus superiores o la sorprendida muchedumbre, la sustituyó por una iraquí. Este incidente debió dar suficientes pistas sobre las intenciones de EEUU y la reacción del pueblo iraquí ante la ocupación extranjera de su tierra. No eran terroristas los que protestaban contra esa bandera de EEUU, ni tampoco eran pro-Sadam.

Luego llegaron los inefables saqueos de Museos y Bibliotecas iraquíes. Esto no dice mucho de la dignidad del pueblo iraquí, pero tampoco de las tropas estadounidenses que tenían la responsabilidad, en cuanto que a fuerza ocupante, de garantizar las vidas y las pertenencias de los ocupados tal y como estipula la Convención de Ginebra. Pero el ejército de EEUU incluso llegó a afirmar que todo eso, incluida la protección de embajadas y edificios de la ONU, no era asunto suyo. Para ellos era una liberación de las propiedades que Sadam le había robado al pueblo. Con esa excusa dejaron que lo que estaba prohibido por el derecho internacional, el pillaje, campase a sus anchas en un territorio ocupado para cumplir teóricamente con el derecho internacional (recuerdo que todavía había comentaristas que defendían que EEUU ya disponía de la autorización del Consejo de Seguridad para invadir Irak).

Lo que no fue una sorpresa, fueron los dos únicos emplazamientos que sí fueron protegidos del pillaje; el ministerio del interior, para poder seguir ejerciendo el poder de la fuerza, y el del petróleo... ya se sabe para qué.

Y así, poco a poco, no solo Irak se convertía en un hervidero de violencia y un imán para el terrorismo yihadista, sino también el resto de Oriente Próximo veía como Bush le quitaba la máscara a años de administraciones estadounidenses anteriores, y en general a la actitud de un occidente que por un lado vendía democracia desde sus escaparates mediaticos y por otro imponía gobiernos y negocios que controlaban a conveniencia esas democracias.

Una vez capturado Sadam Hussein se pudo comprobar que la resistencia iraquí no estaba siendo dirigida por ese hombre demacrado y paranoico que se escondía en un diminuto zulo. EEUU estaba en una encerrona de la que cada vez más países de la coalición querían escapar. La minoría contraria a Sadam, con su líder Múqtada al Sáder a la cabeza, se rebelaron también contra la ocupación. Paul Bremer, al frente de la Autoridad Provisional de la Coalición, tuvo que irse del país escoltado hasta sus últimos minutos, cuando se suponía que ya había pasado el poder al Consejo Provisional de 25 miembros y al "acolito chií del Pentágono" Ahmed Chalabi.

Arafat murió asediado por el ejército israelí que terminó construyendo el muro de la vergüenza para impedir más atentados suicidas en sus ciudades, y quedándose así con territorio que era palestino. Hubo unas elecciones democráticas (algo que Arafat nunca permitió) y ganó Mahmud Abbas, el mismo que redactó los documentos palestinos para los acuerdos de Oslo. El jeque Ahmed Yasín (el famoso lunático de la silla de ruedas) fue asesinado. Fisk no defiende al jeque fanático, pero advierte del precedente de asesinar a los líderes que pueden ser interlocutores de un hipotético proceso de paz, además romper una regla no escrita por la que los dirigentes de ambos bandos  debían sobrevivir. Si esta regla se rompe ningún dirigente está a salvo, ni siquiera Bush o Blair. Quizás aquí Fisk peca de ingenuo... ¿Acaso no habrían matado a Bush o Blair de haber tenido oportunidad?

También murió "Mr. Libano", Hariri, de quien Fisk sí habla bien, como un símbolo de la rehabilitación de la ciudad de Beirut. Los sirios lo eliminaron y llegaron a poner pruebas falsas de su autoría en la escena del crimen, a la que Robert Fisk tuvo acceso por encontrarse cerca del lugar por casualidad. Esta es al menos la versión de Fisk, aunque hay muchas teorías que acusan a EEUU e Israel.

El nombre de la cárcel de Abu Ghraib, junto con Guantánamo, fue famoso por las torturas y humillaciones que allí practicaban los defensores de la libertad, de la democracia y del estado de derecho.  Sin embargo las practicadas por Sadam en ese mismo sitio establecían un máximo de sufrimiento que siempre quedaba por encima de lo que las tropas norteamericanas pudieran hacer. Pero claro, "la tortura funciona", como dijo un coronel estadounidense. Fisk discrepa.
Se equivocaba. La tortura genera resistencia. La tortura genera atacantes suicidas. La tortura acaba destruyendo a los torturadores. Recuerdo la ciudad de Jan Dari, donde en julio del 2003 murió el primer estadounidense por la explosión de una bomba colocada junto a la carretera. La sangre todavía estaba sobre el asfalto, y la multitud se regodeaba con su muerte. Un hombre se me acercó y quiso hablar conmigo sobre la política violenta. Según afirmó, había sido prisionero de los estadounidenses y lo habían golpeado con brutalidad. “Esta es la forma en que tratamos a los ocupantes —dijo—. Llegaron y dijeron que eran libertadores, pero cuando nos dimos cuenta de que eran ocupantes, tuvimos que luchar. Somos un pueblo de acero. Los estadounidenses y los demás ocupantes arderán. —Y luego dijo algo terrorífico y horroroso—. Tengo una hija de un año. Y con gusto le colocaría una bomba en la ropa y la enviaría a matar estadounidenses.”
    Ya a finales de julio de 2003, los investigadores de Amnistía Internacional habían acumulado pruebas irrefutables de que los ocupantes angloestadounidenses maltrataban o torturaban a los prisioneros, se negaban a cumplir las órdenes de los tribunales iraquíes de liberar a los detenidos, utilizaban una fuerza excesiva contra los manifestantes, mataban a civiles inocentes y aplicaban sus propias leyes para evitar que los tribunales iraquíes recién constituidos juzgaran a los soldados estadounidenses o británicos por crímenes cometidos en el país. 
Cintas y vídeos salían a la luz pública, y no solo de torturas, el propio Osama Bin Laden hacia entregas regulares, y sus seguidores publicitaban sus causas secuestrando a extranjeros y degollándolos ante una cámara de vídeo. Bin Laden por su parte daba una pista más de su implicación en el 11-S y de cual sería la reacción de sus seguidores ante la ocupación de Irak;
En el 2004, Bin Laden ya no intentaba ocultar los vínculos de Al Qaeda con los atentados del 11 de septiembre, y en especial con el principal secuestrador de los aviones. “Acordamos con Mohamed Atta, que Dios lo tenga en su gloria, que todas las operaciones se realizarían en veinte minutos, antes de que Bush y su gobierno se dieran cuenta de lo que sucedía”, dijo el 30 de octubre. En su cinta, pensada para coincidir con las inminentes elecciones presidenciales de los Estados Unidos, Bin Laden se dirigía explícitamente a los estadounidenses —la mayoría de sus mensajes eran en primer lugar para un público árabe— y respondía al discurso de “odian la libertad” pronunciado por Bush sobre Al Qaeda. “... luchamos contra vosotros porque somos hombres libres que no duermen oprimidos —decía—. Queremos recuperar la libertad para nuestra nación; por eso, igual que habéis devastado a nuestra nación, nosotros devastaremos la vuestra.” [...] Bin Laden siempre expresó su odio por Sadam Husein, se refería a él como a un “agente” más de creación estadounidense en el mundo árabe, junto con la casa de Saud y los diversos príncipes y emires del Golfo. Sin embargo, en esa cinta de suma importancia del 13 de febrero, realizó una clara oferta para aliar sus fuerzas con las del Partido Árabe Socialista Baaz de Sadam: [...] "Pese a nuestra creencia y a nuestras proclamas en cuanto a la infidelidad de los socialistas, en las circunstancias de la actualidad se da una coincidencia de intereses entre musulmanes y socialistas en su batalla contra los cruzados..." [...] Esas palabras demostraban con bastante claridad que Al Qaeda pensaba participar en la batalla contra los Estados Unidos en Iraq, aunque eso comportase colaborar con aquellos que habían luchado por Sadam. Ése fue el momento en que la futura guerrilla se fusionó con los futuros terroristas suicidas, la detonación que hundiría a Occidente en Iraq. Y ni siquiera nos dimos cuenta.

Y finalizo este mastodóntico post, de este libro que aveces me ha parecido interminable, y otras veces me ha parecido el guión demencial de una película gore, pero que en cualquier caso me ha hecho respetar mucho más a Robert Fisk, con dos párrafos que sintetizan la consistente posición del autor, frente al sufrimiento de la guerra y las mentiras e hipocresías sobre las que se sustentan.

El presidente Bush manipuló con crueldad el dolor del pueblo estadounidense —y la compasión del resto del mundo— para introducir un “orden mundial” concebido por un puñado de fantasiosos asesores del secretario de Defensa Donald Rumsfeld. El “cambio de régimen” iraquí, como a estas alturas sabemos todos, estaba ya planeado como parte de un documento de campaña de Richard Perle/Paul Wolfowitz para el candidato a primer ministro israelí Benjamín Netanyahu, años antes de que Bush llegara al poder. La tesis de que Tony Blair se habría apuntado a esta insensatez sin darse cuenta de lo que representaba —un proyecto ideado por un grupo estadounidense de neoconservadores y fundamentalistas cristianos proisraelíes— exigía un verdadero acto de fe.
Y la segunda cita, a modo de premonición:

 En la actualidad los árabes ya no tienen miedo. Los regímenes son tan huraños como siempre: aliados leales y supuestamente “moderados” que obedecen las órdenes de Washington y aceptan enormes subvenciones de los Estados Unidos, celebran sus elecciones absurdas y tiemblan de miedo por si su gente decide al fin que ya ha llegado el momento de un “cambio de régimen” (desde dentro de sus sociedades, no la versión occidental impuesta por invasión). Son los árabes como pueblo —brutalizados y aplastados durante décadas por dictadores corruptos— los que ya no huyen. Los libaneses de Beirut, sitiados por Israel, aprendieron a negarse a obedecer las órdenes del invasor. Hezbolá demostró que el poderoso ejército israelí podría ser humillado. Las dos intifadas palestinas probaron que Israel ya no podía imponer su voluntad en la tierra ocupada sin pagar un precio terrible. Los iraquíes se levantaron primero contra Sadam y después, tras la invasión angloestadounidense, contra los ejércitos de la ocupación. Los árabes ya no huían. La vieja política de Sharon que los neoconservadores estadounidenses apoyaron de una forma tan letal antes de la invasión de Iraq en el 2003 —apalear a los árabes hasta que se sometan, hasta que se “comporten” o hasta que surja un dirigente árabe “que controle a su propio pueblo”— está tan en quiebra como los regímenes que continúan trabajando para la única superpotencia mundial. [...] Esto no quiere decir que las revoluciones sociales y militares “del pueblo” que han tenido lugar en Oriente Próximo sean recomendables.

¿Pensaría Fisk que serán recomendables las nuevas revoluciones populares de 2011? Todo indica que sí porque esto parece ser la culminación de la historia de Oriente Próximo, tal y como la conocemos. Fisk seguirá informando.

"Amor, Pobreza y Guerra" (2004) de Christopher Hitchens

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Me parece que Hitchens es una especie de Savater. Incluso más provocador, ateo militante, brillante ensayista, mordaz en sus debates, consumidor de ocio y defensor de los placeres de la buena vida, renegado de la izquierda al que la derecha le ha abierto sus brazos y que se regocija en romper con ataduras ideológicas aunque le cueste el calificativo de chaquetero. Ni en uno, ni en otro caso considero que lo sean. Si el cambio es honesto, por convencimiento, y además se explica, tan solo queda compartir o no los motivos, pero no sospechar de infidelidad o de venderse al mejor postor. Pero a diferencia de Savater, le gusta frecuentar la alta sociedad y conocer las vidas de los personajes de la cultura popular. Sus constantes referencias literarias, sus flirteos con el famoseo y medios como Vanity Fair... le hacen parecer un petulante con aire de aristócrata gamberro e inoportuno iconoclasta, quizás por todo ello se ganó el apelativo de heredero o delfín de Gore Vidal (no está claro si fue uno u otro al que se le ocurrió la idea, aunque Hitchens dice poseer correspondencia que lo prueba). Ya distanciados, Hitchens le dijo a su admirado Gore Vidal que debido a su apoyo a cierta versión de la teoría de la conspiración del 11-S, se había vuelto loco. Pero Vidal siguió siendo un crítico de la política exterior de EEUU tras el 11-S, momento que como veremos supuso (o aceleró) un cambio irreversible en Hitchens, que pasó a apoyar vehementemente a la administración Bush en su guerra contra el terror. Sus cambios de opinión y su abandono de la izquierda lo han hecho más polémico de lo que era. Su crítica mortífera contra los diseñadores de la ofensiva imperialista, como Henry Kissinger, pasó a ser una cosa del pasado que buena parte de la izquierda le recordaría tiempo después cuando pasó a protagonizar un "caso único de metamorfosis inversa", tal y como le espetó George Galloway en un debate público: "de mariposa a babosa."


Este libro es una recopilación de algunos de sus artículos que abordan tres grupos temáticos, el amor (a la literatura), la pobreza (la pobreza moral de la religión) y la guerra (antes y después del 11-S, aunque no incluye aquí sus posiciones más contrarias a EEUU antes de abandonar el socialismo definitivamente) en la que incluye sus interesantes polémicas con la izquierda anti-imperialista y Chomsky, y sus enérgicas defensas d ela guerra de Afganistán y de Irak. La división a veces carece de sentido, pues dentro del amor incluye artículos de historia, y dentro de pobreza incluye su polémica con Michael Moore.

CHURCHILL

Hitchens guarda una relación de amor-odio con Churchill. Como no podía ser menos, al ser un icono del siglo XX bastante aceptado por la clase política posterior disfruta defenestrándolo, pero es quizás la única de sus dianas con la que concluye su análisis con un tono condescendiente. Reconoce que fue educado para respetar y admirar a Churchill, pero también es consciente de su "intransigente imperialismo hacia la India y su simpatía por el fascismo antes de la guerra". Tradicionalmente visto como un visionario de la política y un firme opositor al fascismo, fue también un conspirador que hacía uso de su gran retórica para retratarse a sí mismo como un profundo y contundente conocedor de la política.

Es curioso, comenta Hitchens, que fueran precisamente unos historiadores de derechas los que intentasen crucificarle por haber propiciado la pérdida del Imperio británico. Otros historiadores, estadounidenses en este caso, creen que jugó un papel muy importante para conseguir involucrar a EEUU en la guerra. Y por último hay otro debate entre historiadores que plantea la cuestión de si mereció la pena la II Guerra Mundial a la vista de las consecuencias (Nagasaki, Dresde...). A lo que añade Hitchens que, a la vista de las pruebas presentadas en Núremberg, merece la pena obviar incluso el pacto Stalin-Churchill, que hasta su admirado George Orwell rechazaba. Al fin y al cabo, razona Hitchens, el comunismo se hundió y ya no puede hacer daño a nadie. Mal argumento a mi entender, porque a ningún político se le exige saber el futuro para justificar sus pactos con dictadores del presente. Por la misma razón podríamos decir que la colaboración estadounidense con Sadam Hussein no tiene importancia teniendo en cuenta que el régimen iraquí finalmente cayó. ¿Y qué hay de todos esos años en que Stalin o Sadam permanecieron en el poder?

Churchill era un extremista en sus comienzos. Apoyó la invasión abortada de la Rusia de Lenin de 1918 y culpó a los bolcheviques por ser judíos. Se puso de parte de Mussolini, Franco y Hitler. Era un racista por lo que respecta a los indios. Era también un oportunista, que al igual que Roosevelt, temía que Hitler se convirtiera en un problema para su país conforme avanzaba la guerra. Solo cuando ambos constataron que se estaba haciendo demasiado fuerte y peligroso para ellos, se mostraron más dispuestos a entrar en guerra, vendiéndose a sí mismos como defensores de la democracia desde siempre.

Pasó de ser antisemita y anticomunista, a ser un antinazi convencido, y a los ojos de Hitchens, esa capacidad de ver a un enemigo intrínsecamente malvado y actual en Hitler (sería el primero en verlo, a pesar de  toda su ceguera anterior), y no solo a un enemigo potencial, sería lo que actuaría como una expiación total para Churchill.

Pero ese momento de señalar con el dedo al enemigo más terrible de la democracia, solo llegó después de otros muchos momentos, en los que Churchill demostraba admiración por la mano dura de Stalin, después de haberse planteado pactar con Hitler, después de haber visto el peligro de que la fuerza naval francesa pasase a formar parte de la flota alemana, y después incluso de que estuviera esperando a que atacasen a EEUU para poder entrar en guerra con mas aliados. Hitchens incluso sugiere que la famosa teoría de la conspiración de Roosevelt en Pearl Harbor, le sería más aplicable a Churchill.

La figura de Churchill era despreciada incluso dentro de sus propias filas, que pensaban que era "un demagogo, un charlatán, un incompetente y un borracho" según el polémico historiador David Irving por cuya "figura tóxica" Hitchens siente una nueva relación de amor-odio. Más adelante profundizo en otros aspectos de David Irving, pero por ahora me limito a su análisis de Churchill. Por una parte, Hitchens es consciente de las filias nazis del historiador y pone en cuarentena sus juicios sobre Hitler, pero por otra parte confiesa que sobre el debate de Churchill, y pesar del desprecio que el revisionista nazi siente por el mandatario británico, "no consideraría muy cualificado a nadie que no haya leído la obra de Irving."¿Es esto un acierto o condenaría a Hitchens por reconocer cierta seriedad al negacionista Irving? No sería la primera vez que oigo la valoración positiva de cierta parte de la obra de Irving, entre escritores serios y nada sospechosos de ser neonazis. Todo esto lo escribiría en 2002, pero en otro artículo posterior Hitchens se muestra más receloso.

Me arriesgaré a hacer un juego de psicoanálisis barato; Hitchens dice que a Churchill le gustaba retratarse a sí mismo como a un extremista, como alguien capaz de sostener una opinión controvertida a pesar de que sus colegas les advirtieran de estar caminando por el lado oscuro. Un "contrarian" en inglés, como le gusta definirse en uno de sus libros a Hitchens. Casi se podría decir lo mismo de Irving. Y yo me pregunto, ¿no habrá encontrado Hitchens alguna admiración en esa capacidad de disentir contra viento y marea, no solo en Churchill, sino quizás también en Irving? Yo creo que, al menos con Churchill, Hitchens se ve identificado con una conversión necesaria para defender valores supremos, aunque no se vea identificado con los extremismos del pasado de Churchill. Cuando se trató de defender al bando de la democracia contra la dictadura nazi, al menos al final, no fue blando y dio el do de pecho. Y probablemente tuvo que enfrentarse con sus antiguos colegas al cambiar sus opiniones tan drásticamente. ¿No es esto lo que ha vivido Hitchens, cuando se pasó de la izquierda anti-guerra y anti-imperialista al bando de la lucha contra el terror y por la democracia al estilo Bush? Me parece que Hitchens está convencido de que los hechos posteriores han corroborado tanto las posiciones (las últimas posiciones) de Churchill sobre Hitler, como sus últimas posiciones sobre Irak y Afganistán. Poco a poco, y con una rara y convencida honestidad de la cual me resultaba difícil dudar, se ha convertido en un defensor de la máxima de que el fin justifica los medios.


Se esté o no de acuerdo con ello, me parece que se equivoca a la hora de sopesar las cuentas de muertos que han supuesto Irak y Afganistán, frente a las otras opciones o hipótesis que se barajaban en el lado del "no a la guerra". Pero lo que parece claro es que no le importa el pasado de quien se decida a luchar contra el mal, tal y como él lo entiende, y por ello no es oportuno pedir explicaciones a quien ayuda a derrotar a la tiranía y la crueldad. La responsabilidad de "las equivocaciones pasadas" son pelillos a la mar, que queda exonerada por la determinación de cambiar de bando si la causa es justa. El problema es que nadie te asegura que esas conversiones de EEUU y occidente, que de repente luchan contra dictadores que antes apoyaban, sean auténticas. Más bien hay pruebas y experiencias pasadas que te confirman que esas conversiones son meras conveniencias que nos venden como una lucha altruista. Y la responsabilidad de quien puede mirar más profundamente y no olvidar la historia reciente, como es el caso de Hitchens y otros intelectuales, debería hacer que fuesen mucho más meticulosos y escépticos con la vulgar propaganda que una y otra vez, con cada guerra, se le ha vendido al pueblo.

Si tuviera que defender a Hitchens y justificar sus cambios intelectuales, que no comparto por lo que acabo de exponer, me decantaría por subrayar que lo que le ha nublado la razón ha sido una alergia visceral hacia sus compañeros que siguen venerando sacrosantas ideologías que han demostrado traicionarse a sí mismas. Son los animales de "Rebelión en la granja" lo que él ve en sus antiguos colegas. Y parece que le pierde alejarse de ellos y de sus dogmas intocables, hasta el punto de que no le importa coincidir, o lo que es peor, creerse y ayudar a los dogmáticos del signo contrario.

"La revisión fría y distanciada ha eliminado el aura de heroísmo de muchos acontecimientos luminosos y legendarios, entre los que se encuentran la toma de la Bastilla, la caída del Palacio de Invierno y la Proclamación de Emancipación de los esclavos de Estados Unidos."


TROTSKY

Como no, Trotsky, participe de la revolución rusa que se vuelve en contra de su obra que terminó como tiranía, esencia del disidente por antonomasia, es una figura admirada por Hitchens. Y lo es tan tardíamente como en 2004, cuando Hitchens ya ha abandonado el socialismo. Y no solo supo volverse contra Stalin, sino que también supo prever "la verdadera amenaza que representaba el nacionalsocialismo", a diferencia de la izquierda de su tiempo que lo vio como una oportunidad para convencer al resto del mundo de la conveniencia del comunismo.

Al final de sus días, cuando la II Guerra Mundial le convenció  de que ninguna nueva revolución obrera iba a suceder, manifestó sus dudas con respecto al proletariado como clase dirigente si se daba el caso de que no se diera una revolución socialista posterior a la que sucedió en Rusia. Eso haría forzoso plantearse abandonar todo el proyecto marxista-leninista.

Según Hitchens, en una nueva desafortunada metáfora histórica, parece que los neoconservadores serían unos trotskistas que estarían  sufriendo la ira y la persecución de sus antiguos camaradas, la derecha aislacionista y ultramontana. Los neoconservadores, vendrían a ser de esta forma una especie de derecha ilustrada, con los pies en la tierra y libres de prejuicios religiosos. Aunque no lo dice así, eso parece que es lo que sugiere al defender a los neoconservadores.

ALDOUS HUXLEY

Quizás lo más interesante de su introducción a la edición de "Un Mundo Feliz" de 2003, sea la relación que establece entre Huxley y George Orwell. Aldous Huxley le daba clases de Frances a George Orwell, y en cuanto a sus obras parece que mundo feliz de Huxley se regía más bien por la persuasión y en el "1984" de Orwell imperaba el miedo y la violencia. En algún momento Orwell, que llegó a reseñar la obra de Huxley, sugirió que Huxley había plagiado unas de las fuentes de las novelas distópicas; "Nosotros" de Zamiatín. Pero como Orwell también reconocía esa influencia, reflexiona Hitchens, quizás no fuera un insulto.

Aparte del rechazo al socialismo y la indiferencia por el cristianismo (su abuelo inventó el término "agnóstico"), presentó primeramente las drogas como un problema, una herramienta que el estado podía usar contra la población para embaucarla, pero después, con su novela "La isla" parece que las drogas se convierten en "herramientas de la emancipación y la clave de la felicidad".

EXCESIVA REGULACIÓN

Hitchens arremete contra el alcalde de New York Michael Bloomberg al que considera un anormal obsesionado por el control. Nada mejor que uno de sus párrafos para ver el hastío al que llego el autor por las ordenanzas municipales, algunas de ellas ciertamente absurdas, que la ciudad estadounidense impone a sus habitantes:

"En el espacio de unas pocas horas de finales de noviembre, me las arreglé para violar un montón de leyes neoyorkinas. Es decir, me senté en una caja de madera, dejé mi bolsa a mi lado en un asiento del metro, me detuve para ajustarme el zapato en un escalón del metro, alimenté a unos pájaros en Central Park, fumé un cigarrillo en un coche de gama alta, intenté poner un marco de plástico alrededor de la matrícula de un vehículo y monté en bicicleta sin mantener todo el tiempo los pies en los pedales. También fumé en un bar y en una mesa de un restaurante. Hasta entonces, solo en los dos últimos casos habría infringido conscientemente una ordenanza municipal."

CONTRA LA PENA DE MUERTE

En su artículo "Escenas de una ejecución", de 1998, más que argumentar en contra de la pena de muerte narra su vergonzosa participación como testigo en una ejecución que lo predispone a rechazar la pena capital de una manera vivencial, más que racional. En otro artículo del libro dice admirar en secreto al Papa Juan Pablo II por su oposición a la pena de muerte.

EL EXTRAÑO CASO DE DAVID IRVING

Un interesante ensayo sobre la figura de este polémico negacionista del Holocausto al que Hitchens le otorga varios piropos, pero sin olvidarse nunca de que es un negacionista. Considera ridículo que se prohíban libros de Irving o que sea difícil conseguirlos en el país de la libertad de expresión, EEUU, y piensa que a pesar de ser un fascista, es un buen historiador del fascismo.

"Pero su trabajo sobre el bombardeo de Dresde, el funcionamiento interno del gobierno de Churchill y la mentalidad de los generales nazis tenía un valor incalculable"

Hitchens acepta la posibilidad de que se haya explotado el Holocausto, aunque no hace referencia a la obra de Finkelstein que ya estaba publicada en mayo de 2001. Más tarde Finkelstein pasaría a engrosar su lista de judíos masoquistas obsesionados con EEUU, pero según se deduce de este ensayo la tesis de Finkelstein es plausible. Finkelstein, brillante polemista también, ya escribió sobre los cambios de opinión de Hitchens, pero sería interesante saber si Hitchens escribió algo sobre "La industria del Holocausto".

El debate del negacionismo del Holocausto nace de las diferencias entre dos escuelas de historiadores; los intencionalistas, que defendían que la intención de Hitler y de los nazis de borrar a los judíos de Alemania por medio del genocidio estaba desde el principio entre sus planes, y los funcionalistas que defienden que dicho plan solo surgió cuando Alemania empezó a perder la guerra en el frente oriental. Hitchens se posiciona junto a los últimos. Sobre Goldhagen (intencionalista a ultranza, y cuyo libro "Los verdugos voluntarios de Hitler" se merecería un mega-post que algún día llegará), hay una entrevista en la que critica su obra, junto con la de Irving.

Irving fue visto primero como un molesto socio, porque en un debate con Faurisson, negacionista extremo, "sostuvo que había pruebas definitivas de exterminio masivo al menos por fusilamiento." Más tarde dijo haber descubierto unos documentos que le harían cambiar de opinión sobre la existencia de alguna orden directa de Hitler para el genocidio judío. También participó en la revelación de la falsedad de los diarios de Hitler, aunque después cambió de opinión. Parece que una vez más Hitchens simpatiza con cualquiera que sea capaz de disentir de los suyos... aunque los suyos sean los negacionistas del Holocausto. No obstante, la simpatía está muy acotada a determinadas obras y a su capacidad Russelliana de "prueba contra el propio interés" (ya que publicaba cosas que iban en contra de su tesis o la de los suyos, los negacionistas), no a su mensaje falsario de la historia.


¿Qué pasa con sus tesis de que no existió una orden directa de Hitler para el Holocausto? Según Hitchens está contaminada y queda pulverizada por su antagonista Richard Evans, en su libro "Mintiendo sobre Hitler" que hasta donde yo sé no está editado en castellano..

LAS MENTIRAS DE MICHAEL MOORE

Nunca he oído a Christopher Hitchens ensañarse tanto y tan toscamente con alguien como con Michael Moore. Bueno, debería decir que nunca "he leído", porque realmente todavía no he escuchado el debate tan interesante que tuvo lugar entre ambos en el festival de cine de Telluride. Solicité ayuda al increíble archivo de thefilmarchive pero no parece tenerlo. Hitchens escribe sobre el polémico documental de Moore, Farenheit 9/11:

"Describir esta película como deshonesta y demagógica sería casi ascender esos términos al nivel de la respetabilidad. Describir esta película como una mierda sería arriesgarse a un discurso que nunca volvería a levantarse por encima de lo excrementicio. Describirla como un ejercicio facilón hecho para complacer a las masas sería demasiado obvio. Fahrenheit 9/11 es un ejercicio siniestro de frivolidad moral, disfrazado crudamente de ejercicio de seriedad. También es un espectáculo de abyecta cobardía política que se presenta a sí misma como una demostración de valentía disidente."

Muchas son las acusaciones que lanza contra el cineasta, y para una contestación punto por punto y un extenso comentario sobre la polémica entre ambos, necesitaría más de un post, pero señalaré tan solo diez:

1. Moore duda de la autoría de Bin Laden. FALSO. Moore defiende el principio de inocencia, pero de hecho señala a Bin Laden como el autor probable del 11-S.

2. Al principio Moore dijo que Bush envío pocas tropas de tierra a Afganistán, y después cambió de opinión y pensó que Bush envió demasiadas. FALSO. Se trata de una manipulación desesperada de Hitchens para intentar encontrar contradicciones en el discurso del director. Moore siempre estuvo en contra de emprender una guerra contra Afganistán, pero nunca se opuso a perseguir a Bin Laden, y fue para perseguir a Bin Laden cuando comenta que Bush no hizo mucho por la labor, y dejó pasar dos meses hasta que las tropas llegaran al sitio donde supuestamente estaba Bin Laden. Lo que sí dice Moore es que le dieron esos dos meses de ventaja, pero no aclara la razón. Moore usa unas declaraciones de Richard Clark en las que ironiza con el número de soldados en Afganistán en comparación con el desmedido números de policías en Manhattan. Pero el mensaje de Moore no es contradictorio en absoluto; si Bush quería atrapar a Bin Laden no debió dejar pasar dos meses sin llegar al sitio donde estaba, y eso no entra en contradicción con estar en contra de reducir un país a la edad de piedra, para lo cual, cualquier contingente militar sería excesivo.


3. Moore habla de la construcción deun gasoducto en Afganistán que se había planificado antes de la invasión y de la implicación de la compañía estadounidense Unocal en el proyecto, y Hitchens lo cita como otra de sus mentiras. FALSO...  El proyecto del gasoducto TAPI es bastante conocido, y aunque es cierto, tal y como dice Hitchens, que fue cancelado en 1998 tras el ataque a las embajadas estadounidenses en África (esto no lo dice en el artículo, sino en otras entrevistas), también es cierto que el proyecto se ha retomado una y otra vez, antes y después del documental, con lo que la acusación de Moore estaría totalmente justificada, y la de Hitchens, cuando menos, desactualizada. ¿Y qué decir del silencio de Hitchens sobre el pasado de Karzai, presidente títere de EEUU en Afganistán, como consejero de Unocal, la empresa que independientemente de si lo consiguió o no, estaba detrás del gasoducto? Esto me parece mucho más grave que el hecho de que el proyecto fuera abandonado o no. Si se pone como presidente del nuevo Afganistán a un tipo que trabajaba en la empresa americana que quería hacer un gasoducto antes de la guerra, eso me da alas para pensar en un motivo secreto para empezar una invasión, o cuando menos, para hacer negocio mientras se persigue a Bin Laden. De hecho esto lo había leído antes de ver Fahrenheit. Si Hitchens no dijo nada supongo que será porque sabía que esa acusación era cierta. Según Pepe Escobar, el propio Karzai le ha negado que fuera empleado de Unocal, aunque no se puede decir lo mismo de Khalilzad, al que también se acusa en la película de haber tenido relaciones previas con Unocal y que fue enviado también al nuevo Afganistán como embajador de EEUU. Unocal niega su relación con el primero, pero afirma la del segundo en un comunicado de prensa, (alojado en la web de Chevron con quien se fusionó después). También lo hicieron en una entrevista telefónica donde señalaron que el origen de la leyenda urbana fue un artículo publicado en Le Monde que no aporta fuentes y nunca se rectificó a pesar de que informaron al periódico de la información errónea. ¿Por qué Hitchens no se ceba con este aparente fallo de la película? Para mí, en su momento, esta información me llevó a confirmar por enésima vez el descarado imperialismo de EEUU, y aunque si se revelase falsa todavía me quedarían infinidad de ejemplos para seguir manteniendo la misma posición, me gustaría saber si Michael Moore fue ingenuo o manipulador al usar una información que germinó entre el movimiento del "No a la guerra". No se si aparecerán nuevas informaciones al respecto, pero por lo que he rastreado en internet parece que era un bulo. En la guía oficial de la película en la que se señalan las fuentes en las que se basa la película, "The Official Fahrenheit 9/11 Reader", Moore da tres fuentes, la más antigua de todas es el artículo anteriormente comentado de Le Monde, escrito por Françoise Chipaux, y que hasta donde yo se, sigue sin dar explicaciones sobre el origen de esa información. Recuerdo otra información que decía que una agente de la CIA, Christina Rocca, llegó a amenazar al gobierno talibán diciéndoles que los iban "a enterrar bajo una alfombra de bombas" por negarse a colaborar con el gasoducto, pero visto lo visto, tiene toda la pinta de ser igualmente un bulo. Así que, por lo menos por lo que a la historia del gasoducto y Karzai respecta, la tesis de que estaba detrás de la invasión de Afganistán, queda muy tocada, y Hitchens perdió la oportunidad de tener razón en algo en su guerra contra Michael Moore.


4. Las retorcidas relaciones comerciales de los Bush con los Bin Laden, en relación al petróleo, son un invento de Moore, o a lo sumo, muy poco relevantes. FALSO A MEDIAS. Lo que se descubrió que fue un invento fue la acusación a los saudíes como financiadores del terrorismo, pero las relaciones entre ambas familias es cierta. La teoría de Moore queda dañada en una de sus partes (la financiación saudí), pero no en la otra (la relación comercial entre ambas familias). Las relaciones entre el régimen saudí y la financiación del terrorismo anti-americano quedó desprestigiada después de las fuentes principales de tal tesis se retractaran de sus investigaciones. Originalmente se apuntaron a esta teoría buena parte de la izquierda anti-Bush, y aunque otros anti-Bush como Thierry Meyssan (pro-árabe y defensor de alguna teoría de la conspiración del 11S) también se hicieron eco de esas fuentes, siguen defendíendo que la relación de fidelidad de un régimen con otro era de carácter empresarial y familiar. Esta es en definitiva la tesis de Michael Moore, pero con la diferencia de que Moore piensa que detrás de los atentados estaba, de una manera u otra, el estado saudí. Sería interesante leer que opina Meyssan sobre la tesis de Moore, pero no encontré nada.

5. Los vuelos que sacaron a los Bin Laden de EEUU tras el 11-S no tenían nada de sospechoso. DISCUTIBLE. Una sospecha siempre puede ser subjetiva y desproporcionada pero en este caso no me lo parece. ¿Dejar "escapar" a los familiares de un asesino de masas solamente por no incomodarlos con molestos interrogatorios? Está claro que dejarlos volar en los días posteriores al 11-S, es más, organizar esos vuelos por parte del gobierno de EEUU es algo que va más allá de la mera sospecha. ¿Por qué entonces digo que es discutible, y no simple y llanamente falso? Porque Moore aquí juega dos bandos. Por un lado se cubre las espaldas diciendo que volaron cuando se reabrió el espacio aéreo, pero no sin antes poner los ejemplos de Ricky Martin o George Bush padre, que se tuvieron que quedar en tierra porque "ni siquiera ellos pudieron volar". Y a continuación el documental ofrece unas imágenes de un avión despegando en las que el narrador dice que solo los Bin Laden estaban dispuestos a volar. La asociación de ideas es bastante obvia; al resto de la población no se le permitía volar y a los saudíes sí. Cosa que es mentira, porque como se dice más tarde, los saudíes volaron tras el 13 de septiembre cuando el espacio aéreo se reabrió. Un doble juego, y feo,  por parte de Michael Moore quien ya conocía las teorías de la conspiración que se cocían en la opinión pública. Pero esto no invalida su posición en otros muchos aspectos de la película. Hitchens viene a usar unas declaraciones de Richard Clark en las que asume íntegramente toda la responsabilidad por esos vuelos, y aunque reconoce que son posteriores a la película, las usa para burlarse de la presentación que Moore hace de Clarke como el héroe anti-guerra. Esto es igualmente falso, ya que apenas aparece en el documental haciendo un par de declaraciones. Posteriormente Moore declararía que el hecho de que le gustase Clarke en muchos aspectos no implica que estuviese de acuerdo con él en todo. Ciertamente tiene razón, y si Hitchens creyó a Clarke en ese asunto, debería haberse preguntado si también le creyó cuando señaló en general a altas esferas del gobierno y del FBI como responsables de los conflictivos vuelos. En la lista de hechos que respaldan la película, y que Michael Moore publicó en respuesta a sus críticos, aparecen los datos oficiales de los vuelos, incluso de uno que no salía en la película porque se descubrió después, y que apoyaría la teoría (oficialmente no secundada por Moore, como hemos visto antes), de que algunos aviones habrían volado mientras el resto permanecía en tierra. Pero independientemente de todos los matices, ¿alguien sigue pensando que no hubo nada de sospechoso por parte del gobierno al dejar salir en aquellas circunstancias a la familia del asesino?

6. La imagen de Bush petrificado en la silla de la guardería mientras le decían lo que estaba sucediendo, ha sido manipulada por la izquierda. Si se hubiese levantado corriendo, le habrían acusado de desesperado y poco calmado para dirigir su país hacia la guerra. FALSO O DISCUTIBLE en la medida que un futurible puede ser falso o discutible, ya que no ha sucedido. En cualquier caso esa eventual reacción diferente, o la cara que puso Bush al enterarse del 11-S, no es más importante que su política. Y lo anecdótico del asunto no oscurece lo que todo el mundo pensó: ¿qué jefe de estado con un poco de sentido común permanecería sentado mientras unos escolares le cuentan un cuento, en vez de levantarse y empezar a moverse e informarse de un atentado? Una vez más, cuando Hitchens la toma con alguien le critica hasta el peluquín (como cuando le dijo a Charlton Heston que se pusiera bien el peluquín en la CNN, video por cierto, que es un incunable que solo tiene la Universidad de Vanderbilt), y cuando se trata de defender a alguien, le defiende hasta sus gestos más tontos.

7.  La película oculta los 30 años de crímenes y represión del régimen de Sadam, y presenta Irak como un paraíso donde la gente vivía felizmente. FALSO. Otro intento desesperado de Hitchens, en este caso se trata de acusar a Moore de simpatizante de Sadam que es de las acusaciones más burdas y simplonas que tuvimos que soportar los que nos opusimos a la Guerra de Irak. Es tan desesperado que el propio Hitchens tiene que reconocer que al menos cita en una ocasión la brutalidad del régimen iraquí, aunque sea para decir que era cuando EEUU lo apoyaba. Y efectivamente, Moore lo hace, y es suficiente, no era necesario adentrarse en la inmoralidad de la tiranía de Sadam porque primero, todo el mundo lo sabe y solo se niega en Irak, y segundo, la película no va de eso sino de la inmoralidad y las mentiras de la democracia estadounidense en manos de Bush. ¿O acaso sería necesario repetir la condena al terrorismo de ETA  y exponer su historial criminal si lo que estoy investigando es los abusos de los GAL? Imagino que no, salvo que yo sea sospechoso de ser etarra y estar desvirtuando mi versión de los hechos. ¿Es Michael Moore sospechoso de haber sido simpatizante de Sadam? Por supuesto que no, eso tan solo es una acusación que se lanzó contra los que nos oponíamos a la guerra en esa lógica de Bush de "o están con nosotros o contra nosotros".

8. "Moore afirma que Irak, bajo Sadam, jamás había atacado o matado o incluso amenazado (esas son sus palabras) a ningún estadounidense". FALSO. A continuación Hitchens se esfuerza en explicar que durante la guerra del Golfo, o cuando Sadam dio refugio a terroristas que habían asesinado a estadounidenses, Sadam llegó a matar a estadounidenses. Técnicamente es falso porque Moore usó la palabra "murdered", no "killed". La primera tiene una connotación necesaria de intencionalidad y premeditación que la segunda no tiene. En español la diferencia entre matar o asesinar no es tan grande como en inglés, ya que salvo en derecho penal, ambas palabras se usan indistintamente. La versión doblada de la película dice acertadamente: "una nación que nunca había asesinado a un solo ciudadano estadounidense". Durante la Guerra del Golfo murieron efectivamente soldados americanos a manos de las fuerzas iraquíes, pero eso no son asesinatos ni los resultados de amenazas terroristas que pudieran justificar un bombardeo sobre Bagdad (que son las imágenes que salen en el documental tras el discurso de Bush en el que dice que Irak era una amenaza donde se muestran las bombas cayendo sobre Bagdad). Moore aclara en una entrevista los diferentes matices de ambas palabras, aunque efectivamente habría sido menos controvertido si lo hubiese explicado mejor. En cualquier caso, Hitchens que se vanagloria de haberlo pillado en otra "flagrante falsificación", "esas son sus palabras", debería haber prestado más atención y haberlas entrecomillado, en vez de haber usado la versión que más le convenía y obviar, una vez más, el contexto de la frase y el mensaje de la película. Podríamos pensar que Moore se escapa por un matiz  sin importancia, pero el propio Hitchens hace hincapié en ese matiz cuando unos días después de que Moore lo explicase públicamente, Hitchens corrige a su entrevistador con vehemencia cuando éste le dice que Bin Laden mató a 3000 americanos: "asesinó, asesinó, asesinó". El vídeo no está disponible, solo la transcripción, así que no podemos ver Hitchens lo dice con ironía o realmente puntualizando a su entrevistador.

9. Moore cuestiona el carácter voluntario de alistarse al ejército, casi sugiriendo que la mili forzosa sería más justa o equitativa. FALSO. Más allá del hecho, tal y como dice Hitchens, de que algunos soldados tengan la piel más oscura que otros, lo que está claro que muestra la película es que es vergonzoso que los congresistas que mandan a la juventud a la guerra no tienen a sus hijos en el ejército que va a jugarse la vida bajo sus órdenes. Y no es un dato anecdótico, sino digno de una denuncia pública que el sistema de conscripción, al igual que el económico o penitenciario en EEUU, debe adolecer de un mal funcionamiento cuando termina con resultados radicalmente diferentes en función del color de la piel. Eso, junto con el complejo militar industrial de Eisenhower o la manipulación de los asesores de imagen que usan los políticos, no es algo que se deba minimizar, sino algo que por el contrario merece la pena gritar a los cuatro vientos en un documental de masas, especialmente en EEUU. Pero Hitchens lo retuerce para sugerir que Moore apuesta por el sistema de reclutamiento forzoso, y eso sí que es una mentira y una ocultación del argumento que pretende Moore al ir al Congreso a denunciar que los hijos de los congresistas no van a la guerra.


10. Michael Moore teme debatir con Christopher Hitchens. PROBABLEMENTE CIERTO. Quizás sea lo único en lo que Hitchens tenga razón de verdad. No se puede concluir otra cosa si tenemos en cuenta que ambos son dos polemistas que buscan la confrontación y van a cualquier invitación de sus contrincantes a exponer sus argumentos. A parte del debate de Telluride que tuvo lugar dos años antes de la película y de la subsiguiente respuesta de Hitchens con su artículo "Las mentiras de Michael Moore", lo cierto es que Moore nunca respondió al reto de Hitchens: "Cuando quieras Michael. Hagamos Telluride otra vez". Lo que no parece tan cierto es que Moore haya dicho que "no aparecerá en programas de televisión donde puede enfrentarse a preguntas hostiles". Eso va en contra del carácter provocador de sus estrategias mediáticas, y además va en contra del hecho de que, después de que Hitchens dijera eso, se entrevistó con Bill O´Reilly que ciertamente es anti-Michael Moore.

Algunas otras acusaciones son de menor entidad, pero más que reveladoras de la complicidad con los neocons de Bush, que a veces realmente lo parece, quiero pensar que revelan la profunda antipatía por Michael Moore, por su sensiblería en algunos casos, por su populismo, y por lo que Hitchens considera su demagogia y propaganda. Lástima que esta manía por Moore le impida ver el fondo del asunto.

Dentro de esas mentiras menores estaría la de acusar a Bush de vago o torpe en sus declaraciones (que triste convertirse en un pro-Bush hasta ese límite), o la de manipular el sentido de la cita de George Orwell con la que finaliza su película:
"Las palabras están tomadas de 1984 y consisten en un análisis en tercera persona de una guerra hipotética, infinita y artificial entre tres superpotencias. La clara intención, extraída tan torpemente como este [...], es sugerir que no hay distinción moral entre Estados Unidos, los talibanes y el partido Baaz, y que la guerra contra la yihad no tiene razón de ser."

Una nueva falsedad por parte de Hitchens, ya que menciona las tres superpotencias del libro "1984" y a continuación habla de EEUU, los talibanes y los partidarios de Sadam, como si Moore hubiese hecho una metáfora entre las superpotencias ficticias y los otros tres gobiernos. Una vez asentada esta manipulación, concluye que Moore establece una equivalencia moral entre las partes implicadas. Pero cualquiera que vea la película y medio-conozca el libro de Orwell, se dará cuenta que Moore ni compara a unos con los otros, ni establece una equivalencia entre EEUU y los fundamentalistas religiosos u otros dictadores. Moore habla del encanto que se ejerce sobre la población civil al ser contantemente adoctrinada en la necesidad de la guerra, al ser militarizada. Y todo eso se hace con el coste de los más débiles y los más pobres, tal y como dice la cita y muestran las imágenes mientras el narrador habla. El estamento militar se hace tan poderoso que a veces ganar la guerra no es el objetivo principal, sino hacerle creer el pueblo que necesitamos ir a la guerra, y apartar su atención de los asuntos que les podrían importar. Y esto tan literariamente seductor y tan políticamente descabellado, lo acepta el propio Hitchens en este artículo cuando asume que el "complejo militar industrial" de Eisenhower no es ninguna novedad ni es valiente denunciarlo.

Lo que dice la cita de Orwell al final de la película, y que Hitchens no transcribe en su artículo, quizás por temor a que su manipulación sea demasiado evidente, es lo siguiente:

"No se trata de si la guerra es real o no. La victoria no es posible. No se trata de ganar la guerra, sino de que ésta sea constante. Una sociedad jerarquizada, solo es posible si se basa en la pobreza y la ignorancia. Esta nueva versión es el pasado, y no ha podido existir un pasado diferente. En principio el fin de la sociedad es mantener a la sociedad al borde de la hambruna. La guerra la hace el grupo dirigente contra sus propios sujetos, y su objetivo no es la victoria, ya sea sobre Eurasia o Asia Oriental, sino mantener la propia estructura social intacta."
En realidad esta crítica parece que solo es una excusa para espetar a Michael Moore que se haya atrevido a tocar a George Orwell, ya que Hitchens escribió un libro sobre él y presume de saber mucho sobre el tema. Es cierto que el párrafo que transcribe en su artículo, sacado de "Notas sobre el nacionalismo" de Orwell, podría suponer un problema para Moore, ya que pinta a los pacifistas como anti-americanos, aunque yo creo que Moore ni es pacifista ni es anti-americano. O también puede ser una excusa para usar ese párrafo, pero ello no significa que Moore haya manipulado el sentido de la frase de 1984, ni tampoco que establezca equivalencias morales entre todas las partes implicadas... lo cual nos lleva a su siguiente polémica con Noam Chomsky.

Para ver una entrevista de Hitchens hablando de Fahrenheit 9/11, hacer click aquí.
Para una crítica a la película se puede descargar este pdf, o ver la película asociada FahrenHype.

POLÉMICA CON NOAM CHOMSKY

Esta polémica es más calmada, si acaso porque Chomsky no busca el chascarrillo como Michael Moore, pero también porque Hitchens reconoce que Chomsky ha sido un "tutor moral y político" por el que siente "una vieja admiración" pero que está perdiendo sus cualidades al establecer equivalencias morales entre EEUU y sus enemigos. Aunque Hitchens sitúa esta ruptura con Chomsky meses antes del 11-S, no he visto ninguna disputa pública con Chomsky anterior al atentado.

EQUIVALENCIA MORAL (COMPARAR EL 11-S CON LOS CRÍMENES DE EEUU)

Hitchens escribió tres artículos, aunque este libro solo recoge uno, sobre el bombardeo que Clinton ordenó sobre una fábrica farmacéutica en Sudán. Lo calificó de crimen de guerra y dijo que era una maniobra de distracción para desviar la atención pública del escándalo Lewinsky que estaba soportando Clinton, por el que siente especial desprecio, quizás como antesala a la despreciable metamorfosis que, según George Galloway, había sufrido Hitchens.

Cuando sucedió el 11-S, Chomsky lo comparó con ese bombardeo sobre Sudán. Ambos condenaron ambas atrocidades. La polémica vino porque según Hitchens, "Chomsky comparó fríamente el plan del 11 de septiembre con la incursión estúpida, cruel y cínica que Bill Clinton ordenó en Jartum en agosto de 1998", y al hacerlo pareciera estar inflando la tragedia de Sudán para poder minimizar la de EEUU y establecer una especie de equivalencia moral que exonere a los terroristas y su mundo de fanatismo. Según Hitchens, lo que busca Chomsky al comparar ambos crímenes es tratar de culpar a EEUU, aunque para ello tenga que relegar la condena a Bin Laden en un segundo plano, o incluso no condenarlo, sino justificarlo, por hablar en nombre de los musulmanes oprimidos por un país, EEUU, que se merecía el 11-S. Esta es la posición de Hitchens que repite diez años después de la polémica, en un nuevo artículo llamado "Las locuras de Chomsky", en el que responde a los comentarios de Chomsky sobre el asesinato de Bin Laden. Chomsky ya se defendió de la acusación de establecer equivalencias morales frente a Tim Sebastian, en su primera aparición en HardTalk. Y cuando nuevamente Hitchens le acusa de usar equivalencias morales, que según Hitchens significa en definitiva justificar un crimen con otro, Chomsky le vuelve a recordar hace unos días que el único que se mostró interesado en comparar ambos crímenes, en el plano moral, fue Hitchens, quien precisamente abrió uno de sus artículos planteando la cuestión de si se podían comparar y si se debían comparar ambos crímenes. Hitchens analizaba en dicho artículo los motivos e intenciones de ambos crímenes, pero eso es algo que Chomsky rechazó en su respuesta al artículo de Hitchens: "Si él quiere considerar esas preguntas, bien, pero yo no lo planteé ni lo discutí antes, y tampoco lo haré ahora".

Ya en su primer artículo tras el 11-S, el matiz comparativo que introdujo Chomsky era: "en términos de números de víctimas". Tan solo en ese contexto Chomsky compara uno con otro. Y ese matiz es consecuente con la diferencia jurídico-penal entre tipicidad y antijuridicidad, que Chomsky aplica en otros ejemplos históricos en los que compara el número de víctimas causadas por EEUU con las causadas por sus enemigos. Comparar dos hechos no significa justificar alguno de ellos, ni entrar a valorar a sus autores como si se trataran de la misma persona o actuaran bajo las mismas circunstancias. Goldhagen lo explica mucho mejor en su libro "Peor que la guerra", donde aclara que una cosa es definir, otra explicar y otra tercera juzgar moralmente. Si matan a cientos de miles de personas con una bomba atómica (como hizo EEUU) o si matan a 3000 personas (como hizo Al-qaeda), ambas acciones son asesinatos de masas, aunque las motivaciones y las intenciones sean diferentes. A continuación un extracto del libro de Goldhagen que he empezado a leer y que explica bien esta diferencia:

Mucha gente, sobre todo los estadounidenses, siente que no está bien, y que resulta ofensivo, dar el mismo trato a Truman que a Hitler, a Josif Stalin, a Mao Zedong y a Pol Pot. ¿Por qué? Estos cuatro últimos asesinos fueron monstruos en toda regla. Eliminaron a millones de personas porque consideraban basura humana a determinadas personas, u obstáculos para su poder o para sus metas milenaristas o imperiales. Truman, sin embargo, no fue un monstruo de ese tipo. Mientras que los asesinatos en masa de esos monstruos eran una expresión orgánica de sus inveteradas ideas racistas o ideológicas y de sus aspiraciones políticas, el asesinato de masas de Truman fue accidental, debido a una confluencia de circunstancias que él mismo habría preferido que nunca se hubiera producido. Mientras que aquellos monstruos planearon, e incluso anhelaron, matar a millones, y crearon instituciones explícitamente para esos cometidos, Truman se habría alegrado de que la historia hubiera tomado otro rumbo. Mientras que cada uno de aquellos monstruos mataba como parte integrante de su utilización del poder, lo hizo durante la mayor parte del tiempo que estuvo en el poder y habría seguido haciéndolo si hubiera seguido en el poder, Truman mató en un escenario muy específico, en el contexto de una guerra brutal y extremadamente destructiva que Japón desencadenó contra Estados Unidos, empezando con un ataque por sorpresa en Pearl Harbor contra la flota estadounidense del Pacífico. Tras destruir gran parte de Hiroshima y Nagasaki, Truman se detuvo. Cuando uno mira a cada uno de los otros cuatro no es difícil concluir que, si el término es aplicable a los seres humanos, cada uno de ellos era un monstruo. Cuando uno mira a Truman ve a un hombre, por lo demás convencional, que cometió actos monstruosos.

Y sin embargo, ninguna de esas distinciones se ciñe a la definición de asesinato en masa. Ninguna sugiere que la naturaleza de los actos de Truman y de los de los otros cuatro sea diferente. Cada distinción, más bien, se refiere o bien a las diferencias de los motivos por los que actuaron los cuatro monstruos y Truman, o bien a cómo deberíamos evaluar moralmente a los cuatro y a Truman. Ninguna consigue que el asesinato deliberado de los niños japoneses de Hiroshima y Nagasaki por parte de Truman sea un acto menos homicida de masas que el asesinato deliberado de niños judíos, ucranianos, chinos o camboyanos por Hitler, por Stalin, por Mao o por Pol Pot.

Es probable que esta incapacidad de distinguir entre definir un acto, explicarlo y juzgarlo moralmente lleve a muchos a resistirse a poner a Truman en el banquillo junto a los mayores monstruos de nuestra época. No obstante, parece claro que Truman debería haber comparecido ante un tribunal para responder de sus actos. Puede debatirse cuál habría sido el juicio y la sentencia —comparados con los de los otros cuatro— de tal tribunal. Truman no fue ni un Hitler, ni un Stalin, ni un Mao ni un Pol Pot. En ese sentido, las valoraciones intuitivas de la gente son acertadas. Pero eso no debería impedirnos considerar sus actos como lo que son.

La dificultad de mantener la distinción entre las tres tareas (la definición, la explicación y la evaluación moral) hace más confusas las consideraciones sobre el asesinato de masas. La pasión por atribuir la censura, la culpa o la responsabilidad moral resta importancia a los otros dos cometidos, normalmente más sosegados. Ocurre constantemente en las discusiones sobre el Holocausto, el nombre dado a la aniquilación de los judíos europeos por los alemanes. Si no debe juzgarse del mismo modo a Truman que a Hitler, entonces sus actos, como reza la cadena de pensamiento defectuosa y retrógrada, no podrían ser iguales. De modo similar, si sus actos no pueden explicarse de la misma forma, entonces no pueden ser de la misma naturaleza. Hitler asesinaba a los judíos porque era presa de una ideología, de una fantasía, que sostenía que los judíos eran la fuente de los males de este mundo. Truman, que no obedecía a ninguna fantasía de ese tipo, aniquiló a los japoneses de Hiroshima y Nagasaki por otras razones, aunque no del todo claras: puede que fuera su convicción de que era una forma justa de acelerar el final de la guerra (aunque, como Truman sabía, la matanza no era necesaria para acabar la guerra de inmediato), o puede que fuera para demostrar el poderío estadounidense a los soviéticos ante la emergente confrontación de la guerra fría. Pero estas distintas explicaciones no implican que una matanza sea un asesinato de masas y la otra no.

De hecho, podemos calificar la aniquilación de la población de Hiroshima y Nagasaki por parte de Truman de asesinato de masas, y a la persona de asesino de masas, poniendo a Truman y sus actos en la misma categoría genérica que Hitler y el Holocausto, que Stalin y el gulag, que Pol Pot, que Mao, que Saddam Hussein, que Slobodan Milosevic y sus víctimas, sin dar la misma explicación para los actos de Truman que para los de los demás, y sin juzgar que moralmente sean equivalentes.
En su reciente intervención en el 75 aniversario del Syracuse Peace Council, en el turno de preguntas, Chomsky rechaza que él dijese que el bombardeo sobre la fábrica de Sudán hubiese sido peor que el 11-S. De hecho acusa a Hitchens de habérselo inventado, y de haber sido el propio Hitchens el que dijo eso. Aunque mi preferencia por Chomsky es clara, debo decir que no es cierto lo que dice: si alguien dijo que lo de Sudán fue peor que lo del 11-S, aunque solo se refiriese al número de víctimas, fue Chomsky, no Hitchens. ¿Le empezará a fallar la memoria a Chomsky? La pregunta no va con segundas. Lo que le podría haber espetado Chomsky a Hitchens era que es un manipulador que hace uso de la muy conocida acusación  de equivalencia moral, para acusar de relativismo moral a sus contrincantes y esconder el hecho de que no quiere asumir responsabilidad por las acciones de EEUU. Y habría estado en lo cierto, porque Chomsky dejó muy claro en su momento y en reiteradas ocasiones que condenaba el 11-S, aunque tampoco se negaba a denunciar el historial criminal de EEUU y sus aliados, y que ello no implicaba justificación para el uso de la violencia, aunque sí para explicarla o entenderla. Y habría seguido teniendo razón, en mi humilde opinión. Sin embargo, creo que ha metido la pata hasta el fondo al acusar a Hitchens de haber dicho algo que no dijo, de hecho, dice que lo cita:


"Él ha estado produciendo salidas de tono histéricas durante 20 años. Simplemente las ignoro, no merecen ser respondidas. Pero si realmente quieres mirar... por ejemplo, esto es de uno de sus casos principales; él dice que yo sostengo que el bombardeo en Sudán de Clinton es peor que el 11-S. Puedes comprobar lo que escribí entonces, es pura invención. Pero hay algo mucho más interesante. Hay mentirosos, y mentirosos descarados. Realmente hay una persona que en efecto dijo que el bombardeo de Sudán fue mucho peor que el 11-S: Christopher Hitchens. Pueden encontrarlo, lo he citado. Entonces, ¿tiene sentido responder a Hitchens? Es como responder a un comisario soviético."
LA CORTINA DE HUMO

Además escribió que otros Chomskys de la época negaron que el ataque fuera una maniobra para desviar la atención por el caso de Monica Lewinsky, lo cual encuentro bastante dudoso en un doble sentido. Lo primero es que a algunos izquierdistas (pero no a Chomsky) les pega haber dicho una cosa así, y lo segundo es que a Hitchens no le pega sospechar una cosa así. A todo esto Chomsky contestó con un silencio premeditado sobre la vida sexual de Clinton así como sobre la falta de pruebas de que se tratase de una cortina de humo. Como suele ser costumbre en Chomsky, habla cuando tiene pruebas y calla sobre asuntos personales como la vida sexual, aunque sea de sus contrincantes.

Además con todo esto de la cortina de humo a cuento del escándalo Lewinsky, Hitchens argumenta desesperadamente para involucrar a Chomsky entre quienes silenciaron el bombardeo de Sudán, pero al final solo consigue caer en una contradicción. Si la cortina de humo, es decir, si hablar del bombardeo para que Clinton subiera en las encuestas justo cuando declaraba Lewinsky, beneficiaba a los demócratas, ¿por qué dice a renglón seguido que "en algunos sectores progresistas se tenía la sensación de que hablar mucho de la atrocidad era dar munición a los republicanos? ¿Querían los demócratas (que por cierto no se parecen en nada a Chomsky y compañía) hablar mucho de la atrocidad para tapar el escándalo sexual o no querían hacerlo para no darle munición a los republicanos? ¿Y qué ha querido Chomsky al silenciar supuestamente lo de Sudán? ¿Dar munición a los republicanos o no participar en una cortina de humo en la que no cree, y en la que en todo caso, no colaboraría por alergia a airear asuntos privados de carácter sexual o por aversión a Clinton, (al igual que hacia cualquier otro presidente de EEUU de las últimas décadas)? Hitchens se encierra aquí en un argumento ridículo.

RACIONALIZAR EL 11-S CON LA POLÍTICA DE EEUU EN ORIENTE MEDIO Y LA ACUSACIÓN DE RACISTA

Sea como fuere la acusación de fondo más relevante es que Chomsky defiende el argumento de que quien siembra vientos recoge tempestades, y que EEUU se mereció de alguna forma el atentado, pero "en ningún sentido se pueden presentar los acontecimientos del 11 de septiembre como constituyentes de esa represalia, ni desde el punto de vista legal, ni desde el punto de vista moral", según Hitchens. Engloba a Chomsky junto a Zinn, Finkelstein y Husseini cuando dice que son todos unos masoquistas que promocionan el auto-odio intentando racionalizar los ataques del 11-S a través de la política exterior de EEUU en Oriente Medio.

Chomsky respondió que no era posible que Hitchens ignorase la dimensión del ataque a la fábrica farmacéutica, porque de hacerlo estaría aplicando unos criterios diferentes dependiendo de la nacionalidad del país atacado. En concreto Chomsky defiende que el número de víctimas en Sudán, no solo fueron las que murieron directamente en el ataque, sino todas las que indirectamente se vieron afectadas por falta de medicinas, de la misma forma que se cuentan las víctimas indirectas en las masacres de Hitler o Stalin. Quedarse solo en las víctimas del día cuando se trata de Sudán, sería una conclusión racista. Y con ese condicional, Chomsky afirmó que Hitchens no podía estar queriendo decir lo que decía. Pero Hitchens aprovechó la ocasión para mosquearse por haber sido acusado de racista, cuando no fue así. Hitchens le recordó que ya era consciente de las muertes que supondría quedarse sin medicinas a un país tan pobre, y que escribió sobre ello, de manera que no podía ser cierta la supuesta "tendencia hacia el desprecio racista". Chomsky contestó que él no había dicho eso, sino lo contrario: que como Hitchens no es racista, sus palabras y sus consecuencias no puede haber querido decirlas, porque éstas implicarían un "desprecio racista". Pero Chomsky no dijo que Hitchens tuviese una tendencia al desprecio racista. Sin embargo, en defensa de Hitchens se podría decir que Chomsky en realidad parecía no haber leído que Hitchens escribió sobre el gran número de víctimas que se derivaría del bombardeo de la fábrica. Chomsky se esfuerza en argumentar que hay que tratar todos los casos por igual, independientemente de si se trata de un país africano con nacionales de otra etnia, o no. Tratarlos por igual implica que en todos los casos el número de víctimas no solo es el que produce el hecho concreto en sí, sino el número que se produce debido a sus consecuencias. El número de víctimas del bombardeo de Sudán fue muy elevado teniendo en cuenta todos los que morirían por no tener suministros médicos en un país pobre. Pero Hitchens ya había escrito sobre eso. Si Chomsky se hubiese limitado a constatar eso, y no hubiese usado complicados condicionales para sugerir un racismo implícito en las palabras de Hitchens (aunque no una tendencia en él, como falsamente exagera Hitchens), no habría perdido este punto del debate con Hitchens.

Sobre la guerra de Bosnia, dice Hitchens que Chomsky la entendía como una agresiva persecución hacia los serbios. Chomsky responde que eso es "pura invención", que él siempre se ha referido a los motivos de esa guerra usando fuentes oficiales que decían claramente los motivos de la guerra.

El penúltimo intercambio de opiniones directas entre ambos analistas lo constituye una pequeña nota que sacó Chomsky en respuesta a otra nota de The Nation que hablaba de las discrepancias de ambos en cuanto a las raíces del terrorismo. En su nota, Chomsky decía que ya había respondido a Hitchens sobre las falsedades que había dicho sobre él, pero que sobre lo fundamental, que es la raíz del terrorismo, apenas habían debatido, y que por tanto, no existía tal desacuerdo:

NO DEBATE
Boston
A notice ["On the Web," Nov. 5] refers readers to the "Chomsky-Hitchens debate on the roots of the terrorist attacks" on the Nation website, one of several such misleading references. There is no such debate. I responded to specific false charges on various topics, unambiguously refusing to enter into a debate in that context. The roots of the September 11 attacks were scarcely mentioned, with no disagreement that I can perceive.
NOAM CHOMSKY
EL GENOCIDIO SILENCIOSO

A esta nota respondió Hitchens en su artículo "Los fines de la guerra" diciendo irónicamente que estaba de acuerdo, que sus diferencias con Chomsky no eran políticas, y resaltaba que Chomsky decía que se estaba planeando un genocidio silencioso en Afganistán que elevaría el número de víctimas a 3 o 4 millones. Parece deducirse de su ironía que el desacuerdo está, nuevamente, en el número de víctimas. Hitchens abre su artículo diciendo que la guerra está siendo un éxito porque, entre otras cosas, apenas hay bajas civiles y se está llevando a cabo con esmero para evitar daños colaterales. Y al cerrar el artículo cita a Chomsky para mostrar que él se equivocó en su suposición del número de bajas. En realidad ambos tienen un problema en esta sub-polémica.

Hitchens, porque se agarra al dato numérico, obviando el argumento principal que trataba de hacer Chomsky: la responsabilidad moral de EEUU al asumir como posible un resultado humanitario catastrófico, y esas eran realmente las previsiones más creíbles con las que se contaba entonces, al menos más creíbles que la propaganda militar que usaba Hitchens. Hitchens se limita a decir que Chomsky se equivocó en su previsión, pero realmente Chomsky se limitó a decir lo que la ONU dijo, si alguien se equivocó fue la ONU, y aún así, la cuestión es irrelevante si lo que tratamos de dilucidar es la responsabilidad moral de llevar a cabo una intervención asumiendo que puede llevar a la muerte por hambruna de 3 o 4 millones de personas. Chomsky lo explica muy bien en su entrevista en HardTalk.

¿Y Chomsky? Chomsky mencionó en repetidas ocasiones el "genocidio silencioso", y en algunas frases lo da como que estaba sucediendo en ese momento: "Parece que lo que está ocurriendo es una especie de genocidio silencioso". Pero una frase después dice: "Indica que sea lo que sea lo que pase, no lo sabemos, pero se están haciendo planes y se están implementando programas bajo la suposición de que puede llevar a la muerte a millones de personas en las próximas dos semanas." Los críticos de Chomsky se agarran a la primera frase y esconden la segunda, en la desesperación de encontrar errores en Chomsky. Pero habría que reconocer que es equívoco ubicar lo que dijo la ONU en su sección "¿Qué está sucediendo en este momento?", ya que de una manera u otra, está dando crédito a ese pronóstico. Quizás hubiese sido más clarificador titular su sección "¿Qué está a punto de ocurrir y que se está planeando ahora mismo?", para diferenciar el pronóstico de la ONU, de la responsabilidad moral de EEUU por planear un ataque teniendo en cuenta el anterior pronóstico (independientemente de que éste se cumpla o no).

Dejando aparte la cuestión de la responsabilidad moral, que está claro que tenía razón Chomsky, ahora ya podemos preguntarnos quién tuvo razón con respecto a la aritmética, Hitchens o Chomsky, o mejor dicho, la propaganda militar de EEUU o la ONU. No es fácil porque el conteo total de bajas es algo que EEUU ha intentado ocultar, y no hay cifras oficiales. La página de bodycount hace un esfuerzo recopilando datos de múltiples fuentes. Después de echar un vistazo la conclusión sería que ni Hitchens ni Chomsky tenían razón, porque las víctimas no han sido tan pocas como pronosticaba Hitchens, ni tantas como sugirió Chomsky aunque solo fuera haciéndose eco de lo que decía The New York Times y la ONU.

Se puede seguir la toda la polémica Hitchens-Chomsky, con sus textos originales en inglés y ordenados cronológicamente, en el siguiente link. 

DISCREPANCIAS, INCOHERENCIAS Y ARGUMENTOS PARA LA GUERRA

Si tuviera que sacar la esencia de las discrepancias con Chomsky, en realidad de sus discrepancias con la izquierda anti-imperialista en general, todas ellas emanan de una negativa a sacar conclusiones sobre la responsabilidad de EEUU, así como de la supuesta equivalencia moral de una cultura con otra, de un fanatismo religioso con una democracia imperfecta. Una vez que la tragedia se cierne sobre las víctimas del 11-S o de cualquier otro atentado, el enemigo pasa a ser el radicalismo islámico, ese elemento cambia todo para Hitchens y ya no hay lugar a cuestionar la política exterior estadounidense. Hacerlo supone apoyar a los terroristas. Esta negativa a razonar lo obvio, a explicarlo, es impropio de un ilustrado ateo que proclama la razón como la mejor guía para el ser humano.

Su obsesión con el islam es ahistórica por lo que respecta a otras explicaciones plausibles. Y aunque no se puede decir que sea un César Vidal en absoluto, por muchos motivos, pero también porque Hitchens reconoce que la civilización musulmana ha enseñado mucho a occidente, considera que hubo un momento en la historia en la que el islam entró en una deriva catastrófica. Dicha deriva en su versión más radical, es el wahabismo, Osama Bin Laden, los talibanes... esta gente no distingue a civiles de infieles.

Pero intentar no sacar ninguna conclusión, ninguna responsabilidad por haber utilizado al fundamentalismo islámico, va contra toda lógica, y además es deshonesto porque el propio Hitchens reconoce que EEUU ha usado el fundamentalismo religioso como aliado, y hasta cierto punto el también se preguntaba por la responsabilidad de EEUU justo después de los atentados del 11-S. Así al menos lo veo yo, cuando da cabida en su artículo "La mañana después" a las inquietantes preguntas que se hacía la comunidad universitaria con la que trataba el día después del atentado.

Mientras los teléfonos móviles todavía suenan entre los escombros, a la mayoría de la gente le parece indecente preguntarse si Estados Unidos ha hecho algo para granjearse un odio tan exacerbado. En realidad la sola idea, de momento, es un tabú. Algunos senadores y congresistas han hablado de la aversión que sienten ciertos elementos siniestros y sin nombre hacia la libertad y la prosperidad de Estados Unidos, como si fuera natural que un país tan feliz y exitoso inspirara envidia y celos. Pero ese es el límite del pensamiento permisible. [...] En la universidad donde escribo esto, hay algunos estudiantes y profesores dispuestos a aventurar elementos de la política exterior  estadounidense. Pero lo hacen con muchas precauciones, y sonarían como apologistas blasfemos si sus palabras se retransmitieran en directo. Así que el análisis, si ha de haber uno, ha quedado indefinidamente pospuesto."
La negrita es mía, para resaltar que una vez que el gran peligro del islam se asocia con el terrorismo, no cabe ningún análisis más profundo sobre la responsabilidad de los propios actos. Sobre la oportunidad y la conveniencia de reflexionar sobre la política del bando de las víctima escribí con mayor detalle en la sección "El 11-S y sus consecuencias; prohibido preguntar por qué" de mi post sobre el libro de Robert Fisk.

La respuesta de Hitchens ante la negativa a reflexionar no me parece convincente:

"Estar en contra de la racionalización no es lo mismo que oponerse a razonar. Por supuesto que debemos responder al desafío a nuestro entendimiento. Creo que las fuerzas que representan al-Qaeda y los talibanes son fáciles de comprender, pero no es fácil coexistir con ellas. También creo que haríamos bien en tomarles la palabra. [...] Y también pienso que contiene un grave peligro de eufemismo, porque supuestamente vincula el asesinato en masa de nuestros ciudadanos con causas (como la emancipación de los palestinos que sufren la ocupación) que se abordan mucho mejor por sí solas. Proponer la relación significa inevitablemente adular a al-Qaeda, aunque sea de forma indirecta. Si parece que exagero, les ruego que consideren este fragmento de la página 39 del libro más reciente de Chomsky, Una nueva generación dicta las reglas:"
 A continuación Hitchens cita a Chomsky,
"[...] Si los partidarios de la tesis de la "repetición de Bosnia" la defienden seriamente, sin duda deberían haber pedido el bombardeo [...] de Washington y de Londres [...] para no permitir que se produjera en Timor Oriental una repetición de los crímenes que Indonesia, Estados Unidos y el Reino Unido perpetraron allí durante un cuarto de siglo. Y cuando la nueva generación de líderes se negó a buscar una meta tan loable, deberían haber llevado a los ciudadanos a hacerlo ellos mismos, quizás uniéndose a la red de Bin Laden. Estas conclusiones se derivan directamente, si asumimos que la tesis quiere ser algo más que una apología  de la violencia de Estado."
He subrayado en negrita los dos condicionales, porque precisamente el argumento de Chomsky no es animar a la gente a que se una a Bin Laden, sino demostrar por reducción al absurdo que la premisa de la que se parte no puede ser válida. Si X fuera cierto, entonces la consecuencia lógica sería Y, y como resulta que Y es claramente absurdo, entonces X no es válido. Es realmente sencillo, pero si quieres sacar fuera de contexto una frase, como hace Hitchens, está claro que lo puedes complicar cuanto quieras.


¿Cómo puede Hitchens eludir juzgar a EEUU por sus acciones? ¿Cómo puede callar el que fuera el implacable fustigador de Henry Kissinger? La respuesta parece ser la entrada en escena del fascismo teocrático. Ese parece ser el único origen de todo ese mal. La prueba del algodón que aplica para llegar a esta conclusión es que ningún chileno ha atentado contra las Torres Gemelas a pesar de que EEUU apoyó la dictadura de Pinochet, una dictadura que duró décadas y que se saldó con muchas torturas y muchas violaciones de los derechos humanos. Y parece que no soporta coincidir con ningún corolario del anti-americanismo de los fanáticos musulmanes (aunque no le importa coincidir con la derecha, o que la derecha coincida con él, como él mismo dice, quizás acertadamente). Cabe preguntarse si Osama Bin Laden, recientemente muerto ("asesinado, asesinado, asesinado"), hubiese dicho que era ateo, ¿se hubiese hecho creyente Hitchens solo por no coincidir con el fanático terrorista?

"Podría suscribir en cualquier momento cualquiera de las siguientes frases:
[...]
-Los Estados Unidos de América han patrocinado regímenes predadores en cinco continentes.
-Los Estados Unidos de América exportan violencia por medio de ventas de armas y clientes malvados.
Probablemente pueden añadir algunas más. Sin embargo ninguna de las frases anteriores significa lo mismo si va precedida de las palabras: "Como Osama Bin Laden y sus devotos seguidores nos han recordado recientemente...". Es decir, no significaría lo mismo políticamente, y no significaría lo mismo moralmente. Es vergonzoso que tanta gente interesada en esta revista necesita lo que Noam Chomsky habría llamado, en otras circunstancias, instrucción en lo elemental."

Lo que está diciendo es que las mismas palabras tienen diferentes significados dependiendo de quién las diga. Pero si X es cierto, lo es, lo diga fulano o mengano. Otra cosa es el uso político y las diferentes consecuencias morales que se derivan de las diferentes explicaciones de cada sujeto. Y según Hitchens, el uso político que Chomsky y la izquierda le dan a esas frases es el mismo que Bin Laden porque terminan culpando a EEUU y solo después responsabilizan a Bin Laden como mero trámite. De ahí el título de uno de sus artículos incluidos en el libro: "Culpando primero a Bin Laden". Pero culpar primero a Bin Laden, como responsable directo de sus asesinatos, es algo que toda la izquierda hace, incluído Chomsky. El responsable siempre es el criminal y Chomsky lo deja claro, pero ¿es solo el único responsable? Pedirle a alguien que denuncia la política estadounidense que escriba más sobre el fascismo teocrático que sobre el imperialismo estadounidense es pedirle que cambie de trabajo. La especialidad de Chomsky es el imperialismo de EEUU, y siempre denuncia las violaciones de derechos humanos en cualquier país, pero se centra en su especialidad, en buscar en las raíces de las relaciones internacionales cuál es el peso y la influencia de su principal actor; los Estados Unidos de América.

Y no solo porque sea simplemente su área de trabajo. También por dos motivos suplementarios de mayor entidad moral:

1) La exigencia de responsabilidad de Chomsky para con EEUU y buena parte de occidente tiene sentido precisamente porque nosotros no somos fanáticos, porque se dirige a supuestas democracias que se han comprometido con el derecho internacional y el estado de derecho. Son precisamente los grandes valores que alimentan nuestras democracias, al menos en teoría, lo que rechina cuando se contrapone con nuestras prácticas en otros países. Y es precisamente ese compromiso exento de fanatismo, de teocracia, y rico en tolerancia y en derechos humanos lo que hace que se le pueda exigir coherencia con sus principios. Nada de todo esto le sería exigible a un fanático islamista cuya pretensión, y cuyas fuentes intelectuales, son borrar del mapa a Israel o matar a niños a diestro y siniestro. Haciendo de nuevo un paralelismo a la española, sería como cuando se nos acusaba demagógicamente a los que denunciábamos con vehemencia a los GAL, de olvidarnos de culpar primero a ETA o incluso de defender a los terroristas.. No puedes pedirle peras al olmo, y no puedes esperar que quien nunca reconoció un mínimo de moral decente pueda sentirse sonrojado por haber violado unos principios que nunca reconoció. Sin embargo, sí puedes, y debes, pedirle esa responsabilidad a los que dicen actuar en tu nombre, tus representantes democráticos, que sí se han comprometido pública para actuar de acuerdo con unas reglas legales y morales que nosotros compartimos. El ejemplo español hubiese sido todavía más demagógico, y por tanto la denuncia más necesariamente vehemente, si resultara que los GAL ayudaron y financiaron a la ETA. Algo totalmente absurdo en España, pero que es lo que ha sucedido en el plano internacional con EEUU y el fanatismo religioso y los regímenes dictatoriales que fueron subidos o mantenidos en el poder por EEUU, allá donde le interesaba al imperio. Lo que nos lleva al segundo motivo añadido.

2) Precisamente el papel de EEUU en el triunfo de esos fanatismos teocráticos que denuncia Hitchens, ha sido un elemento coadyuvante, y a menudo determinante, para el triunfo de los mismos. ¿Cómo se puede entonces ignorar esa responsabilidad? ¿Con qué honestidad intelectual puede uno posponer a un segundo plano el análisis ("si ha de haber uno" o debería posponerse "indefinidamente", según sus propias palabras) del responsable financiador que ayudó al que apretó el gatillo? ¿Se trata solo de contar el número de líneas que tiene un texto dedicado a EEUU o al fanatismo teocrático, y ver quién le dedica más condenas a quién? ¿No se tratará más bien de evitar hacerles pasar a las víctimas del 11-S el mal trago de saber que su gobierno era amigo y financiador de los asesinos de sus familiares? Pero ¿puede uno evitar un análisis, una verdad, un hecho, para no hacer daño a una víctima, especialmente cuando el responsable último del daño es de quien tu demandas protección... alguien que precisamente no le interesa que se sepa ni se le de publicidad a esos hechos? Todas estas preguntas se responden solas.

Con respecto a este segundo motivo, me podría ver obligado a reconocerle a Hitchens cierta coherencia, es decir, aceptar su negativa a sacar consecuencias morales y de responsabilidad sobre EEUU, el día que deje se olvide o deje en un segundo plano la responsabilidad de la religión musulmana en el mundo teocrático musulmán. Mientras tanto estará manteniendo una incomprensible incoherencia. Cuando acepte no atacar al Corán por su responsabilidad en las formas de teocracia que hay en algunos países árabes estará siendo coherente, aunque yo no lo compartiría. Y eso que el Corán no es ningún conjunto de personas que emitan decisiones, como el gobierno de EEUU. ¿Por qué en un caso insiste en culpar primero al autor material y en otro insiste en culpar primero al autor intelectual? ¿Por qué se niega a retroceder unas décadas para analizar la parte de responsabilidad de EEUU e incita a retroceder milenios para encontrar un responsable únco de las dictaduras y excesos de la teocracia musulmana? ¿Por qué se niega a analizar la responsabilidad del pasado de EEUU (pasado que él acepta como cierto) cuando son atacados por el radicalismo musulmán, "culpando a Bin Laden primero", y en cambio se ensaña con la religión como culpable primero de esas formas de gobierno fanáticas? Estas preguntas no se responden solas tan fácilmente. No sin especular con la honestidad intelectual, o concediéndole el beneficio de la duda que se ha ganado por ser un "contrarian" independiente, no sin dudar de la ceguera en la que ha caído por culpa de la virulencia, brutalidad e irracionalidad del enemigo religioso, especialmente el islam.
"Pero los enemigos todavía tienen el mismo aspecto; especialmente, el más tóxico de los adversarios, la religión: la forma más vil y despreciable de las que han asumido el egoísmo y la estupidez humana. El odio y frío constante hacia ella, sobre todo hacia la repugnante versión que es la yihad, me ha sustentado tanto como cualquier amor."
Y precisamente de incoherencia acusa a la izquierda. Esa izquierda que no se manifestaba cuando Milosevic o los talibanes eran apoyados por EEUU pero que después puso el grito en el cielo cuando se intervino en esos países. "¿No era eso tanta intervención como esta?", pregunta Hitchens. Dejando de un lado las diferencias entre una guerra con bombardeos y un apoyo a un dictador que también puede matar a su propia población, dejando de un lado el tema del autor que financia y apoya al que aprieta el gatillo, lo cierto es que no sé cuantos se manifestaron en contra de las iniquidades de EEUU cuando éstas todavía se tejían en el plano diplomático. Pero es lógico que el ciudadano medio reaccione con más energía ante una intervención o un bombardeo que ante un detestable  apoyo político. Es triste, pero es así. ¿Estaba Hitchens juzgando eso, o estaba juzgando la hipocresía de la izquierda, de sus columnistas, de sus escritores? Yo creo que estos últimos también han denunciado esos excesos, no los han descubierto a posteriori investigando en archivos. Al menos Hitchens no aporta pruebas de lo contrario. De manera que Hitchens no es el único que se puede colgar medallas de haber denunciado siempre las violaciones de derechos humanos.

Y la última, y quizás más grave acusación, a efectos prácticos, contra sus ex-compañeros de la izquierda, es que son incapaces de ver un peligro y de reaccionar a tiempo. Los acusa de que su opción inmovilista traería consecuencias peores que la guerra y de olvidar la hipótesis que el baraja como más probable:

"¿Y si funciona?¿Y si la intervención es un éxito? ¿Y si los pueblos kurdo e iraquí, liberados de su encarcelamiento y humillación surrealistas a manos de una familia criminal de psicópatas, pueden alcanzar su talla completa? ¿Y si Estados Unidos y sus aliados pueden ser lo bastante duros e inteligentes como para ayudar en este proceso, pero lo bastante listos como para saber cuando está completo?"

 Esta crítica inocentona del mundo de color de rosa, sintetizada en una entrevista en "60 minutos", junto con los argumentos a favor de la clarividencia de los neocons, la condena del islam, la ceguera de la responsabilidad de EEUU, la defensa de la ejecución de la guerra como una guerra limpia y sin daños colaterales, etc... ubica cada vez más a Hitchens muy lejos de la izquierda, y sorprendentemente cerca de la derecha más religiosa. Esto no tendría mayor importancia que coincidir en argumentos con enemigos de otras áreas, o que ellos coincidan contigo como se defiende Hitchens. Pero no es cuestión de coincidir, sino de fallar al cumplir unos mínimos críticos que como intelectual ha demostrado en el pasado, y que por ello ahora le son exigibles.

El rescate de los kurdos iraquíes en 1991 no les enseñó nada; querían dejar Bosnia y Kosovo a merced de Milosevic; no tenían nada que decir sobre la falta de intervención internacional en Ruanda. La forma de gobierno en Estados Unidos se divide ahora entre los que saben reconocer una nueva situación cuando la ven y los que no pueden y no lo harán.
En el último artículo del libro, "Una experiencia liberadora", finalmente me convenzo de que el intelectual y brillante ensayista que sabe crucificar a la religión y a Henry Kissinger por igual, se ha convertido definitivamente a la causa del anti-fascismo islámico con tanta devoción, que es capaz de babear acríticamente con toda la propaganda que nos vendía Bush y su séquito. Este artículo reproduce y sostiene todos los puntos de vista que el gobierno estadounidense nos iba vendiendo conforme se desarrollaban los acontecimientos. Mientras, la prensa nos contaba lo contrario, y denunciaba la burda propaganda de guerra que ideaban cada día, pero según Hitchens todo eso eran falsificaciones de la prensa: no se trataba de una ocupación militar sino de una "revolución social" con evidentes mejoras para el conjunto de la población, encontrar las armas de destrucción masiva era solo "cuestión de tiempo", el pueblo iraquí recibió a EEUU con los brazos abiertos, el perfil de los soldados estadounidenses no era el de un Rambo descerebrado sino el de un culto profesional que estaba sensibilizado con los derechos humanos y la corrección política para con otras creencias, el ejército de EEUU aplica filtros para no caer en las falsas denuncias de rencillas internas de los iraquíes o afganos, y así un largo y vergonzoso etcétera.

El vídeo en el que Hitchens le dice que se joda a la audiencia de Bill Maher, demuestra hasta que punto le cabrea la izquierda... incluso cuando se rien de George Bush.



LA MADRE TERESA DE CALCUTA

Hitchens participó en el proceso de beatificación de la Madre Teresa jugando el papel de abogado del diablo. Es curioso, y honesto, que llamaran a un reconocido ateo para dicho papel, y es gracioso que Hitchens terminara jurando por Dios decir la verdad. La opinión de Hitchens sobre la Madre Teresa de Calcuta es que era una radical contraria al Concilio Vaticano II, al aborto, al divorcio y en favor de la pobreza más que de los pobres.

"Cuando le concedieron el premio Nobel de la Paz, anunció que la mayor amenaza para la paz  mundial era... el aborto. [...] Elogiaba la pobreza, la enfermedad y el sufrimiento como regalos del cielo, y decía a la gente que aceptase esos regalos alegremente."

El dinero que obtenía se gastaba sobre todo en conventos en su propio honor, y aunque confiesa que nunca la acusó de llevarse dinero para sí misma, lo que era escandaloso era que el dinero se le daba con el fin de ayudar a los pobres y ella lo usaba para hacer proselitismo del fundamentalismo católico en los países pobres.

Sobre el proceso de beatificación y el milagro parejo Hitchens ironiza:

"En 2000, esta desafortunada chica sufría por lo visto un tumor, pero después de rezar a la madre Teresa ya no lo padeció más. Si eso no lo demuestra, no sé qué podría hacerlo."
El documental en el que participó Hitchens no deja en buen lugar a esta renombrada figurada religiosa.

PODER JUDÍO, PELIGRO JUDÍO

Hitchens piensa que los judíos estarían mejor en una tierra más tolerante como EEUU, pero también dice que al asentarse en Palestina les robaron la tierra a los palestinos, pero que a causa del Holocausto y con la excusa de respetar la memoria de las víctimas se suele olvidar que la cuestión del robo de las tierras seguiría ahí, incluso aunque eliminásemos el factor religioso, ya que "seguiría habiendo una resistencia nacionalista árabe frente a la pérdida de su tierra" aún en el caso de que los colonos fueran holandeses o británicos.

Considera el antisemitismo como la quintaesencia de otros muchos venenos con un poder mortífero en el tiempo.

"El antisemitismo no es como otros prejuicios. A muchos blancos no les gusta otra gente con genes supuestamente africanos, pero no la acusan, o ni siquiera la sospechan capaz, de tomar Wall Street como preludio a la dominación mundial. Tampoco los acusan de asesinar a Jesucristo."

Y recuerda que los primeros antisionistas eran judíos que no compartían la idea de irse de sus respectivos países para juntarse en otra tierra. "Cuando los antisemitas dicen -judíos fuera-, los sionistas se ofrecen a organizar el viaje", ese es el viejo dicho de los antiguos judios antisionistas e izquierdistas.

También reconoce que "Israel se ha vuelto totalmente dependiente de la ayuda extranjera, especialmente un subsidio anual de 3000 millones de dólares de EEUU".

LA RELIGIÓN

El artículo con el nombre de "El futuro de una ilusión" bien pudiera ser el germen de su posterior libro "Dios no es bueno". Poco hay en él que no se haya comentado en mi post sobre el libro. Quizás algo que se me escapó en su momento es que la archiconocida cita de Marx de que "la religión es el opio del pueblo", ha sido históricamente descontextualizada, ya que Marx se refería al poder consolador y anestésico de la religión, no a su poder manipulador o controlador.

Pero la función consoladora de la religión o de felicidad ulterior no es realmente válida porque no proporciona felicidad, sino que al final termina causando guerras. La religión adopta dos elementos típicos del fascismo, como son el sentimiento de tribu y la represión sexual. Y es verdad que algunos sistemas ateos han adoptado esos elementos junto con la característica de la idolatría al líder, pero eso no significa que el fanatismo pueda adoptar una forma atea, sino más bien "que el fanatismo y la tiranía tienen una tendencia fuerte -cuando no ineluctable- a asumir una forma teísta." Bueno... si yo fuese un defensor de la religión podría darle la vuelta a este argumento y decir que la religión puede algunas veces tomar formas fascistoides que no son necesariamente propias de la religión, sino del totalitarismo.

Hitchens también se atreve a meterse contra el Dalai Lama (al que le dedica un artículo) y contra el budismo que puede ser tan cruel como cualquier otra fe. Sin embargo de la India opina que "es el país con el movimiento laicista más impresionante e inteligente".

En sus referencia a Martin Luther King y a Gandhi aclara que en ningún caso (en su libro posterior solo se salvaría el reverendo) la fuerza de sus palabras y sus acciones tenían un compromiso con lo sobrenatural. "Eliminen las referencias a dios de los discursos del doctor King y no pierden nada de su fuerza moral."

Aunque su análisis general de la religión es muy certero y profundo, al final de su artículo establece, con pésima lógica, la esencia de la teoría que sostiene:
"Nadie afirma que hay una línea directa que vincula la fe con el asesinato y la esclavitud. Pero es innegable que existe tal vínculo"
LA PELÍCULA LA PASIÓN DE MEL GIBSON

Mel Gibson quería hacer una película fiel a los hechos descritos en la Biblia pero fracasa al usar como fuentes a dos monjas antisemitas, al elegir mal los idiomas de la época y al usar los evangelios que no se redactaron hasta mucho tiempo después de los supuestos hechos que describen. Tampoco es fiel a los hechos esconder la desnudez de Cristo, que es como habría estado de ser verdad los Evangelios. Además los propios Evangelios han servido para diseminar el antisemitismo (versículos 10-19 del capítulo 19 del Evangelio de Juan) al señalar por boca de Jesús a los judíos como a los que lo entregaron para matarlo. Muy sagazmente, Hitchens puntualiza que el que diseño ese plan no fue ningún judío, sino Dios padre, que supuestamente ya sabía que los judíos lo condenarían.


COREA DEL NORTE

Hitchens visita Corea del Norte y lo considera el país con mayor devoción ciega, y absurda hacia sus líderes. La devoción por el líder supera cualquier cosa que Hitchens haya podido leer en los libros "sobre los excesos romanos, babilonios o incluso egipcios". Kim Il-sung murió pero todavía ostenta el cargo de Presidente, aunque realmente el que lleva el país es su hijo Kim Jong-il como si fuera su reencarnación. Por esta razón, le gusta decir a Hitchens, se trata del único país del mundo con un presidente muerto. Una necrocracia o tanatocracia.

Es un país de hambrunas donde posiblemente hayan muerto de hambre 3 millones entre 1995 y 1998. El dictador comunista, en una rara entrevista que unos cineastas disidentes lograron hacerle y grabar en una cinta, a la que parece que Hitchens ha tenido acceso, confiesa que su país no funciona. No anima a la gente a trabajar, la educación está por los suelos, pero piensa que dejar que entre el capitalismo supondría un mal mayor. Dice el dictador:

"Cuando China se abrió un poco, lo primero que aprendió la gente no fue tecnología. En su lugar, los jóvenes se dejaron el pelo largo y bigote. Les interesaban cosas superficiales. Esto se deriva de su vacio interior y del sistema socialista. Estamos en la misma situación que China".

CUBA

Hitchens reconoce los triunfos de la revolución cubana en cuanto a sanidad, cultura y anti-racismo, pero también reconoce que al poco tiempo Castro traicionó su anti-imperialismo al apoyar la invasión soviética de Checoslovaquia.

En cuanto a la sociedad actual hay muchos médicos, pero cobran menos que un portero o un policía en los barrios segregados para los turistas. Y Cuba ya no es el centro donde los intelectuales se reúnen para debatir e ilustrarse.

En definitiva su actitud hacia Cuba parece proporcional a sus otros ataques a otros regímenes dictatoriales. Guarda cierto recuerdo romántico de su época de revolucionario y ahora condena a Castro por haberse traicionado a sí mismo. No se trata de una dictadura asesina o violenta, pero no deja de ser una dictadura, y parece apoyar al 100% las palabras de Alexander Dubcek:

"No hay escuadrones de la muerte en Cuba, y no hay asesinatos políticos -dice-. Pero tenemos una sociedad cerrada, y tenemos una oligarquía política que explota a los trabajadores. No hay libertad de prensa, ni sindicatos libres, ni inspecciones de la Cruz Roja, ni derecho a abandonar el país o a salir y volver."


ENLACES

La web de Christopher Hitchens (en inglés)
Daniel Gascón es el traductor de este libro, y su blog contiene a menudo traducciones al español de artículos de Hitchens que de otra forma no se traducirían nunca.
Hitchenswatch sigue la pista a Hitchens y le da caña
Transcripcion de debates y conferencias de Hitchens.
Entrevista de la Biblioteca Pública de NYC
Noticias sobre Hitchens
Artículos, web no oficial
Vídeos de Hitchens
Analizando la polémica Chomsky-Hitchens

PEOR QUE LA GUERRA. Genocidio, Eliminacionismo y la Continua Agresión contra la Humanidad (2009) de Daniel J. Goldhagen

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¿Puede haber algo peor que la guerra? Daniel Jonah Goldhagen parece demostrar que sí: el genocidio (y sus otras variantes) de unos dirigentes contra su propio pueblo ha causado más víctimas que la guerra. Pero no se trata de hacer una mera estadística de víctimas, sino de estudiar y comprender de manera científica estos fenómenos de asesinatos en masas, de tal manera que sea posible diagnosticar un genocidio antes de que se produzca, y por supuesto, castigar los que quedan impunes. Estos fenómenos no son actos de lunáticos que se escapan a la razón y al análisis comparativo, ni son inevitables ni vienen determinados por fuerzas naturales como la guerra o la pobreza, ni nada por el estilo.

Meterse en la mente de los carniceros más feroces de nuestra era, en la perversa moral que el populacho desarrolla para cometer sus sanguinarias matanzas, es un esfuerzo que puede parecer macabro, pero que resulta necesario para comprender el fenómeno de la manera más científica posible. No vale hablar simple y ramplonamente de la obediencia ciega, del placer de matar, de la seducción por el poder o del carácter hipnotizador de los líderes carismáticos que nos podrían lavar el cerebro a cualquiera. Es necesario analizar la época y las creencias, las motivaciones de los asesinos, y dejar fuera la excusas y las explicaciones que no consiguen explicar la saña que se ha empleado contra algunas víctimas (pero no contra otras).



En youtube se puede ver el documental homónimo, basado en su libro, en el que Goldhagen hace de presentador, guionista y co-productor (activad subtítulos en español y se obtendrá una versión algo mediocre, aunque suficiente para seguir el hilo del documental).


La primera vez que leí a este autor me quedé impresionado por su capacidad analítica; se trataba de su mega-obra "Los Verdugos Voluntarios de Hitler"  (en adelante, VVH) que supuso una convulsión en los estudios del Holocausto. Tradicionalmente los académicos se habían centrado en las víctimas y en la responsabilidad de Hitler y sus colaboradores, cuyas carismáticas personalidades y aparatos de poder doblegaron la voluntad y la conciencia del grueso de la población. Goldhagen desmontaba estas "explicaciones convencionales" a través del estudio de los verdugos corrientes (no los de las altas esferas): sus mentes y su contexto social y político. Los verdugos corrientes tenían capacidad para disentir y decir "no", y la triste realidad es que muchos dijeron "sí" con particular entusiasmo. Existen registros históricos suficientes para saber que los alemanes corrientes (no nazificados) actuaron voluntariamente, en su mayoría con entusiasmo, y apoyaron a sus políticos cuando se masacraron a millones de judíos. No existía esa presión, ni ese lavado de cerebro que tanto se ha dicho, ni esa crisis económica, ni esa banalidad del mal, ni esa mentalidad cuadrada de funcionarios obedientes... hasta el punto de que dejaran de ser conscientes y responsables por lo que estaban haciendo. Goldhagen les devolvió a los verdugos su naturaleza humana y moral, y los alejó de la naturaleza robótica y amoral que los estudios venían suponiendo sin mayores investigaciones. El factor clave era el antisemitismo que "mamaron" antes de que llegara Hitler, y que Hitler tan solo manipuló hasta sus últimas consecuencias con el beneplácito de la población. Ese "antisemitismo eliminador", esa cultura perversa de ver a tu vecino como un diablo o un infrahumano fue lo que causó (aunque no de manera monocasual), en última instancia, el Holocausto judío. "Los Verdugos Voluntarios de Hitler" fue un antes y un después en la historiografía del exterminio nazi que todavía hoy sigue discutiéndose a nivel académico (aunque el autor presume en su página web de que el New York Times se ha hecho eco de opiniones que afirman que su tesis es la que, después de 15 años de la publicación de los VVH, se ha impuesto sobre la del resto de investigadores). Pero también supuso una catarsis en la población alemana ya que trascendió las fronteras de la erudición e ingresó en tertulias televisivas y conferencias por todo el país que dividieron a generaciones de alemanes (se puede consultar el completísimo artículo de Gonzalo Capellán de Miguel para hacerse una idea del revuelo mediático que supuso el libro).

"Peor que la Guerra" es una consecuencia, y está en coherencia con las tesis de su primer libro.

CAPÍTULO 1 

ELIMINACIONISMO, NO GENOCIDIO.


El libro empieza con una atrevida aclaración que gustaría a todo aquel crítico con los excesos de la política exterior estadounidense, aunque como veremos al final, termina con una lamentable e ingenua proposición para dejar a EEUU (y otros) como policía del mundo.

Las bombas atómicas que se tiraron en Japón durante la II Guerra Mundial, fueron asesinato de masas, y el Presidente Truman fue un asesino de masas. Esto, al igual que otros muchos asesinatos de masas en sus respectivos países, no se estudia en los libros de texto. Existe una incapacidad para deslindar los hechos de otros factores, y eso hace difícil el diagnóstico de que es un asesinato de masas y como se debe luchar contra él. Pero los hechos no dejan lugar a dudas, y nadie reconoce esto oficialmente en EEUU, por DOS RAZONES:
1.- Porque nadie reconoce fácilmente sus propios crímenes, ni EEUU ni ningún otro país. "La mayoría de los pueblos tienen imágenes embellecidas de sí mismos que ocultan las imperfecciones". Esto es algo que Chomsky viene repitiendo toda su vida y que le ha granjeado una injustificada fama de amigo de los enemigos de EEUU.
2.- Porque temen mezclar a Truman con otros asesinos de masas de abyecta moral, lo que Hitchens llamaría "equivalencia moral" (y con la que polemizó con Chomsky en sus últimas discusiones). Sobre esta segunda razón merece la pena leer unos párrafos literales:
"Mucha gente, sobre todo los estadounidenses, siente que no está bien, y que resulta ofensivo, dar el mismo trato a Truman que a Hitler, a Josif Stalin, a Mao Zedong y a Pol Pot. ¿Por qué? Estos cuatro últimos asesinos fueron monstruos en toda regla. Eliminaron a millones de personas porque consideraban basura humana a determinadas personas, u obstáculos para su poder o para sus metas milenaristas o imperiales. Truman, sin embargo, no fue un monstruo de ese tipo. Mientras que los asesinatos en masa de esos monstruos eran una expresión orgánica de sus inveteradas ideas racistas o ideológicas y de sus aspiraciones políticas, el asesinato de masas de Truman fue accidental, debido a una confluencia de circunstancias que él mismo habría preferido que nunca se hubiera producido. Mientras que aquellos monstruos planearon, e incluso anhelaron, matar a millones, y crearon instituciones explícitamente para esos cometidos, Truman se habría alegrado de que la historia hubiera tomado otro rumbo. Mientras que cada uno de aquellos monstruos mataba como parte integrante de su utilización del poder, lo hizo durante la mayor parte del tiempo que estuvo en el poder y habría seguido haciéndolo si hubiera seguido en el poder, Truman mató en un escenario muy específico, en el contexto de una guerra brutal y extremadamente destructiva que Japón desencadenó contra Estados Unidos, empezando con un ataque por sorpresa en Pearl Harbor contra la flota estadounidense del Pacífico. Tras destruir gran parte de Hiroshima y Nagasaki, Truman se detuvo. Cuando uno mira a cada uno de los otros cuatro no es difícil concluir que, si el término es aplicable a los seres humanos, cada uno de ellos era un monstruo. Cuando uno mira a Truman ve a un hombre, por lo demás convencional, que cometió actos monstruosos.

Y sin embargo, ninguna de esas distinciones se ciñe a la definición de asesinato en masa. Ninguna sugiere que la naturaleza de los actos de Truman y de los de los otros cuatro sea diferente. Cada distinción, más bien, se refiere o bien a las diferencias de los motivos por los que actuaron los cuatro monstruos y Truman, o bien a cómo deberíamos evaluar moralmente a los cuatro y a Truman. Ninguna consigue que el asesinato deliberado de los niños japoneses de Hiroshima y Nagasaki por parte de Truman sea un acto menos homicida de masas que el asesinato deliberado de niños judíos, ucranianos, chinos o camboyanos por Hitler, por Stalin, por Mao o por Pol Pot.

Es probable que esta incapacidad de distinguir entre definir un acto, explicarlo y juzgarlo moralmente lleve a muchos a resistirse a poner a Truman en el banquillo junto a los mayores monstruos de nuestra época. No obstante, parece claro que Truman debería haber comparecido ante un tribunal para responder de sus actos. Puede debatirse cuál habría sido el juicio y la sentencia —comparados con los de los otros cuatro— de tal tribunal. Truman no fue ni un Hitler, ni un Stalin, ni un Mao ni un Pol Pot. En ese sentido, las valoraciones intuitivas de la gente son acertadas. Pero eso no debería impedirnos considerar sus actos como lo que son.

La dificultad de mantener la distinción entre las tres tareas (la definición, la explicación y la evaluación moral) hace más confusas las consideraciones sobre el asesinato de masas. La pasión por atribuir la censura, la culpa o la responsabilidad moral resta importancia a los otros dos cometidos, normalmente más sosegados. Ocurre constantemente en las discusiones sobre el Holocausto, el nombre dado a la aniquilación de los judíos europeos por los alemanes. Si no debe juzgarse del mismo modo a Truman que a Hitler, entonces sus actos, como reza la cadena de pensamiento defectuosa y retrógrada, no podrían ser iguales. De modo similar, si sus actos no pueden explicarse de la misma forma, entonces no pueden ser de la misma naturaleza. Hitler asesinaba a los judíos porque era presa de una ideología, de una fantasía, que sostenía que los judíos eran la fuente de los males de este mundo. Truman, que no obedecía a ninguna fantasía de ese tipo, aniquiló a los japoneses de Hiroshima y Nagasaki por otras razones, aunque no del todo claras: puede que fuera su convicción de que era una forma justa de acelerar el final de la guerra (aunque, como Truman sabía, la matanza no era necesaria para acabar la guerra de inmediato), o puede que fuera para demostrar el poderío estadounidense a los soviéticos ante la emergente confrontación de la guerra fría. Pero estas distintas explicaciones no implican que una matanza sea un asesinato de masas y la otra no.

De hecho, podemos calificar la aniquilación de la población de Hiroshima y Nagasaki por parte de Truman de asesinato de masas, y a la persona de asesino de masas, poniendo a Truman y sus actos en la misma categoría genérica que Hitler y el Holocausto, que Stalin y el gulag, que Pol Pot, que Mao, que Saddam Hussein, que Slobodan Milosevic y sus víctimas, sin dar la misma explicación para los actos de Truman que para los de los demás, y sin juzgar que moralmente sean equivalentes."

De la misma manera que la ciencia jurídico-penal primero estudia asépticamente el hecho delictivo para solo después aventurarse a hablar de responsabilidad y castigo, el estudio del genocidio (y más extensamente como veremos, del eliminacionismo) debe clarificar los que es una acción eliminacionista, y en su caso, un asesinato masivo. Debemos delimitar lo que estamos estudiando, el hecho y lo que lo produce, el contexto, la época,  la cultura y todo lo que lo rodea. La tarea de la responsabilidad, la culpa, la reparación y el castigo vienen después de estudiar el hecho en cuestión (aunque Goldhagen los haya tratado en un libro anterior "La Iglesia Católica y el Holocausto. Una deuda pendiente").

Goldhagen es muy persuasivo, pero me rechina que diga que Truman fue un asesino de masas que cometió actos monstruosos, pero que no pueda ser calificado como un monstruo al igual que otros de la época. Y sin embargo su justificación me convence. Pero el que no sea un monstruo no impide a Goldhagen mostrar sus perversas motivaciones: "ceguera moral", "falsa información", "corazones endurecidos tras la guerra"...

"La gente, sobre todo los estadounidenses, ha ofrecido muchas justificaciones y excusas para el asesinato masivo de Truman. Que era necesario para acabar la guerra. Que era necesario para salvar decenas de miles, e incluso cientos de miles, de vidas estadounidenses. Pero como a la sazón Truman sabía, y como le dijeron sus consejeros, incluidos sus asesores militares, antes del bombardeo de Hiroshima, ninguna de esas justificaciones era cierta. Dwight Eisenhower, por entonces comandante supremo de las fuerzas aliadas en Europa, y que pronto se convertiría en presidente de Estados Unidos, lo explicaba así: «Durante su exposición de los hechos relevantes [sobre los planes para emplear la bomba atómica], tuve conciencia de un sentimiento de depresión, de forma que le manifesté [al ministro de la Guerra, Henry Stimson] mis graves recelos, en primer lugar sobre la base de mi convicción de que Japón ya había sido derrotado, y de que lanzar la bomba era completamente innecesario, y en segundo lugar porque yo pensaba que nuestro país debía evitar conmocionar a la opinión mundial con el empleo de una bomba cuya utilización ya no era, a mi juicio, necesaria como medida para salvar vidas estadounidenses. Yo estaba convencido de que Japón estaba, en aquel mismo momento, buscando alguna forma de rendirse “salvando la cara” en la medida de lo posible»."
EXPLICACIONES CONVENCIONALES Y VARIACIONES EN LAS RESPUESTAS.

¿Somos todos proclives al genocidio?¿Si se nos da la oportunidad lo haríamos como si tuviéramos un animal freudiano contenido por normas civilizadoras? ¿Somos débiles y acríticos ante las ordenes de nuestros superiores? ¿Imitaríamos a los demás si fueran salvajes asesinos? Todo esto son preguntas ya contestadas en "Los Verdugos Voluntarios de Hitler", y aquí Goldhagen vuelve a destrozar todas esas macro-justificaciones que pretenden explicarlo todo, pero que no explican nada. Ni la sociedad industrializada al servicio de la muerte, ni la burocracia alemana, ni la presión de los demás, ni el temor al castigo, ni la banalidad del mal pueden explicar la violencia gratuita y la exterminación de unas víctimas frente a otras. Ni siquiera quienes esgrimen estas explicaciones convencionales se toman la molestia de ponerlas a prueba y comprobar la robustez de su coherencia interna, ni las plantean en términos científicos, simplemente las sueltan y calan en la gente. Pero no resisten las pruebas a las que Goldhagen las somete, más detalladamente, en el capítulo 5.

Para Goldhagen todos estos intentos (falsos intentos, porque parece pensar que en la mayoría de las ocasiones son excusas para no encarar el problema) se sintetizan en explicaciones de fuerzas externas (que anulan el libre albedrío) e impulsos internos (todo el mundo mataría o torturaría llegada la ocasión). Goldhagen acepta que haya agentes externos e internos que puedan influir en la decisión de matar, pero nunca son explicaciones monocasuales porque no pueden explicar el comportamiento de TODAS las personas. Esa debería ser la pista que debemos seguir para comprender el fenómeno: ¿Por qué unos sí y otros no?

"La auténtica tarea no es postular que todas las personas tienen la capacidad genérica de matar, y que por tanto matarían a cualquiera en cualquier momento, ni suponer, aún más obstinadamente, que debido a circunstancias externas o a impulsos internos quienes han matado lo han hecho de forma automática, y a continuación declarar cerrada la investigación. La auténtica tarea es adoptar un punto de vista más polifacético y realista de la humanidad, y explicar la variación en las respuestas de las personas a la fuerzas exteriores a ellas y a sus fuerzas interiores (cualesquiera que sean)  para comprender como asimilan las personas dichas influencias cuando se movilizan para actuar. ¿Por qué algunas personas matan (aunque no sea a quien sea) y otras personas que se encuentran en la misma situación no lo hacen? ¿Por qué algunas personas torturas y otras, en una situación similar, no lo hacen? En una escala más amplia, ¿por qué algunos grupos de personas perpetran asesinatos en masas, incluyendo matanzas de niños, y otros grupos que se hallan en unas circunstancias muy parecidas, pongamos de privación o de guerra, no lo hacen?
Para responder a ésta y a las muchas otras preguntas sobre el asesinato de masas, tenemos que partir de numerosas verdades fundamentales sobre los seres humanos: la gente toma decisiones sobre cómo actuar, aunque no elige los contextos en los que toma esas decisiones. La gente toma esas decisiones de acuerdo con su forma de entender el mundo social y con sus puntos de vista sobre lo que es correcto e incorrecto, sobre el bien y el mal, y sobre su propia idea de cómo debe modelarse y gobernarse el mundo, aunque los distintos contextos hacen que algunas opciones sean más o menos plausibles, o más fáciles o más difíciles de elegir. Y, en última instancia, las personas son las autoras de sus propios actos porque los humanos son fundamentalmente seres con una dimensión moral (lo que no significa que avalemos sus ideas morales), y lo son porque la condición humana es agente, es decir, que se caracteriza por la capacidad y por la carga de ser capaz de elegir decir «sí», lo que también implica la capacidad de decir «no»."

EL PRINCIPAL DEFECTO DE GOLDHAGEN: INCOHERENCIA ENTRE CULTURA Y RESPONSABILIDAD INDIVIDUAL

Pero a continuación pasa a evaluar de manera algo paradójica la importancia de la cultura a la hora de tomar una decisión moral, y aunque lo hace con bastante lógica, parece fortalecer las tesis que tanto critica: los contextos pueden influir enormemente a la hora de implicarse en un asesinato. Por ejemplo, la sociedad europea medieval nos hubiese hecho ser cristianos con bastante probabilidad y nos hubiese hecho reaccionar incluso violentamente contra los herejes, los judíos o los musulmanes. Pocos se habrían salvado de esas filias y esas fobias. Similarmente, un blanco en el sur racista de EEUU antes de la guerra civil tendría mucha más probabilidad de creer que los negros son inferiores y de reaccionar violentamente contra ellos. Los contextos importan, y es necesario estudiar las ideas que germinan en ellos.

Estos dos enfoques me resultan algo antitéticos. Si la cultura en la que vivían inmersos los alemanes de la primera mitad del s.XX les hacía odiar a los judíos hasta el punto de desear su muerte, o al menos, permanecer pasivos mientras otros los mataban... ¿dónde queda la capacidad de decir libremente "sí" o "no"? No es la primera vez que me percato de esta grave incoherencia interna en las tesis centrales de los libros de Goldhagen. En los VVH, el "antisemitismo eliminador" impregna tanto el pensamiento de la sociedad alemana que uno se pregunta si era posible mantener una moral que se sustrayera de la fuerza gravitatoria de ese antisemitismo. En otras palabras, ¿en qué medida se puede decir que eran verdugos "voluntarios" si su voluntad estaba emponzoñada por esa cultura antisemita?

Ruth Bettina Birn escribió, junto a mi admirado Norman Finkelstein, un libro titulado "A Nation on Trial" (algo así como "una nación en el banquillo"... no está editado en español) en el que criticaba duramente el trabajo que Goldhagen hizo en los VVH. En su contestación a Birn, Goldhagen aclara que en ningún momento trata a los alemanes como un todo, sino como seres humanos individuales capaces de tomar decisiones morales individuales:
 "Reconocer que los perpetradores eran gente que tomaban decisiones sobre cómo actuar basadas en sus visiones del mundo, tal y como yo hago, es reconocer la quintaesencia de su humanidad. [...] Los perpetradores alemanes se mofaban, degradaban, brutalizaban, torturaban y asesinaban a sus víctimas judías por convicción, porque ellos, al igual que los perpetradores de otros genocidios, también estaban animados por sus odios y creían que sus acciones eran correctas y estaban justificadas."
Y en el último capítulo del libro que nos ocupa, escribe:
"Los prejuicios y odios de los perpetradores o de los potenciales perpetradores, ratificados y legitimados por los líderes políticos de su país, son a veces tan absorbentes que los perpetradores aceptan de todo corazón la sensatez y la necesidad de asesinar o eliminar a los enemigos designados como objetivo."
La conclusión que se derivaría de estas palabras es que no hay malas personas, tan solo malas ideologías o culturas que hacen que la gente elija como correcto algo que en realidad no lo es. Pero esa no es la conclusión que alcanza el autor del libro. Yo no estoy capacitado para poner un punto y final a la clásica dicotomía entre si el ser humano nace malo o se hace malo en la sociedad, entre el determinismo y el libre albedrío, entre la cultura y la genética. Muchos han estudiado la raíz del mal, y ha habido muchas escuelas enfrentadas a lo largo de la historia, la sociología y la psicología social. Pero el discurso de Goldhagen se sitúa algunas veces en los dos extremos opuestos, y eso no puede ser.

No he sido el único en darme cuenta de esta falta de coherencia interna. Dominik LaCapra en el prefacio de "Los alemanes, el holocausto y la culpa colectiva", libro de varios autores que coordinó Federico Finchelstein y que solo está publicado en Argentina, decía:

"En resumen, los alemanes tenían ganas de hacer a los judíos lo que les hicieron debido a que su cultura los había hecho casi hitlerescos en su antisemitismo, pero sin embargo tenían una completa responsabilidad por lo que habían hecho debido a que habían querido hacerlo -sin estar forzados a ello- (Cualquier tensión entre un aparente determinismo cultural y una adscripción moralística de completa responsabilidad no es tratada en el relato de Goldhagen)"
En el mismo sentido, Jochen Köhler escribió en su artículo titulado "¿Alemanes corrientes?":
"Si apenas se puede exigir al individuo que infrinja la norma del «antisemitismo eliminatorio», ¿cómo va a hacérsele responsable de sus acciones? El único y exclusivo responsable sería la cultura, el colectivo íntegro. Sin embargo, Goldhagen rechaza expresamente la «culpa colectiva»."

EL ELIMINACIONISMO, SU MOTIVACIÓN PRIMORDIAL Y EL ESTADO MODERNO TRANSFORMADOR

Según el autor, el genocidio no es sino una pieza de una figura más general y prolongada en el tiempo: el eliminacionismo. Antes de llegar a un genocidio se pasa por fases de rumores, creencias, ideologías, conversaciones, deseos que todavía no son posibles... todo ello va allanando el camino para cuando por fin se comienza a anular a los grupos o pueblos, y se puede eliminar de 5 FORMAS DIFERENTES:

1. La transformación: eliminar la identidad cultural del grupo, haciendo que se asimilen a los colonizadores, prohibiendo ritos religiosos o idiomas autóctonos.
2. La represión: por medio de la violencia, la esclavitud, la segregación etc..., se intenta que el grupo temido no pueda infligir más daños (reales o imaginarios).
3. La expulsión: las clásicas deportaciones de españoles con musulmanes, estadounidenses con indios, soviéticos con tártaros, judíos desde toda la antigüedad y también en la moderna Europa (como novedad en el discurso de Goldhagen, se reconoce que Israel también expulsó a los palestinos en 1948; es la única vez que Goldhagen hará alusión al trato que Israel está dispensando a los palestinos desde la II Guerra Mundial).
4. La prevención de la reproducción: impidiendo que el proceso biológico de reproducción se pueda completar. Es la menos usada y comprende tanto la esterilización como la violación que hace que las mujeres queden mancilladas y segregadas por su propio grupo, cuando no embarazadas del enemigo.
5. El exterminio: esta es la "solución final", lo que conocemos como genocidio y que tantas veces se ha puesto en práctica, aunque no se pueda conocer ni el número de víctimas ni si realmente ocurrieron. Se refiere a la Antigua Grecia, Troya, la Biblia, las Cruzadas, Gengis Khan etc... Una variante que incluye posteriormente sería la hambruna.

"El acto nuclear" importante y definitorio es el deseo de eliminar a un grupo o a un pueblo, esa es la "categoría omnicomprensiva" a la que llega el autor. Es una categoría "casi necesaria", aunque no suficiente.  No todo deseo eliminador ni toda creencia o ideología eliminacionista termina materializando sus sueños de exterminación. Para entender por qué unos sí y otros no, hay que mirar a la política y al estado.

El estado moderno tiene un poder transformador mucho mayor que los estados medievales. Su poder para recaudar, para comunicar, para movilizar a todo tipo de personas, y no solo a los militares, ha crecido a una velocidad pasmosa. La capacidad de hacer realidad sus sueños, empleando toda la ingeniería civil y militar, lo convierten en el contexto adecuado para realizar los sueños de eliminación. Ahora un número enormemente mayor de personas está más enterada y más involucrada en la política de lo que estaba en el pasado. Las democracias incorporan a esas personas y asimilan esos deseos. Pero las tiranías se ven en la necesidad de censurar a esa masa con deseos propios que puede convertirse en un peligro para el poder, y por eso aprovechan las capacidades transformadoras del estado moderno para censurar y matar si es necesario. A menudo el proyecto transformador que ha "impulsado" a los perpetradores en su tarea ha sido un proyecto político de construcción nacional. Los perpetradores aprenden los unos de los otros, pero la disidencia también, y por todo ello las soluciones finales son más tentadoras y más probables que antes. Sea como fuere, las nuevas capacidades transformadoras han permitido que se pueda pensar seriamente en proyectos eliminacionistas:

"En ninguna época anterior los líderes políticos han soñado con librarse de cientos de miles, de millones o decenas de millones de personas, cosa que han hecho de forma rutinaria los líderes políticos de nuestro tiempo -y no solo Hitler, Stalin y Mao-, ya sea matándolas o por otro medio eliminacionista. Tienen la capacidad: de forma que sueñan. Después planean. Y luego actúan. Dado que tienen sueños eliminacionistas, sus capacidades de transformación  se han vuelto peligrosas en un grado mucho mayor de lo que el mundo había conocido anteriormente."
 PROBLEMAS CON LAS DEFINICIONES

A menudo el problema al tratar con las actitudes de la comunidad internacional en relación al genocidio se debe al encorsetamiento de las definiciones tradicionalmente aceptadas. ¿Debe ser un genocidio total? Según esta hipótesis solo el Holocausto lo habría sido. ¿Solo cuentas los asesinatos en masa, o se deberían incluir también otras formas de eliminacionismo propuestas por el autor? Sobre la naturaleza de las víctimas, ¿deben ser todas de una etnia concreta, o pueden ser también pertenecientes a un grupo político? la convención de la ONU sobre el genocidio no admite grupos políticos ni de clase económica, con lo que los comunistas indonesios de 1965 y los kulaks (campesinos acomodados) de la URSS quedaron desprotegidos. Y ¿hay un número límite que haga que un asesinato colectivo se convierta en genocidio?

El problema es que las definiciones eliminan formas no letales de eliminación, pero que apuntan en la misma dirección que el genocidio clásico, y además cuando sucede alguna masacre masiva se considera demasiado reducida o parcial, y no se estudia en el contexto de un plan eliminacionista más omnicomprensivo.

Con respecto al número, tradicionalmente se ha aceptado que tienen que darse cientos de miles o millones de víctimas. Pero deberíamos incluir casos numéricamente menores que no sean estricta y razonablemente consecuencia de la guerra, el caos o la anarquía. "El asesinato masivo puede definirse como el asesinato de más de algunos cientos de personas, pongamos más de mil." En mi opinión esta definición podría dejar fuera a pueblos, tribus o grupos de menos de 1000 personas.

Conceptualmente siempre se ha dicho que "la intención" de exterminar debe ser un elemento definitorio. Desde su enfoque más amplío, que parte de un concepto más genérico como el eliminacionismo, Goldhagen entiende que eso es una tautología. A efectos de definición, la intención no importa, solo los resultados de muertes masivas.

"Una premisa básica de las ciencias sociales es que un factor que pueda explicar resultados -en este caso los asesinatos o la eliminación de masas- no debería emplearse para definir el fenómenos a estudiar. Ello excluye del análisis todos los casos que no se ajustan a la noción preconcebida de aquello que da lugar a los resultados, y por lo tanto es sinónimo de falsas conclusiones. También resulta equivocado, porque prejuzga ese factor como crítico incluso antes del inicio del análisis, haciendo que los resultados sean tautológicos. Esto no significa que la intención sea irrelevante, ni que no vaya a analizarla. Los líderes políticos y de otra índole a menudo manifiestan  su intención, y en la medida que podamos identificar la intención resulta crucial analizarla y comprenderla. Pero eso significa que la intención no debería ser un criterio para determinar qué casos se ajustan a la definición de genocidio o qué casos de muertes o eliminaciones masivas deberían incluirse en la investigación. [...] Dado que la definición del ámbito de un estudio no puede incluir el factor que supuestamente lo explica, el ámbito debe definirse exclusivamente a través de los resultados."

Para mí no es tanto una tautología, como una ampliación del concepto. Si queremos analizar el fenómeno de los asesinatos de masas, y vemos que en algunas casos tuvieron la consecuencia de intentar exterminar a todo un pueblo, no podemos incluir esa circunstancia en la definición del fenómeno que deseamos explicar porque entonces estaremos excluyendo otros casos diferentes que sin tener en común "la intención" produce los mismos o parecidos resultados de muertes masivas, y que por tanto deben ser considerados asesinatos de masas.

El capítulo concluye advirtiendo de la necesidad de ir más allá de estudiar las semejanzas entre los genocidios que han sucedido en la historia. Hasta ahora no se ha hecho mucho más, pero es necesario estudiar las diferencias, sus causas y todas las fases (no solo el comienzo) en las que se desarrollan. En Suráfrica se daban las condiciones para un genocidio que finalmente no sucedió, ¿por qué en unos países sí y en otros no?

CAPÍTULO 2.

PEOR QUE LA GUERRA: NUESTRA ERA DE SUFRIMIENTO


Antes, los genocidios los cometían los imperios (Europa básicamente). Esclavizaban y brutalizaban a los pueblos indígenas que eran tratados de peor manera que sus enemigos europeos. La colonización para asegurarse las tierras de otros pueblos, practicada por belgas, británicos, franceses, españoles, portugueses, estadounidenses y todo ese macro-comercio de esclavismo transatlántico, es cosa del pasado. Ahora la mayoría de asesinatos de masas se cometen dentro de un país, tanto perpetradores como víctimas son compatriotas y vecinos.

El genocidio armenio, que no es el primero del s.XX como se suele aducir, (fueron los hereros a manos de los alemanes) fue un frío y calculado proyecto político de unos gobernantes turkos que veían en los armenios un peligro secesionista y lograron quitarse en medio a casi completamente a los dos millones de armenios que vivían en Turquía.

Más avanzado el siglo XX se han ido produciendo grandes genocidios que aunque cada uno con sus diferentes peculiaridades, todos tenían algunas pautas comunes, como el número de víctimas, los sistemas de campos como instituciones básicas de su política genocida y su visión transformadora. Adolf Hitler en Europa (20 millones y sus campos de concentración), Kim Il Sung y su hijo Kim Jong Il en Corea del Norte (4 millones y sus kwanliso), Pol Pot en Camboya (1,7 millones, más del 20% del país, y sus cooperativas), Josif Stalin en la URSS (8 millones y sus gulags) y Mao Zedong en China y en el Tíbet (50 millones y su laogai). Todos ellos tenían visiones políticas que les exigían una transformación radical que incluía la eliminación de los obstáculos (reales o imaginarios) para llegar a un mundo nuevo que justificaba todos sus crímenes.

La URSS fue genocida desde sus comienzos. Desde 1917 hasta la muerte de Stalin en 1953 fue una época en la que se mataba a todo lo que oliese a disidente, o se le enviaba al gulag donde se encarcelaron a más de 28 millones de personas y donde la tasa de mortalidad era "sostenida". La hambruna de Ucrania de 1933, sobre la que el autor no se muestra tajante en torno a su premeditación, incrementó la cuenta de los gulags en unos 5 millones de víctimas. Y durante la II Guerra Mundial las deportaciones de chechenos, tartaros, karachai y alemanes del Volga, se incrementaron. Todo ello, junto con otros genocidios que tuvieron lugar en la II Guerra Mundial, como el de los alemanes, o el de los japoneses en China o Corea, o el de los croatas contra los serbios, o incluso el de los EEUU en Hiroshima y Nagasaki, todo eso supone un "máximo de aniquilación masiva, de un ámbito geográfico  y de una variedad  jamás igualados en cualquier otra época."

Pero aunque en la guerra suceda esto, raramente es la causa de todo ello. Generalmente los odios eliminacionistas son anteriores a los conflictos bélicos. Y la guerra se usa como excusa para hacer lo que antes hubiese sido un escándalo impracticable.

"Sea cual sea el mecanismo por el que la guerra en si supuestamente da lugar a la aniquilación masiva de civiles -tanto si es simplemente por el hecho  de estar en guerra, por una amenaza real de ser objeto de aniquilación, por la angustia de una derrota o por la euforia de la victoria-, cualquiera de dichos mecanismos es insuficiente para explicar los hechos básicos de un asesinato de masas.
Si la guerra creara de alguna forma la mentalidad que caracteriza a los asesinatos en masa, éstos serían aún más corrientes. Todas la guerras, o por lo menos la mayoría, producirían una campaña aniquilacionista paralela a la campaña militar. [...] y no hay pruebas de que los combatientes siquiera contemplaran la posibilidad de campañas aniquilacionistas. Si, por el contrario, se supone que el sufrimiento da lugar al deseo de aniquilar la fuente del dolor, los alemanes por dos veces, al final de ambas guerras mundiales, y los japoneses tras la II Guerra Mundial, habrían sido exterminados por sus conquistadores. En su inmensa mayoría, los perpetradores de los asesinatos masivos no han sido pueblos derrotados que han sufrido enormemente durante la guerra.
Los que han masacrado  a grandes poblaciones civiles bajo la cobertura de la guerra han sido habitualmente los agresores militares, que por añadidura o bien hanexterminado a pueblos distintos de los pueblos contra los que combatían, o bien iniciaron sus asesinatos en masa antes de sufrir importantes derrotas militares. Es el caso de la aniquilación  de los armenios por los turcos durante la I Guerra Mundial; el caso de los alemanes y los japoneses durante la II Guerra Mundial; y de muchos otros como los paquistaníes en Bangladesh en 1971, cuando asesinaron a entre uno y tres millones de personas; o como los indonesios contra el indefenso Timor Oriental, ofensiva que comenzó con la invasión imperialista por los indonesios, sin provocación previa, en 1975, y se prolongó a lo largo de su mortífera ocupación que duró hasta 1999, y que, en resumidas cuentas, tal vez masacró a 200.000 personas."
TIPOS DE AGRESIONES

A diferencia de los proyectos visionarios y transformadores que empujaban a algunos políticos a eliminar a grupos concretos de personas, otros regímenes como las dictaduras derechistas en Latinoamérica durante los 60, 70 y 80 cometieron los mayores asesinatos masivos de ámbito nacional. La intención pragmática de estos últimos era simplemente quitarse de en medio todo lo que pudiera suponer un reto al poder que no querían perder. Así fue también el caso de Siria cuando se aplastó una rebelión de la Sociedad de Hermanos Musulmanes, y junto a ellos toda una ciudad con 20 o 40 mil muertos. El objetivo de este tipo de acción no es cambiar el mundo, sino mandar un mensaje de terror que prevenga de otro intento de usurpar el poder. Son matanzas utilitaristas, no son un fin en sí mismas.

Pero hay más asesinatos masivos en las últimas décadas, cada uno con su historia que Goldhagen analiza sucintamente para contextualizar y que yo tan solo menciono: Ruanda, Corea del Norte, Sudán y Kosobo.

NÚMERO DE VÍCTIMAS Y DISTRIBUCIÓN GEOGRÁFICA

Aunque declara su humildad en sus pretensiones y establece sus propias cautelas a la hora de dar número de víctimas, Goldhagen expone el ámbito geográfico de las agresiones eliminacionistas analizando comparativamente unos genocidios con otros y tratando de abarcar todos los aspectos que se puedan combinar para ofrecer un diagrama de lo que son los números del horror.

No ha habido momento en el s. XX en el que estemos libres de asesinatos masivos. Se calcula que las víctimas son unos 83 millones, o 127 si incluimos las hambrunas intencionadas. Otros estiman 175 millones o más. Esto supone que el 2% de los muertos de nuestra época lo han sido a manos de asesinos de masas, y eso equivale a más de la población de cualquier país de la actualidad (menos siete).

Europa es la que ha tenido más víctimas, en buena parte gracias al nazismo y al comunismo. Tras la derrota alemana, pueblos como los rusos, ucranianos, polacos húngaros y checos tomaron represalias contra la población de "etnia alemana" (curiosa expresión que repite varias veces a lo largo del libro) expulsando a 10 millones y matando a decenas de miles. Los Balcanes ha sido una zona local de ebullición genocida y Turquía masacró desde antes de la I Guerra Mundial no solo a armenios, también a aldeanos griegos. En total estaríamos hablando de decenas de millones de víctimas.

África, aunque con menos víctimas, tiene el mayor número de agresiones eliminacionistas "individuales". Los colonizadores europeos (alemanes, belgas, franceses, italianos, británicos y portugueses) cometieron asesinatos en masa y enemistaron a  pueblos vecinos como en el caso de los hutus y los tutsis.

El mundo musulmán, que abarca partes de Asia y África, también ha sido objeto de matanzas masivas. Desde la Francia que masacraba a Argelia para mantener su último bastión imperialista, hasta la después independizada Argelia contra los colaboracionistas franceses. El Irak de Saddam Hussein a unos 300.000 kurdos y a unos 60.000 chiíes. Siria, Sudán (Darfur)...

"Asia ha sufrido el mayor número de descomunales asesinatos en masa": además de las víctimas de los japoneses (en China, Birmania, Timor Oriental, Corea, Manchuria, Filipinas etc...), de los comunistas chinos (entre 50 y 70 millones) y de los jemeres rojos en Camboya, puede que hayan muerto 200.000 o 300.000 personas a manos de los comunistas vietnamitas (esto incluye a las víctimas francesas, cuando luchaban contra la ocupación francesa). Otros escenarios asiáticos son las matanzas de los comunistas norcoreanos y las de los indonesios mata-comunistas (medio millón) y timorenses (200.000), pero también las de las fuerzas multinacionales y colonizadoras, como a los EEUU a principios de siglo en China durante la revuelta de los bóxers, a los franceses en Indochina y a los holandeses en la Indias Orientales y Occidentales.

En el último capítulo podemos encontrar una comparación entre los muertos en guerras y los muertos en prácticas eliminacionistas.
"Durante la I Guerra Mundial, la relación entre los muertos y heridos militares y civiles en guerra fue de diez víctimas militares por cada víctima civil. Incluso en la II Guerra Mundial, que llegó a ser infame por la matanza de civiles a manos de los alemanes, la relación fue de uno a uno. Desde 1945, en más de doscientas guerras civiles -la mayoría de las guerras se han producido dentro de los países- la relación entre víctimas civiles y militares casi se ha invertido. La cifra de muertos y heridos civiles supera a la de los militares a razón de más de nueve a uno. La relación de la guerra con las políticas homicidas [...] no es que el asesinato de masas sea el subproducto de la guerra. Las campañas homicidas y eliminacionistas de masas contra grupos de civiles o contra pueblos designados como objetivo han sido cada vez más la razón, y el objetivo, de las guerras, más aún de lo que la guerra lo era ya de por sí."

PERFIL DE LOS AGRESORES Y DE LAS VÍCTIMAS
"Los perpetradores de las matanzas y eliminaciones de masas proceden de todas las regiones de los espectros económico y político: los nazis, los regímenes de derechas convencionales, los países democráticos, los comunistas, los nacionalistas y los regímenes que no están animados por una ideología en particular. No obstante, durante el siglo pasado los regímenes comunistas, encabezados e inspirados por la Unión Soviética y China, han matado a más gente que cualquier otro tipo de régimen. Las democracias han sido, con mucho, el tipo de régimen menos homicida (aunque como países colonizadores -momento en que las democracias se transforman en tiranías- han matado a mansalva), si se mide por el número de asesinatos  en masa y por la cifra de víctimas. [...] los asesinatos en masa han sido principalmente de ámbito nacional. Los perpetradores  en su abrumadora mayoría han asesinado a sus conciudadanos.
[...] Según la cifra más baja, los asesinos de masas han matado al doble de personas que los 61 millones /42 millones de militares, 19 millones de civiles) que murieron en las guerras. Según la cifra más alta, los asesinos de masas han matado casi al triple de dicha cantidad. Por cualquier método de contabilidad razonable, los asesinatos y las eliminaciones de masas han sido más mortíferos que la guerra. Y sin embargo, la guerra es considerada, de forma automática y errónea, como el mayor problema de violencia en todo el mundo, y constituye el foco indiscutible  de las instituciones internacionales de seguridad y de la atención mundial."

Las víctimas también tienen un perfil heterogéneo compuesto por todo tipo imaginable de características de grupo: desde el color de la piel (blancos, negros...) hasta la adscripción política (comunistas, anticomunistas...), desde cualidades genéticas (autismo) hasta el propio sexo, etc... Los indígenas han sido especialmente eliminados en nuestro siglo, hecho a menudo olvidado.

Los alemanes tocaron todos los palos, y de todas las maneras imaginables, y en ese sentido fue un genocidio singular.

HOLOCAUSTO: EXPLICACIÓN Y SINGULARIDAD

Mucho se ha escrito y debatido sobre la unicidad del Holocausto en el mundo académico. ¿Fue algo tan único en la historia que se debe diferenciar de todos los genocidios previos o posteriores? ¿Se pueden hacer comparaciones para comprender el Holocausto así como otros genocidios o debemos abstenernos de ello para no ofender a los que ostentan todo tipo de records de ignominia? Algunos como Finkelstein, advierten que los que defienden la singularidad del Holocausto tan solo persiguen inducir que el sufrimiento de los judíos fue mayor que cualquier otro, y que por haber sufrido más tienen más derecho que los demás, esto es, que Israel tiene más derecho que Palestina. Así, salvar al holocausto de cualquier comparación es garantizar una excusa permanente a Israel. Pero más allá del temor político de Finkelstein, las posiciones en torno al debate de la singularidad del Holocausto son más auténticas que una simple (aunque seguramente probable) manipulación política. Goldhagen no entra a resumir las posiciones, pero se puede leer el interesante artículo de Gavriel Rosenfeld (solo en inglés) para profundizar en el candente debate que tuvo lugar en los años 90. En español se puede leer otro artículo de Bauer que analiza la polémica de manera más sosegada y conecta con un sentido más práctico a la hora de aproximarse a los genocidios de nuestra época.

¿Cómo es posible que un país tan civilizado y culto, líder y moderno en su tiempo, ejecutara el holocausto judío? ¿Qué pasó para que los alemanes que se comportaran como bárbaros sin moral? Estas preguntas se han formulado sin cesar desde que terminó la II Guerra Mundial, y se han respondido con respuestas ahistóricas y con mitos y falsedades propagadas por académicos y público en general. Las causas, o más bien, las consideradas "explicaciones convencionales", son analizadas más adelante. Aquí Goldhagen tan solo critica tres de estos MITOS, a saber:

1. Cualquier persona es un asesino en masa en potencia, no hay nada especialmente extraño en ello, solo tienen que darnos la oportunidad y el animal asesino que llevamos dentro saldrá a la superficie.
2. Había otros antisemitas como los alemanes. El antisemitismo alemán no era especialmente diferente de la actitud hacia los judíos de otros pueblos de la época.
3. La tecnología (las cámaras de gas, los trenes, la burocracia, etc...) hizo posible el Holocausto.

Plantear algo tan complejo de una manera tan abstracta, sencilla, casi mágica y sobretodo cercana, puede fascinar al público porque nos presenta a todos como muy próximos a una morbosa transformación en monstruos. Es atrevido y sensacionalista, pero está muy distante de los hechos. Los alemanes no mataron simplemente porque la modernidad y la tecnología lo sirvieran en bandeja de plata. Es cierto que fue el primer genocidio donde la modernidad y la tecnología jugaron un papel importante (toda una industria planificada al efecto), pero los soviéticos y los líderes bolcheviques estaban más cultivados y eran más modernos que los líderes nazis:

"¿«Fascinan» menos a la gente porque no crearon plantas de gaseado (aunque su forma de matar, organizativa y logísticamente era igual de moderna tecnológicamente)? Puede ser. Pero lo que resulta mucho más importante es que la gente en Occidente atribuía los actos de los soviéticos a creencias malignas -el credo del comunismo- que hacía a los actores y a su civilización distintos de nosotros y de nuestra civilización."

Si las ideologías sirven para explicar los otros genocidios, en principio, también podrían servir para explicar el Holocausto. Si el comunismo puede explicar el genocidio perpetrado de los soviéticos, el antisemitismo también puede explicar el Holocausto.

Goldhagen rechaza mitos y explicaciones generales como que la de que "el hombre es un lobo para el hombre" o la que el antisemitismo era igual en todos los países. Recordemos que fue este autor el que insistió hasta la saciedad en un tipo de "antisemitismo eliminacionista" que solo se dio en Alemania, hasta el punto de que los "hombres corrientes" de Browning pasaban a ser "alemanes corrientes" de Goldhagen (debido a la ubicuidad del antisemitismo alemán que hizo que casi toda la población secundara o tolerase el Holocausto). Algunos le criticaron que no hiciese un estudio comparado del antisemitismo europeo, algo que él creía innecesario pues su obra se centraba en Alemania. En el prefacio de la edición alemana explica el por qué: como el fenómeno del antisemitismo por sí mismo no produce un genocidio, sino que necesita de un política eliminacionista estatal, al faltar alguno de los dos factores en los demás países (la política eliminacionista solo se dio en Alemania), no se dan las circunstancias para poder compararse con otro fenómenos similar.

La tecnología de la industria de la muerte que implementó el III Reich ha sido sobrevalorada, precisamente por esa fascinación que genera, pero no era en absoluto necesaria. Según el autor si no hubiesen existido las cámaras de gas, el Holocausto se podría haber producido igualmente con medios más convencionales, medios que de hecho se usaron contra una gran cantidad de judíos. Las cámaras de gas se crearon para aliviar la carga psicológica de la visión de tanta sangre. En el capítulo IV escribe que fue un "raro espíritu inventivo" y su imaginería de que estaban desinfectando Europa de judíos lo que les llevó a las cámaras de gas, pero no su eficacia como se suele creer. La mayoría de sus víctimas no fueron gaseadas y las que fueron gaseadas en Auschwitz las podían haber dejado morir de hambre perfectamente. Mientras gaseaban a sus víctimas, los alemanes siguieron gaseando judíos por decenas de miles: en el plazo de dos o tres días asesinaron a 23.600 en Kamenets-Podolski, 19.000 en Minsk, 21.000 en Rovno, 25.000 junto a Riga y 33.000 en Babi Yar. "Esas tasas de exterminio superaban con mucho las que jamás llegaron a alcanzar las fábricas de muerte que empleaban cámaras de gas."

En cualquier caso lo que explica la singularidad del holocausto, no es la modernidad ni la tecnología (porque según el autor era algo sustituible), sino la variedad de formas, lugares, fases y víctimas que se conjugaron en ese fenómeno. Aunque los alemanes no fueron los que más mataron si fueron los que mataron a una variedad mayor de víctimas y mataron a más gente en promedio anual que todos los regímenes homicidas de masas. Mataron fuera y dentro de su país, como colonizadores y como misioneros apocalípticos, mataban como fin y como medio para aterrorizar. Mataban a sus víctimas de manera aséptica con una industria creada al efecto y también lo hacían cara a cara de la manera más cruel, a veces con fría planificación y otras con calurosa improvisación, etc...


CAPÍTULO 3

¿POR QUÉ EMPIEZAN?


La gente no comprende cómo puede alguien querer matar masivamente. Y como no lo comprenden construyen "explicaciones que niegan que existan tales deseos". Buscan otros motivos como el capitalismo, la globalización, las dictaduras o las burocracias, o conflictos étnicos o de naturaleza humana.

A menudo se presenta la construcción nacional como una de las causas pero el autor no está de acuerdo, y para rebatirlo analiza la historia de la construcción nacional de EEUU. Ese proceso generó tres tipos de disidentes: los tories que se oponían desde el principio al autogobierno de la colonia británica, los sureños que provocaron una guerra civil en donde murieron más estadounidenses que en ninguna guerra, y los indios nativos que fueron los únicos a los que se masacró y segregó (también lo harían con los negros, pero esos eran esclavos, no suponían una amenaza en aquellos tiempos). Tanto a los tories como los sureños se les dio un trato más digno, y aunque se arrasaron amplias zonas del sur durante la guerra, no se intentó eliminar a ningún grupo sureño ni torie. Al contrario, a los tories se les dio la opción de jurar lealtad y reincorporarse a la sociedad, y a los sureños se les permitió retomar el control de sus ciudades y establecer un apartheid que duró más de un siglo.

Resulta algo contradictorio que en el capítulo 1, cuando analizaba el poder transformador del estado moderno, decía que la construcción nacional "impulsaba", "animaba", "iba de la mano" de las campañas eliminacionistas, y sin embargo ahora niega que sea la causa principal. Me pregunto si no existe una contradicción entre "impulsar" y "animar" y no ser la causa principal.

 Existen TRES PERSPECTIVAS generales que tratan de dar respuesta a la pregunta que encabeza el capítulo:

1. El estado. Hay quien defiende que los estados débiles se sienten fácilmente amenazados y reaccionan violentamente contra quienes perciben como sus enemigos o causas de su inestabilidad. Paradójicamente hay otros que defienden justo lo contrario, que el exceso de poder de un estado que lo controla todo no tienen ningún tipo de límites ni sociedad que se oponga a sus excesos. El problema de este enfoque es que, aún cuando sea cierto que el estado es "el principal impulsor de la aniquilación de masas", esto no es suficiente para explicar por qué se matan a unos grupos y a otros no, por qué matan a unos y eliminan a otros de otra manera. ¿Por qué Alemania mataba a enfermos mentales y a los gitanos y la URSS no? En definitiva no consiguen explicar los móviles, que existen al margen del estado.
2. Los prejuicios sociológicos o étnicos. Algunas sociedades ya han elegido a sus chivos expiatorios debido a odios ancestrales, o a conflictos étnicos, religiosos o lingüísticos, o simplemente por que generan visiones rivales basadas en los recursos naturales como en el caso de las colonias. Esta perspectiva adolece de las mismas carencias que la anterior; no logran explicar por qué algunos prejuicios étnicos o sociológicos dan lugar a masacres y otros no. Algunos grupos de víctimas no son el objeto del conflicto, y sin embargo son asesinados masivamente.
3. La psicología del individuo. Ya comentada anteriormente, consiste en la presunción de que llevamos un asesino dentro que está deseoso de salir en cuanto las inhibiciones institucionales y morales cesen en algún momento. Esta perspectiva nos trata a todos los humanos como si fuéramos idénticos, igualmente reactivos a los estímulos externos. No hace gala de ninguna psicología, y al igual que las otras dos, no explica por qué a veces se produce un asesinato de masas y otras no, ni por qué se elige a unos grupos y a otros no.

El autor reniega de estos enfoques porque, o bien pecan por exceso (implican un determinismo que hacen del genocidio algo inevitable) o bien por defecto (no aclara los aspectos específicos del inicio de las masacres), y además privilegian su propio escenario y dan por probados las hipótesis en las que se basan.

Todos estos factores pueden ayudar y aumentar la probabilidad de un desenlace eliminacionista, pero ninguno de ellos por separado o en combinación determinan una masacre. Lejos de la monocausalidad que se le achacaba en VVH, Goldhagen aquí deja todavía más claro que "hay muchos factores que intervienen en un asesinato masivo, de modo que los acontecimientos y factores que requieren una explicación son complejos. [...] Explicar un fenómeno tan complejo con pocos datos hace que resulte tentador simplificar y centrarse en sólo un nivel de análisis."La nueva perspectiva que propone el autor  (la misma que ya propuso en los VVH) es que aunque sean muchos los factores que coadyuvan al eliminacionismo, en lo que se refiere a la fase de la toma de decisión, la decisión de iniciar la matanza, se toma libremente y conforme a una voluntad de matarde unos pocos líderes políticos. A ese respecto, la explicación es autosuficiente y no depende de otros factores.

Goldhagen nos enseña como antes de iniciar un programa eliminacionista ha habido reuniones, debates y órdenes que lo han iniciado. Son los líderes políticos, que si hubiesen actuado o decidido en sentido contrario (y lo podían hacer), los que inician el proceso que los demás ejecutan. Tanto en el caso de Turquía con los armenios que se decidió en marzo de 1915, como en el caso de los jemeres rojos cuando Nuon Chea y más tímidamente Pol Pot ordenaban dar muerte a los monjes en mayo de 1975, y como también en el caso de Hitler con su famosa solución final en 1941, la decisión de matar no era inevitable; si desde el poder se hubiese tomado otra decisión, "ese" genocidio no habría tenido lugar.

Muchas guerras y conflictos no han producido agresiones eliminacionistas porque solo en algunas circunstancias han existido líderes políticos con la decisión de eliminar. El caso paradigmático de Suráfrica echa por tierra todas las explicaciones estructurales y deterministas que olvidan ese factor crucial, la voluntad de matar de un líder político. En Suráfrica se daban todos los factores ideales para que hubiese habido un enorme genocidio: conflictos raciales, de poder, económicos y culturales, además de una violencia prolongada y una gran opresión racista. Pero ni el estado segregacionista blanco inició un genocidio contra los negros, ni los negros, una vez alcanzaron el poder, tomaron tampoco dicha decisión contra los blancos. ¿Por qué? Porque no existió una cúpula de poder, o una sola persona como a menudo sucede, que tuviese los prejuicios eliminacionistas necesarios para soñar, idear, planear, organizar, ordenar y ejecutar las masacres. La planificación a menudo requiere de años (no son explosiones de violencia incontenibles ni respuestas a provocaciones de las víctimas) y de colaboración de subordinados que también comparten los prejuicios. A estos subordinados a veces se les da más o menos libertad sobre cómo llevar a cabo la orden, pero siempre son los líderes los instigadores.

CAPÍTULO 4

CÓMO SE IMPLEMENTAN


La correspondencia de guerra de Martin Mundschütz nos revela como un nazi convencido, pero asqueado de tanta sangre y tanta violencia, solicitaba a sus jefes que lo retirasen de tan insoportable tarea. Estos lo hicieron y Mundschütz solicitó ingresar en las SS asumiendo otros deberes más acordes con su sensibilidad, con su "humanidad". Ejemplos como este los repetía Goldhagen machaconamente en los VVH, para concluir que había posibilidad de discrepar, y que cuando se hacía no se hacía por convencimiento en la injusticia del antisemitismo, sino por otros motivos. Goldhagen rechaza que la población civil o militar sea incapaz de razonar y reflexionar conforme a su humanidad, se niega a tratarlos como robots a los que se les ha lavado el cerebro. Las muestras de disensiones, incluso de carácter político, demuestran que no existía una obediencia ciega a la autoridad. La maquinaria de la destrucción no era capaz de robarles la conciencia a los alemanes, lo que pasaba es que los alemanes ya eran antisemitas antes de que se iniciase ninguna campaña eliminacionista. Pero como todos los estudios se han concentrado en explicar la mentalidad burocrática, la presión psicológica, la maldad intrínseca de la naturaleza humana, etc..., se han olvidado de investigar a los perpetradores. "Se conforman con echarle la culpa a los líderes y a unos cuantos asesinos extraordinariamente bárbaros." Pero como diría Robert Gellatelly"No solo Hitler" fue el que lo hizo posible.

LOS PERPETRADORES

La compleja de tarea de organizar un asesinato masivo requiere de una premeditación y una dedicación a cada detalle, que deja poco espacio a explicaciones sorpresivas. No solo la preparación, sino la ejecución a menudo lleva meses y años, y en ese tiempo la humanidad de los perpetradores sale a flote, porque pasan mucho tiempo custodiando y tratando con sus víctimas en actividades no directamente homicidas.

"Un perpetrador es cualquier persona que conscientemente contribuye de alguna forma tangible a la muerte o eliminación de otros, o a infligir daños a otros como parte de un programa aniquilacionista o eliminacionista. [...] Una institución homicida o eliminacionista es una institución desplegada para el asesinato o la eliminación de masas, y sus miembros matan o eliminan, o aceleran de forma tangible la muerte o la eliminación de otros."

El perpetrador no nace, sino que se hace. O dicho de otra manera, se transforma. Tanto reclutados como voluntarios, en algún momento tienen que realizar la transición desde el punto en el que no sospechan hacia donde pueden estar acercándose, hasta el punto en el que sospechan/aceptan la eventualidad/seguridad del funesto destino de sus víctimas. Y, por lo general, no son coaccionados a realizar algo que no quieren o no aprueban. Eso sería un suicidio político. Es mejor contar con gente que ya tiene la semilla del odio y que poco a poco se va mentalizando de la necesidad de ejecutar el programa eliminacionista. Este esquema coincide con los registros históricos de alemanes, británicos en Kenia, indonesios, jemeres rojos, hutus y tutsis, islamistas políticos, etc..., cuando se les da la oportunidad de no participar, muy pocos suelen aceptar la oferta. Así fue el caso del comandante Wilhelm Trapp que se analizó en los VVH y ahora se menciona de nuevo para reforzar el argumento de que "la participación voluntaria ha sido un rasgo corriente de los asesinatos masivos de nuestra época". Trapp avisó de que al día siguiente se iban a asesinar a judíos polacos, niños incluidos, e intentó animar a sus hombres para que disparasen a quemarropa. No obstante, sabiendo "lo duro" de la misión, les dio la oportunidad de no participar. Tanto en este caso como en otros, apenas nadie aprovechó la oferta y los que lo hicieron no fueron castigados.

Las mujeres también han formado parte de los perpetradores. Es cierto que la mayoría de los perpetradores han sido hombres, pero Goldhagen parece que achaca esto a la habitual división del trabajo, pero cuando han podido o les ha tocado participar, la crueldad de las mujeres ha estado a la altura de sus compañeros. En algunos casos, como el trato hacia las mujeres judías, las perpetradoras eran más crueles que los perpetradores según relataban las supervivientes.

Muchos perpetradores, la gran mayoría, no eran soldados o fanáticos ideologizados a los que se les hubiese lavado el cerebro para que actuasen de aquella manera. Al contrario, eran hombres comunes que voluntaria y gustosamente colaboran en la tarea eliminacionista. Para un acercamiento al papel de estos perpetradores y como los han analizado en los últimos tiempos otros historiadores, puede consultarse el artículo de Adrián Viale, "Perpetradores del Holocausto: una aproximación historiográfica al estudio de los hombres comunes."

INSTITUCIONES ELIMINACIONISTAS

Cuando se trata de eliminar, el ejército y la policía no es suficiente, el ingenio asesino idea instituciones como las marchas de la muerte, las unidades móviles, el sistema de campos y los escuadrones de la muerte. Cada uno recibe un análisis pormenorizado, pero quizás el más terrible es el sistema de campos, algunos de los cuales se denominan campos de concentración.

"[...] Auschwitz, Treblinka y otros, son las instalaciones de exterminio más tristemente célebres. Para los judíos (y los manuches y romaníes), aunque no para el resto de los prisioneros, los campos de los alemanes en general -no solo estas fábricas de muerte, construidas para la aniquilación en masa- eran instalaciones de exterminio, con tasas de mortalidad que a menudo llegaban al 100 por cien. Las elevadas tasas de mortalidad comparativas del gran campo de Mauthausen demuestran la disparidad."


La mayoría de los campos no solo son visibles, sino que sus líderes políticos presumen de ellos. Es un mito que los alemanes no supieran nada de lo que pasaba en los campos:

"Los alemanes construyeron veinte mil campos por toda Europa, y miles en la propia Alemania. Sólo en Berlín había 645 campos de trabajos forzados, y el estado de Hesse (de un tamaño similar al estado de New Jersey) tenía por lo menos 606 campos -uno por cada rectángulo de ocho por once kilómetros-. Los alemanes conocían muy bien la existencia de los campos y sus funciones básicas de dominación violenta, esclavitud y asesinato. (La absurda idea de que los alemanes corrientes no sabían que esas cosas ocurrían  abiertamente por todo el país es uno de los mitos que siguen propagando los apologistas de Alemania pese a la unanimidad de los expertos serios sobre el hecho de que el conocimiento incluso del asesinato masivo de los judíos estaba enormemente difundido en Alemania)."

No obstante esto puede variar según los casos. El caso de los gulags de los soviéticos era todo lo contrario, lo mantenían en secreto y los confinaban a Siberia y el Ártico deshabitado, pero por lo general el secreto es contraproducente, ya que el valor intimidatorio de los campos es útil también extramuros para los potenciales disidentes.

MEDIOS Y MÉTODOS

En esta sección Goldhagen desarrolla una de sus viejas tesis, a saber, que la tecnología moderna no era, ni es, necesaria para cometer un asesinato de masas. Ni lo fueron las cámaras de gas, tal y como ya he comentado anteriormente, ni lo son todos los medios que el mundo contemporáneo puede ofrecer a los perpetradores. Por ejemplo cuando los tutsis masacraron a los hutus, Burundi era uno de los países más pobres. Y cuando al revés, los hutus masacraron a los tutsis, Ruanda era también un país casi igualmente pobre. Con estos medios se consiguió una "exitosa" campaña eliminacionista con una tasa mensual de muertos mayor que la de los alemanes con los judíos.

El caso de los jemeres rojos en 1975, que tomaron el poder en una Camboya asolada por la guerra, también nos confirma esta tesis de que la tecnología del horror era innecesaria. Aunque debido a su peculiaridad ideológica, se podría decir que ellos no podían hacerlo de otra forma. Estaban animados por "una extraña mezcla de marxismo apocalíptico y una visión romántica de la antigua civilización camboyana", de manera que despreciaban toda la tecnología como símbolo de una corrupta modernidad. Las ciudades, siempre más modernas que las zonas rurales, fueron desalojadas y obligaron a la gente a emigrar a las "cooperativas" rurales para vivieran y trabajaran sin las máquinas que habían sido abandonadas o destruidas. Este suicidio económico hacía que cavasen hoyos con las manos y matasen a los opositores con palos, ya que las balas había que ahorrarlas. Hicieron de Camboya el país asesino más pequeño del mundo que lograría el triste record de más del 20% de población asesinada (aparte de la colonia alemana de África del Suroeste).

LA RESPONSABILIDAD MORAL DE QUIEN PUDO HACER ALGO Y NO HIZO NADA: LOS TESTIGOS Y LA RESISTENCIA.

Los testigos juegan un papel esencial. Tanto si están presentes como si están lejos, tanto si son ciudadanos anónimos como si son ministros, todas esas personas que no son ni perpetradores ni víctimas pueden influir con sus acciones o sus omisiones, pueden ayudar o entorpecer a los perpetradores. Algunos están bajo la bota del perpetrador que ha ocupado su país, mientras se eliminan a sus vecinos, y otros comparten identidad esencial con los perpetradores. Algunos los animan, otros los critican. Otros pocos ostentan cargos de influencia moral, como la Iglesia Católica o la Cruz Roja aunque la mayoría callan y otorgan haciéndoles sentir a los asesinos que no están solos en su labor homicida.

"Cuando los testigos desaprueban una agresión eliminacionista, pueden salvar vidas. Carece de sentido mantener que es imposible ayudar a las personas que son objeto de exterminio -una noción que han planteado muchos escritores sobre el nazismo y el Holocausto, y que exculpa a los alemanes, a las poblaciones de los países ocupados y las instituciones religiosas, en especial a la Iglesia Católica-. Si nos fijamos en las insurgencias guerrilleras, sabemos que si la población de un país no apoya a su gobierno, los insurgentes recibirán comida, refugio, ayuda e inteligencia. Eso fue lo que ocurrió con los guerrilleros polacos en Polonia, con los guerrilleros soviéticos en la Unión Soviética o con la resistencia francesa en Francia, por citar solo algunos ejemplos, durante la II Guerra Mundial. Se podría prestar una ayuda similar, y a veces se presta, a las víctimas de las agresiones eliminacionistas. Cuando no se presta nos dice mucho  sobre la actitud del populacho hacia el asesinato y la eliminación de masas. Cuando la gente presta ayuda, pueden salvarse muchas vidas. La población danesa salvó prácticamente a todos los judíos que había en su país, incluidos muchos no daneses, transbordándolos a Suecia, país no beligerante."

Al igual que los testigos pueden pasar a ser perpetradores cuando denuncian la localización de las víctimas o colaboran con los genuinos perpetradores, también pueden convertirse en resistencia cuando toman las armas contra los perpetradores. Sin embargo la resistencia pocas veces ha sido eficaz. Ni siquiera las víctimas se han levantado en defensa propia. Para hacerlo, o bien deben tener una mínima esperanza de éxito (cosa que puede suceder en la guerra, pero no en una agresión eliminacionista donde no hay un ejército que se oponga al agresor) o bien deben tener certeza sobre su final inmediato como en el caso de algunos  judíos en guetos y campos (y en ese caso la victoria puede ser simbólica, pero la derrota final es catastrófica). Goldhagen critica a los que critican la supuesta pasividad de los judíos, comparando sus posibilidades con las de la resistencia que tenían armas, infraestructura, no vivían en campos y no tenían que estar pendientes de sus familias.

Los perpetradores lo han tenido fácil para masacrar, torturar o encarcelar. La tasa de éxito en comparación con una guerra es muchísimo mayor. A pesar de no encontrar oposición, a posteriori, los perpetradores suelen alegar legítima defensa, pero si ha habido víctimas entre ellos han sido poquísimas, que esta vez sí, ejercían su derecho a la legítima defensa.

"[...] apologistas retrospectivos [...] alegan que los perpetradores tenían la mentalidad de quienes están en guerra, o que sentían un genuino temor de sus víctimas, como si el temor no fuera otra cosa que el resultado de sus prejuicios, de su racismo y de su odio."

CAPÍTULO 5. 

POR QUÉ ACTÚAN LOS PERPETRADORES


Los estudios sobre los perpetradores escasean y casi nunca se preguntan el por qué. Dan por supuesto que los perpetradores aprueban, automáticamente y sin ninguna reflexión, sus propios actos. Otras veces niegan su voluntariedad y otros tipos de crueldades innecesarias para el objetivo de matar, como las burlas, mofarse de un indefenso o mostrarlo como trofeo, y sobre todo la violencia sobre los niños.

Una cosa es compartir los argumentos y fines (oficiales) de sus líderes y otra obedecer por fe en ellos. Pueden actuar porque aunque no comparten sus fines, la aniquilación puede ser deseable por algunos otros motivos diferentes a los expresados por sus líderes. Sea como fuere, Goldhagen no cree que sea posible que alguien no tenga un punto de vista moral sobre masacrar o no masacrar. Es algo que no te puede dejar indiferente. En su exhaustiva búsqueda de todas las elecciones que se les pueden presentar a los perpetradores, ha elaborado una matriz con las diferentes variantes:



"¿Creen los perpetradores que están haciéndole a su pueblo un gran servicio histórico, o creen que están cometiendo una transgresión moral y un gran crimen? En el segundo caso, entonces, ¿cómo es que persisten, desde un punto de vista emocional y psicológico?"

En una primera fase de la investigación sería necesario saber si los asesinos querían asesinar o de alguna manera se les tuvo que forzar o convencer. La verdadera meta de la investigación debe ser hallar la respuesta a si los perpetradores creen que las víctimas se merecen ser eliminadas, en la justicia del programa eliminador: De ser así, ¿cómo ha llegado a esa conclusión? Y en caso contrario, ¿por qué mata o colabora?

Entre los argumentos que defienden que los perpetradores desaprueban (o no aprueban) las matanzas, hay 6 POSTULADOS que típicamente se han esgrimido para responder (erróneamente) a la pregunta de cómo es posible que alguien que no quiere matar... termine matando.

1.- Los perpetradores son coaccionados.
Está claro que en el caso del Holocausto no hubo ninguna evidencia en los juicios de la posguerra que probase que eso era cierto, más bien al contrario, hay evidencias de que no se les castigó ni sancionó de ninguna manera (ver el caso mencionado anteriormente de Wilhelm Trap). Lo mismo se predica de los demás genocidios. Los líderes dependen de sus seguidores y no se pueden permitir el lujo de violentar sus voluntades y su moral. Por mucha tiranía bajo la que se viva, los tiranos no se arriesgan a perder la confianza de sus seguidores llevándoles hasta tal extremo. Sencillamente la coacción no es necesaria (salvo algunos rarísimos casos) porque es fácil encontrar a gente que está de acuerdo con matar a un grupo concreto de víctimas. No hay que convencerlos de nada, a lo sumo de la oportunidad, del momento o de la impunidad legal que les cubrirá.

2.- Obediencia a la autoridad.
Este postulado llega a conferirle a la autoridad un poder casi hipnótico. Una primera versióndel postulado dice que se obedece por sentido del deber, superando los obstáculos morales que pasan a ser de un orden menor. Pero la gente desobedece constantemente tanto en las dictaduras como en las democracias. La policía existe por algo, y las cárceles también. La historia está llena de ejemplos de insubordinación, deserciones y revoluciones populares que han derrocado la autoridad anteriormente legítima. Incluso en las guerras y en las masacres, los mismos perpetradores han desobedecido otras órdenes que no tenían nada que ver con las matanzas. Los mismos generales alemanes a quienes se les supone una mente cuadriculada y obediente, conspiraron para matar a Hitler. No existe un poder suficiente para convencer a la gente para que mate, solo porque el poder lo diga. La gente puede cambiar su conducta cívica hasta convertirse en criminales, pero lo hace por otros motivos, no por el hecho de que una orden provenga de la autoridad.



Goldhagen se refiere al famoso experimento de Milgram en la Universidad de Yale en los años 60, y no solo critica su extrapolación a la conducta de los nazis, sino que lo califica de pseudocientífico e invalida sus conclusiones sin mayores explicaciones. En el experimento Milgram, un supuesto científico le ordena a un participante que aplique descargas eléctricas a otra persona que no ve, pero que sí oye gritar. Por supuesto el participante no sabe que el científico y el torturado son parte del experimento y que no se está produciendo ninguna tortura. Pero la conclusión del experimento es inquietante porque muchos más participantes de los que cabría esperar terminan aplicando descargas mortales (más de la mitad) solo porque se lo dice la autoridad (el científico con su bata blanca). La conclusión es que muchas personas normales podemos comportarnos como sádicos sin demasiada resistencia, solo porque nos lo ordena la autoridad. Según Goldhagen si Milgram hubiese extrapolado sus resultados para explicar el pago de impuestos o la delincuencia, no habría tenido tanto éxito y habría caído en el ridículo, porque es obvio que la que gente infringe normas estatales desobedeciendo a la autoridad. Independientemente de que el experimento no pueda explicar la conducta de los nazis, lo cual puedo compartir, es un experimento lo suficientemente sorprendente y sostenido en posteriores versiones como para despacharlo en un solo párrafo.

A mí me parece que no es una buena crítica, pues mientras el experimento Milgram pone al sujeto en la tesitura de obedecer una orden en la que no tiene ningún interés (de hecho se supone que la rechaza, rechaza el sufrimiento ajeno) los ejemplos aportados por Goldhagen si tendrían un beneficio para el sujeto (robar para el ladrón y evadir impuesto para el defraudador de impuestos). Consecuentemente, Goldhagen podría haber invalidado el experimento Milgram aportando la ubicuidad de su famoso antisemitismo eliminador, que haría que los sujetos estuvieran interesados en hacer sufrir a la víctima judía, y por tanto las conclusiones del experimento no serían aplicables.

Hay una segunda variante de este postulado, que sería la de que las órdenes de la autoridad "tienden a percibirse como intrínsecamente legítimas", es decir, que el sujeto confía, supone o deduce la rectitud de la orden estatal. No hay deber de obedecer como en la primera versión, sino un convencimiento de la rectitud solo por el hecho de que venga del estado. En la primera versión el ciudadano apoya aun cuando puede estar en contra, en la segunda versión el ciudadano apoya porque termina convenciéndose de su contenido. Goldhagen escribe que esta segunda versión la explicará más adelante, pero yo por lo menos no la he encontrado.

3. La presión psicológica social.
Según este postulado, la presión de los demás es lo suficientemente fuerte para salvar todo tipo de obstáculos morales. El clásico "ovejas bobas, donde van una van todas", se configura como una bobada a la hora de explicar las acciones eliminacionistas. Ni las condiciones psicológicas ni sociales son las mismas para todos los perpetradores ni hay ninguna evidencia que lo demuestre. De hecho tiene un fallo argumentativo que lo invalida en sí mismo. Para que exista presión tiene que haber una mayoría que presione, y si la mayoría presiona entonces ya no tienen que ser convencidos de nada. El supuesto podría valer para explicar cómo influye la opinión de los demás en una minoría, pero no explica lo que nos ocupa aquí; la hipótesis (nunca demostrada) de cómo la mayoría de los asesinos se convirtieron en asesinos (contra su voluntad o conciencia iniciales).

4. Mentalidad burocrática.
Este postulado nació con el mediático juicio de Adolf Eichmann en Israel. Se trata de la archiconocida "banalidad del mal" sobre la que Hannah Arendt escribió tras asistir al juicio y según la cual "cualquiera lo haría".  Debido a la cadena de la burocracia los burócratas se afanan por hacer el trabajo de manera robótica, desconectados de su conciencia y sin reparar en juicios morales. (No confundir con ninguna de las dos versiones del segundo postulado -aclaración hecha por el propio escritor). El fallo de Arendt (no queda claro sin intencionado o no) es asumir que Eichmann no era antisemita, cuando había registros históricos que demostraban lo contrario, incluida una entrevista en The Times en la que Eichmann decía: "Me reiré cuando me precipite a mi tumba, debido a la sensación de que he matado a cinco millones de judíos. Eso me da mucha satisfacción y placer."

Aún cuando haya burócratas que puedan tener sus labores divididas, como por ejemplo la policía, nunca se llega a la caricatura robótica que plantea Arendt. Los burócratas tienen puntos de vista sobre el hecho de matar a miles de personas, niños incluidos. Y además si por algo se conoce la imagen del burócrata es por no ser diligente ni enérgico con las órdenes dadas, más bien al contrario, se les suele ver como desmotivados, remolones e ineficientes. Aunque no sea necesariamente así, el caso es que el postulado se basa en una imagen totalmente contraria a lo que conocemos por funcionario.

Otra versión de este mismo postulado nos ofrece la visión de un burócrata centrado en su parte del trabajo, con un trabajo tan fragmentado en diferentes partesque no se sabe la maldad total del mismo. Esto es fácilmente rebatible, pues en la inmensa mayoría de los casos los perpetradores presencian y ejecutan, a veces cara a cara, a sus víctimas, y saben por tanto lo que están haciendo.

5. Beneficio.
Hay quien defiende que la razón para matar es obtener un beneficio económico de las víctimas. El problema es que no hay evidencias de la mayoría de los perpetradores obtuvieran beneficios materiales importantes, o incluso ascensos. Algunos incluso eran castigados por saquear. Y aún en el caso de que así fuera, esto no demuestra que sea la razón para matar, sino más bien un subproducto inevitable de la masacre, al fin y al cabo, esas posesiones que se quedan sin dueño alguien se las tendría que quedar. Quien quiera que se las quedase, no demuestra que ese fuera el objetivo principal, sino un aprovechamiento que es de esperar en particular en países pobres donde los perpetradores tantas veces han actuado. Además, si el objetivo hubiese sido el beneficio, ¿por qué no robar sin matar?

6. La naturaleza humana.
Ignorando el análisis sobre el terreno y los matices, algunos no se cansan de hablar de la supuesta maldad contenida que todos llevamos dentro, siempre dispuesta a explotar en el momento propicio cuando las normas sociales se vuelven más laxas. Un argumento tan genérico y tan infundado nos hace a todos protoculpables por igual,  y no sirve para estudiar la casuística de las agresiones eliminacionistas en el mapa mundi. Cuando es aplicado a unos pueblos en concreto, en realidad tan solo es una explicación racista que demuestra la incapacidad de analizar de quien la formula.

Todos estos postulados fracasan en su tarea porque no han sido nunca demostrados y además, parten de una suposición falsa; que los perpetradores actuaban contra su voluntad. Están llenos de errores conceptuales, empíricos, teóricos, comparativos y una falta absoluta de rigor por parte de quienes los esgrimen. Y aunque no valen como explicaciones genéricas, Goldhagen admite que en algún caso concreto pudieran servir, en teoría, para explicar por qué algunas personas hacen algunas cosas. Pero en la práctica se topan con una tozuda realidad que las invalida también. Esa realidad no es otra que "las otras acciones de los perpetradores".

LA PRUEBA DEFINITIVA: LAS OTRAS ACCIONES DE LOS PERPETRADORES

Estas acciones son la crueldad gratuita, la energía y el ardor homicida, la improvisación para matar más, la burla, las fotografías a modo de trofeo, el orgullo mostrado, la saña y el odio mostrados, las risas..., todo esto según las propias palabras de los perpetradores durante las matanzas, no después de ellas cuando son detenidos y juzgados, porque entonces solo son excusas exculpatorias. Todas estas acciones son una "prueba abrumadora de que eran verdugos conscientes y voluntarios". Aunque siempre hay excepciones, las que se refieren a perpetradores que manifestaban su incomodidad con las matanzas a menudo solo mostrabanasco ante tantas vísceras y masas encefálicas en sus botas, no eranobjeciones de fondo. Los únicos remordimientos que suelen tener los perpetradores, en palabras de Élie Mizinge, uno de los perpetradores hutus dispuesto a hablar, era el siguiente: "La mayoría de los asesinos lamentan no haber acabado del trabajo. Se acusan de negligencia más que de maldad."

No solo en este apartado, sino a lo largo de todo el libro, Goldhagen reproduce testimonios y datos para dar consistencia a sus tesis. En este caso los testimonios son muchos y divididos en zonas de asesinatos masivos: África del Suroeste, Turquía, Alemania, ocupación británica de Kenia, Indonesia, Bangladesh, Burundi, Camboya, Guatemala, Bosnia, Ruanda, Darfur....relatos y palabras que rozan la pornografía del horror, difíciles de leer y de escribir como confiesa el propio autor al analizar ese tipo de crueldades en la sección "Mundos Personales". Goldhagen rechaza inferir una jerarquía moral de una jerarquía del dolor, lo que intenta es diseccionar el cómo y el por qué de todos estos diferentes horrores, y para ello es necesario estudiar la variación y gradación del terror.

EL VERDADERO MOTIVO: LAS CREENCIAS DE LOS PERPETRADORES Y SU CONCEPTUALIZACIÓN DE LAS VÍCTIMAS

"La forma en que los perpetradores conciben a la población objetivo es el factor crítico" para que los perpetradores se impliquen personalmente en la tarea de asesinar masivamente. Estos conceptos singulares y variantes pueden explicar la variabilidad en el trato que se da a las diferentes víctimas. Las explicaciones convencionales dependen de factores constantes, que lógicamente no pueden explicar la variabilidad de los resultados. Las creencias variantes de los perpetradores y las diferentes conceptualizaciones de sus víctimas sí pueden aventurarse a explicar unos resultados variables.

Y si, tal y como sostiene el autor, los perpetradores aprueban lo que hacen, la siguiente pregunta es por qué y cómo lo hacen, cómo consiguen sustraerle a sus víctimas el valor humano que se les supone en una sociedad. Hay 4 FORMAS de hacerlo:

1. Por culpa de la guerra. Algunas contiendas militares generan un odio inexistente antes de estallar el conflicto, y retratan a los enemigos como animales o insectos. Antes de Pearl Harbor los estadounidenses, que salvo algunos prejuicios hacia los orientales en general, no sentían odio hacia los japoneses, los llamaban "monos, babuinos, perros, ratas, víboras, cucarachas o sabandijas". El famoso argumento de "ellos empezaron", independientemente de que sea cierto o no, y que se ve seguido del "ahora van a probar una doble dosis de su propia medicina" es muy convincente, pero no deja de ser criminal como cualquier asesinato de masas. El "ojo por ojo y diente por diente" puede ser comprensible, pero no es una justificación moral.

2. Por culpa de las ideologías. Las visiones políticas del mundo nos dicen cómo debe organizarse la sociedad, y qué miembros de la misma son enemigos. Aunque Goldhagen ahonda en la historia y señala a unos y a otros, a la hora de criticar el armazón ideológico se ensaña más con la izquierda que con la derecha. A la derecha la acusa de usar la seguridad nacional y el sentimiento nacionalista como excusa para militarizar y segregar racialmente. Pero el comunismo deja poco espacio a la disidencia, se nutre de "campesinos pobres y resentidos" que educan a los suyos en una "convicción fanática en la justicia de sus sistemas políticos" y prometen una purificación transformadora e ideal de sus sociedades. Al final lo único que hacen es controlar orwelianamente a sus ciudadanos, homogeneizando y desecando su cultura y economía, e idiotizando el pensamiento. En el capítulo 10, al evaluar el penoso papel de la ONU en el eliminacionismo, vuelve a arremeter contra el marxismo y apuesta claramente por el capitalismo como el futuro al que dirigirse, y condena enérgicamente al marxismo como un pasado del que alejarse. A mi modo de ver, esto me resulta muy escueto y poco profesional, ya que un par de frases contra un pensamiento sobre el que tanto se ha escrito y filosofado, deja necesariamente al lector con una gran insatisfacción y preguntándose si debería meterse en esos lodazales:
"Los soviéticos intentaban hacer realidad lo imposible, una sociedad industrializada moderna basada en una teoría social, el marxismo, que negaba determinados fundamentos de una modernidad operativa: los mercados libres y el trabajo libre."
Y por si queda alguna duda, sobre la globalización, escribe:
"El problema es que quienes (equivocadamente) que dichas condiciones estructurales causan el asesinato de masas también querrían -de forma no realista, y probablemente en detrimento de las poblaciones de muchos países- detener o reducir en gran medida esas transacciones al capitalismo y al desarrollo económico, a la construcción nacional, a la plena inclusión política de la gente en la política de su país y a la globalización. Sean cuales sean las irregularidades, los costes y las transiciones a corto y medio plazo de esos procesos modernizadores y globalizadores, sea cual sea la necesidad de gestionarlos mejor, son indudablemente necesarios para una mayor prosperidad general a largo plazo."
Aún así, parece que concede alguna bondad a sus principios, y contempla la posibilidad de alguna mala interpretación o aplicación del marxismo:
"Los principios universales del marxismo no reconocen diferencias de origen nacional o étnico, pero el comunismo del mundo real suele asociar su marxismo a un chovinismo nacional o étnico."
Dentro de esta categoría de "ideología", Goldhagen incluye a los islamitas políticos como Al Qaeda. Sin embargo, como veremos al final del libro, la religión no tiene en la obra de Goldhagen una sección propia y es tratada con ligereza, sin hacerla responsable directamente de nada.

3. Por culpa de los prejuicios. Aunque las ideologías pueden contener prejuicios, algunos son tan ancestrales que perviven en algunas sociedades al margen de toda forma política. Se trata de racismo y odio arraigado en zonas políticamente disputadas que frecuentemente se ven agravados por afiliaciones religiosas. En Yugoslavia, el catolicismo, el cristianismo ortodoxo y el islam han "agravado" los prejuicios de la zona, y Asia meridional los odios entre musulmanes e hindúes, y entre paquistaníes y bengalíes generaba enemistades "de base principalmente religiosa". No obstante, y como escribía antes, la religión no parece tener que rendir cuentas ante el autor.

4. Por culpa de un atraso moral. Esta cuarta forma no es en realidad una manera de anular el valor humano, sino una explicación histórica de como algunas civilizaciones no han llegado a él todavía. Se trata de sociedades, normalmente previas a la Ilustración, que no reconocían la universalidad e igualdad de todos los seres humanos (desde la antigua Grecia hasta los primeros colonizadores europeos, pasando por el Japón imperial y la más reciente República Democrática del Congo). Esto es inusual en nuestra época. El autor abre un debate sobre la responsabilidad moral de estas sociedades, que deja totalmente en el aire.

ESTALLIDOS DE VIOLENCIA, DISIDENTES APARENTES Y NECESIDAD DE JUSTIFICACIÓN

Cuando se habla de un estallido de violencia se piensa que explota de manera espontánea, pero no es así. Entre los participantes siempre hay gente que ha estado esperando, deseando el momento en el que poder estallar para actuar salvaje y frenéticamente. Ni la psicología de masas ni el comportamiento de multitud pueden explicar por qué siguen las agresiones "tras el espasmo inicial de violencia", y es porque no reparan en los prejuicios preexistentes y reprimidos de la gente que les hacen continuar. Algunos no lo hacen, o no lo aprueban, pero ello no implica necesariamente ausencia de prejuicio; en ese sentido son disidentes solo en apariencia, junto a los casos de disidencia por asco (como el de Martin Mundschütz, antes comentado).
"Entre quienes creen que la gente señalada para la eliminación en principio merece su destino hay, no obstante, algunos que desaprueban un castigo determinado, en particular la aniquilación masiva, porque la consideran inmoral. Esta actitud -creencia en la culpa de una persona, creencia en la necesidad de un castigo severo, pero oposición a matar- caracteriza en muchas sociedades a las personas que se oponen a la pena de muerte, incluso para los criminales que han cometido los actos más atroces. Así pues, algunas personas animadas por grandes prejuicios se retraen ante las soluciones eliminacionistas más definitivas."
Como los perpetradores son conscientes de que están haciendo algo radical e histórico, y creen hacerlo en nombre de su pueblo, raza o grupo, desean obtener la justificación de los suyos. Quieren ser héroes, no canallas ni ser castigados tras las masacres. Saben que no les espera ningún castigo. Así fue en Turquía, Japón, Alemania, Burundi, Ruanda, Serbia, etc... De ahí el papel tan importante de los testigos. Si ellos comparten los objetivos eliminacionistas, entonces son el lubricante social que permite que los perpetradores vuelvan a sus hogares siendo homenajeados y no castigados, y toda la literatura que tiene la coerción o el terror como eje central se convierte automáticamente en papel mojado. Esta necesidad de aprobación tiene su excepción en los regímenes comunistas, que trataban a sus súbditos como inmaduros e incapaces de comprender el sacrificio en aras de la futura utopía, y por ello "sus dictaduras comunistas deben obligar, a veces con violencia, a su pueblo a construir y a incorporarse a la dictadura prometida comunista".

Más adelante, en el capítulo 7 escribe algo que parece una contradicción, ya que no se puede prescindir de la necesidad de aprobación y al mismo tiempo buscar convencer de la necesidad de eliminar:
"Estos y otros liderazgos comunistas, con un poder recién conquistado, buscaban preparar a sus seguidores y a su sociedad en general para las iniciativas eliminacionistas, convenciéndoles de que para producir la futura utopía era necesario el sacrificio de mucha gente, específicamente el de los malignos enemigos de clase y otros grupos considerados hostiles a la revolución, a la nación o al futuro paraíso comunista." [Las cursivas son mías]
CULPA COLECTIVA

Goldhagen anda sobre el filo de la navaja en lo referente a la cuestión de la culpa colectiva. Parece querer rechazar lo irracional de de la culpa colectiva pero manteniendo la expresión, y ello le lleva a hilar demasiado fino con ejercicios lingüísticos que no eran necesarios. Ya cuando publicó los VVH muchos lo acusaron de culpar a todo el pueblo alemán con su expresión "alemanes corrientes" y sus otros argumentos que señalaban a Alemania como la única capaz de haber hecho el Holocausto judío. En el prefacio a la edición alemana, que salió posteriormente a la norteamericana, contestaba a estas acusaciones negando tajantemente la culpabilidad de todos los alemanes por el mero hecho de ser alemanes. Son culpables los individuos por sus acciones, no los miembros de los grupos por su pertenencia (la culpa no se transmite). Pero una cosa es ser culpable, con las consecuencias jurídicas que ello implica, y otra ser moralmente responsable por respaldar o callar ante los actos de los demás (esta última cuestión queda al margen del primer y tercer libro de Goldhagen, tan solo el segundo se centra en ello). No a la culpa colectiva legal, pero sí a la culpa moral de los muchos individuos que actuaron mal, y otros que hubiesen estado dispuestos a hacerlo de habérsele presentado la oportunidad.

"Cuando las víctimas identifican estrechamente a los testigos con los perpetradores, suelen lanzar la acusación de culpa colectiva (en el sentido de que la nación, el pueblo o el grupo de los perpetradores son criminalmente culpables). Esa acusación tiene una sólida base empírica en el abrumador apoyo que las víctimas ven que el populacho en general presta a la empresa eliminacionista, de modo que los que se oponen a ella parecen raras excepciones. [...] Las víctimas y otros contemporáneos saben que los testigos compatriotas y los miembros de su clan étnico o racial generalmente apoyan los asesinatos y las eliminaciones de masas. Eso es correcto. [...] Indudablemente es cierto que muchos perpetradores turcos, alemanes, serbios y hutus fueron colectivamente culpables desde el momento que como perpetradores trataron con crueldad, expulsaron y asesinaron de forma concertada, pero eso no es lo mismo que decir que todos los turcos, los alemanes, los serbios o los hutus son culpables por ser miembros de pueblos que apoyaron ampliamente a los perpetradores de las eliminaciones. Los turcos, los alemanes, los serbios y los hutus a título individual deberían considerarse  legalmente culpables por sus actos criminales individuales (que pueden incluir la pertenencia a organizaciones criminales), pero deben considerarse moralmente responsables de sus posiciones morales individuales."

RELACIÓN LÍDERES-PERPETRADORES Y CREENCIAS LATENTES

Tradicionalmente se presenta a los líderes como todopoderosos y a los seguidores como incapaces de tener criterio propio, prácticamente como esponjas que absorben todo. Nadie defiende estos extremos en el resto de áreas de la política. La norma en todos los regímenes es la desconfianza y la disensión, incluso en la guerra, especialmente si la política consiste en matar a grupos de personas, niños incluidos. Las predisposiciones de los seguidores deben cultivarse, y germinarán llegado el momento. Pero si no existen esas creencias latentes, y sin la ayuda de alguna agresión, es improbable que los líderes consigan que una masa de seguidores se vuelvan asesinos de masas.

Quienes dudan de lo relevante de las creencias de los perpetradores, arguyen que estas deberían haber estado siempre manifiestas y que por tanto los genocidios se habrían producido mucho antes. La clave está en la chispa que debe encender el político, que una vez que se produce ya sea con discursos o con otras medidas, pone en marcha a los seguidores que de otra forma no harían nada. No se trata del poder carismático de los líderes políticos, que salvo en el caso de Hitler no suelen existir en las agresiones eliminacionistas. Incluso en el caso de Hitler, los líderes tienen que hacer frente a la resistencia cuando tratan de violentar el sistema moral de sus seguidores. El carisma no es una todopoderosa hipnosis colectiva, sino todo lo más, un desencadenante de pasiones reprimidas y creencias latentes, que se configura con una lógica natural.

El perpetrador hutu Ignace Rukiramacumu lo cuenta así:

"«Creo que la posibilidad del genocidio salió como salió porque estaba a la espera, a que la señal de los tiempos, como el accidente aéreo, le diera un empujón en el último momento. [...] Nunca hubo necesidad de que lo habláramos entre nosotros. La reflexión de las autoridades la hizo madurar de forma natural, y a continuación nos la propusieron. Como era su única propuesta y prometía ser definitiva, aprovechamos la ocasión. Sabíamos muy bien lo que había que hacer, y nos pusimos a ello sin inmutarnos porque parecía la solución perfecta.»"

CAPÍTULO 6.

POR QUÉ ACABAN


Las prácticas eliminacionistas analizadas por Goldhagen (hereros, belgas, armenios, indonesios, jemeres rojos, soviéticos, alemanes, China, Burundi, Latinoamérica, Guerra del Golfo, Yugoslavia, Ruanda, Afganistán...) siempre acaban por uno de estos TRES MOTIVOS:

1º. Consiguen sus objetivos
2º. Mueren los perpetradores o son derrocados internamente.
3º. Son derrotados por una tercera fuerza extranjera, cuya intervención no ha sido motiva para acabar con las prácticas eliminacionistas, sino por otros motivos. (Las tardías intervenciones de la OTAN en Bosnia y Kosovo, o la de la ONU en Timor Oriental en 1999, son raras excepciones).

LA COMUNIDAD INTERNACIONAL MANEJADA POR LAS GRANDES POTENCIAS A SU ANTOJO.

Pero deberían, y podrían haber acabado antes, sino fuera por la pasividad e indiferencia de la comunidad internacional que no actúa por racismo o por intereses nacionales geoestratégicos. Pero actualmente estamos dotados de más medios, tenemos más capacidad para intervenir y conocemos más y mejor en tiempo casi real que hace unas décadas, cuando la guerra fría colapsaba el consejo de seguridad de la ONU. Pero estos avances solo son aparentes y harto insuficientes. Seguimos permitiendo el genocidio en función de nuestros intereses; la humanidad de la intervención solo es retórica de cara a la galería.

Y aunque la URSS parece ser a ojos del autor la principal responsable de la inoperancia de los organismos internacionales, además de la que envenenó desde su origen la Convención sobre el Genocidio, no esconde en ningún momento la complicidad de EEUU con las tiranías eliminacionistas y su hipocresía en el escenario internacional:
"En su discurso en la ceremonia de entrega de diplomas en la Academia Naval de Estados Unidos, el 25 de mayo de 1994, Clinton declaraba: «Nosotros no podemos resolver todos los estallidos de conflictos civiles de este tipo. [...] Que nos impliquemos o no en cualquiera de los conflictos étnicos del mundo debe depender a fin de cuentas del peso acumulado de los intereses estadounidenses que estén juego.»"
La reflexión más relevante sería la que condena el mismísimo principio de no intervención. La historia de su nacimiento, la deja obsoleta ante la actual amenaza eliminacionista (como se explicará en el último capítulo cuando critica la colaboración de la ONU en tantas acciones eliminacionistas). Este principio del derecho internacional impide que unos estados se injieran en los asuntos de los otros países, y emana de la soberanía que cada país tiene para gobernarse a sí mismo. Pero este argumento para no intervenir, es en realidad una excusa, pues el principio se viola constantemente cuando interesa. El caso es que nunca se viola para impedir una masacre.

La Convención para la Prevención y Sanción del Delito de Genocidio, en principio, ilegaliza el genocidio y llama a la intervención cuando se produce. Pero en la práctica es una herramienta interesada, en parte debido a que la URSS, "uno de los regímenes más destacadamente homicidas de todos los tiempos", tenía derecho de veto en las ponencias. La URSS, debido a que cuando se redactaba el texto todavía estaban operativos sus gulags, se encargó de excluir de los motivos del genocidio las razones políticas o los objetivos económicos. Esto, junto a que no existe un límite numérico en la definición (solo parece claro que cientos de miles o millones de víctimas serían claramente un genocidio), que se analizan las matanzas aisladamente y fuera de un marco eliminacionista más general, y que solo es delito si existe un "intención de destruir" a un grupo total o parcialmente (intención que hay que demostrar), hace que esta convención haya sido un fraude y una burla que no se ha usado nunca para una intervención en sus 60 años de existencia.

CAPÍTULO 7

ORÍGENES Y PAUTAS


MÚLTIPLES FACTORES, PERO OBJETO DE ANÁLISIS CIENTÍFICO.

El asesinato de masases un acto político, a menudo con factores difíciles de analizar y en absoluto monocausal, pero con finalidades políticas concretas cuyas explicaciones ahistóricas, universales y reduccionistas (del tipo solo fue por un loco, o es el animal que llevamos dentro, o fue un estallido de violencia, o la presión social...) hay que rechazar del mismo modo que rechazamos explicaciones reduccionistas de las guerras, donde habitualmente analizamos la política concreta incluida la economía y el contexto internacional. El que algunos aspectos del fenómeno sean inabarcables por la ciencia, no significa que no haya otros aspectos que sí sean susceptibles del método científico. Tanto la locura como las razones aportadas, pueden ser objeto de estudio. El eliminacionismo forma parte integrante de un proyecto político premeditado y calculado para obtener éxito, razonado dentro de su irracionalidad. Y Hitler era un megalómano con una imagen delirante del mundo, un fanático pero no un loco en el sentido de que no supiera cómo llevar a la práctica sus deseos alucinatorios. Los líderes a menudo sopesan y calculan sus probabilidades de éxito, y usan la guerra como excusa para sus políticas bien estructuradas y sus deseos conscientes. Algunos factores los podemos deducir, otros solo los podemos sospechar porque se resisten a una explicación general o sistemática, pero otros los podemos afirmar sólidamente y compararlos con otros genocidios a fin de encontrar pautas comunes que nos ayuden a detectarlos. El apoyo de la masa, tanto en el caso de Hitler como en el de otros, es un aspecto que puede demostrarse y categorizarse analíticamente con utilidad. Y no lo olvidemos, la masa apoya porque cree en el proyecto, porque lo aprueba desde mucho antes de que se le haya presentado oficialmente en tiempo y forma propicia.

"El carácter crucial de las creencias de los perpetradores [...] son el factor que genera el móvil y la motivación para matar o eliminar [...] Ni la pobreza, ni la guerra, ni las sociedades multiétnicas, ni los conflictos étnicos agudos producen invariablemente, y ni siquiera habitualmente, el asesinato o la eliminación de masas." 
Los tres sistemas políticos que han dado cobijo y amplificado los deseos eliminacionistas de la manera más intolerante, han sido el comunismo, el nazismo y el islamismo político. Probablemente haya sido así porque reúnan las tres características visionarias que evitan la negociación o la solución de los problemas por medios más pacíficos y democráticos: "la necesidad de un control absoluto, el deseo de pureza y el imperativo de evitar el apocalipsis." A pesar de ello, en dos momentos del libro habla de carácter antieliminacionista del comunismo de Josip Tito en Yugoslavia, en lo que supongo que es más una excepción que una nueva contradicción.

Otras pautas en matrices clasifican las agresiones en diferentes tipos clasificados por criterios de lugar y motivaciones territoriales. Y otro que desarrollará a continuación, en el siguiente capítulo, son las semillitas de odio que se siembran con los discursos, el lenguaje, y las bromas que les roban la esencia humana a sus futuras víctimas. Algo parecido sucede cuando se bromea y se denigra constantemente a los "maricones", como si fuera una broma inofensiva, pero que se va transmitiendo de unos a otros, autorizando que el paso hacia la verdadera discriminación y agresión sea cada vez más fácil, más cercano, y más impune.

HAMBRUNAS CHINAS Y  NOAM CHOMSKY

Pero me parece más interesante la pauta que encuentra en las hambrunas. Dice el autor que las hambrunas se producen en su mayoría por decisiones políticas; "se trata de un hecho comprobado desde hace tiempo" y "es algo generalmente demostrado". Las creencias que sostienen esas políticas son, en última instancia, pautas a combatir, y pone el ejemplo de cómo las hambrunas en India dejaron de ser frecuentes una vez se democratizó el país y las autoridades pusieron remedio a ello. En cambio, las hambrunas de China, la peor en 1959 que duró dos años y murieron entre 30 y 40 millones de personas, fueron consecuencia de políticas gubernamentales deliberadas... del comunismo. En la nota número 10 se refiere al "trabajo pionero" del premio Nobel Amartya Sen, de donde saca estos datos y conclusiones.

Pero parece que esta acusación de Goldhagen es selectiva, ya que el propio Sen hablaba también de la responsabilidad del capitalismo en las hambrunas. Noam Chomsky, en su libro "Estados Canallas", respondía a una reseña que el académico Alan Ryan hacía de "El libro Negro del Comunismo" en la que sacaba conclusiones sesgadas. Las palabras de Chomsky sirven aquí también para desmentir, o al menos matizar, este aspecto de las conclusiones de Goldhagen sobre el comunismo:
"La terrible atrocidad merece totalmente la dura condena que ha recibido por muchos años, renovada aquí. Además, es correcto atribuir la hambruna al comunismo. La obra del economista Amartya en lo demostró con la mayor autoridad. [...] Pero antes de cerrar el libro de la acusación, querríamos pasar a considerar la otra mitad de la comparación de Sen entre la India y China, la que de una manera u otra nunca consigue salir a la luz, pese al papel central que ocupa en el núcleo argumental de Sen y el gran énfasis que puso éste en ella. [...] «pero hay pocas dudas de que, en lo que respecta a la salud, mortalidad y longevidad, China tomó amplia y decisivamente la delantera con respecto a la India», igual que en materia de educación y otros indicadores sociales. [...] El resultado es que, en 1979, «la vida del chino medio había tendido a ser mucho más segura que la del indio medio». Si la India hubiera adoptado los programas sociales de China, «habría habido alrededor de 3,8 millones menos de muertos por año hacia mediados de los años ochenta». «Eso indica que cada más o menos ocho años hay más muertos adicionales en la India -en comparación con las tasas de mortalidad chinas- que el número total de las personas que murieron en la gigantesca hambruna china (pese a tratarse de la mayor hambruna del mundo en este siglo).» «Aparentemente la India consigue llenar su armario con más cadáveres cada ocho años que los que China puso allí en sus años de vergüenza», 1958-1961."
En ambos casos los resultados tienen que ver con las predisposiciones ideológicas de los sistemas políticos, observan Drèze y Sen: en China hay una distribución relativamente equitativa de los recursos médicos, incluyendo servicios de salud rurales, distribución pública de comida y otros programas orientados hacia la satisfacción de las necesidades de la amplia mayoría de la población; todo ello es inexistente en la India. [...]
Sobreponiéndonos a la amnesia, ahora supongamos que aplicamos la metodología del El Libro Negro y de sus comentaristas a la historia completa, no sólo a la mitad aceptada por la doctrina. Concluimos, por lo tanto, que en India el "experimento" democrático capitalista que tiene lugar desde 1947 ha causado más muertes que toda la historia del «experimento [...] colosal, totalmente fallido», del comunismo en todas partes desde 1917: más de 100 millones de muertes hasta 1979 y decenas de millones desde entonces sólo en India."

CAPÍTULO 8

PENSAR Y ACTUAR


FACTORES DE INICIO Y SIEMBRA DEL ODIO

Hay CINCO FACTORES que conforman el eliminacionismo de hoy en día: el estado moderno, los conflictos estructurales dentro del estado (la mayor implicación de la sociedad en la política (que antes era inexistente), la permisibilidad internacional, la oportunidad política y la madre del cordero: las creencias latentes sobre la culpabilidad y el peligro del otro, es decir, los rencores y el odio sembrado en la sociedad.

El rasgo común más sorprendente en las ofensivas eliminacionistas es la ausencia de sorpresa o incomprensión, como cabría esperar si no tuvieran dentro la semilla del odio. No es algo antinatural ni nuevo para los perpetradores porque ya lo han pensado, hablado, bromeado... El rasgo común es, en definitiva, que es algo latente que estaba esperando la ocasión propicia. Lo que antes era irrealizable, un lejano deseo, pasa a ser gracias a determinados factores, algo realizable, posible, algo que hay que hacer antes de que las circunstancias vuelvan a cambiar y ya sea demasiado tarde.

CÓMO SE SIEMBRA Y COMO SE DIFUNDE EL DISCURSO DEL ODIO

El lenguaje es el principal medio, y sus diferente formas como viñetas, caricaturas, programas de radio y TV, Internet, bromas que todos aceptan y que van inoculando su veneno en la sociedad. Todo un cuerpo de insultos y prácticas cotidianas que dan por sentado los axiomas sobre los que se construye el siguiente discurso eliminacionista y que presentan a grupos enteros como:
"Sabandijas, que son intrínsecamente traicioneras, que tienen los apetitos, el sentido moral o la capacidad intelectual de los primates inferiores, que suponen un peligro, que anhelan tu casa, a tu mujer o tu tierra, que buscan tu destrucción y la de los que son como tú, y que deliberada y obstinadamente impiden la prosperidad o el progreso humano o divino. Los hereros son babuinos y cerdos, los judíos son bacilos o ratas, o los bolcheviques son demonios. Los polacos son infrahumanos. Los kikuyus son sabandijas, animales y bárbaros. Los bangladesíes son diablos. Los jemeres supuestamente impuros son «elementos infestados». Los mayas son animales, cerdos y perros. Los tutsis son cucarachas, perros, serpientes o cerdos. Los comunistas indonesios son infieles, igual que los son los estadounidenses y muchos otros. Los habitantes de Darfur son esclavos. Abundan las metáforas sobre la enfermedad, la infestación, los animales depredadores o peligrosos, la delincuencia, la infrahumanidad y los seres sobrenaturales malignos. Semejante conceptos primero se propagan lingüística y visualmente, y después se transmiten de forma similar a los demás, se enseñan a  las nuevas generaciones y son ulteriormente difundidos o intensificados por los líderes y los regímenes políticos."
Desde una aproximación diferente, me parece interesante la aportación de Comunicación No Violenta que hace Marshall Rosenberg y que he conocido gracias al canal de youtube de SubUtiles


DESHUMANIZACIÓN Y DEMONIZACIÓN

Deshumanizar es tratar como seres infrahumanos, como animales que carecen de derechos y respeto. La deshumanización tiene un límite biológico, porque depende de la naturaleza de la persona, no hay posibilidad de rehabilitación. Por el contrario la demonización predica una moral maligna, una depravación de la persona que puede llegar a ser equiparada con un demonio, pero su maldad se podía extirpar. Los blancos que esclavizaban a los negros los deshumanizaban, pero no los consideraban demonios. Muchos comunistas asesinos de masas demonizaban a sus enemigos pero no los deshumanizaban, de hecho como no tenían esa limitación biológica, una vez "reeducados" según el imaginario comunista, sus víctimas podían reintegrarse en la sociedad. Los nazis ni deshumanizaban ni demonizaban a los franceses, eran enemigos en el sentido clásico del término; los mataban como objetivo militar y como medida de represalia o disuasión. En cambio con los judíos, los alemanes los deshumanizaban y los demonizaban, ocupaban el escalafón más bajo en la jerarquía victimaria de los nazis.

La demonización se suele aplicar a los de nuestra misma raza, ya que deshumanizarlos sería un poco como negarnos a nosotros mismos la condición de humanos. Por otra parte, demonizar esclavos o grandes grupos de personas que pueden ser útiles no suele darse; "no es preciso que las bestias de carga sean además demonios".

En función de esta clasificación se deriva otra que clasifica a los tipos de víctimas en enemigos existenciales, herejes, infrahumanos y demonios. Esta clasificación determina aspectos esenciales de las políticas eliminacionistas que se aplicarán sobre las víctimas.

TEORÍAS SOCIALES Y MORALES PARA LAS VÍCTIMAS

Aunque estas categorías sugieren pautas, no dan explicaciones satisfactorias ni concretas. Para ello debe examinarse las teorías sociales y morales en las que viven los perpetradores, y que les aplican a sus víctimas. Aunque no todas tienen que terminar en agresión eliminacionista, cuando lo hacen suelen llevar pareja su propio tipo de ofensiva eliminacionista. El ESQUEMA puede quedar de la siguiente manera:

-Para los enemigos existenciales se emplea una teoría de realpolitik, es decir, de poder y dominación. En un mundo de rivalidades y luchas, la opción es matar o morir sin mayores consideraciones morales. La ofensiva que genera suelen ser las propias de las guerras sin moral, que no suelen ser eliminacionistas.
-Para los herejes se adoptan actitudes religiosas, incluyendo la religión secular del comunismo, que se componen de visiones apocalípticas que requieren un firme compromiso. Generan agresiones eliminacionistas masivas y semipermanentes.
-Para los infrahumanos se implementa cierto utilitarismo, ya que las víctimas son meros instrumentos a las que matar o utilizar como esclavos, por ejemplo. A diferencia de la realpolitik, se elimina a sangre fría sin necesidad de reflexionar debido a su inhumanidad. Generan acciones eliminacionistas que dependen mucho del prejuicio en particular, pero suelen oscilar entre la represión, la esclavitud y el asesinato.
-Para los demonios existe una obligación moral de eliminarlos, porque es un fin justo en sí mismo. Generan políticas de aniquilación total.

CAPÍTULO 9.

MENTES CONCRETAS, MUNDOS CONCRETOS


MUNDOS ELIMINACIONISTAS

El trato diferenciado que los perpetradores dan a las diferentes víctimas depende del concepto que tienen de las mismas. Cuanto más necesariamente eliminacionista es una ideología, más víctimas produce y son peor tratadas, por encima de otras víctimas objetivamente más peligrosas y otros enemigos del sistema.  Por ejemplo, las tasas de letalidad de las víctimas de los jemeres rojos variaba mucho según la gente nueva o la gente vieja, en donde la gente vieja eran de las zonas rurales y la nueva eran modernos de las ciudades que fueron exterminados en un 80 % que la gente vieja. Similarmente, aunque los nazis fueron tiránicos con la disidencia, no fueron eliminacionistas con los comunistas alemanes. Y en cuanto al número de víctimas, el caso comparado de los nazis con otros sistemas eliminacionistas lo demuestra, incluso comparándose con los jemeres rojos (que fueron los más totalitarios y "los igualadores más extremos del mundo moderno" ya que "ejercieron una completa penetración totalitaria de la vida social con la que sólo pueden soñar los demás regímenes que persiguen un control total, y al que los nazis nunca aspiraron ni estuvieron cerca de alcanzar"; los nazis dejaron cierto grado de libertad a los alemanes que no eran judíos, homosexuales ni comunistas) las tasas anual de letalidad nazi supera a todos los demás, aún teniendo en cuenta que China tenía mucha más población y que otros regímenes habían penetrado y controlado mucho más a sus disidentes. Y es que "a diferencia de los distintos asesinos comunistas o japoneses, el credo de los alemanes era explícitamente aniquilacionista."

Los alemanes no buscaban rehabilitar a nadie, los comunistas si soñaban con ello. El mapa de los alemanes solo encontraba pueblos a los que había que destruir más allá de sus fronteras, mientras que los comunistas solo veían a gente dentro de su país que necesitaban amoldarse al credo marxista. El marxismo en sí mismo, "sean cuales sean sus patologías y su inhumanidad sustanciales, perseguía una transformación social positiva a través de la restructuración económica y el cambio." El beneficio futuro de toda la humanidad era, en la teoría comunista, el objetivo a conseguir, mientras que el futuro del nazismo solo contemplaba situar a unas razas por encima de otras, cuando no eliminar directamente a alguna de ellas.

Goldhagen no considera el comunismo más moral que el nazismo, tan solo indica que en el núcleo del primero no contiene lo que tenía el otro. Pero...
"Nada de esto hace menos homicida el afán homicida de estos regímenes que el de los demás, ni moralmente menos condenables, relevantes o significativas las muertes de sus víctimas. Pero a diferencia de los demás regímenes colosalmente eliminacionistas y homicidas de masas, el empeño de los nazis en masacrar gente era algo orgánico en su ideología, con su concepción racista y biológica de la humanidad y del valor humano y de su concomitante afán por la pureza racial, por la expansión y por el dominio. Era una ideología de la destrucción."

MUNDOS COMUNITARIOS

Las comunidades en las que los verdugos viven inmersos en una comunidad social, tenían vidas sociales. "Asistían a eventos culturales, iban al cine y daban fiestas". A menudo vivían en sus casas y comentaban lo ocurrido a sus familias, o mandaban cartas para comunicarse con sus familiares si vivían lejos. Salvo en el caso de los gulags soviéticos que estaban apartados, en general los verdugos no eran personas que estuvieran tan abstraídas o estresadas en su mundo de guerra y destrucción que perdiesen el sentido de lo que vale una vida humana. Lo que encontraban en sus familias (y en el resto de sus comunidades) no era ni un bálsamo para olvidarse de su mundo de muerte, ni un perdón para poder seguir con su tarea impuesta contra su voluntad, sino una confirmación de que lo que estaba haciendo era algo que todo su grupo quería que hiciese.

El concepto de comunidad, tal y como lo configura el autor, es más amplio. En primer lugar están los otros perpetradores que actúan en el mismo campo o mismo batallón, en segundo lugar los pueblos o ciudades en las que tienen lugar las ejecuciones, en tercer lugar las comunidades de origen ya comentadas (familias y vecinos), en cuarto lugar la comunidad nacional, étnica o religiosa a la que pertenecen y por último la comunidad internacional.

Hay muy pocas pruebas de comunidades disidentes y muchas pruebas de comunidades que apoyan a los asesinos. El apoyo se da también entre las élites de intelectuales que refuerzan y desarrollan dicho apoyo:

"El «pueblo de poetas y pensadores», como gustaban de llamarse a sí mismos los alemanes, el pueblo con mayor educación de Europa, no era distinto de los granjeros analfabetos hutus (la tasa de alfabetización de los adultos de Ruanda, aproximadamente el 50 por ciento, estaba entre las más bajas del mundo). Los intelectuales, los abogados, los maestros, los médicos y el clero -los líderes de opinión y en algunos casos, sobre todo en el clero, los líderes morales- validan las creencias y los actos eliminacionistas de los miembros corrientes de sus sociedades, y ocasionalmente apoyan aún más la confianza de los perpetradores en la solidaridad de su pueblo. Ya hemos examinado cómo los escritores e intelectuales serbios, incluido el colectivo más influyente de pensadores del país, la Academia Serbia de las Artes y las Ciencias, colocaron los fundamentos conceptuales comunes e incluso proporcionaron el liderazgo político para las agresiones eliminacionistas de los serbios. Los intelectuales, los médicos, los juristas, los profesores y el clero alemanes contribuyeron crucialmente a difundir  el antisemitismo eliminacionista, y otras ideas racistas y deshumanizadoras en Alemania antes del periodo nazi y durante el mismo. Una gran cantidad de libros, incluidos los primeros trabajos de expertos sobre el nazismo y el Holocausto llevan títulos como Los profesores de Hitler, El Tercer Reich y sus pensadores, los médicos nazis, la justicia de Hitler, El antisemitismo revolucionario en Alemania de Kant a Wagner. Personas tan cruciales desde el punto de vista social y cultural prepararon análogamente el terreno para los demás asesinatos y eliminaciones de masas de nuestro tiempo, como las perpetradas en nombre de Marx y de la tierra prometida por él y por sus epígonos intelectuales. Vladimir Lenin, León Trotsky y otros, que colocaron los cimientos e iniciaron la agresión eliminación a largo plazo de los comunistas contra muchos sectores de la sociedad soviética, eran hombres extremadamente inteligentes y autor de doctas obras marxistas. Pol Poy y otros líderes jemeres rojos también tenían una educación relativamente elevada, ya que absorbieron su marxismo fundacional en París."
MUNDO DE LOS CAMPOS

Los campos alemanes, que no fueron ni los primeros (fuimos los españoles en la guerra contra Cuba, que hacinamos y nos cargamos 200.000 personas) ni los últimos, eran visibles y estaban perfectamente integrados en la sociedad como ya se ha comentado anteriormente. La gradación y degradación de los campos dependía de la jerarquía asignada a las víctimas; en ellos se podía comprobar las categorías que los nazis habían hecho a sus víctimas (los judíos siempre estaban por debajo del resto de prisioneros). Esto no era consecuencia de la guerra, pues se habían empezado a utilizar antes de la misma. Lo mismo se predica de los gulags soviéticos (que tenían a los dokhodyaga, trabajadores menos útiles, en el último lugar de la jerarquía), pero estos últimos cambiaron mucho a lo largo de la guerra y se relajaron conforme se relajaban las altas esferas, había cierta vida cultural y talleres donde los prisioneros hacían y vendían cosas, había contacto con el exterior mediante el correo, tenían instalaciones sanitarias, etc... No por ello dejaba de ser un infierno, pero el destino de esos prisioneros no era la muerte. La gente entraba, y según el ideario soviético, podía reeducarse y salir y reintegrarse en la sociedad. Todo esto era impensable en los campos de concentración nazi, donde la ideología del régimen condicionaba el trato y la visión que se tenía de los prisioneros.

Las fases de estas instituciones son consecuentes con las ideas que los crean. Mientras que los nazis crearon más campos cuando tuvieron la oportunidad de ser más eliminacionistas, los soviéticos relajaron el rigor a finales de los 40 cuando ya no quedaban muchos más disidentes internos y los campos estadounidenses para japoneses (el sistema más racionalmente organizado y menos brutal de todos) se desmantelaron cuando derrotaron a los japoneses.

No obstante, a pesar de su coherencia interna, cualquier sistema de campos es económicamente irracional, porque la razón eliminacionista que los impulsa impide explotar de manera racional su vertiente económica. No se mataría a un trabajador útil y productivo, ni se le impondría tareas que solo tienen el sentido de trabajar por trabajar, o para castigar o para reeducar, si hubiera detrás una motivación de rentabilidad económica. No se le roba sus nombres tatuándoles un número ni afeitándoles las cabeza, ni se les hace saber por todo medio de brutalidades que pertenecen a otro submundo por debajo de la humanidad... si todo fuera una cuestión meramente económica. Goldhagen analizó más exhaustivamente esto en los VVH y aquí lo extiendo a todos los demás sistemas de campos.

Nuestro profesor de Harvard hace una oportuna diferenciación entre los sistemas de campos y el esclavismo: aunque tratarlos como esclavos gratifica a los perpetradores, los esclavos, a diferencia de estos presos, tenían "una mínima protección legal, se mueven entre la población general de la sociedad esclavizadora y pueden tener relaciones con un cierto grado de afecto subjetivo por parte de sus amos."

MUNDOS PERSONALES (la crueldad)

La extrema crueldad, innecesaria y gratuita, el placer de hacer daño, el enseñar a las víctimas lo abyectas que son y lo merecedoras que son de sus castigos, es en definitiva el nudo gordiano que no pueden desenmarañar ninguna de las teorías que tradicionalmente se proponen para abordar el tema de los asesinatos de masas.

El autor nos presenta tres clasificaciones de crueldad. La primera nos muestra una clasificación de CRUELDAD SEGÚN LA VOLUNTARIEDAD U OBLIGATORIEDAD de su origen. En la matriz que se muestra a continuación salen estos 4 tipos de crueldades excesivas, de los cuales los que más interesan al autor son las que no emanan de una orden.



ORDENADA DESDE ARRIBA
NO ORDENADA
APLICACIÓN  COLECTIVA
Organizada y estructurada (campos)
Ejecución en grupo
APLICACIÓN  INDIVIDUAL
Supervisada (muy rara vez)
Iniciativa individual








Comparando las crueldades de unos y otros no cabe duda de que los alemanes nazis se llevan la palma en cuanto a persistencia, medios, inventiva, compulsión, etc... Los vigilantes soviéticos de los gulags, al no estar tan ideologizados, tarde o temprano comprendían que las víctimas no eran tal y como las retrataba el régimen, y no hicieron de la crueldad gratuita un sello de identidad de su sistema de campos, ni siquiera llevaban armas en el campo.

La segunda clasificación nos presenta 5 TIPOS DE CRUELDAD EXCESIVA SEGÚN MOTIVACIONES personales o sociales:

1. Crueldad conradiana: el monstruo que llevamos dentro saldrá a la superficie en cuanto desaparezcan los muros de las normas civilizadoras que lo mantienen a raya. Su origen está en la naturaleza humana.
2. Crueldad zimbardiana: se trata de los experimentos de la Universidad de Stanford que hicieron famoso a Philip Zimbardo. Zimbardo reunió en una prisión simulada a varios estudiantes y les dio el papel de presos y vigilantes, pero ellos se creyeron demasiado su papel hasta el punto de tener que suspender el experimento. El origen de esta crueldad está en la estructura de las relaciones sociales, los papeles que se le dan a los sujetos.

Recomiendo el magnífico capítulo de Redes "La pendiente resbaladiza de la maldad" en el que Punset entrevista a Zimbardo y comenta dicho experimento junto con las tesis que el autor propone en su nuevo libro "El efecto Lucifer: el por qué de la maldad."








Goldhagen concede a Zimbardo una mayor validez que a Milgram, pero aún así, piensa que el experimento era "demasiado artificial, breve (seis días) y limitado en el número (veinticuatro) y el tipo de participantes (estudiantes no licenciados de la Universidad de Stanford) como para discernir su validez general". Y aunque piensa que puede ser válido para explicar por qué algunas personas sin animadversión previa, pueden comportarse cruelmente con otras tan solo por la presión situacional, rechaza que esta pueda ser una explicación del origen general de la brutalidad de los perpetradores que se analiza en este libro. Zimbardo ha incorporado en análisis más recientes, algunos aspectos que serían más del agrado de Goldhagen, como el papel de los políticos como creadores de las cestas que se pudren (y que pudren a su vez a las manzanas que son los perpetradores), los "bad barrels makers". Para ello, ver la amena e instructiva conferencia de Zimbardo en la Ciudad de las Ideas en 2009.

3. Crueldad merecida: los verdugos tienen la convicción de que sus víctimas merecen sufrir, es casi un imperativo moral, basado en normas que a menudo crean las ideologías y culturas en las que se educan los verdugos. Por eso también se le podría llamar crueldad ideológica.

4. Crueldad vengativa: una mezcla de pasión y fariseísmo, tal y como la describe el autor. Se trata de la creencia, real o falsa, de que los verdugos están reaccionando en vez de actuando. Es una defensa frente a una conducta peligrosa de sus víctimas. Aquí, darles su merecido a las víctimas, no tiene la intención de que aprendan nada excepto el dolor que ellas mismas han infligido supuestamente a sus verdugos, o al grupo que representan. Esta crueldad se basa en la experiencia, ya sea real o subjetivamente percibida.

5. Crueldad maquiavélica: es un instrumento políticamente calculado para "promover objetivos estratégicos o tácticos convincentes". Son los propósitos eliminacionistas los que se quieren conseguir, torturar para conseguir una confesión o mostrar la crueldad a los demás para aterrorizarlos y mantenerlos sumisos.

La 2ª y la 5ª son instrumentales y apenas se dan en las agresiones eliminacionistas. El resto son fines en sí mismos y proporcionan placer moral y psíquico.

A pesar de las cautelas que deben establecerse a la hora de asociar un tipo de crueldad con un tipo de víctima, Goldhagen lo intenta en ese afán clasificador y de coherencia interna que caracteriza a sus obras. De esta manera, y repito, sabiendo lo difícil que resulta "desenmarañar de los distintos tipos y orígenes de la crueldad, y de analizar fiablemente su distribución en una agresión eliminacionista", los tipos de crueldad pueden asociarse a un tipo de víctimas: los enemigos existenciales suelen ser objeto de crueldad vengativa, los infrahumanos de la conradiana, las víctimas demonizadas (ya sean herejes o demonios) de la merecida.

Luego hay un tipo particular de crueldad, que tradicionalmente no se ha estudiado bien o de manera demasiado general. Es necesario estudiar singularmente la CRUELDAD HACIA LAS MUJERES Y LOS NIÑOS. Contra las mujeres se usa la violación sexual como arma de guerra. Las mujeres que son objeto de violaciones no es por culpa de un instinto masculino, aunque ese impulso sexual y las situaciones bélicas pueden ayudar a que cuaje una orden y estrategia política que es la razón de ser de las violaciones sistemáticas, un arma que es una forma de eliminacionismo eficaz y barata, pues estigmatiza a las mujeres y aumenta el número de perpetradores dentro de las filas de las víctimas. Este fue el caso de Nankín, Bosnia, de los soviéticos con las mujeres alemanas, Bangladesh etc...

Coherentemente con el concepto que de los judíos tenían los alemanes, los casos de violación sexual se centraban en víctimas no judías. El temor a los judíos, el símil de infección en la sociedad, los prevenía de intentar un contacto tan íntimo.

La crueldad contra los niños se explica porque "si no son ya nocivos, crecerán para convertirse en los seres supuestamente aborrecibles y peligrosos que son sus padres." Estos condicionamientos, que dependen del tipo de víctima que se trate, son tan fuertes que se apartan las emociones o los instintos de protección o ternura que pudieran sentir los perpetradores de manera natural hacia los niños. Hay 5 formas de tratar a los niños, aunque la dos últimas son en realidad dos excepciones a las 3 primeras: a) no son objetivo y no los eliminan, b) les guardan un destino eliminacionista menos severo que el de sus padres, esto suele suceder cuando se emplean otros medios no aniquilacionistas, como por ejemplo cuando los expulsan junto a lo que queda de sus familias, pero no los aniquilan. Y c) cuando los tratan igual que a los adultos. La cuarta, d), es cuando consideran que son real o potencialmente diferentes y se merecen un destino mejor (el caso de los turcos con los niños armenios, en donde el componente racial tenía poca virulencia). Y en d) se da justo lo contrario, cuando los niños son peor tratados que los adultos (sería el caso de los nazis con los niños judíos, a quienes la mera visión de una judía embarazada les daba asco, y también el caso de los hutus en Burundi).

El tratamiento comparativo dado a los niños aporta claridad sobre la mentalidad y los móviles de los perpetradores. "No todas las crueldades son compatibles con todas las mentalidades y todos los móviles." El exceso de crueldad echa por tierra las explicaciones basadas en la desaprobación de las acciones.

"Todos aquello que supuestamente asesinan o expulsan contra su voluntad a las víctimas, o simplemente lo hacen por obediencia o por la presión de los compañeros para ayudar a sus camaradas, en ningún caso podrían abalanzarse sobre los hijos de las víctimas con la furia, la brutalidad excesiva deliberada y el regocijo de los perpetradores."

Nuevamente el caso de los nazis vuelve a destacar y aporta claridad al análisis de Goldhagen:

"Los alemanes adoptaron más métodos para tratar a los niños. No atacaron a los hijos de los comunistas alemanes, ni a los de otros herejes. Generalmente asociaban a los hijos de los polacos, de los rusos y de otros supuestos infrahumanos a la suerte de sus padres. Masacraban y trataban brutalmente de una forma particularmente exhaustiva y entusiasta a los hijos demoniacos de los demonios judíos. Robaban y criaban como alemanes a los niños de los pueblos víctimas cuya fisionomía personal se ajustara al ideal de la raza hegemónica según el demencial sistema de contabilidad racial-biológico y político de los alemanes."
MUNDOS CONCRETOS 

La conclusión de este capítulo, ya anticipada en varias partes del libro, y quinta esencia de la obra de Goldhagen es que existen diferencias entre unas agresiones eliminacionistas y otras, y dentro de una misma también. Y cada una de ellas debe ser estudiada singularmente para después poder compararlas con las demás. Estudiarla significa ir a los hechos y olvidarse de explicaciones teóricas basadas en clichés como los que critica Goldhagen, y al final llegaremos a la conclusión de que el factor determinante es la mente del asesino y sus prejuicios. "El hecho más crucial de las políticas y las agresiones eliminacionistas, que condiciona virtualmente todos los aspectos [...]: el concepto que tiene la gente de los otros." Por eso "las mentes concretas crean mundos concretos."

CAPÍTULO 10

PRÓLOGO AL FUTURO

Desde aquí hasta el final el libro, nos adentramos en un terreno menos riguroso, donde las ideas políticas del autor se mezclan con su buen hacer en ciencias sociales, para llegar a conclusiones un tanto forzadas, contradictorias e ingenuas cuando menos.

Aunque el origen está en la mente del perpetrador, sus sueños no son posibles sin el factor político que le hace creer que se pueden hacer realidad pronto. Por eso en este capítulo se acusa a los sistemas políticos que pueden ayudar a esas mentes en un futuro próximo. Esto deja fuera de la amenaza clásica a los imperios tradicionales, tan solo China y EEUU tendrían capacidad para desarrollar un imperialismo eliminacionista aunque es harto improbable. El comunismo ha muerto y la amenaza de un Alemania tiránica ha desaparecido. Tan solo quedan algunos eliminacionismos regionales a pequeña escala, pero con la globalización cada vez lo tienen más difícil. El balance general es positivo si lo comparamos con tiempos recientes.

Sin embargo la amenaza subsiste bajo dos nuevas formas que se solapan, el islamismo político y los terroristas no estatales (en realidad solo es uno, el islam, aunque el autor evite ese juicio para no entrar a juzgar a las religiones en general):

En primer lugar el término "islamismo político" es más acertado, según el autor, frente a islamismo-fascismo, islamismo radical o fundamentalismo islámico. La razón es que es una postura básicamente política y no religiosa. El término elegido clarifica que es "la política, y no la religión per se" la cuestión que está detrás.

No puedo estar en más desacuerdo con el autor. Si Christopher Hitchens viviera se estaría riendo de este análisis tan hipócrita y evasivo: Goldhagen cae en los mismos vicios que denuncia en otros cuando aísla la cuestión religiosa como germen del odio que recorre el Medio Oriente. Lo que Goldhagen tanto denunciaba en éste y otros libros, es que no se explicaba como tantos expertos han ignorado los discursos y las declaraciones de intenciones de Hitler, antes y después de llegar al poder, en las que hacía públicos sus deseos aniquilacionistas con el pueblo judío. Ignorar esas intenciones es infravalorarlas como la motivación principal de las mentes de los perpetradores. Por ello Goldhagen está dentro de los intencionalistas, que creen que el plan de aniquilar a los judíos ya estaba gestado y no fue consecuencia de las circunstancias ni improvisado por la lógica de la guerra. Frente a los intencionalistas están los funcionalistas, que hablan de otros factores estructurales o psicológicos, pero que olvidan la política, las creencias y los prejuicios que estaban latentes dentro de las mentes de los perpetradores.

Pues bien, eso mismo le pasa ahora a Goldhagen. Cuando se trata de la religión, se convierte en funcionalista. Elude centrarse en la clave que domina la mente de todos esos perpetradores islámicos: la religión. Si el antisemitismo es la fuerza que guía el furor homicida de los nazis, y el marxismo es la inspiración de los asesinos de masas comunistas, ¿cómo puede señalarse la responsabilidad de esos virus ideológicos y absolver a la religión de ser la primera causa de toda la sin-razón islamista? Quizás el autor no quiere acusar al judaísmo o a Israel, a los que debe sentirse muy próximos a la luz de las pocas alusiones que hace contra el estado hebreo en el escenario político internacional. Razones no le faltarían, pues son demasiado conocidos los reiterados vetos e incumplimientos que Israel ha protagonizado en el seno de la comunidad internacional como para reproducirlos aquí.

Sea cual sea la razón de este desatino, no se puede comprender como con frases como la que sigue, se puede seguir insistiendo en que la religión no es "per se" el problema: "El islamismo político, [...] es internacionalmente coherente casi exclusivamente gracias a una poderosa ideología política basada en la religión."

Para salvar a la religión, Goldhagen se ve forzado a exculpar los textos sagrados con típicas y acríticas valoraciones como que el Corán no dice necesariamente lo que los islamistas políticos interpretan en sus pasajes, o que sea posible otras interpretaciones del Corán más acorde con los tiempos, como sucede con otras religiones. Sin embargo, en alguna ocasión le traiciona el subconsciente y afirma que las leyes de la sharia, que forman parte del Corán, "son leyes fundamentalistas, antidemocráticas y antipluralistas" (se podría decir lo mismo de varias partes de la Biblia, que aprueba determinados genocidios y asesinatos de generaciones enteras, niños incluidos).

Independientemente de si el Islam es compatible con la democracia (debate que requeriría todavía más espacio y más estudio), no cabe duda de que el islamismo político tiene mucho peso político en Oriente Medio. Existen versiones del islam más intolerantes que otras, por ejemplo los estadounidenses musulmanes no son violentos, mientras que el islamismo político tiene un potencial muy dañino al tener un gran peso político en muchos gobiernos: Irán, Afganistán, Sudán, Somalia además de Hezbolá, Hamás o Al Qaeda. "Ya tiene como seguidores a una buena parte de los más de 1200 millones de musulmanes del mundo (aunque muchos musulmanes consideran anatema dicha política)." Por ello, y porque es declaradamente totalitario, violento, engreído sobre su superioridad, alejado de la realidad y con muchos resentimientos, es el movimiento político eliminacionista más peligroso y nuestra mayor amenaza. Es incluso mayor que los demás regímenes de nuestro tiempo porque reúne tres características muy perniciosas: a) se basa en la religión, b) enseña una automática demonización del oponente, y c) propugna una cultura que glorifica la muerte y que se le enseña incluso a los niños. Las famosas viñetas de Mahoma en Dinamarca en 2005 y las palabras del Papa en una universidad de Alemania en 2006, que despertaron condenas muerte por todo el mundo musulmán, confirma esta intolerancia permanente que reside en el pensamiento islamista.

Dentro del islamismo político, el antisemitismo es tan alucinatoriamente fantasioso y delirante, que compite con el de los nazis. "Tres presidentes iraníes consecutivos han instado públicamente a la aniquilación de Israel." Y en el caso de los terroristas no estatales, como Bin Laden, condenan a la muerte a los judíos como pueblo, no solo como estado. Lo mismo se predica de Nasrallah, Hamás o Hezbolá. La negación del Holocausto por Ahmadinejad junto al potencial armamento nuclear que quiere desarrollar nos debería poner en alerta. [EDITO 22/07/2014: Goldhagen cita una fatwa saudí justificando el uso de armas nucleares, pero no dice nada de la fatwa de 2005 del lider iraní Ali Jamenei, con más poder que Ahmadinejad, que dice que el islam prohibe las armas nucleares]. Los avisos de estos políticos, al igual que el de los otros perpetradores que como Hitler avisaron de sus intenciones mucho antes de empezar a implementarlas, deberían evitar que nos tomemos a la ligera estas declaraciones de intenciones. Ellos hablan en serio, no son vociferaciones que se lanzan en el ardor de un discurso y que no se desean concretar en nada. La amenaza contra Occidente, más incluso que contra los judíos, "no debe despacharse como una fantasía megalómana liliputiense", porque sus sueños de dominación  son seguidos por millones de fieles. El que la alucinación venga de países pobres y que en Occidente tengamos ejércitos e industria moderna nos hace pensar que son bravuconadas.

"Por muy débiles que puedan ser los países islámicos, esa forma de pensar sobre los islamistas políticos y sobre la fuerza y la gravedad de sus amenazas es errónea. Gran parte del mundo islámico está en manos de los islamistas políticos, aunque gran parte no lo está. (El mundo es muy grande)." [La cursiva es mía, para subrayar esta paradoja que aporta más incoherencia en vez de mayor claridad.]
El islamismo político es, como todos los regímenes no democráticos, protoeliminacionista, pero si a esto le añadimos la posibilidad de las armas nucleares el futuro es más inquietante y mortífero que el pasado, a pesar de la desaparición del comunismo y del imperialismo.

"Las armas nucleares pueden ser el gran igualador homicida de masas y eliminacionista. Aquí es donde la tecnología altera la ecuación genocida. Hasta hoy, los fuertes perpetraban asesinatos y eliminaciones de masas contra los débiles. Con la alta tecnología, los débiles tienen por fin una oportunidad de asesinar en masa a los fuertes. Al existir esa posibilidad real, sueñan con ella. La planean. Pretenden hacerla realidad."
Independientemente del odio que contiene el islamismo político, o incluso el islam, hay algo que me sorprende en el libro; y es que parece que nada de lo que Occidente le ha hecho a Oriente Medio en toda su historia ha servido para alimentar ese odio. En otras palabras, parece quetodo el imperialismo y todas las guerras con las que se ha saqueado a todos estos países islámicos, no son nada más que invenciones o excusas que no merecen resaltarse.

"Es un dogma esencial de su ideología. Para los islamistas políticos, Occidente ha oprimido, humillado, dividido y dominado durante siglos a las naciones musulmanas. [...] cobrarse la venganza del islam por unas humillaciones que achacan a Occidente y a Israel [...]."

No hay más que echar un vistazo a la historia de Oriente Medio en el siglo XX para darse cuenta de que por mucha exageración y delirio fanático que los islamistas exuden por sus poros, esas humillaciones, divisiones y dominaciones han sido una realidad histórica. En varias partes del libro el autor reconoce los abusos de los soviéticos contra los alemanes, y reconoce que los argumentos que daban los soviéticos eran referidos a la brutalidad que previamente habían usado los alemanes contra ellos. Decir que eso es cierto, no equivale a justificar el asesinato de los alemanes. De la misma forma, el autor debería reconocer los abusos de Occidente en Oriente Medio, sin miedo a justificar con ello las políticas homicidas que el mundo musulmán quiere aplicar como revancha a Occidente.


CAPÍTULO 11

LO QUE PODEMOS HACER


Se necesita un discurso antieliminacionista porque esto es un problema de primer orden en el mundo. Los muertos por políticas homicidas de masas son más que los que causan los desastres naturales y la guerra. Los medios dirigen su atención a asesinatos sensacionalistas infinitamente menores, que suceden en nuestras ciudades y barrios, y no prestan ninguna o escasa atención a las masas que mueren lejos de nuestro país. El sensacionalismo, y no el valor de las vidas humanas, es lo que venden los medios de comunicación. Si los medios de comunicación fuesen consecuentes con la gravedad de las matanzas, dedicarían mucho más espacio a las masacres en curso, y harían que los ciudadanos tuvieran una mayor cultura del mundo en el que viven. Los medios de comunicación pueden generar la presión política que obligue al mundo civilizado a hacer algo más que quedarse sentado y lamentar las muertes ajenas. Así sucedió, aunque tardíamente en EEUU con el caso de Bosnia.  Una pequeña presión política internacional obligó a Milosevic a sentarse con líderes internacionales con "resultados extraordinarios", según el documental homónimo. "Bosnia demuestra el inmenso poder de los medios para instar a la acción, lo que únicamente resalta sus deficiencias en casi todos los demás casos eliminacionistas."

Esta incapacidad de la comunidad internacional para adoptar medidas para evitar o detener los asesinatos de masas, no equivale a la incapacidad de detener la enfermedad, la pobreza y otros aspectos supuestamente inevitables de nuestro mundo, porque a diferencia de todo esto, existe un consenso sobre no asesinar y en contra del genocidio, pero a pesar de ello no se hace nada. Es más, nos solemos autocensurar a la hora de analizar esta lacra, porque a veces exigiría mirar hacia nuestro pasado y condenarlo, y cada país suele negar sus genocidios. El eliminacionismo no es inevitable, ni producto de las guerras, ni de la pobreza, ni de la injusticia colonial, ni de la globalización, ni escapan irremisiblemente a un análisis racional.

En otros tiempos era impensable un avance del calibre que la humanidad ha experimentado desde comienzos del s. XX: el colonialismo se ha abandonado y se considera injusto, "el imperialismo no conduce ni a la gloria ni al beneficio económico", las guerras son vistas como económicamente autodestructivas... todo esto ha surgido como un "interés propio ilustrado" antes de universalizarse. Este mismo razonamiento y estos mismos cambios podrían suceder con el eliminacionismo y los asesinatos de masas, pero hay que trabajar en la dirección del discurso antieliminacionista. Hay que invertir el balance de la relación coste-beneficio que permite que a los líderes homicidas les salga rentable la agresión eliminacionista. La impunidad de estos políticos hace que el balance les salga positivo y por ello Goldhagen apuesta por una serie de medidas: castigos que deben recaer sobre todo alto funcionario y no solo sobre los líderes políticos, y que pueden consistir en la cárcel o la muerte, recompensas que funcionan a una escala menor también podrían funcionar a una escala mayor, y otras serie de medidas de prevención como apostar por la democracia y aislar políticamente a las dictaduras que son todas ellas protoeliminacionistas. Aunque la democracia no sea una vacuna contra el genocidio, hay muchas menos probabilidades de que suceda algo así en una democracia. Es necesario incluso invertir el balance de la relación coste-beneficio de las dictaduras en sí mismas. No debería salir rentable erigir una dictadura. Forzar la democratización funciona. Ha funcionado en Latinoamérica, cuando EEUU dejó de apoyar a las dictaduras, y funcionó en la Unión Europea cuando exigió a Turquía ciertas reformas democráticas.

A partir de aquí hasta el autor desarrolla una diatriba contra la ONU y el actual ordenamiento jurídico internacional, y propone refundar el mismo a base de más compromiso, más democracia y más castigos para los infractores. En este nuevo plan, la ONU es más un estorbo que una solución, de hecho es parte del problema. Hay que eliminar a los organismos inútiles y colaboracionistas con las agresiones genocidas, y la ONU "es el infractor más palmario." No se trata de negligencia, sino que las instituciones del sistema internacional están constituidas (en parte bastante a propósito) para que no detengan ni puedan detener eficazmente las políticas eliminacionistas." La ONU y el derecho internacional proscriben la guerra no defensiva y el imperialismo, pero este mismo ordenamiento impide actuar eficazmente cuando algo peor que la guerra está sucediendo.

La lógica fundacional de la ONU, que nació tras la traumática experiencia de dos guerras mundiales, era evitar las guerras y el imperialismo que entonces guiaba las relaciones internacionales. El derecho a la no injerencia y la soberanía de los pueblos pasaron a ser principios que tenían su sentido entonces. De hecho lo siguen teniendo ahora, pero el sistema se ha quedado obsoleto porque el factor eliminacionista entra en juego. Cuando sucede un genocidio, esos mismos principios que nacieron para salvar vidas inocentes y evitar que los canallas asesinaran tomándose la justicia por su mano, sirven ahora para que esos mismos canallas hagan en su territorio, lo que el derecho internacional no les permite hacer fuera del mismo. Y nadie puede legalmente inmiscuirse en sus asuntos internos. Pero "respetar la soberanía de los estados criminales, es decir, las no democracias y las tiranías, no reduce la guerra sino que la promueve". Estos sacrosantos principios entorpecen a la hora de combatir el eliminacionismo porque
"ocuparse eficazmente de la política eliminacionista, especialmente una vez que ha comenzado una eliminación o un asesinato de masas, habitualmente exige que un país o una alianza intervenga para iniciar hostilidades contra un país que no le ha atacado, y, a fin de sustituir a un régimen eliminacionista, probablemente sea necesario que una o varias potencias extranjeras ocupen el país. Lo primero tiene el aspecto de una guerra de agresión, y lo segundo, de imperialismo."
La ONU protege y legitima el eliminacionismo, y no es de extrañar si tenemos en cuenta que siempre ha tenido entre sus miembros (incluso con derecho a veto) a una mayoría de dictaduras. Siempre ha sido manipulada por China y por "la principal tiranía del mundo", la URSS, que mientras duraba la guerra fría ha ejercido sistemáticamente su derecho de veto, al igual que EEUU y su área de influencia, para tapar las matanzas y tomar una actitud pasiva. Cuando la URSS cae parece que todo se democratiza algo más, es posible intervenir en Bosnia y Kosovo. Y aunque EEUU vuelve a "su estado natural" (como si EEUU solo actuase por reacción a lo que hacía la URSS) los principios que rigen el sistema internacional permanecen inalterables. El autor no deja de reconocer en varias partes del libro que EEUU también ha manipulado a la ONU para sus propios intereses, y que durante los 70 y 80 los países satélite eliminacionistas (o que toleraban el eliminacionismo) de EEUU eran más que los de la URSS. No obstante, tal y como vimos anteriormente, su apuesta por el capitalismo y la globalización, incluso con sus defectos, es una opción de futuro mucho más moderna y preventiva que la utopía contradictoria del marxismo.

Como quiera que sea, Goldhagen no es ajeno al debate "con la ONU o sin la ONU", que divide a aquellos que la ven como un contrapeso al omnívoro poder estadounidense, y a aquellos unilateralistas republicanos de EEUU que la ven como un estorbo a sus planes de dominación e intereses nacionales. Goldhagen pasa del debate. Él apuesta por un nuevo principio, "la responsabilidad de proteger", tímidamente desarrollado por el momento, y que fuerza "a ignorar la soberanía cuando un gobierno masacra a la población civil". Todas las demás consideraciones son secundarias.

Este análisis teórico, que en principio no pinta mal, se va cuarteando a medida que finaliza el libro, fundamentalmente por dos motivos: su análisis de la Guerra de Irak y su ingenuidad al confiar el papel de policía a quien más ha robado.

El debate de la Guerra de Irak, mal enfocado según la opinión del autor, nos muestra la necesidad de implementar este principio. La hipótesis original y principal nunca estuvo sobre la mesa, porque el derecho internacional no la contempla. La intervención estaba, o debería estar legitimada por el mero hecho de que Sadam era un horrendo criminal de masas. Esto debería ser motivo suficiente para sacarlo del poder, intervenir y proteger a la población:
"Es más, en principio, hacerlo debería ser el deber de otros Estados y de la comunidad internacional. Que se trate o no de una iniciativa acertada o prudente (teniendo en cuenta otros principios importantes y los costes, el daño y las muertes que producirían las medidas prácticas para derrocarle) es también una cuestión esencial, que sin embargo pasa a ser relevante y debe evaluarse caso por caso solo después de que se reconozca el principio básico: los asesinos de masas no tienen derecho a gobernar, y con ello a matar a la gente."
 Aún aceptando que tanto el principio que propone como la reforma de la ONU sean necesarias, el análisis que hace de las posiciones en la Guerra de Irak me parece muy tramposo. Parece como si todos los que se oponían a invadir Irak eran ignorantes o cómplices de las torturas y asesinatos del régimen de Sadam. Retrata al movimiento del "no a la guerra" como condescendiente con los crímenes de Sadam, solamente preocupado por criticar a EEUU. Goldhagen no entra a discutir si las muertes de la guerra han sido más o menos que las que se habrían seguido produciendo de haber seguido en pie Sadam Hussein. Eso es algo que ahora se puede hacer de manera retrospectiva. El análisis retrospectivo que ahora se puede hacer, tiene un inconveniente; y es que los muertos ya están muertos, no son una hipótesis. Lo moral es plantearse esas muertes y evaluar la relación coste-beneficio de la guerra (coste-beneficio moral, no monetario ni energético) antes de iniciarla, en base a lo que se prevé que pueda suceder. De lo contrario siempre recurriríamos a la guerra sin pensar, y la ética se dejaría a los historiadores.

Él no esconde que los engaños de la administración Bush desacreditan la posición estadounidense, y que había razones de principio para no invadir Irak, pero el asunto que le preocupa es que nadie pretendió derrocar a Sadam por el hecho de que era un asesino y que podría haber seguido asesinando de no haberlo quitado de en medio (según Chomsky, esto no es cierto, ya que el derrocamiento interno era una opción plausible).

Y aunque los argumentos aducidos por la administración Bush (las armas de destrucción masiva y exportar la democratización para detener el terrorismo de la zona) no incluían la obligación de derrocar a un asesino de masas (alegarlo habría ido en contra de la intención de Bush de agarrarse a la poca apariencia de legalidad que le iba quedando), al menos ellos retrataron públicamente a Sadam como un asesino de masas del tipo Hitler o Stalin. Eso es, al menos, alguna virtud en la posición a favor de la invasión de Irak. Otra virtud añadida de los favorables a la guerra fue que, aún con un diferente razonamiento, quitaron de en medio a un tirano. La objeción de fondo de que EEUU es hipócrita y selectivo a la hora de enojarse con las dictaduras, aunque sea cierto según reconoce Goldhagen, es un pecado menor comparado con el bien que se le hace a todas las potenciales víctimas de esas dictaduras, y no debe ser un obstáculo para derrocar a una dictadura. Es el pragmatismo, probablemente bienintencionado y que nace de la más genuina indignación humanitaria, pero llevado hasta sus últimas consecuencias lógicas.
"El argumento de que dado que no se derroca a todos los asesinos de masas, a todos los dictadores y a todos los brutos, no habría que derrocar a ninguno -parecido a un argumento que nadie se atreve a alegar, según el cual dado que no se castiga a todos los asesinos de la sociedad, no habría que castigar a ninguno- es una vergüenza en el plano de la lógica, de la moral y de la política."
Considero que este ejemplo es demagógico. A diferencia de todos los delincuentes de un país, sí es posible identificar, y eventualmente detener, a todos los dictadores asesinos del mundo. Pero para Goldhagen parece ser más importante empezar la labor de la justicia sea como sea, sin más demora, sin importar si hay intereses ocultos. Si nos quitamos a unos asesinos de encima, bienvenido sea. Esa posición es tan conformista, que deja tocado y hundido el principio de igualdad y universalidad ante la ley. Toda injusticia podría quedar hipotecada a que en un futuro le llegue la hora de ser corregida... si le interesa a EEUU o a la potencia de turno. Siguiendo con su símil: imaginemos a un gobierno racista que opta por atajar toda delincuencia, pero quiere terminar con los criminales negros antes de empezar con los blancos. Lo debatible es si este plan de acción contra la delincuencia sería defendible moralmente (o incluso si es posible que no sea eficaz, porque ese gobierno racista lo detenga una vez terminado con los criminales negros). ¿Debemos oponernos a una manipulación interesada y selectiva de la obligación de castigar, o debemos aceptar como mal menor a un gobierno que sea racista (o que EEUU nos imponga sus prioridades e intereses)? Yo creo que este razonamiento de Goldhagen, además de demagógico, "es una vergüenza en el plano de la lógica, de la moral y de la política", utilizando las mismas palabras que le dedica a los que no tragan con su argumento.

En segundo lugar, Goldhagen es consciente de que sería muy difícil poner a todos los países de acuerdo, y que la ONU facilitase un cambio tan sustancial en el orden internacional, por eso propone sus medidas de prevención que incluyen recompensas, intervenciones unilaterales, castigos, arrojar octavillas desde aviones en países genocidas, etc... La ingenuidad de sus propuestas finales roza la perversidad, ya que espera que los países democráticos se posicionen genuinamente frente al eliminacionismo de manera totalmente espontánea y desinteresada. Confía e insta a que EEUU, Reino Unido y Francia, actúen para detener genocidios en un sistema que les excusaría de tener que presentar antes o después alguna justificación jurídica. Pero el propio Goldhagen reconoce que cuando estos países han intervenido lo han hecho por sus intereses, así que darles carta blanca para ningunear al derecho internacional es, en la práctica, ponérselo más fácil para que sigan haciendo de las suyas. No tiene ninguna fe en la ONU, ¿y si la tiene en EEUU?

En este último capítulo también se proponen algunas sugerencias terminológicas, como acuñar "la guerra contra la humanidad" para sustituir al término "crímenes contra la humanidad", o desmantelar la ONU y crear un nuevo organismo compuesto únicamente por democracias que se llamaría "Naciones Democráticas Unidas". Con China y Rusia se podría hacer una excepción en aras de un fin mayor, ya que ante el temor de no hacer nada, es mejor hacerlo de manera imperfecta (incluyendo a China y Rusia para que tenga más fuerza).

El mapa del libro es de 2008, pero este de 2011 tiene casi los mismo resultados
El mapa que autoriza a Goldhagen, para afirmar que más de 1/3 de la ONU está formada por regímenes sin democracia electoral ("regímenes criminales"), y que (según una medida supuestamente diferente) más de la mitad de la ONU está formada por tiranías, es el mapa que cada año aporta la organización Freedom House. Freedom House viene haciendo informes desde hace décadas en los que evalúa la calidad democrática y la libertad de todos los países del mundo. Aunque estos informes son aceptados por muchos medios y académicos, su metodología que mezcla variables lleva a dejar a Cuba peor situada que China (2007), como dice Secundino Gonzalez. Si a ello le sumamos las críticas que ha tenido por ser el brazo propagandístico de EEUU, según Chomsky y Hermann, nos encontramos con otro patinazo de Goldhagen en el terreno de la política actual.

Aunque algunas medidas puedan ser inteligentes y bienintencionadas, lo ingenuo de otras muchas, así como el análisis parcial de la Guerra de Irak o su aprobación moral y política para hacer excepciones justo con los que más han abusado, puede hacer pensar al lector que todo el riguroso proceder en los capítulos previos debe ser de la misma calidad. No es cierto. En cuanto a los eruditos análisis que comparan las prácticas eliminacionistas a lo largo del espacio y del tiempo de nuestra era, poco hay que objetar en términos generales, salvo las contradicciones ya comentadas anteriormente. Pero la ciencia política y la historia son mezcladas con sabiduría y los argumentos se someten a pruebas que los hacen entendibles, aunque quizás sean algo repetitivos. Lamentablemente, este balance positivo queda oscurecido al final del libro por juicios de valor y opciones políticas poco razonadas y nada razonables.




ENLACES INTERESANTES

Documental sobre el libro en youtube (cambiar subtítulos a español, aunque no sean exactos permite seguir el documental si no se sabe inglés); el documental aporta algunos momentos brillantes que no están en el libro como la entrevista a Madeleine Albright, responsable estadounidense de asuntos exteriores y embajadora de EEUU en la ON.
La controversia sobre los alemanes corrientes y el holocausto (PDF).
Goldhagen y su opinión sobre el peligro del islam político.
Guía para estudiar el documental en centros educativos.
Reseña de El Mundo.
Reseña en New Statesman (inglés)
Artículo sobre el debate de la unicidad del holocausto que tuvo lugar en los 90 (inglés).
Howard Zinn sobre la unicidad del holocausto.
Yehuda Bauer sobre la unicidad y sobre otros genocidos.
La web del autor, www.goldhagen.com
Aurelio Arteta reflexiona sobre el papel de los testigos y apoya la tesis de Hanna Arendt (youtube)
Antonio Fernández García, de la UCM, resume los argumentos dados por otros historiadores en contra del libro "Los Verdugos Voluntarios de Hitler" (PDF).
Otro libro sobre el fenómeno del genocidio.
Cómo se falsificó la historia del bombardeo de Hiroshima y Nagasaki

HITCH-22 (2010) de Christopher Hitchens

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Christopher Hitchens se vuelve a colar en mi blog por la puerta grande, a través de una autobiografía, género que por lo demás, no me interesa. Pero es que un escritor tan polifacético y polémico, curtido en tantas experiencias y viajes que él mismo cuenta y que han marcado su evolución, merece la pena ser investigado en esos capítulos de su vida. Quizás reviviendo, esto es, leyendo sus memorias, lograse comprender lo que su estilo soberbio y poderío oratorio no han conseguido que asimile: cómo pudo metamorfosearse tanto en términos políticos sin escupir sobre sus principios. Esa era mi pretensión al leer este libro y mi conclusión, ya avanzada en otros posts, es que toda su evolución estuvo marcada por dos leitmotiv. En primer lugar le gustaba sacudirse de encima todo principio que no estuviera sujeto a permanente revisión o a debate. El principio de autoridad era un reto sin el que paradójicamente no podía vivir. Ni dios, ni Marx, ni ninguna otra sublimación de principios merecía su respeto. Esto traía consigo una ineludible consecuencia, y es que desde temprana edad no pudo abrazar en toda su extensión el socialismo, al menos eso nos contaba en estas memorias, aunque lo ideal hubiese sido contrastarlo con sus escritos de entonces. Esas dudas hacían que Hitchens tuviera una recurrente bicefalia en su intelecto más íntimo, lo que él denomina su "doble contabilidad", y que repite en numerosas ocasiones en esta autobiografía. Para muestra un botón; la cita con la termina su prólogo es tan honesta como descarada:

"Las guerras más intensas son las guerras civiles, del mismo modo que los conflictos más vividos y desgarradores son internos, y lo que espero hacer a continuación es dar una idea de cómo es luchar en dos frentes al mismo tiempo, intentar mantener ideas opuestas vivas en la misma mente e incluso mostrar dos caras distintas el mismo tiempo."

Y en segundo lugar, su militancia antirreligiosa le hizo centrarse tanto en la vertiente antiyihadista, que la identificó como un enemigo tan venenoso que merecía le pena aliarse con quien fuera para acabar con él; algo así como Churchill con Stalin para acabar con Hitler. Sin embargo, yo creo que aunque diésemos por acertada la comparación, la razón por la que se cegó y se contaminó con los intereses del imperialismo norteamericano (condenados con fervor en el pasado), no fue tanto por la proximidad con la derecha anti-yihadista, como el alejamiento de sus colegas de la izquierda que en aras del multiculturalismo se mostraban renuentes a condenar la sinrazón del mundo musulmán.


En los primeros capítulos de índole estrictamente personal nos cuenta cómo eran sus padres, el suicidio de su madre, cómo se enteró de su parte judía, la fría relación con su padre calvinista y hasta algunos escarceos homosexuales y orgías masturbatorias contadas a caballo entre el pudor de un afamado escritor heterosexual y el orgullo que todo intelecto explorador se debe permitir. No obstante, Hitchens no se excusa con el típico subterfugio de "son cosas que hacemos los tíos cuando nos calentamos y no hay tías cerca". Confiesa que llegaba a intercambiar poemas, besos y suspiros con algún compañero, e incluso habla de haberse acostado con futuros miembros del gobierno de la nación. Todos estos detalles sexuales quedan encogidos en las páginas siguientes por unas memorias mucho más ricas que unos simples escándalos sexuales.

Cuenta como le iniciaron en el mundo de la izquierda en el contexto de la Guerra de Vietnam, en la que vio todos los elementos de rapiña de una superpotencia contra una sociedad agraria, y con la que sintió su primer distanciamiento de la "política convencional" cuando el partido laborista terminó apoyándola. Escribe que se sentía muy lejos de sectarismos y ortodoxias que le aburrían soberanamente mientras discutían sus teorías, y aunque era consciente de que el bloque soviético era una dictadura, él se mantenía fiel a todo lo positivo que iba encontrando en el camino de la izquierda (Rosa de Luxemburgo, Trotsky, los internacionalistas, etc...).

A FUERZA DE VIAJES

El capítulo dedicado a su viaje a Cuba es quizás el más autocomplaciente ya que a pesar de haber sido seducido por Castro y la promesa del nuevo discurso revolucionario que presentaba un socialismo diferente al totalitarismo soviético, supo ver cómo la prostitución y la homosexualidad se habían convertido en objetivo del régimen, y eso no decía mucho del mismo. Si hemos de creerle, su rebeldía socialista no le cegó ante las necesidades materiales y de libertad que el pueblo demandaba.

"No diré que vi todo eso a la primera, y una parte de mí seguía con los entusiastas cubanos que querían sacrificarse por Vietnam y Angola y no deseaban una vida cómoda." [...] No sé si lo que dije a continuación salió de la parte "izquierda" o "derecha" de mi cerebro, pero me gusta pensar que anticipé al menos parte de la enorme deserción cultural y literaria que más tarde le costó a Castro la lealtad de escritores [...]"

El desencanto con Cuba se materializó allí mismo, cuando los rusos invadieron Checoslovaquia. Estuvieron esperando con avidez el discurso de Castro, del que esperaban que marcara la diferencia frente al imperio soviético, pero después de que China apoyara la invasión llegó el discurso de Castro que se sumo a toda la familia de "escleróticos estalinistas del Kremlin".

Parece concluir que el castrismo podía tener cierto sentido en un contexto donde la presión de EEUU poniendo dictadores en Latinoamérica lo justificaba como una defensa, pero en Europa "los impulsos de una izquierda revolucionaria podían y debían usarse para desgastar el muro de Berlín por ambos lados."

Lejos de considerarse un "turista de la revolución", piensa que formó parte de la vieja izquierda radical, alejada de la mera disensión teórica de salón, y que se ganó el derecho "a hablar e intervenir por medio de la experiencia, el sacrificio y el trabajo." Una vez más, experimentar en sus carnes todo tipo de opciones, sexuales o políticas, se configura como un procedimiento necesario para este viajero que prefería la impresión de una vivencia a las ideas de un libro. Este sano hábito, aunque no garantiza verdad ni moralidad alguna, al menos ofrece una riqueza vivencial que le acompañó durante toda su vida de escritor. O quizás debería decir de periodista, ya que es más propio del periodismo como él mismo confiesa, el acercarse a todas las partes, conocerlas y después de mirar a los dos lados del camino elegir el que tu experiencia te dicta que es la más honesta, por encima de compromisos sectarios o principios doctrinales. Esa continua contrastación y "doble vida" que le hace identificarse con Jano, el dios romano de dos caras, le llevaría en el futuro a acercarse a un enemigo para no confraternizar con otro peor, y por tanto a romper con sus orígenes izquierdistas tal y como he explicado anteriormente. El acercamiento a Salman Rushdie y la amarga ruptura con Edward Said, son dos consecuencias muy simbólicas de sus experiencias como viajero.

Uno de los pecados de los que se arrepiente es no haber dejado continuar el debate a Michael Stewart, quien iba a defender la moralidad de la guerra en Indochina, pero a quien lo silenciaron los insultos y voces de asesino que la masa profería, y a la que Hitchens se unió tras dar su discurso. Por eso Hitchens no puede resistirse a conocer el lado oscuro, el hecho de tener que estrechar la mano y sonreír a dictadores como Videla es solo un mal menor, aunque no dude en destrozarlos dialécticamente después... o en el mismo momento. Pero a veces parece que es más la vanidad, que la curiosidad lo que le empuja a pensar que "esos encuentros con el lado oscuro también aportaban buenos temas". Estoy pensando en el viaje que hizo con Sean Pennpara entrevistar a Chávez o Fidel Castro, y no lo digo porque ellos me parezcan más oscuros que los presidentes de EEUU, sino porque rivalizaba para conseguir una entrevista contanta pasión y curiosidad, como vanidad. En cualquier caso ese plus que le daba a la mera existencia de la opinión contraria, y no solo a su derecho a expresarla, es algo atípico y me atrevería a decir que intelectualmente valiente. Recuerdo el debate entre ateos "The Four Horsemen", el cual subtitulé, en el que Hitchens (el ateo político) sorprendía a Richard Dawkins (el ateo científico por excelencia) planteando la conveniencia intelectual de que exista la sinrazón de la religión. Bajo esa perspectiva, probar una forma de tortura como el ahogamiento simulado no es nada raro, sino una muestra más de la falta de temor a vivirlo todo, de la curiosidad por conocerlo todo, incluso lo peor del ser humano. En ese sentido era un vitalista valiente. Pero me extraña que no hubiese muerto antes de alguna sobredosis de algún tipo de droga, ya que en su libro solo confiesa haber alcanzado sus mejores momentos como escritor gracias únicamente al alcohol y al tabaco.

EXILIO A EEUU

Una paradoja más en su vida es la ocasión en la que nos narra que impulsó su "exilio" a EEUU. Su hastío de la política, y del laborismo británico en particular que por aquellos entonces se oponía a la guerra de las Malvinas (Hitchens era de los pocos izquierdistas que apoyaron a Thatcher porque despreciaba más el influjo del imperio norteamericano que apoyaba a los militares torturadores argentinos que el influjo del imperio británico), le hizo trasladarse curiosamente a ...EEUU. Allí adquirió la nacionalidad estadounidense y allí residió hasta su muerte.

Al otro lado del charco Hitchens encontró un mayor grado de libertad. Las leyes que defendían la libertad de prensa, tal y como demostraron los Papeles del Pentágono, eran más garantistas que las británicas que permitían que el gobierno impusiera la censura previa a un director de periódico que fuese a publicar algo que afectase negativamente al ejecutivo. También se sorprendió al comprobar que EEUU se tomaba en serio la libertad de expresión, y que fuera precisamente la Unión Americana por las Libertades Civiles quien recurría ante el juez la prohibición de un desfile nazi con esvásticas. Este tipo de defensa de la libertad de expresión es muy estadounidense, muy chomskiana diría yo, y no se entiende muy bien fuera de EEUU, ni siquiera dentro. Pero por ejemplo en España, afirmar que los etarras tienen derecho a expresar sus ideas y formar un partido político es habitualmente entendido como una muestra de conchabamiento con sus ideales y crímenes aberrantes, cuando en realidad lo que hacemos algunos es apostar por la pureza de un sistema político de libertades radicalmente diferente a lo que ellos practican. Y cuando digo ellos, me refiero también a los que defienden la libertad de expresión al mismo tiempo que justifican o contemporizan con los asesinos. Pero eso no debería callarnos ni acomplejarnos a los que creemos en la democracia. Quizás Hitchens, que durante la dictadura franquista se sumó a la causa vasca y catalana, lo explica mejor que yo recordando un contexto parecido en EEUU:

"En mis primeros meses viviendo en Washington, D. C., fui a una concentración del Ku Klux Klan, en la que los ensabanados manifestantes eran protegidos de los furiosos opositores por falanges de imperturbables policías negros que se encargaban de que los derechos constitucionales de quienes los detestaban fueran debida y deportivamente respetados."

Allí encontró a Reagan, un presidente por el que sentía un profundo desprecio ya que mentía sin inmutarse. Llegó a decir que el ruso no tenía una palabra para la libertad o que había estado presente en la liberación de los campos de exterminio nazis. Ese desprecio solo pudo ser igualado por el que más tarde sentiría por Clinton, a quien conocía desde su juventud.

Pero también encontró a Susan Sontag, a quien admiraba e incluso envidiaba por su vitalidad y autonomía para vivir y crear en el mundo intelectual y artístico de EEUU. Y también se encontraba de vez en cuando con Noam Chomsky, aunque quizás los enfrentamientos que tuvo con él le hacen escribir con menos entusiasmo de quien tanto llegó a valorar. Resulta curioso que las mismas acusaciones que más tarde lanzaría contra Chomsky y compañía, a saber, jugar a hacer equivalencias morales y sentir odio por sí mismos, son las mismas cosas que le decían a él los Reagan y compañía cuando criticaba a EEUU o a Israel.

LA CONVERSIÓN TRAS EL 11-S

Cuando las Torres Gemelas cayeron, sus roces con la izquierda pasaron a ser insoportables porque ya no aguantaba el discurso de "quien siembra vientos recoge tempestades" ya que eso implicaba que EEUU se lo había buscado de alguna manera, suponía culpar a la víctima y en último término justificar al verdugo.

En mi opinión sigue siendo incoherente que no razonase de la misma manera en sus años previos de anti-imperialismo cuando condenaba a EEUU por haber financiado las dictaduras que a lo largo y ancho del planeta ahora se volvían contra su creador. Una lección básica de politología es que una explicación no es igual que una justificación, pero Hitchens ya estaba decidido a romper con la izquierda y creo que aprovechó inconscientemente este momento para hacerlo. En algún escrito recuerdo que se defendía arguyendo que en el pasado ningún país bajo la bota de EEUU cometía este tipo de terribles atentados. Es el rasgo netamente religioso del 11-S lo que Hitchens no podía tolerar. Se sentía en la obligación de defender el único muro de contención frente a la barbarie religiosa. En el pasado se ha derramado sangre, de una forma u otra, con víctimas militares y civiles al luchar contra imperios y dictadores. El rasgarse ahora las vestiduras por 3000 muertos en las Torres Gemelas y minimizar el número mayor de muertos que EEUU ha producido año tras año allá donde le ha dado la gana, es solo una excusa para no afrontar el principal error: que no está dispuesto a aplicar el mismo rasero a su nuevo país de acogida, que simboliza y se sustenta en la democracia y la razón, y a los otros países teocráticos que representan el oscurantismo y el atraso medieval. Pasó de juzgar los hechos a juzgar a los autores, aunque quizás siempre hizo lo mismo y solo cambió de fobia con respecto a los autores. Supongo que para Hitchens llegó un momento en el que denunciar los excesos de la política estadounidense era incompatible con hacer lo mismo con los excesos de los demás países, porque suponía entrar en el juego de las equivalencias morales. Este juego que Chomsky creía que era una torpeza intelectual y una trampa propagandística, se adueñó de la mente de nuestro querido iconoclasta y paralizó su brillante y valiente lucha contra el poder, por miedo a que pudiese contribuir a que EEUU quedase menos legitimado para luchar contra quien él entendía que debería ser el enemigo a exterminar: los radicales islamistas.

"[...] gracias a los poderes que sean por el poder de los Estados Unidos de América. Sin esa fuerza de reserva, la mera masa de su arsenal, en combinación con las innovadoras maniobras de sus fuerzas especiales, los tiranos y la chusma del mundo poseerían una inmerecida sensación de impunidad. De hecho, los talibanes huían lejos de la gente que celebraba el fin de una larga opresión y al-Qaeda aprendía lo que significaba recibir un gran número de bajas, y no solo provocarlo. Yo no estaba en contra de eso."

Aunque pueda tener parte de razón, considero que denunciar al policía corrupto que ha jurado fidelidad a la ley y al que nosotros pagamos, es un deber democrático y moral aún mayor que denunciar al criminal sin principios ni escrúpulos. Esto no significa igualarlos. Ni tampoco se puede entender que suponga hacer menos inmoral al criminal. Y de ningún modo implica que se tenga que tomar partido por algunos de los dos: se debe y se puede denunciar a ambos. Pero llegado cierto nivel de consenso sobre lo que está bien y lo que está mal, me parece más útil señalar con el dedo al que se escuda en el cargo para hacerse pasar por paladín de la libertad que criticar lo que resulta obviamente condenable de cualquier acción terrorista. Hitchens optó por la viceversa.

SALMAN RUSHDIE, PARADIGMA DE CAUSA JUSTA
El caso de Salman Rushdie y sus versos satánicos fue para él, no solo un caso de defensa de amistad, sino de principios. "Era, si puedo expresarlo así, un asunto que enfrentaba todo lo que odiaba contra todo lo que amaba." Mientras la derecha y los líderes religiosos culparon a Rushdie por ser blasfemo y de izquierdas, la izquierda se olvidó sus principios libertarios para defender el multiculturalismo como valor supremo. Pocos tuvieron el coraje de defender a Rushdie como Susan Sontag, quien llamó a sus contactos en su agenda para presionarles a que aparecieran con ella leyendo partes de la obra de Rushdie en público, y avergonzando a los que no se atrevían a hacerlo. Por todo ello Hitchens confiesa que la amaba.

Una de las peores mañanas de Hitchens fue aquella en la que leyó el artículo de Salman Rushdie titulado "Por qué he abrazado el islam". Según Hitchens fue una falsa disculpa que el escritor tuvo que redactar presionado no solo por las amenazas contra su vida, sino por también por la diplomacia británica que se veía en la necesidad de negociar con los fanáticos y le dijeron a Salman que esta tensión prolongaba el secuestro iraní de prisioneros británicos en el Libano. Cuando se volvieron a ver, Hitchens tuvo la tentación de discutir lo consideraba un error, pero se abstuvo y se conformó con el tono avergonzado que usó Salman Rushdie al confesar que ese era el precio de su billete para poder salir de su encierro secreto. No le sirvió de nada, y tampoco sirvió de mucho su lucha porque en mundo editorial volvería a recular con las famosas viñetas de Mahoma.

"Es extraordinariamente arduo tener un desacuerdo de principios con alguien que encarna lo que para ti es el más importante de los principios, pero afortunadamente esa tensión no duró. [...] La triste paradoja, es que, aunque él y su libro sobrevivieron y florecieron, nadie en la industria editorial angloamericana encargaría o publicaría ahora "Los versos satánicos". De hecho toda la industria económica y cultural ha actuado, en lo que respecta al islam reaccionario, con enorme prudencia. La otra paradoja es que el multiculturalismo y la multietnicidad que llevaron a Salman a Occidente, [...] es ahora uno de los disfraces de un uniculturalismo, basado en el relativismo moral y el chantaje moral [...] según el cual se redefine la Ilustración como "blanca" y "opresiva" [...]."

IRAK, IRAK Y MÁS IRAK

Las guerras de Irak han marcado una generación, y se toman como baremo de la decencia política y moral de quien opinó sobre ellas. Quizás por eso se extiende con ocasión de las mismas. Pero en realidad, aunque no hubiesen tenido tanta repercusión mediática, ni hubiesen generado tanta controversia, Hitchens tenía buenos motivos para explicar sus cambios de opinión al respecto. Criticó con vehemencia la primera, y se opuso con mayor tesón a la segunda. Las acusaciones de chaquetero por terminar apoyando a EEUU, eran de esperar y anulaban la presunción de inocencia de un escritor con nueva ciudadanía del imperio.

Parece ser que Hitchens escribió un artículo en 1976 elogiando la labor social que estaba haciendo Sadam Hussein y el futuro prometedor de este nuevo líder del mundo árabe, al que llegó a comparar con Nasser. Hitchens trata de hacer entender al lector que por aquel entonces las cosas eran distintas ya que Saddam estaba haciendo reformas positivas en el país. Sentía respeto por los nacionalistas árabes de la época, por su anticolonialismo, por su laicismo (al menos al principio, porque luego usaron la terminología de los mártires y la guerra santa) y por su socialismo, pero en cualquier caso era consciente de la represión política que dice haber resaltado. Tras leer el artículo podemos ver que efectivamente hablaba de torturas pero el balance era claramente positivo. En cualquier caso, cuando Hitchens dejó el país Saddam se convirtió en presidente del país e inició purgas que terminaron con toda disidencia. A partir de ahí Hitchens siguió la deriva del régimen con pena e indignación, incluso con miedo para los exiliados que vivían en Londres.

Cuando se opuso a la guerra del golfo, en 1990, lo hacía convencido de que había sido tolerada por EEUU, ya que advirtieron a Saddam que sus problemas con Kuwait no eran de interés estadounidense. Tan solo cuando terminó invadiéndolo es cuando EEUU reaccionó, pero si se hubiera limitado a robarle los pozos de petróleo probablemente no hubiera habido causus belli. La antipatía por Bush padre, la repentina comparación de Saddam con Hitler por parte del gobierno, las mentiras de propaganda bélica como las famosas incubadoras de bebés kuwaitíes y el principio de precaución anti-imperilista que todavía le quedaba le hizo oponerse a este primera guerra con Irak, pero durante la misma le acecharon ciertas dudas al respecto. Renunciar a la guerra era dejar a Kuwait en manos de Sadam, y renunciar al anti-imperialismo sería dejar a Irak en manos de EEUU. Se supone que la opción menos mala es la segunda porque implica que el poderoso es más civilizado, pero creo que ese análisis lo hubiese perdido nuestro autor a la vista de las consecuencias políticas y las bajas que ha producido la guerra de Irak.

"Después de todo, si Sadam era de verdad Hitler, ¿no deberíamos, en vez de limitarnos a rescatar Kuwait, invadir Irak y encontrarle un nuevo gobierno?¿Y qué nos daba derecho a ello, cuando éramos los compinches de los saudíes, los traidores de los kurdos y los chalanes de los mullahs iraníes? [...] Solo al regresar a la región, justo después, me di cuenta poco a poco de que mi propia lógica podía volver, o más bien volverse, contra mí. ¿Y si la guerra hubiera producido la caída de Sadam Husein, en vez de su confirmación en el poder? ¿No me habría visto moralmente obligado a decir que era justificable? El insulto 'fascismo' se lanza con facilidad, y yo mismo lo hago a veces, pero te juro que es distinto cuando ves el fenómeno real en funcionamiento."

Conocer a los kurdos y a otras víctimas de Sadam, visitar sus pueblos y sus casas, y comprobar la ilusión por ser liberados del yugo del dictador, así como la desilusión por ser solo una liberación parcial que lo dejó en el poder, fue determinante para que Hitchens no solo cambiara de perspectiva, sino para que cayese en la rastrera lógica de la propaganda de guerra según la cual los pacifistas simpatizaban con Sadam.

"¿Era esa la manera de terminar una guerra de 'liberación'? Para mí la pregunta inmediata era: ¿formaría yo parte de esa opinión pública o no? Sentí que no tenía elección. Bueno, entonces, ¿qué había pasado, o qué quedaba, de mi previa y orgullosa posición 'contra la guerra'? ¿Era algo más que afectación o un residuo? [...] La idea de 'rojos por Bush' podría parecer incongruente, pero era mucho más saludable que 'pacifistas por Sadam'."
El tema de las sanciones es despachado tan acríticamente, que si no fuera por su aversión a recibir órdenes, haría pensar que estaba en nómina del gobierno. Y es que no hay ninguna explicación para que Hitchens no argumentara más seriamente a favor de las sanciones, simplemente las contemplaba como necesarias y confiaba (porque no podía demostrar) en que eran necesarias y en que no mataban a mucha gente inocente:

"De vez en cuando me pedían que firmara una petición contra las sanciones, de las que se decía que mataban a decenas de miles de iraquíes jóvenes y ancianos, a través de la privación de medicinas y comida. No lograba que me convenciera ese pseudohumanitarismo. [...] Casa vez más me parecía que quien se preocupara por el bienestar y supervivencia de los iraquíes debía pedir el derrocamiento del despotismo demente que había hecho necesarias las sanciones y estaba acabando con el país. [...] Crucé la frontera kuwaití hacia Irak y vi un poco del bárbaro estado al que había quedado reducida la sociedad iraquí, a través de una combinación de sadismo y de las sanciones que había requerido el régimen."

Se vanagloria de haber conseguido, él y un puñado más de intelectuales, hacer cambiar a Washington de opinión con respecto a la decisión de dejar en el poder a Sadam Hussein. Paul Wolfowitz, al que presenta como un hombre conocedor y amante de otras culturas (que curiosamente tiene tendencia a bombardear) que estudió en la Universidad John Hopkins (la misma de la que se burlaba cuando daba una cifra alta de bajas en la Guerra de Irak) le llamó tras oírle debatir a favor de la intervención militar. Narra, creo que sin darse cuenta, cómo lo sedujo para unirse a la causa de la guerra con la idea de romper con el legado de Henry Kissinger, archienemigo de Hitchens: "Era el momento de enfrentarse al consenso de Bush/Powell/Kissinger."

Añadiré algunos párrafos más para comprender por qué pienso que Hitchens perdió la cabeza, políticamente hablando, al caer preso de una ingenuidad insultante que le hacían merecedor de aquellos gruesos epítetos que le dedicara George Galloway: "el primer caso de metamorfosis inversa en la historia natural; de mariposa a babosa".

"El intento de cambiar la opinión política en Washington desde entonces ha sido objeto de tal cantidad de invenciones morbosas y falsedades paranoicas que creo que es el momento de que me nombre, junto a otros conspiradores involucrados, y de una versión de lo que hicimos y de nuestras razones. [...] A quienes intentaron librar a Irak y al mundo de Sadam Husein se les ha representado como parte de una cábala neoconservadora, agentes un lobby judío, y se les ha acusado de falsificar pruebas e inventar pretextos para la guerra. [...] Pude comprobar que los que defendían el "cambio de régimen" en la administración eran sinceros y no exageraban a sabiendas para crear opinión. [...] La cuestión de las armas de destrucción masiva, como ahora todo el mundo espera olvidar, era muy a menudo una herramienta retórica de quienes querían dejar a Sadam Husein en el poder. [...] Si me hubieran demostrado fuera de toda duda que NO tenía ninguna reserva seria a mano, habría argumentado -de hecho, lo hice- que eso significaba que era el momento apropiado de golpearle de forma despiadada y concluyente. Castigaría el uso previo e impediría cualquier repetición."

Así las cosas, resulta que tenemos a un intelectual muy persuasivo que da gusto oír, una persona ilustrada en literatura, historia y filosofía con sus propias ideas y un gran instinto escéptico que le empuja a comprobar las cosas y no fiarse del poder,... pero que sigue creyendo en la bondad y la honestidad de quienes montaron la Guerra de Irak y sus sanciones económicas. Sigue creyendo que había armas de destrucción masiva (se basa en dos reuniones, la de Damasco y la de Niger) y prácticamente solo tiene un convencimiento que le impulsa a abandonar su habitual recelo racionalista: que hay unos desalmados musulmanes dispuestos a todo y a los que hay que parar. Toda ponderación de las verdaderas razones por las que se los quiere derrocar (o entronar, según el caso) y de las consecuencias  han desaparecido de la baraja. Los sucios juegos de poder que cualquier analista sabe, son guardados en el mismo cajón desde el que se sacan las armas para atacar a los anti-guerra.

"En cualquier caso, los que se oponían a la guerra se alineaban con las opiniones de otros gobernantes y estados, muchos de ellos bastante más apestosos que George W. Bush."

El tema de Irak lo cierra con la historia de Mark Jennings Daily, un chico que de buena fe que se enroló en el ejército creyendo a pies juntillas que EEUU exportaba la democracia y demás necedades, en parte porque había sido influido por los artículos del propio Christopher Hitchens. Las cartas del chico emocionaron sin duda a Hitchens, pero de ahí a suponer que la mayoría de soldados (de baja o alta graduación) tenían unos valores y honestidad tan acentuados como este chico hay un largo camino de artificiosa ingenuidad. Probablemente la misma ingenuidad que le hacía a Hitchens odiar a los que se burlaban de que los americanos fueran recibos con "dulces y flores" ya que él presenció esos aplausos y siente pena por los que jamás han visto la alegría de un pueblo liberado. Tal y como su amigo Patrick Cockburn escribió después de su muerte esos aplausos eran por haberles quitado de encima al dictador, pero de ningún modo por quedarse ocupando su país. De otra forma no se podría entender como tanta gente luchaba contra los americanos tras el derrocamiento de Sadam.

Precisamente Patrick Cockburn es una de las dos omisiones que he echado en falta en sus memorias. Fue amigo suyo desde muy joven, y es de los pocos izquierdistas anti-guerra, quizás el único, al que Hitchens seguía respetando ya que lo describe como "el mejor cronista de la guerra y sin duda su crítico más ferviente e inteligente". Sin embargo no he encontrado ninguna polémica ni debate entre ellos. Si no lo tuvo públicamente, podía haberlo contado en sus memorias, pero tal y como Patrick Cockburn nos dice en su artículo cuando Hitchens estaba enfermo de cáncer no era momento de pelearse por Irak o Afganistán. Quizás ninguno quiso romper la amistad que los unía (no fue así con su hermano Alexander, con el que tuvo encontronazos mayores y el cual le dedicó un amargo obituario cuando murió). Solo post-morten Patrick Cockburn se atrevería a argumentar que por mucho humanitarismo intervencionista que defendiera Hitchens quedaba la cuestión principal de cómo era posible que ese supuesto humanitarismo hubiese terminado en una aventura imperialista que ha destruido los países que supuestamente querían salvar.

El segundo personaje que he echado en falta, y digo personaje a propósito, es George Galloway, el único contrincante que le ha podido dar tanta cera como Hitchens le daba a él. Curiosamente a la hora de hablar del programa "Petróleo por Alimentos", con el que acusó a George Galloway de estar en nómina de Sadam, no menciona específicamente al político inglés. No sé como terminó el caso, pero al menos Galloway ganó ciertos aspectos del mismo en los tribunales, y hubiese sido honesto por parte de Hitchens reconocérselo.

LA CUESTIÓN JUDÍA

El libro termino con algunas reflexiones sobre lo mal que ha ejercido como padre, lo mal que hubiese ejercido como soldado a pesar de haberse visto envuelto en algunas peleas (físicas), y lo mal que ha llevado su ascendencia judía, de la que se enteró fortuitamente, a pesar de ser un ateo convencido.

Como muchos izquierdistas de la época, simpaticé instintivamente con el Estado judío. No lo hice completamente o sin reparos: [...] ¿Por qué -y después dejaré de hacer preguntas retóricas- en algún momento decidí que con cuando me preguntaran con cualquier tono de voz. "¿Eres judío?", nunca me oiría negarlo?
Como ateo convencido, debería coincidir con Volteare en que el judaísmo no es solo una religión más, sino a su manera la raíz de todo el mal religioso. [---] Gran parte del tiempo estoy con Volteare, pero no sin reconocer que el judaísmo es dialéctico. Hay después de todo una versión específicamente judía de la Ilustración del siglo XVIII, con un nombre específicamente judío: Haskalah. [...] Sin embargo, incluso el judaísmo anterior a la Ilustración obliga a sus enemigos a estudiar y pensar, les enseña a regañadientes lo que piensan los demás e incluso puede que les enseñe cómo pensar.

Denuncia que el Holocausto fue visto por los rabinos como un castigo, aunque tras 1967 lo empezaron a ver como una bendición. En ese fecha clave, y en la mención de los 5,7 millones de judíos que murieron en el Holocausto, coincide curiosamente con Norman Finkelstein, aunque supongo que no en mucho más.

Es curioso como emplea cierto misticismo para hacer una equivalencia pseudo-intelectual entre las tres principales religiones que termina con algún balance positivo para el judaísmo. Para él los judíos no han necesitado caer en el populismo de mitificar a una persona (aunque no sea una figura histórica) como Jesús o Mahoma.

Y los judíos, hambrientos como estaban de cualquier señal de su largamente buscado Mesías, no se dejaron engañar por ninguno de esos dos impostores, o no en grandes cantidades o por mucho tiempo. [...] Los judíos calaron a Jesús y a Mahoma.

Todo esto no emborrona la posición pro-palestina que Hitchens ha mantenido invariablemente durante toda su vida, quizás como ninguna otra cuestión, al igual que su ateísmo.


EDWARD SAID, LA AMARGA DISCREPANCIA CON UN AMIGO

La sofisticación del cosmopolita, del ilustrado profesor, políglota, bibliófilo e intelectual ateo que era Edward Said, junto con su defensa del mundo medieval en el que vive esa mentalidad islámica solo se puede explicar a través de una doble personalidad. Al menos eso es lo que piensa Hitchens de quien fue un gran amigo suyo, a quien admiraba profundamente y del que tanto aprendió según él mismo confiesa.

Hitchens detalla muchas conversaciones y situaciones con Edward Said que probablemente sean de lo más novedoso e interesante de estas memorias. Reconoce que el libro Orientalismo supuso una bella y útil herramienta para quitarse algunos prejuicios de encima a la hora de que occidente mire a oriente, pero tardó poco en detectar ciertas divergencias. Una de ellas era algo que Hitchens no llevaba bien, y era la tendencia de Said a relegar los atentados suicidas como obra de estereotipos extremadamente exagerados" del mundo islámico. Tampoco llevaba bien su silencio a la hora de criticar a la URSS, ya que tal y como le confesó a Hitchens, "nunca nos han hecho daño".

Indudablemente les unía la causa palestina, y la primera intifada, pero Hitchens critica que Said no tuviese autonomía moral para condenar a fanáticos islamistas y dictadores, solo cuando estos eran aliados o siervos de EEUU, Said levantaba la voz. En caso contrario, callaba y toleraba ese mal.

Despellejaba al partido Baaz de Sadam Husein, por ejemplo, principalmente porque en el pasado había disfrutado del apoyo de la CIA. Pero si atacabas a Sadam de verdad, como en el caso de su uso de armas químicas contra no combatientes en Halabja, Edward daba una validez vicaria a la historia falsa de que "en realidad" lo habían hecho los iraníes. [...] Como nuestro entonces amigo Noam Chomsky, al final Edward pensaba que si Estados Unidos hacía algo, ese algo no podía ser, por definición, una acción moral o ética.

Cuando Said por fin repudió a Arafat lo hizo en ese sentido, porque entendió que los Acuerdos de Oslo eran un diseño de EEUU. Poco después Hitchens ya había abierto más la grieta que los separaría con sus diferencias en torno a la segunda intifada, sobre la que Hitchens piensa que era agresiva, racista y terrorista. Sin embargo, al igual que cuando dice que en su juventud tenía muchos cautelas con el socialismo, en una muestra más de lo que parecen unas memorias manipuladas para justificar sus cambios posteriores, confiesa ahora que esa introducción fue a petición de Said, fue "poco inspirada" y no puso "el corazón en ello."

La grieta se abría más cuando tras el 11-S Edward Said "dibujó una imagen de EEUU casi fascista, donde los ciudadanos árabes y musulmanes vivían diariamente aterrorizados por pogromos, instigados por hombres como Paul Wolfowitz". Cuando Said enfermó gravemente, Hitchens le dedicó unas duras palabras. Muchos acusaron a Hitchens de atacarlo en su lecho de muerte. Pero Hitchens ha dicho en repetidas ocasiones que todo fue porque le invitaron a comentar la reedicición de su libro, y que sobre todo, su enfermedad no le otorgaba inmunidad porque precisamente conservó toda su lucidez hasta el final. Reseñar indulgentemente o no reseñar en absoluto no eran unas opciones aceptables según Hitchens.

Pero la ruptura final vino cuando indirectamente le acusó de racista (nótese que la amargura con la que reflexiona pocas veces es igualada en otros momentos de estas memorias):

Es una acusación que debe probarse, o de la que hay que retractarse por completo. No sería amigo de alguien en quien sospechara ese prejuicio, y asumí que Edward era lo bastante honesto y serio como para pensar lo mismo. La tristeza se apodera de mi cuando pongo negro sobre blanco: escribí el mejor tributo que pude cuando murió no mucho después (y me alivió descubrir que no me supuso un esfuerzo), pero no fui, ni me invitaron, a su funeral.
¿DECLIVE, MUTACIÓN O METAMORFOSIS?

Esta pregunta es el título del último capítulo, y en cierto modo tan solo es la penúltima vez de una larga serie de metáforas en las que Hitchens se reconoce cambiando y enfrentándose a las consecuencias del cambio.

Si todos mis ejemplos de cambio súbito o gradual de corazón o de idea vienen de la izquierda, creo que se debe a dos buenas razones históricas. Una es que parece que no tenemos casos de trabajadores e intelectuales nazis o fascistas que sufrieran crisis de ideología y conciencia y exclamaran: "Hitler ha traicionado la revolución", o se flagelaran con la idea: "Cómo pueden cometerse crímenes horribles en nombre del nazismo?" [...] Por estas razones y otras relacionadas, siempre cruzo mentalmente los dedos y mantengo una ligera reserva mental cada vez que se mencionan embaucadoramente los crímenes de "izquierda" y "derecha" en la misma frase. Sin embargo, ahora es la izquierda la que más me irrita y ofende, y son sus crímenes y sus errores los que me siento más preparado, y motivado, para señalar. [...]

En las últimas páginas vuelve a hablar de Chomsky y Sontag en relación a la guerra de Bosnia. A Sontag vuelve a piropearla por su coraje al pedir que EEUU abandonase su vergonzosa neutralidad y se uniese a las voces que querían impedir un nuevo genocidio en Europa. A Chomsky vuelve a criticarlo por su supuesta incapacidad para situarse del lado de EEUU aun cuando la ocasión lo merece. Parece ser que Chomsky le escribió a Hitchens criticando a Václav Havel (quien apoyaba la intervención final a diferencia de Chomsky) por haber ido al Capitolio y no haber dicho nada del asesinato de un jesuita en El Salvador. Hitchens pensaba que no era el momento "oportuno para denunciar los crímenes de guerra de Estados Unidos".

Desde entonces Chomsky ha dicho algunas cosas que sugieren que nunca pensaba que yo sirviera de algo: poseo varios libros dedicados que demuestran lo contrario. Sucede que no me parece bien pagarle con la misma moneda. [...] sus posiciones libertarias (y su admiración por Orwell, rara en la izquierda) han sido relativamente consistentes. Si miras los ensayos que le dieron fama -sobre las primeras etapas de la guerra de Vietnam, sobre B. F. Skinner, sobre las memorias de Kissinger y sobre la Comisión Kahan que investigaba las matanzas de Sabra y Chatila-, encontrarás un talento polémico cuya pérdida merece la pena lamentar, y un sentido de la justicia que no debería haberse vuelto rancio y resentido.

Después de estas diferencias entre ambos escritores, llegaron otras más estridentes, como las explicadas con detalle en algún post anterior.

El libro termina con un breve homenaje a los amigos que lo han acompañado en el denominado frente del "nuevo ateísmo", que tiene un carácter más científico que político. El final de mi crítica conecta con el principio del post, en una suerte de argumento circular si se me permite el guiño a la referencia literaria que contiene el título del libro ("Trampa 22"), pues Hitchens encontró a científicos y filósofos centrados en una lucha que no dejará ninguna desazón el camino: la cruzada contra la dictadura celestial.

Es una tarea ímproba combatir a los absolutistas y a los relativistas al mismo tiempo: sostener que no existe una solución totalitaria e insistir al mismo tiempo en que, sí, los de nuestro lado también tenemos convicciones inalterables y estamos dispuestos a luchar por ellas. Tras varias lealtades pasadas, he llegado a creer que Karl Marx tenía toda la razón cuando recomendaba una duda y autocrítica continuas. Pertenecer a la tendencia  o facción escéptica no es, en absoluto, una opción blanda. La defensa de la ciencia y la razón es el gran imperativo de nuestro tiempo, y me siento absurdamente honrado cuando la mente pública me agrupa con grandes profesores y estudiosos como Richard Dawkins (un verdadero hombre de Balliol, si hubo uno), Daniel Dennet y Sam Harris. Ser no creyente no solo significa poseer "una mente abierta". Es, más bien, una admisión decisiva de incertidumbre, que está dialécticamente conectada con el repudio del principio totalitario, en la mente y en la política.

Yo termino mis comentarios del libro con las dos citas de su capítulo final:

Cuando el hacha llegó a los bosques, muchos árboles dijeron: "Al menos el mango es uno de nosotros." PROVERBIO TURCO

Si quisieras cambiar el mundo, ¿por dónde empezarías? ¿Por ti o por los demás? ALEXANDR SOLZHENITSIN





ENLACES:
Agria reseña de su ex-amigo Terry Eagleton


"EL OPTIMISTA RACIONAL" (2010) de Matt Ridley

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Cuando leí un artículo del autor en la revista de Punset, "Redes para la Ciencia", me fascinó tanto que busqué rápidamente el libro del que nacía, lo guardé y lo he leído con muchas ganas. Siempre me ha llamado mucho la atención el hecho del progreso humano y como vivimos tan ajenos a los esfuerzos y logros de todos esos humanos que vivieron en épocas muy pasadas pero que pusieron los cimientos sobre los que se ha construido todo lo que disfrutamos hoy en día. Este libro me ha ilustrado sobre ese proceso desde la perspectiva de la paleontología y la biología, pero lo que no esperaba era que se adentrara en las raíces más polémicas de la economía y por tanto de la política. Lo ha hecho con tal convicción que he tenido que poner en cuarentena mis principios izquierdistas. Creo que podría haber dicho socialistas sin temor a equivocarme, pero por un lado, se tan poco de teoría marxista y hay tanto docto en la materia que pone el grito en el cielo por un mal uso de las terminologías marxistas, que mejor refugiarse bajo ese amplio paraguas de "izquierdista". Y por otro lado, todavía padezco el ridículo complejo de no querer usar el mismo término que el PSOE se ha encargado de manosear en la política española, hasta casi cambiar su significado.

De manera que lo que empezó como un libro científico, pasó a ser un libro de política. ¿Qué hacer cuando mis dos pasiones se enfrentan? A priori me debo a la razón, pero precisamente por eso tengo que tener mucha cautela antes de dar por sentada la hipótesis de que este libro demuestra que la ciencia debería determinar una posición política. La justicia, la política y otras sensibilidades no emanan tradicionalmente de la ciencia, sino de una sensibilidad singular sobre la justicia y el reparto de la riqueza. ¿Pero qué sucede cuando te dicen, como te dice este libro, que hay riqueza suficiente para todos, y que a menos que la obstaculicemos, lo más probable es que nos llegue más pronto que tarde a todos los seres humanos?


CAPÍTULO 1
UN MEJOR HOY: EL PRESENTE SIN PRECEDENTE

Aunque haya gente muy pobre, incluso con una pobreza inimaginable en la Edad de Piedra, lo cierto es que en términos globales la población mundial es más rica, come mejor, muere más tardíamente, son más listos, etc... La pobreza en los últimos 50 años ha disminuido más que en los últimos 500 años. Y todo eso aún teniendo en cuenta que la población mundial se duplicó, y que la mejora no es una media estadística que deje de lado a los países pobres, porque fueron estos precisamente los que aumentaron su nivel de consumo a un ritmo que duplicaba el crecimiento de los demás países (de 1980 a 2000).

De manera que eso de que los ricos son más ricos, mientras que los pobres son más pobres no sería cierto. Todos son más ricos. Lógicamente este escenario global sí es una media estadística que no hará mucha gracia a los pobres que quedan por debajo. Pero la clase media de 1955 sería hoy descrita como por debajo de la línea de la pobreza. Los pobres de hoy en día gozan de comodidades y oportunidades que serían la envidia de la clase media de antes: "el 99% tiene electricidad, agua corriente, retretes conectados al alcantarillado y un refrigerador; el 95% tiene televisión, el 98% teléfono, el 71% automóvil y el 70% aire acondicionado."


Insisto: todo esto lo dice el autor desde una perspectiva global de la que advierte al principio del capítulo. Para mi gusto lo repite poco durante el resto del libro, porque su "optimismo global", aún siendo cierto, puede resultar un insulto para los que no han tenido tanta suerte de caer del lado positivo de la estadística. Por eso creo que lo matiza pocas veces en el libro, y la ocasión lo requeriría más, porque a veces suena demasiado a que "el fin justifica los medios".

Con esa misma lógica global, dice que el medio ambiente también mejora aunque localmente puede verse destruido, como en Beijing. En occidente ríos, lagos, océanos y atmósfera son más limpios. Los coches contaminan menos y "los huevos de las aves suecas tienen 75% menos de contaminantes que en los años sesenta."

Coeficientes de inteligencia, sistemas judiciales más fiables que liberan a inocentes gracias al ADN, y una drástica rebaja en los precios de combustibles, alimentos, vestidos y viviendas; "las cuatro necesidades humanas más básicas" que han sido más accesibles en los últimos dos siglos. Y el dinero no da la felicidad, pero ayuda mucho. El autor da por zanjada sin mayores problemas la denominada "Paradoja de Easterlin", economista según el cual "aunque en un país las personas ricas eran en general más felices que las pobres, los países más ricos no tenían ciudadanos más felices que los países pobres", aunque reconoce que la infelicidad de los estadounidenses es una excepción que se resiste. Pero cuando todas las demás variables se mantienen constantes, tener más dinero hace más feliz a las personas. Aún así, el dinero ni siquiera es la variable más importante (a veces es incluso un problema como han demostrado países con materias primas hundidos en la miseria). La libertad es todavía más importante para la felicidad. Tener libertad para elegir el tipo de vida que uno desea (social, política, laboral, sexual, geográfica, etc...) determina en mayor grado la felicidad.

Un horizonte creciente de prosperidad que se suele olvidar. Pero el autor no hace cambios de moneda para poder comparar, simplemente define la prosperidad con unidades de trabajo, o si se prefiere de tiempo. Para hacer un coche a principios de siglo XX se solían necesitar 4700 horas mientras que hoy solo son 1000. Todo el tiempo que nos evitamos los unos a los otros de estar trabajando, lo podemos dedicar a ocio o ... a consumir y hacer que el ahorro de tiempo sea cada vez mayor gracias al intercambio y la especialización, piedras angulares de este libro, y de las tesis de Adam Smith con las que se abre el mismo.

Tiempo: ésa es la clave. Olvídense de los dólares, los caracoles o el oro. La verdadera medida del valor de las cosas es la cantidad de horas necesarias para adquirirlas. Si tuvieran que adquirirlas por ustedes mismos, usualmente tomaría más tiempo que si las adquirieran ya fabricadas por otras personas. [...] Eso es la prosperidad: el aumento en la cantidad de bienes y servicios que se pueden adquirir con la misma cantidad de trabajo. Todavía a mediados del siglo XIX, un viaje en carroza de París a Burdeos costaba lo equivalente al salario mensual de un empleado; hoy el viaje cuesta aproximadamente  lo equivalente a un día de trabajo, y es 50 veces más rápido. [...]
Mi tesis es que esta adicción acumulada de conocimientos especializados, que permite que cada uno de nosotros consuma más y más cosas distintas mientras producimos menos y menos, es la historia central de la humanidad. La innovación cambia al mundo, pero sólo porque contribuye a la elaboración de la división del trabajo y promueve la división del tiempo. Olviden las guerras, religiones, hambrunas y poemas por el momento. Éste es el tema más grande de la historia: la metástasis del intercambio, la especialización y la invención que ha traído consigo, la "creación" de tiempo.

CAPÍTULO 2
EL CEREBRO COLECTIVO: 200.000 AÑOS DE INTERCAMBIO Y ESPECIALIZACIÓN


Al principio los humanos apenas innovaban. Pasaron mucho tiempo sin progresar: sus inventos como las hachas de mano a modo de bifaz achelense y otras piedras talladas para usar como utensilios no son consideradas por el autor como una verdadera invención, sino como algo tan innato "como un cierto diseño de nido es para ciertas especies de pájaros." Durante un millón de años la tecnología no cambió a pesar de que los cerebros de sus usuarios sí que crecieron un tercio.

Esto está en consonancia con la tesis que el autor nos presente en el prólogo, y es que la verdadera invención no viene de una capacidad cerebral mayor, sino de un "cerebro colectivo", de un "apareamiento de las ideas", que producen nuevas ideas. De esta forma, no se sabe muy bien cuándo ni cómo, quizás hace unos 100.000 años en África, apareció el "Homo Dynamicus" que consiguió, sin ninguna ventaja anatómica sobre sus antecesores, inventar e innovar hasta el punto que algo les hizo mejorar a una velocidad exponencial, mayor de la que cabría esperar de sus mejoras genéticas. Según el autor, aunque no termina de demostrarlo con rigor científico, la responsable de estos avances no es ni el clima (aunque fuese más favorable) ni la genética (aunque efectivamente pudieron ser más inteligentes), sino la economía. En concreto, la invención del trueque.

Es intercambio necesitaba ser inventado; no es algo natural para la mayor parte de los animales. El uso del trueque en otras especies animales es extremadamente bajo. Las familias comparten cosas, y hay intercambio de comida por sexo en muchos animales, incluyendo insectos y monos, pero no hay casos en los que un animal le dé a otro, con el que no sostiene alguna relación, un objeto a cambio de otro. [...] La "reciprocidad" es muy común entre los simios y los monos: rasca mi espalda y yo rasco la tuya. [...] Dicha reciprocidad [...] sin duda preparó a los seres humanos para el intercambio. Pero no es lo mismo que el intercambio. La reciprocidad significa dar el uno al otro la misma cosa (usualmente) en momentos distintos. El intercambio -llámenlo trueque o comercio si lo prefieren- significa dar el uno al otro cosas diferentes (usualmente) al mismo tiempo: intercambiar simultáneamente dos objetos distintos.

Los experimentos de la primatóloga Sarah Brosnan con chimpancés no han podido demostrar un verdadero trueque entre los mismos. A lo sumo, unos chimpancés han intercambiado alimento no deseado por otro deseado, o fichas sin valor para ellos por alimentos que les gustaban, pero ninguno consiguió entregar algo que valoraba (por encima de un mínimo) por otra cosa que valorase más. No han podido superar el instinto de conservar algo que les gusta, a cambio incluso de otra cosa que les gusta más. No se lo que habría dicho esta primatóloga, pero a mi parecer todavía se podría argumentar que los chimpancés sí que realizan verdadero intercambio, pero solo cuando hay un margen de beneficio muy grande u obvio. Así las cosas, los humanos serían los únicos que comercializarían incluso cuando el margen de beneficio es poco (poco en una transacción individual, pero mucho cuando éstas se multiplican).

Sea como fuere, se puede decir que los humanos desarrollaron un cerebro colectivo de cooperación, división del trabajo (la primera de ellas la sexual; los hombres cazan, las mujeres y los niños recolectan), especialización, intercambio... ningún otro animal ha llegado tan lejos a través del trueque. Y cuanto más intercambio mejor para todos. Si no se ha conseguido progresar más rápidamente, no es por culpa del proceso, sino de los seres humanos que somos conservadores por naturaleza y miramos con recelo lo que puede suponer un cambio de nuestra cultura por agentes externos, aunque suponga una mejora. Tenemos una tendencia al aislamiento. Y eso ha provocado muchas recesiones en la historia de la humanidad. Estos parones son propios de cerebros colectivos muy pobres, es decir, con pocas conexiones entre los individuos de la sociedad. A mayor conexión entre los miembros de una sociedad, mayor progreso. Las sociedades numerosas y que intercambian generarán un cerebro colectivo que se aprovechará de que las ideas tengan sexo, y produzcan innovaciones y progreso. Siempre ha habido periodos de estancamiento, y zonas, como la Tasmania de hace unos milenios, en las que hubo incluso una regresión tecnológica por culpa del aislamiento. Pero por muchas involuciones que vengan, al final siempre salimos hacia adelante, así ha sido y así será... según el optimista racional.

La base económica de esta fe en el mercado la sintetizó David Ricardo en 1817, en su ley homónima o también conocida como Ley de Ventaja Comparativa. Para el que no la conozca le puede parecer un juego mental con trampa, pero recomiendo reflexionar sobre ella porque las conclusiones son muy llamativas, ya que resulta más beneficioso colaborar con alguien que tarda más en hacer las cosas que tú mismo.... Intentaré explicarla con un ejemplo de mi cosecha:

Mi cuñado en el mejor albañil de toda Almería. Su mujer no ha cambiado una bombilla en su vida, y es que él lo hace todo. Hace no mucho aprendió a pintar estuco. Todo un McGyver, vamos. Yo en cambio no soy nada manitas. Veamos una hipotética situación en la que siendo yo peor trabajador que él, le convendría cooperar conmigo. Él puede levantar un muro en 2h. y pintarlo en 3h. Yo tardaría 6h. en levantarlo y 10h. en pintarlo. Si ambos tuviésemos que hacer una reforma en casa (levantar un muro y pintarlo) y yo le pidiese unir nuestras fuerzas para hacerlo de forma conjunta, "Donsabelotodo" pensaría que intento engañarle para aprovecharme de su fuerza productiva, ya que su aportación siempre será mayor y por lo tanto el beneficio sería solo mío. Sin embargo no es así. Ambos salimos beneficiados si cooperamos. Si yo le levanto un muro en su casa a cambio de que él me pinte el otro que he levantado en mi casa, yo habré trabajado únicamente 12h. (mientras que si hubiese tenido que levantar un muro y pintarlo hubiese tardado 16h: 4h más) y él habrá trabajado solo 4h, las 2h de pintar su muro más las 2h de pintar el mío (mientras que si hubiese tenido que levantar su muro y para luego pintarlo hubiese tardado 5h: 1h más). Mi cuñado podría quejarse de que yo salgo más beneficiado que él, pero lo cierto es que él no pierde sino que gana 1 hora, y al fin y al cabo... yo soy quien le ha explicado la ley de David Ricardo... y eso tiene un coste.


CAPÍTULO 3
LA MANUFACTURA DE LA VIRTUD: TRUEQUE, CONFIANZA Y REGLAS DESDE HACE 50.000 AÑOS



Joseph Henrich hizo un estudio que nos muestra unas conclusiones favorables a las sociedades que están acostumbradas a confiar (aunque sea un mínimo) en los extraños, es decir, a las sociedades que están acostumbradas a comerciar, frente a las sociedades aislacionistas que ven con recelo a los extraños.

Este estudio está basado en un famoso y curioso experimento de teoría de juegos ideado por Werner Guth, y denominado "el juego del ultimátum". Consiste en ofrecerle a un jugador "A" una cantidad de dinero, por ejemplo 100 Euros, la única condición para ganarlos es que éste debe conseguir que un segundo jugador "B" acepte un reparto de esa cantidad. "A" decide cuanto quiere repartir con "B" (sin que se puede regatear), pero si "B" rechaza entonces ninguno recibirá nada.


Decisiones emocionales: El juego del ultimatumpor raulespert
Pues bien, después de poner a prueba el experimento en muchas sociedades se ha llegado a la conclusión de que la gente no se rige únicamente por el interés económico. De ser así, el jugador "B" aceptaría incluso 1 euro que le ofreciese el jugador "A", porque siempre es mejor algo que nada. Pero la experiencia demuestra que los jugadores "B" suelen rechazar las ofertas "tacañas", aún cuando ello supone no recibir nada. Las ofertas que se suelen aceptar, y las que curiosamente más se suelen ofrecer son las del 50% o muy próximas a la mitad. Tradicionalmente se ha interpretado que este juego del ultimátum demuestra que no solo nos movemos por razones económicas, que no somos un homínido economicus, sino que también tenemos motivaciones de equidad o justicia incluso cuando va en contra de nuestros intereses económicos.

Alguien podría deducir que el estudio de Henrich, del que se hace eco Matt Ridley a través del economista Herb Gintis, nos muestra que las sociedades que comercian hacen que sus individuos sean más generosos, ya que sus jugadores "A" tienden a ofertar un 50% con mayor frecuencia de otro tipo de sociedades más aislacionistas. Pero Ridley nos avisa de que la verdadera lección es hacer comprender al otro que necesita de la colaboración e intercambio para progresar.

Las sociedades con menor experiencia en el trato con extraños eran las más duras de corazón, las manos generosas, y apenas "racionales". [...] Por otro lado los jugadores de aquellas sociedades que están más integradas a los mercados modernos, como los nómadas orma, de Kenia, o los achuar, agricultores de subsistencia de Ecuador, por lo común ofrecerán  la mitad del dinero, tal como lo haría un universitario occidental. [...]
La lección de este estudio es que, en general, tener que lidiar con extraños nos enseña a ser corteses, y que un costoso castigo al egoísmo puede ser necesario para que dicha generosidad pueda surgir. Rechazar la oferta es costoso para el segundo jugador, pero él se da cuenta de que vale la pena con tal de dar una lección al primero. El argumento no es que el intercambio  enseña a las personas a ser buenas, sino que el intercambio enseña a las personas a reconocer que iluminado interés personal reside en la búsqueda de cooperación.
CRITICA AL JUEGO DEL ULTIMÁTUM

En una primera lectura encuentro dos grandes "peros" a este juego. En primer lugar no entiendo como algunos pueden decir que los resultados no varían dependiendo de la cantidad (no Ridley, pero si otros que analizan los resultados). No es lo mismo rechazar 10 euros que 1000 euros. La situación de necesidad del sujeto "B" debería verse condicionada a la hora de aceptar o rechazar la propuesta. De hecho no hace falta hallarse en estado de necesidad económica, basta con ofrecer una cantidad exagerada de dinero y no creo que haya persona en el mundo que la rechace solo porque el otro sujeto se lleve más. Buscando en Internet he podido encontrar una investigación de la Universidad de Melbourne en Indonesia (donde la cantidad en juego para B era tres veces el salario mensual) que efectivamente confirma mis sospechas. Muchos investigadores citan este estudio de Lisa A. Cameron como prueba de que subir las cantidades no varía los resultados, sin embargo eso es incorrecto; si se lee aunque solo sea el resumen inicial del estudio veremos que lo que permanece invariable es la oferta de "A", pero no la disposición de "B" a aceptarla).

Y en segundo lugar, el sujeto "A" puede hacer un reparto cercano al 50% no por generosidad ni equidad, sino porque hace uso de su empatía y prevé que el sujeto "B" rechazará una oferta injusta (como de hecho suele suceder). Esta segunda objeción mía ya la refutaron con otro juego: el juego del dictador. Básicamente es el mismo juego, pero en este caso "A" reparte libremente el dinero que se le ofrece, pudiendo elegir entre no darle nada a "B" quien tiene un papel absolutamente pasivo (ni acepta ni rechaza). Los resultados nos muestran que incuso en esta situación, el supuesto dictador no se comporta como tal, y reparte algo con "B"... por tanto los resultados "económicamente irracionales" del juego del ultimátum se mantienen con pocas variaciones.

Pero Ridley podría haber sido un poco más honesto y no esconder otros resultados que seguramente conoce pero que no encajan con su teoría. Él denuncia que la lógica que impera en el mundo es la de "suma cero" (si uno gana el otro necesariamente pierde, que es la que subyace tras estos juegos), y eso es lo que ha hecho que el marxismo, y otras críticas más modernas del libre mercado, vean el comercio como un mal necesario, y no como una virtud que hace que el mundo progrese. Pero entonces debería haber comentado "el juego del dilema del prisionero", perteneciente a la categoría de "suma no cero", que es la que según él se da con más frecuencia en el mundo real. Y supongo que no lo hace porque los resultados de este último juego parecen ser desesperanzadores, ya que demuestran que dos personas no confían ni colaboran aún cuando hacerlo revierte en el interés de ambas.

CONFIANZA EN EL MERCADO: HUMANA, PRIMITIVA Y PANACEA SOCIO-POLÍTICA PARA TODOS (INCLUIDAS LAS MINORÍAS)

Pero Ridley continua con su apuesta por la confianza humana, porque aunque la base química (la oxitocina que genera confianza) es común a todos los mamíferos, y los chimpancés también son altruistas y cooperadores y se ofenden igualmente por tratos injustos, solo los humanos han llegado a un nivel de confianza en los extraños (fuera de la tribu, de la manada, de la familia...) que otras especies no han podido alcanzar más allá de una mera cooperación, intercambio y especialización dentro del seno familiar: chimpancés, delfines, lobos, leones.... ningunos pueden confiar como lo hacemos los humanos cuando comerciamos extraños y desde la prehistoria (no como se suele pensar desde hace relativamente poco tiempo).


A medida que uno se va adentrando en el libro se va dando cuenta de que su optimismo se funde con una posición política. El marxismo es visto como reduccionista porque aplica una lógica divisoria de suma cero, donde unos explotan a otros, ignorando la posibilidad de que todos ganan. Según el autor hay una vieja y constante visión romántica del pasado, según la cual en un mundo precomercial la vida era mucho mejor, todos vivían sin la presión ni la agresión de la constante compra-venta en la que hoy en día nos ahogamos: hacemos del dinero el valor de nuestras vidas y eso nos desalma. Pero todo ese discurso es un bucólico espejismo que esconde los logros que este sistema capitalista nos ha traído.

En el mundo precomercial, la crueldad inimaginable era un lugar común: las ejecuciones eran un deporte para espectadores, la mutilación un castigo rutinario, los sacrificios humanos un tragedia trivial y la crueldad hacia los animales un entretenimiento popular. En el siglo XIX, cuando el capitalismo industrial atrajo a tantas personas a ser dependientes del mercado, la esclavitud, el trabajo infantil y los pasatiempos como el lance de zorros o las peleas de gallos se volvieron inaceptables. A finales del siglo XX, cuando la vida se comercializó aún más, el racismo, el sexismo y el abuso de menores se volvieron inaceptables. Y en el camino, cuando el capitalismo cedió el paso a variadas formas de totalitarismo dirigido por el estado y sus pálidos imitadores, fue evidente el retroceso de dichas virtudes, mientras la fe y el valor revivieron. [...] En décadas recientes, las obras de caridad han crecido más rápido que la economía a nivel global. Internet está repleto de personas que comparten consejos gratuitamente.
Claro que estas tendencias podrían ser una simple coincidencia: [...] Pero no creo que éste sea el caso. Fue la "nación de tenderos" la que primero se preocupó por abolir  el comercio de esclavos, emancipar a los católicos y dar de comer a los pobres. Al igual que fueron los mercaderes nouveauz riches, como Wedgwood y Wilberforce, quienes financiaron y encabezaron el movimiento contra la esclavitud antes y después de 1800, mientras que los viejos adinerados miraban con indiferencia; de igual modo, hoy en día es el dinero de los empresarios y los actores el que financia la compasión por las personas, mascotas y planetas. Hay un vínculo directo entre el comercio y la virtud. [...] Ésta en la extraordinaria característica de los mercados: así como pueden producir un resultado colectivamente racional a partir de un grupo de personas individualmente irracionales, pueden también producir un resultado colectivamente benévolo a partir de un conjunto de motivaciones individualmente egoístas.

Efectivamente tal y como reconoce Ridley, aunque lo hace con la boca pequeña, estos progresos pueden haber sido posibles gracias a otros avances en el campo de la filosofía o la política, y no al comercio como se atreve a sugerir. Si los animales han pasado poco a poco a gozar de un mayor respeto y protección puede haber sido porque los animalistas han ido ganando terreno en el debate filosófico. Además, las corridas de toros siguen siendo populares bajo un contexto de libre comercio en España, mientras que sus mayores críticos suelen ser precisamente los contrarios al libre comercio (dejando aparte el factor nacionalista en Cataluña). Y no hay motivos para dudar de que los abolicionistas no hubiesen conseguido sus objetivos bajo un estado de comercio más limitado, por no hablar de la obviedad de que el comercio de esclavos... era comercio, y por tanto tuvo que nacer en un contexto de intercambio de mercancías. La motivación religiosa para ser filántropo adolece del mismo problema, ya indicado por Christopher Hitchens, y es que fue precisamente en nombre de la religión que se defendía el esclavismo y el racismo.

De  la misma manera, los niveles de educación, sanidad y paro de la URSS, o de la Cuba castrista, ¿son un mérito de la ausencia de mercado libre, como se derivaría de aplicar la lógica de nuestro optimista racional? ¿o son producto de una política concreta en las respectivas materias que se podría haber conseguido igualmente con el libre mercado? Todo parece indicar que las pruebas del autor son circunstanciales. Sin embargo él insiste:

[...] mientras que el socialismo siente que el cuidado de los pobres es una tarea de la que el gobierno debe hacerse cargo a través de los impuestos, los libertarios piensan que es su deber. No estoy diciendo que el mercado sea la única fuente de caridad; es claro que no lo es: la religión y la comunidad son también grandes motivaciones para la filantropía. Pero la idea de que el mercado destruye la caridad por inculcar el egoísmo está muy lejos de la verdad. Cuando la economía de mercado florece, también lo hace la filantropía. Pregunten a Warren Buffet y Bill Gates.

Y continua con una insufrible lista de mejoras que el mercado ha supuesto para minorías y valores universales:

-"El sufragio universal, la tolerancia religiosa y la emancipación femenina comenzó con entusiastas pragmáticos en favor de la empresa libre, como Ben Franklin".
- El movimiento anti-segregacionista en EEUU y a favor de los derechos civiles fue posible gracias a la migración económica de los negros que tuvieron que abandonar el sur para encontrar mejores oportunidades y así encontrar "su voz económica y política". "La primera victoria en aquel camino fue un ejercicio del poder de consumo: el boicot de autobuses en Montgomery en 1955-56."
-La liberación política y sexual de las mujeres de los 60 fue gracias a que las máquinas las sacaron de la cocina y el comercio les daba mayores oportunidades de trabajo fuera de casa: "fue esto, tanto como cualquier despertar político, lo que permitió que el movimiento feminista se fortaleciera en los sesenta."
-El movimiento hippy se nutría de jóvenes que ahora ganaban más que sus padres, precisamente porque sus padres habían abandonado las granjas para prosperar en la ciudad, y fue esa prosperidad la que dio resonancia a Presley, Ginsberg, Kerouac, Brando y Dean. Fue la prosperidad masiva de los sesenta (y los fideicomisos que generó) lo que posibilitó el sueño del amor libre y las comunas."

A modo de paliativo a esta especie de revisionismo histórico, el autor juega a la equidistancia y concede que tanto la izquierda como la derecha se encuentran ante una paradoja, y es que ninguna agradece el progreso porque son incapaces de salvar los obstáculos ideológicos y rendirse ante la evidencia del progreso (social o económico):

Políticamente, tal como lo diagnosticó Brink Lindsay, la coincidencia de la riqueza y la tolerancia nos ha llevado a una extraña paradoja: un movimiento conservador que da la bienvenida al cambio económico pero odia sus consecuencias sociales y un movimiento liberal que adora las consecuencias sociales pero detesta la fuente económica de la cual provienen. "Un lado denunció el capitalismo pero comió sus frutos; el otro maldijo a los frutos pero defendió al sistema que los generó."
En definitiva, que casi de podría afirmar que el intercambio y el comercio son la fuente de todas las virtudes de la humanidad. Hasta tal punto cree que la libertad económica es condición sine qua non para el bienestar y la prosperidad que llega a afirmar que allá donde faltan nacen las dictaduras.

Los países que pierden su libertad en manos de tiranos hoy en día a través de golpes de Estado militares, usualmente están experimentando una caída en el ingreso per cápita a una tasa promedio del 1,4% en el momento del golpe. De igual forma fue la caída del ingreso per cápita lo que ayudó [la cursiva es mía] a convertir a Rusia, Alemania y Japón en dictaduras entre las dos guerras mundiales.

Nuestro optimista racional pasa de puntillas por dos excepciones que no encajan muy bien en su modelo: el reforzamiento del pluralismo y la tolerancia en EEUU durante la crisis de los años 30, y el éxito económico de China donde no hay democracia. Sobre la primera confiesa abiertamente que es un misterio y sobre la segunda, en el capítulo 5 ofrece un intento de explicación: ¿cómo explica que una China dictatorial esté triunfando económicamente? Diciendo que desde 1978 está muy descentralizada. La descentralización es otra forma de liberarse de controles artificiales que limitan las posibilidades de progreso... como decía, solo un intento.

Pero voy a seguir saltando entre estos dos capítulos porque complementan muy bien la visión política del autor. A continuación unos párrafos del capítulo 5 que nos ofrece una lista de países, y la explicación en clave de puro liberalismo, de sus triunfos y fracasos:

El mensaje de esta historia -que el comercio propicia la prosperidad mutua mientras el proteccionismo causa pobreza - es tan descaradamente obvio que parece increíble que alguien piense lo contrario. No hay un solo ejemplo de un país que abra sus fronteras al comercio y termine más pobre (el comercio forzado de esclavos y drogas es un tema distinto). El libre comercio funciona para los países incluso si ellos sí lo hacen y sus vecinos no. [...] tras la Primera Guerra Mundial, [...] Conforme las monedas se devaluaban y el desempleo aumentaba en los años treinta, gobierno tras gobierno buscaban la autosuficiencia y la sustitución de las importaciones: Grecia bajo el gobierno de Ioannis Metaxas, España bajo Francisco Franco, Estados Unidos bajo Smoot y Hawley. El comercio se redujo en dos tercios entre 1929 y 1934. [...] Estas medidas proteccionistas exacerbaron el colapso económico. [...]
Posteriormente, después de la Segunda Guerra Mundial, toda Latinoamérica rompió con el libre comercio [...] esto llevó a décadas de estancamiento. La India, bajo el gobierno de Jawaharlal Nehru, se convirtió también en una autarquía, cerrando sus fronteras al comercio con la esperanza de iniciar un boom en la sustitución de importaciones. También se estancó. Pero siguieron intentándolo: Corea del Norte bajo Kim II Sung, Albania bajo Enver Hoxha, China bajo Mao Tse Tung, Cuba bajo Fidel Castro... todos los países que implantaron medidas proteccionistas sufrieron. Países que tomaron el camino opuesto incluyen Singapur, Hong Kong, Taiwán, Corea del Sur y después Mauricio, todos ejemplos de un crecimiento milagroso. Los países que cambiaron de dirección en el siglo XX incluyen a Japón, Alemania, Chile, la China posterior a Mao, India y, más recientemente, Uganda y Ghana. La política de puertas abiertas de China, que redujo las tarifas de importación del 55% al 10% en 20 años, la transformó de uno de los mercados más protegidos a uno de los más abiertos en el mundo. El resultado fue el mayor boom económico en el mundo.
GLOBALIZACIÓN

¿Pero es nuestro zoólogo (esa es su especialidad antes de convertirse en periodista y divulgador científico) un incondicional de los mercados y la globalización? La respuesta es ambivalente. Por un lado, desde el mismo prólogo, ya nos advertía de que todo lo positivo que él predica de los mercados se limita a los mercados de bienes y servicios ("cortes de pelo y hamburguesas"), y no a los mercados de capitales tan propensos a burbujas y colapsos como el que estamos sufriendo y del que él se considera parte, ya que era presidente no ejecutivo de Northern Rock,

uno de los muchos bancos que quedaron sin liquidez durante la crisis. Este no es un libro sobre aquella experiencia (los términos de mi contrato con ellos no me permiten escribir sobre el tema). Esa experiencia me volvió desconfiado hacia los mercados de capitales, pero apasionado en favor de los mercados de bienes y servicios. [...] El optimismo racional sostiene que el mundo saldrá de la crisis actual gracias a la forma en que los mercados de bienes, servicios, e ideas permiten a los seres humanos intercambiar y especializarse honestamente, para el beneficio de todos. Así que éste no es un libro de alabanza o condena ciega hacia los mercados, sino una investigación sobre como el proceso mercantil de intercambio y especialización es más viejo y justo de lo que muchos piensan, [...].

En la misma línea, se declara contrario a las grandes corporaciones porque son ineficaces y anticompetitivas, impiden el juego de sus pequeños competidores, buscan el monopolio y como decía Milton Friedman "las corporaciones financieras en general no son defensoras de la libre empresa. Por el contrario, son unas de las principales fuentes de peligro". Y les vaticina un futuro poco halagüeño porque cada vez son más vulnerables y viven con miedo ante la prensa, los lobbies, el gobierno y sus clientes. Son tantas las que caen que en ese sentido, y solo en ese sentido, "el capitalismo está muriendo, y rápido". Ahora las estrellas del mercado son empresas del tipo eBay, que tienen muchos menos trabajadores y están más descentralizadas que los clásicos gigantes del capitalismo como Exxon. "El monstruo corporativo" está cayendo solo, y las críticas a él ya son innecesarias. Internet y las relaciones que posibilita entre los usuarios y los clientes nos ofrece un futuro optimista, menos jerarquizado y que responde más y mejor, y con más igualdad para todos los agentes que intervienen en el mercado. Y cita a John Clippinger: "el éxito de las organizaciones de pares basadas en la confianza, como eBay, Wikipedia, y el movimiento del código abierto, indica que la confianza es una propiedad de las redes, altamente expandible".


Pero esta crítica solo es formal, porque a renglón seguido alaba y justifica los efectos apisonadores y globalizadores de este tipo de empresas, tanto dentro como fuera EEUU. Y lo hace con la lógica de "optimismo global" que ya expliqué al principio del post: en el caso doméstico se refiere a Wall-Mart, que lejos de considerarla un ineficaz monstruo corporativo, fue la responsable de 1/4 del crecimiento productivo en los 90... ¡de todo EEUU! (citando a Eric Beinhocker).

Cuando Wall-Mart se instala en una población, provoca en promedio una reducción del 13% en los precios de los competidores, ahorrando a sus clientes a nivel nacional 200.000 millones de dólares. [...] Una tienda deWall-Mart hace que los vendedores más pequeños quiebren, eso es tan seguro como que el ordenador terminó con la máquina de escribir. Pero es necesario que sopesemos esto contra los enormes beneficios recogidos por los clientes (particularmente los más pobres) al tener acceso a artículos de mejor calidad, mayor variedad y menor precio. [...] lo que ahorraba un cliente de Wall-Mart pronto sería gastado en otras cosas, lo cual llevaría a la apertura de nuevas tiendas para dar servicio a dichas demandas. En Estados Unidos se pierde al año, aproximadamente, el 15% de los trabajos y se crea otro 15%.

No me creo mucho esa estadística (la nota a final del libro habla solo del primer 15%, no dice nada del segundo) pero en cualquier caso vemos que no niega la destrucción de empleo local, lo que defiende es que en su conjunto, merecerá la pena porque esos nuevos parados, se reconvertirán en otros negocios. Es como si se tratase de una energía, que ni se crea ni se destruye, solo se transforma. Con el mismo tipo de sofisma justifica la globalización fuera de EEUU.

Sí, por supuesto que el comercio puede ser perjudicial. Las importaciones baratas pueden acabar con empleos en el interior, aunque al hacerlo, al liberar el dinero de los consumidores para comprar otros bienes y servicios, siempre terminan creando más, tanto en el interior como en el extranjero. Si los europeos encuentran que sus zapatos se fabrican a un menor precio en Vietnam, entonces tienen más dinero para gastar en sus cortes de pelo, y por lo tanto hay mejores trabajos para los europeos en los salones de belleza y menos trabajos aburridos en fábricas de zapatos. Claro que las compañías de manufactura buscarán países que toleren salarios y estándares más bajos, aunque ante los pinchazos de los activistas occidentales, en la práctica terminan aumentando los salarios y los estándares en aquellos lugares, que son los que más lo necesitan. Más que una carrera hacia el fondo, es una carrera para elevar el fondo. Las fábricas de Nike en Vietnam, por ejemplo, pagan salarios tres veces más altos que las fábricas del Estado, y tienen mucho mejores instalaciones. Eso eleva los salarios y los estándares. Durante el periodo de mayor expansión del comercio y la subcontratación, la explotación infantil ha disminuido a la mitad desde 1980: si eso es reducir los estándares, que los reduzcan más.

Después de todo esto, ¿qué sentido tiene su afirmación de que "personalmente no defiendo a ninguna corporación; sus ineficiencias, complacencias y tendencias anticompetitivas suelen irritarme tanto como a cualquier otro"?

Al final del capítulo repite ese mantra religioso de que el mercado es la raíz de todo bien, incluso para intelectuales, artistas, filósofos y científicos de épocas pasadas que encontraron financiación y tiempo libre gracias a las ventajas del libre comercio; desde Aristóteles a Darwin, pasando por Spinoza, Rembrandt, Newton, etc...

Pero quizás por modestia o por no parecer muy fundamentalista, finalmente se pregunta si no se estará equivocando al confundir síntomas con causas. Quizás las verdaderas causas fueron las reglas que nos dimos para vivir, el estado de derecho, la propiedad privada, el estado del bienestar, la libertad de prensa, la enseñanza religiosa de la moralidad (sic). Por ejemplo la regla que prohíbe matar, o aquella otro que delega en el estado el ejercicio de la fuerza y la justicia nos alejó bastante de tomarnos la justicia por nuestra mano e hizo del mundo un lugar más tranquilo. Y todo eso no tiene nada que ver con el comercio. ¿O sí?

El autor defiende que aún siendo éstas la causas, son en definitiva otro tipo de intercambio, un intercambio cultural que va filtrando las ideas de abajo hacia arriba, como la selección natural, que no está impuesta por nadie sino que se va abriendo camino gracias a que se mezclan una ideas con otros y solo van sobreviviendo las más aptas. El paralelismo con la selección natural, nunca es explícito, pero es evidente y ubicuo.

CAPÍTULO 4
ALIMENTAR A LOS 9.000 MILLONES: LA AGRICULTURA DESDE HACE 10.000 AÑOS

En este capítulo el autor sigue defendiendo la primacía del mercado y afirma que precedió a la agricultura. El comercio no solo se inventó antes que la agricultura, sino que la agricultura se inventó para satisfacer las necesidades de los que ya eran comerciantes. Creo que como otras cuestiones está lejos de demostrarlo, pero lo intenta razonando que los primeros asentamientos agrícolas estaban ubicados en lugares propicios para comerciar, ricos en materias primas y agua dulce. Esto hizo que los vecinos se reuniesen para comerciar entre sí. Lejos de ser sedentarios y autosuficientes, intercambiaban más que en ninguna otra región,

y es razonable especular que uno de los factores que presionó para inventar la agricultura fue la necesidad de alimentar y beneficiarse de los acaudalados comerciantes, generar un excedente que pudiera ser intercambiado por obsidiana, conchas u otros bienes más perecederos. El comercio vino primero.

Acepta que la agricultura trajo patriarcado y desigualdad, pero no mucho más que las culturas cazadoras y recolectoras. Defiende por tanto a los agricultores (en tanto que comerciantes) frente a los cazadores que eran autosuficientes.

Pero cuando Matt Ridley se vuelve más provocativo es cuando trata la agricultura actual. Dice que los fertilizantes fueron un descubrimiento que cambiaron la situación de la India: de la hambruna a ser un exportador global de trigo. Pero no solo eso. Sustituir a los caballos por tractores supuso liberar una gran cantidad de hectáreas que antes se dedicaban a alimentar a los caballos y entonces pasaron a ser tierras cultivables para consumo humano. Lo que salva al mundo es la agricultura intensiva, que le devuelve más espacio a la naturaleza y nos dota de más y más alimentos.


 La conclusión es que sigamos construyendo rascacielos y apostemos por la agricultura intensiva.

Si consideramos todos los cultivos de cereal a nivel mundial, en 2005 se produjo el doble de grano a partir de la misma área de cultivo con respecto a 1968. [...] el mundo puede establecerse la meta razonable de alimentarse con un estándar cada vez más alto a lo largo del siglo XXI sin incrementar la superficie de cultivo, e incluso disminuyéndola. [...] Cuando los seres humanos eran todavía cazadores-recolectores, cada uno necesitaba aproximadamente mil hectáreas de tierra para sobrevivir. Ahora, gracias a la agricultura, la genética, el petróleo, la maquinaria y el comercio, cada uno necesita poco más de mil metros cuadrados, la décima parte de una hectárea.

Por supuesto la agricultura orgánica no tiene cabida en su apuesta. Muy al contrario, si los políticos se dejan llevar por lo que el autor considera una moda caprichosa de ricos, "muchos de los nueve mil millones morirían de hambre, y todas las selvas tendrían que ser taladas." Haciendo un juicio de intenciones, equivocado en mi opinión, considera a los ecologistas como románticos del pasado e indiferentes a las hambrunas que se podrían borrar del mapa fácilmente con cultivos modificados genéticamente que son sistemáticamente boicoteados por el movimiento ecologista. Cuenta como todos los argumentos de los ecologistas se han ido cayendo poco a poco: primero dijeron que no era segura, pero tras "un trillón de platos genéticamente modificados sin un solo caso de enfermedad humana" nada queda de este temor. En segundo lugar decían que no era natural mezclar especies, pero el propio trigo nació con una fusión de otras plantas y ahora no puede vivir de manera silvestre, y además, hay procesos en la naturaleza en la que algunos genes saltan "de serpientes a gerbos" (creo que esta argumentación suena demasiado forzada). Más tarde dijeron que había intereses económicos en vender esas plantas... algo que comparto con el autor que no es ni nuevo ni intrínsecamente malo. Y por último decían que podría nacer una superhierba resistente a los pesticidas que lo invadiera todo y que no se podría acabar con ella; y "es África la que podría beneficiarse más de los cultivos genéticamente modificados, precisamente porque muchos de sus agricultores minifundistas tiene poco acceso a pesticidas químicos."

Aunque estoy en contra de los abusos de la famosa Monsanto, reconozco que mi posición antes los transgénicos no está definida ya que por una parte estoy en contra del temor irracional al avance científico, pero por otra parte estoy de acuerdo con el principio de precaución que los propios científicos manejan cuando investigan estos temas. Pero confieso que se me escapó una risa al leer que "la propiedad corporativa tampoco es un problema: las compañías y fundaciones occidentales se muestran dispuestas a proveer dichas semillas sin cargo por derechos a los agricultores africanos."

A falta de mi incapacidad para investigar en profundidad el tema, dejo un vídeo que incluí en mi colección de "Producciones Porcinas Crespo" en el que podemos ver, como mínimo, que el discurso de Ridley ignora muchas objeciones y por tanto suena demasiado sesgado: no dice nada de que por culpa de los monocultivos ha disminuido sensiblemente la biodiversidad, y se ha facilitado la especialización de los insectos haciendo también más probables las hambrunas. También se comenta el caso de Grace Booth y el maíz transgénico Starlink que le produjo un shock anafiláctico (aunque parece que después se comprobó que no era por el maíz y que en cualquier caso no había sido autorizado para consumo humano).


La única concesión que les hace a los ecologistas es que los alimentos modernos pueden ser ligeramente menos nutritivos, en aspectos tan triviales y que se pueden corregir fácilmente con una dieta más variada, que en realidad apenas puede considerarse una concesión.

CAPÍTULO 5
EL TRIUNFO DE LAS CIUDADES: EL COMERCIO DESDE HACE 5.000 AÑOS

El corolario de su tesis de que cuanta más gente, más conexiones, más invención, más progreso..., nos lleva lógicamente a lo que defiende en este capítulo: que conforme la gente abandona el campo para ir a la ciudad en busca de oportunidades los países progresan. Aunque el comercio existía antes que la ciudades, y fue el responsable del nacimiento de los imperios, y también de sus caídas. Las ciudades, que ya albergan a más de la mitad de las población mundial aunque en 1900 solo tenían al 15%, no nacieron para almacenar el grano según se desprende de las investigaciones arqueológicas de los antiguos pueblos peruanos, como Norte Chico, ya que ni consumían maíz, ni usaban recipientes de cerámica ni de guerra. Si no era el grano lo que los asentaba en aquellas zonas...era el comercio. Como paradigma de pueblo comerciante nos presenta a los fenicios:

Pero en verdad, ¿hubo alguna vez un pueblo más admirable que el fenicio? No solo tejieron el Mediterráneo entero; incluyeron también pedazos del Atlántico, el Mar Rojo, y las rutas terrestres a Asia, y aún así jamás tuvieron un emperador. Tenían relativamente poco tiempo para la religión y no pelearon ninguna batalla memorable, a menos que contemos la de Cannas, en la que peleó un ejército mercenario pagado por Cartago. No quiero decir que fueran necesariamente amables: comerciaban con esclavos, algunas veces recurrían a la guerra y hacían tratos con los "pueblos marítimos" filisteos, dados a la piratería, quienes destruyeron ciudades costeras alrededor de 1200 a. C. Pero los fenicios parecen haber logrado resistir las tentaciones de volverse ladrones, sacerdotes y autoridades mejor que la mayor parte de los pueblos exitosos de la historia. A través de la vida empresarial, descubrieron la virtud social.

Al margen de una titubeante valoración religiosa, que algunas veces considera la religión una virtud en sí misma y otras no pierde oportunidad de criticar a los sacerdotes por querer controlarlo todo (critica incluso a la Iglesia Católica por hablar de los excesos materialistas de la sociedad capitalista y consumista... de las pocas cosas en las que yo podría coincidir el Papa), el caso es que hace una convincente y amena condensación de la historia de los imperios clásicos (Grecia, Roma, Arabia, China...). No es mucho decir viniendo de un gran ignorante de la historia antigua como yo, pero si todo lo ha hecho con el mismo rigor con el que ha supuesto la existencia histórica de Mahoma, poco podríamos creernos.

Al igual que la Dinastía Ming (megacontroladora de todos los aspectos del ciudadano, incluido el comercio) provocó el estancamiento de la región con la mayor explosión de invenciones y prosperidad hasta la fecha, los sacerdotes, los gobiernos y las burocracias han hecho caer a los imperios al robarles a las ciudades su autonomía, al reducir el regionalismo al centralismo y romper la lógica natural del libre comercio.

CAPÍTULO 6
ESCAPE DE LA TRAMPA DE MALTHUS: LA POBLACIÓN DESDE 1.200

Matt Ridley, como cabría esperar, interpreta a Malthus en clave de especialización. La teoría maltusiana nos decía que la población crece más rápido de lo que lo hace la producción de alimentos, y por tanto llega un momento en el que nos reproduciremos tanto que habrá escasez de alimentos, guerras enfermedades... Pero Ridley dice que esa limitación demográfica que es cierta para los animales, no lo es para nosotros, porque en nuestro caso se da la circunstancia de que cuando aumentan los alimentos, tendemos a especializarnos más. Ese elemento novedoso en la ecuación, la especialización, hace que la catástrofe no llegue, y al mismo tiempo permite subsistir más y mejor con los mismos recursos. Si se promueve el intercambio habrá especialización, y por tanto evitaremos el colapso. En sus propias palabras: "La crisis maltusiana no es un resultado directo del crecimiento de la población, sino de la disminución en la especialización."

¿Qué sucedió en Japón en el siglo XVII para pasar de ser una sociedad agrícola moderna que trabajaba con animales a una sociedad agrícola primitiva que no sabía usar el arado? Ridley nos cuenta que la abundancia de alimentos, trajo el aumento de la población, lo que a su vez hizo que hubiese tanta mano de obra barata que resultase más barato contratar a trabajadores que usar y alimentar a animales. Esto hizo que dejaron el intercambio. Japón había vuelto a la subsistencia con un parón tecnológico. Estuvo a punto de suceder en Europa, pero la posibilidad de emigrar a EEUU y a Australia alivió la presión maltusiana. En cambio China no pudo escapar del destino maltusiano, y la explicación está en que cuando sufrió un boom demográfico en el siglo XX, la posibilidad migratoria fue capada por Europa que les cerró las puertas al "peligro amarillo": "El resultado fue un típico crecimiento maltusiano de la autosuficiencia. Para 1950, China e India estaban repletos de agricultores autosuficientes sumergidos en la pobreza."

Las políticas coercitivas de control de la natalidad, ahora olvidadas, pero aceptadas en Occidente como una herramienta útil y moral para detener el crecimiento en India o China, no solo eran contraproducentes sino innecesarias porque ya estaban cayendo los índices de natalidad sin necesidad de suprimir la "libertad reproductiva". Y lo siguen haciendo en la actualidad, no solo en el continente asiático sino en todo el mundo. Porque es cierto que la población mundial aumenta, pero esa tasa de aumento ha ido cayendo desde los años 70. Es decir estamos pasando por lo que se conoce como una "transición demográfica", desde unas tasas de mortalidad y natalidad muy altas (típico de sociedades preindustriales) a otra sociedad con ambas tasas muy bajas (típico de sociedades que han bebido las mieles del intercambio y la industrialización). Dicho en plata: que los pobres follan como conejos y mueren fácilmente, mientras que los más ricos tienen menos bebés y mejores sistemas de salud que alargan la vida.

Aunque el autor reconoce que no está bien clara la explicación de esta transición demográfica, y que algún factor de suerte ha debido intervenir, sigue predicando su fe en el progreso. No hay que preocuparse por la superpoblación, según él, porque las tasas de natalidad bajarán con la prosperidad de manera natural: cuando los bebés mueren de hambre sus madres quieren seguir teniendo más, y solo planificarán su familia cuando tengan la certeza de que sus bebés pueden llegar a mayores, sanos y salvos. Aquí nuestro optimista racional pasa demasiado ligeramente por el factor religión y las políticas anticonceptivas.

Tampoco se alarma por el envejecimiento de la población activa porque llegado cierto punto de prosperidad habrá un repunte de la natalidad en los países ricos (segunda transición demográfica), el justo para nivelarlo todo. Es dedir, que parece que hay como una ley natural, aunque reconoce que hasta ahora ha podido ser algo de suerte junto con otros factores desconocidos lo que hace que el ser humano alcance la estabilidad demográfica de forma natural, solo a base de prosperidad y libertad... lo siento, pero todo esto ya deja de sonarme racional y empieza a sonarme religioso.

"LA TIERRA EXPLOTA" DE GIOVANNI SARTORI

Sería interesante un debate público con Giovanni Sartori que escribió hace unos diez años un libro que encontré muy interesante, y en muchos puntos contrario a éste. El libro se llama "La tierra explota", y solo su título ya da una idea de por donde va el autor italiano: independientemente de la mala distribución no podemos soñar con que los recursos del planeta son infinitos y capaces de alimentar a una población siempre creciente. La solución es difícil con los países ricos, porque convencerlos para que produzcan menos y consuman menos es harto difícil, entre otras cosas porque responden a democracias cuyos pueblos no querrán dar un paso hacia atrás. Sin embargo en los países ricos la solución es tan sencilla como promover una píldora que limite los nacimientos. La estabilización demográfica nunca ha sido natural, requiere acción, y no nos podemos fiar del criterio del Papa que lo deja todo en manos de la naturaleza (o de dios, mejor dicho). Es posible que los datos en cuanto a escasez de alimentos y superpoblación se hayan equivocado muchas veces, pero se han equivocado de fecha, no de tendencia. A continuación un párrafo de "La tierra explota", a tener en cuenta también en el capítulo 8:

Para las personas de sentido común el problema es que la Tierra está enferma de superconsumo: estamos consumiendo mucho más de lo que la naturaleza puede dar. Por lo tanto a escala global el problema es éste: o reducimos drásticamente los consumos o reducimos, no menos drásticamente, a los consumidores. Johannesburgo es la enésima confirmación de que la reducción de los consumos no es transitable. Quedaría entonces la otra vía. Pero el control de los nacimientos quedó bloqueado en la Conferencia sobre Población celebrada en El Cairo en 1994; y ello merced a una extraña alianza entre la Iglesia, China y las feministas (y hoy sigue bloqueado por el muy devoto presidente Bush). ¿Cómo salir de ahí? La respuesta es que nos salvará la tecnología, o sea, que la tecnología es capaz de curar los males que provoca.
¿Verdadera o falso? En abstracto puede ser verdad. Lo cierto es que la tecnología puede multiplicar los recursos (aunque no hasta el infinito). Pero en la práctica la tesis de los "desarrollistas"que buscan la salvación en la tecnología es falsa, falsísima. ¿El hombre puede colonizar la Luna? Sí, tecnológicamente es posible, pero prácticamente en insensato. ¿La tecnología puede transformar el agua salada en agua potable? Sí, pero a un coste prohibitivo. Y así sucesivamente. Si nos salvamos no será con la tecnología, sino con un retorno a la inteligencia. Aunque por ahora, como escribía, está venciendo el homo stupidus stupidus.

CAPÍTULO 7
LA LIBERACIÓN DE LOS ESCLAVOS: LA ENERGÍA DESDE 1700

La fuerza de trabajo, la energía humana que se usaba con los esclavos, fue sustituida por la energía fósil del carbón y demás. Esto hizo que el esclavismo dejase de ser económicamente viable, de manera que fue el capitalismo el que terminó con la esclavitud... Sí ya lo sé, suena absurdo volver a repetir este mantra de que los mercados lo curan todo, sobre todo mientras se silencia el efecto de los movimientos populares o filosóficos: ¿qué hay del movimiento sufragista, de los antisegregacionistas, de aquellos que lucharon por los derechos civiles, de las feministas, etc...? Bueno su incidencia no solo es minimizada por el autor, sino que estos mismos movimientos son también deudores de los mercados como ya he comentado anteriormente. Quizás conocedor de sus planteamientos provocativos, nos advierte:


Esto nos lleva a una espeluznante ironía. Estoy a punto de argumentar que el crecimiento económico se volvió sostenible sólo cuando empezó a respaldarse en fuentes de energía que no son ni renovables, ni verdes, ni limpias. Todos los florecimientos financieros en la historia, desde Uruk hasta nuestros días, terminaron colapsando debido a que las fuentes renovables de energía se terminaron: madera, tierras de cultivo, pastura, trabajo, agua, turba. Todas se reponen a sí mismas, pero demasiado despacio, y se agotan fácilmente cuando la población crece. [...]
Esto no quiere decir que los recursos no renovables sean infinitos, claro que no. [...] Hay cosas que son finitas pero vastas; otras son infinitamente renovables, pero muy limitadas.

COMBUSTIBLES FÓSILES: EFICIENCIA Y REVOLUCIÓN INDUSTRIAL

Los combustibles fósiles supusieron que las mejoras de la revolución industrial no cayesen en saco roto. "Para 1870, la quema de carbón en Inglaterra generaba las mismas calorías que habrían producido 850 millones de trabajadores. Era como si cada trabajador tuviera 20 sirvientes a su disposición." Poner en cuestión, como hacen muchos críticos marxistas, los avances que supuso la revolución industrial es desconocer el origen de la situación. Es cierto que se explotaba a los trabajadores, que había indiferencia hacia la enfermedad o la explotación infantil y que las fábricas contaminaban mucho más que antes. Pero también es cierto que vivían mejor que sus abuelos agricultores y abuelas hiladoras, y por eso es que emigraron a las ciudades en busca de un futuro mejor. Además, todas aquellas penalidades y miserias existían antes de la revolución industrial, aunque no se denunciaban porque eran el pan de cada día.

La razón por la que la pobreza de la Inglaterra de inicios de la revolución industrial nos impresiona con tal fuerza es que ésta fue la primera vez que los escritores y políticos le hicieron caso y se opusieron a ella, no porque no hubiera existido antes. No hubo equivalentes de la señora Gaskell y el señor Dickens en siglos anteriores, en los que las leyes para las fábricas y las restricciones para el trabajo infantil eran lujos que nadie podía darse. La revolución industrial hizo que la capacidad para generar riqueza de un pueblo sobrepasara por mucho su potencial reproductivo, lo cual indujo a un aumento en la compasión que se expresaba frecuentemente con acciones de los gobiernos y las instituciones de caridad.

Pero volviendo a los combustibles fósiles, actualmente son una solución mejor que las conocidas como energías verdes, ya que estas últimas requieren más tierras cultivables, más pesticidas, más combustible para tractores... en el caso de los biocombustibles (salvo quizás los de segunda generación) ya no solo son anti-verdes, sino que además son clasistas porque fuerzan a agricultores de países pobres a que les suban los precios de los alimentos tan solo para que nosotros podamos calmar nuestra conciencia y usar un combustible más ecológico para nuestros coches. En definitiva, que las energías renovables no son ni eficaces ni verdes, y en cambio sí lo son las energías fósiles. Teniendo en cuenta que Ridley confiesa apoyarse en Robert Bryce para sus análisis sobre energías renovables, habría que tomar con mucho cuidado sus aseveraciones ya que parece que el tal Bryce podría estar contaminado al estar vinculado un think tank de derechas, el Manhatan Institute. Puestos a buscar vínculos también encontré información de que el propio Matt Ridley podría estar vinculado a la industria de los combustibles fósiles.

A través de un cálculo de vatios (2500) y calorías (600 calorías por segundo) que el ciudadano medio necesita para vivir en un nivel de vida aceptable, y teniendo en cuanta de que provienen en su mayoría de la energía fósil y la nuclear. Prescindir de estas fuentes supondría volver a una situación de energía muscular humana inaceptable:


La próxima vez que se lamenten sobre la dependencia humana de los combustibles fósiles, deténganse a imaginar que por cada familia de cuatro que ven en la calle, debería haber 600 esclavos sin paga viviendo en pobreza extrema: para que ellos tuvieran un mejor estilo de vida necesitarían sus propios esclavos, y eso implicaría casi un millardo de personas.
Hay dos formas de tomar esta reductio ad absurdum. Pueden lamentar el pecaminoso derroche del mundo moderno, que es la reacción convencional,  o pueden concluir que, de no ser por los combustibles fósiles, el 99% de las personas tendrían que vivir en la esclavitud con tal de que el resto tuvieran un nivel de vida decente, tal y como ocurría en los imperios de la Edad del Bronce. No intento hacer que se enamoren del carbón o del petróleo, sino de ilustrar como nuestro nivel de vida Luís XIV ha sido posible gracias a la invención de sustitutos energéticos para los esclavos.


Esta eficiencia energética, lejos de producir un consumo menor, deriva en una mayor demanda. Se trata de la conocida como paradoja de Jevons, según la cual aunque se necesite cada vez menos combustible, más  gente querrá beneficiarse de esta eficiencia, y al final habrá más demanda. ¿Pero podemos ofrecer más energía en un mundo donde se están acabando las fuentes de energía (fósiles)? Siempre salta la alarma de que el petróleo se va a acabar más pronto que tarde. Mat Ridley se ríe de esto porque han sido tantas las veces que se ha cacareado que estábamos tan cerca y después ha resultado que no era cierto, que según él no hay motivos para dicha alarma. En siglos anteriores, después de hablar del pico del carbón, se empezó a hablar del pico del petróleo: en 1914 faltaban solo 10 años, en 1939 faltaban 13 años que después se prorrogaron otros 13 años más, en los 70 Jimmy Carter dio una década. Y así igualmente con el gas natural, cuyos nuevos yacimientos de gas pizarra nos abastecen para los próximos tres siglos.

El petróleo, el carbón y el gas son finitos. Pero durarán décadas, tal vez siglos, y las personas encontrarán alternativas muchos antes de que se agoten. Puede sintetizarse combustible a partir de agua utilizando cualquier fuente de energía, nuclear o solar por ejemplo. Por el momento cuesta mucho dinero hacerlo, pero conforme se incremente la eficiencia y suban los precios del petróleo, la ecuación se verá distinta.


Así pues, una vez despejada la amenaza de la escasez de fuentes de energía, la interrogante es como cumplir con ese aumento de la demanda, cómo abastecernos de cada vez más vatios; "ellos son nuestros esclavos", y la manera de encontrarlos según el autor es confiar en la tecnología, en la invención que hará que cada vez sea mayor la eficiencia y el aprovechamiento de los recursos existentes, al igual que ocurrió en el pasado. A mi modo de ver, esto supone un acto más de fe, como veremos en el análisis del siguiente capítulo.

CAPÍTULO 8
LA INVENCIÓN DE LA INVENCIÓN: EL RENDIMIENTO AUMENTA DESDE 1800

La característica  más fundamental del mundo moderno desde 1800 -más profunda que los aviones, la radio, las armas nucleares o los sitios de Internet; más trascendente que la ciencia, la salud o el bienestar material- ha sido el continuo descubrimiento de un "aumento en el rendimiento", el cual ha sido tan rápido que ha estado un paso adelante hasta de la explosión demográfica.

De esta manera, según Ridley, no solo hemos estado prosperando, sino que lo seguiremos haciendo ad infinitum. ¿Por qué? Porque aunque haya cosas que son finitas, el mundo de las ideas que se aparean y se reproducen, y que construyen sobre la herencia de sus antecesores, son infinitas: "Cuanto más se prospere, más se puede prosperar. Cuanto más se invente, más invenciones se hacen posibles." No hay un estancamiento, ni un estado final estable, ni un estado de equilibrio, ni un techo al crecimiento... todos esos conceptos son bobadas y abstracciones teóricas que no pueden aplicarse a "un sistema dinámico como la economía" (al igual que tampoco existe un estado de equilibrio natural en la ecología, si hay algo natural en la naturaleza es que cambia).

Esta afirmación del crecimiento infinito está en contra incluso de lo que nos enseñaban los padres del capitalismo y liberalismo, como Adam Smith, David Ricardo o John Stuart Mill, que siempre vieron una suerte de utopía en un estado de equilibrio final sin lucro ni rendimiento necesario. Pero Matt Ridley dobla la apuesta y establece un ritmo de crecimiento y prosperidad infinitos... ¿Acaso no es esto realmente una bobada y abstracción teórica? Quizás no. Si aceptamos su implícito y constante paralelismo con la selección natural, deberíamos aceptar que al igual que la selección natural carece de alguna meta apriorística y que en teoría podría seguir siempre produciendo especies cada vez más adaptadas, igualmente las ideas y las invenciones se adaptarán continuamente al mundo cambiante en el que vivimos. El problema de este planteamiento es que es futurista tan a largo plazo, que hace ya bastantes eones que dejó de ser científico para ser ciencia-ficción.

Pero siguiendo su lógica, hay que descubrir qué es lo que posibilita ese impulso infinito. El autor va descartando progresivamente los candidatos: la ciencia, el capital, los derechos que garantizan la propiedad intelectual y la inversión pública pueden ayudar a este proceso de innovación sin límites, pero no son la respuesta definitiva.

Invirtiendo la sucesión popularmente aceptada, la ciencia es más una beneficiaria que una benefactora de la tecnología. Las máquinas de hilar y la máquina de vapor surgieron de personas con espíritu emprendedor. La aspirina se usaba antes de comprender cómo funcionaba, al igual que la penicilina antes de comprender el mundo de las bacterias, el zumo de limón para combatir el escorbuto antes de descubrirse la vitamina C, y la comida en lata antes de saber nada sobre los gérmenes. En las notas a pie de página insiste con más ejemplos. La ciencia y los científicos tuvieron una trascendencia mínima en el inicio de la revolución industrial. No fueron impulsores, aunque más tarde si contribuyeron más. Primero fueron los inventores, y después los científicos se dedican a explicar por qué funcionan esos inventos. El equivalente actual de ese impulso creador serían los garajes y cafés de Silicon Valley, no los laboratorios de la Universidad de Stanford.

El capital que ha financiado a esos inventores ha posibilitado muchos de esos inventos. Los capitalistas de riesgo de Sandhill Road apoyaron a Silicon Valley, y los de Kleiner Perkins Caulfield han hecho que Netscape, Google y Amazon hayan triunfado. Pero igualmente hay negocios que han triunfado sin necesidad de una gran inversión capitalista, como por ejemplo Facebook, que tan solo recibió una cantidad ínfima de dinero comparada con la que necesitaron los empresarios de la era del vapor o de los ferrocarriles. Y muchas veces no son las grandes empresas, que invierten mucho dinero en innovación, las que aprovechan las oportunidades del momento, sino sus competidores más pequeños. Las grandes empresas al final terminan operando como grandes burocracias,

Es por ello que Apple, y no IBM, perfeccionó el ordenador personal; que los hermanos Wright, y no la armada francesa, inventaron el vuelo a motor; que Jonas Salk, y no el British National Health Service, inventó la vacuna contra la poliomielitis; que Amazon, y no la oficina postal, inventó las compras en un click; y que una compañía finlandesa, y no un monopolio telefónico nacional, se convirtió en el líder mundial en telefonía móvil.

Los derechos de propiedad intelectual, ayudan una vez que dicha propiedad ha nacido, pero no explican por qué nace la inversión en unos sitios y en otros no.  Y son de tres tipos:
1. Los que guardan el secreto de su invención.
2. Los que se basan en ser más rápidos que la competencia en responder a las necesidades del consumidor, bien por ser los primeros, bien por hacer que sus productos sean continuamente obsoletos.
3. Las patentes modernas, ni siquiera ayudan porque en muchas ocasiones van limitando la posibilidad de construir sobre lo inventado. Por no hablar de que la "mayor parte de las innovaciones jamás son patentadas."

La inversión pública tiene un problema conceptual, y es que aunque algunos sectores la aeronáutica espacial necesiten su ayuda, en general la innovación no es un negocio predecible porque funciona de abajo hacia arriba, sin ningún dirigismo, como en la selección natural. Surge de la interacción entre los individuos, y procurar o forzar que eso suceda desde el gobierno, no funciona bien.

La máquina de innovación perpetua que impulsa la economía moderna no debe su existencia a la ciencia (que es su beneficiaria más que su benefactora) ni al dinero (que no siempre es un factor limitante) ni a las patentes (que frecuentemente se interponen en el camino) ni al gobierno (que es un mal innovador). No es un proceso que ocurra de arriba hacia abajo, para nada. En lugar de ello ahora quiero persuadirlos de que una palabra es suficiente para explicar este acertijo: intercambio. Lo que causa el siempre creciente ritmo de innovación en el mundo moderno es el también siempre creciente intercambio de ideas.
La propuesta de que las ideas no tienen límite, que siempre se apoyan las unas sobre las otras, que no existen nuevas ideas sino que todas son híbridas tras mezclarse con otras, encuentra su eco en las palabras de Henry Ford que aceptaba que él solo había ensamblado automóviles cogiendo los descubrimientos que otros hombres habían hecho antes que él. Personalmente prefiero la cita anterior en el tiempo de Isaac Newton: "Si he logrado ver más lejos, ha sido porque he subido a hombros de gigantes". En cualquier caso, comparto esta idea de que crecemos paso a paso, ladrillo a ladrillo, y el autor cree que el paradigma actual de este modelo es el software de código abierto, en los que unos mejoran constantemente lo que otros inventan. Este tipo de cooperación e intercambio es la dirección correcta en la que deberíamos caminar, según el autor, para llegar a

un mundo postcapitalista y poscorporativo en el que los individuos serán libres de reunirse en pequeños grupos para compartir, colaborar e innovar [...] El mundo está regresando a funcionar de abajo hacia arriba; los años en que las cosas operaban de arriba hacia abajo están llegando a su fin.
Pero en lo que no puedo estar de acuerdo es esa especie de teoría del todo, que no solo ningunea otros factores primordiales del progreso como los movimientos sociales y políticos, sino que nos dice que vamos a seguir progresando, sí o sí. Puede que algunos conocimientos no aporten nada a la riqueza personal de las personas, como los viajes lunares, pero sin duda detrás de cada avance en el bienestar hay un avance del conocimiento. Y puede haber parones y equivocaciones, pero el destino final del conocimiento es solucionarlos y se hará casi por arte de magia; la posibilidad teórica de fracaso desaparece, ya no en el mundo de las ideas, también en el de las invenciones y los descubrimientos.

Así que el equilibrio y el estancamiento no solo son evitables en un mundo de libre intercambio: son imposibles.
A lo largo de la historia, aunque los niveles de vida puedan subir y bajar, aunque la población puede explotar y colapsar, el conocimiento ha sido algo que siempre ha mostrado un progreso inexorablemente ascendente. Una vez que se inventó el fuego, jamás fue olvidado. La rueda llegó y jamás se fue. [...] Podemos haber olvidado algunas cosas en el camino: nadie realmente sabe cómo usar un hacha de mano achelense. [...] Pero estos olvidos se vuelven mínimos cuando se comparan con las adiciones al conocimiento. Hemos acumulado mucho más conocimiento del que hemos perdido. [...]
La mejor característica del conocimiento es que genuinamente ilimitado. No hay siquiera una posibilidad teórica de agotar el abastecimiento de ideas, descubrimientos e invenciones. Esta es la mayor causa de mi optimismo. Un bello rasgo característico de los sistemas de información es que son más vastos que los sistemas físicos: la vastedad combinatoria del universo de ideas posibles hace parecer pequeño el diminuto universo de lo físico.
CAPÍTULO 9
LOS MOMENTOS CRÍTICOS: EL PESIMISMO DESDE 1900

En este capítulo hace un interesante, y probablemente cierto, resumen de pronósticos pesimistas fallidos que se han estampado con una realidad tozudamente exitosa. Sin entrar en fechas y detalles, un párrafo de su propia experiencia vital nos da un somero mapa de estos apocalípticos momentos:

En mi propia vida adulta, he escuchado predicciones implacables sobre el crecimiento de la población, el advenimiento de la hambruna, la expansión de los desiertos, la inminencia de las plagas, las próximas guerras por el agua, el inevitable agotamiento del petróleo, la escasez de los minerales, la caída de la cuenta de espermatozoides, el adelgazamiento del ozono, la lluvia ácida, los inviernos nucleares, las epidemias de las vacas locas, los virus informáticos del efecto 2000, las abejas asesinas, los peces que cambian de sexo, el calentamiento global, la acidificación de los océanos e incluso los impactos de los asteroides que traerían ese feliz interludio a su terrible fin. No recuerdo una sola vez en la que no haya habido una élite sobria, distinguida y seria que histéricamente le hiciera eco a una u otra de estas amenazas en los medios de comunicación. No puedo recordar una época en la que no hubiera habido alguien insistiendo que el mundo sólo sobreviviría si abandonaba la insensata meta del crecimiento económico.

El error de casi todos estos pronósticos, al igual que el de Malthus comentado en el capítulo 6, es que no tienen en cuenta que el mundo cambia y la capacidad, la eficacia y la velocidad del ser humano para encontrar soluciones a sus problemas también mejora muchísimo.

Se queja de que las estanterías de las librerías están llenas de autores pesimistas (y, "casualmente", de izquierdas), entre los que incluye a mi querido Noam Chomsky, Naomi Klein, Al Gore, Michael Moore e incluso a George Orwell que pronosticó su fallido 1984. Todos estos autores concluyen de una u otra manera que a) el mundo es terrible; b) cada vez se está peor; c) el libre comercio es el culpable, y d) hemos alcanzado algún punto de inflexión.

La crítica a estos autores es tan general que no dice nada, y en muchos casos, como el de Chomsky, incluso podría coincidir con él en temas como la interpretación "anti-neoliberalista" de Adam Smith, o el optimismo por cómo ha mejorado el mundo en las últimas décadas que Chomsky no se cansa de repetir casi en cualquier conferencia. Y con otros muchos podría coincidir, al igual que conmigo, en que el mundo no es un lugar agradable en el que vivir para muchos millones de personas, independientemente de que antes se viviera mucho peor. A pesar de todos los progresos y todos los infortunios que el ser humano ha logrado superar, la injusticia y la violencia que queda por resolver para tantos millones de personas, quizás mayoría planetaria, son un gran obstáculo antes de arrojar un veredicto positivo sobre el planeta Tierra. Y respecto a 1984, el hecho de que no se haya cumplido, más que un fracaso de pronóstico, quizás sea un éxito porque sin el aviso de Orwell y otros tantos pensadores quizás sí hubiéramos llegado a un Gran Hermano (en España, gracias a Telecinco ya hemos llegado a crear un público idiotizado y enajenado con un programa que manosea cínicamente el nombre de Orwell para hacer justo lo que él denunciaba; algo así como el letrero de "el trabajo os hará libres" que daba la entrada a las víctimas de los campos de concentración nazis). 

Matt Ridley nos lanza una propuesta para explicar sociológica y genéticamente el pesimismo que denuncia. Sociológicamente hay una disonancia cognitiva entre el individuo que suele verse a sí mismo como que vive mejor que los demás, que vivirá más, o que viajará más. Pero cuando mira a la sociedad en la que vive le rodea el pesimismo. Quizás una explicación psicológica sea la abundante literatura (según el autor) que demuestra que a las personas les desagrada más perder una suma de dinero que lo que les agrada ganarlo, y por ello concluye que la aversión natural al riesgo nos hace magnificar nuestros miedos, y por ende, nuestro pesimismo. Pero ¿y los genes?

Y parece que los genes del pesimismo pueden ser literalmente más comunes que los del optimismo: solo aproximadamente el 20% de las personas son homocigóticos para la versión larga del gen de transporte de serotonina, lo cual probablemente les otorga una tendencia genética a ver el lado positivo de las cosas.

Pero el pesimista no siempre está equivocado. Es conveniente escucharlo, como en el caso de la capa de ozono, que nos hizo "hacernos un favor" como especie, aunque la situación nunca llegó a ser alarmante. Y en otras ocasiones, los hemos escuchado demasiado poco: "Hitler, Mao, Al-Qaeda y las hipotecas subprime", por ejemplo.

El capítulo lo cierra con una lista de escenarios apocalípticos exagerados y errores de cálculo: tasas de cáncer, el DDT que a todos nos iba a contaminar, el Armagedón nuclear, las hambrunas, la falta de recursos, el aire sucio, los abusos de la genética, las plagas, el SIDA, la gripe aviar y el consumismo autodestructor.

Adentrarse en cada uno de ellos requeriría un nivel de especialización del que carezco, pero sí hay un detalle que me parece, cuando menos muy discutible: la cuestión de la motivación que genera la actitud pesimista, las consecuencias para los demás, y por tanto, la inmoralidad del pesimismo. Porque si se enseña a los niños estas visiones pesimistas y catastrofistas las cosas empeorarán con seguridad, ya que se esforzarán menos para cambiarlas. Incluyo el siguiente párrafo del capítulo final aquí porque completa la argumentación iniciada para identificar pesimismo con pasividad.

Esa miseria "evitable" es precisamente la razón para impulsar con urgencia el continuo avance del progreso económico, la innovación y el cambio, las únicas formas conocidas de traer los beneficios de la elevación de los estándares de vida a muchas más personas. Es precisamente porque hay tanta pobreza, hambre y enfermedad que el mundo debe tener mucho cuidado de no obstaculizar el camino de aquello que ha mejorado ya tantas vidas: las herramientas del comercio, la tecnología y la confianza, de la especialización y el cambio. Es precisamente porque hay tanto camino por recorrer que aquellos que ofrecen consejos desesperanzadores o llamados a aflojar el paso el paso en la puerta en la puerta de un inminente desastre ambiental podrían estas equivocados no sólo en lo que respecta a los datos, sino también desde el punto de vista moral.
Bueno esto es tan defendible como su viceversa. Por ejemplo, se podría argumentar igualmente que los optimistas generan tanta tranquilidad en que el progreso llegará de una u otra manera, que esquivaremos algún desastre gracias a que somos muchos e intercambiamos tantas ideas en un proceso irreversible y sin ni siquiera una posibilidad teórica de errar, que no es necesario poner ningún esfuerzo adicional o personal, y por tanto, generar pasividad en el público. Si a un estudiante se le dice que su próximo examen será el más difícil de su vida, ¿lo dará por perdido y dejará de estudiar? ¿o por el contrario dejará todas sus distracciones y se pondrá manos a la obra para hacer frente a ese reto con la mejor preparación posible? Y si le decimos que el examen será el más fácil de su vida, ¿acaso no provocará una relajación en su preparación que terminará con malos resultados? Los ejemplos son múltiples y todos admiten ambas lecturas.

CAPÍTULO 10
LOS DOS GRANDES PESIMISMOS DE LA ACTUALIDAD: ÁFRICA Y EL CLIMA DESPUÉS DE 2010

Matt Ridley reconoce que estos dos pesimismos son dos huesos duros de roer, y les concede un trato especial en comparación con todos los otros tratados en su libro.

ÁFRICA

Sobre África el autor está en contra de esa visión clásica que nos presenta a un país que debe elegir entre progresar y contaminar, o no contaminar y empobrecerse.... que es justo la opinión de Giovanni Sartori, al que hice mención más arriba. El despertar económico surge desde abajo y con la ayuda de costumbres e instituciones bien arraigadas en los pueblos, que permiten iniciar un libre comercio puro sin injerencias exteriores. Así es como Botsuana triunfó en mitad del empobrecimiento del resto de África, y así es como China experimentó un progreso igualmente espectacular desde una situación similar a la africana. Ni siquiera la ayuda internacionales una solución para hacer levantarse económicamente a un país pobre. La ayuda a los países pobres puede resolver problemas a corto plazo, como salvar vidas o distribuir medicamentos y comida. Pero no ayuda a que el país se levante económicamente por sí mismo. No lo dice, pero entre líneas puedo leer la archiconocida metáfora de darle una caña de pescar a un pobre para que aprenda a pescar, antes que un pez. Cita a una investigación del FMI de 2005 que supuestamente demuestra que la ayuda internacional nunca sirvió absolutamente para nada, aunque se guarda algunas puntualizaciones de los autores (Raghuram Rajan y Arvind Subramanian) del estudio en sus conclusiones: a) que no sirvieron para bien, ni tampoco para mal y 2) que ellos no defienden que no pueda ser útil en el futuro. Pero Ridley da un paso más al apoyar las conclusiones de la economista Dambisa Moyo, que afirma que en África la ayuda es el problema, porque crea dirigentes vagos y corruptos que se quedan con las ayudas o las invierten malamente. Una pena, pero mi ignorancia económica me desacredita para intentar seguir el debate que generó la economista nacida en Zambia, cuando sacó su polémico libro titulado"Cuando la ayuda es el problema: hay otro camino para África".

Estableciendo instituciones que garanticen los derechos de propiedad, acabando con las dictaduras e informando a los emprendedores africanos de las tecnologías que les pueden asistir, África puede seguir la misma ruta hacia la prosperidad que el resto de la humanidad: especializarse e intercambiar. Y tras el descenso de las tasas de crecimiento llegará un momento en que una población joven dará un empujón una economía que debe acabar con los subsidios de occidente y apostar por el comercio libre de verdad. "En 1978, China era tan pobre y despótica como África lo es hoy; cambió porque emuló a Hong Kong y permitió deliberadamente el desarrollo de zonas de libre comercio."

El autor no es solo optimista sobre el futuro de África; también se muestra un tanto risueño sobre su pasado. Las raíces de esa pobreza son analizadas acríticamente. Resulta descorazonador ver como apenas menciona el saqueo de Occidente, o en general el saqueo de los colonizadores imperiales como una constante histórica. Y cuando lo menciona tangencialmente, lo iguala a otros factores que en realidad tienen una importancia nimia en comparación con la responsabilidad que los imperios y el poder han tenido en la explotación de la humanidad. Desde luego que no tiene ninguna sensibilidad marxista, ni ganas de acusar a los responsables. Ni siquiera conciencia de la importancia que tanta gente comprometida políticamente ha tenido en los avances del mundo. Tan solo está cegado por su amor a esos hilos invisibles que lo guían todo hacia el éxito, y que se resume económicamente en intercambio y especialización, y políticamente en libre comercio (aunque excluya a los abusos financieros) y no intervención pública.

CALENTAMIENTO GLOBAL

Muy consciente de que la madre de todas las batallas eco-políticas es el calentamiento global, Matt Ridley nos advierte de que su libro no es un libro sobre éste tema, y que por tanto no se va a meter en profundidad  a probar ni refutar ninguna de la tesis que se debaten. Nótese que da por sentado que hay un serio debate sobre el asunto dentro de la comunidad científica. Pero lo cierto es que la inmensa mayoría de los científicos no tienen dudas sobre el cambio climático antropogénico (el producido por la acción de la especie humana). Si se busca por Internet se encuentran enconados debates e incluso científicos que escriben a la ONU informando de que no están de acuerdo con las conclusiones del IPAC (Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático), y niegan el consenso científico. Los negacionistas tratan a los partidarios del calentamiento global como unos vendidos y serviles de los dogmas oficiales, pero la acusación también va en sentido contrario. En mi opinión, los negacionistas no deben ser censurados y al igual que los negadores del holocausto, deben tener libertad de expresión, y sus opiniones deben ser rebatidas con elegancia y contundencia. Y son tantos los organismos científicos que apoyan la existencia y responsabilidad del hombre en el cambio climático, que no encuentro creíble ninguna conspiración en el llamado consenso científico. Mi admirado Noam Chomsky, va incluso más allá, y dice que hay un tercer grupo de disidentes que dicen que las previsiones del IPAC son demasiado optimistas. En cualquier caso, como Ridley no profundiza yo tampoco lo haré. Tan solo seguiré el hilo de su argumentación, que aunque solo sea a efectos retóricos, concede que los datos del IPAC pueden ser ciertos, para pasar a comentar sus dos principales objeciones: una premisa y una conclusión

La premisa que los datos del IPCC asumen como ciertos, y que se suelen silenciar cuando se hace alarmismo del calentamiento global, es que para que los países pobres lleguen a contaminar tanto será porque han progresado muchísimo usando combustibles fósiles. Es decir, que quizás estén más calientes, pero también serán más ricos, y por tanto también más capaces para colaborar a frenar o adaptarse a ese cambio climático.

La conclusión es que aunque no niega que puede haber cierto calentamiento global, los efectos netos sobre la población no justifican tal alarma. Localmente puede haber cierta destrucción de habitats, pero en su conjunto las consecuencias no serán tan graves, y en algunos casos como la producción de comida, el agua dulce o las muerte por frío extremo que siempre han superado a las producidas por calor extremo, mejorarán. Según datos que maneja el autor (que "no provienen de escépticos chiflados, sino de los principales autores del IPCC"), ninguna de las variables analizadas corren un peligro que no se pueda salvar, o que no resulte despreciable en comparación con otros beneficios (la mejor excusa son los beneficios de que los pobres dejen de serlo): el nivel del mar se compensará con la creación de limo en algunos países, los efectos de las tormentas se podrán mejorar con mejores construcciones (la tasa global anual por desastres naturales se ha reducido un excelente 99% desde la década de los veinte), la extensión de la malaria no está asociada al clima, la estimación de mortalidad debida al calentamiento global está exagerada por la OMS (150.000 en 2002 o el doble según el Foro Humanitario Global de Kofi Annan, frente a tan solo el 1% de todas las muertes según el GHF), las especies es muy improbable que se extingan más de lo que se extinguen de manera natural, los arrecifes de coral están siendo efectivamente esquilmados por otros factores que los ecologistas están olvidando para centrarse en un equilibrio climático que nunca ha existido, y la acidificación de los océanos parece un as en la manga del movimiento ecologista para volver a acusar a los combustibles fósiles si al final resulta que no hay ningún calentamiento traumático...

 Si nos tenemos que creer todo esto, entonces parece lógica su queja de que se desperdicia demasiado dinero en prevenir el cambio climático cuando es más efectivo invertir en otras causas ya olvidadas por el movimiento ecologista, o para evitar los "cuatro jinetes del Apocalipsis humano": el hambre, el agua sucia, el humo dentro de casa y la malaria. Estos cuatro factores causan muchas más muertes que las aceptadas oficialmente por el cambio climático. Además, y siempre según el autor, si decidiésemos coherentemente ponernos mano a la obra para prevenir los escenarios más pesimistas, deberíamos gastar un montón de dinero en tratar de evitar la colisión de asteroides y otros peligros tan igualmente improbables como un escenario de grandes daños causados por el cambio climático.

Tratar de descarbonizar la economía equivale a aumentar el costo de la energía, y es justo lo que no debe hacerse, porque los combustibles fósiles han demostrado ser la fuente de energía con menor huella ecológica, frente a las fuentes de energía renovables que lejos de ser verdes y respetuosas con el medioambiente suponen una carga a los ecosistemas mucho mayor en comparación con la energía que producen. El autor no niega que puedan surgir en el futuro alternativas realmente verdes a los fósiles, pero por ahora y hasta que la energía solar no mejore su eficiencia, la mejor alternativa sigue siendo la energía nuclear.

Recuerden que no estoy intentando resolver el debate climático, ni diciendo que la catástrofe es imposible. Estoy probando mi optimismo contra los hechos, y lo que encuentro es que la probabilidad de un climático rápido y severo es pequeña; la probabilidad de que no haya adaptación es pequeña, y la probabilidad de que no surjan en el largo plazo nuevas tecnologías de energía con bajas emisiones de carbono es pequeña. Multipliquen esas pequeñas probabilidades y la probabilidad de un siglo XXI próspero es grande por definición. Pueden discutir sobre cuántas precauciones deben tomarse, y por último cuánto debe gastarse en ellas, pero si utilizan las cifras del IPCC no pueden pronosticar otra cosa, excepto que es muy, excepto que es muy probable que el mundo sea un lugar mejor en 2100 de lo que es hoy.
CAPÍTULO 11
LA CATALAXIA: EL OPTIMISMO RACIONAL SOBRE EL AÑO 2100

Por fin el autor confiesa al final del libro lo que debería haber sido una declaración inicial para conocer sus referentes e intenciones filosóficas:

En este libro he tratado de construir mi propia teoría sobre las teorías de Adam Smith y Charles Darwin. Interpreto a la sociedad humana como el producto de una larga historia de lo que el filósofo Dann Dennet llama evolución bubble-up a través de la selección natural entre variaciones culturales más que genéticas, y como un orden emergente generado por la mano invisible de las transacciones individuales, no el producto de un determinismo descendente. He tratado de mostrar que, tal como el sexo hizo de la evolución biológica algo acumulativo, el intercambio hizo a la evolución cultural acumulativa y a la inteligencia colectiva [...].
Aunque para ser justos con él, ya advirtió en el prólogo por donde podían ir los tiros:
 Algunos dirán que estoy simplemente replanteando lo que Adam Smith dijo en 1776. Pero mucho ha pasado desde entonces para cambiar, retar, ajustar y amplificar sus ideas.
 La catalaxia, ese orden espontáneo e inexorable que surge de planteamientos dispares entre los operadores del mercado, deja fuera a corporaciones, sacerdotes, burocracias y defraudadores y todo lo que dificulte la libertad pura y radical del libre mercado. Incluso los gobiernos pueden seguir rescatando financieramente a corporaciones y burocracias. Todos estos elementos indeseables plantearán batalla, pero serán vencidos como lo fueron en el pasado.

Jefes, sacerdotes, ladrones, financieros, consultores y otros aparecerán por todos lados, alimentándose del superávit generado por el intercambio y la especialización, desviando la sangre vital de la catalaxia hacia sus propias vidas reaccionarias. Ya ocurrió en el pasado. Los imperios proporcionaban una estabilidad cuyo precio era la creación de cortes parasitarias; las religiones monoteístas proporcionaban una cohesión social cuyo costo era una clase sacerdotal parasitaria; el nacionalismo proporcionaba un poder cuyo costo era un ejército parasitario; el socialismo proporcionaba una igualdad cuyo precio era una burocracia parasitaria; el capitalismo proporcionaba una eficiencia cuyo costo eran los financieros parasitarios.
Tras sermonearnos sobre la inmoralidad del pesimismo (comentado más arriba), nos hace una última advertencia ideológica antes de terminar el libro: debemos cuidarnos de estos tiempos en los que Internet es capaz de propagar alguna absurda idea que germine en la población y que impida el libre intercambio de ideas y comercio. Antiguamente las religiones necesitaron el poder de un país o un imperio, pero nunca pudieron contaminar a todo el planeta. Ahora con Internet peligros tan dispares como los creacionistas, los antiglobalizadores o los obispos que despotrican contra los efectos del libre mercado son igualados por el autor: todos son un peligro para este orden natural que nos hace progresar.

Matt Ridley no se considera de derechas, y está en contra de los grandes monopolios (públicos o privados) y de subvencionarlos. Opina que tomarse en serio el libre mercado implica rechazar muchas de las cosas que aceptan los ricos, y no cree estar haciéndole la agenda a la derecha ni estar diciéndole a los ricos lo que quieren oír (básicamente que el estado no se meta en sus deseos de hacer dinero porque se trata de una sacrosanta misión que traerá beneficios para todos, así que no tiene demasiado sentido preocuparse por lo social). Él cree genuinamente que el liberalismo de mercado va de la mano del liberalismo social. Hasta aquí lo que se refiere al libro "El optimista racional". Pero, si el autor pone de ejemplo a Adam Smith, echemos un vistazo al clásico de la economía usando como guía, una vez más, al legendario (y todavía vivo) Noam Chomsky.

SOBRE ADAM SMITH Y SU MANO INVISIBLE

Adam Smith se oponía a los mercantilistas (y al estado feudal y absolutista) que eran partidarios de no negociar con otros países a menos que la balanza comercial resultase claramente beneficiosa para Inglaterra, ya que ellos veían el comercio como un caso de suma cero: para poder ganar era necesario que otro perdiera. Había otra causa para recelar del comercio exterior; los comerciantes tenían una tendencia a preferir el comercio interno por varias cuestiones que no vienen al caso (confianza, seguridad jurídica…) y temían que el pueblo pudiese preferir los mismos productos obtenidos del extranjero a un precio menor y echasen a bajo ese monopolio que ostentaban en su territorio nacional. 

En ese contexto surge la expresión "mano invisible" que tanto se ha popularizado entre los capitalistas. Según la versión comúnmente aceptada, la lógica del libre mercado hace que a pesar de que cada uno de sus operantes persiga su propio beneficio, al final redunda en el beneficio de todos. De esta manera, la mano invisible hace innecesario cualquier control estatal de los mercados, ya que estos se regulan solos.

Chomsky ha dicho en varias ocasiones que la expresión "mano invisible" se ha malinterpretado, ya que el propio Adam Smith la usó para explicar cómo algunos comerciantes ingleses, que solo buscaban su beneficio y seguridad, temían el libre comercio con otros paises y preferían limitar su comercio domésticamente. ¿Por qué lo temían? Porque dejaban de controlar su producto y tenían incertidumbres jurídicas que no tenían en su propio país. De esta manera, estos comerciantes, al intentar ocupar el mercado doméstico únicamente con sus productos, y tratar de dificultar las importaciones que pudieran competir con sus productos, estaban maximizando su inversión en su país, en Inglaterra, lo cual ayudaba según decía Smith, al interés de la nación para que "el ingreso anual de la sociedad sea el máximo posible." Pero ciertamente, eso no iba en favor del interés de los consumidores, a los que se les privaba de comprar el mismo producto importado más barato. Esa mano invisible que hace que se quede toda la inversión y el trabajo en el país, no es la misma mano invisible que todo el mundo académico cacarea y que sirve para defender la globalización. De hecho ambas manos dicen cosas totalmente opuestas. La primera es la original de Adam Smith, la segunda es la que la mayoritariamente aceptada y que sirve para defender el neoliberalismo.
Existe un amplio debate entre algunos grandes economistas que se disputan el legado izquierdista o derechista de Adam Smith. Pero Chomsky no es el único en reivindicar desde la izquierda una dimensión progresista de Smith, y denunciar como se le ha usado para invocar al libre mercado sin control alguno. En su opinión el clásico del capitalismo se convierte en un hijo de tradiciones libertarias e incluso revolucionarias, que independientemente de sus tesis económicas, se indignaba y denunciaba los abusos de los poderosos. Confieso haber leído apenas los párrafos indicados, y por tanto no sé si es un atrevimiento ir tan lejos, pero efectivamente cuando leo los textos en discusión me doy cuenta de que Adam Smith no proclamaba el desentendimiento total del estado, y tenía una vertiente social de la que no se suele hablar.

 La cita original de la mano invisible dice lo siguiente:
En la medida en que todo individuo procura en lo posible invertir su capital en la actividad nacional y orientar esa actividad para que su producción alcance el máximo valor, todo individuo necesariamente trabaja para hacer que el ingreso anual de la sociedad sea el máximo posible. Es verdad que por regla general él ni intenta promover el interés general ni sabe en qué medida lo está promoviendo. Al preferir dedicarse a la actividad nacional más que a la extranjera él sólo persigue su propia seguridad; y al orientar esa actividad de manera de producir un valor máximo él busca sólo su propio beneficio, pero en este caso como en otros una mano invisible lo conduce a promover un objetivo que no entraba en sus propósitos. El que sea así no es necesariamente malo para la sociedad. Al perseguir su propio interés frecuentemente fomentará el de la sociedad mucho más eficazmente que si de hecho intentase fomentarlo.

En principio parece que la crítica de Chomsky está bien fundamentada. Aún así, y tan solo por hacer de abogado del diablo, se podría seguir debatiendo si la frase "en este caso como en otros" deja cabida a alguna interpretación más en consonancia con las que tradicionalmente se han atribuido a Adam Smith. Es decir, que es posible que en ese párrafo se refiriese a un caso concreto (el de los ingleses que optan por el mercado interno) pero que hubiese otros casos en que esa metáfora, u otra parecida, sirviese para explicar que los mercados pueden ser guiados por alguna magia invisible que hace innecesario cualquier control estatal. Como ejemplo que refuerza la teoría de la mano invisible se suele aducir el siguiente párrafo:
No es la benevolencia del carnicero, el cervecero, o el panadero lo que nos procura nuestra cena, sino el cuidado que ponen ellos en su propio beneficio. No nos dirigimos a su propia humanidad sino a su propio interés, y jamás les hablamos de nuestras necesidades sino de sus ventajas.
Pero esta cita lo que trata en realidad, no es de los resultados del mercado, sino de las motivaciones de sus actores. En todo caso la cita del carnicero nos podría llevar a la eventual contradicción de Adam Smith, conocida en el mundo académico como "el problema de Smith", y que consiste en confrontar sus aparentes contradicciones en sus dos obras principales; "La teoría de los sentimientos morales" y "La riqueza de las naciones". En la primera el motor del ser humano era la bondad, y en la segunda era el egoísmo. Nuestro optimista racional hace una ligera mención a cómo solucionar este problema, con un razonamiento un tanto circular que no analizaré aquí por no aportar nada al asunto.

Gavin Kennedy, que lleva un blog específico y detalladísimo sobre el legado perdido de Adam Smith, publicó un artículo titulado "Adam Smith y la mano invisible: de la metáfora al mito" en el que desgrana las tres menciones, en tres de sus obras de la expresión "mano invisible", siendo la que está en "La riqueza de las naciones", la única con vinculación a la economía. Según Kennedy, Smith podía haber dicho "en este caso como en todos los demás", pero no lo hizo porque no creía que la economía pudiese funcionar siempre así. Lo que fue una simple metáfora para un caso concreto, pasó a ser un supuesto principio de "La riqueza de las naciones", sin desarrollo en ninguna otra parte, y que no figura junto a otros principios que Smith sí estableció en otra parte de su gran obra maestra. Este mito sobre un principio de la mano invisible, que describe como funciona el mercado, ha servido al neoliberalismo y a la globalización para escudarse en un clásico.

Si, más allá del uso de la expresión "mano invisible", Adam Smith, defendía un nexo entre intereses propios y inexorables resultados positivos para el consumidor, lo ignoro porque no he leído todo el libro. Pero quien así lo defienda, debería demostrarlo sin hacer referencia al uso que Adam Smith hizo de "la mano invisible".

Pero tampoco podemos sacar conclusiones contrarias. Es decir, si Adam Smith pensaba que esa mano invisible orientaba a los empresarios hacia el mercado interior y guardaba a Inglaterra de los abusos de "la globalización" de la época, entonces... ¿acaso era contrario al comercio exterior? En absoluto. A continuación esta cita que viene del capítulo siguiente al de la "mano invisible", a saber, capítulo III libro IV de "La riqueza de las naciones".

Se ha pretendido enseñar a las naciones que su interés consiste en arruinar a todos sus vecinos. [...] Esta doctrina fue sin duda originalmente inventada y propagada por el espíritu monopolista, y quienes la enseñaron no fueron en absoluto tan insensatos como quienes la creyeron. En cualquier país, el interés de la mayor parte de la gente es y debe ser el comprar todo lo que necesitan a aquellos que lo venden más barato. Esto es tan evidente que parece ridículo molestarse en demostrarlo, y jamás habría sido puesto en cuestión si no fuera porque la sofistería interesada de los mercaderes y fabricantes confundió el sentido común de las personas. En este sentido, su interés es directamente opuesto al de la mayoría del pueblo. [...]
No hay país comercial  en Europa cuya ruina inminente a causa de una balanza a comercial desfavorable no haya sido augurada por los supuestos expertos  en este sistema. Sin embargo, después de toda la inquietud que ellos han suscitado, después de todos los vanos intentos de prácticamente la totalidad de las naciones comerciales para volver esa balanza en su favor y en contra de sus vecinas, no parece que ni un sólo país europeo se haya empobrecido por esa causa. Al contrario, cada ciudad y país, en la medida que abrió sus puertos a todo el mundo se enriqueció en lugar de arruinarse por el libre comercio, tal y como los principios del sistema mercantil pronosticaban.


ADAM SMITH Y LA DIVISION DEL TRABAJO

La interpretación chomskiana de Adam Smith denuncia que después de hablar las bondades de la división del trabajo, el mismo Adam Smith criticó sus defectos, aspecto éste último que tradicionalmente se ha escondido en las enseñanzas académicas. Y es relevante porque además esconde que Adam Smith no era contrario a la intervención estatal, al menos en la enseñanza pública (que debería ser obligatoria para los pobres).

No he realizado, en absoluto, ninguna investigación sobre Smith. Sólo he leído su obra. No se trata de ninguna investigación, sólo lectura. Smith es un precapitalista, una figura de la Ilustración. Despreciaba lo que nosotros llamaríamos capitalismo. La gente lee fragmentos de Adam Smith, algunas frases que les enseñan en la escuela. Todo el mundo ha leído el primer párrafo de La riqueza de las naciones en el que habla sobre lo maravillosa que es la división del trabajo. Pero no muchas personas llegan al punto, unos cientos de páginas después, en el que afirma que la división del trabajo destruirá a los seres humanos y los convertirá en unas criaturas tan estúpidas e ignorantes como pueda llegar a serlo un ser humano. Y, por ello, en cualquier sociedad civilizada, el gobierno deberá tomar ciertas medidas para impedir que la división del trabajo llegue a estos límites.

Efectivamente. He comprobado la cita y es correcta.

En otros casos las condiciones de la sociedad no colocan al grueso de los individuos en esa situación, y se necesita alguna intervención del estado para impedir la corrupción y degeneración casi total de la gran masa de la población.
Con el desarrollo de la división del trabajo [...] la inteligencia de la mayoría de las personas se conforma necesariamente a través de sus actividades habituales. Un hombre que dedica toda su vida a ejecutar unas pocas operaciones sencillas, cuyos efectos son siempre o casi siempre los mismos, no tiene ocasión de ejercitar su inteligencia o movilizar su inventiva para descubrir formas de eludir dificultades que nunca enfrenta. Por ello pierde naturalmente el hábito de ejercerlas y en general se vuelve tan estúpido e ignorante como pueda volverse una criatura humana.[...] De esta forma, parece que su destreza en su propio oficio es adquirida a expensas de sus virtudes intelectuales, sociales y marciales. Y en cualquier sociedad desarrollada y civilizada este es el cuadro en el que los trabajadores pobres, es decir, la gran masa del pueblo, deben necesariamente caer, salvo que el estado tome medidas para evitarlo.[...] La educación del pueblo llano requiere quizás más la atención del estado en una sociedad civilizada y comercial que la de las personas de rango y fortuna.[...] Con un gasto muy pequeño el estado puede facilitar, estimular e incluso imponer sobre la gran masa del pueblo la necesidad de adquirir esos elementos esenciales de la educación.[...]  El estado puede obligar a casi todo el pueblo a conocer esos elementos fundamentales de la educación estableciendo un examen obligatorio sobre ellos para ingresar en una corporación o ejercer un oficio en un pueblo o ciudad corporativa.

Sin embargo en varias charlas, he escuchado a Chomsky decir sobre esta cita que Adam Smith era partidario de impedir la división del trabajo. Eso no es exacto. Como el mismo Chomsky parece corregirse a sí mismo al hablar con David Barsamian, lo que Adam Smith trataba de impedir eran los efectos alienantes de la división del trabajo, pero no la división del trabajo en sí, de la que Adam Smith predicaba sus bondades al principio del capítulo II, Libro 1.

OTROS ASPECTOS "DISIDENTES" DE ADAM SMITH

Hay muchas más cosas que se pueden decir de Adam Smith, y que están en contra de lo que tradicionalmente se asocia al autor: que denunciaba las injusticias Norte-Sur representadas en su día por los abusos a La India, que rechazaba la concentración de capital que favorecía a unos pocos y perjudicaba a la mayoría ("la máxima vil de los poderosos parece haber sido siempre: todo para nosotros, nada para los demás"), que era partidario de la igualdad de condiciones (y no solo de oportunidades), que detectó anticipadamente la lucha de clases, que temía que las sociedades de capital mancomunado (es decir lo que ahora en EEUU se conoce como grandes corporaciones) llegasen a ser inmortales que es lo que ha sucedido en el "capitalismo", que se le puede situar "en la tradición anarcosindicalista, en la critica libertaria de izquierda contra el capitalismo".

Supongo que buena parte de las discrepancias al interpretar a Adam Smith se aclararían más fácilmente si nos pusiéramos de acuerdo en si lo que tenemos en un sistema de libre comercio como el que pretendía Smith o un sistema capitalista que ha evolucionado de manera muy diferente. Últimamente Noam Chomsky insiste en diferenciar "el capitalismo" del "verdadero capitalismo existente". Me da la sensación de que él mismo quiere poner orden en sus manifestaciones anteriores (supongo que solo se puede afirmar que Adam Smith era anticapitalista si aclaras que por capitalismo entendemos otra cosa diferente a lo que tenemos).

En su libro recopilatorio "Cómo funciona el mundo", vemos que ya en 1994 partía de la idea de que se ha desvirtuado tanto a Adam Smith, como a otros tantos pensadores:

Los libros de estos autores están al alcance de todos. Hay pocas figuras más protagónicas en la historia estadounidense que Thomas Jefferson y John Dewey. Son más estadounidenses que la Estatua de la Libertad, pero si uno los lee hoy en día, parecen dos marxistas de lo más delirantes, lo cual demuestra cuánto se ha deteriorado nuestra vida intelectual.

Las referencias originales de Adam Smith las he tomado de su libro "La riqueza de las naciones" de Alianza Editorial, 1994, edición de Carlos Rodríguez Braun, que en realidad contiene los 3 primeros libros y una selección de los 2 últimos. En el estudio preliminar, un comedido Rodríguez Braun, (otrora conocido por participar en debates políticos en Intereconomía) rechaza ambos extremos de Adam Smith. No era un anarquista ("a un anarquista le tienen sin cuidado los impuestos, y Adam Smith redacta un extenso capítulo sobre los mismos, analizándolos prolijamente") y acepta que es un "liberal matizado", "que apoya aquellas intervenciones públicas en donde claramente se demuestre que los fallos del Estado son menores que los fallos del mercado". Niega que fuese un neoliberal, tal y como hoy en día entendemos el termino, pero no llega tan lejos como Chomsky de calificarlo como un contrario al capitalismo actual:

Otros aspectos que chocan con la visión simplista de Smith-capitalismo-salvaje es su respaldo a que la riqueza se refleje en un incremento en el nivel de vida del pueblo, y el intenso recelo que siente Smith hacia los empresarios. Una cosa es defender al capitalismo, parece decir, y otra cosa muy distinta es defender a los capitalistas, que sólo son útiles a la sociedad en la medida en que compitan en el mercado ofreciendo bienes y servicios buenos y baratos, con los que los consumidores se benefician - y el consumo es el fin último de la producción. Adam Smith dedica a los capitalistas y a su espíritu monopólico y de "conspiración contra el público" unos comentarios durísimos, de gran relevancia para comprender numerosas polémicas actuales, puesto que Smith demuestra cómo los diversos grupos económicos consiguen privilegios del Estado sobre la base de fingir que representan los más amplios intereses de la sociedad.
Pero dejemos a Adam Smith hablar por su propia boca, para ver si verlo como anti-capitalista, pseudo-socialista o algo entre medias es una exageración o manipulación de los autores que le siguieron. Sobre los salarios de los trabajadores dice lo siguiente en el capítulo 8 del Libro I:

Los sirvientes, trabajadores y operarios de diverso tipo constituyen la parte con diferencia más abundante de cualquier sociedad política. Y lo que mejore la condición de la mayor parte nunca puede ser considerado un inconveniente para el conjunto. Ninguna sociedad puede ser floreciente y feliz si la mayor parte de sus miembros es pobre y miserable. Además, es justo que los que proporcionan alimento, vestimenta y alojamiento para todo el cuerpo social reciban una cuota del producto de su propio trabajo suficiente para estar ellos mismos adecuadamente bien alimentados, vestidos y alojados.

Y sobre los empresarios en el sistema mercantil (se supone que después llegó el capitalismo, aunque como sabemos el sistema vigente reparte los inconvenientes del capitalismo para los más débiles y las ventajas para los más poderosos que se benefician de ayudas e intervencionismo) y su influencia en los gobiernos (Libro IV, capítulo 8):

Nuestros industriales laneros han tenido más éxito que nadie en persuadir a los legisladores de que la prosperidad de la nación dependía de la rentabilidad y extensión de su negocio particular. No solo obtuvieron un monopolio contra los consumidores gracias a la prohibición absoluta de importar tejidos de lana de cualquier país extranjero [...] Supongo que no es necesario subrayar hasta qué punto estas reglamentaciones son contrarias a la tan pregonada libertad individual, de la que tan celosos guardianes simulamos ser, y que en este caso es manifiestamente sacrificada ante los fútiles intereses de nuestros comerciantes e industriales.[...]
El consumo es el único fin y objetivo de toda producción, y el interés el productor merece ser atendido sólo en la medida en que sea necesario para promover el del consumidor. Este aforismo es tan evidente que sería absurdo molestarse en demostrarlo. Sin embargo, en el sistema mercantil el interés el consumidor es casi constantemente sacrificado frente al del productor, porque parece considerarse que la finalidad y propósito últimos de cualquier actividad y comercio es la producción no el consumo.[...]
No es muy difícil señalar a quienes maquinaron todo este sistema mercantil. No fueron desde luego los consumidores, cuyos intereses han sido completamente olvidados. Fueron los productores, cuyos intereses siempre han sido cuidadosamente atendidos, y entre ellos los arquitectos principales fueron con diferencia los comerciantes y los industriales.


Todas estas referencias de "La riqueza de las naciones" se pueden consultar en las siguientes páginas de la edición mencionada: 16-18, 44-46, 125-126, 525, 554, 563-567, 642-646, 717.




ENLACES RELACIONADOS 
Conferencia de Matt Ridley en la ciudad de las ideas.
Artículo que intenta refutar las tesis de Ridley
Otro artículo en Newscientist
Otra crítica más
"The Irrational Optimist"
Chomsky sobre la mano invisible en la BBC
"El optimista racional" según el Movimiento de Solidaridad con los Trabajadores


"100 MITOS DE LA CIENCIA" (2012) de Daniel Closa i Autet

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Poco sé del autor de este libro tan curioso, en el sentido mas heterodoxo del término. Nadie podrá decir que no ha podido terminar este libro, ya que se lee de manera sumamente fácil. Cada una de esas 100 preguntas se resuelve en un par de páginas y con gran didáctica. 

Tratar de reseñar este libro, como tantos otros que se basan en preguntas y respuestas, es tarea imposible a menos que resuma una a una las preguntas. Lo más que se puede decir, y ya es mucho si tenemos en cuenta la cantidad de libros parecidos que hay en el mercado, es que la selección de preguntas es la más seria y rigurosa que he podido encontrar entre todos los que he ojeado de por el estilo. Podría copiar directamente el sumario del libro, pero ofrezco al blogero las más sugerentes para mi, aunque con ello deje muchas en el tintero:

Arrancar una cana hace que salgan más canas, hay que beber dos litros de agua diariamente, la inteligencia se puede medir, los resfriados los causa el frío, la vitamina C cura el resfriado, la dieta vegetariana es más fácil, el azúcar moreno es más saludable que el azúcar blanco, la memoria de los peces solo dura unos segundos, el hombre viene del mono, la evolución no esfiable porque solo es una teoría, en verano la Tierra está más cerca del sol que en invierno, la gran muralla China es la única construcción humana visible desde el espacio, Albert Einstein sacaba malas notas en matemáticas, en el zodiaco hay 12 signos, una cuchara en una botella de champagne impide que salga el gas, en un avión el cambio de presión puede hacer que los pechos de silicona estallen... etc.

Todos estos mitos y otros muchos más son descartados con humildad y sabiduría. Nada impide que se vuelva a leer varias veces según nos asalten las dudas más estúpidas y los bulos más supersticiosos que rondan en boca de tantas personas.

"CÓMO FUNCIONA EL MUNDO" (1986-2011) Noam Chomsky

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Noam Chomsky es el maestro por excelencia. He subtitulado documentales y traducido artículos y entrevistas suyas. He intercambiado opiniones con él y espero trabajar pronto en una entrevista-documental que pronto saldrá a la luz de la mano de Andre Vltcheck. Parece mentira que la admiración que siento por Noam Chomsky no se haya traducido antes en ninguna reseña de ninguno de sus libros (aunque sí en múltiples entradas en algunos de mis blogs). Más vale tarde que nunca.

Prácticamente toda la izquierda anti-imperialista se ha visto influida por sus trabajos, ya que él es el máximo exponente de la crítica a la política exterior estadounidense. Cualquiera que quiera analizar la política internacional de las superpotencias durante el pasado siglo y el actual, no puede obviar los análisis de Chomsky. Pero no solo ahí acaba su alargada sombra: desde cuestiones de política interna hasta los movimientos asociativos, desde el anarquismo hasta el medio ambiente, desde el poder de los medios de comunicación hasta la globalización, etc... por no hablar del inicio de su carrera académica con sus ideas de la gramática generativa que revolucionó el mundo académico de la lingüística.

Habiendo leído tantas conferencias y artículos suyos uno puede tener una idea bastante aproximada de sus posiciones. Y efectivamente, tras leer este libro que ahora comento, he encontrado pocas cosas realmente novedosas que no hubiese comentado en otros lugares. Pero la frescura, elegancia, precisión y máxima honestidad con la que presenta sus ideas me impide cansarme de volver a leer una y otra vez lo mismo: que el poder nos tiene bien cogidos por los testículos pero que hay formas de retorcérselos también al poder. Su visión de la cooperación entre los individuos, y su ejercicio de la responsabilidad por los propios actos me ha influido incluso a nivel personal a la hora de trabajar o de relacionarme con los míos. Su autoridad, en mi opinión, no es solo por tener a mano un dato actual o un ejemplo histórico que justifica con precisión un pensamiento abstracto, sino que es un referente moral que predica con el ejemplo y enseña un sistema sólido y coherente de análisis.

Aunque tanta admiración puede sonar un poco a gurú o mesías, sin duda Chomsky no es infalible, pero pocas personas he visto yo con planteamientos tan consistentes y detallados, con una visión a largo plazo que abarca un siglo entero de análisis geopolítico. Para mí, leer a Chomsky se ha convertido en la forma más independiente e inteligente de observar las diminutas grietas del sistema en el que vivimos. Un sistema capitalista y de dominación, hermético y opaco, pero que con sus textos, esas pequeñas grietas se me hacen obviedades difíciles de pasar por alto a menos que nos las oculten o las camuflen... como vienen haciendo desde siempre.


En "Cómo funciona el mundo" se juntan 4 libros que publicó con anterioridad y que el editor se ha encargado de actualizar debidamente. Comparto las palabras del mismo:

 Aunque las conferencias y las entrevistas compiladas datan de la década de 1990 (o incluso de finales de 1980), los lectores descubrirán que las reflexiones de Chomsky son más profundas que cualquier otro material que puedan leer en los periódicos o escuchar en radio y televisión hoy en día. Los análisis que presenta son tan incisivos y sagaces que con el tiempo se vuelvan cada vez más actuales y sorprendentes. Los invito a leer algunas páginas para ver si coinciden conmigo.

Al carecer de un guión predeterminado, ya que obedece a las preguntas que se le van haciendo con algún orden temático, me limitaré a reproducir algunos de sus argumentos. Dejo en el tintero aspectos poco "resumibles" pero cuya lectura ha satisfecho mi curiosidad: sus críticas a la OLP, al New York Review of Books, a The Nation y a otros sectores de izquierdas. Al Vaticano en el contexto de los curas jesuitas que se mojaron en Latinoamérica y fueron asesinados, a las élites intelectuales posmodernistas, a la explotación del Holocausto y cómo Israel se ha creado sus más acérrimos enemigos, a los líderes revolucionarios del tercer mundo que se convirtieron en terroristas...etc.

tsarphoto.com
Es un mal homenaje para mi primera crítica formal a un libro del maestro (ni siquiera el primero que he leído, pues ya hace muchos años que devoré "Estados Fallidos"), pero así ha sucedido. Si hay un pequeño motivo para el orgullo, será el haber hecho posible que algún navegante perdido... como tú, sí como tú, que todavía no conoces a Chomsky, o tienes una idea intoxicada del mismo, pueda tener la oportunida de aproximarse a este gigante. Si además propicia que leas algo suyo, entonces mi orgullo se hará todavía mayor.

ESPÍAS NAZIS TRABAJANDO PARA EEUU

Cuando terminó la II Guerra Mundial el ejército de EEUU hizo uso de las redes nazis que todavía quedaron en pie para que trabajasen más allá del telón de acero. Y no sólo contra la URSS, nuevo enemigo de EEUU, sino contra cualquier democracia latinoamericana que se opusiera a los intereses imperialistas de EEUU. En la historia oficial de la Segunda Guerra Mundial debería haber un capítulo que nos contase cómo tras la guerra fue necesario destruir los restos de la resistencia anti-fascistas para asegurar que el poder volvía a manos de los empresarios industriales. "Ya bastante mal está reclutar a criminales de guerra nazis y salvarlos, pero imitar sus actividades es mucho peor."

Pero la inagotable fuente de hipocresía estadounidense no termina ahí. EEUU gestionaba "campos de reeducación" para prisioneros alemanes, a los que se maltrataba y hacia pasar hambre. No se trata de igualar unos campos con otros, sino de denunciar la hipocresía de EEUU y UK a los que tenemos como paladines de la democracia y la libertad, pero que en muchas ocasiones han terminado haciendo lo que ellos mismos condenan. En este caso incluso después de la guerra. Esto fue denunciado por Peggy Duff, una pacifista que retó a su país sacando a la luz estas vergüenzas nacionales.

EL VIRUS DE LA DEMOCRACIA O LA AMENAZA DEL BUEN EJEMPLO

Esta idea es de las más repetidas en sus obras. Todos los movimientos populares que han sido categorizados como una amenaza para EEUU, no lo eran porque pudieran invadir el país, sino porque su eventual éxito interno de sesgo izquierdista, y democrático, podría ser un ejemplo para otros países, incluido EEUU. Por ello había que aniquilar el virus de la democracia que podía germinar aunque solo fuese en pequeños y lejanos pueblos como el vietnamita. "Nos hemos opuesto sistemáticamente a la democracia si no podemos controlar sus resultados." Igualmente en Japón y en Corea, una vez que EEUU venció, aplastó a las resistencias que se opusieron internamente a los fascistas. Y lo mismo a lo largo y ancho del mundo se repite el mismo proceder: allá donde se levanta un movimiento democrático que responde a intereses populares (sindicatos o partidos políticos, etc...) EEUU se alía con militares para hundir el proceso. Si pueden hacerlo por diplomacia y presiones lo hacen, pero sino no dudan en enviar el ejército, torturar o secuestrar. Honduras, El Salvador, Panamá, Nicaragua...los ejemplos son comentados en profundidad y con claridad.

PANAMÁ
Fue el caso típico de un dictador brutal que cruza la línea para dejar de ser un amigo admirable y pasar a ser una "escoria" o un "villano" cuando comete el delito de la independencia. Uno de los errores más frecuentes consiste en dejar de robarles sólo a los pobres, que está bien, y comenzar a meterse con los privilegiados, ganándose la antipatía de los empresarios. [...] el historial de Noriega en materia de derechos humanos no se acerca ni remotamente al de otros protegidos de Estados Unidos en la región ni empeoró con respecto a lo que era cuando todavía seguía nuestras órdenes. Tomemos por ejemplo el caso de Honduras. Aunque no hay terrorismo de estado como en El Salvador o Guatemala, probablemente las violaciones a los derechos humanos fueran más graves allí que en Panamá. Es más, en Honduras hay un batallón entrenado por la CIA que llevó a cabo más atrocidades que Noriega en todo su mandato. O pensemos en otros dictadores respaldados por Estados Unidos, como Trujillo en República Dominicana, Somoza en Nicaragua, Marcos en Filipinas, Duvalier en Haití y todos los mafiosos centroamericanos que gobernaron en los años '80. Cada uno de ellos fue muchísimo más violento que Noriega, pero nuestro gobierno los apoyó con entusiasmo durante años y años de crímenes atroces, siempre y cuando las ganancias siguieran saliendo de sus países y entrando en el nuestro. George Bush elogiaba a criminales como Mubutu, Ceausescu y Saddam Hussein, que eran mucho más crueles que Noriega. Es más, se podría decir que Suharto, de Indonesia, es el peor asesino de todos, pero para los medios gobernados por la Casa Blanca, es un "moderado". [...] Comparado con los amigos de Bush en Bagdad y Beijing, Noriega era la Madre Teresa.

LA GUERRA DEL GOLFO Y EL RECHAZO DE LA DIPLOMACIA

La agresión de Irak contra Kuwait no fue más extraordinaria que otras agresiones (como la de EEUU contra Nicaragua, por poner solo un ejemplo), pero sí fue novedosa en el sentido de que se metió contra los intereses equivocados. Al igual que Noriega, Hussein había sido un brutal dictador mientras EEUU lo apoyaba. El hecho de que la ONU actuase se debe a que en esta ocasión EEUU no bloqueó el Consejo de Seguridad. Según el libro de Daniel Jonah Goldhagen, "Peor que la guerra", que reseñé hace poco en este mismo blog, la inacción de la ONU ante los genocidios durante la guerra fría se debió fundamentalmente a los bloqueos de la URSS, pero Chomsky le da la vuelta a la tortilla diciendo que desde los 70, EEUU ha bloqueado más resoluciones del Consejo de Seguridad que nadie, y después le siguen UK, Francia y la URSS. Sea como fuere, el caso es que EEUU hizo todo lo posible para cerrar cualquier salida diplomática, sobre todo después de comprobar que las sanciones tan estrictas que logró arrancarle a la ONU estaban finalmente funcionando. Se enviaron muchas fuerzas a la zona con el único fin de evitar "que Irak saliera de Kuwait por medios pacíficos." Los verdaderos intereses eran petrolíferos, pero una vez asegurados, volvieron a prestarle apoyo a Saddam Hussein para que siguiera en el poder.

Según Chomsky, a EEUU le interesa atemorizar con el uso de la fuerza. Por supuesto que es más rentable usar otros medios, "el FMI es un instrumento más rentable que los marines y la CIA", pero el mundo debe saber que se la está jugando con alguien que no duda en mandarte unos matones a casa si no cedes a sus intereses. Solo cuando esos otros medios fracasan o cuando una negociación pacífica puede dar como resultado algo contrario a los intereses de EEUU, es cuando EEUU dinamita la negociación a punta de pistola.

¿ANTI-ESTADOUNIDENSE? ¿PRO-SOVIÉTICO? LA GUERRA FRÍA DESDE LA HONESTIDAD Y LA COHERENCIA


La guerra fría, a los ojos de Chomsky, parece haber sido una excusa perfecta que permitía a ambos bandos atemorizar internamente a sus propias poblaciones (rusa y americana) para mantenerlas sumisas y poder seguir en el exterior con sus respectivos status quo de poder imperial (países satélite y tercer mundo respectivamente). Nunca existió un peligro militar real, tal y como reconocen varias instancias de la época, pero si un peligro político que minase la estrecha y cerrada visión que la cúpula política quería que la población aceptase como única alternativa posible (en ambos lados del telón de acero).

En este libro, y antes del mismo, se ha referido a la URSS como dictadura, totalitaria, imperialista, malvada, brutal...etc. Pero como Chomsky ha sido infatigable denunciando a EEUU, la acusación más facilona es que es anti-estadounidense y que por tanto, apoyaba a la URSS y a todas las dictaduras enemigas de EEUU. Esto es tan absurdo como acusar a quien está en contra de la pena de muerte, de ser cómplice moral de los crímenes de los condenados a la pena capital. Tal y como he comentado en otras ocasiones, el trabajo que Chomsky se ha propuesto desde hace décadas, es denunciar la hipocresía e imperialismo de EEUU, y para ello analiza y compara las acciones de EEUU, pero ello no significa que aprueba otras atrocidades, ni las de la URSS ni la de los Jemeres Rojos, ni la de los nazis, etc... Quien conozca la obra de Chomsky sabrá que siempre encuentra un hueco para condenar a esos regímenes, pero que su énfasis se ciñe a EEUU. En algunas ocasiones ha dado explicaciones al respecto. En su libro "On power and ideology" (pág. 51), ya en 1986, comentaba por qué se centraba en la acciones de EEUU (la traducción es mía):

Mi preocupación es principalmente el terror y violencia que lleva a cabo mi propio país, por dos razones. En primer lugar, porque resulta que es el responsable de la mayor parte de la violencia internacional. Pero también hay una razón de mucho más peso que esa; y esta es que puedo hacer algo al respecto. Así que aunque EEUU fuera responsable del 2% de violencia en el mundo, en lugar de la mayoría de la violencia, sería de ese 2% del que yo sería responsable fundamentalmente. Y esto es un juicio ético bastante sencillo. Porque el valor ético de las acciones propias depende de lo anticipadas y predecibles que sean las consecuencias. Es muy fácil denunciar las atrocidades de los demás. Eso tiene tanto valor ético como denunciar las atrocidades que tuvieron lugar en el siglo XVIII.
 Lo que importa es que las acciones que son útiles y políticamente significativas son las que tienen consecuencias para los seres humanos. Y estas son en su gran mayoría aquellas sobre las que tienes alguna forma de influencia o control, lo que para mi significa, acciones americanas. Pero también estoy comprometido en protestar contra el imperialismo soviético, y explicar igualmente sus raíces en la sociedad soviética.

En otro libro, "The Washington connection and third world fascism", vuelve a tocar el tema, y lo relaciona con la responsabilidad de EEUU en generar otras violencias de terceros. Los mismos que apoyaron la invasión de Indochina y todas las salvajadas que EEUU cometió en la zona, después no dudaron en criticar las atrocidades que esos pueblos cometieron con otros. Sin llegar a justificar a estos últimos, lo cierto que es que no se hubieran producido de no haber intervenido EEUU. En la página 39 dice (la traducción es mía):

De hecho lo que dicen puede ser cierto, (aunque frecuentemente no lo es) pero apesta a hipocresía y oportunismo. Reaccionaríamos de la misma manera si un intelectual alemán que toleró o apoyó a Hitler expresase su indignación por las atrocidades cometidas por la resistencia francesa tras su liberación.

A mí me parece correcto y muy bien explicado, pero algunos, como Christopher Hitchens, insistieron en acusar a Chomsky de usar "equivalencias morales" cuando compara la acciones de EEUU con las de sus enemigos. Durante años Hitchens no dijo nada, mientras su entonces admirado Chomsky, usaba esas mismas comparaciones. El que cambió y dejó de verlas acertadamente, quizás por su lucha contra las teocracias musulmanas, fue Hitchens. En su momento ya profundicé en esta acusación, concluyendo que se trataba de mera propaganda estadounidense para no mirarse a sí mismo: no se trata, siguiendo el último ejemplo de Chomsky, de que Hitler y la resistencia francesa tuvieran la misma moral, sino que reconociendo los crímenes de ambas, no es de recibo que estemos permanentemente denunciando a los franceses y olvidando a los alemanes. Y ese es el escenario al que asistimos todos los días en los medios de comunicación, cuando olvidan los crímenes de EEUU, e incluso su responsabilidad como detonantes de otros crímenes que no habrían existido si EEUU no hubiese agredido a otros países.

Pero puestos a comparar, y nadie lo hace mejor que Chomsky, la URSS no queda peor parada que EEUU en cuanto a agresiones imperialistas externas (otra cosa sería si hablásemos de democracia interna, donde Chomsky concede a EEUU el puesto número uno del mundo, con el consiguiente enojo de toda la izquierda anti-imperialista).

Por el lado soviético, los hechos de la Guerra Fría consistieron en varias intervenciones dentro de Europa del Este: tanques en Berlín Oriental, Budapest y Praga. Esas intervenciones se dieron a lo largo de la ruta que se había usado para atacar y casi destruir Rusia tres veces en este mismo siglo. La invasión de Afganistán es el único ejemplo de intervención soviética fuera de esta ruta, aunque también sucedió en la frontera con la URSS.
Por el lado estadounidense, las intervenciones tuvieron lugar en todo el mundo. Esto refleja la posición de EEUU como la primera potencia verdaderamente global de la historia.
La dictadura soviética levantó un poco el pie del cuello de su población durante los 80. No es que se hubieran arrepentido, sino por meras necesidades internas, pero llegó incluso a pedir perdón "por el uso de la violencia en tiempos pasados". Hasta donde sabemos EEUU no ha hecho nada similar, aunque recuerdo cómo empezaba el documental "El golpe de EEUU a Irán", con Obama reconociendo la implicación de EEUU en el derrocamiento del gobierno democrático de Irán en 1953 (días después de la investidura de Obama, Ahmadijad le pidió que pidiese perdón por los crímenes de EEUU contra Irán). 
Una de las causas, según Chomsky, que propiciaron la Guerra Fría fue que con el nacimiento de la URSS, la clásica relación colonial que Europa Occidental guardaba con Europa del Este se vio interrumpida. Ahora que la URSS ya no está, Europa del Este vuelve a convertirse en presa de Europa Occidental, quien quiere convertirla en su patio trasero de mano de obra barata, al estilo de lo que hemos venido haciendo con el Tercer Mundo.

Cuando la guerra fría se acabó por el colapso de la URSS, EEUU se vio obligado a demonizar a otros enemigos para mantener viva la amenaza y el miedo necesarios para seguir controlando a su población.

Por lo tanto, ese temor  por nuestra existencia se desplazó hacia Kaddafi y sus hordas de terroristas internacionales, la isla de Grenada y su peligrosa base aérea, los sandinistas a punto de invadir Texas, los narcotraficantes latinos encabezados por el megalómano Noriega y, en general, hacia todos los árabes trastornados. En los últimos tiempos, el enemigo es Saddam Hussein, que cometió su único crimen (el de la desobediencia) en agosto de 1990.

Chomsky se podría ubicar dentro de los autores de izquierdas que han negado que la URSS representase de alguna manera un auténtico experimento socialista. Pero la ventaja de Chomsky sobre muchos de esos marxistas, es que lo hizo mucho antes de que cayera el bloque soviético. Su percepción es que las instituciones genuinamente socialistas que nacieron justo antes de la revolución rusa en 1917, como los consejos obreros, los soviets y otros órganos de control popular, fueron eliminados nada más alcanzar el poder los bolcheviques. Tanto a los dirigentes soviéticos como a los estadounidenses les venía muy bien que todo ese proceso histórico se identificase con el socialismo. Para la burocracia soviética era el pilar ideológico de su subsistencia y para Occidente era el ejemplo de que la única alternativa al capitalismo que se había podido idear era sinónima de tiranía estalinista. De esa manera, la caída de la URSS más que una prueba del fracaso del comunismo, fue una pequeña victoria del auténtico socialismo que nunca ha podido iniciar la construcción de un estado. Este juego de palabras se explica por el doble lenguaje que se ha instaurado en la historia oficial de los vencedores... y es que George Orwell está muy presente en estas líneas.

FALSO LIBRE COMERCIO

El libre comercio en estado puro no existe. El capitalismo actual subsidia a sectores imprescindibles para el desarrollo como las farmacéuticas, la biotecnología y otras industrias de alta tecnología. Es solo un constructo teórico que nadie se atreve a llevar a la práctica porque si de verdad fuera libre, si de verdad no hubiese grandes empresas que se benefician con patentes y con prácticas abusivas, si de verdad cayese el peso de la ley sobre todos con la misma fuerza, si de verdad se identificase las operaciones multinacionales como lo que son, operaciones dentro de una misma gran empresa con diferentes localizaciones y no intercambios en un mercado libre,... entonces los ricos y poderosos no podrían jugar nunca más con las ventajas que el estado les ha otorgado. En otras palabras, no es el mercado el que se regula a sí mismo, sino el estado que interviene para ayudar a los que más privilegios tienen, precisamente para que puedan seguir conservándolos. Pero de cara a la galería nos venden la moto de que es el mercado el que todo los dispone, y que no pueden intervenir para ayudar a los más necesitados porque estarían violando esa sacrosanta ley de que el mercado se regula a sí mismo, y eso nos traería la miseria, y en el peor de los casos el papá estado y el comunismo.

Lo que entendemos por libre empresa se refiere en realidad "a un sistema de subvenciones públicas y ganancias privadas, con una intervención estatal de gran magnitud en la economía a fin de mantener el estado del bienestar para los ricos." Es decir que el sistema que nos gobierna es intervencionista, pero se declara de libre mercado. Al igual que se llama democracia cuando en realidad son los intereses de los grandes negocios y otras élites los que nos dirigen, y nosotros los que ratificamos cada cierto periodo en procesos electorales. De nuevo Orwell.

Tal intervencionismo es un rasgo característico del capitalismo de estado, aunque la escala actual es inaudita. Un estudio de los investigadores en economía internacional Winfried Ruigrok y Rob van Tulder encontró hace 15 años que, al menos 20 compañías entre las 100 primeras en el ranquin de la revista Fortune, no habrían sobrevivido si no hubieran sido salvadas por sus respectivos gobiernos, y que muchas, entre las 80 restantes, obtuvieron substanciales ganancias por la vía de pedir a los gobiernos que "socializaran sus pérdidas", como hoy en el rescate financiado por el sufrido contribuyente. Tal intervención pública "ha sido la regla, más que la excepción, en los dos últimos siglos", concluían.

Este intervencionismo se hacía gracias al Pentágono, pero al desaparecer "el imperio del mal" las empresas siguen necesitando esa inyección de capital y ahora se tiene que hacer sin usar la máscara del Pentágono. El capitalismo que realmente nos gobierna no es capitalismo de verdad, debería llamarse "capitalismo de estado".

Lo mismo puede decirse  de otras sociedades industrializadas. El gobierno estadounidense hace que los ciudadanos paguen los proyectos de investigación y desarrollo, además de ofrecer, sobre todo a través del sector militar, un mercado estatal garantizado para los productos de desecho. Si un producto es comercializable lo absorbe el sector privado. Este sistema de subvenciones públicas y ganancias privadas es lo que se denomina libre empresa.
De esta manera, al igual que el experimento soviético tuvo poco de socialismo de verdad y sus principios teóricos y primeros ensayos fueron manipulados, el sistema neo-liberal actual tiene poco de capitalista y el nombre del padre del capitalismo, Adam Smith, se usó y se usa para dignificar este sistema que tenemos. Chomsky interpreta a muchos clásicos norteamericanos, defendidos por la clase dirigente, como si fueran unos revolucionarios izquierdistas (o que al menos, hoy en día, podrían ser considerados de izquierdas, anticapitalistas y/o críticos contra el poder) cuyo mensaje se ha pervertido: Thomas Jefferson, John Dewey y el propio Adam Smith también. Para una visión más profunda sobre lo que opina Chomsky de Adam Smith remito al lector a la última parte de mi reseña del libro de Matt Ridley "El optimista racional", y al post del profesor Gavin Kennedy, especialista en Adam Smith, y con el que intercambié algunos comentarios (en inglés) que se pueden ver en su blog. Creo, humildemente, que terminé demostrando que el profesor Kennedy se equivocó con respecto a Chomsky, al menos en lo que se refiere a ese post.


POCOS PRÓSPEROS, MUCHOS DESCONTENTOS

Sea como fueren estas cuestiones académicas, y a pesar de criticar el capitalismo realmente existente, pareciera que todavía encuentra ejemplos de capitalismo que aportan mejoras al sistema. Hablo del caso de Corea del Sur, aunque a mí me parece algo confuso:
"En Corea del Sur el problema no existe, porque aplican la pena de muerte en los casos de fuga de capitales. Como cualquier sistema sensato de planificación económica, el de ellos usa el modelo del mercado para la distribución de los recursos, pero con una dirección centralizada de la economía."
Pero el problema que tendría EEUU para convencer a su pueblo de políticas más intervencionistas (más de lo que ya son realmente, pero con un enfoque más social) es que son muy individualistas y no les gusta obedecer. Si a ello le sumamos que la izquierda es muy local y con poca visión global, que los trabajadores no están tan organizados como en Europa y que el aparato propagandístico es enorme, el resultado es una cuesta muy inclinada incluso para una pequeña dosis de intervencionismo social. Los inversores tienen la sartén por el mango y condicionan las políticas sociales, si queremos quitarles ese poder necesitamos cambios revolucionarios, no podemos esperar a que ellos abdiquen. No habla de violencia, pero si de cambiar los ideales y movilizarse.

POBREZA EN EEUU, SUPERPOBLACIÓN Y AYUDA ECONÓMICA

Los datos me parecen sorprendentes, suenan a propaganda de la guerra fría, pero los baraja tanto David Barsamian como Chomsky: "unos 30 millones de estadounidenses viven en condiciones de inanición extrema". Y según The Lancet, "el 40% de los niños neoyorkinos viven por debajo de la línea de la pobreza" y padecen desnutrición. El New England Journal of Medicine publicó que "entre los hombres de raza negra que viven en Harlem, se observa la misma tasa de mortalidad que en Bangladesh".

Ante la sugerencia de  controlar la población, Chomsky contesta que aunque hay un problema de distribución de alimentos (no de escasez) él apoyaría medidas para el control de la población, en concreto aumentar el nivel económico. Y deduzco de sus palabras, que coincide en algo más que su posición anti-patentes con Mat Ridley, y es que la ayuda económica no sirve de nada:
La asistencia económica de Estados Unidos entraba a chorros. Al año siguiente, Grenada ya constaba con el mayor índice per cápita de ayuda en el mundo, junto con Israel, que está en otra categoría. Pero finalmente fue un desastre total. La sociedad se sumergió en una crisis profunda. Lo único que funciona en la isla son las operaciones de lavado de dinero para el narcotráfico.
CUANDO LA DOBLE MORAL SE VUELVE CONTRA CHOMSKY

Si tuviese que sintetizar en pocas palabras lo que hace Chomsky, diría que denuncia la doble moral que usan los poderosos, en concreto EEUU. Sin embargo en este libro he podido encontrar un par de ejemplos en los que a Chomsky no le ha gustado cuando otros han denunciado una doble moral.

En el primer caso se trata de Arkan, un criminal de guerra según EEUU, que se dedicaba a matar a civiles en Bosnia. Cuando se le dijo que era un criminal de guerra, Arkan dijo que en EEUU había muchos criminales de guerra. Chomsky le da la razón, "aunque eso no lo absuelve para nada, por supuesto".

En la segunda ocasión, se muestra más molesto:

Hace poco escuché una entrevista en la BBC s Steven Solarz [ex representante demócrata de Brooklyn en la Cámara Baja]. Según él, el mundo tiene una doble moral: cuando se expulsó a 700.000 yemenitas de Arabia Saudí, nadie dijo nada (lo que es verdad),  pero ahora quieren deportar  a 415 palestinos de Gaza y Cisjordania, y todos ponen el grito en el cielo.

Los estalinistas decían lo mismo: "Cuando exiliamos a Sakharov, todo el mundo puso el grito en el cielo, pero ¿qué dicen de estas otras atrocidades, que son peores?". "Siempre hay alguien que cometió una atrocidad peor." Es natural que un imitador de los estalinistas como Solarz use el mismo argumento.

En otra variante, que no parece ser un fallo de traducción sino debido a algún texto truncado o refundido, que ya nos advertía Barsamian que era su libro, la argumentación sigue de manera ligeramente diferente [mi traducción]:

In fact, as Solarz knows, Israel is treated with a very gentle hand, and the expulsion of Yemenis was part of the propaganda build-up for the war in the Gulf, hence acceptable.

[De hecho, tal y como sabe Solarz, a Israel se le trata muy suavemente, y la expulsión de los yemenitas era parte de la propaganda que se fabricó para la guerra del Golfo, por tanto aceptable.]
Quizás lo que Chomsky no soporta es que le inviertan los términos de las comparaciones; denunciar una doble moral es procedente cuando quien sale peor parado de la comparación es el más poderoso, no el más débil (en este caso los palestinos).


GANDHI SOBRE EL HOLOCAUSTO Y LA RESPONSABILIDAD DE LOS COLONIZADORES

Chomsky pone en duda que lo que predicaba Gandhi sobre la no violencia sea un principio absoluto. Asume como positivo algunos planteamientos de Gandhi sobre desarrollo local y proyectos comunales, pero con respecto a la no violencia apenas la analiza. Lo que Chomsky pone en duda fue las declaraciones de Gandhi con respecto a lo que podían hacer los judíos frente al holocausto que se les venía encima: cometer un suicidio colectivo para llamar la atención sobre lo que estaba haciendo Hitler. Chomsky duda de tan radical medida, no solo como principio, sino como táctica eficaz, y además, considera de mal gusto recomendarle a alguien como poner el cuello para que le corten la cabeza. Piensa que sería mucho más útil emplear otras tácticas no violentas contra los agresores, en la línea de Dave Dellinger a quien sí parece admirar realmente. Sería interesante saber qué opina sobre los logros que Gandhi obtuvo con sus tácticas no violentas. "No sabría muy bien cuál es mi opinión sin analizar más en detalle lo que hizo y lo que logró", es lo todo lo que se atreve a decir al respecto.

La táctica del imperio británico en la India, al igual que otros imperios por todo el mundo, es dividir a la población ocupada de un país con recursos para saquearlo con la ayuda de los colaboracionistas. Aunque en teoría eran partidarios del libre comercio, ahogaron a la India y sus fábricas porque eran mejores que las inglesas. Básicamente destruyeron la competencia de la colonia. Pero a pesar de que hundieron a un país en una desindustrialización que antes había sido uno de los sitios más ricos del planeta, Chomsky no está de acuerdo del todo en culpar al 100% a los imperios invasores de todas las tragedias que suceden en los territorios ocupados, como se suele argumentar a menudo desde dichos territorios. Defiende que la responsabilidad por algunas tragedias, como la muerte por hambre, puede ser algo más complejo, y no es cierto que fuera un lugar pacífico antes de la colonización. "Sin embargo, no cabe duda de que los europeos elevaron los niveles de violencia considerablemente en casi todos los sitios donde fueron."

Japón logró rechazar el ataque casi por completo y, por eso, es la única zona del Tercer Mundo que se desarrolló. Es llamativo. La única parte del Tercer Mundo que no fue colonizada es también la única parte que se sumó al mundo industrializado. No es casualidad. Para comprobar esto, sólo hace falta observar cuáles son las partes del Europa que sí fueron colonizadas. Esos países, como Irlanda, se parecen bastante al Tercer Mundo. Es llamativo cómo se repite el modelo. Entonces, cuando la gente del Tercer Mundo culpa por sus males a la historia del imperialismo, tienen argumentos muy sólidos.

RACISMO 

Sorprendentemente Chomsky opina que el racismo es mayor en Europa que en EEUU. La dictadura soviética pudo sofocar la libertad, pero en su sueño igualitario (que diría Goldhagen) también frenó el racismo. Una vez se esfumaron los controles, la Europa problemática de la que los americanos huyeron en sus comienzos, empezó a supurar racismo, particularmente la zona oriental, aunque pone de ejemplo a España que ejerce de vigilante de la frontera europea.

El racismo es producto de la opresión y las conquistas, y no tanto del sistema económico como dirían los marxistas. El racismo necesita justificarse encontrando monstruos que justifiquen precisamente un comportamiento monstruoso. Pero en el fondo, sí hay algo de marxismo en el racismo de clase que Chomsky ve que existe: apoyándose en un estudio de Vicenç Navarro justifica que las diferencias entre negros y blancos son de clase más que de raza. Estos estudios encuentran muchos problemas a la hora de publicarse porque en EEUU solo hay dos grupos que se quieren arrogar el derecho a identificarse como clase, y son los empresarios y los burócratas. La clase trabajadora debe seguir pensando que forma parte de una unidad indisoluble y solidaria que trabajaba para el interés del pueblo en abstracto. De lo contrario podrían adquirir una fuerza indeseada que cuestionase a los que realmente dirigen el país.

El racismo, el machismo, la homofobia etc... son asuntos que merece la pena superar, y que en el día a día, es posible que sean más relevantes para los afectados que la opresión de clase. Pero el hecho es que al sector empresarial no le importa aplicar medidas antidiscriminatorias siempre y cuando dejen al sistema con el mismo balance de poder. Son, desde ese punto de vista, peccata minuta.

Chomsky es bastante escéptico sobre el debate entre lo innato y lo cultural, cree que son preguntas que todavía tienen mucho que responder, y pero cree que algo debemos tener que nos fuerza a inventarnos justificaciones sobre lo que hacemos y quienes somos. La necesidad de defender nuestra imagen nos hace fabricar enemigos a los que podemos victimizar, y de ahí nacen las diferencias que se usan para discriminar racialmente. Otro aspecto que discute de la naturaleza humana es la competitividad. En algunos momentos sentimos la necesidad de compartir y compartimos, pero en otros nos mostramos altamente competitivos. Tenemos ambas posibilidades, pero las circunstancias nos hacen actuar de una manera o de otra. La clave estar en cambiar las condiciones. Pone de ejemplo el boxeo en su adolescencia, cuando le asaltaban ganas de matar a su contrincante aunque no fuese su mejor amigo y él no fuese un chico violento. La clave es intentar que la sociedad viva de manera más humana, pacífica y cooperativa, evitando esas situaciones tensas que pueden sacar lo peor de nosotros. La violencia tampoco es genética. La violencia juvenil golpea mucho más a los pobres que a los ricos, y no hablamos de EEUU y Somalia; dentro de EEUU la diferencia también es marcada, lo cual demuestra que el contexto cultural ejerce una potente y perniciosa influencia.

RELIGIÓN EN EEUU

La religión políticamente organizada podría ser un serio problema en EEUU. Por ahora siguen dirigiendo el país el sector empresarial, y todas las chorradas y discursos encendidos sobre la familia y la patria cristiana no llegarán  a cambiar el sistema. Pero debido a la cantidad de ignorancia que la religión promociona (la mayoría de los americanos cree en los milagros, en el diablo [el 75%], que el mundo ha sido creado hace unos miles de años, y no cree en la evolución darwiniana), y a que la gente encuentra pocas opciones cuando está perdida, la religión podría convertirse en un peligroso detonante que fuera difícil de parar. Chomsky piensa que el grado de fanatismo religioso es comparable al de Irán y compara los discursos republicanos sobre dios y patria, con los que daba Hitler.

Pero valora muy positivamente a religiosos, como a los jesuitas de Latinoamérica que se opusieron al poder pagando las consecuencias, o a los cuáqueros, a los que considera "personas muy honestas y decentes, y de lo más valientes que he conocido. Hemos pasado muchas situaciones juntos, hemos ido juntos a la cárcel y nos hemos vuelto amigos."

OPTIMISMO Y ACTIVISMO

Pese a todo lo que critica a EEUU, y al poder en general, las sociedades han cambiado para mejor sin ninguna duda. La libertad de expresión y de prensa, la participación política, las condiciones laborales el sistema sanitario etc...Todo son avances que nos empujan a pensar que también es posible superar las dificultades actuales, por muy invencibles que nos parezcan. Y todos esos logros han sido gracias a que existió un movimiento popular detrás. La paradoja de Hume explica que "el pueblo se somete a los gobernantes en todas las sociedades, aunque la fuerza siempre está en manos de los gobernados."

En última instancia, los gobernantes sólo pueden gobernar si controlan la opinión popular, por más armas que tengan. Según Hume, esto se da tanto en las sociedades más despóticas como en las más liberales. Si la población no acepta las cosas, los gobernantes están perdidos.

El gran dilema que se le presenta al ciudadano es elegir entre una opción individualista o de supervivencia, y otra opción de compromiso colectivo por el cambio. Pero para que la lucha por un mundo mejor nos de los frutos deseados, tenemos que ser muchos los que nos organicemos, aunque sea de diferentes maneras. Intentar epopeyas individuales a lo sumo puede reconfortar el espíritu, pero no sirve de mucho. Pero incluso cuando nos organizamos y actuamos conjuntamente contra la dominación, es posible que obtengamos menos beneficios que el que decidió medrar de acuerdo al sistema de explotación. Los costos, por ejemplo en términos de despido u ostracismo, que se pueden cosechar al oponerse al sistema son grandes, y es una decisión muy personal valorar si merece la pena o no.  Y sin embargo, el mundo ha avanzado apostando de manera valiente, casi temeraria, por la opción más comprometida.

Digamos que yo soy el padre o madre en una familia. [...] ¿Qué hago?
Por un lado, puedo tratar de congraciarme con mi jefe para ver si logro que me paguen un dólar más por hora. O puedo pasar por al lado de alguien que está peor que yo y darle una patada [...].
Ésa es una opción.
Pero, por otro lado, también puede dedicar mi tiempo libre a organizar a otras personas que a su vez concurran a reuniones, participen en manifestaciones y se comprometan a luchar aunque la policía las reprima o pierdan el trabajo. Es posible que a la larga se reúna tanta gente en torno a esa causa que se obtenga algún beneficio, mayor o menor que el beneficio obtenido  tomando la opción individualista.
[...]
Lo mismo vale para todos los movimientos populares que hayan existido. Pensemos por ejemplo en un joven negro de 20 años durante la década del '60 en Atlanta. Las opciones eran dos. Por un lado, podía buscarse trabajo en alguna empresa donde estuvieran dispuestos a contratar a un gerente de su raza, siempre y cuando se mostrara humilde y servicial. Tal vez así hasta podía llegar a vivir en una casa de clase media. Por otro lado, podía sumarse al SNCC [el Comité Coordinador de Estudiantes por la No Violencia, un grupo de defensa de los derechos civiles que funcionaba en esa época]. En ese caso, era probable que lo mataran. Como mínimo, lo iban a golpear y calumniar. Iba a llevar una vida difícil durante mucho tiempo, pero tal vez así iba a lograr, con el paso del tiempo, un nivel de apoyo popular suficiente para que las personas como él y su familia pudieran vivir mejor.
Dadas las alternativas posibles, elegir la segunda opción sería difícil. La  sociedad está estructurada para impulsarnos a optar por la alternativa individualistas. Es muy notable que tantos jóvenes hayan elegido la segunda opción, hayan sufrido por ella y hayan logrado finalmente que el mundo sea mucho mejor.

A pesar de párrafos como éste, nada nuevo en su discurso desde hace décadas, Matt Ridley piensa que Chomsky es un cenizo pesimista, aunque en mi humilde opinión éste es el sabor agridulce del realismo, el de un verdadero "optimista racional".

COMIDA ORGÁNICA

Considera que el tema de la alimentación es un tema importante que debe apoyarse, aunque se muestra escéptico cuando se le pregunta si el cáncer tiene algo que ver con los aditivos y conservantes que se usan en los productos de consumo de masas: ignora la importancia del factor y no se pronuncia. No cae en la glorificación de lo natural que los partidarios de la comida orgánica predican.

DROGAS Y ARMAS

Las conocidas como drogas duras son sustancias muy nocivas, pero no son peores que el tabaco o el alcohol que causan mayores daños a la sociedad y producen más muertes. Por cierto, Barsamian le inquiere en varias ocasiones sobre la presión contra los fumadores, pero el lingüista no parece seguirle la corriente y admite que aunque no es partidario de las prohibiciones, no le parece mal que haya cierto control sobre esta sustancia. La guerra contra la drogas, contra algunas drogas, ha sido a menudo una efectiva cortina de humo para desviar la atención sobre los problemas reales que hacen a la gente más pobre y más controlada.

Eso no implica que el "consumo de sustancias nocivas" no constituya un problema grave. Cuando se lanzó la campaña contra el narcotráfico, la cantidad de muertes anuales por consumo de tabaco rondaba las 300.000 víctimas, con otras 100.000 atribuibles al consumo de alcohol. Pero éstas no son las sustancias que combate el gobierno de Bush. El objetivo son las drogas ilícitas, que en ese momento se cobraban muchas menos víctimas (unas 3.500 por años, según los datos oficiales).

Muchas de las muertes derivadas de las drogas son por armas de fuego que pueden llevar legalmente gracias a la II Enmienda (mal interpretada según Chomsky). El argumento de EEUU para permitir llevar armas es que los ciudadanos puedan defenderse de algún enemigo, incluso interior, y actualmente los defensores de las armas viven en la creencia de que el enemigo es el estado central. Algunos piensan que es la ONU la que invadirá EEUU para imponer un sistema pseudo-soviético. Todo esto en Europa causa risa pero se toma muy en serio por algunas milicias que no saben ver que si hay alguna estructura totalitaria con intenciones de afectar a sus vidas, no es el estado sino las grandes empresas que nunca les dejaran cambiar el sistema en el que viven.
En cuanto al uso de armas como método para responder a todo esto, me parece delirante. Primero y principal, no vivimos en un país débil del Tercer Mundo. Si la población tiene pistolas, el gobierno tendrá tanques de guerra. Y si la población consigue tanques, el gobierno tendrá armas nucleares. No hay modo de resolver estas cuestiones mediante el uso de la violencia, ni siquiera en el caso de que uno lo considere legítimo desde el punto de vista moral.
Que los ciudadanos estadounidenses porten armas no implica que el gobierno vaya a ser más bondadoso. Más bien implica que tendremos un país más brutal, despiadado y destructivo. Por lo tanto, si bien puedo reconocer las motivaciones de algunas personas que se oponen al control de armas, considero que lamentablemente están mal fundadas.

MOVIMIENTO OBRERO, PROGRESO, DESIGUALDAD Y AUTORIDAD LEGÍTIMA

Sería muy conveniente, hablando de EEUU, que el movimiento obrero se reorganizase política y sindicalmente. Los sindicatos están ligados a profesiones y no a la clase, lo cual hace que sus logros no sean tan generales como los que se consiguen en otros países.

Los trabajos están sufriendo una tercermundización. Desde los 60 los salarios son menores. A partir del 87 se bajaron incluso los salarios de los universitarios. La creciente flexibilización laboral significa en realidad inseguridad laboral.

La globalización está trasladando fábricas a países con salarios menores, y dejando a mucha gente en el paro, y los empresarios globalizadores se muestran muy orgullosos de darles empleo y sueldo a los trabajadores de los países pobres, pero si realmente tuviesen alguna motivación o preocupación por ellos, deberían invertir en mejorar sus condiciones laborales, al menos al mismo nivel que tienen los trabajadores del primer mundo. Mostrarse orgulloso por dar migajas es ser un poco sinvergüenza, aunque esas migajas sean panes para los más desfavorecidos. Pero no nos engañemos, Chomsky no es un purista y no rechaza pequeñas concesiones o a las empresas "socialmente responsables", simplemente nos advierte que el objetivo es mucho más ambicioso y a largo plazo. No deben rechazarse las migajas si sirven para aspirar a un pan entero.

Las pequeñas concesiones están muy bien. Gracias a ellas, es posible que las personas del Tercer Mundo sufran un poco menos y las personas de aquí vean que el activismo puede servir para algo, lo que las inspirará a seguir presionando. Ambos resultados son positivos. A la larga, se llegará a un punto en que nos preguntaremos por qué tenemos que pedirles concesiones, por qué están ellos en el poder y para qué necesitamos un rey.
Esto nos llevaría a una temprana constante chomskiana, y es el cuestionamiento de toda autoridad. Prácticamente toda autoridad tiene el deber de justificar su posición. Es muy posible que el que detenta la autoridad lo haga legítimamente, pero la carga de la prueba siempre recae en quien ejerce la autoridad, nunca debe darse por sentada y siempre debe ser cuestionado y revisado. Es un sano ejercicio democrático. Pero, de nuevo, no se vislumbra ningún acto de fe doctrinal, y comprende que se use al estado aún cuando la intención ultimísima sea su desaparición. A este conclusión práctica llegaba cuando debatía con anarquistas brasileños que advertían que si eliminaban el gobierno, serían las tiranías privadas las que se harían cargo del estado, y éstas son mucho peores. "Por lo tanto hay que hacer uso del Estado, aunque uno sepa todo el tiempo que, a la larga, desea eliminarlo.

No sé qué opinaría Matt Ridley del siguiente párrafo, pero no parece que en épocas recientes el trabajador haya ganado muchas de esas unidades de tiempo u ocio que el científico británico considera como verdaderas medidas del progreso:

Además de haberse congelado los salarios reales, las condiciones de trabajo también empeoraron mucho. Eso se advierte con sólo contar la cantidad de horas que se trabaja. Una economista de Harvard que se llama Julie Schor publicó un libro importante sobre este tema hace un par de años, con el título "La excesiva jornada laboral en Estado Unidos". Si mal no recuerdo las cifras que reproduce, hacia 1990, cuando se escribió el libro, los empleados estadounidenses tenían que trabajar un promedio de seis semanas adicionales por año para mantener el mismo nivel salarial que en 1970, en términos de salarios reales.
Muy oportunamente, Barsamian le hace una pregunta sobre el balance global del mundo en términos de desarrollo e igualdad que yo mismo había pensado hacerle al propio Chomsky. Y es que desde que leí "El Optimista Racional" he buscado alguna opinión de Chomsky al respecto de los datos de progreso que aporta Ridley, sin éxito por supuesto. Barsamian no menciona a Matt Ridley, pero le pide a Chomsky que concilie dos datos dispares: de una parte el crecimiento extraordinario del mundo tras la Segunda Guerra Mundial, y de otra la penosa situación latinoamericana:

"en comparación con las estadísticas de hace veinte años, en América Latina actualmente hay 7 millones de personas más que pasan hambre, 30 millones de personas más que son analfabetas, 10 millones de familias más que no tienen un techo y 40 millones de personas más que no tienen trabajo. En América Latina hay 240 millones de seres humanos que no tienen cubiertas sus necesidades básicas, aunque la región tiene más riqueza y estabilidad que nunca, según la ve el mundo". ¿Cómo se pueden conciliar esas dos declaraciones?
[...]
Lewis tiene razón: se observa un crecimiento muy importante en todo el mundo. Pero al mismo tiempo, se ven niveles de pobreza y de miseria que resultan increíbles y que vienen aumentando cada vez más. Si comparamos los porcentajes de la riqueza mundial que detenta el 20% más rico de la población y el 20% más pobre, veremos que la brecha se profundizó considerablemente en los últimos treinta años. Si comparamos los países ricos con los países pobres, veremos que prácticamente se duplicó. Si comparamos las personas más ricas con las más pobres dentro de un mismo país, veremos que se incrementó muchísimo más y que hoy es mucho más honda. Esta es la consecuencia de un tipo particular de crecimiento.
[...] John Eatwell, uno de los principales  especialistas en cuestiones financieras de la Universidad de Cambridge, calculó que en 1970, el comercio y las inversiones a largo plazo, dos actividades más o menos productivas, representaban cerca del 90% de los capitales internacionales, con apenas un 10% para la especulación. En 1990, esas cifras ya se habían invertido.
Pero como se concilia esto con los datos de progreso del "optimista racional" según los cuales, y perdón por citarme a mí mismo:

Aunque haya gente muy pobre, incluso con una pobreza inimaginable en la Edad de Piedra, lo cierto es que en términos globales la población mundial es más rica, come mejor, muere más tardíamente, son más listos, etc... La pobreza en los últimos 50 años ha disminuido más que en los últimos 500 años. Y todo eso aún teniendo en cuenta que la población mundial se duplicó, y que la mejora no es una media estadística que deje de lado a los países pobres, porque fueron estos precisamente los que aumentaron su nivel de consumo a un ritmo que duplicaba el crecimiento de los demás países (de 1980 a 2000).
De manera que eso de que los ricos son más ricos, mientras que los pobres son más pobres no sería cierto. Todos son más ricos. Lógicamente este escenario global sí es una media estadística que no hará mucha gracia a los pobres que quedan por debajo. Pero la clase media de 1955 sería hoy descrita como por debajo de la línea de la pobreza. Los pobres de hoy en día gozan de comodidades y oportunidades que serían la envidia de la clase media de antes: "el 99% tiene electricidad, agua corriente, retretes conectados al alcantarillado y un refrigerador; el 95% tiene televisión, el 98% teléfono, el 71% automóvil y el 70% aire acondicionado."
Chomsky dice haber oído en la BBC que "los niños de los hospicios ingleses tenían hace cien años un mejor estado nutricional que los millones de niños pobres que viven hoy en Gran Bretaña". Si a datos de este tipo le sumamos que un 5% de la población mundial consume el 40% de los recursos mundiales... considero que aquí hay realmente un problema de fuentes que debería clarificarse.

MEDIO AMBIENTE Y ENERGÍA NUCLEAR

Sobre el medio ambiente tengo la impresión de que Chomsky no se prodigó demasiado hasta hace algunos años. Yo al menos no he encontrado polémicas ecológicas en sus citas, más allá de 2010 aproximadamente. Seguramente se deba a que prefiere mantenerse lejos de la jerga científica que a menudo se maneja. Pero sus declaraciones más recientes sobre el calentamiento global señalan que aunque reconoce que algunos de los negacionistas puedan ser científicos serios, el hecho es que la mayoría de la comunidad científica nos advierte del peligro del calentamiento global. Y denuncia que hay un gran grupo de "escépticos climáticos" que los medios mantienen al margen del debate, y son precisamente los que estiman desde el mismo MIT donde Chomsky trabaja, que las predicciones del IPCC se quedan cortas. También denuncia que cierto tipo de prensa ha tenido un éxito relativo a la hora de convencer al público de que el cambio climático no es debido a la acción del hombre.

Aún así, en 1994, año de publicación de "Secretos, mentiras y democracia" que se incluye en este libro, vaticinó una catástrofe ecológica inminente en China y Tailandia. Todo indica que aquí se equivocó y que su pronóstico catastrófico pasó a engrosar la lista de vaticinios fallidos de los que se burlaba Ridley en su libro. En cambio su posición con respecto a la energía nuclear es más cautelosa, y reconoce que necesita reflexionar sobre el asunto, ya que si la alternativa son los hidrocarburos quizás la nuclear no esté mal del todo.

MEDIOS DE COMUNICACIÓN

Pero sus diagnósticos tan negros en medioambiente o en política exterior, no están reñidos con una visión históricamente positiva en muchas materias. Los medios de comunicación son sorpresivamente uno de esos casos. Él declara no ser admirador de los medios actuales, pero sí cree "que son mucho mejores y más abiertos que hace treinta o cuarenta años." En contrapartida, también recuerda una época anterior, donde el movimiento obrero tenía unos 800 periódicos con 20 o 30 millones de ejemplares semanales "que se dedicaban a luchar contra la prensa comercial".

La peculiar y famosa crítica chomskiana a los medios de comunicación la dio a conocer en su libro "Los guardianes de la libertad" ("Manufacturing Consent" en inglés). Según Chomsky los grandes medios de comunicación son empresas, que como cualquier otra venden un producto a unos compradores. Pero el producto no son los periódicos ni los programas de televisión. El producto son los mismos espectadores, el acceso a audiencias de espectadores. ¿Entonces quienes son los compradores? Los anunciantes. Porque la publicidad es el verdadero negocio y el acceso al público es el producto.

Por lo tanto, tenemos grandes empresas que venden espectadores relativamente privilegiados y adinerados a otras empresas. No es de extrañar, entonces, que la imagen del mundo presentada en estos medios refleje los intereses y valores limitados y parciales que caracterizan a los vendedores, los compradores y el producto.
Obviamente, el resultado no es una homogeneidad absoluta. [...] Y algunas veces, la integridad profesional y la decencia interfieren con la misión general de los medios. [...]
Sin embargo, estos medios masivos son apenas una parte de un sistema de adoctrinamiento más amplio, junto con las revistas de opinión, las facultades y universidades, las publicaciones académicas, etcétera. [...]

Este aparato de propaganda no está necesariamente tutelado y teledirigido, sino que la censura está interiorizada gracias a una serie de filtros que permiten medrar dentro del sistema. Todavía recuerdo cuando Andrew Marr de la BBC le espetaba a Chomsky que cómo sabía que él se autocensuraba, a lo que Chomsky le respondía: "estoy seguro de que usted cree todo lo que dice; lo que digo es que si usted creyera algo diferente, no estaría sentado donde está". La entrevista se puede ver en youtube con subtítulos míos.

Teniendo en cuenta lo anterior, el sistema "apunta" a dos colectivos, el primero es la clase política, aproximadamente un 20%.
Por otro lado, está el 80% restante de la población. Sus integrantes son los "espectadores de la acción" que componen el "rebaño desconcertado", como lo llama Lippmann. Su función es cumplir órdenes y no molestar a las personas importantes. Ellos son el objetivo de los verdaderos medios masivos: los diarios sensacionalistas, las comedias televisivas, las finales de fútbol americano, etcétera.
Los sectores masivos  del sistema de adoctrinamiento sirven para distraer a la plebe y fortalecer los valores sociales básicos, entre ellos, la pasividad, la sumisión ante la autoridad, la virtud superior de la codicia y el beneficio individual, la falta de interés por el prójimo, y el temor a los enemigos reales o imaginarios. La meta es que el rebaño desconcertado no deje de estar desconcertado. Es innecesario que sus integrantes se preocupen por lo que pasa en el mundo. Es más, resulta indeseable. Si se dedican demasiado a mirar la realidad, es posible que se propongan cambiarla.
Chomsky dice no estar en contra de los deportes, y que le gusta mirar un buen partido de baloncesto, pero no deja de reconocer que la histeria colectiva generada por estos espectáculos produce efectos estupidizantes y televidentes "pasivos, obedientes, aislados de los demás, que no pueden cuestionar nada y que son fáciles de controlar y disciplinar", además de varias actitudes machistas y reaccionarias. A los amantes de Teledeporte les puede sentar mal, pero la lección de"pan y circo" no la inventó Chomsky.

Defiende que la telebasura existe no porque sea lo que el público pide, sino porque es lo que le dejan ver. Se remite a un caso en Brasil donde la gente se reunía en torno a una gran pantalla para ver otras cosas que no fueran las telenovelas de los canales comerciales. Me parece un argumento muy débil para dar por cerrado el debate de si el responsable de los contenidos es la TV o el propio público. No obstante piensa que "la mejor defensa contra la democracia es distraer al pueblo". Pero, aún así, se resiste a condenar la TV, y  se muestra comprensivo con los padres que apenas tienen tiempo de tratar a sus hijos por todas las horas que trabajan a la semana, y hacen de la TV una niñera.

El origen de las radios en EEUU es muy interesante y singular. No quiero extenderme, pero básicamente cuando se inventó la radio todo el mundo excepto EEUU optaron por la titularidad pública, asegurando un plus democrático (si el país era una democracia, su radio también sería en buena parte algo democrática). Sin embargo en EEUU, no solo se consiguió que el sector privado controlase la mayoría de las radios, sino que se consiguió convencer a la población que mediante esa cesión, las radios eran más democráticas porque así la gente podría "elegir entre distintas opciones según la lógica del mercado." Pero, según Chomsky, tener muchas opciones mediáticas privadas no es más democrático que tener una pública porque las opciones que te dan son limitadas e interesadas. Personalmente no tengo claro que la opción pública sea garantía de nada.

Después de despedir el libro como suele despedir sus charlas y conferencias, haciendo un alegato a la utilidad de los movimientos sociales del pasado y sus logros, y por tanto, animando a los presentes a seguir el ejemplo del compromiso, el profesor Chomsky nos regala dos párrafos impagables.

En el primero y parafrasenado a su amigo Howard Zinn, aconseja no hacer la revolución en solitario, organizarse y armarse de paciencia, ya que los grandes cambios vienen poco a poco. "No tiene sentido exponerse y exponer a los demás cuando no se cuenta con una base social para proteger los logros obtenidos."

En el segundo nos cuenta que en la sociedad intelectual pasa como en la Biblia, había dos tipos de intelectuales (profetas), los que aplaudían o se sumaban a los designios del poder, y los que se oponían. Estos últimos son los que ahora se llaman intelectuales disidentes. A pesar de su clásica aversión a que le llamen intelectual (ya que detesta a la clase intelectual por ser cómplice del poder) o heroe o profeta de ningún tipo (porque cree en la acción colectiva de la base y no en el liderazgo), creo que él se incluiría en esta última categoría, y el párrafo que sigue da cuenta de la soledad que una periodista nos contase hace años.

Los miembros de la población en general también odiaban al profeta verdadero, porque tampoco querían saber la verdad. No es que fueran malas personas, pero tenían los motivos de siempre: pensaban en sus intereses inmediatos, eran manipulados y dependían de los poderosos.

 E N L A C E S

Ví llorar a Noam Chomsky: emotivo artículo que nos muestra el corazón de la máquina.

"POR QUÉ MARX TENÍA RAZÓN" (2011) Terry Eagleton

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Una crisis económica puede hacer que el pueblo acuda a promesas de soluciones fáciles y rápidas, como los populismos y fascismos que se han dado en situaciones similares en la historia. Pero también pudiera ser que sirviera para replantearse cuestiones que antes se habían dado por sentadas. La frase "otro mundo es posible" y el anticapitalismo suena como un eco cada vez mayor... y para anticapitalista... un marxista.

Ahora que la democracia representativa se aleja cada vez más del pueblo, y que se acrecientan las diferencias de clase en el país, hay una tentación por la revolución (aunque ni por asomo ninguna movilización para ello). El hastío con la crisis y la prepotencia de los políticos nos incitan a poner en su sitio al poderoso y sus privilegios, así como establecer una redistribución más equitativa de la riqueza, es decir, nos entra la nostalgia marxista y revolucionaria de devolverle al pueblo lo que es del pueblo. Según  dijo Manuel Atienza, hace muchos años, en una conferencia a la que yo asistía en la Universidad de Almería, todo intelectual que se precie ha coqueteado con el marxismo en mayor o menor medida. Pero esto suena a indulgencia con un pasado intelectual adolescente ¿Es posible (y/o pertinente) recuperar la teoría (y/o la práctica) de Marx, o está ya enterrado para siempre?

Este libro dista mucho de ser un manual de marxismo o introducción a la teoría marxista y su infumable terminología. Menos mal. Aunque de su lectura se puede sacar alguna ligera idea de lo que es el marxismo, su pretensión no es adentrase en la teoría marxista sino contestar a sus críticos.  Tal y como está estructurado el libro podría haberse titulado "Por qué los anti-marxistas no tienen razón", ya que cada capítulo consiste en contestar a las clásicas objeciones que se le plantean al marxismo. Es decir que el autor nos salva de adentrarse en todas las soporíferas profundidades académicas que han germinado durante décadas y que han ayudado a hundir el pensamiento marxista.  Muy al contrario, el autor trata con sencillez, pero no con simpleza, la teoría marxista, huyendo de vocablos complejos y retorcidas argumentaciones con las que nos han castigado durante tantos años los que se han dedicado a interpretar y explotar a Carl Marx... a veces con la ayuda del propio Marx, todo hay que decirlo.


Y es que cualquiera que haya querido saber un poco más de este genio analítico se habrá encontrado con una prolija y liosa teoría que al final queda en manos de otros pensadores que la complican todavía más, pues su objetivo es demostrar que pueden hablar el mismo idioma marxista que sus colegas, pero rara vez explicar sencilla y prácticamente lo que significaba ser marxista.

Conocer algo de la teoría marxista no vendría mal antes de acometer el libro, pero tampoco es necesario. El autor explica algunos de los más famosos conceptos marxistas, de la manera más fácil posible, de manera en absoluto sistemática, sino cuando viene a cuento dentro de cada capítulo. Así que más que un manual para profundizar en la teoría marxista, este libro se configura como armazón teórico para responder a quienes acusan al marxismo de: anacrónico, bueno en teoría pero monstruoso en la práctica, determinista, utópico, excesivamente económico y materialista, obsesionado por las clases, violento, dictatorial y al margen de los movimientos sociales actuales.

Seguiré el mismo orden que por capítulos establece el libro.

CAPÍTULO 1: EL MARXISMO ES ANACRÓNICO, YA NO TIENE SENTIDO EN UN MUNDO POSINDUSTRIAL

El marxismo nace como una crítica al capitalismo. Si no hay capitalismo, el marximos no tiene sentido, y por tanto, mientras haya capitalismo el marxismo seguirá teniendo sentido. Hay quien dice que el capitalismo ha mutado tantísimo que se ha hecho irreconocible desde un punto de vista marxista, pero olvidan que Marx ya previó el declive de la clase obrera así como lo que ahora denominamos globalización. El autor denuncia que cuando el marxismo empezó a perder adeptos fue en los diez años que iban de 1976 a 1986, cuando el capitalismo se vendió a sí mismo como imbatible, ayudado por la caída de la URSS y por los intelectuales que defendían el fin de la historia. Nada se podía cambiar, y el marxismo pasó a ser parte de la historia. Pero no fue porque el capitalismo cambiara para mejor, más bien al contrario, "el capital estaba más concentrado y se comportaba de forma más predatoria que nunca":


En semejantes circunstancias, afirmar que el marxismo estaba acabado era como decir que los bomberos estaban pasados de moda porque los pirómanos se habían vuelto más hábiles e inventivos que nunca. [...] La renta actual de un solo multimillonario mexicano equivale a los ingresos de sus 17 millones de compatriotas más pobres. El capitalismo ha creado más prosperidad de la que nunca antes había contemplado la historia, pero el coste (por ejemplo, en términos de la indigencia casi absoluta de miles de millones de personas) ha sido astronómico.

Si es la historia lo que se usa para decir que el marxismo es anacrónico, el capitalismo también debería hacer frente a la misma acusación. De hecho Marx creía esto ya en sus tiempos. Él no pretendía destruir todo vestigio de capitalismo, como si fuera un purista al que le diese asco la burguesía. Consideraba que el capitalismo había sido muy positivo al conseguir acumular riquezas, pero ya en la Inglaterra victoriana pensaba que se había convertido en una rémora del pasado y que dificultaba la prosperidad.

CAPÍTULO 2: EL MARXISMO ESTÁ MUY BIEN EN TEORÍA, PERO EN LA PRÁCTICA ES IRREALIZABLE PORQUE ES SINÓNIMO DE TERROR

Resulta hipócrita fijarse solo en la historia negativa del comunismo y pasar por alto la del capitalismo pues "también el capitalismo se forjó a base de sangre y lágrimas":

Muchos hombres y mujeres de Occidente son fervientes seguidores de doctrinas y sistemas manchados de sangre: los cristianos sin ir más lejos. Tampoco es extraño que personas decentes y compasivas den su apoyo a civilizaciones sanguinolentas. Así lo hacen, por ejemplo, los liberales y los conservadores, entre otros. Las naciones capitalistas modernas son el fruto de una historia de esclavitud, genocidio, violencia y explotación tan abominables como las de la China de Mao o la Unión Soviética de Stalin.
Me adelantaré al capítulo 8, porque el párrafo allí incluido es más oportuno aquí:
En su breve aunque sangrienta vida, el marxismo ha provocado un atroz cantidad de violencia. Tanto Stalin como Mao Zedong fueron asesinos en masa, y lo fueron a una escala casi inimaginable. Pero muy pocos marxistas actuales, como ya hemos visto, están dispuestos a defender tan horrendos crímenes (a diferencia de muchos no marxistas, que sí son capaces de defender la destrucción de Dresde o de Hiroshima, por poner un par de casos). [...] ¿Pero y los crímenes del capitalismo? ¿Qué podemos decir de ese atroz baño de sangre al que llamamos Primera Guerra Mundial, en el que el choque entre naciones imperiales hambrientas de territorios envió a un sinfín de soldados de clase obrera a una muerte fútil? La historia del capitalismo es, entre otras cosas, una historia de guerra global, explotación colonial, genocidio y hambrunas evitables. Si una versión distorsionada del marxismo dio origen el estado estalinista, una mutación extrema del capitalismo produjo el Estado fascista.
Pero el autor no se escuda en el "y tú más" para huir de la crítica. Confiesa que el estalinismo y el maoísmo "fueron experimentos chapuceros y sangrientos", y de hecho, Marx ni siquiera creía posible el socialismo partiendo de la miseria. Marx creía que unas condiciones mínimas de acumulación de capital eran necesarias antes de abolir ninguna clase, porque una revolución para repartir miseria estaba abocada al fracaso, y nada mejor para generar ese capital que el capitalismo. Este idea de no destruir el capitalismo, sino construir el socialismo sobre los logros de capitalismo está presente en el libro en varios capítulos (en particular el tercero), y con razón, porque quizás sea una idea desconocida para la mayoría de los izquierdistas como yo.

Fue Stalin el que ignoró estas premisas marxistas. Lo mismo que ignoró la teoría marxista que decía que el socialismo sería internacional o no sería, y apostó por un país socialista en solitario. Deducir la invalidez del socialismo por los resultados de un país aislado, sería como deducir características de la raza humana analizando solo a una nación.

¿Cómo explica la práctica del socialismo en la URSS? Terry Eagleton es uno de esos marxistas que reniega de que lo que hubo en la URSS fuera socialismo auténtico. No duda en emplear duros calificativos contra los crímenes soviéticos. Y explica que cuando se creó la URSS no había unas condiciones ideales para que triunfase el socialismo. El socialismo necesita de ciudadanos con bagaje democrático, ilustrados y con riquezas provenientes del capitalismo, concienciados con el bien común y los valores socialistas. Esto no sucedía es la sociedad zarista. Allí se partía de pobreza y penurias extremas, y los ciudadanos en semejantes condiciones nunca estarán por la labor de someterse a construir una economía desde cero con todos los esfuerzos y compromisos que ello conlleva. En esas circunstancias,

es posible que intervenga un Estado totalitario que obligue a sus ciudadanos a realizar aquello que serían reacios a emprender de manera voluntaria. La militarización de la mano de obra en la Rusia bolchevique es un ejemplo claro de tal intervención. Por aquellas desagradables ironías del destino, la consecuencia de tal autoritarismo acaba siendo la socavación de la superestructura política del socialismo (la democracia popular, el autogobierno colectivo auténtico) en aras de la construcción y la consolidación de su base económica. [...] los bolcheviques harían desfilar a su pueblo hambriento, descorazonado y cansado de tanta guerra, hacia la modernidad a punta de pistola. [...] La imposición de tan despiadadamente antisocialista programa se produjo en un escenario de guerra civil, hambre generalizada e invasión exterior. [...] En una trágica ironía que marcaría  el resto del siglo XX, el socialismo se mostró menos viable donde más necesario era.

Del anterior párrafo no queda muy claro que la opción totalitaria sea inmoral o técnicamente inevitable en la teoría marxista, pero este capítulo trata de los crímenes, para abordar la cuestión de marxismo y democracia hay que irse al capítulo 8. Históricamente para el autor queda claro que, en esas condiciones, que no son las que contempla el marxismo, un gobierno dictatorial era inevitable, aunque "no tenía por qué haberse traducido en algo como el estalinismo ni nada que se le pareciese."

Las crueldades que se han producido en los países comunistas (o socialistas o cualquiera que sea el término, no pueden ser nunca una refutación de la teoría marxista, de la misma manera que Guantánamo o Irak no puede ser una refutación de la teoría económica capitalista.

Una mejor refutación teórica consiste en sostener que aún cuando se hubiesen dado en la URSS, o en otro sitio, las condiciones ideales para iniciar el socialismo, también habría fracasado porque el marxismo implica cerrar los mercados y en sociedades complejos los mercados son necesarios para prosperar. Aquí la respuesta es más interesante. Algunos marxistas defienden que los mercados seguirían existiendo y las cooperativas competirían entre sí. Esta fórmula es conocida como socialismo de mercado y algunos dicen que el propio Marx era partidario de esta corriente. Otra subfórmula dentro de esta sería una economía participativa, pero adentrarse más en ello exigiría más conocimiento por mi parte, ya que el autor no lo explica muy bien para mi gusto, pero resumiendo se puede decir que las materias importantes se decidirían  democráticamente y el resto se dejaría funcionando según los mercados. Casi lo mismo sucedería con los medios de comunicación: ni el estado ni la propiedad privada tendría la titularidad ni la supervisión de contenidos, sino una mezcla de público y profesionales del sector mediático.

Estos hombres y mujeres podrían, entonces, producir obras libres tanto de regulación estatal como de las presiones distorsionantes del mercado. Así nos veríamos liberados, entre otras cosas, de aquellas situaciones en las que un puñado de matones avariciosos y ávidos de poder  dictan a través de medios de comunicación de su propiedad aquello que consideran que el público debe creer y opinar [...].
A pesar de que el terror que Mao, Stalin y otros declarados socialistas han aportado a la historia de la humanidad, coincido en que el marxismo como teoría económica no ha sido refutado. No obstante, un mínimo de prudencia y visión histórica me exige aceptar que puede ser que haya algo en la teoría marxista (su tono, algunas exageraciones, su visión cuasi-religiosa del futuro utópico, sus arengas políticas o la cultura en la que convivía con el capitalismo...) que empuja a ejercer una violencia apisonadora a sus líderes. Los marxistas no pueden de un lado aceptar que su opción final es la revolución y después extrañarse de que alguien los haya malinterpretado. A Gandhi no hubiese sido posible malinterpretarle (o sí... mira el personaje de ficción de Jesucristo). No es extraño que le pegasen palizas con su no-violencia, de la misma manera que no es extraño que un gobierno marxista se vea tentado de adelantar el momento de la violencia contra sus propios ciudadanos. Estoy de acuerdo en que no es correcto ni marxista hacerlo, pero hay que confesar que la ideología marxista (malinterpretada o no) es en buena parte responsable de ello.

CAPÍTULO 3: EL MARXISMO CONSIDERA AL HOMBRE COMO HERRAMIENTA DE UNA HISTORIA TAN DETERMINISTA QUE NO DEJA LUGAR A LA INDIVIDUALIDAD: EL SOCIALISMO ES INEVITABLE.

Seguramente el capítulo en el que se divaga más, no en vano aborda ladrillos como las fuerzas de producción (el esfuerzo humano, animal o tecnológico), modos de producción (capitalismo por ejemplo) y relaciones de producción (relación entre las clases sociales o de los individuos con los objetos que producen). Pero que no cunda el pánico, el libro se puede leer sin entender la frase anterior, os lo digo yo. Pero una cosa queda bien explicada, que la lucha de clases es el motor de la historia. Siempre hay enfrentamientos en todos los tiempos.La lógica de la historia es el enfrentamiento y no la cohesión. El poderoso tiene sus intereses y el resto tiene otros, contrarios por supuesto.

El avance de las fuerzas productivas, del progreso en general, vendría dejando paso a un sistema tras otro a lo largo de la historia. Como si hubiese un único actor en la historia que lo transforma todo a su paso... ¿dónde deja eso espacio para las huelgas y las luchas del obrero? Si al final el capitalismo está obligado a caer antes de que llegue el socialismo, de la misma manera que el esclavismo cayó frente al feudalismo, y éste último frente al capitalismo,... ¿no nos invita eso a quedarnos en la cama un poco más? Parece que sí, y es que según Marx el socialismo es inevitable. Esto es un gran absurdo. El problema que tiene el autor para refutar este absurdo intrincado porque Marx dijo lo contrario en varias ocasiones, pero según el Terry Eagleton el socialismo no sucederá sin la voluntad y tesón del hombre luchador. Cuando el capitalismo se venga abajo, el pueblo ya no tendrá excusa para tomar el poder y reformar el sistema, sería irracional no hacerlo. Usa una analogía cristiana para explicarlo:

Del mismo modo que, para el cristiano, la acción humana es libre aunque forma parte de un plan preordenado, para Marx la desintegración del capitalismo inducirá inexorablemente a los hombres y a las mujeres a erradicarlo por su propia y libre voluntad.

Hay que seguir tragando cierta dosis de misticismo para seguirle la corriente al señor Eagleton, o a Marx, tanto más da. Quizás consciente de ello insiste en que según Marx lo importante es que la lucha de clases es la fuerza inmediata de la historia, y prosigue:

La importancia de esa insistencia en la lucha de clases estriba en que el resultado de esta es impredecible y en que las alegaciones de determinismo, carecería, por tanto, de toda base. Siempre se podría argumentar que lo que está determinado es el conflicto mismo [...] Si de verdad hubiera sido un determinista de pura cepa, tal vez habría sido capaz de decirnos cómo y cuándo llegaría el socialismo. Pero él era un profeta solamente en tanto que denunciaba la injusticia, no porque se dedicara a mirar el futuro en una bola de cristal.[...]
No existe prueba alguna de que Marx sea en líneas generales un determinista, entendido como alguien que niega que las acciones humanas son libres.[...]
Es posible, pues, que Marx no sea un determinista en general, pero son muchas las formulaciones presentes en su obra que transmiten una sensación de determinismo histórico. A veces llega incluso a comparar las leyes históricas con las naturales,

Como se puede ver claramente, en este capítulo el autor sufre un poco de doble personalidad, porque fuerza demasiado el argumento para defender la tesis marxista, para justo después discrepar subliminalmente. Y además, si Marx era algo determinista, todos los somos en cierta medida, parece excusarse el autor. En realidad, lo que quiere decir es que si bien no concibe el determinismo, tampoco su contrario. Y tiene razón en esto, nadie en su sano juicio piensa que el devenir de la historia es totalmente aleatorio: hay factores histórico-políticos que abren o cierran puertas, tendencias y sociedades que pueden ser objeto de análisis predecibles, movimientos políticos que condicionan lo que hace un gobierno, culturas que permiten disentir o que matan a los disidentes, etc...

Vuelve a repetir esa lucha interior a cuento precisamente de una idea que repite varias veces, y es la necesidad de que exista el capitalismo antes de que haya socialismo. El autor inglés primero nos ilustra sobre este curioso aspecto marxista, luego lo justifica... pero a renglón seguido lo cuestiona. El caso es que Marx creía necesaria la ayuda del capitalismo, la ayuda de su acumulación de capital, para no empezar una revolución desde cero, con miseria, incultura y con una base de campesinado ruso falta de industria. Y esto no significa necesariamente que Rusia tuviera primero que pasar por el capitalismo, pero el capitalismo debería existir en algún sitio, fuera o dentro del país que opta por el socialismo, para poder recurrir a él y no tener que construir desde cero toda una economía. Adelanto una cita del capítulo final por lo ilustrativa que viene a colación de este aspecto del capitalismo como necesario y previo al socialismo.

Para Marx como ya hemos visto, el socialismo requiere de una expansión de las fuerzas productivas, pero la tarea de expandirlas no corresponde al socialismo mismo, sino al capitalismo. El socialismo viene aupado sobre la base de esa riqueza material, pero no es el constructor ni el acumulador de la misma. Fue Stalin, y  no Marx, quien consideró misión del socialismo el desarrollo de las fuerzas productivas. El capitalismo es como el aprendiz de brujo, ha invocado y ha reunido unos poderes que se han descontrolado salvajemente y que ahora amenazan con destruirnos. La labor del socialismo no consiste tanto en espolear esos poderes como en someterlos a un control humano racional.

Esto nos lleva a una importante cuestión moral, casi cristiana, porque aceptar las iniquidades del capitalismo para llegar al socialismo nos recuerda en exceso ese valle de lágrimas cuya superación nos conduce al paraíso.

La moralidad de lo anterior se antoja, ciertamente, dudosa. ¿En qué se diferencia es actitud de la de Stalin o la de Mao y sus pogromos criminales, ejecutados en nombre del futuro socialista? ¿Hasta dónde puede el fin justificar los medios? [...] Si el capitalismo es imprescindible para el socialismo y, al mismo tiempo, es injusto, ¿no está sugiriendo Marx entonces que la injusticia es aceptable desde el punto de vista moral? Para que exista justicia en el futuro, ¿debe haber habido injusticia en el pasado? [...]

En el párrafo siguiente el autor nos da una respuesta que excusa al socialismo de usar el capitalismo, es decir absuelve al socialismo de la intencionalidad, aunque por supuesto no resuelve el balance entre bien y mal conseguidos:

Hay una diferencia entre, por un lado, hacer el mal con la esperanza de obtener un bien y, por otro, tratar de dar un buen uso al mal de otros. Los socialistas no perpetraron el capitalismo y son inocentes de los crímenes de este. Pero dado que ya existe, parece racional intentar sacarle el máximo partido.

Y se le puede sacar partido porque el capitalismo tiene aspectos positivos en sí mismo, y no solo en perspectiva hacia el futuro socialista: la libertad de expresión, el sistema sanitario y todos los inventos que han sido posibles gracias a la investigación financiada con capital. Pero si bien son grandes los logros del capitalismo, todavía queda la interesante cuestión de si sus bondades superan a sus pecados, o si una vez llegado el socialismo su prosperidad pervivirá lo suficiente como "para justificar en retrospectiva los sufrimientos causados por la historia de clases". Como digo, es una interesante cuestión, pero el autor la deja abierta.

CAPÍTULO 4: EL MARXISMO SUEÑA CON UNA SOCIEDAD FINAL UTÓPICA SIN CONFLICTOS Y MONOLÍTICA, COMO SI TODOS FUÉSEMOS ÁNGELES IDÉNTICOS

No es el marxismo el que predica una historia de color de rosa, sino la Ilustración. Según la Ilustración la sociedad cada vez va a más gracias al progreso técnico que avanza casi de forma orgánica de una fase a otra mejor. La razón derrotaría al despotismo, la ciencia a la superstición, y la paz a la guerra, haciendo que la libertad comercial nos llevara hacia una prosperidad "in crescendo". Ninguna revolución socialista estaba en estos planes ilustrados.

El relato marxista, por el contrario, está marcado por la violencia, la ruptura, el conflicto y la discontinuidad. Hay progreso, sí, pero, como el propio Marx comentó en sus escritos sobre la India, este se parece más bien a un dios atroz que bebe su néctar directamente de las calaveras de los asesinados.

Este proceso no parece muy optimista que digamos. Pero Marx tampoco es pesimista según el autor, sino más bien trágico, es decir, no contempla un mal destino pero sí un camino tortuoso. El pesimista se hunde proyectando la derrota, el trágico mira cara a cara los obstáculos para superarlos. Según Theodor Adorno los pensadores pesimistas "prestan un mayor servicio a la causa de la emancipación humana que los ingenuamente optimistas". Y hay quien podría decir que aún para ser trágico, hay que tener una gran vocación de futurólogo, al menos para ver la senda hacia la utopía como una camino de tragedia. Pero el autor defiende que Marx se inserta en la tradición de los profetas bíblicos, comúnmente malinterpretados como clarividentes, pero a lo que se dedicaban era a denunciar la corrupción y la ambición de poder de sus tiempos. Y eso es precisamente lo que hizo Marx:  él "nos advierte que, a menos que cambiemos nuestro modo de comportarnos, quizás no tengamos futuro alguno por delante. Marx era un profeta, no un vidente."

Hasta aquí el camino tortuoso de la historia, pero ¿qué hay de esa sociedad final? Independientemente de los costes humanos, ¿acaso no es ese final una ensoñación imposible? Siempre nos han contado que en la sociedad utópica que finalmente lograría el comunismo todo el mundo respetaría a todo el mundo, no existirían clases ni por tanto lucha entre las mismas, no se sería necesaria ni la policía ni el ejército, la camaradería y la solidaridad gobernarían por sí solas... sería una sociedad que no podría existir a menos que atribuyamos al hombre una naturaleza humana hiperbondadosa
Esto es un absurdo y "lo cierto es que apenas hay una sola palabra en los escritos de Marx que sustenten esa extravagante interpretación de sus tesis." Los accidentes de tráfico seguirían sucediendo por muy comunistas convencidos que fueran todos, y siempre habrá un componente malvado y envidioso en la población, por muy comprometida que esté con la causa socialista. Precisamente porque conocía la naturaleza malvada del hombre, Marx creía que el socialismo era necesario. Lo que sucede es que hay pocas citas de Marx refiriéndose a la naturaleza humana, ya que según la corriente mayoritaria, a Marx no le preocupaba ese concepto. Lo supeditaba a la historia. Pero según el autor, Marx creía en una antropología filosófica, es decir, reconocía que el hombre tenía unos límites naturales, pero estos no eran capaces de anular la capacidad humana de transformar la historia.
La virtud es del socialismo, no de los socialistas. El socialismo, al igual que la democracia, no parte de la utopía o bondad infinita de sus miembros, al contrario, son un conjunto de salvaguardas frente a los desvíos que producen las conductas humanas. Las leyes ponen un freno a los excesos de la gente, y si están bien concebidas, se pueden considerar como virtuosas. Las cooperativas autogestionadas del socialismo no necesitan de arrebatos altruistas de sus trabajadores para que funcionen bien, "la cooperación, el reparto de beneficios, el igualitarismo y la gestión en común forman parte de la naturaleza misma de esa unidad de producción", es decir, "es una cuestión de estructura, no de virtud personal."

El comunismo no anunciaría el fin del conflicto humano. [...] Seguirían existiendo la envidia, la agresividad, la dominación, el carácter posesivo y la competitividad. Lo que sucede es que ya no podrían asumir las formas que asumen bajo el capitalismo, y no porque la virtud humana sería superior en ese caso, sino porque habrían cambiado las instituciones.
Esos vicios, pues, ya no irían ligados como van hoy a la explotación de la mano de obra infantil, la violencia colonial, las desigualdades sociales atroces y la competencia económica feroz.
Con esas limitaciones vendrían unas condiciones materiales mejores. Con más ocio y menos estrés la gente tendría más tiempo para reflexionar, para implicarse en la gestión política. Y serán más virtuosos de lo que cabe esperar de una población que pasa escasez. Aquí el autor parece tirar piedras sobre su propio tejado, porque concede que "si los hombres y mujeres viviesen en condiciones de abundancia material, liberados de esas agobiantes presiones, tenderían a mostrarse como mejores seres morales que en la actualidad, o al menos, eso es lo que cabría esperar", y no se da cuenta de que está afirmando que un Tom Cruise tiene más posibilidades de ser honrado que un simple auxiliar de enfermería con tres hijos y una hipoteca.

Como quiera que sea, algunos se burlan de ese cambio moral, pero deberían "pensar en la diferencia entre la quema de brujas y las manifestaciones a favor de la igualdad salarial para las mujeres". Estos cambios a veces no nos hacen mejores a nosotros, sino a las instituciones que hacemos progresar. Pero en otras ocasiones estos progresos calan en la gente y sus virtudes pasan a formar parte de conductas voluntarias. No es nada utópico, sino realista, esperar que cada vez seamos mejores como civilización, y como personas.  Esto es algo tan asumido que ni nos damos cuenta, pero pensemos por ejemplo, en la costumbre de no orinar en las calles, o la de no romper los huesos a un criminal en una rueda de madera. El derecho, por ejemplo, nos educa y genera nuevas formas de conducta que se asumen con el paso de las generaciones. La historia está llena de ejemplos de progreso en las concepciones morales de la gente, el iluso no es el marxista que cuenta con la posibilidad futura de que la gente sea más virtuosa, sino el que piensa que eso no eso es imposible y es incapaz de ver los logros del feminismo o de los derechos civiles en EEUU.

También suelen decir que los marxistas son partidarios de una igualdad totalizadora entre todas las personas, haciéndonos números en vez de personas. Por supuesto esto es una manipulación interesada. Marx era "enemigo declarado de la uniformidad" y la consideraba un "valor burgués", o en sus propias palabras expresadas en "Manuscritos económicos y filosóficos", "una negación abstracta de todo el mundo de la educación y de la civilización".  Incluso habló en contra de una igualdad de renta en su obra "Crítica del programa de Gotha", puesto que si hay trabajos más duros que otros deberán remunerarse de manera diferente. El tipo de igualdad que Marx perseguía era la igualdad según la necesidad, y ello "no implica tratar del mismo modo a todo el mundo, sino ocuparse por igual de las necesidades diferentes de todos y todas". Así que no se puede defender seriamente que Marx optase por una sociedad en la que todos vistiéramos lo mismo desprovistos de toda individualidad, como se suele ver al pensamiento marxista. Al hacer de todo una mercancía con un valor de mercado, "era el capitalismo el que estandarizaba a las personas, no el socialismo". Y como prueba de ello, una de las pocas citas que vienen a demostrar de manera clara y firme, las interpretaciones de Terry Eagleton:

Ese es uno de los motivos por los que Marx recelaba bastante de la noción de los derechos. "El derecho -comenta- por su propia naturaleza no puede consistir más que en la aplicación de un mismo e igual estándar; pero unos individuos desiguales (y no serían individuos diferentes si no fueran desiguales) son mensurables conforme a un mismo e igual estándar solo si se los mira desde un mismo e igual punto de vista, si se los toma desde una única vertiente definida: por ejemplo en el caso presente, si se los considera exclusivamente como trabajadores sin ver nada más en ellos, ignorando todo lo demás".

CAPÍTULO 5: EL MARXISMO LO REDUCE TODO A LA ECONOMÍA

La acusación es la siguiente: "el arte, la religión, la política, el derecho, la guerra, la moral o el cambio histórico son burdamente entendidos como meros reflejos de la economía de la lucha de clases." 

El marxismo va más allá de la perogrullada, no creo que haya nadie que lo niegue, de que los humanos necesitamos vestimenta comida y demás necesidades básicas que se deben adquirir o producir invirtiendo tiempo en trabajar. Ya sea con trueque o con monedas, la economía de la tribu y la forma en la que deben conseguir sus bienes es lo que posibilita toda civilización, y la subsiguiente posibilidad del arte y del ocio, por ejemplo. Pero como digo, el marxismo va más allá en el sentido de que afirma que la forma de producir, no solo nos da un producto, sino que determina lo que se produce". No es lo mismo decir que un bolígrafo o un ordenador son indispensables para escribir una novela que afirmar que, de un modo u otro, determinan el contenido de dicha novela."

Esto, aun no siendo tan obvio, es compartido de una manera u otra por muchos pensadores no marxistas y pre-marxistas. Rousseau y Adam Smith creían en el papel fundamental de la economía en la historia.  Acaso no es razonable admitir, por ejemplo, que si en un pueblo donde se vive de la agricultura intensiva, y abusando de productos químicos, su población verá con recelo cualquier informe o control externo y se tomará como una afrenta a su modo de vida cualquier presentación de productos ecológicos en la zona. Ese pueblo, o país, generará una cultura hostil ante una forma de alimentación más sana. Y como éste, tantos ejemplos que se nos pueden venir a la mente cuando pensamos en las influencias del poder y del entorno.
La mayoría de novelistas, académicos, anunciantes, periódicos, docentes y canales de televisión no producen un trabajo que resulte radicalmente subversivo del statu quo imperante. Esto salta tanto a la vista que, por lo general, ni siquiera lo consideramos significativo. Lo que Marx pretende decirnos es, simplemente, que eso no es así por mero accidente.
Quienes aún consintiendo lo anterior, acusan a Marx de centrarse en la economía, evitan hacer la también razonable ponderación de que siempre hay factores que son más importantes que otros, y centrarse en el principal factor no nos convierte en monocausales, solamente ponemos el acento en lo más importante de un suceso, sin ignorar que hay otros factores que empujan en la misma dirección pero no con tanta fuerza como el factor decisivo. La economía no es lo único, pero sí plausiblemente el factor más importante que condiciona la historia, junto con las superestructuras del estado como la política, el derecho, la religión y la cultura, las cuales a su vez justifican el orden establecido. Esta es la famosa teoría marxista de la superestructura: la superestructura del estado justifica el orden imperante, quizás no es su totalidad, pero sí mayoritariamente. "El Estado envía a sus fuerzas especiales a aporrear a los manifestantes pacifistas, pero la policía también se dedica a buscar niños desaparecidos."

Pero pienso que a veces también sucede a la inversa. A veces no solo la forma de ganarse la vida condiciona la cultura, a veces la cultura puede ser tan fuerte que condicione la forma de vida. Me pregunto qué sucedería, si de repente, en uno de esos países musulmanes que no tienen petróleo, empezaran a emanar fuentes de vino de primera calidad de la tierra... ¿resistiría la aversión religiosa a esta fuente de riqueza aunque solo fuera para exportarla?

Si hay algo que ha caracterizado a la historia ha sido la violencia, el trabajo duro, el esclavismo, la explotación... y sobre esas bases ha sobrevivido un tipo de economía: la capitalista. No han sido actos esporádicos ni casualidades, ese tipo vida determina la historia y la economía, entendiendo determinar cómo poner límites y no tanto como definir excluyendo matices. Pero esos flecos o matices que quedan al margen de la influencia económica, no pueden llegar a convertirse en un obstáculo para el sistema económico; mientras no lo contradigan  podrán seguir escapándose de la influencia económica. Así pues, centrarse en la economía tampoco significa admitir que cualquier mínimo detalle de nuestras vidas tiene sus propias causas, pero que al final, aunque sea de manera muy soterrada, la economía ha ejercido su influencia. Hay cosas que se desarrollan por sí mismas, sin que sean un reflejo directo o indirecto de la economía. La economía capitalista,... "¿En qué sentido determina los vuelos con ala delta o el blues de doce compases?"

A Marx le interesaban otras muchas cosas además de la economía. De hecho, su denunciada obsesión con la economía solo era reflejo de una pasión aún mayor por el tiempo libre, por las letras, por el teatro, el arte... Consideraba que el arte era la única forma de producción libre y verdadera, cuando se trabaja por amor al arte. No veía virtud en el hecho de trabajar por trabajar, tan solo era una herramienta para acceder a un mejor tipo de vida.

John Milton, escribe Marx, "produjo El paraíso perdido por la misma razón que un gusano produce seda. Era una actividad de su naturaleza". El arte es una imagen del trabajo no alienado. El propio Marx gustaba de pensar que sus propios escritos lo eran, pues en una ocasión los calificó de "un todo artístico"; además (y a diferencia de la mayoría de sus discípulos), él prestó siempre una meticulosa atención al estilo de su prosa.. No se puede decir que su interés por el arte fuera puramente teórico. Él mismo llegó a escribir poesía lírica, una novela cómica inacabada, un fragmento de obra teatral en verso y un voluminoso tratado manuscrito no publicado sobre arte y religión. También tenía pensado poner en marcha una revista de crítica teatral y un tratado de estética. Sus conocimientos de literatura mundial eran de una amplitud sorprendente.

Cuando se pasa miseria solo el trabajo duro parece alumbrar un poco el futuro. El capitalismo es en teoría un sistema perfecto porque genera a gran escala un excedente que permitiría al trabajador atender a su tiempo libre, a la política y a la democracia, a la naturaleza, al arte... el problema es que el capitalismo nunca se da por satisfecho.
Lo irónico es que crea esa riqueza conforme a un esquema que exige una acumulación y una expansión constantes, y, por consiguiente, un trabajo sin descanso. [...] El tema central de la obra de Marx es el disfrute humano. La buena vida, para él, no es una vida dominada por el trabajo, sino por el tiempo libre.

CAPÍTULO 6: MARX ERA UN MATERIALISTA, DESPRECIABA LA MORAL Y LA RELIGIÓN COMO UN REFLEJO DEL MUNDO MATERIAL

Efectivamente, Marx era materialista. Pero, ¿qué clase de materialista? Porque sus críticos no rechazan todo tipo de materialismo. El materialismo de la Ilustración concedía a los hombres un papel pasivo, pues eran tablas rasas sobre las que se escribían las experiencias del mundo exterior.
Las personas formaban, entonces, sus ideas a partir de tales impresiones. La conclusión era que, si fuera posible manipular tales impresiones para que produjeran las ideas "correctas", los seres humanos serían capaces de seguir una progresión constante hacia un estado de perfección social. No era una conclusión inocente desde el punto de vista político. Las ideas en cuestión eran las de una élite de pensadores de clase media que, al mismo tiempo que justicia, la libertad y los derechos humanos, defendían también el individualismo, la propiedad privada y el libre mercado.

El materialismo de Marx es mucho más democrático porque considera a las personas más activamente, es decir, considera que somos fundamentalmente agentes de la historiacon capacidad para transformarla, y de esa manera nos transformamos. "Solo a través de la actividad práctica colectiva de la mayoría de las personas pueden cambiar de verdad la ideas que gobiernan nuestra vida." El "conocimiento tácito" nos indica que no se puede transmitir con palabras como se silba una canción; es necesario silbarla. No puedes contarle a alguien como es la realidad, tienes que vivirla. Es decir, no podemos dejar  que el mundo de las ideas sea gobernado por unos pensadores de salón, librados de toda obligación de trabajar para que se especialicen en materias que luego se aplicarán al trabajador. El intelectual está alejado de la realidad, produce unas "ideologías" alejadas de lo real, de lo material. Se les concede que están por encima de la realidad, que son inmunes a la misma, y de esa manera se acepta que estas ideas son intocables. Y la historia deja de ser un producto humano para convertirse en un destino inevitable. En cambio, los trabajadores cuando piensan y actúan colectivamente lo hacen sobre la base material sobre la que viven, transformándola colectivamente a partir de ella misma, no a partir de un mundo abstracto de ideas. La conciencia es como la razón en un niño, "antes incluso de que podamos empezar a reflexionar, nos hayamos ya situados en un contexto material, y nuestro pensamiento [...] está condicionado hasta la médula por ese hecho." Si nos dejamos llevar por los pensamientos e ideas de otros que viven una realidad y necesidades materiales diferentes a las de la mayoría, entonces tendremos un sistema a medida para ellos, no para la mayoría.
Para Marx, nuestro pensamiento adquiere forma en el proceso mismo por el que vamos trabajando el mundo, el cual, a su vez, es una necesidad material determinada por nuestras necesidades físicas. Podría afirmarse, pues, que pensar es en sí mismo una necesidad material.[...]
Ahora bien, al mismo tiempo, esta realidad debería ser reconocida como la obra de nuestras propias manos. No verla así, -es decir, considerarla como algo natural o inexplicable, independiente de nuestra propia actividad- es lo que Marx denomina alienación. Por tal concepto entiende aquella situación en la que olvidamos que la historia es producto nuestro y acabamos siendo dominados por ella como si se tratara de una fuerza ajena.

¿Entonces no hay cabida para lo espiritual? ¿Debemos conformarnos con la realidad material y relegar cualquier sublimación espiritual como contraproducente? No es el caso. Para Marx lo espiritual no es de otro mundo, sino todo lo que nos llena en este: "amistad, diversión, compasión, risa, amor sexual, rebelión, creatividad, deleite sensual, ira justificada y abundancia de vida." Con estas premisas tan alejadas de la abstracción, no es nada raro que una de sus frases más archiconocidas sea: "Los filósofos se han limitado a interpretar el mundo; se trata ahora de cambiarlo." De esa manera el autor defiende que es perfectamente compatible ser ateo, como era Marx, y seguir siendo espiritual.

Ser materialista, en el sentido marxista del término, no implica preocuparse demasiado por si el universo está hecho de átomos o de si dios existe o no, sino por cómo nos relacionamos con la materia de la que dependemos, "se trata más bien de una teoría sobre cómo funcionan los animales históricos."



No es mucho más lo que el autor dice sobre la religión y el marxismo. Me extraña que Terry Eagleton no haya comentado la famosa frase de Marx que dice "la religión es el opio del pueblo". Hitchens, ateo y anti-teísta, como se definía él, dijo algo más al respecto, brevemente comentado en alguna de mis lecturas porcinas anteriores (por cierto, Hitchens era amigo, o ex-amigo de Eagleton, y éste escribió criticando el "nuevo ateísmo" de Hitchens y compañía en su libro "Razón, fe y Revolución"). Resulta paradójico que un ateo como Hitchens le quitase hierro a la famosa frase atea de Marx, mientras que Eagleton, marxista y creyente, haya pasado por alto la descontextualización de la frase. Para explicar dicha descontextualización prefiero citar a Michael Löwy, marxista, y todo hay que decirlo, cristiano de la teología de la liberación. Esto es lo que dice en "Marxismo y religión: ¿opio del pueblo?", publicado en el libro "La teoría marxista hoy: problemas y perspectivas":
La expresión apareció poco después en el artículo de Marx Acerca de la crítica de la filosofía del derecho de Hegel (1844). Una lectura atenta del párrafo marxista donde aparece esta frase revela que la cuestión es más compleja de lo que usualmente se cree. Aunque obviamente crítico de la religión, Marx toma en cuenta el carácter dual del fenómeno y expresa: “La angustia religiosa es al mismo tiempo la expresión del dolor real y la protesta contra él. La religión es el suspiro de la criatura oprimida, el corazón de un mundo descorazonado, tal como lo es el espíritu de una situación sin espíritu. Es el opio del pueblo” (Marx, 1969a: 304)

¿Y la moral? Me parece que el autor hace una pirueta semántica, como la que anteriormente hizo al separar los conceptos de profeta bíblico y vidente, para justificar que Marx tenía en cuenta la moral. A mi modo de ver no era necesario, porque basta ver las preocupaciones que subyacen tras el marxismo para darse cuenta de que no es una filosofía de aplastar al débil y ensalzar al poderoso, como puede ser el fascismo, sino de liberación. La moral subyace incluso por encima de la superficie. Si a eso le añadimos que Marx tenía previsto escribir un libro de ética cuando terminase el capital, lo que sigue me parece innecesario:
Cierto es que Marx denuncia muy a menudo la moral. Pero lo que pretendía con ello era denunciar esas formas de de investigación histórica que ignoran los factores materiales centrándose exclusivamente en los morales. El término apropiado para lo que él denunciaba no es moral o moralidad, sino moralismo. El moralismo abstrae los llamados "valores morales" del conjunto del contexto histórico en el que se inscriben y, a partir de ahí, procede por lo general a impartir juicios morales absolutos. [...] Rehúye, por lo tanto, la falsa distinción que a veces se establece entre el juicio moral, por un lado, y el análisis científico por el otro. Un juicio moral de verdad necesita examinar todos los hechos relevantes con el máximo rigor posible. En ese sentido, Marx fue un verdadero moralista en la más pura tradición de Aristóteles, aunque no siempre fue consciente de que lo era.

CAPÍTULO 7: LA LUCHA DE CLASES YA NO EXISTE, NI EL OBRERO REVOLUCIONARIO NI EL CAPITALISTA DE SOMBRERO DE COPA FORMAN PARTE DE LA REALIDAD: NO HAY BUENOS CONTRA MALOS


Es cierto que ya no existe el capitalista de sombrero de copa envuelto en la humareda de su puro, pero el marxismo nunca definió la clase capitalista por su indumentaria. Ahora pueden llevar zapatillas deportivas y ser muy enrollados, pero aplican el mismo sistema de producción, y en algunos casos de brutal explotación, que se aplicaba antes. Lo determinante es el lugar que ocupamos dentro de un modo de producción. No son los apellidos, el acento, el color de piel o las marcas lo que hacen que una persona se sitúe en un lugar dentro del modo de producción. Ni siquiera los ingresos (aunque yo creo que esto sería más discutible). Dice Eagleton que el hecho de que Mick Jagger se codee con la aristocracia no nos ha acercado a una sociedad sin clases. La clase cambia de miembros constantemente, pero eso no significa que desaparezca.

No existe ninguna reducción simplista entre buenos y malos. El marxismo no odia al capitalista ni lo considera malo per se. Como hemos visto anteriormente, reconoce y elogia los logros que el capitalismo ha conseguido, pero no está dispuesto a dejarlo que en su frenesí de crecimiento ahogue a los demás consigo. Sobre esos logros se construirá el socialismo. Y elegir a la clase obrera no es porque los trabajadores sean más virtuosos que los capitalistas, ni siquiera porque estén peor que otras clases (vagabundos, refugiados, ancianos, estudiantes o desempleados suelen estar peor), sino porque es la mayoría. La clase obrera es la que hace funcionar al sistema. Y efectivamente no hay que ser un obrero con mono de trabajo para ser considerado clase obrera. Técnicos, administrativos, agrícolas...en general todo el que vende su fuerza de trabajo y no tiene control sobre las condiciones del mismo. También en sentido contrario, no todo el que tiene un sueldo pertenece a la clase obrera ("pensemos, si no, en Britney Spears).

Por otro lado se dice que la población trabajadora se ha acercado tanto a las ciudades y ha progresado tanto que la mayoría de los trabajadores hoy en día, ya son clase media, y no trabajadora. Pero esto es algo que el propio Marx ya advirtió cuando escribió sobre "el constante crecimiento numérico de la clase media". Se quejaba de que la economía hubiese olvidado a esos hombres y mujeres, que en palabras de Marx, estaban "situados a medio camino entre los obreros, por un lado, y los capitalistas, por el otro" [...] "Incluso cuando Gran Bretaña era la fábrica del mundo, los obreros fabriles eran superados en número por las personas empleadas en el servicio doméstico y por los braceros y peones agrícolas". Además, la clase media de hoy en día, entraría perfectamente dentro del concepto de clase obrera que Marx manejaba, ya que,
Muchos de quienes serían tradicionalmente etiquetados como clase media baja (maestros, trabajadores sociales, técnicos, periodistas, personal administrativo y de oficina de nivel medio) han sido objeto de un incesante proceso de proletarización resultante de las presiones derivadas de unas disciplinas de gestión cada vez más estrictas. Y eso significa que ha aumentado la probabilidad de que se sientan atraídos hacia la causa de la clase obrera propiamente dicha en caso de crisis política. [...] La palabra "proletariado" no ha llegado del vocablo latino proles ("descendencia"), con el que se designaba a aquellas personas que eran demasiado pobres para servir al Estado con otra cosa que no fuera la fecundidad de su vientre."
También habría que incluir dentro del término actual a la creciente población que vive en infraviviendas en algunos barrios marginales. "Si los habitantes de esas villas de miseria  no suponen ya una mayoría de la población urbana mundial, no tardarán en hacerlo." Estas son personas que no pertenecen técnicamente a la clase trabajadora, sino que entran y salen constantemente en el proceso productivo, realizando venta ambulante, timos, prostitución, etc... El propio Marx conocía a esos parados "flotantes" o trabajadores ocasionales de su época, y "para él contaba como un miembro más de la clase obrera."

Y tuviera la composición que tuviera la actual clase obrera, merece la pena resaltar que ya en su tiempo Marx contaba con otras clases (prueba de que no vivía en un espejismo bipolar), ya que según Eagleton "ningún socialista que se precie ha creído nunca que la clase obrera sea capaz de derribar el capitalismo por sí sola", y Marx era partidario de alianzas "con el campesinado pequeño burgués, sobre todo en países como Francia, Rusia y Alemania, donde los trabajadores industriales eran todavía minoría."

CAPÍTULO 8. LOS MARXISTAS ABOGAN POR LA ACCIÓN POLÍTICA VIOLENTA.

La idea de revolución evoca imágenes de violencia, frente a la idea de reforma que nos sugiere cambio lento y pacífico. Pero hay muchas reformas como la de los derechos civiles en EEUU que conllevaron muertes, linchamientos y represión. Y en cambio algunas revoluciones han sido relativamente pacíficas, como la caída del imperio soviético, en el que no hubo apenas víctimas. Algo parecido sucedió en la revolución bolchevique:
En la revolución bolchevique de 1917 se derramó sorprendentemente poca sangre. De hecho, la conquista efectiva de los puntos clave en Moscú se completó sin que se disparase un solo tiro. [...] Bien es verdad que, al poco de la revolución bolchevique, estalló una sangrienta guerra civil. Pero esta fue consecuencia del salvaje ataque [...] de invasores extranjeros. Tropas británicas y francesas se implicaron a fondo en el respaldo a las fuerzas contrarrevolucionarias blancas.

Pero bueno, es cierto que otras muchas revoluciones sí han sido violentas. Lo curioso es que mucha gente que se opone a la violencia de la revolución marxista, aprueba las violencias de otras revoluciones, así que no parece ser la violencia en sí el elemento que produce el rechazo, sino su carácter socialista.

La mayoría de los Estados políticos se crearon por medio de revoluciones, invasiones, ocupaciones, usurpaciones o (en el caso de sociedades como Estados Unidos) exterminios. Los Estados que han conseguido consolidarse como tales son aquellos que han logrado también borrar su sangrienta historia de la mente de sus ciudadanos y ciudadanas.

En el capítulo 2 el autor ya nos dice sobre Marx que:
Él creía que los representantes políticos debían responder ante sus electores y censuró duramente a los socialdemócratas alemanes de su tiempo por su política estatista. Hacía especial hincapié en la libertad de expresión y en las libertades civiles, le horrorizaba la creación a la fuerza de un proletariado urbano (aunque él se refiriera al caso de Inglaterra, no al de Rusia) y sostenía que la colectivización de la propiedad en el campo debía ser un proceso voluntario y no coactivo.
Hay que recordar que según Marx la revolución la lleva a cabo, aunque no en solitario, la clase obrera que es la mayoría de la población; "son las acciones de una mayoría", y no de unos pocos rebeldes que se aventuran a ver si alcanzan el poder. Los que hicieron la revolución bolchevique no fueron unos militares que decidieron tomar el poder de manera unilateral, sino "individuos elegidos públicamente en instituciones populares y representativas llamadas sóviets". La tan cacareada "dictadura del proletariado" es el gobierno de la mayoría, una democracia popular. "El propio Marx creía, al parecer, que en países como Inglaterra, Holanda y Estados Unidos, los socialistas podrían alcanzar sus objetivos por medios pacíficos."

De manera pacífica sí, pero no gracias al pacifismo. El meollo del pacifismolo despacha rápida y alegremente, quizás porque no haya espacio en un libro de este tipo. Nos dice que nadie es pacifista realmente, porque pocas personas se oponen al uso de la fuerza (aunque sea mínima) para detener a un asesino. La fuerza es un elemento al que se puede y se debe llegar solo bajo determinadas circunstancias muy específicas. Una vez consentido esto, el pacifista pasa a ser un debatiente que difiere de esas circunstancias, pero no alguien que pueda argumentar realmente contra la violencia.

Entonces, ¿el camino de las reformas es anti-marxista? No, lo que pasa es que es insuficiente. Al igual que la democracia parlamentaria es insuficiente. Hay que aspirar a una democracia directa, local, popular y transversal a las instituciones de la sociedad. El ideal de Marx fue la Cómuna de París de 1871. Está bien acercarse al ideal socialista con reformas pacíficas y paulatinas, solo algún purista sin visión global podría negarse a participar en las reformas que se pueden plantear y, por ejemplo negarse a luchar contra el cierre de los hospitales porque solo piensa en la toma política del poder. Lo que pasa es que siempre llega un momento en el que la clase dirigente se niega a seguir cediendo más privilegios.
[...] la mayoría de las reformas que hoy tenemos por elementos valiosos de la sociedad liberal (el sufragio universal, la educación universal gratuita, la libertad de prensa, los sindicatos, etc.) se conquistaron gracias a la lucha popular contra la feroz resistencia de la clase dominante.

El autor muestra comprensión con los ciudadanos que muestran apatía política, es decir, el pueblo en general. El trabajador no tiene ganas de que le calienten la cabeza con teorías de clase y dominación. Él quiere descansar cuando llega de trabajar. Pero cuando esa dominación se traduce en que le despiden o le cierran el hospital, entonces sí se moviliza. Esta apatía desespera a los marxistas pero se puede entender perfectamente. Solo cuando el limón no se pueda exprimir más se podrá esperar que el pueblo salte.
Mientras un sistema social  siga produciendo un mínimo de gratificación para sus ciudadanos, no es irrazonable que estos se queden con lo que ya tienen en vez de dar un arriesgado salto hacia un futuro imposible de conocer. El suyo no es conservadurismo merecedor de desdén alguno.
A mi modo de ver, el autor da demasiadas evasivas porque se atreve a usar el término revolución, pero el término violencia. Liga la revolución a la posibilidad de un proceso modélico y pacífico, y para ello lo argumenta con casos históricos. Pero yo creo que elude el decir abiertamente que, llegado el momento, el marxismo exige usar la violencia. Por cierto, tal y como sugiere, es verdad que el marxismo no está solo en el uso de la violencia, incluso las democracias y el derecho internacional permiten el uso de la fuerza.



CAPÍTULO 9: EL MARXISMO CREE EN UN ESTADO TODOPODEROSO

Según Eagleton hay una contradicción en esta crítica. Si antes hemos acusado a Marx de ser un utópico que cree en una sociedad sin estado, no podemos al mismo tiempo decir que apuesta por un estado hipercontrolador. A mí me parece que la contradicción en realidad solo es aparente. Es perfectamente posible que Marx quiera un férreo estado  para poder llegar a la sociedad que finalmente pudiese suprimirlo.

Pero el autor insiste en que Marx era anti-estado, pero creía necesaria un mínimo de organización administrativa central. Toda actividad de una sociedad compleja y numerosa lo requiere. Lo que Marx quería eliminar es la violencia y parcialidad del estado. La violencia del estado no es neutral, y "lo iluso es creer en la imparcialidad del Estado".
El Estado liberal es neutral ante el capitalismo y los críticos de este hasta que los segundos parecen tomar ventaja. Entonces entra en escena con sus mangueras de agua a presión y sus escuadrones paramilitares, y si eso falla, con sus tanques.

Marx no era alérgico al poder como algunos liberales o como algunos anarquistas. Creía que el poder podía usarse para bien y se negaba a cosificarlo como algunos filósofos han hecho. Aquí podemos encontrar a Terry Eagleton poniendo una clara pega al marxismo, de esas que anunciaba a bombo y platillo en la contraportada, y de las que he visto muy pocas a lo largo del libro:
No soy de ese género de izquierdistas que, por un lado, proclaman devotamente que todo es susceptible de crítica y, al mismo tiempo, cuando se les pide que propongan aunque solo sean tres puntos importantes que se puedan reprochar a las tesis de Marx, reaccionan con malhumorado silencio. Yo mismo tengo mis propias dudas acerca de algunas de las ideas marxianas y creo que este libro lo pondrá suficientemente de manifiesto.

CAPÍTULO 10: LOS MOVIMIENTOS  ACTUALES DE IZQUIERDAS YA HAN ABANDONADO EL MARXISMO: FEMINISMO, ECOLOGISMO, ANTI-RACISMO, MOVIMIENTO GAY, ANTIGLOBALIZACIÓN ETC...

Al autor le parece que hay poco que argumentar sobre la proximidad del movimiento anti-capitalista al marxismo, y quizás tenga razón en la práctica, pero en teoría se puede llegar a ser anticapitalista o apoyar antiglobalizacón de manera ajena a Marx.

La historia del feminismo está impregnada de influencias marxistas. Es cierto que también hubo mucha resistencia por parte de algunos marxistas, pero en general se puede defender sin temor a equivocarse que la contribución del marxismo al feminismo ha sido bastante grande. Los países socialistas se tomaron en serio la cuestión del género mucho antes de que occidente se molestaran en debatirla.

De igual manera si los movimientos anticoloniales han tenido, no solo aliado sino una inspiración, ha sido sin lugar a duda el marxismo. No en vano "los bolcheviques proclamaron el derecho a la autodeterminación  de los pueblos colonizados. Es cierto que la postura personal de Marx fue un poco más ambigua, ya que consideraba que las colonias debían modernizarse para poder sumarse más tarde a la lucha de clases, y si el precio que tenía que pagar era que probasen las botas de los imperios, pues a aguantar se ha dicho. Eso al menos en teoría, porque en la práctica condenó la barbarie colonial en la India, incluso aplaudió su rebelión en 1857. De igual manera "se desdijo de sus anteriores opiniones acerca de la conquista de México, como Engels de las suyas a propósito de la expropiación francesa de Argelia.

En cuanto a la igualdad racial, en los años 20 y 30, la práctica totalidad de los hombres y de las mujeres que la predicaban eran comunistas.

Los países del Tercer Mundo han sido asistidos por la doctrina marxista, aunque la vertiente internacionalista ha sido un fracaso debido al fuerte nacionalismo que ha nacido en estos países.

Autores posmodernistas han acusado al marxismo de ser eurocéntrico. Es cierto que Marx tenía los límites propios de su tiempo y cultura, pero pensar que la tradición europea no puede aportar nada positivo a otras es falso, ya que Europa ha sido tanto escenario del genocidio del Congo como del sufragio universal. Además, resulta que Marx es uno de los pocos europeos que iba contra el imperialismo y a favor de los obreros industriales... todo esto solo puede traer beneficios para otras culturas que estén pasando por situaciones parecidas. Si los beneficios de la herencia marxista pueden ayudar a otras culturas, rechazarlos por ser "eurocéntricos" es una extravagancia que solo puede defenderse desde "neurosis propias de gente privilegiada". De igual manera Marx decidió beneficiarse, y valorar por sí misma, la Ilustración. Aunque como ya se dijo en el capítulo 4, los valores de la ilustración fueron creados por la burguesía, los logros que se consiguieron fueron la base con la que regar el futuro socialismo. No hay que ser remilgado ni purista, parece decirnos Terry Eagleton, y aceptar las aportaciones positivas del otro.
Esa importante campaña de lucha por la libertad, la razón y el progreso que brotó del corazón mismo de la clase media europea del siglo XVIII constituyó a un tiempo una fascinante liberación  con respecto a la tiranía y una sutil forma de despotismo en sí misma. Y fue Marx sobre todo quien nos hizo adquirir conciencia de esa contradicción. Él defendió los grandes ideales burgueses de la libertad, la razón y el progreso, pero quiso saber por qué tendían a traicionarse a sí mismos cada vez que se ponían en práctica. Fue, pues, un crítico de la Ilustración, pero, como todas las formas más eficaces de crítica, la suya fue desde dentro. Fue, a un tiempo, un firme apologista y un feroz antagonista de las ideas ilustradas.

Marx fue un pionero ecologista. ¿Cómo defiende esta postura el autor? Se apoya en algunas citas de sus obras en las que menciona factores geográficos y clímáticos. La mejor de ellas, que tampoco es que sea gran cosa, dice:
"Ni siquiera toda una sociedad, una nación o, más, todas las sociedades contemporáneas reunidas, son propietarias de la tierra. Sólo son sus poseedoras, sus usufructuarias, y deben legarla mejorada, como boni patres familias [buenos padres de familia], a las generaciones venideras."

El último movimiento que el libro analiza es el pacifismo, y le aconseja que si quiere comprender las causas del belicismo, no puede ignorar que se trata de un belicismo capitalista, ya que el capitalismo es la bestia que lo alimenta. El viejo eslogan socialista de "socialismo o barbarie" toma un sentido más literal si pensamos en la degradación del medio ambiente o en la guerra nuclear.





MANUAL DE SOCIALISMO Y CAPITALISMO PARA MUJERES INTELIGENTES (1928) George Bernard Shaw

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Por mera casualidad termino mi análisis de este libro en el denominado Día de la Madre, así que aprovecho la ocasión para homenajear a todas aquellas madres, entre ellas la mía por supuesto, que sin tener formación alguna en teoría económica, fueron lo suficientemente inteligentes como para saber invertir en la crianza de sus hijos: una empresa de alto riesgo pero con alta rentabilidad en felicidad y humanidad. 

George Bernard Shaw pasó a la historia por sus obras de teatro, pero en este libro refleja otra de sus pasiones: la política. Fue un hombre de polémicas, de debates, de extremos, de poderosa oratoria, de excentricidades, de humor negro, de compromiso, de contradicciones... brillante para la bueno y para lo malo.

Lo primero que llama la atención es el título, ¿por qué para mujeres? Bueno, es una excusa retórica y una promesa que el autor le hizo a su cuñada para que ésta a su vez pudiera organizar tertulias femeninas en las que poder explicar los términos de una política controlada por hombres. A menudo se usan frases del tipo, "entonces una mujer curiosa e inteligente como usted no debería fiarse..." o "lo que una mujer inteligente haría en este caso es...". Pero como digo es un recurso dialéctico, ya que la comprensión y didáctica que nos ofrece Shaw en su libro, vale para hombres y mujeres... supongo que de todos los tiempos.

Y ahí viene lo segundo que llama la atención en el libro. El libro se publicó en 1928, y sin embargo los problemas e inquietudes que enfrenta son pasmosamente parecidos a los de nuestra sociedad actual de 2014. El poder de empresarios, de sindicatos, de transnacionales que se van a otros sitios donde pagan menos, los intereses interconectados de trabajadores de varios países, el funcionamiento de la banca, el sentido de los impuestos, las crisis económicas etc... Todo eso es una constante que no se ha resuelto a lo largo de casi cien años. Han cambiado los actores, las formas y los tiempos, pero la lógica del sistema sigue siendo la misma.


Y para George Bernard Shaw la raíz de todos esos males que nos han seguido hasta hoy se pueden resumir en la diferencia de las rentas. Según el famoso dramaturgo (esta faceta artística es por la que mayoritariamente se le conoce, y la que podría explicar muchas de sus excentricidades en su faceta política), luchar por la igualdad de renta es el núcleo duro para conseguir una sociedad más justa, una sociedad socialista. Y si Marx no creía en la igualdad de la renta era un problema de Marx, porque Shaw tenía bien claro "que el socialismo significa igualdad de renta o no es nada". Shaw se queda prácticamente en solitario como defensor de un empecinamiento personal que roza el disparate, a saber, la igualdad de la renta. Que todo el mundo debe cobrar lo mismo independientemente del trabajo que haga, algo con lo que nadie está ahora de acuerdo, ni la izquierda ni la derecha por supuesto. Pero lo hizo con tanta vehemencia, constancia e ironía, que resulta curioso y didáctico repasar todos sus argumentos, porque en ellos encontramos cómo funcionaba el mundo mucho antes de que nosotros llegásemos a él. Shaw vivió en una época donde todo estaba por inventar, y uno puede pensar que cualquier teoría estaba permitida en espera de ser descartada por la práctica. Ciertamente a Shaw le hubiese hecho falta ser revisado por analistas serios que desde un principio descartaron la igualdad de la renta casi por principios. Sin embargo, e independientemente de que estemos de acuerdo con él o no, en este libro podemos comprobar que hace un encomiable esfuerzo argumentativo, y que su contexto es muy parecido al nuestro.

Tal y como nos desvela la acertadísima introducción de Margaret Walters para este libro, la relación de Shaw con el marxismo varió con el tiempo. Y no es de extrañar, si tenemos en cuenta que vivió casi un siglo, durante el que tuvo tiempo de caer en diversas contradicciones como defender una transición lenta y pacífica al socialismo al tiempo que decía muchas "tonterías románticas" sobre líderes fascistas de los que admiraba su rapidez para implementar sus políticas.

Shaw intentaba escapar de su origen paupérrimo recorriendo las calles de Londres y haciéndose un hueco en el mundo de la literatura, publicando una novela aquí y otra allá. Entonces cayó en sus manos "El Capital" de Marx y desde entonces defendió el socialismo hasta sus últimos días. Habría que añadir que lo hizo a su forma, no solo por su histrionismo y su cáustica oratoria, sino que lo hizo de la mano del fabianismo (rama del socialismo que se desvinculaba de una revolución violenta). Sin embargo esa separación de la ortodoxia marxista no significó olvidar que Marx lo había "hecho hombre", según sus propias palabras, y que todas las interesantes polémicas anteriores eran peccata minuta: polémicas sobre religión y política, ciencia y religión, sobre la libertad, y todas las grandes discusiones sobre autores como John Stuart Mill o Charles Darwin, que eran según él mismo, "lo que me había alimentado intelectualmente, no eran más que cuestiones de clase media... Constaté la importancia de la base económica".

DESCONFIABA DE LAS MASAS, DE LA DEMOCRACIA Y DE SUS LÍDERES... Y FLIRTEÓ CON EL FASCISMO

Su desconfianza en las masas se puede ver claramente en su desencanto con el movimiento sufragista femenino, al que apoyó decididamente, pero una vez conseguido el voto de las mujeres se frustró al comprobar que ellas votaban al más incapaz de los candidatos masculinos, relegando al olvido a mujeres "de probada capacidad, integridad y dedicación".

Nunca he visto oradores tan inspirados o asambleas tan entusiastas como las manifestaciones de las sufragistas de la época. La creencia en la magia del voto era tan ferviente que no se me pudo perdonar que advirtiera a las sufragistas de que el voto femenino probablemente significaría su exclusión del Parlamento.

Lo mismo piensa de las masas sindicales, que siempre votan por candidatos que defienden la democracia solo porque saben cómo manipularla para que voten por ellos.

Son demócratas no por su fe en el juicio, conocimiento e iniciativa de las masas, sino por su experiencia de la ignorancia, credulidad y timidez de las masas. Solo los idealistas de las clases medias acaudaladas y cultivadas creen que la voz del pueblo es la voz de Dios. [...] La pura verdad es que la democracia, o el gobierno del pueblo mediante el sufragio universal, no ha llegado nunca a ser una realidad absoluta y, en la limitada medida en que ha sido una realidad, no ha alcanzado el éxito.

A pesar de ello aconseja a la lectora "que defienda su voto con todas sus fuerzas". Pero al mismo tiempo le hace saber que:

Cuanto más poder se da al pueblo, más urgente se vuelve la necesidad de un superpoder racional y bien informado para dominar y desactivar su admiración inveterada por el crimen internacional y el suicidio nacional. Voltaire dijo que hay una persona más sabia que Doña Nadie, que es Doña Todos, pero Voltaire no había visto funcionar la democracia moderna. [...] Si queremos que la democracia no nos arruine, debemos encontrar a toda costa un método fiable para comprobar las calificaciones de los candidatos antes de dejarlos presentarse a las elecciones.[...] Mientras tanto, con la ayuda de Dios, haremos lo que podamos.


La introducción de la historiadora del feminismo, Margaret Walters, nos ofrece también un contexto personal de gran valor: la lucha interna de saberse perteneciente a otra clase diferente de la que quiere defender. De joven, Shaw criticaba la sociedad pero anhelaba  formar parte de su élite. Escribe para las élites, no para los proletarios. Quiere codearse y convencer a quienes tienen poder para que sea posible una transformación socialista, pero no siente una auténtica empatía por los trabajadores. En realidad tampoco la siente por los ricos, aunque el mismo lo fuese al casarse con una millonaria, y defendiese  con descaro y honestidad la compatibilidad de su nueva condición y su predicación socialista; en 1896 publicó un artículo llamado "Socialismo para millonarios". La trascendencia del plan socialista colectivo está por encima de cualquier sectarismo de clase, no solo con su condición de rico, sino también con la de los trabajadores y sindicalistas, ya que todos miran por su propio beneficio.

Tenemos que confesarlo: la humanidad capitalista en general es detestable. El odio de clase no es un simple problema de envidia por parte de los pobres y desprecio y temor por parte de los ricos. Tanto los ricos como los pobres son detestables de por sí. Por mi parte, detesto a los pobres y espero con ansiedad su exterminación. Los ricos me dan un poco de lástima, pero también me inclino por su exterminio. Las clases obreras, las clases de hombres de negocios, las clases profesionales, las clases acaudaladas, las clases dirigentes, son a cada cual más odiosa: no tienen derecho a vivir. Me desesperaría si no supiera que un día morirán y que no hay necesidad de que sean reemplazadas por personas como ellas. No quiero que ningún niño sea educado como me educaron a mí y a todos los niños que conozco. ¿Usted sí?
 
Esa desconfianza de clases se hace extensiva a prácticamente todo el género humano, que unas veces reclama una disciplina despótica y después denuncia falta de libertad. Considera que la capacidad de gobernar o dirigir es un don, aunque a veces requiera de capataces insensibles, el caso es que esa función tiene que ser ejercida por alguien diferente de la masa. La sociedad necesita líderes, y de hecho a la masa le gusta que la dirijan porque somos mentalmente perezosos. Ese liderazgo es natural, lo que sucede es que el capitalismo convierte esa naturalidad en resentimiento de clase, porque paga más al que más escasea, como sucede con el caviar. Y así el obrero espeta al capataz que quién es él para cobrar más. Si la renta se igualase, al obrero no se le pasaría por la imaginación esa objeción porque consideraría natural que una persona mejor cualificada para dar organizar y dar órdenes lo hiciese, sin tener que ser pagada de diferente manera solo por estar en una función diferente. En cuanto a la motivación de los capataces/organizadores, Shaw argumenta que ellos tampoco tendrían objeciones a cobrar lo mismo que los demás, ya que sus capacidades especiales les empujan a querer unos trabajos especiales, independientemente de la recompensa económica. Pone como ejemplo a Mozart, que podía haber ganado más dinero como mayordomo, pero que prefirió dedicarse a la música. También menciona los currículos de Napoleón y Nelson, como prueba de que en sus inicios descartaron trabajos mejor remunerados porque su naturaleza les empujaba al poder. Todos ellos son ejemplos muy discutibles, pero nos llevan al siguiente punto: su admiración por el fascismo.

Es difícil delimitar hasta qué punto admiraba a algunos fascistas porque su ubicuo sentido del humor permeabiliza toda su obra. Quiero pensar que sus guiños al fascismo, y su admiración por Hitler o Mussolini, son producto de su naturaleza provocadora, de esa manera de escribir tan satírica, rimbombante y a menudo caprichosa. Es decir, en principio cabe pensar que un militante socialista hastiado de la pasividad general de su pueblo, pueda caer en la tentación de usar su sarcasmo para dinamitar esa conciencia pasiva, aunque sea jugando con fuego al piropear a fascistas que enardecen (despiertan) al pueblo. Pero por muy socialista que fuese, no podemos esconder que sus declaraciones sobre estos dictadores iban más allá de histrionismos efectistas; había tanta autenticidad en su admiraciónpor los líderes fascistas, y la rapidez y pragmatismo con que implementaban sus políticas, como en su desprecio a la inoperatividad del sistema parlamentario de partidos. Y ese desprecio por la esterilidad de debates parlamentarios sin fin, era el mismo que sentía hacia ociosos y rentistas. Esos ricos ociosos que no hacían nada útil, que solo se dedicaban a consumir sin producir y que solo vivían del trabajo de sus antepasados, eran para Shaw la consecuencia de un cáncer capitalista que permitía a la décima parte de la población vivir ociosa (o estresada con banalidades) a costa de la cuasi-exclavitud del resto de la sociedad.

Lo que en su tiempo se encuadraba mayoritariamente en la dialéctica humorística y extravagante de un dramaturgo al que se le ríen sus histrionismos, recientemente ha sido juzgado con más seriedad. En 2008 un documental que recopila los horrores del comunismo, trataba de vincular la ideología comunista con el nazismo, al menos en sus formas liberticidas. Para ello se mostraba un vídeo de 1931 en el que Shaw defendía la necesidad de justificar la existencia de cada persona probando su productividad para la sociedad. También usaban una cita de 1934 en la que Shaw instaba a los científicos a inventar un gas para matar lo más humanamente posible. En youtube se puede ver un extracto del documental mencionado.


Lo que el documental no cuenta es que, en el primer caso, el contexto era las alternativas al encarcelamiento, y en el segundo caso, era la hipocresía de las grandes potencias que predicaban el desarme negociando bombas de menor calibre, a lo que Shaw respondía que deberían esmerarse en encontrar un gas que matase de manera más humana. En ningún caso, se estaba refiriendo Bernard Shaw a aniquilar a judíos u oponentes políticos, como el nazismo hiciera años después.

La Sociedad Internacional de Bernard Shaw puntualiza adecuadamente que esas declaraciones no podían asimilarse al nazismo, ya que eran anteriores a la guerra, cuando ni Mussolini ni Hitler podían ser vistos como los asesinos de masas que luego demostraron ser. Pero hay otras muchas declaraciones del estilo que ponen en la picota al dublinés, como esa en la que dice que "si deseamos un cierto tipo de civilización y cultura, debemos exterminar a la clase de gente que no encaja en ella."Incluso sus defensores reconocen que muchos equívocos de sus frases hiperbólicas se los había ganado a pulso por no explicar suficientemente lo que quería decir con ellos; en este caso Shaw prefirió provocar a la sociedad y a los periódicos antes que explicar que para él la mejor forma de exterminar a alguien era la educación.

Pero por mucha ironía que destilara su pluma, había en él una tendencia al totalitarismo. Esa lógica inhumana de que el fin justifica los medios, junto con su insistente defensa de la pena capital y de la eugenesia nos lleva a pensar que en aquellos tiempos un orador como Shaw, por muy amante del escándalo que fuese, no podía ser ajeno a que sus discursos se insertaban en un contexto posibilista, y no solo eran brindis al sol. Parece que su paciente y pacífico fabianismo había llegado a un punto de desesperación: ¿por qué habríamos de esperar a convencer a todo el mundo de la bondad del socialismo cuando los dictadores de la época habían probado que se podían adelantar siglos de reformas tan solo sacrificando algunas confortables nociones de libertad? Así de volátil era Shaw, anti-revolucionario y fabiano en su izquierdismo, al tiempo que admirador del pragmatismo fascista.

¿Pero lo convierte eso en el arquitecto, ideólogo o partidario del Holocausto u otro asesinato de masas? Yo no lo creo. Ni yo, ni parte de la prensa de la época, ni el profesor Leonard W. Conoly, que compara esas sátiras con las de Jonathan Swift escribiera en "Una modesta proposición", en donde instaba a comerse a bebés. Veremos más adelante cuán acertada es la comparación de Conoly, ya que Shaw usó varias veces el mismo ejemplo. La prensa según nos cuenta Dan Stone en su libro "Breeding Superman" (pag.127), "o bien creyó que Shaw hablaba en serio y lo vilipendió, o bien reconoció la naturaleza irónica de su conferencia, y lo subrayó". El Birmingham Daily Mail publicó (pag.128):

"Esto es bastante chocante, pero también es shaviano ["shavian" era la palabra que se acuñó para definir algo típico de Shaw, de su sarcasmo] y como, en cualquier caso, tendrán que pasar muchos siglos antes de que la sociedad asimile una doctrina de ideales tan salvajes, nadie debería preocuparse por el asunto."

Tampoco podemos olvidar que en 1940 fue de los pocos que habló a favor de los judíos cuando el resto callaba (hasta el punto de ser censurado en la BBC justo por excederse con esa causa). En un ejemplo más de sus salidas de tono el escritor dublinés dijo en antena que Inglaterra tenía que haberle declarado la guerra a Alemania en cuanto le robaron el violín a Einstein. También dijo en un artículo del New York Times en 1933 (cuya portada también sale en el documental comentado anteriormente, "La historia soviética"), que si había algo que se les debiera prohibir a los judíos era casarse con judías, ya que estaba convencido de que la mezcla de razas daba mejores individuos. Y esa era su forma de criticar la judeofobia de los alemanes de entonces. Ciertamente cuando la ironía se usa a diestro y siniestro, uno corre el peligro de que no se entienda bien lo que quiere decir (al tertuliano Miguel Ángel Aguilar le suele pasar eso). Dan Stone dice que cuando los medios ridiculizaron sus referencias al uso de la cámara de gas, era eso precisamente lo que Shaw perseguía, llevando a una reducción al absurdo el argumento de los eugenistas con los que no coincidía. No lo sabremos nunca. En todo caso Shaw parece ser que era más partidario de la eugenesia positiva (promover la natalidad de los mejores sujetos), que de la negativa (impedir o dificultar la natalidad de los peores sujetos). En la cita de 1934 en la que insta a los químicos a inventar ese gas indoloro, termina diciendo que "si paramos de luchar ya le encontraremos alguna utilidad en casa". Como se puede ver, al jugar con la ironía uno puede refugiarse en un campo y en otro.

Pero... ¿qué dice el autor en el libro que nos ocupa? En este manual Shaw hace referencia a Hitler,  Mussolini, Mustafa Kemal, Reza Pahlavi y Kemal Atatürk entre otros dictadores (a Stalin apenas lo menciona un par de veces, como veremos en el último capítulo). Para Shaw estos dictadores eran algo así como Napoleones Bonaparte en potencia. Era demasiado pronto para saber si podían terminar en algo bueno, o se quedarían en simples enfermos mentales para la posteridad. Pero sin duda les reconocía la virtud de movilizar a la mayoría de la población contra las múltiples minorías que no paraban de parlotear y no hacer nada. Eran "aventureros" y "locos". De Mussolini dice que consiguió que los trenes italianos llegasen en hora, que hasta el momento había mantenido la cordura y que en general disciplinó a la población. Esa función preparatoria del fascismo, que hace que el pueblo adquiera una visión corporativa de sí mismo, es parecida al comunismo. "Ambos reducen la libertad y la democracia tal como la entienden los liberales." Como se puede ver Shaw condenaba la democracia formal que dejaba de lado a los más pobres, y no veía nada censurable en cargarse el sistema parlamentario, si era para un fin mayor. Y Shaw es consciente de que el fascismo lo hace, abusando de la población, con demagogia y censura, y sin embargo no hacía juicios morales al respecto, tan solo comentaba con frialdad el método. Es muy típico de él alejarse de valoraciones morales, simplemente lleva hasta las últimas consecuencias los postulados que analiza, y no se detiene en sentimientos ni sentimentalismos que le puedan distraer de su objetivo. No le interesa conocer el corazón del sistema, sino su eficacia para mejorar el mundo, no en vano se denominaba a sí mismo un "mejorador del mundo" ["world betterer"].

A continuación un pasaje en el que da muestras de lo que digo, sacado de su nota introductoria incorporada al libro en 1937.

El fascismo fracasa, no en la libertad y la democracia, ninguna de las cuales tiene una existencia real en el capitalismo desarrollado, sino en la distribución; y, si el fascismo remedia ese extremo, se convierte en comunismo. [...]
En todo caso, este libro trata del socialismo y de sus requisitos. No se ocupa de hasta qué punto podemos llegar a considerar necesario matarnos unos a otros para convertirlo en realidad.
Y en éste nos explica con asepsia amoral como puede funcionar, en un principio, el fascismo:
Cuando el líder habla de los liberales y de su bolsa de derechos y libertades con un desprecio magistral, y pide disciplina, orden, silencio, patriotismo y devoción al Estado que él encarna, el pueblo responde con entusiasmo y deja que los liberales se pudran en las islas penales, campos de concentración y cárceles en los que los han encerrado o en las calles en donde han sido asesinados. [...] Mientras tanto, el líder se ocupa de que haya mucho esplendor, oratoria romántica, propaganda de prensa, enseñanza fascista en las escuelas y universidades y la menor crítica posible de su gobierno. Y así, durante un tiempo, con un buen líder, el fascismo prospera y es plenamente popular y democrático. Por eso, más allá y por encima del hecho de que el ciudadano medio es fascista por naturaleza y educación, y que los reformistas y revolucionarios no son para él más que una minoría de chalados sediciosos, hay siempre una tendencia práctica al fascismo.

Sin embargo, aquella valoración positiva inicial de los fascismos, se vio rectificada a medida que avanzaba la guerra. En la práctica no apoyó a Alemania durante ninguna de las dos guerras mundiales. En la Primera Guerra Mundial se ganó muchas antipatías por criticar a los suyos y al Tratado de Versalles, pero al final se posicionó del lado de Inglaterra hasta el punto de donar el equivalente a casi 3 millones de los euros actuales. Y en la Segunda Guerra Mundial, pese a todos sus piropos iniciales al fascismo (algunos duraron hasta mucho después) el caso es que pidió la intervención de EEUU para quitar de en medio al loco (madman) de Hitler.

Leslie Evans analiza en profundidad estos aspectos (otros con menos fortuna, como la descontextualización del documental previamente citado, a la que no hace referencia), en su ensayo "George Bernard Shaw: ¿Puede su reputación sobrevivir a su lado oscuro?". Resulta muy interesante leer (solo en inglés) su ceguera para ver los crímenes de la URSS, su  relación con Churchil o con George Orwell, el contexto histórico de Shaw y sus coetáneos en donde prácticamente nadie se salva de ser antisemita, racista o eugenista. De ese ensayo me quedo con la acertada presentación que Evans hace:


Siempre un iconoclasta, las opiniones de Shaw, aunque generalmente de izquierdas, cruzaron todo el mapa, y por lo general buscaban impactar con un toque cómico, consiguiendo cabrear a casi a todo el mundo en algún momento.

En cuanto a sus objeciones teóricas contra el fascismo, tampoco eran de fondoNo solo porque si "dejan el fascismo en manos incapaces o crueles, pueden darse resultados que en el mejor de los casos son deplorables y, en el peor, diabólicos", ni tampoco solamente porque el fascismo tenga "un apetito romántico por la gloria militar"... la censura final del fascismo es meramente instrumental; no sirve a los fines de emancipación del pueblo. Y no lo hace por culpa de los líderes fascistas, a quienes parece perdonar todos sus excesos, sino por culpa del pueblo. Puede que alguno de esos "genios" fascistas que rozan la locura pretenda sinceramente obligar a las clases pudientes a bajar de sus escaños, pero el pueblo fascista está con los poderosos y dispuesto a llevar al abismo y la destrucción a todos los demás. El pueblo no propugna ninguna igualdad económica.
Puede confiarse en que la organización de la ignorancia popular y la locura romántica trastornen a gobiernos incompetentes, idolatren a un líder,  enloquezcan de exaltación patriótica ante el espectáculo de soldados marchando hacia la guerra, chillen hasta enronquecer en desfiles y discursos solemnes y, sobre todo, roben maltraten, aprisionen y despedacen a las pequeñas organizaciones de los pobres por presuntuosas, sediciosas y peligrosas. Ahora bien esta no es la manera de salvar la civilización: es el ancho camino hacia la destrucción. [...] En su indignación virtuosa, son capaces de quemar una mantequería irlandesa, una Sociedad de la Amistad italiana, el almacén de una cooperativa, una oficina sindical o una imprenta de prensa roja, pero pídales que quemen una casa de campo, que saqueen el Banco de Inglaterra o que linchen a un ministro del gobierno conservador y llegarán a la conclusión de que está usted loca o que se ha unido a los rojos. El líder fascista, como nuestra vieja amiga la aprendiza de bruja, descubre que es capaz de evocar a los demonios bastante fácilmente pero no conoce el hechizo para exorcizarlos una vez le han servido bien.
Así, cuando el líder ha jugado con los pobres tratándolos como si fueran bolos y, tras haberlos desvalijado de sus ahorros, descubre que para llevar a cabo proyectos realmente grandes de reconstrucción social debe proceder a desvalijar a los ricos, se encuentra impotente.
[...]
Aún cuando el fascismo disciplina, racionaliza y economiza la industria, el efecto es dejar sin empleo a más trabajadores [...].
Para finalizar este largo prolegómeno sobre su relación con el fascismo, diré a modo de defensa que las exageraciones eran herramienta común en su prosa, e intentaré describir el modus operandi de su escandalosa retórica. Ya he dado algunos ejemplos, como el del violín de Einstein o la prohibición a los judíos de casarse con judías. Enumeraré otros más a continuación. El primero es sobre la superpoblación, que más adelante comentaré más en profundidad, pero por ahora solo quiero exponer un párrafo en el que, como habitualmente hace con sus exageraciones, decía una barbaridad para llamar la atención. Una vez captada la atención, la  rechaza por reducción al absurdo, o simplemente porque independientemente de ser una barbaridad, no era efectiva, o porque había algo peor que aceptábamos como normal.

Si nuestra población sigue aumentando tendremos que considerar si la reducimos, como reducimos la población de gatos, ahogando a los bebés que sobren en cubos de agua, lo que no sería más malvado que la inevitable mortalidad infantil o el aborto quirúrgico al que se recurre en el presente.

En alusión a la necesidad de educar a los niños, aún cuando esa educación pueda ser mal empleada en el futuro:

Es verdad que enseñándole a escribir también [...] se le abre el espíritu a libros estúpidos y se le pone en las manos la posibilidad del mayor derroche de tiempo: las novelas que no vale la pena leer (es decir, el 99%) [...] podría usted negarse a enseñarle a usar el cuchillo para cortar su comida sobre la base de que también aprenderá a cortarle el cuello al bebé.

Sobre la necesidad de los impuestos:

Ese sentido común no siempre es innato. Parte de él sí lo que lo es: por ejemplo, una mujer sabe sin que se lo digan que no tiene que comerse a su bebé y que debe alimentarlo y criarlo al precio que sea. Sin embargo, no siente lo mismo ante la obligación de pagar impuestos y tributos, aunque esto sea tan necesario para la vida de la sociedad como la cría de bebés para la vida de la humanidad.
Sobre la I Guerra Mundial... aunque quizás este ejemplo no sea tan descabellado como parece:
No cabe duda alguna de que sería un remedio heroico para todo este trágico malentendido que ambos ejércitos les pegasen un tiro a sus oficiales y volviesen a casa a recoger la cosecha en sus pueblos y hacer la revolución en sus ciudades.[Mi traducción.]

 CÓMO REPARTIR LA RIQUEZA

Si tenemos en cuenta la extensión y pretensión del autor, debería haber empezado por su preocupación principal: la economía. Una economía socialista pero con un añadido absolutamente irrenunciable: la igualdad de renta. Tanto más da si eso lo aprobaban en la URSS o si lo dijo Marx o no. Para Shaw el que la gente cobre diferentes salarios es la raíz de todos los males. Si nos ofende en alguna medida la pobreza en un mundo de riqueza, debemos cuestionarnos la distribución de la riqueza.

No hay que perder de vista que estas propuestas que ahora nos parecen disparatadas, se hacen a principios de siglo XX, cuando la teoría de la organización del trabajo y las alternativas al capitalismo están naciendo. 

Es necesario trabajar para sobrevivir. La riqueza no llueve del cielo, los bienes y servicios salen de nuestro trabajo, bien sea de nuestros impuestos o de nuestra producción directa. Al pagar impuestos lo hacemos según nuestros ingresos y practicamos el comunismo, porque obtenemos servicios de puestas en común. En una ciudad moderna nadie dice que no quiere pagar alumbrado porque no sale por las noches, o no quiere pagar un puente porque vive lejos y nunca lo usará. Todos sabemos que hay algunas cosas que todos debemos pagar para hacer que la vida en sociedad sea más fácil y más digna para el conjunto. El estado debe pagar los bienes comunes, y no se equivocará porque son cosas necesarias para todos, para la comunidad en su conjunto. Pero ¿y las cosas que no todos compartimos? Si el estado tuviese que pagar cada capricho individual sería imposible acertar, y nos encontraríamos con excedentes de gramófonos o escopetas.

"Ni siquiera podrían venderlos porque todo el que los quisiera ya los tendría. Irían a parar a la basura. Solo hay una manera de superar esta dificultad. En lugar de dar cosas a la gente, hay que darle dinero para que compre lo que quiera. [...]
Para eso sirve el dinero: nos permite conseguir lo que queremos y no lo que otros piensan que queremos.[...] el dinero en sí es uno de los dispositivos más útiles jamás inventados: no es culpable de que alguna gente sea lo bastante estúpida o miserable para que le guste más que su propia alma.

Una vez aclarada la necesidad de repartir cantidades monetarias, hay que mojarse y señalar qué cantidad le toca a cada uno. Shaw analiza 6 propuestas para desmontarlas y dejar como única opción la 7ª, que es el socialismo.

1ª) A CADA CUAL SEGÚN LO QUE PRODUCE
Es prácticamente imposible saber lo que produce cada uno, porque a menos que vivas como Robinson Crusoe en una isla, lo que tú produces está inextricablemente mezclado con las aportaciones de muchos miles de personas y sectores productivos diferentes. Por no hablar de que muchos trabajos no producen nada, sino que ofrecen servicios. Para salvar este obstáculo podríamos medir el tiempo empleado en trabajar, pero esto también encierra ciertas dificultades. En primer lugar algunos precios/unidad de tiempo son diferentes, y tienen que serlo necesariamente porque tras la hora de un médico hay muchos años de estudio que no hay en otros trabajos no cualificados. Pero el embrollo es contabilizar exactamente esas diferencias. Dejarlas simplemente a la ley de la oferta y la demanda puede establecer unas diferencias tan caprichosas como aberrantes. El minuto del zapatero puede ser 3000 veces inferior al del futbolista, y eso es algo que el autor rechaza de plano.

2ª) A CADA CUAL LO QUE SE MERECE
Se nos inculca que si eres trabajador y honrado prosperarás, y de lo contrario te tendrás merecida la pobreza. Pero olvidamos que el mundo en el que nacemos heredamos unas condiciones de partida que falsean esos supuestos méritos. Algunas veces, incluso hasta volverlo todo del revés: algunas personas ociosas son muy ricas, mientras que otras que no paran de trabajar son, y seguirán siendo, muy pobres. Y aun olvidando ese detalle ¿cómo podríamos calcular el mérito, la actitud o las bondades personales en dinero?

¿Tiene que recibir el herrero tanto como el cura, dos veces más que el cura, la mitad que el cura, o cuánto más o menos? No sirve para nada decir que uno debería recibir más y el otro menos: tiene que estar dispuesta a decir exactamente cuánto más o menos en una proporción calculable.
Bien, piénselo. El cura ha tenido una educación universitaria, pero eso no es mérito suyo sino que lo debe a su padre y, por tanto, no puede adjudicársele nada por esta razón. Sin embargo, gracias a esto puede leer el Nuevo Testamento en griego, algo que no puede hacer el herrero. Por otro lado el herrero puede hacer una herradura, mientras que el párroco no. ¿Cuántos versículos del Nuevo estamento griego equivalen a una herradura? Solo necesita formular esta pregunta estúpida para ver que nadie puede responderla.
[...] en el momento en el que nos llevan de las generalidades morales a detalles concretos se hace evidente para cualquier persona sensata que no puede establecerse relación alguna entre cualidades humanas, buenas o malas, y sumas de dinero, grandes o pequeñas.

3ª) A CADA UNO SEGÚN LO QUE PUEDA CONSEGUIR
Esto es la ley de la selva, en donde los más fuertes aplastarían a los más débiles. En la actualidad muchos negocios funcionan así, no por la violencia, sino por el poder de establecer precios que no se ajustan al valor real. "El alquiler de una casa puede elevarse sin tener en consideración el coste real de las casas ni la pobreza del inquilino." Son tantas las situaciones indeseables que suceden bajo este sistema que constantemente se aprueban leyes para limitar esa libertad.

4ª) LA OLIGARQUÍA
Bernard Shaw desarrolla aquí una graciosa y contradictoria forma de defender el elitismo, al menos en la teoría, porque luego en la práctica él mismo reconoce que no funciona. Hacer que 9 personas trabajen  mucho para que una pueda ser rica, no es para Shaw, nada reprobable, porque la intención original (no sé de donde puede haberse sacado eso) sería que esa persona elegida pueda cultivarse culturalmente y se forme para dirigir un país en beneficio de todos.

Y es evidente que, si se tomaran las rentas de los ricos y se dividieran entre los pobres, estos serían muy poco menos pobres, el suministro de capital se detendría porque nadie podría permitirse ahorrar, las casas de campo caerían en ruinas y el conocimiento, la ciencia, el arte, la literatura y todo lo que llamamos cultura desaparecería. Este es el motivo por el que tanta gente, aunque sea pobre, defiende el sistema actual y se mantiene fiel a la nobleza.

La nobleza no solo garantizaba la cultura sino que, según Shaw, se le dio dinero con ese fin. Sin embargo, y a pesar de sus "mejores intenciones", la nobleza al alejarse de la realidad del pueblo, terminó abusando y despilfarrando lo que se le había dado y por tanto perdió su razón de ser.

Pero aún le queda un pretexto a la nobleza para existir; el formar una élite de ricos nos permite que los grandes capitales se concentren y fomenta el ahorro necesario para luego gastarlo en "ferrocarriles, minas, fábricas llenas de maquinaria y todas las demás innovaciones" que nos hacen avanzar con comodidades.

El argumento es que si los ingresos se distribuyen con mayor igualdad, tendríamos todos tan poco dinero que nos veríamos obligados a gastarlo todo y no ahorraríamos nada para hacer máquinas, construir fábricas y ferrocarriles, cavar minas y cosas similares. bien, sin duda es necesario que la civilización disponga de esos ahorros, pero cuesta imaginar una manera de conseguirlo más derrochadora.

Se defienden diciendo que no hay otra manera de hacerlo, pero sí la hay: la nacionalización de la banca.

5ª) LA DISTRIBUCIÓN POR CLASES

Consiste en hacer que la gente cobre en función de su trabajo. Los basureros cobran una cosa y los médicos otra. Según el autor, es el sistema que hay ahora, bueno, ahora y entonces (en 1928). Pero no ayuda mucho, porque también lo dice del resto de propuestas. Esto es un ejemplo más de sus contradicciones, porque si todos los sistemas son lo que suceden en la realidad, entonces parecería que todo puede coexistir en ciertas proporciones, y seguramente el socialismo también podría existir sin tener que destruir el resto de sistemas. En cualquier caso, si unos reciben más que otros no es porque exista una ley que así lo diga, sino porque lo hemos dejado al albur del sistema. Unas veces se paga más al más refinado, pero otras no. Muchas fortunas se han hecho por hombres sin educación alguna. Y otros con educación  están hundidos, y sin propiedades su refinamiento puede incluso ser un obstáculo para ganarse la vida en un ámbiente de iletrados. Y si a alguien se le ocurre que la justificación para pagar según la clase social es debido a que cada clase tiene diferentes necesidades, Shaw nos recuerda que la misma asignación que sirve para alimentar al rey sirve también para alimentar a un trabajador. Algunos trabajadores comen incluso más que el rey. Tampoco se les paga en función de su autoridad ni responsabilidad. "El coronel de un regimiento puede ser el hombre más pobre de la mesa de la cantina". Y "los millonarios que conducen coches caros obedecen a los policías". Indudablemente los poderosos pueden despedir al trabajador, y eso es un poder muy real, pero no es la autoridad que por ley se le otorga a quienes tienen la responsabilidad de gobernarnos.

6ª) EL "LAISSEZ FAIRE"
Esta sería la político de dejarlo todo como está, o más bien que encargue el mercado solo de arreglarlo tal como salga. Esto es una irresponsabilidad de estado, porque ningún estadista en sus cabales rechazaría por principio la opción de planificar o intervenir. "Sería como dejar de barrer la habitación y confiar en encontrarla exactamente igual al cabo de un año." Es la opción del liberalismo económico más puro.


NI POBRES NI RICOS
En cualquier caso, el sistema ideal debería ser capaz de erradicar la pobreza. Y no solo por motivos humanitarios con el pobre, sino porque es perjudicial para el país. Al pobre no se le debería permitir ser pobre, ni aun cuando insistiera en serlo, o se lo ganase a pulso. Nadie se puede permitir la irresponsabilidad de pensar que la pobreza es una merecida condena, porque tiene que haber otras formas de castigo que no sean tan perniciosas para el resto de la sociedad. La pobreza es "una molestia pública además de una desgracia privada."¿Y los ricos? Podemos definir la pobreza, pero definir un lujo es más difícil. ¿Qué significa tener "lo suficiente"? Los ricos sufren incluso más que los pobres, porque siempre andan preocupados con sus propiedades y con mantener su estatus (no sabría decir hasta que punto Shaw usa la ironía o realmente se cree lo que está diciendo). Siempre necesitan más, pero nadie puede decir cuánto es lo suficiente, así que la mejor solución es darle a cada uno lo mismo.

LA EUGENESIA
La igualdad de la renta obtendría el mismo resultado que se persigue con la eugenesia, pero sin violentar libertad alguna. Los partidarios de la eugenesia quieren tratar a los seres humanos como animales, dirigiendo su reproducción para obtener mejores especímenes. El problema con los seres humanos es que, de nuevo, no nos pondríamos de acuerdo en que modelo de ser humano es al que debemos aspirar. Y aunque nos pusiéramos de acuerdo, dirigir la reproducción es impracticable. Lo mejor es dejar que la naturaleza haga su trabajo.

Algunos dirán que eso es "exactamente lo que hacemos en el presente", pero es precisamente lo que no hacemos en el presente. ¿Hasta qué punto podemos elegir cuando llega el momento de elegir pareja? La Naturaleza puede señalarle una pareja a una mujer haciendo que se enamore a primera vista del hombre que sería mejor para ella, pero a no ser que este hombre tenga más o menos la misma renta que el padre de la mujer, queda fuera de su clase y de su alcance, tanto si es por arriba como por abajo. De este modo la mujer descubre que tiene que casarse no con el hombre que le gusta, sino con el hombre que puede conseguir, y a menudo no son el mismo hombre.
[...] no tienen los mismos modales y hábitos y no es de recibo que personas con modales y hábitos diferentes vivan juntas. Y es la diferencia de renta lo que marca la diferencia de modales y hábitos.[...]
En estas circunstancias nunca conseguiremos una raza bien criada, y todo por culpa de la desigualdad de la renta. Si todas las familias fueran criadas al mismo coste, todos tendríamos los mismos hábitos, actitudes, cultura y refinamiento, y la hija del basurero podría casarse con el hijo del duque tan fácilmente como el hijo de un corredor de Bolsa se casa ahora con la hija de un director de banco. Nadie se casaría por dinero, porque no habría dinero que ganar o perder en un matrimonio. [...] Si en estas circunstancias la raza no mejora, querría decir que es inmejorable.

SOÑAR CON SER RICO: UN INDIVIDUALISMO IRREFLEXIVO

La desigualdad de la renta es el origen de casi todos los males de nuestra sociedad. Desde la obscena diferencia entre ricos y pobres, hasta la guerra, las huelgas, las envidias, rebeliones y resentimientos de clases. La justicia no es igual para todos, por culpa de la diferencia de renta. Los ricos hacen las leyes para sí mismos, no van a hacerla en contra de sus intereses. La información tampoco es libre por el mismo motivo.

[...] los periódicos son propiedad de hombres ricos y dependen de los anuncios de otros hombres ricos. Los editores y periodistas que expresan por escrito opiniones contrarias a los intereses de los ricos son despedidos y sustituidos por otros más obsequiosos. Por tanto los periódicos tienen que seguir el trabajo empezado por las escuelas y las universidades [...] la influencia combinada e incesante del Parlamento, los tribunales de justicia, la Iglesia, las escuelas y la prensa. Se nos educa a todos para que nuestro juicio sea débil a fin de hacernos esclavos dispuestos en lugar de convertirnos en rebeldes.

Si toleramos esto es porque en nuestro foro interno, soñamos con ser ricos. Y también porque no pensamos el coste global, solo pensamos a corto plazo y de manera individual. Nos gusta la vida de los ricos, aunque la envidiemos.

A la gente común irreflexiva le gusta tanta exquisitez. Lee con entusiasmo todo lo que se refiere a ello y observa con interés las imágenes de los periódicos ilustrados, mientras que cuando lee que ha aumentado o disminuido el porcentaje de niños que mueren con menos de cinco años, no ve en ello nada más que una fría estadística que hace que el periódico sea aburrido. Solo cuando la gente aprende a preguntarse: "¿Es bueno para todos nosotros siempre, además de divertirme a mí durante cinco minutos?" está en camino de comprender que una mujer vestida a la moda puede costar la vida de diez bebés.
EL INCENTIVO Y LA SUPERPOBLACIÓN

En los tiempos de George Bernard Shaw había mucho clasismo y muchos pensaban que los pobres merecen su pobreza, y que pagar a todos el mundo por igual, no salvaría a los derrochadores y viciosos de su destino paupérrimo. Shaw desmonta tal argumento con la prueba de que la igualdad de la renta ya es una realidad entre las personas de una misma profesión, sin que ninguna de ellas se haya hecho más rica o más pobre por esa razón. Pero el hecho de que funcione entre profesiones iguales, no es prueba, tal y como Shaw defiende, de que pueda funcionar entre profesiones diferentes.

El principal escollo a su pasión por la igualdad de la renta es el incentivo. ¿Qué pasaría con los trabajos que nadie quiere realizar? Los trabajos sucios por ejemplo. Bueno, muchos trabajos bien pagados y bien considerados, son tan sucios como el de basurero. Los cirujanos, enfermeras, forenses y comadronas realizan un trabajo objetivamente sucio, pero no están mal considerados porque cobran bien. "Si todos los basureros fueran duques, nadie pondría objeciones a la basura", según sus propias palabras.

¿Y qué pasaría con aquellos que desean trabajar más para ganar más? No tendrían incentivo si todo el mundo debe cobrar lo mismo. A esto Shaw responde, que en general los trabajos de la época son en fábricas y dependen de muchos otros trabajadores, y no solo del que quiere ganar más dinero trabajando más tiempo. En cualquier caso el problema con los trabajadores que quieren  trabajar más no es que quieran vivir mejor, sino que no pueden sobrevivir con lo poco que cobran, y por eso necesitan trabajar más.

El mundo es muy diverso y siempre hay gente que le gusta lo más inverosímil. Pero aún así es mucho más fácil encontrar a un chico que quiera ser jardinero que alcantarillero. La solución para igualar el atractivo de las diferentes ocupaciones es el ocio. Los que luchaban por la jornada de 10 horas diarias, no es que quisieran trabajar menos, sino que deseaban más tiempo libre para su familia y sus hobbies. Dar menos horas de trabajo, más vacaciones o una jubilación más temprana a los trabajos menos deseados, podría ser una buena medida compensatoria mientras se mantiene la igualdad de la renta.

La superpoblación también es un obstáculo para que todo el mundo cobre por igual, porque las familias con mayor número de hijos serán necesariamente más pobres que los que tienen menos. Shaw no está de acuerdo con que haya demasiadas personas en el mundo, sino que lo que sobran son personas ociosas y trabajadores perdiendo el tiempo manteniendo a esos ricos ociosos. Cuantos más habitantes, más trabajadores especializados, más eficiencia, más ahorro de tiempo que puede emplearse en construir máquinas que maximicen los beneficios. Las cabezas pensantes que dirigen, tan necesarios como los peones, tienen más mano de obra con la que todo crece exponencialmente. Pero, por supuesto que habrá un límite para la naturaleza, en el que ya no podemos producir más alimentos para todo un mundo superpoblado. En ese punto, al que todavía no hemos llegado, Shaw propone algo que le repugna pero que considera necesario: la contracepción. Los motivos por los que detesta el control de la natalidad, o por los que considera el aborto una práctica criminal (no se sabe si se refiere a abortos forzosos o libres), ni los explica ni posiblemente estuviera dotado del conocimiento que tenemos hoy en día para emitir nuestras opiniones.

Mueren muchos más niños de las clases inferiores que de las superiores, y la Naturaleza, en su misterioso saber parece que lo remedia haciendo cada vez más prolíficos a los pobres que a los ricos, aunque estos no practiquen el control de la natalidad. Y precisamente guiándose por esa sapiencia misteriosa, Shaw concluye que "el camino más sensato es mejorar la condición del mundo y esperar a ver lo que ocurre". Una vez más, su criterio adolece de rigor científico, ya que ni siquiera hace mención a la teoría malthusiana ni por supuesto a sus posteriores detractores.


LA IGUALDAD DE OPORTUNIDADES NO EXISTE

Hay una gran cantidad de personas que se califican de socialistas y que no saben con claridad y cabalmente lo que es el socialismo, que se sorprenderían y horrorizarían si les dijera que usted está a favor de repartir la renta del país de manera equitativa entre todos sin hacer distinción alguna entre nobles y jornaleros, niños lactantes y adultos capaces, borrachos y abstemios, arzobispos y sacristanes, pecadores y santos. Le asegurarían que todo eso es una mera ilusión ignorante del hombre de la calle y que ningún socialista culto cree en una absurdidad tan insensata. Lo que quieren, le dirán, es una igualdad de oportunidades, por lo que supongo que entienden que el capitalismo no importaría si todo el mundo tuviera las mismas oportunidades de llegar a ser capitalista, aunque no pueden explicar cómo puede establecerse la igualdad de oportunidades si no hay igualdad de renta. La igualdad de oportunidades es imposible.

LA RECTITUD PERSONAL Y LA CARIDAD NO SON EJEMPLOS DE SOCIALISMO

Recibimos una educación tan individualista que nos incita a pensar que, una vez convencidos de la necesidad de igualar la renta del país, debemos predicar con el ejemplo y mostrar coherencia entre nuestros planes políticos y nuestra vida doméstica. Pero a Shaw le parecen pueriles esas polémicas de si un ministro socialista debe tener coche o si debe vender todas sus pertenencias para comenzar a hacer socialismo en su propia casa. El socialismo es fundamentalmente una cuestión de derecho. Solo cuando el estado sea "propietario, financiero y empresario nacional" podrá organizar el trabajo y la renta, y lo hará por ley. La pobreza será prohibida y perseguida, no se permitirá a una persona ser pobre ni aunque quiera. Y la caridad tampoco es vista con buenos ojos, porque ensalza el sentimentalismo relegando a un segundo plano el compromiso de cambiar las cosas.

A menudo conciben el socialismo como una empresa caritativa en beneficio de los pobres. Nada puede estar más lejos de la verdad. El socialismo aborrece la pobreza y suprimiría a los pobres. La primera cualidad de un buen socialista igualitario es una aversión y desaprobación sinceras de la pobreza como tales. En el socialismo, se perseguiría a una persona por ser pobre como ahora se la persigue por ir desnuda. El socialismo detesta la caridad, no solo por motivos sentimentales, porque llena de orgullo a los donantes, de humillación a los pobres y a ambos de odio, [...] Aquellos a quienes gusta el papel de buen samaritano deberían recordar que no puede haber buenos samaritanos sin ladrones. Los salvadores y los redentores pueden ser figuras espléndidas en las hagiografías y los romances pero, como no podrían existir sin pecadores ni víctimas, son malos síntomas.
Las virtudes que se nutren del sufrimiento son muy cuestionables. Hay personas que rondan siempre los hospitales, sociedades benéficas, centros de socorro y organizaciones similares, pero, si se eliminara la necesidad de sus acciones benéficas, podrían dedicar su energía a mejorar sus cualidades y aprender a ocuparse de lo suyo. En el mundo siempre habrá necesidad de bondad, pero no debe desperdiciarse aplicándola a evitar el hambre y las enfermedades que pueden prevenirse. Mantener la existencia de estos horrores a fin de ejercer nuestra solidaridad es como incendiar nuestra casa para que las brigadas de bomberos puedan ejercitar su vigor y osadía. Es la gente que detesta la pobreza, no la que se solidariza con ella, la que acabará con ella. La caridad, aunque no puede interrumpirse en el presente y que sin ella tendríamos motines a causa del hambre, y posiblemente revoluciones, es un mal.
EL CAPITALISMO
Llamar capitalismo al sistema que acumula capital no está mal, pero induce a pensar que los que se oponen al mismo quieren destruirlo. Lo que quieren los socialistas es dirigir ese capital, sin el cual no sería posible el progreso. Quieren que la decisión de cuanto pagar a cada a cada uno y de cuando cerrar una empresa porque ya no es rentable depende de un dueño colectivo; el pueblo y sus intereses. El capitalismo presupone que debido a una supuesta naturaleza humana, egoístamente incorregible, solo nos queda la opción de que unos propietarios privados, luchando por sus intereses consigan hacer progresar al país, aún a riesgo de ciertos abusos que derivan de su egoísmo. El papel del estado en dicho sistema se limitaría a garantizar la legalidad de un derecho privado que garantice la propiedad privada de la tierra y el capital. El socialismo está en contra de la propiedad privada real, no contra la propiedad personal que son nuestros bienes habituales. La diferencia la explica con el ejemplo del paraguas. El que tiene un paraguas no es en realidad una posesión real con la que puede hacer lo que le plazca. No puede pegar a la gente el paraguas, es decir, tiene ciertas limitaciones en su uso. Sin embargo con la tierra, debido a que la ley la establece como una propiedad real, puede echar de su casa a una mujer con su hijo recién nacido. Eso nunca sucedería en el socialismo, porque el socialismo está a favor de propiedades personales, pero en contra de propiedades privadas.

En realidad el capital es simplemente el dinero sobrante que queda tras haber satisfecho las necesidades básicas. Hay quien piensa que la esencia del capitalismo es ahorrar y guardar el dinero en un calcetín y así convertirse en capitalista. Pero el dinero guardado es perdido, hay que gastarlo. Esto es difícil de entender, si por ejemplo, guardas el dinero para cuando lo necesites en el futuro, parece una medida sabia. Pero no podemos olvidar que el dinero no tiene valor por sí mismo, solo es un medio para conseguir subsistir comprando alimentos. Los alimentos son perecederos, y el valor del dinero se devalúa constantemente. A veces en diez años, o a veces en minutos si se está en guerra. La clave está en gastarlo y aumentar su renta al hacerlo.

¿Cómo puede conseguirse eso? Con la inversión. Si con lo que te sobra de una cena, invitas a alguien a cenar con el compromiso de que ese alguien te devuelva otra cena dentro de un año, habrás dado uso a tus sobras (que de otra manera se pudrirían) y te aseguras una cena para el futuro. No nos podemos fiar de que los pobres puedan cumplir su compromiso, pero hay muchas personas ricas (los banqueros saben encontrarlas) que quieren excedentes de comida no para sí, que ya tienen con lo que alimentarse, sino "para alimentar a los hambrientos en los que no se puede confiar, no con la esperanza de que les devuelvan la invitación al año siguiente, sino para que hagan inmediatamente algún trabajo que más adelante producirá dinero."

Ese es el sentido de la inversión capitalista. Una inversión imprescindible para el progreso, pero que en ningún modo tiene que ser forzosamente privada. Los inversores privados no invertirán en servicios importantes para la población ni en aquellos que no pueden explotar, y de los que sí pueden explotar solo lo harán con los más rentables a corto plazo. Eso no sucedería si la inversión estuviera en manos del estado. Con la inversión tecnológica sucede lo mismo. La mejora de la revolución industrial, de la especialización y del abaratamiento de producir las cosas es obvia, pero el hecho de que no siempre nos beneficiemos de dicha mejora es culpa del capitalismo, no de la capitalización.

EL AUTOR SE DECLARA CAPITALISTA CONVENCIDO DEL SOCIALISMO

No hace falta que usted tenga el mismo desconocimiento de mí que yo de usted y será mejor que sepa con quién está tratando. Yo soy propietario y capitalista, [...] Yo me opongo a la desigualdad de la renta no como persona con una renta pequeña, sino como alguien con una renta mediana alta. Pero se lo que es ser proletario, y además pobre.[...] Yo conozco por experiencia personal todas esas carencias, excepto el hambre de verdad y la falta de techo, que nunca debería experimentar nadie. Si digo que las uvas están verdes, no debe sospechar que es porque están fuera de mi alcance: las tengo en mis manos, maduras y sabrosas.

EL PRECIO DE LAS COSAS, LOS IMPUESTOS Y EL SOCIALISMO REAL QUE SE PRÁCTICA EN PAÍSES CAPITALISTAS.

Debido a que debemos costear el beneficio del capitalista pagamos las cosas a un mayor precio del que valen. Con la nacionalización evitaríamos ese sobrecoste. La nacionalización prorratea el coste de los productos más costosos con los más baratos y ofrece al consumidor un precio prorrateado. El autor pone como ejemplo de negocio nacionalizado el servicio de correos, junto con otros muchos que nadie cuestiona, pero que están igualmente nacionalizados y funcionan perfectamente, pero que no se quiere airear no vaya a ser que cunda el ejemplo y la gente piensa en la opción de nacionalizarlo todo, como pretende el autor. Las cartas a entregar en pueblos lejanos son muy costosas, y las que se entregan a dos manzanas de su procedencia, apenas generan gasto alguno. Por eso se prorratea el gasto y se cobra por igual. Pero como la mayoría de las empresas no están nacionalizadas, como es el caso del suministro del carbón, los propietarios ponen el precio más alto para compensar los gastos de, en este caso, los costes mayores de extracción en aquellas minas con dificultades. Nunca se les ocurre poner el precio que se deriva de las minas con extracciones más sencillas. Ni por supuesto, subir el sueldo a los mineros en donde el carbón es más caro. En resumen, se aprovechan de esa diferente contabilidad, para quedarse con el mayor precio y así aumentar sus beneficios a costa del consumidor, que siempre paga el mayor de los precios.

El mejor ejemplo de cómo funcionan los precios bajo el socialismo son los impuestos. Con los impuestos uno paga exclusivamente el coste de producción. No hay necesidad de recaudar beneficios para dárselos al capitalista. Los impuestos tienen un espíritu socialista sean del país que sean. Tanto es así, que el hecho de que los impuestos sean progresivos, es decir, que paga más el que más tiene, tiene su máxima expresión en la recaudación por el impuesto de la renta. Nadie se para a pensarlo, pero esto es puro socialismo según Shaw. Y la aceptación popular de estas medidas solo se explica porque no se evita calificarlas de socialistas, pero lo son. Los ricos pagan al gobierno más que los demás, por pura coacción, solo por ser ricos, y sin ninguna compensación. Pero más allá de esta teoría fiscal, el mundo está muy lejos de acercarse al socialismo. Incluso los impuestos, son a menudo producto de unos servicios que el estado tiene que comprar a unos proveedores capitalistas que han recargado sus precios y que nos son repercutidos. Por no hablar de los impuestos indirectos, que pagan por igual ricos y pobres, en el momento de la compra. Aún así los impuestos y tasas son necesarios, aunque puedan desviarse de su esencia socialista y explotar al pequeño contribuyente en algunos casos.

LA GLOBALIZACIÓN Y EL IMPERIALISMO SON MUY VIEJOS

Cuando leemos algunas páginas de este libro, nos da la impresión de que la historia de repite una y otra vez. El dilema de dejar que una empresa se vaya al extranjero para abaratar costes ya existía antes de que ninguno de nosotros hubiese nacido, ya se decía que "el capital no tiene patria ni conciencia". Shaw contempla la hipótesis de que si la renta que vuelve al país es mayor que la inversión que salió de él, entonces la operación mereció la pena. Pero aduce que una vez que los trabajadores fabriles se quedan sin trabajo porque los capitalistas se lo han llevado fuera, se ven forzados a reconvertirse a otras profesiones de segunda clase, como niñeras o vendedores de sombreros, que no ayudan a alimentar a un país.  Por ejemplo una trabajadora textil cuya fábrica cierra, querrá que su hija no caiga en la misma desgracia y optará por enseñarla a ser niñera.

Es posible que, con el tiempo, su hija llegue a tener un sueldo mejor, vaya más bien vestida, se comporte como una señorita y reciba un trato más considerado del que recibía usted cuando trabajaba en la vieja fábrica. Es posible que usted llegue a dar gracias a Dios de que un indio, un chino, un negro o un extranjero cualquiera hagan el trabajo que antes hacía usted y de ese modo haya dado libertad a su hija para hacer algo que se considera mucho más delicado y está mejor pagado y más respetado.

Cuando un país pasa a ser dependiente de los trabajadores de otro país, se pueden encontrar con la difícil situación que una vez que los trabajadores de fuera decidan independizarse, los trabajadores de dentro ya habrán olvidado cómo realizar sus profesiones más importantes para alimentarse. Será un país ocioso y lujoso, que no podrá comer porque ha olvidado el arte de alimentarse a sí mismo.

Cuando llegue una situación así la masa de hombres se volverá violenta debido al hambre. "Un hombre que ha comido nunca se vuelve un revolucionario: su política es pura conversación". Para frenar esta ola de violencia se inventó el subsidio de desempleo, según la peculiar interpretación del ilustre escritor irlandés. Otra solución alternativa cuando el paro no es suficiente (porque entre otras cosas, algunos trabajadores pueden volverse adictos al subsidio y parásitos del sistema), es la subvención de la emigración; hacer que los hambrientos se vayan a otro país.

Pero invertir dinero fuera de nuestras fronteras implica que también tenemos que llevar a nuestros ejércitos a donde esté el dinero para resguardarlo de piratas que se lo apropien. Y así es como nacieron los imperios, fue una necesidad comercial, es decir, la construcción de nuestras fronteras va a la zaga de las necesidades de nuestros capitalistas. Por ejemplo la I Guerra Mundial fue culpa del capitalismo y las alianzas que se forjaron para defender intereses comerciales.

La horrible guerra de 1914-1918 fue en el fondo una lucha por la supremacía en los mercados africanos entre los capitalistas de Inglaterra, Francia e Italia por un lado, y los de Alemania por el otro. Además, evidentemente, había otros motivos: Austria se sirvió del pretexto del asesinato del archiduque para subyugar a Serbia; Rusia se movilizó contra Austria para impedirlo; Alemania fue arrastrada a la disputa austrorusa por su alianza con Austria; Francia se vio arrastrada hacia el otro lado por su alianza con Rusia; [...] Desde luego en el momento en que se disparó el primer tiro, todos los británicos, belgas, alemanes, franceses, austriacos y rusos se convirtieron en carneros rabiosos e imaginaron todo tipo de razones románticas para justificar su lucha.[...] cuando por fin estalló esta mezcla explosiva y se llevo consigo a millones de personas, resultó que no era por los mercados africanos sino por una disputa relativamente nimia entre Austria y Serbia que las demás potencias podían haber resuelto con la máxima facilidad sin derramar una sola gota de sangre si hubieran mantenido unas relaciones humanas decentes en lugar de estar inmersas en una rivalidad capitalista.[...] Es absurdo suponer que los jóvenes de Europa deseaban cazarse los unos a los otros en madrigueras bajo tierra y lanzarse bombas para despanzurrarse [...] Los capitalistas y sus periódicos intentan convencerse a sí mismos y a nosotros de que somos así y siempre seremos así, a pesar de las felicitaciones que nos mandamos por Navidad y de todas las Sociedades de Naciones. No es verdad.


El capitalismo “en su origen tenía muy buenas intenciones”, y sin duda mucho mejores que el cristianismo primitivo que consideraba este mundo como un valle de lágrimas por el que transitar para gozar solamente en el más allá. Adam Smith es mucho mejor guía que San Pablo. No es que los capitalistas deseen la guerra, no hace falta recurrir a una distorsión que pinte a los capitalistas de monstruos sedientos de sangre.

Es más adecuado compararlos al aprendiz de brujo que invocó al demonio para que le llevara una bebida e, ignorando el hechizo para detenerlo cuando ya le había llevado suficiente, se ahogó en un océano de vino.
LA CLASE MEDIA Y EL SOCIALISMO

Si la especialización del trabajo ha sido la causa de que la ignorancia se haya generalizado, dejando huérfanas profesiones olvidadas y faltando personal que sepa como operar con las nuevas máquinas de la revolución industrial, resulta que debe haber una tercera clase que no son los capitalistas ni los obreros, que sean capaces de dirigir el negocio. Esa clase es la clase media que hace el trabajo administrativo y de dirección, además de otras profesiones liberales y artísticas. Aquí se incluyen también a los hombres de negocios que son los que median entre los capitalistas y los obreros, para que ricos y pobres puedan seguir en su situación y todo funcione según el sistema de explotación capitalista. Shaw se adentra en la génesis de esta clase, y concluye que son los que dirigen el cotarro porque son los más capacitados para esa labor.

Sin embargo, y pese a la valiosa utilidad de los empresarios para hacer que todo funcione, no tienen el poder. Lo tenían en el pasado, pero en la actualidad (pensando en la época de Shaw) han perdido bastante poder en favor de las grandes sociedades anónimas. Así pues, los verdaderos dueños son los promotores, los accionistas de empresas tan grandes, que ya ni sus dueños conocen el negocio. Se trata de financieros e intermediarios que jamás han empleado a un obrero ni han pisado una fábrica. Los empresarios tradicionales han pasado a ser trabajadores de los financieros. Esta clase media que empieza a darse cuenta de que puede sucumbir, no solamente ella sino todo el sistema, es la que piensa socialmente, la que piensa en socialismo.

Ahora bien, lo más significativo de la sociedad socialista a la que me alisté era que los miembros pertenecían todos a la clase media. De hecho sus líderes y directores pertenecían a lo que a veces se llama clase media alta, es decir,  eran o bien profesionales liberales como yo mismo (había huido de la oficina a la literatura) o miembros de la división superior del servicio civil. [...] En realidad, era bastante natural e inevitable. Karl Marx no era un obrero pobre: era hijo de un abogado judío que había recibido una buena educación. Su colega casi igual de famoso, Friedrich Engels, era un empresario próspero. Precisamente porque habían recibido una educación liberal y les habían enseñado a pensar cómo se hacen las cosas en lugar de limitarse al penoso trabajo manual de hacerlas, esos dos hombres, [...] fueron los primeros que vieron que el capitalismo estaba reduciendo a nuestra propia clase a la condición de un proletariado y que la única posibilidad de asegurar algo más que la parte del esclavo en la renta nacional para todo el mundo, y no para los grandes capitalistas, los profesionales más inteligentes o los negociantes, era reunir a todos los proletarios sin distinción de clase o país para poner fin al capitalismo desarrollando el lado comunista de nuestra civilización hasta que el comunismo se convirtiera en el principio dominante de la sociedad y la simple posesión, usura u ocio fueran inhabilitados y desacreditados. [...] La forma existente de organización de la clase obrera era el sindicalismo. El sindicalismo no es el socialismo: es el capitalismo del proletariado.

NIÑOS Y MUJERES

Según Shaw, el abanderado de la lucha contra la explotación infantil no es Marx, sino un noble conservador llamado lord Shaftesbury. Shaftesbury, por motivación religiosa, consiguió el apoyo de otros empresarios virtuosos para lo que se denominó "leyes fabriles", que venían a ser una serie de regulaciones para adecentar el trabajo en las fábricas. Por supuesto muchos empresarios también se opusieron, pero lo curioso es que también encontraron oposición en muchos trabajadores que veían como los pocos peniques sus hijos podían traer a la mesa, eran prohibidos, hundiendo más y más a la familia en la miseria y el hambre.

Las mujeres fueron peor tratadas bajo el capitalismo. Solo podían vender su fuerza de trabajo si aceptaban cobrar menos que un hombre. Y si se quejaban les decían que había otras muchas que estaban dispuestas a aceptar de buena gana ese ínfimo salario... palabras que tienen una terrible similitud en la crisis actual. Este sistema produjo mujeres que eran empujadas al matrimonio como medio de subsistencia, ya que nunca conseguirían salir a flote por si solas.

EL NACIMIENTO DE LOS SINDICATOS

Era muy difícil aunar fuerzas entre trabajadores de diferentes sectores, con diferentes salarios. Su fuerza era nula. Pero pronto surgieron alianzas sindicales entre obreros de industrias con muchos asalariados, como los mineros o los fundidores de metal. Se reunían y hacían presión, y una vez resuelta la situación se disolvían. Más tarde pensaron que sería mejor tener cierta permanencia, y recoger dinero para constituir un fondo con el que resistir cuando quisieran reducirles el sueldo y se declarasen en huelga. Los empresarios suelen esperar a que se gaste el fondo y los obreros vuelvan a trabajar. Pero a veces el negocio va tan bien que les resulta más barato ceder a sus reivindicaciones, y solo cuando el negocio vaya mal plantear medidas de abaratamiento de sueldos. Así que unas veces ganan y otras pierden en un ciclo incesante de huelgas y cierres patronales que se repite sin cesar. En cualquier caso, esta fuerza solo es efectiva si se consigue una gran adhesión. Por eso los obreros veían muy mal a sus compañeros que no se unían, y surgió un odio feroz contra esquiroles y rompehuelgas que llevó incluso a acciones violentas de unos trabajadores contra otros.

De esta lucha de intereses, el capitalismo espera que salga lo mejor de cada uno, como una pelea de gallos en la que gana el más fuerte. Tarde o temprano esta batalla por la supremacía nos llevará a un callejón sin salida con final incierto, y tan solo si la sensatez se impone los trabajadores recurrirán a una visión socialista más global, aunque no sepan realmente lo que significa. Obviamente el poder intentó ilegalizar los sindicatos, pero lo único que consiguió fue promocionarlos más todavía. La explicación de cómo se consiguió que los parlamentos apoyaron a los proletarios requiere de más tiempo, pero básicamente la lucha se suscitó entre liberales y conservadores fue aprovechada por los proletarios para crear no solo sindicatos, sino un partido laborista.

CÓMO FUNCIONA EL MERCADO DEL DINERO

De igual manera, imposible de abordar en pocas líneas, Shaw se explaya en ejemplos domésticos que explican la génesis de la bolsa y las operaciones de compra venta de acciones, el mercado del dinero y cómo funciona un banco, el interés negativo, los préstamos con responsabilidad limitada (solo en el caso de perdidas, no en el de ganancias), el error de cerrarle el crédito a los ricos y la importancia de mantener estable el precio del dinero, la inflación y la deflación, cómo se pagó la guerra con dinero prestado que después de adeudaba a los ricos, la eliminación de la deuda nacional, etc...

Y aproximadamente hacia mitad del libro, llega al asunto de la nacionalización de la banca, que según Shaw era algo sencillo e inevitable porque incluso los hombres de negocios apostarían por ella cuando se dieran cuenta de que una banca nacionalizada les prestaría dinero a un interés más bajo. No habría tampoco demasiados obstáculos por parte del gobierno a la hora de indemnizar a los banqueros (por cierto, confiesa que su mujer era accionista bancaria, y que tendría que deshacer de un negocio privado que pasaría a ser ilegal), porque el dinero la compensación que el gobierno necesitase se sacaría de impuestos sobre rentas capitalistas. Es decir, el gobierno estaría compensando sin necesidad de rascarse el bolsillo, ya que la compensación la paga la clase adinerada en su conjunto. Si es que la paga, porque también pueden pagar con la cesión de sus derechos como accionistas, y así el gobierno sería titular de sus acciones sin necesidad de ocasionarle un gasto pecuniario a nadie.
Es muy importante que comprenda usted este extraño proceso, que parece perfectamente justo y natural. Explica cómo los gobiernos compensan sin compensar realmente y cómo esta compensación no cuesta nada a la nación por ser en realidad un método de expropiación.[...]
Tal vez algunas señoras lo verán todo más claro si les planteo una causa imaginaria en cifras. Supongamos que el gobierno quiere adquirir un terreno que en el mercado tiene un valor de mil libras. Supongamos que reúne esta suma, no por medio de impuestos a la nación, sino gravando la renta de un centenar de terratenientes ricos, entre ellos el propietario del terreno, y haciendo pagar a a cada uno diez libras. A continuación, el gobierno toma el terreno y solemnemente entrega mil libras a su anterior propietario, diciéndole que no tiene de qué quejarse, porque le ha pagado el terreno según el valor del mercado en lugar de arrebatárselo violentamente de una manera revolucionaria, como los bolcheviques quitaron la tierra a los terratenientes rusos en 1917. Nada puede ser más razonable, constitucional y habitual.
Los proletarios que viven de ricos improductivos y ociosos tienen un trabajo cuya producción está falseada. Son parásitos de los parásitos. Es decir si la actividad de esos ricos desaparece también desaparecen los trabajos de sus proletarios dependientes, y serían incapaces de adaptarse porque el mundo del ocio y la improductividad ya no existiría. Es decir, podemos eliminar la improductividad de los ricos a través de la nacionalización, pero dejaríamos en la calle a muchas personas que solo les quedaría como opción morirse de hambre o robar. Por eso Bernard Shaw no es partidario de una confiscación a lo loco, sin ton ni son, sino que primero demanda "unapreparación para el empleo productivo inmediato". Se puede confiscar, pero debe hacerse cuando se tenga una industria preparada para asumir a todos los que queden en la calle tras la confiscación a los ricos: no solo a los parásitos, sino a los parásitos de los parásitos, por usar sus mismos términos.

LA IZQUIERDA PARLAMENTARIA: SINDICALISMO FRENTE A SOCIALISMO

La diversidad de los partidos políticos parece ser, según Shaw, un vicio más que una virtud, porque puede hacer el Parlamento ingobernable. Sin embargo, tampoco parece contento con la idea de dos grandes partidos que lo monopolicen todo y critica los rodillos parlamentarios. No parece conforme con ninguna opción parlamentaria, quizás por eso tentaba a las opciones extraparlamentarias. De todas formas concluye que los que deciden qué partido gobierna suelen ser los indecisos, y que mientras el partido de izquierdas se pelea entre sí, los conservadores se aferran a su objetivo de que todo siga como está. Por eso aboga por la infidelidad al partido, la gente tiene que saber que unos y otros tienen sus intereses, y que si defendemos el interés común, en algunos momentos tendremos que apoyar a uno y en otros momentos a otros. Sorprende que ya en 1928 se pensara así, y que esté tan vigente.

El partido de izquierdas, el laborista, está formado por dos secciones. La de los socialistas, y la de los sindicalistas. Shaw piensa que los sindicalistas solo quieren para sí una parte mayor del pastel, mientras que los socialistas piensan globalmente y someten todo a las necesidades del pueblo, por encima de las de las clases superiores, pero también por encima de las de las clases trabajadoras. Por eso encuentra una contradicción entre un partido que siendo socialista, no puede tolerar la ociosidad, y por otra parte un sindicalismo que tiende de manera natural a arañar más tiempo libre para sus miembros. En ocasiones, como por ejemplo en las huelgas, esa tendencia debe convertirse en un derecho. Pero como todo derecho, debe tener un límite y ese es el peligro de hundir a un país con una huelga general, a la que califica de suicidio nacional en un par de ocasiones. En 1927 tuvo que aprobarse una ley para prohibir las huelgas solidarias, ya que según Shaw, había sindicatos muy amplios que englobaban a trabajadores de diferentes profesiones que se unían y podían paralizar el país hasta causar daños irreparables al conjunto de la sociedad. Son según sus palabras, "guerras civiles entre el capital y el trabajo en las que todo el país sufre." La solución ideada por nuestro insigne autor es un servicio social obligatorio.

LA EDUCACIÓN: RELIGIOSA, SOCIALISTA Y SIN COACCIÓN

Tampoco en la cuestión de la educación religiosa aparece estar contento con ninguna opción, porque de una parte critica el proselitismo de los padres que "dan por sentado que tienen derecho a dictar la religión de sus hijos". Pero de otra parte considera la educación laica como vacía de moral, y a la educación religiosa como un faro moral, y por tanto que hay que darles a los niños "alguna razón para comportarse bien cuando nadie los mira". Más allá de la utilidad de la religión, cuando los niños se dan cuenta de que los castigos divinos a veces no llegan nunca o están muy lejanos en otro mundo, Shaw confiesa que es necesario explicarles a los niños "la verdad definitiva de la cuestión, que es que hay algo misterioso que se llama alma".

Estas palabras, y otras metáforas y reflexiones que aparecen en el libro me llevan a pensar que no es muy acertado que se le clasifique como ateo, como he visto en varias ocasiones.

Denuncia el peso de la religión y sus tentáculos en el estado, pero se burla de su eficacia por ser algo que el pueblo no se toma en serio, salvo algunos devotos minoritarios.

Puede cuestionarse si el 1% de la población que cree ser miembro de la Iglesia de Inglaterra, que envía a sus hijos a la fuente bautismal, a la confirmación y a las escuelas, y que asiste regularmente a los servicios litúrgicos, sabe o le importa saber a qué se compromete con sus dogmas o artículos, o si los lee y cree como lee y cree el periódico de la mañana.
Shaw considera el marxismo un tipo de religión, y que en Rusia se venera a Marx como si fuera Dios, y "El Capital" como si fuera la Biblia. Hace una elaborada defensa de Marx y a renglón seguido nos advierte de que el marxismo no es una buena guía para un gobierno. Estas contradicciones son salvadas con elegancia.

El gobierno ruso sabe que una actitud meramente negativa hacia la religión es imposible políticamente y, en consecuencia, enseña a los niños una nueva religión llamada marxismo, [...] Toda valentía es religiosa: sin religión somos unos cobardes. [...] un peligro  contra el cual debe estar en guardia. El socialismo puede predicarse no como una reforma económica de largo alcance, sino como una nueva Iglesia fundada a raíz de una nueva revelación de Dios a través de un nuevo profeta. [...] En Rusia, tarde o temprano, el Estado tendrá que romper la autoridad temporal de la Iglesia marxista y arrancarle la política de las manos.[...] Pero hasta entonces, la Iglesia de Marx, la Tercera Internacional, creará tantos problemas como los crearon anteriormente los Papas.[...]
A pesar de todo, nuestro rechazo protestante de la autoridad de la nueva Iglesia marxista no nos hará olvidar que si la Biblia marxista no puede ser tomada como guía de estrategia parlamentaria, lo mismo puede decirse de estos documentos revolucionarios llamados Evangelios. No por eso quemamos los Evangelios ni llegamos a la conclusión de que el predicador del Sermón de la Montaña no puede enseñarnos nada, y tampoco deberíamos quemar Das Kapital y prohibir a Marx por ser un autor sin valor a quien nadie debería leer. Marx no alcanzó su gran reputación por nada: es un gran maestro y los estadistas que todavía no han aprendido sus lecciones serán peligrosos. Sin embargo, aquellos que realmente han aprendido de él,  en lugar de adorarlo como si fuera un profeta infalible, no son marxistas, como tampoco lo era Marx en persona.[...]
[...] le aseguro que puede usted ignorar con toda confianza a las personas que hablan con desprecio de Karl Marx por ser farsantes que nunca lo han leído o incapaces de comprender su gran altura mental. No vota nunca por personas así. No obstante, tampoco debe votar a un fanático marxista, a no ser que pueda encontrar a uno lo bastante joven y agudo para abandonar el marxismo después de un poco de experiencia, como hizo Lenin.

Pero sin duda piensa que los valores básicos de todo ciudadano ("la creencia en la sociedad") deben inculcarse desde el principio:

También sería perseguida por sediciosa y blasfema la doctrina de que nuestra vida en este mundo es solo un breve episodio preliminar a la vida futura y que no importa lo pobres, desdichados o enfermos que seamos en este mundo porque, si sufrimos pacientemente, seremos gloriosamente compensados en el próximo. [...] La creencia en la sociedad debe imponérsenos de pequeños, porque es como montar a caballo o leer música. Nunca pueden hacerlo con plena naturalidad los que intentan aprenderlo de adultos, y la fe en la sociedad, para ser realmente eficaz, tiene que ser como una segunda naturaleza para nosotros.
Pero sus planteamientos zozobran con demasiado capricho para mi gusto. Personalmente soy partidario de una educación obligatoria para los niños, ya que de niños solo queremos jugar y perder el tiempo, aunque en ese momento no lo vemos como una pérdida de tiempo... eso solo viene más adelante cuando ya es tarde. Me resulta tan obvio que el avance del mundo se optimiza con una buena educación que no necesito pensar mucho más en ello, y tampoco voy a poner pegas a la libertad del niño al que obligamos a estudiar. Habría que ver a que edades se está refiriendo Shaw, porque si lo que critica en el siguiente párrafo es la imposición de una carrera en edad adulta, estaré de acuerdo con él. Pero habla de niños, y a determinadas edades no sabemos lo que es mejor para nosotros. Lean el siguiente párrafo sobre respetar la individualidad del niño y saquen sus propias conclusiones:

Cuando el niño haya aprendido su credo y catecismo social, y sepa leer, escribir, contar y utilizar las manos, en suma, cuando esté cualificado para abrirse camino en las ciudades modernas y hacer un trabajo útil, será mejor que encuentre por sí mismo el camino para cultivarse más ampliamente. Si es un Newton o un Shakespeare aprenderá el cálculo o el arte del teatro sin que se le tenga que hacer tragar a la fuerza: lo único necesario es que tenga acceso a libros, maestros y teatros. Si su espíritu no quiere cultivarse, debe dejársele en paz sobre la base de que él sabe lo que es mejor para él. [...] Intentar convertir a todo el mundo en atletas campeones es tan idiota como intentar convertirlos a todos en académicos irlandeses.

ANTI-REVOLUCIONARIO

Su oratoria radical contrasta con sus posiciones prácticas. De unos planteamientos utilitaristas y una supeditación al fin socialista cabría esperar que apoyase cualquier revolución que pasara por encima de quien fuera necesario, y sin embargo no es así. George Bernard Shaw no creía en la revolución. Pero si lo pensamos bien no hay ninguna contradicción en su forma de pensar, ya que la objeción revolucionaria sigue teniendo un sesgo utilitarista. Esto es, es contrario a las revoluciones porque no solucionan nada. Tras una revolución, ya sea pacífica o sangrienta, estaríamos igual de lejos del comunismo, y para muestra expone el caso de la revolución rusa.

El caso de Rusia nos sirve de ilustración. Después de la gran revolución política de 1917 en aquel país, la victoria de los comunistas marxistas fue tan completa que pudieron formar un gobierno mucho más poderoso que el que jamás había tenido el zar. [...] este nuevo gobierno ruso no sabía qué hacer y, después de intentar todo tipo de experimentos de aficionado que no llevaron más que a simular que había comunismo donde no había nada más que el colapso del capitalismo, y de dar tierra a los campesinos, que inmediatamente insistieron en convertirla nuevamente en propiedad privada, tuvo que retroceder apresuradamente y dejar la industria del país a patronos privados [...].

Así que aunque la revolución rusa sirvió para inspirar al pueblo moralmente y dignificarlo, lo cierto es que entregó el país a las manos de una masa incapacitada para gestionar y sedienta de venganza. Y sobre todo, seguía existiendo desigualdad de renta que hacía peligrar los logros que habían alcanzado y:

[...] no ha establecido todavía tanto comunismo real como tenemos en Inglaterra y ni siquiera ha elevado los sueldos rusos al nivel de los ingleses.
La explicación es que el comunismo solo puede extenderse como se extiende el capitalismo, es decir, como un desarrollo de la civilización económica existente y no mediante un derrocamiento absoluto de ella. Lo que se propone no es la destrucción de las utilidades materiales heredadas del capitalismo, sino una nueva manera de gestionarlas y distribuir la riqueza que producen. Ahora bien, en Rusia, el capitalismo no se había desarrollado hasta alcanzar una condición de madurez necesaria para la socialización; por consiguiente, los bolcheviques comunistas victoriosos en 1917 se encontraron sin una industria capitalista altamente organizada sobre la cual construir. Tenían en las manos un enorme país agrícola con una población de campesinos poco civilizados, ignorantes, iletrados, supersticiosos, crueles y hambrientos de tierra.[...]
Nosotros construiremos el capitalismo antes de poder convertirlo en socialismo.[...] Este es el motivo por el que los socialistas que saben de qué se trata están siempre en contra del derramamiento de sangre. [...] Pasar por la guillotina a cuatro mil personas en dieciocho meses durante la Revolución Francesa dejó a la gente más pobre que antes, [...]. El capitalismo no solo ha producido tugurios sino también palacios y villas maravillosas, no solo talleres miserables sino también fábricas de primera, astilleros, barcos de vapor, cables submarinos, servicios que no son solo nacionales sino internacionales, y muchas cosas más. También ha producido una gran cantidad de comunismo, sin el cual el capitalismo no podría existir ni un solo día (no hace falta que repasemos los ejemplos dados: las carreteras, los puentes, etcétera). ¿Qué socialista sensato podría desear una guerra civil que destruyera todo esto o parte y dejara a su partido, aunque fuera victorioso, una herencia de ruinas ennegrecidas y cementerios de resentimiento? [...] Destruirlas equivaldría a arruinar las perspectivas del socialismo.
Los gobiernos socialistas, por otro lado, promueven la adquisición de tierras para la nación a expensas de los capitalistas con la máxima dureza y rapidez posible y se oponen ferozmente a su reventa a individuos privados, pero a menudo tienen que retroceder, e incluso devolverla, como les ocurrió a los soviets rusos, por la necesidad inexorable de mantener la tierra y el capital en uso constante y activo. Si el gobierno se queda una hectárea de tierra fértil o una tonelada de sustento (capital) que no están preparados para cultivar o para alimentar con él el trabajo productivo inmediatamente, tanto si le gusta como si no, tiene que volver a venderlas a manos privadas y desandar el paso hacia el socialismo que había dado sin estar lo bastante preparado para ello.

La destrucción resentida de los frutos del capitalismo es un error, que como ya comentaba en el post anterior de "Por qué Marx tenía razón", no era apoyado ni por el propio Marx. La solución de Shaw es parlamentaria, y sobre todo, educacional.El problema que se encontró la revolución rusa una vez que ganaron los proletarios, es que el pueblo no era socialista. Así que solo se pusieron a trabajar por los principios socialistas a punta de pistola. Esos errores son los que Shaw pretende evitar a los demás países que emprendan el camino del socialismo. Para ello debe haber una amplitud de miras, y un convencimiento profundo de la necesidad del socialismo. Aunque tampoco es necesario alarmar a la gente con retórica de grandes cambios, cuando en realidad todo se haría muy lentamente y de manera natural, como por ejemplo las nacionalizaciones, cuya práctica es tan asumida que el único escándalo que estalla es cuando se la califica de medida socialista.

En cambio, una serie de nacionalizaciones bien preparadas no solo pueden ser comprendidas y votadas por personas que mostrarían sorpresa si se las calificara de socialistas, [...] el cambio sería solo de amos, y están tan acostumbrados a estos cambios que ni siquiera se darían cuenta.

LA EMPRESA PRIVADA SUBSIDIADA

También de rabiosa actualidad resulta su opinión sobre el capitalismo interesado, que lejos de practicar la libre competencia que canta a los cuatro vientos, otorga ayudas a empresas privadas. Pero estas subvenciones solo son para que sean rentables, es decir, las ayuda para garantizar beneficios pero no para garantizar salarios, que se pueden bajar si el empresario lo considera necesario. Pero ayudar a una empresa privada tampoco es algo necesariamente anti-socialista siempre y cuando no se pierda de vista el fin último la nacionalización, para lo que primero es necesario hacer a la empresa fuerte y rentable. De lo contrario serían un lastre en manos públicas y habría que devolverlas a manos privadas.

SOCIALISMO Y LIBERTAD

Interesante cuestión que, sin embargo, es abordada con demasiadas generalidades, metáforas y digresiones a las que George Bernard Shaw nos tiene acostumbrados. Y es que compara al capitalismo con las drogas por el efecto de falsa felicidad, frente al socialismo que muestra la realidad tal como es, necesitada de trabajo y compromiso colectivo e igualitario. Pero motivado por su aversión al alcohol (también era vegetariano y animalista) termina hablando de las drogas y su tratamiento, dejando la metáfora que se diluya en párrafo tras párrafo, sin saber realmente que decir sobre el tema del socialismo y la libertad, salvo el hecho de que unos piensan que supondría la abolición de todas las leyes, y otros que supondría una excesiva regulación de todo (olvidando que ya tenemos excesivas y ridículas regulaciones de todo lo habido y por haber).

Se ríe de la tiranía homogeneizadora que supuestamente el socialismo traería:

Es divertido oírlos declarar, como hacen a menudo, que el socialismo sería insoportable porque les dictaría lo que tendrían que comer, beber y vestir sin dejarles opción en la cuestión, cuando en realidad se agazapan bajo una tiranía social que regula sus comidas, sus vestidos, su horario, su religión y sus ideas políticas [...].

Lo que si queda claro, es que con el socialismo aumentarían las leyes contra los ociosos, por quienes no siente ninguna simpatía como hemos visto al principio de este post:

[...]bajo el socialismo [...] El ocioso no solo será tratado como bribón y vagabundo, sino también como desfalcador de fondos nacionales, que es el ladrón más vil. La policía no tendrá dificultades en descubrir a estos delincuentes. Los denunciarán todos, porque los vagos que no participen aportando "su granito de arena" serán víctimas de los demás.
[...] En todo caso, como la ociosidad no sería solo un delito penal, sino algo poco propio de una dama y un caballero, nadie consideraría las leyes contra ella como una violación de la libertad natural.
TÉRMINOS CONFUSOS

Hay tantos -ismos en política, que ya ni se recuerda lo que significan, solo se usan para criticar al contrincante sin recordar su significado, o incluso cambiándolo.

[...] acusan a las personas que les caen mal de ser socialistas, bolcheviques, sindicalistas, anarquistas y comunistas por un lado, y capitalistas, imperialistas, fascistas, reaccionarias y burguesas por otro, sin que a ninguno de ellos tenga la menor idea del significado de esas palabras.

Shaw nos aclara que bolchevique no es más que un miembro de una mayoría parlamentaria, que el concepto de anarquista-comunista es una contradicción en sí mismo y que lo que denominamos comunistas son aquellos socialistas que apuestan por la vía revolucionaria. Resulta gracioso que Shaw nos arengue con los malos usos de los términos, cuando él mismo mezcla indistintamente socialismo y comunismo en diversas partes del libro.

A continuación Shaw se desentiende de estas armas verbales arrojadizas y nos expone claramente donde se sitúa él, o más bien donde deberíamos situarnos todos si nos queremos llamar socialistas de verdad.

El socialismo no quiere saber nada de esto. Insiste en que las industrias deben pertenecer a toda la comunidad y ser reguladas en interés del consumidor (o cliente), que tiene que comprar a precio de coste sin pagar un beneficio a nadie. Una tienda, por ejemplo, no debe pertenecer a las dependientas ni ser explotada por ellas para su beneficio, sino que debe ser dirigida en beneficio del cliente, y la garantía de la dependienta de que no será sacrificada  por los demás consumidores es que ella misma es clienta de otras tiendas y la propia consumidora es una trabajadora en otros establecimientos. Cuando la renta sea igual y todo el mundo sea al mismo tiempo productor y consumidor, puede confiarse en que productores y consumidores se traten razonablemente unos a otros por egoísmo, si no por un motivo más generoso, pero, hasta entonces, convertir a una industria en propiedad de los trabajadores sería simplemente reemplazar a los accionistas ociosos sociales existentes por accionistas trabajadores que sacarían beneficio a mucha mayor escala, ya que se apropiarían de la renta de sus locales y no pagarían contribuciones a una Hacienda central para beneficio de la nación, como ocurre ahora bajo el régimen parlamentario.
 VISITA A LA URSS

El libro incluye dos capítulos añadidos en 1937, uno sobre la URSS y otros sobre el fascismo. Sobre el fascismo, ya di suficientes explicaciones al principio de esta larga reseña. Y con respecto al régimen soviético, que visitó en 1931 dice que lo trataron "como si fuera Karl Marx en persona". Estaba literalmente encantado por los logros de la revolución, y pensaba que en la URSS se cantaban a los cuatro vientos los errores que se encontraban, y se rectificaban enérgicamente sin dilación porque tenían una motivación de mejora colectiva que no existía en el capitalismo. Todos sabemos que la falta de libertad para criticar el sistema soviético era una realidad, pero Shaw no pareció haberse percatado, lo cual le hace perder bastantes puntos como referente político-moral, aunque sus lecciones y ejemplos prácticos para explicar cómo funcionaba el mundo, incluyendo el proceso revolucionario ruso, siguen siendo bastante acertados. 

El mayor fallo que resalta de la URSS, ya mencionado anteriormente en su faceta anti-revolucionaria, es que se dedicaron a eliminar a los profesionales mejores cualificados, y pusieron al frente de las fábricas a personal inculto sin formación, bajo la creencia de que el pueblo o la miseria cualifica tanto moral como profesionalmente. Esto provocó mucha hambre, aunque se rectificó según Shaw, y no había ni "un solo niño hambriento ni desnutrido en las regiones plenamente sovietizadas de Rusia".

Puede que me equivoque, pero la construcción de la frase parece plenamente deliberada: "en las regiones plenamente sovietizadas de Rusia". Ucrania era una región que se resistía a la colectivización, y por ello sufrió la ira de Stalin en 1932, no solo con detenciones y ejecuciones de grandes granjeros propietarios, sino también con una hambruna que se llevó por delante a unos 5 millones de personas. Casi todos los expertos dicen que fue totalmente planificada, aunque uno de los mejores analistas de genocidios para mi, Daniel J. Goldhagen, nada sospechoso de ser prosoviético, decía en su libro "Peor que la guerra" que no estaba seguro de la intencionalidad. Sea como fuere, el caso es que en la época de Shaw si había esa percepción de que la hambruna de Ucrania había sido intencionada, y Shaw se unió a esa comitiva de intelectuales de izquierdas que viajaba a Rusia, ya hechizados por la utopía soviética, a los que se les enseñaba lo que querían ver y eran escoltados para que no viesen lo que no querían ver.  Sin embargo, a menudo se resaltan los comentarios de Shaw publicados en este libro olvidando que datan de 1937, cuando su visita fue en 1931, antes de la hambruna ucraniana. Tiempo tuvo para sopesar si fue seducido por la propaganda soviética, pero en lo que se refiere a dicha hambruna, efectivamente no pudo verla porque todavía no había sucedido.

Como quiera que fuese, la falta de profesionales en la URSS tuvo que ser subsanada a través de la NEP (Nueva Política Económica), mediante la cual se permitió a los industriales privados que mantuvieran sus negocios. Esto se vió como un fracaso en Occidente. Pero aún había necesidad de personal cualificado y maquinaria para levantar el país. Sin embargo, ningún país estaba dispuesto a ayudar ni prestar dinero a quienes se configuraban como una amenaza (más bien al contrario, financiaron una oposición contrarevolucionaria que más tarde perdió militarmente, y comenta con sorna Shaw que se pudo ver al ejército soviético con ropas y armamento inglés, financiado con dinero púbico inglés, a pesar de que los británicos no quisieron mandar tropas a la nueva Rusia porque estaban cansados de tanta guerra.) La URSS tuvo que importar a esos profesionales"belgas, alemanes, ingleses y, por encima de todo, norteamericanos" consiguiendo por fin que las fábricas funcionasen productivamente. Shaw no escatima burlas y críticas contra los revolucionarios que cometieron el error de quitarse de en medio a quienes después necesitaban:

Lenin comunicó públicamente a sus colegas que aunque sus principios revolucionarios eran loables, sus conocimientos sobre el comportamiento práctico de los negocios eran inferiores a los de un mozo de oficina capitalista. [...] La necesidad de trabajadores de oficina en las amplias extensiones de empresas estatales superaba en mucho el suministro proletario primitivo, por no mencionar el detalle deslumbrante de que Lenin, Trotky y sus colegas eran intelligentsia burguesa hasta la médula.[...] se esperaba de ellos que declararan ser hijos de padres que trabajaban la tierra con sus manos. En realidad, se proclamó que los padres de Lenin y Trotsky eran campesinos. Ya no hay necesidad de esta farsa [...]
Justo al final del capítulo sobre el régimen soviético, tras una narración elocuente de las aspiraciones, desencantos, miedos y atrocidades que produjo la revolución, Bernard Shaw se atreve con un difícil triple salto mortal: se atreve a defender que establecer diferentes rentas fue un paso necesario para conseguir un nivel de producción similar al del extinto capitalismo. Es cuando menos sorprendente, que después de argumentar por activa y por pasiva que la espina dorsal del libre es la igualdad de la renta, se atreva a sostener justo lo contrario, aunque solo sea como un paso transitorio hacia el socialismo.

Lo que necesitaba era el mecanismo capitalista de sueldos a destajo, con una gradación del trabajo en la que cada grado tuviera un sueldo más alto que el anterior, [...] como la necesidad de matemáticos y físicos, arquitectos e ingenieros [...] es inmediata y absoluta, debe fijar el nivel de distribución en una cifra que proporcione los refinamientos y la reclusión y distinción  relativas necesarias a estas personas, y después incitar a la producción hasta que todos puedan alcanzar este nivel.[...] Pero cuando finalmente se alcanza el nivel, deben emplearse todos los mecanismos de imposición de la renta, restricción de la herencia y cosas de este tipo, sin otro objetivo que el de mantener a toda la comunidad al mismo nivel para que puedan casarse entre ellos [...]
 A diferencia de sus flirteos con el fascismo, y a pesar de sus críticas a los soviets, Shaw se mantuvo consistente en su alabanza de Stalin y la nueva Rusia. Lo hizo a contra corriente en su país, y condenando a los antirevolucionarios en la propia URSS, como fue el caso de León Trotsky:

Solo queda apuntar que en 1928, Trotsky y Stalin discreparon sobre la cuestión de si Rusia tenía que asumir el liderazgo de todos los proletarios de Europa y por tanto vivir en condiciones de guerra revolucionaria permanente con todos los estado capitalistas (que era la visión de Trotsky), o concentrarse en lo suyo y establecer un socialismo ejemplar dentro de su territorio. "Socialismo en un solo país" fue el eslogan, tal como defendía Stalin. La victoria de Stalin, que significó el exilio de Trotsky, fue un triunfo del sentido común, y el neotrotskismo significa ahora una conspiración de antiestalinistas que no creen que el socialismo pueda mantenerse sin alianzas extranjeras y concesiones a los aliados capitalistas del este y del oeste.
PERORACIÓN Y CITAS FINALES
El libro termina con un capítulo titulado "peroración" en el que expone algunos temas e ideas que ya he comentado con anterioridad. Quizás me haya dejado en el tintero su peculiar lucha contra la desesperanza cuando alguien se vea desbordado ante tanto sufrimiento humano: Shaw contesta que no tiene sentido, pues todo el sufrimiento del mundo es el que puede padecer una sola persona, el que lo sufran más personas, no hace que el sufrimiento aumente, es por así decirlo, netamente el mismo. Para mí no tiene mucho sentido. Pero creo que Shaw no pretende equipar situaciones, tan solo animar y desligarse del sentimentalismo ya que "encontrar el camino adecuado no es una labor sentimental: es una tarea científica que requiere observación, razonamiento y conciencia social."

Pero quizás el párrafo que más merezca la calificación de una peroración, ignorando otros miles que componen el libro, sea éste:

La fricción social originada por la desigualdad de la renta es intensa: [...] Varían de magnitud: desde el aplastamiento de un trabajador ferroviario en una vía muerta hasta una guerra mundial en la que millones de hombres que tienen las razones más sólidas para respetarse mutuamente se destruyen de la manera más cruel [...]. Y para desafiar esta condición miserable, gritamos una vez al año a favor de la paz en la tierra y buena voluntad entre los hombres, es decir, entre las personas a las que hemos distribuido rentas que van desde el subsidio de hambre a varios miles de libras al día, exhortando piadosamente a los receptores para que se amen unos a otros. ¿Tiene usted paciencia con todo eso? Yo no.
Otra peroración digna de conocer, por su fina ironía, es la que encontré en Internet y en la que iguala a ladrones y accionistas.

“Me voy a referir a una clase moderna, la de los ladrones, y si hay algún ladrón presente le ruego que me perdone cuando le digo que no se trata de censurar su profesión…. No me olvido de la gran habilidad del ladrón, de su espíritu de empresa, de sus riesgos….. Tampoco me olvido de su valor para la Sociedad como patrono a gran escala, teniendo en cuenta los abogados criminalistas, policías, alguaciles, constructores de cárceles y hasta verdugos, que deben sus medios de vida a sus atrevidas Empresas…. Espero además, que si hay entre el público accionistas o terratenientes aceptaran mi palabra de que no deseo herirle en sus sentimientos, como tampoco he querido apenar a los ladrones, simplemente quiero indicar que los tres infligen a la Sociedad un mal de la misma naturaleza”.
Se puede concluir que George Bernard Shaw era un artista, no solo del teatro, sino también del debate. En su tiempo fue conocido por sus conferencias y disertaciones. En alguna ocasión compartió escenario con G.K. Chesterton, contrincante intelectual, pero amigo y contertulio habitual. Dicen los que pudieron presenciar estos debates que a la gente poco le importaba el fondo de las cuestiones debatidas, sino tan solo presenciar los fuegos artificiales de pura retórica, brillantez expositiva, y humor que ambas estrellas les ofrecían. Recomiendo esta estupenda reseña de un libro que recoge uno de estos debates titulado "¿Estamos de acuerdo?"

Termino mi análisis de este grueso libro con unas cuantas citas, que mejoran mil veces cualquier conclusión propia.

La primera es de Bertrand Russel (otro de esos clásicos que tengo pendientes), publicada en su libro "Retratos de Memoria y otros Ensayos". Para mí resume bastante bien la idea que me he formado de este dramaturgo y filósofo:

Podía defender cualquier idea, por estúpida que fuera, con tanta inteligencia que pareciesen locos los que no la aceptaran.[...]
La gran fuerza de Shaw estaba en la controversia. Shaw descubría infaliblemente todo lo que hubiese de inconsistente o de insincero en su contradictor, con gran regocijo de sus partidarios en la controversia. Al empezar la primera guerra mundial, publicó su El sentido común acerca de la guerra. Aunque no escribiese como pacifista, irritó a la mayoría de la gente patriótica, al rehusar su aquiescencia al hipócrita tono altamente moral del gobierno y sus seguidores. En este aspecto, su valor era inapreciable, hasta que fue víctima de la adulación del gobierno soviético y perdió, de repente, su capacidad crítica y su capacidad de descubrir la insinceridad, si lo criticable y lo insincero provenían de Moscú. Por excelente que fuera en la controversia, no era, ni mucho menos, tan bueno cuando se trataba de establecer sus propias opiniones, que eran algo caóticas hasta que, en sus últimos años, se adhirió al marxismo sistemático. Shaw tuvo muchas virtudes que merecen la mayor admiración. Carecía en absoluto de miedo. Expresaba sus opiniones con el mismo vigor cuando eran populares que cuando eran impopulares. Era un enemigo despiadado de los que no merecían ninguna piedad; pero, a veces, también, de las que no merecían ser sus víctimas. En resumen, se puede decir que hizo mucho bien y algún mal. Como iconoclasta, era admirable; pero como icono, lo era bastante menos.

Y las dos siguientes del propio Shaw. Es difícil elegir una cita de George Bernard Shaw. Un vistazo en Internet nos da una idea de lo brillante que era este polemista, y su ingente producción de citas que todavía se usan en la actualidad.

Hay una muy famosa que usaron en un documental sobre Ralph Nader, "Un hombre irrazonable", y que en mi opinión va como anillo al dedo. En su momento subtitulé el documental y por ahí debe andar en Internet. La cita dice así:

El hombre razonable se adapta al mundo; el irrazonable intenta adaptar el mundo a sí mismo. Así pues, el progreso depende del irrazonable. 
       "Hombre y Superhombre" (1903). Máximas para revolucionarios.

Otra menos pretenciosa, pero que te deja igualmente pensativo sería ésta:

La vida no cesa de ser divertida cuando la gente muere más de lo que cesa de ser seria cuando la gente ríe.


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